OPINIÓN | 27
| Martes 30 de dicieMbre de 2014
a 10 años de la tragedia. El ex jefe de gobierno porteño, destituido tras el incendio, dice que
la mezquindad política ocultó la trama completa de responsabilidades
Mi verdad sobre Cromagnon Aníbal Ibarra —PARA LA NACION—
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oy se cumplen diez años de aquella noche que fue, para muchos de nosotros, el día más doloroso. Creo que es momento de reflexionar sobre lo que ocurrió y hacer un análisis que nunca hicimos. Las disputas y la utilización política de la tragedia nos han privado de pensar entre todos qué fue lo que pasó, por qué ocurrió y cómo hacer para que no vuelva a suceder. En estos años se dijeron muchas mentiras y se omitieron muchas verdades. Esa noche en Cromagnon (un lugar cerrado) entraron –y se dispararon dentro del local– muchas bengalas (también petardos, foguetas de tres tiros y candelas de treinta). Esa noche entró el triple de gente permitida para ese local. Esa noche una de las salidas de emergencia estaba cerrada con candado. ¿Y por qué pasaron estas cosas? Porque la policía –que estaba en el lugar esa noche y todas las anteriores– permitió, con pleno conocimiento, que se ingresaran y dispararan cientos de bengalas en el techo de un lugar cerrado. Porque la codicia empresarial llevó a que vendieran el triple de entradas para poder ganar más plata en una sola noche. Porque los encargados del local cerraron la salida de emergencia con candado, para que no pasara gente sin pagar. Y porque funcionarios de la Policía Federal cobraban coimas para no controlar todas estas cosas. Para mirar para el costado. Estos funcionarios de la Federal, que tenían la obligación legal de evitar que entraran bengalas, de evitar que las tiraran, de controlar que entrara la gente que tenía que entrar y no el triple, que no ingresaran menores de edad, que la salida no estuviera cerrada con candado, veían cómo sucedían todas estas cosas, pero miraban para el costado. Porque recibían plata para no hacer lo que la ley mandaba. Un subcomisario de la comisaría 7a. fue condenado por ello y recibió la pena más alta, apenas inferior a la de Chabán. Cuando uno pregunta por qué ocurrió lo de Cromagnon, algunos piensan que “por la corrupción de los funcionarios”. Sí, efectivamente hubo corrupción. Pero no de los funcionarios del gobierno de la ciudad. De hecho, no hubo un solo funcionario de la Ciudad condenado (en rigor, ni siquiera acusados ni procesados siquiera) por co-
rrupción. Todos los demás involucrados en la causa fueron condenados por pagar o recibir coimas. ¿Por qué nunca se habló de esto? Porque la intención de algunos sectores políticos, con fuerte respaldo mediático, no era la búsqueda de la verdad, sino quedarse con un gobierno entrando por la ventana, en contra del voto popular (la mayoría de los porteños se oponía a la destitución) y sin esperar los fallos judiciales. Un gobierno que le había ganado dos veces a un modelo de ciudad representado por Cavallo y luego por Macri, que había atravesado la peor crisis económica que recuerde el país, que contaba con altísimos índices de aprobación. Como no pudieron ganar en las elecciones, utilizaron el dolor de personas que habían perdido a sus seres queridos para lograr lo que no podían con el voto popular. Porque mientras estábamos organizando las tareas de emergencia, coordinando las ambulancias, los listados de víctimas, las camas en hospitales y clínicas, había dirigentes que miraban la tragedia por televisión mientras pensaban cómo sacar ventaja política. Y para esto necesitaban ocultar responsabilidades que no fueran del gobierno de la ciudad e inventar hechos que golpearan al gobierno que yo encabezaba. Una de las mentiras que se repitieron cientos de veces fue que yo no estuve esa noche. Es falso. Apenas me enteré de la tragedia, sin siquiera información sobre su verdadera magnitud, fui conduciendo mi propio auto a Defensa Civil, donde funcionaba el Centro de Operaciones de Emergencias. Convoqué a todo el gabinete porteño, coordiné y dirigí las tareas de rescate, atención médica, asistencia e información a los familiares, identificación de los cuerpos, ordené la apertura de la morgue de Chacarita porque la de la justicia nacional no podía hacerse cargo, solicité que las clínicas privadas recibieran también a las víctimas. No estuve en el lugar de la tragedia hablando con los medios, lo cual es bien distinto. Pero mi obligación y la necesidad de la emergencia me obligaban a estar en Defensa Civil, que era lo realmente importante. Esa misma noche hablé con distintos medios desde Defensa Civil y los días posteriores, también. Luego fui a la Legislatura a hablar durante dos jornadas de 12 horas cada una y durante el juicio político. No mandé a funcionarios de menor rango a dar la cara, hablé yo. Se dijo que la media sombra y los paneles
