los aportes de theodor adorno y max horkheimer a la escuela de ...

Bogotá: Fundación Editorial Argumentos, 1991. p. 17. 3. PÁEZ DÍAZ DE LEÓN, Laura (editora). La Escuela de Frankfurt. Teoría crítica de la sociedad, ensayos y ...
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LOS APORTES DE THEODOR ADORNO Y MAX HORKHEIMER A LA ESCUELA DE FRANKFURT Y A LA TEORÍA CRÍTICA1 Antes de hacer énfasis en cuál fue el aporte de Horkheimer y Adorno en este ámbito, es necesario dar cuenta del contexto en el cual surgieron estos estudios, en primer lugar Alemania estaba atravesando por un periodo difícil, es decir, se estaban configurando los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial y, es precisamente en esta época en donde varios intelectuales daban cuenta de reflexiones críticas sobre el devenir de Alemania. De manera que en Frankfurt, en el año de 1923, se funda oficialmente el Instituto para la Investigación Social que permite la inclusión de estas visiones críticas y cuyos “fondos provenían de un adinerado emigrante judío que hacia 1890 había abandonado Alemania para radicarse en Argentina, en donde se había convertido en un próspero exportador de granos”2 y, dentro del cual es importante situar a Max Horkheimer -intelectual judío-, quien en la década de los treinta estuvo a cargo de la dirección del Instituto; al respecto es necesario mencionar que la existencia del Instituto fue marcada por el exilio, como consecuencia de las persecuciones desarrolladas durante la Segunda Guerra Mundial.

Por otra parte, para el desarrollo del pensamiento del Instituto es primordial mencionar la vinculación de Theodor Adorno. Adorno era hijo de un comerciante de vino de origen judío y de una cantante, cuyo ejercicio profesional estuvo enmarcado por el éxito. Cuando estaba cursando sus estudios secundarios conoce a Siegfried Kracauer, “quien lo introduce en la filosofía alemana y (...) despierta en Adorno el interés por los enfoques sociológicos y por la crítica artística”3. En 1922 conoce a Max Horkheimer en un seminario sobre Husserl, con quien inicia una estrecha relación de amistad y con quien comparteintereses estéticos; pero en este sentido es preciso señalar que la incursión de Adorno al Instituto se produjo después, en 1938, porque él en el estadio de los desarrollos iniciales del Instituto se encontraba más interesado en su formación musical, dada por herencia materna. Ya en 1947 Horkheimer y Adorno publicarían “su obra conjunta Dialéctica de la Ilustración, en la cual, todavía bajo el efecto traumático del fascismo, los dos amigos someterían a una crítica implacable el ciego destino de la razón burguesa”4.

Puede decirse que si en los años iniciales de su historia el Instituto se interesó básicamente en el análisis de la infraestructura económica de la sociedad burguesa, en los años posteriores a 1930 su interés primordial radicó en su superestructura cultural. En verdad, como se verá, la fórmula marxista tradicional relativa a la relación entre las dos fue cuestionada por la Teoría crítica. Jay (1974, 53) 1. ADORNO, Theodor y HORKHEIMER, Max. Caps. Cultura y administración, Teoría de la seudocultura, Sociología del arte y de la música, Iluminismo como mistificación de masas, Para una teoría de la obra de arte, Sobre Walter Benjamín, La crítica de la cultura y la sociedad. 2. JARAMILLO VÉLEZ, Rubén. Presentación de la teoría crítica de la sociedad. Bogotá: Fundación Editorial Argumentos, 1991. p. 17. 3. PÁEZ DÍAZ DE LEÓN, Laura (editora). La Escuela de Frankfurt. Teoría crítica de la sociedad, ensayos y textos. México: UNAM – Escuela Nacional de Estudios Profesionales Campus Acatlán, 2001. p. 402.

Como ya se había mencionado antes, el desarrollo de los estudios del Instituto se dieron en el exilio, ya que su objetivo principal continuar con la tradición revolucionaria del marxismo no podía llevarse a cabo bajo la opresión nazi, además, la mayor parte de los miembros del Instituto tenían ascendencia judía, lo cual condujo a que el Instituto se instalara en 1934 en Nueva York y se asociara a la Universidad de Columbia. Así que “la voluntad de mantener viva la tradición humanística de la cultura y la lengua alemana, que los nazis habían degradado, fue uno de los propósitos expresos del Instituto durante su exilio”5. Es gracias a Horkheimer y a Theodor Adorno que los estudios del Instituto se enfocan hacia la filosofía social, ya que el primero estaba a cargo de la dirección del Instituto y enfocaba su interés por seguir con los estudios marxistas; pero con un cambio de orientación en ellos, dirigiéndolos hacia la “formulación filosófica de los problemas sociales. Es decir, la filosofía social tiene por objetivo realizar la filosofía. La filosofía social debe realizarse a sí misma convirtiéndose en investigación social”6 y el segundo, tendía a la reflexión social por medio de la filosofía y la sensibilidad estética. Luego en 1949 Horkheimer y Adorno se dedican a la reorganización del Instituto y en 1950 éste adquiere el nombre de Escuela de Frankfurt, denominación a la cual actualmente se acuñan los estudios de los pensadores que hicieron parte del Instituto. Los aportes de Horkheimer a la Teoría crítica son fundamentales porque se consideran como los fundadores de este proyecto, el pensamiento crítico “se trata, en este sentido, de un programa racional con proyección histórica cuyo interés está orientado a la transformación de la sociedad, es decir, de una elaboración teórica racional y crítica a la vez, [así] la Teoría crítica se asume como un momento del proceso histórico mediado por la praxis social” . Luego, este planteamiento inicial se ve modificado

