Aportes táctico-operativos a los Procesos de intervención del Trabajo ...

La entrevista en los procesos de intervención profesional del Trabajo ..... Avanzando en estas discusiones, los trabajos aquí reunidos brindan aproximaciones.
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Aportes táctico-operativos a los Procesos de intervención del Trabajo Social

ANDREA A. OLIVA MANUEL W. MALLARDI - COMPILADORES -

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ÍNDICE Índice ............................................................................................................................... 2 Capítulo Introductorio: Procesos de Intervención y tácticas operativas en Trabajo Social ............................................................................................................................... 4 Conocimiento Situacional y Práctica del Trabajo Social..............................................12 Introducción:................................................................................................................12 Algunas precisiones conceptuales.................................................................................13 Momento Explicativo:..................................................................................................19 Cuestión Social: Aspectos Objetivos y Subjetivos de las contradicciones sociales ....21 Síntesis: los aspectos objetivos y subjetivos de los problemas sociales .........................26 Bibliografía..................................................................................................................30 La observación en la práctica profesional del Trabajador Social................................33 Introducción.................................................................................................................33 La observación de las manifestaciones de la “cuestión social” ......................................34 Observación y conocimiento ........................................................................................39 La observación en las prácticas de intervención y de producción teórica ......................40 Modalidades de la observación.....................................................................................41 Bibliografía consultada ................................................................................................43 La Entrevista en Trabajo Social....................................................................................45 Palabras Preliminares ...................................................................................................45 La entrevista en los procesos de intervención profesional del Trabajo Social................46 Aproximaciones a una definición polilógica de la Entrevista ........................................48 La reconstrucción de las Manifestaciones de la Cuestión Social en la Entrevista ..........50 La comprensión activa como momento dialógico con el entrevistado .......................54 El otro como realidad a reconstruir a partir del discurso............................................56 La Intervención Socio-educativa en el Trabajo Social ..................................................63 La intervención Socioeducativa en el proceso de la entrevista ..................................67 Consideraciones Finales ...............................................................................................70 Bibliografía..................................................................................................................72 Características de las Visitas Domiciliarias ..................................................................77 Introducción.................................................................................................................77 Visitas y funciones de asistencia gestión y educación ..................................................78 Los sujetos de la visita .................................................................................................80 Visitas a usuarios o beneficiarios..............................................................................81 Visitas a potenciales usuarios o beneficiarios............................................................82 Visitas a supervisados ..............................................................................................83 Visitas a sujetos del entorno vincular........................................................................84 Visitas territoriales a pobladores...............................................................................85 Bibliografía..................................................................................................................86 Los registros escritos en Trabajo Social........................................................................88 Introducción.................................................................................................................88 Aproximación a los fundamentos ontológicos de los registros escritos .........................89 El registro escrito como instrumento de aproximación y objetivación de la realidad: Su sentido en el aprendizaje ..............................................................................................92 El registro escrito como recurso en la intervención profesional...................................101 Bibliografía................................................................................................................108 Los “Informes Sociales” en los Procesos de Intervención del Trabajo Social ...........110

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Introducción...............................................................................................................110 Instrumentalidad del Trabajo Social e Instrumental Operativo ....................................111 Determinantes identificados en la elaboración de los informes sociales ......................115 Los informes sociales como producto de mediaciones ..........................................116 Referencia al análisis de los Recursos como determinantes en los IS ......................120 Finalidades de los informes sociales ...........................................................................121 Informes de Derivación ..........................................................................................123 Informes de Actuación y/o Evaluación ..................................................................124 Informes de Gestión de recursos.............................................................................125 Párrafos Finales..........................................................................................................128 Bibliografía................................................................................................................130 La Asistencia en los Procesos de Intervención del Trabajo Social.............................133 Introducción...............................................................................................................133 Información básica para la asistencia..........................................................................134 Relación entre demandas y prestaciones institucionales..............................................137 Formas de otorgar prestaciones ..................................................................................140 Atención a usuarios....................................................................................................143 Bibliografía................................................................................................................146

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CAPÍTULO INTRODUCTORIO: PROCESOS DE INTERVENCIÓN Y TÁCTICAS OPERATIVAS EN TRABAJO SOCIAL Andrea A. Oliva, Ma. Cecilia Pérez y Manuel W. Mallardi

En la trayectoria histórica de la profesión se han requerido — desde las organizaciones empleadoras de profesionales del Trabajo Social—

modalidades

superficiales de intervención con criterios estandarizados, suponiendo un mero conocimiento de demandas explicitadas, normativas y procedimientos en torno a las prestaciones. Detrás de estos requerimientos se oculta que la profesión interviene en los conflictos generados por los antagonismos de las clases fundamentales, tal como fuera explicado por Marilda V. Iamamoto, hace casi tres décadas, con un aporte considerado pionero. La autora afirma que el Trabajo Social es … uno de los elementos que participa en la reproducción de las relaciones de clases y de la contradictoria relación entre ellas. En este sentido, se realiza un esfuerzo de comprender la profesión históricamente situada, configurada como un tipo de especialización del trabajo colectivo dentro de la división social del trabajo peculiar de la sociedad industrial (Iamamoto, 1984:77).

Tanto en los procesos de formación como en los de intervención profesional, analizar el significado social de la profesión, a partir de su ubicación en las tensiones sociales, constituye un momento de la reconstrucción de los procesos sociales generales. El desafío que se presenta entonces es el de poder identificar las mediaciones que hacen particular el trabajo desempeñado por el profesional de Trabajo Social en la división social del trabajo. En tal sentido, enmarcamos las producciones sobre lo que consideramos elementos táctico-operativos dentro de los procesos de intervención, ubicando la profesión en la división social del trabajo, planteando la necesidad de reflexionar sobre el conjunto de condiciones y relaciones sociales que le atribuyen un significado, y en las cuales se torna posible y necesaria.

En el tema que tratamos, un aporte fundamental de la autora es la comprensión de los intereses contrapuestos que se presentan en la misma actividad, respondiendo tanto a demandas del capital como del trabajo. Es decir, que el profesional

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Participa tanto de los mecanismos de dominación y explotación como también, al mismo tiempo y por la misma actividad, da respuestas a las necesidades de sobrevivencia de las clases trabajadoras y de la reproducción del antagonismo en esos intereses sociales, reforzando las contradicciones que constituyen el móvil básico de la historia. Es a partir de esa comprensión que se puede establecer una estrategia profesional y política para fortalecer las metas del capital o del trabajo, pero no se puede excluirlas del contexto de la práctica profesional ya que las clases sólo existen inter-relacionadas. Es esto, inclusive, lo que viabiliza la posibilidad de que el profesional se sitúe en el horizonte de los intereses de las clases trabajadoras. (Iamamoto, 1997:89)

La perspectiva histórica y de totalidad asumida, nos exige considerar los determinantes y condicionantes que inciden en los procesos de intervención. Asimismo se considera la existencia de un campo de autonomía del trabajador social, existiendo alternativas para reorientar y traspasar la demanda institucional. La condición de trabajador asalariado ocasiona que el profesional deba responder a las exigencias de quien lo contrata, sin embargo, también dispone de relativa autonomía en el ejercicio de sus funciones y es co-responsable tanto del rumbo de sus actividades como de las formas de conducirlas (Iamamoto, 1997). Cabe aclarar que, desde nuestro punto de vista, los profesionales del Trabajo Social tienen en los procesos de intervención tres funciones fundamentales: asistencia, gestión y educación (Oliva, 2001). En este marco, las alternativas se evalúan en función de las finalidades, que están imbuidas en las concepciones práctico-políticas de los profesionales, determinadas por el grado de

autonomía que tiene un profesional particular en un espacio ocupacional

concreto. Ello conduce a comprender el carácter político de la práctica profesional, implicando el análisis de la correlación de fuerzas. Haciendo uso del pensamiento luckacsiano para analizar la práctica profesional, podemos afirmar que se trata del proceso mediante el cual a partir de los fines determinados es decir su teleología, se determinan las alternativas imprescindibles para la realización de los fines (Cf. Lukács, 2004). Sostiene Lessa (2000), es la anticipación en la conciencia del resultado probable de cada alternativa lo que permite seleccionar aquella que se considera mejor, para luego llevarla a la práctica, es decir, objetivar la alternativa escogida. Además, es necesario incorporar en el análisis tanto las dinámicas organizacionales, con sus objetivos y recursos, como el propio profesional en sus dimensiones objetivas y

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subjetivas, así como, los distintos posicionamientos de los sujetos que ven sus derechos vulnerados en su vida cotidiana. Consecuentemente entendemos que es necesario comprender el ejercicio profesional más allá de los procesos individuales del profesional, incorporando la consideración de otros sujetos así como los distintos elementos que coexisten en la realidad y que actúan como condicionantes y/o determinantes de sus acciones. Como plantea Montaño (2000), en el ámbito interventivo es fundamental tanto la apropiación de la teoría como recurso explicativo de los procesos sociales, como la elaboración de conocimiento situacional. Al respecto, destacamos dos elementos claves identificados en la práctica profesional: por una parte, “lo social” no es un recorte factible de intervención en forma independiente de los elementos económicos, políticos, culturales, entre otros; por otra parte, el profesional nunca es aséptico, ni neutral y siempre está involucrado con otros actores, en una institución determinada, con usuarios determinados, en un régimen político particular, en un momento histórico determinado. La pobreza, las dificultades de acceso a servicios básicos, la falta de vivienda, el trabajo infantil, se piensan, de esta manera, como expresiones, manifestación de la “cuestión social”, la cual les otorga significado social e histórico. En los procesos de intervención, la “cuestión social” se presenta como problemas económicos, sociales, políticos, culturales e ideológicos (Netto, J. P.: 2003) que adquieren un significado particular en la heterogeneidad vida cotidiana de las personas que participan de la intervención. En esa dirección nos estamos refiriendo a “procesos de intervención” y no a “la intervención” unidireccional del profesional hacia los usuarios, donde se aplican técnicas o se ejecutan procedimientos sin contemplar las relaciones sociales en este orden social, ni las diversas situaciones concretas de la vida cotidiana.

En lo que respecta a la producción teórica sobre la cuestión metodológica — como afirma Montaño — se puede ver desde el origen de la profesión propuestas que intentan definir métodos o modelos de intervención con la diferenciación en individuos, grupos o comunidades, o bien, se enfocan en recortes abstractos de objetos diferenciados por campos de actuación, como salud, educación, tercera edad, infancia, etc. Otras producciones, intentando dejar atrás la trilogía metodológica generaron las pautas de

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procedimientos conocidas como el proceso de investigación, diagnóstico, planificación, ejecución y evaluación. Asimismo en la formación profesional es necesario profundizar una revisión crítica, de la enseñanza basada en propuestas teórico-metodológicas que segmentan, deshistorizan y abordan de manera superficial y fenoménica la realidad social, produciendo una reificación de los procesos de intervención profesional, donde en apariencia el trabajador social manipularía “cosas” rígidas, que le preceden y ante las cuales poco tendría que hacer. Como explica Yolanda Guerra, son concepciones que se fundamentan en la racionalidad formal-abstracta, que es hegemónica en el orden burgués. La autora plantea que en ... la disputa ideológica entre las diversas formas de conocer e interpretar la realidad, la hegemonía ha sido de aquellas corrientes que no extrapolan las evidencias, la forma, la empiria, el dato inmediato, las expresiones de hechos, fenómenos y prácticas, que no tienen en cuenta las mediaciones, que no asumen la negatividad, que equiparan fenómenos sociales y naturales, y sobre todo operan con procedimientos abstractos, los abstraen de sus contenidos concretos y los abstraen de las relaciones que los engendran. Este modo de conocer no encuentra respaldo en el modo de ser, de constitución y del movimiento del ser social, sino que se fundamenta en modelos, reglas, fórmulas y técnicas predeterminadas (Guerra, 2006: 2).

Siguiendo los aportes de Montaño (2000) es necesario que el colectivo profesional fortalezca la superación del debate “a priori” sobre el “método de intervención profesional” para asumir el de las estrategias de intervención definidas a partir del objeto, de la realidad concreta. Se apunta a superar una visión de la intervención profesional como un conjunto de procedimientos y técnicas dentro una caja de herramientas que se encuentran aisladas del proceso social, a la espera de ser utilizadas por el trabajador social. Es necesario avanzar entonces, en la problematización de las estrategias de intervención, como concepto organizador central del proceso de intervención. En esta perspectiva, se asume que los mismos se desarrollan en un momento histórico y en un lugar determinado donde coexisten distintos actores sociales con intereses y objetivos diferentes, los cuales en determinadas situaciones pueden coincidir o entrar en conflicto.

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Consecuentemente, la estrategia requiere ser pensada a partir de la reconstrucción analítica sobre los procesos sociales, tanto en su dimensión objetiva como subjetiva, procurando alcanzar objetivos profesionales enmarcados en los procesos socio-políticos. … el desarrollo de estrategias de intervención no está determinado únicamente por el posicionamiento del Trabajador Social, ni por la dirección política de la institución, ni por los usuarios, sino por una compleja y dinámica relación que está determinada por diversos recursos, mediados por una articulación que se condensa en el arsenal operativo en un momento histórico determinado (Oliva, 2007:15).

En los procesos de intervención los distintos actores involucrados tienen visiones, posicionamientos, recursos, intereses particulares, por lo cual es necesario poder identificar y comprender esas particularidades y relaciones. En estos procesos, el profesional cuenta con la posibilidad de seleccionar alternativas que se inscriben y adquieren significado, dirección y materialidad, a partir de la finalidad estratégica asumida, a las cuales denominamos tácticas operativas.

Desde esta perspectiva, se ha trabajado en la crítica a los elementos que emergen desde una racionalidad formal-abstracta, procurando desde una ontología marxiana recoger los elementos que nos proporciona la realidad. Se considera que la racionalidad crítico-dialéctica facilita la comprensión la realidad, concibiendo el pensamiento como parte del ser, como explica Guerra: La racionalidad critico-dialéctica recoge sus categorías analíticas en la propia realidad, las recorre, establece sus vínculos, busca sus mediaciones, satura sus objetos de determinaciones y reproduce, en el nivel del pensamiento, las múltiples y complejas relaciones que se procesan en la realidad. En esta búsqueda de la totalidad, la interrelación entre las categorías de la realidad da lugar a los complejos cada vez más abarcativos, la perspectiva de la totalidad no se toma como un hecho formal del pensamiento, sino como un modo de ser de lo existente (Guerra, 2006: 6)

Reconociendo que se requiere de una mayor profundización sobre la temática, nos hemos propuesto recuperar elementos que aporten al debate teórico, centrando la producción destinada a una formación crítica de los profesionales. Para ello, la perspectiva adoptada se inscribe en una racionalidad y tendencia histórico-crítica heredera del pensamiento marxista, la cual asume el desafío de reflexionar sobre los procesos de

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intervención profesional, entendidos como los resultados históricos de la compleja relación del profesional con los elementos que sobre y subdeterminan su práctica concreta.

