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SÍMBOLOS: Kirin no señala el sentido de lo buscado en sus obras, como lo demuestran Itinerario sonoro y Ni el color ni la forma
POEMAS VISUALES
ADRIANA FITERMAN. Sus pinturas más recientes, expuestas en Amancio (Arenales 1239), presentan figuras que “deambulan atrapadas en sus silencios, congeladas en un tiempo sin tiempo”, observa el crítico Alberto Giudici.
Las obras de Kirin son signos de contenido lúdico y misterioso POR DANIEL MOLINA Para La Nacion
L
a mayoría de las experiencias que vivimos son tan leves que ni siquiera nos dejan en la memoria una huella borrosa. Pero a veces soportamos pruebas tan fuertes que sentimos que el tiempo se ha detenido definitivamente: todo lo que pasa nos ocurre a nosotros y todo lo que sucede ocurre en este instante. Sin estas vivencias extremas no experimentaríamos nada: el vivir transcurriría como un durar anestesiado y sin sentido. Por el contrario: si las viviéramos cotidianamente perderían su intensidad. Es justamente en esos intersticios donde el arte acecha. El arte no es un contenido. No afirma esto o aquello. No cree en ninguna verdad a transmitir o a develar: el arte no es religioso. Es una oportunidad. Es una posibilidad. De ver, de creer que se puede soñar con que se ha comprendido algo. Las telas y objetos de Kirin (seudónimo de Carlos Dell’ Agostino, Bahía Blanca, 1953) se presentan como poemas visuales. Son signos que no dicen nada. O, mejor dicho, que no tienen un sentido
cerrado, sino que exigen que el espectador juegue con ellos, los tome como base para seguir soñando. Estas obras (que apelan, en su mayoría, al blanco y negro) semejan gigantescas notas musicales de una melodía aún no oída. Kirin tuvo durante años una relación privilegiada con el surrealismo, tanto con los pintores más imaginativos del movimiento (Max Ernst y René Magritte) como con los poetas: sus dibujos, signos y figuraciones aludían siempre a ese universo gráfico y rítmico que surgió a comienzos de la década del 20 del siglo pasado. Como los surrealistas de la primera hora, Kirin buscaba una revelación que estuviera más allá de lo representado, aunque necesitara de la representación para manifestarse. En realidad, lo representado en sus telas y en sus tallas es una especie de tótem o de símbolo hueco, que alude a la búsqueda pero nunca señala claramente el sentido de lo buscado. Son símbolos de nada, perdidos en el bosque del sentido de la misma forma en que Hansel y Gretel se extraviaron en el bosque poético del mito infantil. En las telas que presenta en esta mues-
tra, el artista apela a dibujos abstractos, a veces cuidadosamente geométricos, para sugerir ritmos musicales, puntuaciones de escrituras alucinadas, traducciones de poemas a imágenes, mapas del universo, constelaciones de sentido. Estas obras aluden tanto a los padres de la poesía moderna (son explícitas las citas de Arthur Rimbaud –de su poema de las vocales, en el que propone la trasmutación de la experiencia sonora en visual– y de Stéphane Mallarmé, quien, con su poema sobre el vacío como cuna del sentido, es una referencia obligada de buena parte del arte contemporáneo) como a los alquimistas, que buscaban transformar los desechos en oro. Kirin es un pintor que querría ser un poeta. Un poeta al que le gustaría ser un artista visual capaz de mostrar la imagen del sonido. El sonido que producen los planetas cuando orbitan alrededor del Sol: la música de las esferas. © LA NACION
FICHA. Kirin en Maman. Av. del Libertador 2475. Hasta el 5 de diciembre.
PABLO LASANSKY. Las imágenes que tomó en comunidades aborígenes del Chaco salteño pueden verse en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502).
CLORINDO TESTA. La bicicleta es el tema que inspira pinturas, acuarelas y collages realizados por reconocidos arquitectos, que se exponen en Clásica y Moderna (Callao 892).
Sábado 24 de noviembre de 2007 I adn I 35