acústicos que había en Cromagnon estaban prohibidos y que la Ciudad no controló esa ilegalidad. También eso es falso: no había ninguna normativa que impidiera su uso, como tampoco está prohibido usar telones en los teatros ni materiales acústicos en estudios de grabación. Sólo que no debe arrojarse pirotecnia contra ellos. Otra mentira que se dijo fue que el SAME actuó mal, que faltaban ambulancias o que no había insumos suficientes. Incluso, se iniciaron causas judiciales para acusar al SAME y a todos los funcionarios por el manejo de la emergencia y la asistencia posterior a las víctimas. Sin embargo, la Justicia, en to-
das sus instancias y por unanimidad, con el informe de peritos independientes, dijo que la actuación del SAME, de los médicos, enfermeros y funcionarios fue correcta. En otro país o en otras circunstancias, les hubieran brindado un reconocimiento o dado una medalla. Aquí, por la intencionalidad de quienes querían aprovechar políticamente la tragedia, los médicos tuvieron que ir a los tribunales. Esa noche se salvaron muchísimas vidas gracias a la actuación del SAME y de todo el sistema público de salud, que hizo más de 900 derivaciones en menos de una hora. Días después de la tragedia me encontré
con familiares y sobrevivientes, en pequeñas reuniones en las que pudimos intercambiar pareceres, dolores y pudieron preguntarme y decirme todo lo que necesitaban. De esas reuniones no hay una sola foto porque el compromiso era que no fueran públicas ni difundidas a la prensa, porque lo importante era escuchar a los familiares y no utilizar políticamente esos encuentros. No quisimos politizar la tragedia, como sí hicieron algunos sectores, manipulando y exacerbando el dolor de las víctimas. Se dijo que era un problema de los inspectores. Sin embargo, no sólo no hubo ningún inspector sometido a proceso, sino que ese año, 2004, prácticamente no hubo ninguna denuncia de corrupción contra el área de inspecciones. Es que un año antes de la tragedia yo había echado a todos los “históricos” inspectores, al 100%, porque formaban parte, directa o indirectamente, de un sistema corrupto que era imposible cambiar de otra manera. Creamos un nuevo cuerpo de inspectores profesionales mediante un proceso transparente, que incluso publicamos en Internet, y es el que sirvió de base para las gestiones que vinieron luego. Tres meses antes de Cromagnon, clausuramos 52 boliches, 232 locales y labramos 1900 actas de infracción. Esto fue hasta celebrado en las tapas de los diarios y apoyado por dirigentes opositores. Pero la tragedia ocurrió a pesar de todo lo que hicimos. Es probable que hubiera podido hacerse más y mejor. Pero eso forma parte de los análisis y críticas, que debieron y deben hacerse siempre, pero no con el objetivo del aprovechamiento político y de un golpe institucional. También se dijo que fue un problema de habilitación. Primero, la habilitación había sido concedida por otro gobierno; pero, segundo, tenemos que ser claros: si hoy se disparan cientos de bengalas en el Ópera o el Gran Rex o en el lugar mejor habilitado, probablemente pase lo mismo. No existe en la ciudad de Buenos Aires una sola habilitación que permita disparar fuegos artificiales en un lugar cerrado ni que declare indemne un lugar cerrado frente al uso de pirotecnia en su interior. Y eso fue lo que sucedió, con la complicidad policial incentivada por la coima –que no cumplieron con sus obligaciones por dinero–, tal cual lo sentenciaron los jueces en la condena. Repito, ni un solo funcionario de la Ciudad fue condenado por coimas o corrupción y ni siquiera fueron acusados por los fiscales. Sin embargo, la política y algunos medios hicieron que la tragedia de Cromagnon fuera asociada falsamente a la corrupción de los funcionarios porteños, para luego ir directo por la destitución del jefe de gobierno. Ése era y fue el verdadero objetivo. Una de las grandes deudas que tenemos como sociedad es analizar sin prejuicios y sin mentiras todo lo que sucedió aquella noche trágica y poder decir toda la verdad sobre lo que pasó en Cromagnon. Espero que luego de tantos años podamos hacer un análisis serio y profundo sobre las verdaderas causas que llevaron a la tragedia, esas causas que fueron ocultadas por intereses miserables. Es hora de hacer ese análisis y esa reflexión que nunca hicimos. Es hora también de que la verdad sea dicha por todos, para que algo así nunca vuelva a suceder. © LA NACION