Los contenidos de estas páginas brindan reflexiones sobre distintos elementos táctico-operativos de los procesos de intervención, entendiendo que la práctica del Trabajo Social no puede ser concebida de manera repetitiva, sino como un proceso que se define a partir de determinadas finalidades, lo cual supone valores ético-políticos que lo legitiman (Netto, 2003). Los modos de llevar a cabo las tareas son considerados en tanto tácticas dentro ese proceso, dejando planteado que no hay una forma de “entrevista”, “visita”, “observación” o “registro” sino que, tomando en cuenta las múltiples determinaciones, son las finalidades las que van a dar el verdadero contenido a esas acciones. Consideramos que tales elementos adquieren significado a partir de su ubicación en los procesos de intervención profesional, implicando un posicionamiento que tendiendo a superar una visión reificada y deshistorizada de los mismos, los visualiza y aprehende a partir de las tensiones sociales en las cuales se inserta el trabajador social. Las tácticas operativas definidas como observación, entrevista, visita domiciliaria, entre otras, son resignificadas en el marco de pensar la intervención profesional inserta en espacios sociales conflictivos, haciendo necesario asumir el componente político de la misma y, por lo tanto, definir estrategias de intervención que superen la inmediaticidad, la superficialidad cotidiana y el espontaneismo. En esta línea, el concepto de estrategia cobra relevancia en la superación de la racionalidad formal-abstracta que plantea métodos o modelos con la pretensión de ser aplicados, ignorando las particularidades de las situaciones concretas. Asimismo, las modalidades táctico-operativas, como conceptualización superadora de las llamadas técnicas, permite articular la reflexión de las dimensiones objetivas y subjetivas de los procesos sociales y las finalidades ético-políticas, lo que conduce a redimensionar elementos de los registros, vistas domiciliarias, entrevistas, entre otros. Avanzando en estas discusiones, los trabajos aquí reunidos brindan aproximaciones a la asistencia, las entrevistas, los registros, los informes sociales, la producción de conocimiento situacional, las visitas domiciliarias y la observación. Lejos de producciones aisladas y desvinculadas de las tendencias actuales del campo profesional, los distintos aportes son resultados parciales de múltiples procesos que

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articulan la formación, la docencia y el ejercicio profesional. Discusiones que se han venido desarrollando desde diferentes sectores del colectivo profesional, y que recogidas y reflexionadas colectivamente, son reelaboradas en este libro de manera tal que se socialicen, difundan y repiensen, redundando ellas en su discusión y debate permanente. En el primer capítulo, Manuel Mallardi avanza en la reflexión sobre los procesos de elaboración de proyectos sociales en la intervención profesional profundizando en el momento de problematización y explicación de la realidad al que denomina de conocimiento situacional. El Capítulo II es un trabajo realizado por Liliana Madrid, quien se propone aportar a la discusión sobre las particularidades de la observación que se realiza en la intervención del Trabajo Social, superando el uso irreflexivo que suele ser tomado de las llamadas ciencias sociales. El Capitulo III, es una síntesis del trabajo de tesis de graduación de Manuel Mallardi, donde se recuperan los planteos marxistas de la filosofía del lenguaje desarrollados por el pensador ruso Mijail Bajtín para reflexionar y repensar la entrevista en los procesos de intervención profesional. El Capitulo IV fue elaborado por Andrea Oliva y Silvia Pagliaro, a partir del desafío de discutir características heterogéneas que se requieren analizar acerca de las Visitas Domiciliarias, recuperando aspectos de sus particularidades según las funciones, los actores, las finalidades. Se destacan algunas consideraciones que muestran discusiones y controversias aun no saldadas en el colectivo profesional. Asimismo se recupera su potencialidad en la intervención como táctica a ser utilizada con fines críticos y de ruptura.

En el Capítulo V, Ma. Cecilia Pérez presenta una aproximación a las diferentes modalidades de Registros Escritos utilizados en la formación y en el ejercicio profesional. A partir de entrevistas, consultas de archivos institucionales y la propia experiencia en el ejercicio profesional y docente, recupera el carácter ontologico de estos, como momento fundante de objetivación de la realidad entre otros aspectos.

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El capítulo VI, constituye una síntesis de la tesis de grado realizada por Daniela Gallego, quien indaga la particularidad de los informes sociales en los procesos de intervención y es analizada de acuerdo a las distintas finalidades identificadas. Por último, la cuestión de la Asistencia profesional del Trabajo Social es abordada en el Capítulo VII por Andrea Oliva y Virginia Gardey, aportando elementos para analizar la asistencia que realizan los profesionales del Trabajo Social en los servicios sociales con financiamiento público. Referencias Bibliográficas Guerra, Y. Ontología social y formación profesional. Cuadernos NEAM N°1, São Paulo: PUC/SP 1997. Traducción al español de Ma. Cecilia Pérez, Documentos del GIyAS, 2006 Iamamoto, M Servicio Social y división del Trabajo Social. Cortez Editora, São Paulo, 1997.

Iamamoto, M. “La metodología en el Servicio Social: lineamientos para el debate”. En: Borgianni, E. y Montaño, C. (Orgs) Metodología y Servicio Social. Cortez Editora, São Paulo, 2000 Iamamoto, M. y Carvalho, R. Relaciones sociales y Trabajo Social. CELATS, Lima, 1984 Montaño, C.: “El debate metodológico de los ‘80/’90. El enfoque ontológico versus el abordaje epistemológico.” En: Montaño, C. y Borgianni (Orgs.), E.: Metodología y Servicio Social. Hoy en debate. Cortez Editora, São Paulo, 2000. Netto, J. P. “Método y Teoría en las diferentes matrices del Servicio Social”. En: Borgianni, E. y Montaño C. (orgs.) Metodología y Servicio Social. Hoy en debate. Cortez Editora, São Paulo, 2000. Netto, J. P. Capitalismo Monopolista y Servicio Social. Cortez Editora, São Paulo, 1997. Oliva, A. Análisis de la práctica profesional de los Trabajadores Sociales en el ámbito estatal. PUC/SP, São Paulo, 2001. Oliva, A. Los recursos en la intervención profesional del Trabajo Social. Ediciones Cooperativas, Bs. As., 2007 Tobón, M., Rottier N. y Manrique A. La práctica del Trabajador Social - Guía de Análisis. CELATS, Lima, 1983

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CONOCIMIENTO SITUACIONAL Y PRÁCTICA DEL TRABAJO SOCIAL Aportes desde la Planificación Situacional Manuel W. Mallardi Introducción: El presente trabajo se inscribe en un proceso exploratorio que busca avanzar en la identificación de las mediaciones que posibiliten explicar los problemas sociales en los procesos de elaboración de proyectos sociales desarrollados en el marco de la práctica del Trabajo Social, a partir de la inclusión de una perspectiva histórica y de totalidad. Se considera que la inclusión de la perspectiva histórico-critica marxista ha posibilitado problematizar las particularidades y el significado social de la profesión, en el marco del sistema capitalista en el cual se inserta. A partir de dicha situación, es oportuno el intento de esbozar las implicancias de dicha perspectiva en la práctica profesional cotidiana. En este intento, es imposible desconocer los aportes que se han realizado en torno a la discusión metodológica en la profesión, las cuales, si bien no serán analizadas aquí, es posible dividirlas, sin caer en términos dicotómicos, en las perspectivas epistemológica y ontológica. Mientras que la primera perspectiva se caracteriza por un apriorismo metodológico, en tanto la determinación del método se realiza con independencia del objeto real; en la perspectiva ontológica, recuperando la propuesta marxista, las preocupaciones metodológicas son determinadas en relación con el objeto concreto. (Montaño, 2000) La posibilidad concreta de utilizar una perspectiva teórico-metodológica en el ejercicio profesional del Trabajo Social permite el desarrollo de una práctica que posibilita fundamentar, tanto las estrategias adoptadas como la producción de conocimiento que aporte en la explicación de los procesos sociales que adquieren particularidad en una situación concreta. Partiendo de estas premisas, al momento de aportar a las discusiones propias de la intervención profesional, se hace necesario explicitar la perspectiva teóricometodológica adoptada, no en términos de un apriorismo metodológico, sino con el fin de retomar los procesos de reconstrucción analítica de la realidad y avanzar críticamente en la aprehensión de los procesos sociales. Sin entrar en detalles, consideramos que, recuperando la postura ontológica, las posibilidades de profundizar el debate en torno a la práctica profesional debe partir de 12

considerar a los procesos sociales desde dos miradas complementarias: por un lado, como totalidad compleja, pues esta es una característica intrínseca del objeto y, por lo tanto, el proceso de conocimiento debe incorporar a la totalidad como una de sus categorías decisivas; mientras que, por el otro, recuperando la historicidad del objeto se requiere un abordaje genético, capaz de elucidar el fundamento original, inherente al mismo. (Lukács, 2004b; Lessa, 1999, 2000b) Se trata de la necesidad de captar la procesualidad histórica que permita explicar el presente y diferenciar los aspectos esenciales de los fenoménicos, los cuales, dialécticamente unidos y de igual importancia, constituyen lo particular de cada objeto1.

En el intento de recuperar tales aportes en las reflexiones desarrolladas, a continuación se avanzará en la presentación de los núcleos centrales que se consideran pertinentes al momento de discutir sobre las características del momento explicativo en los procesos de planificación social en la intervención profesional del Trabajo Social. En un primer momento se sintetizarán los puntos principales en torno a las características que adquieren los proyectos sociales, centrando principalmente el análisis de la obra de Matus, para luego realizar una síntesis de tal obra con los aportes de autores del Trabajo Social y de las ciencias sociales, tendiendo a identificar, como se menciono anteriormente, las particularidades que adquiere el momento explicativo. Algunas precisiones conceptuales La formulación de proyectos sociales en el ámbito del trabajo social ha constituido un punto importante de la producción teórica del campo profesional. Sin entrar en esta discusión, antes de avanzar en los puntos centrales del presente texto, consideramos necesario remarcar, retomando los planteos de Oliva (2007a) que no se debe igualar práctica profesional con elaboración de proyectos, siendo ineludible pensar a los segundos como parte de las tácticas que el profesional puede utilizar en el ejercicio de su intervención profesional. En la misma línea, coincidimos con Fritsch (1996), cuando afirma que 1

Este punto, mencionado aquí sólo sintéticamente, lleva a discutir las posibilidades o no de la producción de conocimiento por parte de los trabajadores sociales en el trabajo profesional cotidiano. La polémica remite a la distinción teoría/práctica, profesional de campo/profesional académico, entre otros elementos. En consonancia con los planteos anteriores, Montaño es contundente al sostener que “en el ámbito interventivo, la producción de conocimiento teórico (científico) casi no es posible ni necesaria; en esta actividad es fundamental la apropiación de la teoría, como recurso explicativo de los procesos sociales, y la elaboración de conocimiento situacional.” (Montaño, 2000: 19).

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El Planeamiento Estratégico es discutido en calidad de un instrumental que puede ser escogido con el objetivo de racionalizar y dar dirección a la necesidad de redefiniciones futuras de una organización, sector o actividad. De esta forma, se constituye en un elemento importante de influencia, en el nivel técnico y político, interesando, por consecuencia, también al Servicio Social (Fritsch, 1996).

Analizando los procesos de la planificación social, Di Cione (1993) realiza una síntesis de las distintas perspectivas analíticas que pretenden descifrar, determinar los límites e implicancias de los proyectos sociales. Luego de realizar un recorrido de la bibliografía especializada, el autor concluye: a) en primer lugar el proyecto es concebido como ‘unidad elemental de acción’ y como ‘unidad de sentido’; b) en segundo lugar se lo considera como instancia ‘racional’ y ‘racionalizadora’ de decisiones o procesos; c) en tercer lugar, aunque no siempre, como momento instrumental de objetivos más globales tales como el desarrollo social y/o la planificación social (Di Cione, 1993: 3-4).

Posteriormente, considerando la interdependencia de los tres aspectos mencionados, el autor nos propone tres conjuntos de problemas, que, consideramos, deben constituirse en directrices al momento de reflexionar, ya sea sobre la elaboración de proyectos sociales, como de cualquier momento metodológico involucrado en dicho proceso: a) cómo delimitar una unidad de intervención o de acción que involucra la concurrencia de la totalidad de la reproducción social; b) bajo qué supuestos ‘ideológicos’ y con qué criterios operativos puede discriminarse la ‘racionalidad’ o ‘irracionalidad’ de los procesos de toma de decisiones; c) por lo tanto, cómo asignar una determinada dirección de sentido (fines, objetivos) en contextos de reproducción social y/o regulación social en la que coexisten funcional y contradictoriamente una multiplicidad objetiva y subjetiva de sentidos posibles (Di Cione, 1993: 4).

En definitiva, concluye provisoriamente el autor, toda elaboración de proyectos sociales se efectúa en espacios sociales contradictorios, por lo cual los primeros asumen dicho carácter. De esta manera, se recupera dentro del ámbito de la planificación social la dimensión política que envuelve a los procesos sociales en los cuales se insertarán las distintas fuerzas, tendiendo a la reproducción o modificación de los mismos. (Cf. Veras Baptista, 2002; Matus, 1992, S/F; Pichardo Muñiz, 1993). Consecuentemente, se consideran válidos los aportes de Robirosa (1990), cuando sintetizando sus visiones acerca del significado de un proyecto social, argumenta que el mismo es simultáneamente cada uno de los siguientes puntos: un escenario en el que interactúan diferentes actores sociales; una unidad de planificación social con coherencia interna y externa que se inserta en 14

procesos preexistentes de la realidad; un espacio de intercambio de información, de alianzas y resistencias; un ámbito para el aprendizaje social de todos los actores; y un proceso de elaboración de diagnósticos y estrategias de acción y de aplicación, monitoreo y ajuste de dichas estrategias y de ejecución de lo elaborado.