a partir de la publicación de la obra de Adorno y Horkheimer Dialéctica de la Ilustración que vendría a configurar la nueva visión que ahora se dirigiría a: Una visión totalizadora que se impone una ampliación de su marco de reflexión teórico y analítico, abarcando otros campos de conocimiento, resaltando así su carácter cognoscitivo y crítico. Una de las consecuencias de este proceder es que junto con el cuestionamiento de un marxismo que había degenerado en ideología se cuestiona también la ilustración... Asimismo, desde la nueva perspectiva asumida, resulta claro que la tendencia al dominio de una administración totalitaria impone como alternativa la necesidad de conservar la autonomía del individuo por encima de la insistencia en la defensa de la revolución... Se trata, por lo tanto, de una radicalización de la propia Teoría crítica, que viene dada también por la forma como se concibe el vínculo entre razón e historia... La necesidad de reflexionar sobre la razón misma conduce a una revaloración de la subjetividad histórica y de la propia historia. Lo que termina finalmente por plantearse, en consecuencia, es el futuro de la cultura y las condiciones que hicieron posible que la razón terminara enfrentada consigo misma. Ortiz (2001, 25) Lo cual permitió el surgimiento de espacios que preservaban la libertad como el arte, la cultura y la religión. En este sentido, la Teoría crítica se enfocó hacia el cuestionamiento sobre el sentido de la historia e intentó aclarar los fenómenos de la realidad tanto histórica como social y se planteó la búsqueda de articularla con la objetividad social. Por otra parte, es necesario reconocer que la fuerte formación filosófica que tenían los pensadores de la Escuela de Frankfurt permitió el abordaje de temáticas como “la crisis de la ilustración, el psicoanálisis, la industria cultural, el papel de la teoría y praxis, la expresión estética, el fascismo, etc”8.

4. JARAMILLO VÉLEZ. Op. cit., p. 24. 5. Ibíd., p. 34. 6. PÁEZ DÍAZ DE LEÓN, Laura. Op. cit., p. 296. 7. ORTIZ, Luis Ángel. El proyecto de la Teoría Crítica. PÁEZ DÍAZ DE LEÓN, Laura. Op. cit., p. 22. 8. PAYÁ, Víctor Alejandro. Industria cultural y sociedad de masas. PÁEZ DÍAZ DE LEÓN, Laura. Op. cit., p. 93

A partir de aquí, se pueden empezar a tratar las concepciones sobre industria cultural que trabajan Horkheimer y Adorno; pero antes de avanzar se debe tener en cuenta que la Teoría crítica aborda la problemática de la sociedad industrial avanzada y su relación con las masas desde diversas perspectivas analíticas y una de ellas, se relaciona con la idea que desarrollaba la Escuela de Frankfurt sobre la caracterización de la sociedad actual, asociándola con una fuerte burocratización y al mismo tiempo destacando que ésta se encontraba sometida bajo el dominio del capitalismo tecnológico que frecuentemente ofrecía falsas promesas, generaba la conceptualización del entretenimiento y trataba de homogeneizar la realidad. Todo lo anterior daba lugar a una degeneración de la participación crítica y racional de los individuos de aquella época, lo cual permite las reflexiones que realizan los dos autores y que es acuñada a través de la denominación de industria cultural y, siguiendo esta línea de reflexión, Adorno y Horkheimer argumentan que “la industria cultural está interesada en los hombres sólo como sus propios clientes y empleados y, en efecto, ha reducido la humanidad en conjunto, así como a cada uno de sus elementos, a esta fórmula agotadora”9. Así, la industria cultural programa y da cuenta de las necesidades de las masas para que así mismo ellas las satisfagan y consecuentemente encuentren un vínculo de alineación, teniendo gran validez lo que Adorno y Horkheimer afirman, cuando se refieren a que la sociedad moderna convierte a sus pobladores en una masa amorfa adecuada para ser manipulada de acuerdo a intereses mercantiles. Entonces, la industria cultural como administradora de la diversión masiva constriñe toda posibilidad de acción. El problema de la cultura de masas no sólo se reduce a que la industria cultural promueva “bienes culturales” cuya producción en serie degrada la estética o el gusto, sino que la industria cultural, promotora de una cultura de masas,