Una lección de estilo Ivonne Bordelois —PARA LA NACION—
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l señor Ricardo Forster acaba de obsequiarnos, como dulce pan de fin de año, una profusa algarabía de estirpe barroca destinada a celebrar un nombre conmovedor: el del kirchnerismo (http://www.pagina12.com. ar/diario/elpais/1-262861-2014-12-29.html). Recordando acaso el célebre “¿Qué hay en un nombre?” de Shakespeare, arranca con “¿Qué dice un nombre?”, para luego descender a una curiosa mixtura de Góngora y Almafuerte: “¿Qué espectros revoloteaban a su alrededor? ¿Qué memorias rapiñadas por la implacabilidad del poder regresaban junto con su pronunciación dubitativa?”. Así nos alerta el flamante secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento
Nacional. Tal nombre, según él, “ha tenido la impronta de impregnar tan densamente el escenario de un país volviendo imposible la neutralidad valorativa y la huida hacia refugios impermeables a la demanda de una realidad relampagueante y tormentosa”. Desde las patéticas miserabilidades de Irigoyen, de hecho, nunca ha relampagueado una tan tormentosa prosa en nuestros anales tribunicios –el estilo, comprobará el lector, se nos contagia. En aras de la necesaria actualización, sin embargo, un sutil matiz de posmodernismo lacaniano orna, sin duda, estas apasionadas estrofas: “¿Qué nombramos, de qué manera y por qué cuando pronunciamos la vastedad difusa, ambigua y compleja de un nombre
que viene a resignificar la realidad política y la materia simbólica con la que nos habíamos acostumbrado a decir, a pensar y a hacer lo nacional? ¿Es ese nombre continuador de otro más amplio, contradictorio y desgastado que lo precedió? ¿Es lo propio e innovador heredero o traidor de la nominación previa? ¿Puede un nombre perturbar tan intensa y decididamente el itinerario de una sociedad hasta dividirla de modo casi irreconciliable despertando demonios dormidos?”. Pregunta el inquieto lector: ¿quién será el recipiendario del “otro nombre más amplio, contradictorio y desgastado que lo precedió”? ¿Cuál de los demonios sugiere –¡ay, Señor Secretario!– que el tal precur-
sor pudiera ser nada menos que el irrevocable movimiento surgido de las fuentes de Plaza de Mayo de 1945 y de las urnas de 1946? Las interpretaciones tambalean en este tramo. No es para menos: el panegírico está erizado de peligros, ya que el nombre reverenciado “les resultó, desde el inicio, indigerible e insoportable” a aquellos que intentaban “quedarse con las tradiciones populares y emancipatorias desconociendo a sus verdaderos guardianes”. Esta enigmática acusación queda temblando en un espacio poblado de expresiones como “neblinosa experiencia”, “trivialidades del poder”, “potencia hermenéutica”, “nombre difícil para pronunciar, alejado de las grandes lenguas migratorias”, y otras curiosas
y novedosas combinaciones estilísticas. Como el secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional ha asegurado que no utilizaría su flamante dependencia para intervenir en la campaña de las elecciones presidenciales del año próximo, se entiende que este arrebato lírico no proviene de lo que sería una intolerable voluntad de pleitesía, sino que es producto de un gratuito entusiasmo ajeno a toda rastrera pasión política. Desprovista por lo tanto de todo aroma de obsecuencia, he aquí una oportuna lección de Coordinación Metafórica y Estrategia Sintáctica que abrirá rumbos y dejará imperecedera huella, sin duda alguna, en el pensamiento nacional. © LA NACION
claves americanas
La apertura con Cuba beneficia al turismo del Caribe Andrés Oppenheimer —PARA LA NACION—
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MIAMI