Tomando como base estas líneas introductorias, se considera oportuno avanzar en la síntesis de las principales líneas argumentativas desarrolladas por Matus. Cabe aclarar que en principio, el autor, pensando en procesos de planificación social globales, se refiere en distintas oportunidades a la elaboración de planes sociales. Aquí, aceptando las diferencias entre los niveles de intervención de proyectos, programas y planes, se visualizan pertinentes sus argumentaciones sin entrar en las distinciones y particularidades de cada uno. En términos generales, Matus considera que la planificación situacional es el cálculo que precede y preside la acción. Evitando posturas rígidas, normativas y estáticas, el autor considera que …planificar es sólo trazar un camino, definir los hitos principales, pero no implica ni puede implicar un cálculo previo de la totalidad y particularidad situacional. Una dosis subordinada de improvisación, de espontaneidad y de cálculo del momento conforma necesariamente la conducción práctica de una estrategia” por lo que aquello que “se planifica es aquella parte capaz de arrastrar al todo en la dirección y por el cause previsto. La parte de improvisación, de espontaneidad y de cálculo inmediatista, no es una desviación del plan, es un complemento indispensable y natural de su ejecución práctica (Matus, 1980: 353).

De este modo, el principal avance teórico de Matus consiste en considerar al plan como el producto momentáneo del proceso por el cual un actor selecciona una cadena de acciones para alcanzar sus objetivos y el mismo se cumple …cuando éste es determinante de lo esencial de la praxis y, por lo tanto, su cálculo se confirma aproximadamente en lo más relevante del resultado de la acción real. El plan no se cumple si la praxis contradice el plan o su grado de intersección con él niega el cálculo previo. Lo esencial en el cumplimiento del plan es que la praxis reflexiva e intencional que surge del plan articule ‘para sí’ la praxis espontánea que necesariamente conforma y completa la realidad, así como la praxis derivada de los planes de oposición de las otras fuerzas sociales (Matus, 1980: 354).

Esa postura nos permite apreciar una visión dinámica e histórica de los procesos de planificación en tanto que el plan es una fuerza incitadora de una entre todas las realidades posibles e implica lo ‘calculable’ y ‘lo determinante’ para ‘arrastrar’ el desarrollo real de

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los hechos, por lo que no coarta la iniciativa, la creatividad, la imaginación y la capacidad de improvisación de los actores sociales. Por ello, los objetivos del plan no constituyen productos acabados, sino parte de un proceso que sólo llega a su término cuando, tras sufrir los cambios exigidos por el proceso práctico, es ya un producto real, donde la relación del plan con la praxis no implica solamente la sujeción de la praxis al plan, sino igualmente la posibilidad de realizar cambios en el plan ante los requerimientos de la praxis. (Matus, 1980)2 Sobre esta base, reflexionar en torno a la categoría Situación, permite una aproximación a la realidad considerando los elementos objetivos y subjetivos que la componen, como así también las distintas fuerzas sociales coexistentes3. En palabras del autor, se define a la situación a partir de la identificación de un actor y su acción, donde …acción y situación conforman un sistema complejo con el actor. La realidad adquiere el carácter de situación en relación al actor y a la acción de éste. Por eso, una misma realidad es al mismo tiempo muchas situaciones, dependiendo ello de cómo está situado el actor y cuál es su acción (Matus, 1980: 55).

En toda situación el autor identifica un componente estructural, estructura o sistema de estructuras al que denomina genosituación, y, en relación dialéctica, la fenosituación, pensada como el contorno fenoménico específico que cubre o envuelve a la estructura. Esta última contiene lo diverso, lo específico, lo particular, tratándose de la apariencia, la realidad visible, inestructurada, inentendible, sino en relación directa con la genosituación y las leyes que la caracterizan. Otra característica atribuida por el autor a la fenosituación es que la misma presenta creatividad propia, heterogeneidad y existencia veloz. Analizando la relación dialéctica entre la genosituación y la fenosituación sostiene que la primera se encuentra envuelta en la segunda, por lo cual su percepción no 2

En otras secciones del trabajo, Matus sostiene: “en este sentido, la praxis no es sólo ejecución de lo programado por las fuerzas sociales en pugna, es también ‘planificación espontánea atomizada e instantánea’ y desarrollo de la creatividad en cada ámbito pertinente. Es creación diseminante en torno al ‘hilo conductor’ del plan de cada actor o fuerza social válida en la lucha social. (…) El paso del plan a la realidad requiere la mediación de la praxis. El plan sólo existe por y en relación con la práctica. Como la práctica ‘no habla por sí misma’, debe ser examinada y sistematizada para su crítica y propósitos de modificaciones por algún actor o fuerza social. Así el plan surge del examen crítico de la realidad y determina la praxis de cambio como propósito de una fuerza social” (…) “El plan es así, praxis derivado de la crítica renovadora o transformadora por una fuerza social; nace de la praxis, se anticipa a ella para reconducirla y vuelve a ella como proceso objetivo de construcción de la situación” (Matus, 1980: 356) 3 Brevemente creemos importante mencionar que tomamos los aspectos objetivos y subjetivos en sentido amplio. Si bien trabajando desde otro marco teórico, coincidimos con los aportes de Allardt (1996) quien sostiene que lo objetivo implica aquello vinculado a las condiciones reales y a las prácticas evidentes, mientras que los subjetivos implican las actitudes, niveles de satisfacciones/insatisfacción, etc. Esta postura lleva a definir como objetivo no sólo a problemas como escasa infraestructura sanitaria, el hacinamiento, sino también a la violencia doméstica, el maltrato infantil, etc.

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es directa, sino a través de la fenosituación, constituyéndose la situación en síntesis dialéctica entre ambas. De este modo, la realidad, si bien existe aún sin explicar, al ser definida por un actor se convierte en situación. Recuperando el carácter político de las situaciones, en tanto los individuos, pueden participar en más de un grupo social, canalizando influencias, poder y recursos en el ámbito de los proyectos sociales concretos, adquiere importancia hacer referencia brevemente a las fuerzas sociales, las cuales con capacidad y voluntad de acción para ser actores relevante en la producción de hechos sociales, son identificadas en las distintas situaciones y en el escenario que actúa como metacontorno. En este sentido, el autor ubica como fuerza social de la genosituación a las clases sociales, en tanto grupos sociales antagónicamente situados a partir de su ubicación en el modo de producción. Por otro lado, los conceptos de grupo o agrupamiento social tratan de elementos fenosituacionales por los cuales se expresan las ideas de un conjunto social de individuos con intereses fenosituacionales comunes. Por estas razones, estas segundas fuerzas sociales tienen una entidad más inestable en su composición y límites que la clase social, y que por ser su aglutinamiento y cohesión derivado de relaciones puramente fenosituacionales, es mucho más variable. La diferencia substancial entre ambos tipos de fuerzas sociales estriba en que, a diferencia de las clases sociales, las agrupaciones sociales pueden ser de muy diversa naturaleza, donde el ser parte de un grupo social no es excluyente de la pertenencia a otros grupos sociales. Por otro lado, ubicando la situación en el espacio contextual de un escenario, se define a la primera, además de síntesis dialéctica entre la fenosituación y la genosituación, como el momento que remite concretamente a la lucha por reproducir o transformar la sociedad, siendo, por lo tanto, un momento de la realidad explicado por las fuerzas sociales que actúan sobre ella, donde el contenido e implicancias de la situación refiere a la naturaleza de la acción política que pretenden ejercer o ejercen en la misma las fuerzas sociales interactuantes. En consecuencia, la situación social está: a. Referida a la naturaleza de la acción ejercida sobre ella. b. Definida y explicada por la o las fuerzas sociales que interactúan con ella. c. Especificada en un rango de tiempo y espacio histórico concreto.

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d. Situada en un sistema más amplio que la comprende y con el cual interactúa, denominado escenario.4 Analizando los procesos dinámicos que caracterizan a las situaciones, Matus plantea que las estructuras pueden ser transformadas o modificadas, en donde la primera hace referencia al cambio de las estructuras, mientras que la segunda a un cambio en las mismas, no alterando lo esencial de las mismas: su organización y el ejercicio de la función dominante. Sin embargo, es en la genosituación donde se encuentra la posibilidad de la transformación a través de las contradicciones en el interior y entre las estructuras que la componen. De este modo encontramos en la genosituación la posibilidad de que se desarrollen contradicciones, mientras que en la fenosituación, con la presencia de los distintos grupos sociales es posible que se gesten y se desarrollen conflictos. Esquemáticamente, podemos presentar los elementos anteriores de la siguiente manera: SITUACIÓN Componente

Procesos

Actores o Fuerzas Sociales

Fenosituación

Conflictos

Agrupamientos o grupos sociales

Genosituación

Contradicciones

Clases Sociales

Acciones

Cambios

Reproducción o Transformación

Modificación o Transformación

Avanzando en las mediaciones establecidas por el autor en torno a cuestiones metodológicas, recuperamos los cuatro momentos que se visualizan en el proceso de planificación. Pensar en momentos y no en etapas rígidas, permite asumir el proceso como un continuo caracterizado por un permanente aprendizaje, un permanente cálculo, una permanente explicación, un permanente diseño y una acción persistente en el día a día (Matus, 1980, 1992). Como se ha intentado demostrar a lo largo de las páginas precedentes, la planificación situacional reconoce que los procesos sociales son dinámicos, conflictivos, en 4

“El escenario en que existe la situación es el ambiente externo a ella y que a su vez forma parte con la misma de un sistema más amplio. La situación está referida a su escenario y el escenario está referido a la situación que encierra. De manera que las mismas consideraciones eficaces para demarcar la situación, lo son para demarcar el escenario. (…) El escenario es un metacontorno relevante y limitante de la situación, que envuelve no sólo a la situación específica objeto del análisis, sino que cubre a varias situaciones distintas simultáneas en el tiempo, pero con legados históricos diversos y en espacios también diferentes.” (Matus, 1980: 66)

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donde cada momento debe ser actualizado de manera constante, y la racionalidad de cada uno está dada por la lógica del mismo proceso. Así el cálculo que precede y preside la acción es un proceso continuo que no cesa nunca, acompañando la realidad cambiante.

Dentro del proceso general de la planificación situacional, el autor identifica los siguientes momentos: 1. Momento explicativo: Es el equivalente al diagnóstico en la planificación normativa, aunque superando el mero listado descriptivo de aquello que consideramos problemas. Implica seleccionar que problemas se trabajarán, explicar las causas de cada uno y del conjunto de los mismos que caracterizan la situación inicial; 2. Momento Normativo: Este momento apunta para lo más trascendental de la planificación, el diseño del deber ser; 3. Momento estratégico: Implica producir un proceso interactivo entre la búsqueda positiva por construir viabilidad política, económica y organizacional al diseño normativo y la necesidad de ajustar o restringir dicho diseño a lo que resulta viable; y 4. Momento Táctico-operacional: Finalmente, a partir de haber razonado, pensado y reflexionado sobre la realidad y las estrategias adecuadas para garantizar la viabilidad, surge la necesidad de tomar decisiones, ejecutar y evaluar la continuidad del plan.

Momento Explicativo: Este momento consiste en la identificación y análisis de los problemas sociales, a través de un proceso de reconstrucción analítica de la realidad. En el campo de la planificación social se ha trabajado sobre este momento denominándolo “Diagnóstico Social”, atribuyéndole distintas características y significados. De estos trabajos, consideramos oportuno mencionar los aportes de Pichardo Muñiz (1993), quien recuperando los aportes centrales de la propuestas de Matus, sostiene que el diagnóstico situacional debe permitir “identificar las posibles determinaciones y relaciones causales que inciden en la producción de los fenómenos sociales y en delimitar las posibilidades de acción”, para lo cual, como resultado, debe proporcionar, tanto una visión orgánica y dinámica de los procesos sociales y las determinaciones de estos, como una ubicación de los espacios estratégicos para la acción (Pichardo Muñiz, 1993: 70). Por su parte, Robirosa en el momento del diagnóstico de la situación considera que se debe explorar el campo de intervención directa donde el proyecto se inserta; el contexto más amplio afecta y es afectado por el proyecto; y el marco administrativo, institucional y

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político donde se desarrolla la gestión del proyecto. Al respecto sostiene la necesidad de desarrollar una …exploración por aproximaciones sucesivas, mediante una inteligente búsqueda, selección y utilización de información pertinente al tema de estudio, y sucesivas reconstrucciones tentativas de la realidad mediante la confrontación y síntesis de informaciones parciales –objetivas y subjetivasen un trabajo grupal de elaboración intersubjetiva (Robirosa, et al., 1990: 49).

Implica desarrollar una explicación situacional, por lo cual se recuperan y resignifican los aportes brindados por Matus en su trayectoria académica para pensar las situaciones sociales. Se requiere, entonces, explicar las causas de cada problema y del conjunto de problemas que marcan la situación inicial, avanzando en la identificación de las relaciones entre la feno y la genosituación. Superando la descripción superficial e inmediata de los problemas sociales, la explicación situacional implica además aceptar que nuestra explicación no es necesariamente compartida por los otros sujetos que también existen en la realidad, siendo necesario precisar, definir cual es la explicación de “los otros”, en tanto la misma es parte de la realidad. Resulta imprescindible reconocer que el concepto de situación hace explícito al interlocutor o a los interlocutores, por lo que explicar la realidad lleva a considerar el papel de los mismos y penetrar en sus explicaciones. De este modo, la diferencia sustancial entre el diagnóstico tradicional, que es pensado como un monólogo de alguien que lo escribe en su propia visión, la explicación situacional es un diálogo, entre el actor y los actores, cuyo relato es recuperado por uno de los actores, en tanto sujeto cohabitante de una realidad conflictiva que admite otros relatos. (Matus, 1987). Avanzando en la aprehensión de los procesos sociales desde los aportes teóricometodológicos desarrollados por Matus, se hace necesario precisar las particularidades que tales procesos adquieren en un sistema económico-social particular. En este sentido, siendo coherentes con los planteos precedentes, se considera que la reflexión que se hace de las situaciones sociales en tanto problemáticas, requiere pensar a las mismas en estrecha relación con las características que adquiere la “cuestión social” en un momento y espacio particular. Es decir, se requiere problematizar la situación, avanzando en la identificación de las mismas como ‘problemas sociales’ vinculados dialécticamente a las formas que adquiere la ‘cuestión social’ en un momento histórico determinado.