aletarga la capacidad crítica y prepara el campo social para cualquier forma de dictadura y totalitarismo... y así la Teoría crítica se desliza de la crítica de la cultura a la crítica del arte; y de la crítica del arte a la crítica de la cultura, en donde la denominada industria cultural viene a ser una instancia burocráticopolítica que subsume el arte y la producción artística al consumo de una masa mediocre y trivial cuya conciencia se encuentra enajenada. Páez Díaz de León (2001, 137). Por otra parte, los aspectos que trata Adorno sobre la crítica de la cultura y la sociedad y, cultura y administración se refieren a una crítica dirigida tanto hacia el marxismo ortodoxo como a las teorías sociológicas, su crítica de las teorías marxistas se concentra en la concepción de ideología y, la crítica hacia la sociología se dirige a evaluar algunas ideas que desarrolla Max Weber en Economía y sociedad. La cultura, ubicada por la tradición marxista en el lugar de los fenómenos superestructurales, había quedado confinada,igual que lo hicieran las teorías positivistas, al ámbito de la mercancía. Ya sea como “bienes culturales” para la revolución, premisa del realismo socialista; ya sea como “bienes culturales” para el entrenimiento y la diversión. Por ello, dice Adorno, ”en nombre de la dependencia de la superestructura respecto de la estructura se vigila la utilización de las ideologías, en vez de criticarlas” Páez Díaz de León (2001, 314) Así también con respecto a los fundamentos de su crítica a la cultura y la sociedad, Adorno argurnenta que la teoría crítica no puede permitirse poner en tela de juicio todo lo referido a cultura, ni tampoco analizarla desde fuera y mucho menos mirarla bajo preceptos ideológicos y colocarla en confrontación con las normas que ella misma ha cristalizado. Así, la relación entre la crítica cultural y la cultura no se fundamenta en la ideología del crítico, por el contrario es el resultado de “la relación del crítico con la cosa que trata”10 , es decir, el crítico no supone el objeto a estudiar como algo exterior a él.

9. ADORNO, Theodor y HORKHEIMER, Max. Dialéctica del iluminismo. La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas. Buenos Aires: Sudamericana, 1969. p. 207. 10. ADORNO, Theodor. Crítica cultural y sociedad. Madrid: Sarpe, 1984, p. 229.

La relación cultura – administración, el autor la condensa en la siguiente expresión “cultura administrada” refiriéndose más precisamente a establecer el medio por el cual la razón administrativa se aleja y termina en un grado superior que la cultura y de esta manera aparece la cultura que se quiere administra. Por lo tanto dice Adorno, “la administración es extrínseca a lo administrado, lo subsume en lugar de comprenderlo. Esta es la esencia mimas de la racionalidad administrativa”11 . Finalmente, Adorno gracias a su influencia sociológica y a su formación artística, se interesa no sólo por las implicaciones que acarreaba las visiones de la sociedad moderna sobre la cultura, sino que también se concentra en la reflexión o crítica estética, lo cual le permite dar cuenta de la teoría estética y dentro de ésta se dirige al planteamiento de una propuesta teórica para la obra de arte, en donde revindica su importancia y hace referencia a que la interpretación artística trae consigo la ormulación de un problema y como tal éste debe conceptualizarse, es decir, debe ser estudiado; pero no exterior y alejado al tiempo en que se produce la obra de arte como en la errónea “concepción burguesa del arte [que] está cegada por la ideología al suponer que las obras de arte suficientemente alejadas del tiempo pueden ser mejor comprendidas que las del propio periodo”12 .

BIBLIOGRAFÍA ADORNO, Theodor y HORKHEIMER, Max. Dialéctica del iluminismo. La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas. Buenos Aires: Sudamericana, 1969. p. 207. ADORNO, Theodor. Crítica cultural y sociedad. Madrid: Sarpe, 1984, p. 229. -------------------------. Teoría Estética. Para una teoría de la obra de arte. Barcelona: Orbis, 1983. p. 241. JARAMILLO VÉLEZ, Rubén. Presentación de la teoría crítica de la sociedad. Bogotá: Fundación Editorial Argumentos, 1991. PÁEZ DÍAZ DE LEÓN, Laura (editora). La Escuela de Frankfurt. Teoría crítica de la sociedad, ensayos y textos. México: UNAM – Escuela Nacional de Estudios Profesionales Campus Acatlán, 2001. p. 402.

11. PÁEZ DÍAZ DE LEÓN. Op. cit.., p. 314. 12. ADORNO Op. cit. Teoría Estética. Para una teoría de la obra de arte. Barcelona: Orbis, 1983. p. 241.