na de las preguntas que surgen tras el anuncio del presidente Barack Obama sobre una mayor apertura del turismo estadounidense hacia Cuba es cuánto afectará a los otros destinos turísticos del Caribe como República Dominicana, Jamaica o Cancún. Varios expertos dicen que Cancún, en el Caribe mexicano, será uno de los más perjudicados. Según un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) de 2011, titulado “Se acabaron las vacaciones: implicaciones de la apertura del turismo de Estados Unidos a Cuba para el Caribe”, dirigido por el ex economista de ese organismo Rafael Romeu, “la apertura de Cuba al turismo estadounidense significaría un cambio radical para la industria turística del Caribe”. El estudio concluye que un potencial levantamiento total del embargo de Estados Unidos a los viajes a la isla –que no ha suce-
dido aún y es improbable que el Congreso estadounidense lo apruebe a corto plazo– haría que entre 3,5 y 5 millones de turistas estadounidenses viajen a Cuba por año. En cuanto al resto del Caribe, habría ganadores y perdedores, dice el estudio. El efecto final sería un aumento de hasta un 4% del total de turistas al Caribe, pues los hoteles en Cuba no tienen suficientes habitaciones para absorber una afluencia masiva de turistas estadounidenses, y los turistas europeos, canadienses y latinoamericanos, que ahora van a Cuba, buscarían otros destinos más baratos, señala el estudio. Le pregunté a Romeu, que ahora es presidente de DevTech, una compañía de análisis económico, sobre el posible impacto de las nuevas medidas de Obama. Me dijo que sus conclusiones de 2011 siguen siendo válidas, aunque el “cambio radical” que pronosticaba su estudio será mucho más gradual. Actualmente, unos 650.000 personas viajan de Estados Unidos a Cuba por año,
de los cuales más de 550.000 son cubanoamericanos que viajan con visas para visitas familiares. Con las nuevas excepciones al embargo de viajes, el número de estadounidenses que no son cubanoamericanos que viajan a Cuba podría triplicarse para llegar a unos 300.000 anuales en los próximos tres años, según Romeu. Sin embargo, lejos de convertirse en un desastre para otros destinos caribeños, Romeu considera que habrá un efecto indirecto que beneficiará a varios países. “Una vez que los estadounidenses empiecen a ir a Cuba masivamente, buena parte del millón de canadienses que viajan a Cuba cada año van a buscar otros destinos en el Caribe porque la capacidad hotelera de Cuba es limitada, y los precios de los hoteles van a subir”, dijo. Entre los grandes ganadores estará República Dominicana y otros países que ya reciben muchos turistas canadienses y europeos. Entre los grandes perdedores estarán
Cancún, Aruba y las islas Vírgenes de Estados Unidos, porque son destinos que viven en gran parte del turismo estadounidense, agregó. “Si no se diversifican o bajan sus precios, van a salir lastimados”, señaló. La Organización Mundial del Turismo (OMT) también afirma que el flujo de viajeros estadounidenses a Cuba podría tener un efecto positivo, sobre todo en el Caribe. Carlos Vogeler, director regional para las Américas de la OMT, me dijo que “la entrada plena de Cuba en el juego puede reforzar la posición del Caribe como destino turístico en un contexto global. Hemos visto casos similares en el pasado donde la entrada de un nuevo competidor ayuda a que crezca el mercado”. Señaló que la nueva política de Obama llega en un buen momento para el Caribe. Después de varios años de crecimiento moderado, el turismo internacional hacia destinos del Caribe crecerá un 6% este año, por encima de la media mundial del 4%.
Mi opinión: las medidas de Obama para relajar las restricciones de viajes a Cuba pueden terminar siendo una bendición para los países del Caribe y México, por la sencilla razón de que el aumento del turismo estadounidense a la isla será un proceso gradual. Un levantamiento repentino del embargo habría producido una avalancha de turistas estadounidenses, que hubiera sido un golpe durísimo para Cancún y otros centros turísticos. Pero ahora que el flujo de turistas de Estados Unidos a Cuba crecerá gradualmente, esos destinos tendrán tiempo para prepararse. Ojalá diversifiquen sus clientelas y se reinventen como algo más que destinos de sol y playa, por ejemplo convirtiéndose también en destinos de turismo de aventura o turismo médico. Si se quedan dormidos, les irá mal. © LA NACION Twitter: @oppenheimera