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Cuestión Social: Aspectos Objetivos y Subjetivos de las contradicciones sociales En el plano operativo un problema social se presenta como una “brecha entre una realidad o un aspecto de la realidad observada y un valor o deseo de cómo debe ser esa realidad para un determinado observador, sea este individual o colectivo.” (Rovere, 2006: 108, resaltado nuestro). Tal brecha es analizada a partir de la realización de una delimitación social y geográfica en donde se encuentra, donde la primera hace referencia a la población que está afectada por el problema y la segunda a la ubicación física en donde se desarrolla, ya sea comunitaria u organizacional (Novakovsky y Chaves, 1999). Igualmente, se sostiene que definir un problema implica considerar que: a) los problemas están relacionados con actores; b) se deben formular en estado negativo; c) implican aspectos reales y actuales; d) no deben confundirse con la falta de solución del problema (p. e. Falta de escuelas); y e) siempre tienen causas identificables (Martinic, 1997). Sin embargo, la inclusión de la perspectiva situacional lleva a complejizar tales puntos, en tanto se acepta la existencia de intereses, posicionamientos y acciones distintas. La categoría situación implica, como se menciono anteriormente, que una misma realidad adquiere distinto significado para los diferentes actores, individuales y/o colectivos involucrados en la misma. Es a partir del posicionamiento de cada actor, su sistema de valores, su experiencia y sus intereses que sus apreciaciones sobre la realidad estarán condicionadas (Rovere, 2006). Por ello, en cada situación se encuentran tantos intereses como actores relevantes coexistan, adquiriendo la dimensión política relevancia en los procesos sociales (Matus, 1985, 1987, 1991; Robirosa, et al., 1990). A partir de tales intereses es posible analizar los posicionamientos de tales actores, donde la consecuencia de la tensión entre

reproducir o transformar alcanza su síntesis en el resultado de

transformación o modificación, dependiendo que los cambios sean en lo que respecta a las estructuras o no del problema social respectivamente5. De igual manera, se requiere captar las particularidades del mismo en relación dialéctica con los procesos sociales generales, es decir, pensar al problema de referencia como parte de la totalidad de la cual adquiere significado social, donde totalidad no significa todos los hechos, sino es pensar a la realidad como un todo estructurado y 5

El propio Matus considera que “el concepto de situación hace explícito al interlocutor, que en el conflicto extremo es el oponente. Por ello, explicar la realidad en que se vive supone necesariamente considerar el papel de los otros actores y penetrar en sus explicaciones. De otra manera la explicación es incompleta, desligada de su contexto institucional.” (Matus, 1987: 149).

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dialéctico, en el cual puede ser comprendido racionalmente cualquier hecho

(Kosik,

1984). Se trata de pensar los conflictos particulares, que se presentan en el cotidiano, ya sean vinculados a las diferencias de género, a la educación, la salud, el desempleo, la violencia, etc., en relación a las contradicciones sociales mayores, por lo cual no afecta a toda la población por igual, sino que presenta una relación directa con la inserción de los sujetos en las distintas clases y fracciones sociales, los cuales se pueden posicionar o no estratégicamente asumiendo papeles políticos fundamentales en la inclusión en la agenda pública de determinados problemas sociales y sus posibles soluciones. Así, en procura de superar una visión inmediata, fragmentada y estática de los ‘problemas sociales’, se debe pensar a los mismos como la expresión de las desigualdades inherentes al desarrollo del sistema capitalista, es decir como una manifestación de la “cuestión social” (Iamamoto, 1997; Rozas, 2001). Conocer, aunque sea brevemente las características de dicha “cuestión social” y las formas como se manifiesta en un plano general, constituyen un punto que debe estar presente al procurar definir y explicar un problema social. Desde la perspectiva teórica marxista Netto sostiene que el propio desarrollo capitalista es el que produce la “cuestión social”, entendida como el “conjunto de problemas económicos, sociales, políticos, culturales e ideológicos que delimitan la emergencia de la clase obrera como sujeto socio-político en el marco de la sociedad burguesa” (Netto, 2003a: 154). En términos históricos, ubica el último cuarto del siglo XVIII y el siglo XIX, como el momento en donde el aumento del pauperismo se desarrolla en paralelo al crecimiento de la capacidad social de producir riqueza. Sin embargo, además del crecimiento del pauperismo se considera que el surgimiento de la “cuestión social” implica que los grupos sociales en dicha situación iniciarán diversas modalidades de protesta, configurando una amenaza a las instituciones sociales existentes. Dicho momento se comienza a desarrollar en los comienzos del siglo XIX (Netto, 2003b).6 Por su parte, se sostiene que dentro de los discursos teóricos referidos a la “cuestión social”, el análisis marxiano logra situar históricamente dicha situación a partir de la explotación producto de la relación capital/trabajo propia del capitalismo, en tanto que si bien la explotación se encontraba en sociedades precedentes al régimen del capital, la 6

En una postura coherente con los enunciados anteriores, Grassi sostiene que por cuestión social “se hace referencia a la puesta en escena de esa falla estructural del capitalismo moderno cuya emergencia, expresada en términos del problema del pauperismo, los especialistas ubican en el siglo XIX, cuando los conflictos toman una forma tal que ya no pueden ser resueltos por la vieja filantropía.” (Grassi, 2003: 21)

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distinción se alcanza en tanto dicha explotación se efectiva en un marco de contradicciones y antagonismos que llevan a afirmar que …ésta no es una secuela adjetiva o transitoria del régimen del capital: su existencia y sus manifestaciones son indisociables de la dinámica específica del capital transformado en potencia social dominante. La ‘cuestión social’ es constitutiva del desarrollo del capitalismo. No se suprime la primera conservándose el segundo (Netto, 2003b: 62).

En esta conjunción de aumento a niveles sin precedentes de los procesos de pauperización con el involucramiento de la clase trabajadora en la esfera política y la necesidad del capital por instaurar medidas correctivas a ambas situaciones, encontramos la esencia del surgimiento y desarrollo de la “cuestión social”. Dicha “cuestión social” en cada momento histórico se manifiesta a partir de un conjunto de problemas/secuelas sociales particulares susceptibles de ser atendidos, cuya imposición en la agenda pública se encuentra directamente relacionada con el posicionamiento de los distintos sectores sociales coexistentes. En este sentido Estela Grassi plantea que es necesaria la acción de sujetos interesados en imponer que una aflicción sea considerada problema social por la sociedad en su conjunto (Grassi, 2003). Por ello, “cuestión social” no sólo remite a la contradicción entre capital y trabajo, sino al conflicto político, surgido y determinado por esas contradicciones (Pereyra, 2003). La perspectiva analítica adoptada conlleva la necesidad de incluir no sólo las dimensiones objetivas de las condiciones de vida de los distintos sectores de la clase-quevive-del-trabajo7, sino también las distintas movilizaciones y posicionamientos que los mismos desarrollan tendientes a ampliar los márgenes de las intervenciones sociales del Estado. Se hace evidente a partir de los planteos sintetizados arriba, cómo la discusión entre la aparente distinción y/o separación entre estructura y acción o estructura y sujeto dentro de la perspectiva marxista, se encuentra saldada a partir de la incorporación de la noción “cuestión social”, en tanto la misma expresa la relación dialéctica entre ambas categorías, 7

Por cuestiones de espacio no podemos desarrollar las implicancias de las características que adquieren en la actualidad las clases sociales fundamentales. Consideramos oportuno mencionar sucintamente los planteos teóricos desarrollados por el sociólogo brasileño Antunes (2005), quien aceptando el análisis marxista de la existencia de clases sociales antagónicas: burguesía y proletariado, realiza un fructífero trabajo para descifrar la fragmentación, heterogeneidad y complejidad que adquiere la clase trabajadora en la actualidad, no sólo en lo que refiere a las condiciones objetivas de los sujetos sino también sobre la relación de las mismas con la subjetividad, el modo de pensar de los distintas fuerzas sociales. Dicho autor utiliza la expresión clase-quevive-del-trabajo, englobando tanto trabajadores productivos, como a los trabajadores improductivos, y trabajadores precarizados, part time, a los asalariados de la economía informal (trabajadores asalariados no registrados, trabajadores por cuenta propia que prestan servicios diversos), como así también a los trabajadores desempleados, expulsados del proceso productivo y del mercado de trabajo.

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pues, como se dijo, además de las condiciones objetivas de vida de la clase-que-vive-deltrabajo, se incorpora el accionar de sujetos situados estratégicamente asumiendo papeles políticos fundamentales en la transformación de necesidades sociales en cuestiones. Se hace necesario analizar, en situaciones concretas, los limites y posibilidades de dichos sujetos de constituirse en fuerzas sociales, con poder de presión efectivo para incluir en la agenda pública determinados problemas sociales y sus posibles soluciones (Pereyra, 2003). En relación con las implicancias de incluir la noción de “cuestión social” en el análisis de procesos sociales, se remite a las formas de reconocimiento e inclusión de la misma en la agenda pública. Sintéticamente, se puede afirmar que en el transcurso del siglo XX el capitalismo demanda al Estado una modalidad de intervención que asegure los lucros de los monopolios, donde la preservación y control de la fuerza de trabajo ocupada y excedente adquiere especial relevancia. (Netto, 1997) La legitimación política se alcanza mediante la institucionalización de derechos y garantías sociales y civiles. De este modo, en el capitalismo la política social, entendida como intervención gubernamental en las relaciones sociales, aparece con las movilizaciones obreras desarrolladas en el siglo XIX, donde el Estado asume algunas reivindicaciones y las institucionaliza como derechos sociales (Vieira, 1999). De este modo, históricamente, las secuelas de la “cuestión social” se tornan objeto de la intervención del Estado, favoreciendo la implementación continua de políticas sociales específicas. Si bien, este no es el espacio para analizar las características que adquiere la intervención estatal sobre las secuelas de la “cuestión social” brevemente podemos sostener que en dicha intervención se produce una fragmentación y parcialización de la misma, por lo que se hacen necesarios tantos tipos de políticas sociales como problemáticas sociales se hubiesen reconocido a partir de los resultados históricos y concretos de las luchas sociales (Netto, 1997, Montaño, 1999). No reconociendo las implicancias de la “cuestión social” se reconocen sus refracciones, es decir a fin de negar la contradicción capital/trabajo y los conflictos de ella derivada, los problemas sociales son presentados ajenos a la misma (Netto, 1997). El problema social, visibilizado en su aspecto fenosituacional, inmediato, es reconocido a la par de que se niegan las mediaciones que lo remiten a la contradicción estructural. Al respecto, Oliva, retomando a Netto, sostiene que …lo que se nos presenta no es directamente la ‘cuestión social’ sino sus refracciones, dado que en forma abstracta se recortan segmentos de la vida

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social para intervenir sobre ellos, como si eso nada tuviera que ver con la relación capital-trabajo (Oliva, 2007b: 166).

A partir de incluir a la ‘cuestión social’ como un elemento a ser considerado al momento de explicar e intervenir en el marco de los procesos planificación social, el desafío consiste en realizar en camino de reconstrucción que permita reconocer que esa situación que se presenta aislada, como un fragmento de la realidad, constituye en su esencia una refracción de las contradicciones sociales, de las cuales adquiere significado y relevancia. Poder desentrañar las particularidades de un problema social implica ubicarlo como parte de la totalidad en la cual se inscribe y recuperar el proceso histórico de su constitución, lo cual exige identificar las mediaciones que llevan a explicarlo en relación con las particularidades socio-históricas de la “cuestión social”. Se debe procurar superar la mera enunciación de los factores causales, en tanto los mismos adquieren significado a partir de la ubicación de las condiciones objetivas y subjetivas de los sujetos involucrados en los problemas sociales. Así, una explicación situacional debe ser capaz de articular los factores causales objetivos que dan origen al problema social, las apropiaciones subjetivas que realizan los sujetos involucrados, como así también la acción que realizaron en el proceso analizado, las cuales son tensionadas por un continuum de transformaciónreproducción. Es así que cualquier reflexión que procure recuperar las particularidades de situaciones concretas haciendo referencia a los grupos específicos que son atravesados por problemas sociales, debe incluir las mediaciones de las tendencias generales o universalidad/generalidad (Pontes, 2003; Lukács, 1966) que le otorgan significado. No sólo conlleva a recuperar las dimensiones objetivas que caracterizan a un grupo social como parte de la clase-que-vive-del-trabajo, sino también el impacto que tal ubicación tiene en la subjetividad, representaciones de los sujetos, pues en términos de abordaje de totalidad, la singularidad del/los individuo/s sólo es posible reconstruirla dentro de las determinaciones particulares de su época (Lessa, 2000b). En la definición de un problema social aparecen involucrados distintos individuos o grupos sociales posicionados de acuerdo a sus intereses y alianzas particulares. Tales actores, ya sean aquellos afectados por el problema de manera directa como otros vinculados a organizaciones sociales estatales y no estatales, representan intereses y poseen visiones construidas históricamente. Centrándonos en las visiones que sobre el problema social puedan tener las personas afectadas por el mismo, se requiere reconstruir la

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subjetividad, en tanto valores e idearios que pautan sus acciones, ya sea como clase o a través de sus distintas mediaciones (sindicatos, partidos, organizaciones, etc.), repercutiendo en la vida cotidiana de los sujetos, las formas de relacionarse entre si y las visiones que construyen de si mismos y de su entorno. Por ello, se hace necesario avanzar en la problematización de las visiones, apreciaciones que los sujetos tienen con respecto al problema social, en tanto la subjetividad de constituye en un elemento de la explicación situacional. En términos generales, avanzar en el análisis de la subjetividad siendo coherentes con los puntos anteriores, implica pensarla en relación directa con las relaciones de producción y la inserción de los sujetos en las distintas clases sociales existentes. Siguiendo a Lukács, Infranca (2005) sostiene que en el capitalismo el ser social, al tener que vender su fuerza de trabajo a fin de poder reproducirse cotidianamente, aparece dominado en su esencia por la forma fetichista de la mercancía, que no sólo transforma al sujeto en cosa, sino que modifica todo el proceso de reproducción social. El proceso de reificación, por el cual el hombre se transforma en cosa, ocupa aspectos de la vida cotidiana en general, y, por extensión, las relaciones entre las personas adquieren el carácter de cosas con leyes propias (Lukács, 1985). Por ello, es posible sostener que dentro del sistema capitalista contemporáneo los procesos de alienación y de reificación, repercuten directamente sobre las visiones y representaciones que poseen los trabajadores acerca de sí mismos y su entorno inmediato. Es por eso, que en algunas situaciones los problemas sociales son aprehendidos en su inmediatez y superficialidad, no pudiendo captarse la procesualidad que los caracteriza, llegando a la construcción de una visión ahistórica y naturalizada de los mismos (Cf. Lessa, 2000b; Guerra, 2003 y 2007). Síntesis: los aspectos objetivos y subjetivos de los problemas sociales A partir de los planteos teóricos que se desarrollaron precedentemente, es necesario avanzar en la explicitación de estrategias metodológicas que viabilicen el desarrollo de la explicación situacional de los problemas sociales. Los temores de caer en esquemas rígidos no deben impedir tal punto, en tanto la reconstrucción analítica de los procesos sociales y, por ende, la identificación de las mediaciones debe partir de la negación de la inmediatez a través de sucesivas aproximaciones a la realidad concreta. (Pontes, 2003). Para ello, se deben recuperar los antecedentes metodológicos que han permitido realizar tales

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aproximaciones, no como directrices dogmáticas de acceso a la realidad, sino a fin de contrastar tanto los conocimientos como las estrategias metodológicas con nuevas situaciones sociales8. En principio, cabe precisar que las posturas adoptadas anteriormente llevan a la necesidad de realizar una explicación situacional que sea capaz de articular las interrelaciones entre los aspectos objetivos y subjetivos que adquieren visibilidad como problema social pudiendo identificar las mediaciones con los factores causales, en tanto manifestación refractada de la “cuestión social”. Sin embargo, en la continuidad del trabajo es necesario realizar dos aclaraciones, la primera lleva a establecer advertencias para evitar los riesgos de caer en un reduccionismo subjetivo al momento de explicar los problemas sociales, mientras que la segunda remite a problematizar y contextualizar tal dimensión subjetiva. La explicitación y profundización de tales aclaraciones, constituyen los puntos centrales que se desarrollarán para cerrar el presente texto. Frente a una constante subjetivización de los procesos sociales, que muchas veces vienen aparejados de la psicologización de los problemas sociales, siendo tratados desde premisas morales (Netto, 1997), se requiere recalcar la jerarquía que adquieren las dimensiones objetivas de la realidad como estructuradoras de los problemas sociales. En este punto si bien se acepta la definición de estos últimos como una brecha entre una realidad y un valor o deseo de cómo debe ser esa realidad para un observador, no se debe caer en el equivoco de subjetivizar en su totalidad tal brecha. Además, elementos como los deseos, los valores, las normas, deben ser escudriñados y analizados socio-históricamente a fin de no caer en un análisis inmediato del fenómeno. Tal planteo lleva a interrogarnos sobre las manifestaciones objetivas que permiten que un aspecto de la realidad pueda ser considerado como problema, en tanto se parte de aceptar que la realidad tiene una objetividad propia, distinta de la conciencia, de la subjetividad. (Lessa, 2000b) El análisis histórico y en perspectiva de totalidad implica el conocimiento de los factores causales tanto para comprender el problema en la actualidad como la interrelación entre tales factores. Técnicas como el flujograma situacional, el árbol de problemas o el

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Al respecto Lessa expresa claramente que “cuando iniciamos (una) investigación de algo desconocido, jamás podemos tener certeza a priori de cuáles procedimientos investigativos (por lo tanto, de cuál método) se revelarán como los más adecuados para conocerlo. Con base en lo que ya conocemos, con base en las experiencias con objetos que nos parecen semejantes, etc., podemos hacer previsiones y anticipaciones de cuál probablemente será el método más adecuado.” (Lessa, 2000b: 202)

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diagrama causa-efecto son de gran utilidad para esta tarea en tanto permiten sistematizar las causalidades que son posible captar en torno a un problema. Este punto ha sido el más trabajado en la bibliografía sobre la Planificación Social, por lo que sólo brevemente incluiremos aquellos puntos que se consideran centrales y necesarios. En un primer lugar se trata de poder captar las manifestaciones del problema en la actualidad, lo cual lleva a determinar lo que generalmente se denomina línea base, la cual consiste construir indicadores que posibiliten conocer cuál es el grado de desarrollo del problema social que se abordará. Por otro lado, es necesario poder identificar las causas que explican el problema, las cuales encuentran su origen en las características que adquiere la “cuestión social” en un momento particular, por lo cual se pueden llamar factores o causas estructurales. Las mismas a través de procesos y mediaciones determinan o condicionan causas indirectas o directas (Novakovsky y Chaves, 1999). La valoración de determinadas causas como directas, indirectas o estructurales remite a discusiones teóricas, políticas y vivenciales, por lo cual en su ubicación en uno u otro plano adquiere relevancia la lógica situacional de aprehensión de las visiones construidas en torno a un determinado problema social. Para finalizar cabe recalcar que claramente hemos intentado dejar marcada la necesidad de incluir los aspectos subjetivos de la realidad al momento de explicar los problemas sociales, lo cual lleva a reflexionar sobre los distintos actores sociales que coexisten, con visiones e intereses diferentes, muchas veces antagónicos, en todas las situaciones. Sin embargo, sin ánimo de caer en una hegemonía académica al momento de explicar la realidad, consideramos que en la práctica del Trabajo Social, el profesional se incorpora como actor a tales situaciones con sus propios recursos (Oliva, 2007a), es decir, intereses, visiones y marcos teórico-metodológicos específicos a partir de su inserción en la división social y técnica del trabajo y la adscripción a un proyecto profesional particular. Por ello, su explicación situacional debe dar cuenta de esas competencias aprehendidas, principalmente en lo que respecta a cuestiones metodológicas, posibilitando la realización de explicaciones que superen, principalmente, la inmediatez de los fenómenos sociales. Una de las premisas que es necesario incorporar al momento de explicar la realidad, es la de poder reconstruir los aspectos subjetivos de la realidad en términos de comprensión activa (Bajtín, M. 1997), lo cual implica proceder introduciendo el objeto de estudio en totalidades siempre más amplias, a partir de la totalidad de la forma ideológica con la que se vincula, y sin perder de vista el proceso global de reproducción social al que

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dicha forma ideológica pertenece, como forma de la comunicación social, como forma de signos (Ponzio, 1999). Considerando que la vida cotidiana9 es el espacio donde el individuo y la sociedad mantienen una relación espontánea, pragmática, sin crítica, Barroco (2004) manifiesta que el ‘nosotros’ es como aquél por el cual el ‘yo’ existe, o sea, a través de una identificación inmediata. De este modo, la autora considera que la cotidianidad es el campo privilegiado de la reproducción de la alienación, en donde se produce la repetición acrítica de los valores, pues el pensamiento cotidiano se fundamenta en juicios provisionales, por la unidad inmediata entre el pensamiento y la acción. Es entonces, el espacio en el cual la reproducción social se realiza a través de los individuos, espacio donde la aprehensión de la realidad comienza y acaba en su conocimiento inmediato, por lo cual permite visualizar una representación caótica de la misma, sin necesidad de construir mediaciones (Lessa, 2000). Consecuentemente, se sostiene que en la vida cotidiana la aprehensión que los individuos realicen de los problemas sociales que los afectan se encontrará tensionada por las distintas visiones que coexistan en la sociedad, las cuales, sin caer en esquematismos se presentan como un continuum de naturalización-problematización. Así, afirmando la impronta situacional de las explicaciones que se realizan es necesario incluir las visiones que los distintos actores poseen sobre el problema, debiendo identificar la vinculación tanto con los aspectos objetivos del problema social como con las visiones que la sociedad en la cual se insertan ha construido en relación al mismo. La importancia de incorporar tal dimensión se encuentra fundamentada por la interrelación con el momento normativo y estratégico, es decir con la definición de los objetivos y estrategias para alcanzarlos, pues la identificación de visiones naturalizadas de los problemas sociales interpela al profesional en el establecimiento de estrategias que posibiliten en un primer momento una problematización conjunta de los mismos. De esta manera es posible avanzar en una explicación que se adentre en los factores causales y niegue/supere los procesos de reificación y alienación que en las relaciones capitalistas atraviesan la vida cotidiana de los sujetos (Infranca, 2005; Lukács, 1985; Heller, 1977), en tanto la propia vida cotidiana a partir de los conflictos y contradicciones que la caracterizan, permiten a los individuos y grupos sociales, preguntarse el por qué de sus características, sobre las causas de los procesos sociales que los involucran, tanto 9

Las implicancias de esta categoría escapa a las posibilidades analíticas de este trabajo. Para ampliar véase Guerra, 2007; Barroco, 2004; Lessa, 2000; Heller, 1977; Gonzaga Mattos Monteiro, 1995.

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individual como colectivamente y en algunos casos plantearse posibilidades de ruptura, de problematización y reconstrucción de las visiones elaboradas hasta entonces. Es a partir de conocer el grado de problematización de las situaciones sociales que atraviesan a las personas, las posiciones asumidas en torno a los mismos, que se abre la posibilidad de encaminar procesos de planificación viables, en tanto recuperan la dimensión política en estrecha relación con las condiciones de vida de los sujetos. Bibliografía Allardt, E. “Tener, amar, ser: una alternativa al modelo sueco de investigación sobre el bienestar”; en La calidad de vida; Nussbaum, M. y A. Sen. FCE, México, 1996. Antunes, R. ¿Adiós al Trabajo?, Ensayo sobre las metamorfosis y la centralidad del mundo del trabajo. Cortez Editora, São Paulo, 2001. Antunes, R. Los sentidos del Trabajo. Ensayo sobre la afirmación y la negación del trabajo. Taller de Estudios Laborales–Herramientas Ediciones, Bs. As., 2005. Bajtín, M. “El problema de los géneros discursivos”; en: Estética de la Creación Verbal. Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1997. Barroco, M. L. Ética y Servicio Social: Fundamentos Ontológicos. Cortez Editora, São Paulo, 2004. Di Cione, Vicente. Formulación y evaluación de proyectos de acción social. “CUADERNOS”, Serie Aportes, Departamento de Trabajo social, FCH-UNICEN, Tandil, 1991. Fritsch, R. Planeamiento estratégico: instrumental para la intervención del Servicio Social? Em: Revista Serviço Social & Sociedade. Nº 52, Año XVII. Cortez Editora, São Paulo, 1996. Gonzaga Mattos Monteiro, L. Neomarxismo: individuo e subjetividade. EDUC–Editora da PUC-SP, São Paulo, 1995. Grassi, E. 2003. Políticas y problemas sociales en la sociedad neoliberal. La otra década infame. Bs. As.: Espacio Editorial. Guerra, Y. “Instrumentalidad del proceso de trabajo y Servicio Social”. En: Borgianni, Guerra y Montaño (orgs.): Servicio Social Crítico. Hacia la construcción del nuevo proyecto ético-político profesional. Cortez Editora, São Paulo, 2003. Heller, A. Sociología de la Vida Cotidiana. Ediciones Península, Barcelona, 1977. Iamamoto, M. V. Servicio Social y División del Trabajo. Cortez Editora, São Paulo, 1997.

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LA OBSERVACIÓN EN LA PRÁCTICA PROFESIONAL DEL TRABAJADOR SOCIAL Liliana B. Madrid Introducción El presente capítulo tiene la intención de involucrar a los estudiantes de trabajo social en los aspectos constitutivos de la observación en la intervención profesional del Trabajo Social. Se estima importante lograr que alumnos y alumnas consideren que la observación es una práctica que puede estar orientada por fines diferentes: investigación-docencia (producción de conocimiento), intervención profesional (asistencia, gestión, educación) o pre-profesionales (prácticas de formación académica). El objetivo es realizar un aporte con el fin de superar cierto uso “mecánico” de la observación, para avanzar hacia una práctica profesional en la cual la dimensión instrumental no quede aislada o desvinculada de las concepciones teóricas, ontológicas y las opciones políticas. En este sentido, tal como se ha planteado en el capitulo anterior, demanda adherir a la perspectiva ontológica donde las preocupaciones metodológicas son determinadas a posteriori del objeto concreto (Montaño, 2000)10. Es necesario señalar que la observación es una práctica que, junto con otras tácticas permite, a través de las sucesivas aproximaciones que el profesional realiza al objeto, reconstruir las manifestaciones de la “cuestión social” en la vida cotidiana de las personas. Implica superar el apriorismo metodológico y recuperar los aportes desarrollados en los procesos de reconstrucción de la realidad a fin de contrastarlos nuevamente con la misma, permitiendo el avance y síntesis en el desvelamiento de los procesos sociales. Se considera que la observación no es técnica porque no existe control del objeto al cual aplicar métodos y técnicas sino que se cuenta con conocimientos teóricos e informativos que permiten intervenir, planteando tácticas y desarrollando estrategias. Al igual que las visitas domiciliarias que se desarrollarán en capitulo siguiente, la modalidad de observación está estrechamente vinculada a la posición ético-política, no hay posibilidad de intervención neutra11. Agnes Heller, elabora una visión sobre la vida cotidiana que —aunque sumamente compleja— permite esclarecer las vías de acceso a la identificación de las mediaciones 10 11

Para ampliar véase capitulo desarrollado por el Lic. Manuel Mallardi. Lo expuesto fue retomado del capitulo de la Dra. Andrea Oliva.

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entre los procesos universales y particulares. La autora explica —con el fin de aproximarse a la subjetividad de los hombres en la vida cotidiana—, que los individuos desarrollan en su historia un conjunto de actividades a fin de garantizar su reproducción que constituye su vida cotidiana y, a su vez, posibilita la reproducción social. De este modo, cada hombre particular concreto se reproduce de un modo distinto que sus semejantes, aunque en el marco de su inserción en la división social del trabajo, lo que hace que dichas actividades (comer, dormir, etc.) sean idénticas sólo en planos elevadamente abstractos. Consecuentemente, la autorreproducción “…es, por consiguiente, un momento de la reproducción de la sociedad” (Heller, A. 1977: 20). La observación de las manifestaciones de la “cuestión social” El término “cuestión social” tiene una historia de aproximadamente 170 años y comenzó a ser utilizada en la tercera década del siglo XIX. Surge para dar cuenta del fenómeno del pauperismo en el que se sumergió la población trabajadora en lo que se constituye como la instauración del capitalismo en su fase industrial y competitiva. Si bien la desigualdad entre ricos y pobres se observaba anteriormente, era radicalmente nueva la dinámica de la pobreza que entonces se generalizaba. “La pobreza crecía en razón directa con el aumento de la capacidad social de producir riquezas” (Netto: 2003, 57). A partir de la segunda mitad del siglo XIX la expresión “cuestión social” se instala en el vocabulario propio del pensamiento conservador. La “cuestión social” pierde su estructura histórica determinada y es naturalizada. El enfrentamiento de sus manifestaciones es función de un programa de reformas que antes que nada preserve la propiedad privada de los medios de producción. Se desvincula cualquier medida tendiente a problematizar el orden económico social establecido: se trata de combatir las manifestaciones de la “cuestión social” sin tocar los fundamentos de la sociedad burguesa (Netto, 2003). Hoy, algunos autores hablan de la nueva “cuestión social”, pero los problemas actuales, si bien no manifiestan explícitamente los rasgos propios del proceso europeo del siglo XIX en plena revolución industrial, son producto de la misma contradicción. Lo que diferencia los problemas del siglo XIX con los actuales es el menor grado de politización de este último. “Cuestión social” no es sinónimo de la contradicción entre capital y trabajo y entre fuerzas productivas y relaciones de producción sino de conflicto político, determinado por esas contradicciones (Pereyra, 2003).

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En este articulo se entenderá que la “Cuestión Social” debe ser aprehendida como el conjunto de las expresiones de las desigualdades de la sociedad capitalista madura, que tiene una raíz común: la producción social se hace cada vez mas colectiva, el trabajo se torna cada vez mas social, mientras que la apropiación de sus frutos se mantiene privada, monopolizada por una parte de la sociedad (Iamamoto: 2003, 41).

Iamamoto (1997) aporta a esta reflexión aspectos importantes a considerar al momento de aprehender la complejidad de la intervención del trabajo social en las manifestaciones de la “cuestión social”. Destaca que pensar …la práctica profesional como socialmente determinada apenas por las fuerzas dominantes de la sociedad permitiría caer en una perspectiva “determinista”, según la cual nada nos restaría hacer. Del lado opuesto, se podría caer en una visión “heroica” de la profesión, cuando esta es entendida apenas como referida a los intereses de las clases subalternas, desvinculados de sus relaciones con el bloque de poder. En tercer lugar, al considerar la práctica profesional como producto exclusivo de sus agentes, desconociendo los condicionamientos históricos coyunturales, se corre el riesgo de caer en una perspectiva “voluntarista” de declaración de buenas intenciones, que serán subvertidas por la realidad de la práctica. Por lo tanto, aprehender el movimiento contradictorio de la práctica profesional como actividad socialmente determinada por las condiciones histórico coyunturales, reconociendo que estas son mediatizadas por las respuestas dadas por el colectivo profesional – dentro de los limites establecidos por la propia realidad- es condición básica para aprehender el perfil y las posibilidades del servicio social hoy, las nuevas perspectivas del espacio profesional. Lo que define al servicio social es la conjugación de esos factores contradictorios (Iamamoto, 1997).

Margarita Rozas Pagaza (2001) entiende a la intervención como un campo problemático en la medida que se constituye en el escenario cotidiano donde se objetivan las manifestaciones de la “cuestión social” y que atraviesan la vida cotidiana de los sujetos. Este punto de partida se diferencia de posiciones que entienden a la intervención desde una perspectiva instrumentalista o de instrumentalización de técnicas. La intervención no solo es la constitución de acciones diversas y desconectadas, por el contrario debe estar fundamentada en bases teóricas y metodológicas, que superen el carácter normativo e instrumental de la misma. En esta perspectiva, el concepto de la intervención en trabajo social es la conjugación del análisis del contexto, concepto e instrumentos que tienen sentido en función de sus objetivos y fines (Rozas Pagaza, 2001: 317).

La intervención profesional demanda a la observación, en tanto práctica que consiste en utilizar los sentidos para indagar fenómenos, hechos o realidades sociales, la

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posibilidad de visualizar en toda su complejidad diversas manifestaciones de la cuestión social. Si bien la observación es una práctica que todos los hombres realizan existe diferencia cuando se estructura desde el sentido común o desde un plano profesional. Generalmente suele decirse que la primera esta teñida de las subjetividades de quienes observan y también de quienes son observados, caracterizada por la ausencia de un marco teórico previo que delimite la acción de observar y que no responde a preguntas o cuestiones específicas fijadas con antelación. Por el contrario, pensar a la observación desde el plano profesional señala el acercamiento a la realidad desde una posición definida, fundamentalmente teórica. Implica una actividad deliberada y consciente, sistemática, describiendo, relacionando, sistematizando y, sobre todo, tratando de interpretar y captar significado. La observación se realiza en un marco de “desconfianza” de las propias convicciones, dudando de ver lo que se ve, contrastando incesantemente datos con datos, informantes con informantes, interpretaciones propias con ajenas. Observar en trabajo social no presupone la existencia de un área específica de intervención profesional, recortada de la totalidad social, como si los fenómenos sociales se comportaran independientemente uno de otro. La observación en la práctica profesional del trabajo social debe superar una realidad “recortada”, es decir, la construcción de un objeto específico de intervención en “lo social” excluyendo de tal objeto los determinantes económicos, culturales, políticos, etc. porque supone pertenece a otras esferas profesionales. Una práctica de estas características no superará la apariencia de los hechos y tenderá a observar los procesos sociales como “cosas” y desarticulados de una estructura más amplia. Conocer e interpretar la realidad demanda tener en cuenta las mediaciones (Guerra, 2000) y no abstraer los fenómenos de las relaciones que los engendran. Caso contrario, se desarrollará un proceso de naturalización de la realidad social segmentado en esferas autónomas y considerando los fenómenos como evolución de la naturaleza y no como construcción de los hombres, práctica considerada deshistorizada. Conocer la realidad de esta forma condiciona las respuestas y lleva a cambios parciales de la misma (Montaño, 2000). La intervención estatal en la era del monopolio soslaya los aspectos económicos e históricos propios del capitalismo, llevando la cuestión al terreno de las responsabilidades individuales. Así, los problemas sociales:

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Asumen un carácter compensatorio, no dirigidas a asegurar derechos universales, sino fundamentalmente como formas de regulación de la relación capital-trabajo, formas indirectas de salario (ubicadas fuera de la lógica del mercado y adquiriendo el status de beneficio o dadiva), que permitan el mantenimiento y la reproducción de la fuerza de trabajo, así como una forma de legitimación del Estado y de moralización de las clases subalternas (Parra: 1999, 89).

La estigmatización de la pobreza y la marginación del pobre implican la destitución de la ciudadanía económica y el cercenamiento del derecho a la libertad sustentada sobre una concepción de la pobreza como condición de existencia del capitalismo, como un mal necesario a la sustentación del régimen (Martinelli, 1992: 97). Observar los fenómenos de la realidad social desde una racionalidad que supere la segmentación, la naturalización y la dehistorización conseguirá distanciarse de respuestas a la cuestión social que sólo se enfrentan en sus refracciones (Netto, 1997), sus manifestación puntuales y superficiales, donde las causas de fondo son ignoradas y las consecuencias observadas como causas. La cuestión social es atacada en sus refracciones, en sus secuelas aprehendidas como problemáticas cuya naturaleza totalizante, si es asumida consecuentemente, impediría la intervención. De ahí surge la categorización de los problemas sociales y de sus vulnerabilizados, no solo con la consecuente priorización de las acciones sino sobretodo con la atomización de las demandas y la competencia entre las categorías demandantes (Netto: 1997, 22).

El trabajador social utiliza la observación en su práctica cotidiana, en el desarrollo de entrevistas, visitas domiciliarias o la confección de informes sociales, fortaleciendo el proceso de intervención y permitiendo el acceso a la información que los observados o el contexto inmediato tal vez no expresan de manera directa. Esto implica que el desarrollo de la observación en el ámbito profesional del trabajo social, para alcanzar el propósito de su utilización, demanda un trabajo de orientación (objetivos), planificación, marco teórico de referencia y exposición a criterios de veracidad, objetividad, fiabilidad y precisión. Este proceso que envuelve a la observación pretende examinar a la realidad tal como ocurre sin ningún tipo de interferencias, modificación o manipulación. Lo señalado anteriormente demanda tener presente que quien observa es un actor social. En ese sentido es necesario discutir la idea del observador como sujeto social e involucra reflexionar acerca del posicionamiento que asume y en consecuencia las definiciones que realiza. 37

La observación implica un proceso de toma de decisiones. Esto señala que en función de los objetivos no se observará “cualquier cosa” sino aquellos aspectos que refieran al tema o problema en cuestión, tanto en términos de investigación o de intervención y en función del posicionamiento socio-político definido. Indicadores generalmente considerados en los informes sociales, cuya información proviene de la observación, en muchas oportunidades son poco o nada significativos ante el problema que motivó la realización del mismo se lo considere desde uno u otro posicionamiento. El observar es una actividad social que en tanto practica conduce a considerar la actividad de observar como una relación social y este aspecto influye en la formulación de las interpretaciones que se realizan. La observación no esta exenta de riesgos y peligros respecto a la plenitud y la perfección de su recogida de información dado que muchos fenómenos no son observables directamente y están latentes a niveles muy profundos. Por otro lado, también en algunos casos el fenómeno a observar establece un vínculo emocional con el observador y éste pone en marcha ciertos mecanismos que lo “ciegan” impidiendo ver lo que realmente existe o le “hacer ver” lo que en verdad es inexistente. En este sentido, no puede desconocerse la relación cultural entre observado y observador y el peligro de utilizar un planteamiento cultural propio y distorsionar con él el conocimiento de la realidad, más aun cuando la noción de cultura que puede prevalecer remite a un concepto jerárquico. Es posible advertir que la observación de algunos aspectos representa la existencia de prejuicios y valoraciones previas sin la información suficiente para realizar afirmación de ese tipo. Observaciones que se realizan durante una entrevista en el domicilio de un sujeto, que luego se ven reflejadas en informes sociales y refieren, por ejemplo, al orden del mobiliario, el estado de conservación o las condiciones de higiene, remiten a posicionamientos teóricos, políticos, culturales, aunque nada tengan que ver esos aspectos con el motivo de la intervención. Informes sociales que se realizan con el fin de solicitar el ingreso a determinado programa alimentario para una familia deberían motivar la observación sobre aspectos vinculados a los ingresos económicos, ocupación, cantidad de miembros de la unidad domestica, tenencia de la vivienda (egresos por el pago de alquiler), situaciones de salud, vinculación con organizaciones con servicios alimentarios y sus características, acceso a planes y programas alimentarios -cantidad, calidad, frecuencia y particularidades- para señalar los aspectos fundamentales que no pueden ser evitados en el proceso de

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observación. La situación de indigencia y/o pobreza se traduce para una familia en límites para satisfacer, fundamentalmente, las necesidades alimentarias de la unidad domestica, por lo tanto, estos aspectos señalados que marcan ingresos–egresos y posibilidades de alimentarse tienen mas trascendencia que la observación sobre el mobiliario, su disposición en el hogar, higiene, estado de conservación, artefactos que dispone en el hogar (heladera, TV, otros) o los servicios particulares (telefonía, televisión por cable, etc.). Observación y conocimiento El problema de la construcción de conocimiento en las Ciencias Sociales es mayor en comparación con las Ciencias Naturales, ya que el conocimiento esta determinado socialmente y tiene validez en cierto contexto histórico-social. En este sentido, es trascendente afirmar que lo objetivo (tanto en el desarrollo de prácticas de intervención y/o investigación en el trabajo social) es la realidad social, la cual no se termina de conocer en una única acción, sino que se utiliza el conocimiento y los métodos previos para realizar nuevas aproximaciones que permitan profundizar los conocimientos actuales. Así, la observación contribuye al proceso de conocer la realidad social ya que permite, a partir de las potencialidades que los diferentes sentidos pueden aportar, conocer aspectos constitutivos del objeto seleccionado de lo real que se desea conocer. El criterio de verdad esta definido por la realidad, y no por el método que se utilice para conocerla. Lo considerado “método verdadero” también puede derivar en afirmaciones y conclusiones muy diversas en todas las áreas de conocimiento. “En el proceso de intelección de la realidad hay mucho más que los principios metodológicos” (Lessa, 2000: 200). Al mismo tiempo, considerar el método como el criterio de definición de la verdad termina por conducir a la concepción según la cual el objeto de conocimiento es una pura construcción de la subjetividad. Por lo tanto, “lo que asumimos por realidad nada más sería que una imagen creada por nosotros en nuestro propio proceso gnoseológico…” (Lessa, 2000: 200). La verdad significa también aceptar que ésta tiene que ver con algo mas que el sentido común y que tiene que ver con grupos de sentidos mas intensos, de los que se puede derivar un discurso que no se limite a duplicar lo existente, sino que conserve la posibilidad de poder criticar (Villarreal Montoya, 2002).

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La observación en las prácticas de intervención y de producción teórica La observación profesional es una práctica que se realiza en el marco de la acción interventiva y, al mismo tiempo, es valida en las prácticas de producción teórica. El espacio en el que se inserta el trabajador social para establecer vínculo con los actores, mas allá de los diversos fines, se denomina campo. Este es la porción de lo real que se desea conocer, tanto en el marco de prácticas de intervención o investigación, mundo natural y social en el cual se desenvuelven los grupos humanos que lo construyen y que esta definido por el profesional. Lo real se compone no solo de fenómenos observables, sino también de la significación que los actores le asignan a su entorno y a la trama de acciones que los involucra; se integran en él prácticas y nociones, conductas y representaciones. También incluye, aunque entren en contradicción, prácticas, valores y normas formales: lo que la gente hace, lo que dice que hace y lo que se supone que debe hacer (Guber, 1994). El vínculo con los sujetos implica conocerlos, ubicarse en el espacio y establecer rapport (confianza). Observar y crear rapport requiere necesariamente, en muchos casos, establecer comunicación con el otro, y esto implicará desarrollar al mismo tiempo otras tácticas de acuerdo a la estrategia. El conocimiento critico que surge a partir del encuentro entre sujeto que conoce y objeto estudiado no debe reproducir la separación profesional entre el denominado “cientista” (el que conoce) y el que actúa (profesional de campo). En este sentido, es necesario superar esta separación profesional porque la observación es igual de válida y trascendente en ambas instancias: es necesaria para la construcción de conocimiento teórico y situacional, sólo que tendrá funciones diferentes y responderá a necesidades diversas12. Conocer la realidad debe superar el desprecio hacia formas de conocimiento consideradas no científicas por la academia que descalifica la actividad interventiva del trabajador social. Al mismo tiempo, el trabajo social de campo también debe repensar lo que identifica como investigación, sistematización de la práctica y diagnostico situacional, porque la consecuencia es vincular a la teoría solo como un conocimiento instrumental a partir de la práctica, descalificando la producción teórica de la academia. Con lo expuesto, se intenta fortalecer la idea de que en el ámbito interventivo, la producción de conocimiento teórico (científico) casi no es posible ni necesaria; en esta 12

Sobre las diferencias entre conocimiento teórico y situacional, véase Montaño (2003).

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actividad es fundamental la apropiación de la teoría, como recurso explicativo de los procesos sociales y la elaboración de conocimiento situacional con el fin de intervenir critica y efectivamente en los procesos. Así, esta actividad no es subalterna de la actividad “científica” sino que ellas se comportan como complementarias siendo igualmente de importante. El profesional de campo no tiene porque ser subalterno del académico, y viceversa; así como el conocimiento situacional no es menos importante que el conocimiento teórico y viceversa (Montaño, 2000). Este posicionamiento respecto de la observación en Trabajo Social refuerza la idea de superar el divorcio teórica-práctica e intenta dejar de reproducir el concepto de que todo trabajador social debe, para ser critico, elaborar conocimiento teórico. Modalidades de la observación13 Pueden identificarse distintas modalidades de observación y su utilización debe determinarse posteriormente a partir del objeto que se desea estudiar. Éste es el que debe brindar el material para determinar fundamentos y categorías para apropiarnos de la realidad en toda su complejidad. Realizar el ejercicio contrario supondrá identificar los fenómenos sociales como cosas o fenómenos naturales, exteriores, superiores y anteriores a los hombres (Montaño, 2000). Definir modalidades de observación en función del objeto que se desea conocer permitirá aprehender la procesualidad, superar la superficialidad aparente y la realidad fragmentada. En principio, se identifican dos modalidades de observación: Observación de la fenosituación14: implica el desarrollo de un comportamiento, el cual puede considerarse discreto o cuidadoso por parte del trabajador social, con el fin de conocer situaciones o hechos visibles de la realidad. Expresa el desarrollo de actividades de observación consideradas visualizables de modo directo por alguno de los sentidos. Implica percibir, por ejemplo, la disponibilidad de espacio físico cuando la intervención refiere a una situación de hacinamiento, sin que esto demande preguntar a los sujetos, y también indagar (probablemente fuentes secundarias) sobre la disponibilidad de servicios en la zona ante determinados escenarios de salud. Este tipo de observación tendría la oportunidad de revisar algunas características de los servicios alimentarios de organizaciones cuando se evalúa el acceso a cantidad y 13

Resulta interesante complementar la lectura de este punto con los aportes realizados en por la Lic. Cecilia Pérez respecto de los registros escritos en trabajo social. 14 Ver Artículo Mallardi en este texto.

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calidad alimentaria de un niño con diagnostico de malnutrición o la disponibilidad de planes o programas alimentarios y las posibilidades de provisión que estos señalan para la familia. La situación demandará volcar los sentidos hacia la visualización de las características aparentes de la asistencia alimentaria tales como frecuencias de entrega de los alimentos, criterios de acceso, cantidad y tipo de alimentos, entre otros aspectos visualizables en la medida que exista conocimiento respecto de la política alimentaria estatal y de otras organizaciones en la zona donde resida la familia o grupo sujeto de la intervención profesional. Este tipo de observación puede valerse de diversos instrumentos capaces de registrar información sobre el problema de estudio. Observación del proceso: propone un observador cuya actividad se caracteriza por extenderse en el tiempo pues implica cierto involucramiento con una familia, grupo, comunidad o institución para desempeñar algunos roles dentro del conjunto, a la par que ir recogiendo los datos que procura. Como ejemplo de este tipo de observación puede señalarse la intervención sobre un escenario de salud-nutrición como lo es la malnutrición en niños. Este implicará el desarrollo, al mismo tiempo de otras tácticas que permitan advertir sobre concepciones acerca de la salud y la enfermedad, modos particulares de crecer, adquisición de bienes con el ingreso económico del grupo familiar, definiciones de quien compra, estrategias de supervivencia, acceso a servicios de salud y percepción de los usuarios del mismo, entre otros. Esta información solo es accesible en el desarrollo de estrategias y en este proceso se ejerce una observación que debe superar la visualización de lo aparente en la búsqueda de lo latente. Según los medios utilizados pueden diferenciarse entre observación estructurada y no estructurada. La primera consiste en reconocer y anotar los hechos a partir de categorías de observación poco estructuradas. La utilización de registros de información que no están predefinidos otorga la posibilidad de apuntar diversos aspectos considerados pertinentes por el profesional. Esto dependerá de su posicionamiento respecto del problema y las potenciales líneas de acción, como así también el marco institucional en el que se encuentre y las condiciones socio-históricas en curso. La observación deberá dar cuenta de la heterogeneidad de la vida cotidiana en la búsqueda de lo potencialmente singular de la situación objeto de intervención. Otorga una ventaja permitiendo la reconstrucción de la situación a partir de aspectos que el profesional considera necesarios y pertinentes, pero al mismo tiempo estos se corresponden con su lógica particular. El ejemplo de la indagación en los informes sociales acerca de la existencia o no de determinados bienes y servicios en

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los hogares pobres tal vez se presente como válido para diferenciar una posición conservadora, donde la revisión de algunos servicios probablemente definirá la asignación de algún recurso de asistencia social en cuestión, y otras posiciones que revisarán, por ejemplo estrategias de acceso y sostenimiento por las cuales disponen del mismo. La práctica profesional también contiene un tipo de observación denominada estructurada porque apela a procedimientos más formalizados para la recopilación de datos, estableciendo de antemano instrumentos y formas de registro. Refiere a la utilización de formularios que definen qué información será la necesaria para evaluar el acceso a determinados beneficios, prácticamente sin opción a incorporar aspectos definidos como pertinentes por el profesional interviniente. Bibliografía consultada Ander-Egg, E. Técnicas de Investigación Social. Ed. Lumen, Bs. As, 1995. Guber, R. El salvaje metropolitano. A la vuelta de la antropología postmoderna. Reconstrucción del conocimiento social en el trabajo de campo. Ed. Legasa. Bs. As, 1994. Iamamoto, M. Servicio Social y División del Trabajo. Biblioteca Latinoamericana de Servicio Social. Editorial Cortez, San Paulo, 1997. Lessa, S. “Lukács: El método y su fundamento ontológico”; en: Borgianni, E. y Montaño, C. Metodología y Servicio Social. Hoy en debate. São Paulo: Cortez Editora, 2000. Martín, L. “La observación” en: Mendicoa, G. (Comp.) Manual teórico practico de investigación social. Editorial Espacio, Bs. As., 2000. Martinelli, M. Servicio Social: Identidad y Alineación. Editorial Cortez, São Paulo, 1992. Montaño C., Borgiani E. Y Guerra Y. (orgs.) Servicio Social Crítico. Hacia la construcción del nuevo proyecto ético-político profesional. Editorial Cortez, San Paulo. 2003. Netto J. P. Capitalismo Monopolista y Servicio Social. Editorial Cortez, São Paulo, 1997. Parra G. Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y expansión del trabajo social argentino. Ed. Departamento de Ciencias Sociales UNLu, Bs. As., 1999. Pereira P. A. Necesidades humanas: para una crítica a los patrones mínimos de sobrevivencia. Editorial Cortez, São Paulo, 2002. Rozas Pagaza M. La intervención profesional en relación con la cuestión social. El caso del trabajo social. Editorial Espacio, Bs. As., 2001

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LA ENTREVISTA EN TRABAJO SOCIAL Aproximaciones a un objeto polilógico Manuel W. Mallardi Palabras Preliminares En el presente capítulo se pretenden sintetizar las discusiones en torno a la entrevista en el campo profesional del Trabajo Social a la luz del pensamiento filosófico de Mijail Bajtín en relación con la corriente de la profesión heredera del pensamiento marxista. A fin de poder vincular la propuesta con los antecedentes relacionados a la temática en la profesión se ha recurrido a bibliografía sobre la misma; por cuestiones de espacio, las discusiones con dichos planteos no se incluirán aquí, aunque se los ha considerado en el momento de efectuar las ideas centrales del presente texto, resignificando muchos aspectos a partir de la bibliografía incluida15. En relación con el trabajo que aquí se presenta, cabe mencionar que en un primer momento se abordarán las características que adquiere la entrevista en el marco de los procesos de intervención en nuestra profesión, analizando las especificidades que adquiere la misma como instrumental técnico operativo. Posteriormente, avanzaremos en la inclusión de las ideas centrales de la propuesta de Mijail Bajtín, procurando iluminar las reflexiones en torno a nuestro objeto de discusión. En este punto se recurrirá también a autores de las ciencias sociales como Marx, Engels, Lukács, Gramsci, entre otros, en tanto que el diálogo que se puede establecer entre los mismos se constituyen en un insumo teórico importante a fin de pensar la entrevista en el marco de las contradicciones sociales en las cuales se inserta. Finalmente es importante aclarar que el presente texto al constituirse en una propuesta de análisis de la realización de la entrevista en los procesos de intervención profesional, no debería ser leído como una estructura rígida a partir de la cual pretender efectuar dichas entrevistas, ya que la intención que guía su realización es la de poder contribuir a la discusión que existe en nuestro campo profesional, teniendo en cuenta que en muchas ocasiones los límites y posibilidades son condicionados por instancias ajenas al profesional.

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En este punto nos referimos a los siguientes autores: Hamilton (1997), Jacobson (1968), SalzbergerWittenberg (1980), Cáceres, Oblitas y Parra (2000), Vélez Restrepo (2003).

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La entrevista en los procesos de intervención profesional del Trabajo Social Dentro del campo profesional, pensamos a la entrevista como parte del instrumental de la profesión, lo cual, implica, siguiendo a Martinelli y a Koumrouyan (2001), pensar a la misma como la instancia que articula la concepción de la acción con su operación, abarcando el momento de la evaluación, construyéndose a partir de las finalidades de la acción que se va a desarrollar y de los determinantes políticos, sociales e institucionales. De esta manera, las autoras nos brindan una definición que nos permite pensar nuestro objeto de reflexión superando una visión etapista y fragmentada, ya que forma un todo dialéctico, mediatizado por el contexto en el cual se produce. Avanzando en esta discusión, Moura Reis plantea que considerando que el instrumento no conlleva una racionalidad intrínseca, el mismo …no puede ser comprendido como elemento previamente construido, que conserva “su formato original, entrando cada día en el proceso con la misma forma”, pues éste se crea, construye y reconstruye en el devenir de la práctica en desarrollo, a partir del complejo de relaciones que se establecen entre el profesional/usuario/institución, en contextos sociopolíticos determinados (Moura Reis, V.: 2002:7).

De esta manera es necesario pensar relacionalmente el instrumental profesional con el proceso de intervención en el cual se desarrolla, ya que las características que el mismo adquiera dependerán tanto de la concepción que guíe dicho proceso como de la correlación de fuerzas vigente en el contexto en el cual se produce. Como se ha dejado connotar en los párrafos anteriores, la perspectiva aquí adoptada entiende a la intervención profesional en estrecha relación con las relaciones sociales vigentes. En este sentido, coincidimos con Rozas (2001) cuando plantea que la misma es un proceso que se construye a partir de las manifestaciones de la cuestión social. Consecuentemente, es válido incluir el planteo de Iamamoto, según el cual pensar la profesión inserta en el proceso de reproducción de las relaciones sociales, exige considerar …la práctica profesional como resultante de la historia, y al mismo tiempo, como producto teórico-práctico de los agentes que a ésta se dedican,” es decir, es necesario “aprehender el movimiento contradictorio de la práctica profesional como actividad socialmente determinada por las condiciones histórico-coyunturales, reconociendo que éstas son mediatizadas por las respuestas dadas por el colectivo profesional (Iamamoto, 1997: 190).

Pensar la entrevista bajo la perspectiva arriba enunciada, nos exige tener en cuenta durante todo el proceso las dimensiones que coexisten en su puesta en práctica, las cuales la transforman en un espacio contradictorio en el cual ubicamos, sólo con fines analíticos, 46

las dimensiones socio-institucional, ético-política profesional y subdeterminante popular. Por cuestiones de espacio sólo realizaremos una breve descripción de las características que atribuimos a las mencionadas dimensiones, aclarando, inicialmente, que se trata de una síntesis de planteos realizados previamente en el campo profesional por los autores mencionados anteriormente. Cuando nos referimos a la dimensión socio-institucional hacemos referencia a la relación existente entre la profesión, la ‘cuestión social’ 16 y las políticas sociales implementadas por organizaciones del Estado y no Estatales en relación con esta última. De esta manera, consideramos que, en tanto son estas organizaciones las que en sus inicios le instituye de legitimidad funcional a la profesión, es oportuno avanzar sintéticamente sobre las características que su intervención sobre la “cuestión social” adquiere en el marco del capitalismo monopolista. Netto, profundizando sobre esta discusión considera que “la intervención estatal sobre la ‘cuestión social’ se realiza, (...) fragmentándola y parcializándola”, en tanto se niega como problemática central la desigualdad propia del sistema capitalista. De esta manera, plantea Netto, En el capitalismo monopolista, la política social debe constituirse necesariamente en políticas sociales: las secuelas de la ‘cuestión social’ son recortadas como problemáticas particulares (el desempleo, el hambre, la carencia habitacional, el accidente de trabajo, la falta de escuelas, la incapacidad física, etc.) y así enfrentadas (Netto, 1997: 22).

Sin embargo, las políticas sociales no son el resultado directo de la acción estatal en el marco de un clima armonioso, sino que se considera que entran en juego otros elementos, como por ejemplo, aquellos que agrupamos en la dimensión subdeterminantepopular en tanto, como plantea Vieira (1999) la política social no existe desvinculada de los reclamos populares, por lo que los derechos sociales implican en primera instancia la consagración jurídica de tales reclamos y reivindicaciones. En este contexto contradictorio se inserta la dimensión ético-política profesional, en la medida en que, como declara Iamamoto en una proposición ya clásica en nuestra profesión, Las condiciones que peculiarizan el ejercicio profesional son una concretización de la dinámica de las relaciones sociales vigentes en la 16

Retomamos el aporte de Netto quien define a la ‘cuestión social’ como el conjunto de problemas económicos, sociales, políticos, culturales e ideológicos que delimitan la emergencia de la clase obrera como sujeto socio-político en el marco de la sociedad burguesa. (Netto, 2003a: 154). Para ampliar al respecto véase: Netto, 1997, 2003a, Netto, 2003b; Pereyra, 2003; y Grassi, 2003. Una síntesis de estas posturas se encuentra desarrollada en el capítulo Conocimiento Situacional y Práctica del Trabajo Social del mismo autor incluido en el presente volumen.

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sociedad, en determinadas coyunturas históricas. Como las clases sociales fundamentales y sus personajes sólo existen en relación, por la mutua mediación entre ellas, la actuación del Asistente Social es necesariamente polarizada por los intereses de tales clases, tendiendo a ser cooptada por aquellos que tienen una posición dominante (Iamamoto, 1997: 89).

Dicha participación no presenta un carácter determinista, ya que, como bien plantea la autora citada, si bien el profesional es contratado por los representantes del capital, en sus procesos de intervención dependiendo de su opción política, el mismo puede intervenir tendiendo a reforzar los intereses del capital o de las clases trabajadoras. Sin embargo, consideramos que sería un error pensar la opción ética como un proceso meramente individual y aislado de los proyectos políticos mayores. En este sentido, en primer lugar, no debemos caer en la falacia de pensar al cuerpo profesional como un todo homogéneo libre de contradicciones, mientras que además, y en estrecha vinculación, es necesario analizar los procesos de intervención profesional en relación con un proyecto profesional ético-político determinado, ya que en el interior de la profesión encontramos distintos proyectos profesionales relacionados con proyectos sociales determinados (Netto, 1996). Así, la vinculación del ejercicio profesional con un proyecto ético-político nos permite pensar al primero más allá de la elección particular de cada profesional, ya que las acciones que el mismo desarrolle estarán en estrecha relación con la hegemonía que tenga un proyecto profesional determinado dentro del colectivo profesional. Aproximaciones a una definición polilógica de la Entrevista Acorde con las reflexiones teóricas mencionadas, consideramos que una definición de la entrevista que pretenda dar cuenta de las complejidades propias de la intervención profesional, debe contemplar tanto las tensiones sociales, como las características propias de dicha intervención. De esta manera, surge la necesidad de pensar una definición polilógica de la entrevista, lo cual exige incorporar en la misma las distintas lógicas sociales que actúan en el momento de su desarrollo. Es decir, como se menciono anteriormente, es necesario reflexionar sobre cómo en la realización de la entrevista convergen tanto la dimensión socio-institucional, la ético-política profesional y la dimensión subdeterminante popular. Consideramos que los planteos bajtinianos se constituyen en elementos importantes para aproximarnos a pensar la entrevista acorde con la necesidad planteada arriba. En este sentido, siguiendo a Bajtín, definimos a la entrevista como un Género Discursivo, entendiendo por tal a un tipo relativamente estable de enunciados, que reflejan las 48

condiciones específicas de la praxis humana, en donde el contenido temático, el estilo y la composición están vinculados con la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo semejante, por la especificidad de una esfera dada de la comunicación (Bajtín, 1997: 248). Dentro de estos géneros discursivos, el autor diferencia entre géneros primarios y secundarios. Los primeros se refieren a aquellos de la comunicación discursiva cotidiana, mientras que los géneros secundarios o complejos se refieren a aquellos que surgen en condiciones de la comunicación cultural más compleja, relativamente más desarrollada y organizada. Asimismo, se plantea una relación recíproca entre ambos tipos de géneros, ya que en los procesos de elaboración los secundarios absorben y reelaboran a los primarios, mientras qué estos últimos sufren modificaciones a partir de la influencia de los secundarios. Coincidimos con Arfuch (2002), quien analizando el mismo objeto considera que de acuerdo a la distinción entre géneros discursivos primarios y secundarios, la entrevista sería un género secundario, donde a pesar de operar con una dinámica intersubjetiva propia de los géneros primarios, a diferencia de lo que sucede en la conversación cotidiana, la facultad performativa para realizar preguntas y orientar el proceso es ejercida prioritariamente por quien está habilitado para ello, el entrevistador. En nuestra situación, complejizan la instancia de diálogo también, las condiciones en las cuales el mismo se produce, el bagaje teórico del profesional que efectúa la entrevista, etc. La noción de Género Discursivo nos permite entender que la entrevista en el Trabajo Social adquiere particularidades construidas históricamente por la relación entre el trabajador social y el usuario, mediatizada por el contexto en el cual se desarrolla. Dichas particularidades no implican la construcción de “recetas” a partir de las cuales enumerar los pasos que garantizan el éxito o inciden en el fracaso de una entrevista, sino en el establecimiento de las tendencias profesionales y sociales que convergen en la realización de las mismas. En términos generales, y guiados por los planteos arriba enunciados, definimos a la entrevista como una instancia dialógica entre el profesional y el/los usuario/s, pudiendo ubicar en la misma dos momentos regidos por la lógica de estar insertos en un mismo proceso, cuya relación no es lineal sino dialéctica: -

En primer lugar, ubicamos la reconstrucción de las manifestaciones de la

cuestión social que se objetivan en la vida cotidiana de los sujetos. Esta dimensión,

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a su vez, abarca la comprensión de la relación existente entre la mencionada manifestación con la visión que los sujetos tengan de la misma. -

Por otro lado, a partir del momento anterior, implica el ejercicio de una acción

socioeducativa vinculada a la desnaturalización y a la problematización de la situación por parte del entrevistado. Nuestra definición pretende abarcar tanto el proceso de conocimiento de la realidad del sujeto entrevistado, a partir de lo cual se continuará realizando la intervención profesional, como así también el proceso socio-educativo que el profesional actuante realiza. Por otro lado, en tanto proceso dialógico caracterizado en parte por estar orientado hacia otro, es importante el papel que juega el sujeto entrevistado, por lo que en toda definición de la entrevista es preciso avanzar en la visión que del mismo se tenga. Finalmente, cabe mencionar que todo el proceso será mediatizado por las dimensiones enunciadas anteriormente, lo cual implica que la particularidad del mismo se construirá en relación con las tendencias existentes, tanto dentro de la profesión como en el contexto en el que la misma se desarrolla. En las próximas paginas avanzaremos en la reflexión sobre las características que los dos momentos mencionados arriba adquieren según nuestra perspectiva, en donde nos proponemos hacer dialogar los planteos enunciados anteriormente sobre la filosofía bajtiniana, con distintos autores del Trabajo Social y de las Ciencias Sociales en general. La reconstrucción de las Manifestaciones de la Cuestión Social en la Entrevista En el encuentro dialógico de la entrevista, el usuario, como interlocutor que verbaliza una situación de su vida cotidiana que considera problemática, nos presenta la visión que él ha construido de la misma. En el caso del profesional, se produce una relación dialéctica entre la situación planteada y el bagaje teórico que el mismo posee para analizar la realidad y fundar su intervención profesional. Sin intenciones de ser esquemáticos, podemos decir que la situación que el usuario identifica como problemática puede ser analizada por el profesional desde dos posturas distintas, con matices que se aproximen a uno o a otro polo según las particularidades que la confluencia de las dimensiones arriba enunciadas adquiera. En este sentido, es posible, desde una perspectiva que entiende a la cuestión social como una disfunción superable y transitoria, visualizar y explicar la situación del entrevistado como un hecho puntual y aislado, encontrando las causas en el ethos del

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sujeto17 o, en contraposición a estos planteos, es posible pensar la situación como una manifestación de la cuestión social, entendida como la expresión de las desigualdades inherentes al desarrollo del sistema capitalista, exigiendo a la práctica profesional “salir de los marcos clasificatorios, de puntualización y de naturalización de los ‘problemas sociales’ construidos desde la lógica de transitoriedad” (Rozas, 2001: 225). En el marco de esta segunda perspectiva analítica, y con el fin de aproximarnos a la mencionada reconstrucción, surge la necesidad de establecer las mediaciones necesarias que nos permitan comprender cómo la totalidad que se expresa en la cuestión social se manifiesta y adquiere sus respectivas particularidades en la vida cotidiana del sujeto entrevistado. Es preciso, entonces, reconstruir a partir del diálogo cómo esa situación que aparenta ser aislada y propia de ese sujeto encuentra sus causas en la totalidad en la cual se desarrolla. En este sentido, consideramos que los planteos lukácsianos acerca de la realidad y la forma de acceder a ella se constituyen en un insumo teórico importante, en tanto permite comprender la relación existente entre lo que comúnmente se denomina micro y macrosocial. De esta manera, a continuación se sintetizan las ideas centrales lukácsianas que nos permiten reflexionar acerca del proceso de conocimiento y aproximación a la cuestión social, para luego avanzar en la discusión acerca de las características que dicha aproximación implica de acuerdo a los planteos bajtinianos. En sus estudios sobre la realidad en tanto totalidad concreta 18, Lukács realiza un importante análisis de las categorías de particularidad, singularidad y generalidad, considerando que las mismas no son puntos de vistas que el observador puede construir, sino dimensiones de la realidad objetiva. Sintéticamente, y sin ánimos de ser exhaustivos, podemos decir que la categoría singularidad expresa aquello que nos presenta de manera inmediata el mundo. En palabras de Lukács esta idea se expresa de la siguiente manera: “todo lo que nos ofrece el mundo externo como certeza sensible es inmediatamente y 17

Esta idea se encuentra desarrollada en Netto, 1997. Pontes (1995) presenta la idea de totalidad desde la perspectiva lukacksiana, la cual es vista como “un complejo constituido de complejos subordinados”. Esta visión se distingue de aquella que afirma que la totalidad es la mera suma de las partes, porque cada parte de este complejo se constituye en otro complejo que se articula a los demás por medio de múltiples mediaciones. En igual sentido, Kosik, al momento de preguntarse qué es la realidad, plantea su idea de totalidad concreta, considerando que “totalidad no significa todos los hechos. Totalidad significa: realidad como un todo estructurado y dialéctico, en el cual puede ser comprendido racionalmente cualquier hecho (clases de hechos, conjunto de hechos). Reunir todos los hechos no significa aún conocer la realidad, y todos los hechos (juntos) no constituyen aún la totalidad. Los hechos son conocimiento de la realidad si son comprendidos como hechos de un todo dialéctico, (...) sin la comprensión de que la realidad es totalidad concreta que se convierte en estructura significativa para cada hecho o conjunto de hechos, el conocimiento de la totalidad concreta no pasa de ser algo místico, o la incognoscible cosa en sí.” (1984: 55-56) 18

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siempre algo singular, o una conexión única de singularidades; es siempre un Esto singular, un Aquí y Ahora singular.” (Lukács, 1966: 203) Por otro lado, la categoría generalidad (o universalidad) significa en Lukács “el plano en que residen las grandes determinaciones y leyes de una formación social” (Pontes, 1995), mientras que, finalmente, cabe decir que desde esta perspectiva la particularidad “no es meramente una generalidad relativa, ni tampoco sólo un camino que lleva de la singularidad a la generalidad (y viceversa), sino la mediación necesaria –producida por la esencia de la realidad objetiva e impuesta por ella al pensamiento- entre la singularidad y la generalidad.” (Lukács, 1966: 202) A partir de identificar estas tres categorías como constitutivas de la realidad, Lukács avanza en su propuesta, sosteniendo que, si bien en todo proceso de conocimiento el punto de partida es lo real y concreto, para superar su inmediatez es necesario realizar un proceso de generalización, en tanto que es necesario establecer las determinaciones de la singularidad, ya que …la superación intelectual de la mudez y la indecibilidad de lo singular se sigue precisamente de que sus determinaciones, que aparecen borradas en la inmediatez sensible, se manifiestan como determinaciones, y precisamente como determinaciones de su singularidad. Este proceso de determinación no le viene, empero, al individuo de afuera, sino que es un despliegue de las determinaciones presentes –objetivamente en sí- ya en el individuo, pero que no podían manifestarse en la relación inmediata entre el objeto de conocimiento y conocimiento mismo de la subjetividad (Lukács, 1966: 209).

Los planteos lukacsianos extractados, nos permiten pensar el proceso de aproximación a la cuestión social desde un posicionamiento dialéctico, en tanto, en el proceso de la entrevista, el profesional debe encontrar las tendencias de la generalidad que se objetivan en la vida cotidiana del sujeto entrevistado. En este proceso de ida y vuelta entre la singularidad y la generalidad se torna posible pensar la problemática que afecta al sujeto entrevistado dentro de la lógica de la totalidad. En igual sentido, Pontes afirma ...entonces, aquella situación, figurada en el plano de la singularidad como ‘problema individual-familiar’, se mediatiza con las leyes societarias tendenciales y se particulariza en las determinaciones históricas, adquiriendo concreción a través de sucesivas aproximaciones, en el entrecruzamiento de los complejos sociales (que lo componen y por él compuesto) (Pontes, 1995)19.

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Original en portugués

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En el marco de la entrevista, la perspectiva adoptada, le exige al entrevistador tomar un papel activo en el proceso dialógico, en la medida de poder plantearle al entrevistado los interrogantes necesarios a fin de poder superar la inmediatez en el proceso de conocimiento de su situación. Es necesario que constantemente comprenda los enunciados del sujeto entrevistado y pueda profundizar la reflexión conjunta, tendiendo a encontrar los elementos que le permitan reconstruir analíticamente cómo las grandes determinaciones de la sociedad se concretizan en la vida cotidiana del entrevistado. Se procede así, sucesivamente, a superar la inmediatez y la indecibilidad de la situación que se pretende reconstruir, procurando superar, como dice Lukacs, la generalidad alcanzada. Ante los planteos realizados, surgen los siguientes interrogantes: ¿cómo aproximarnos a la reconstrucción de la manifestación de la cuestión social que se presenta en la vida cotidiana del sujeto entrevistado?; ¿qué elementos tener en cuenta durante el desarrollo de la entrevista a fin de establecer las mediaciones adecuadas para entender dicha manifestación en la totalidad en la cual se desarrolla? Como se ha dicho anteriormente, no es el objetivo de este trabajo brindar “recetas” que permitan responder a dichos interrogantes, principalmente porque la imposibilidad de hacerlo radica en que en cada situación es necesario pensar como dicha manifestación se relaciona con la realidad del sujeto entrevistado, siendo a partir de las características que dicha relación adquiera que se deberán construir las estrategias para llevar a cabo el proceso de reconstrucción en la entrevista. 20 Inicialmente, podemos decir que frente a los enunciados desarrollados por el entrevistado, el trabajador social debe intervenir, en primer lugar, comprendiendo los mismos, y, posteriormente, continuar avanzando en el proceso de reconstrucción de la situación problemática que se manifiesta en la vida cotidiana del sujeto entrevistado. De esta manera, el trabajador social entablará con el usuario un diálogo en el cual se pretenderá superar la inmediatez y reconstruir analíticamente la situación problemática, diálogo que se transformará en una suerte de lucha de significados, cuyo resultado será mediatizado por la correlación de las dimensiones mencionadas anteriormente, siendo necesario, consecuentemente, pensar los enunciados en vinculación con las relaciones sociales y el posicionamiento de los sujetos en las mismas. Esto se traduce en superar el 20

Siguiendo esta línea, Montaño, retoma los planteos marxistas, considerando que “es el objeto, y no la racionalidad y lógica interna de la estructura metodológica, el que nos brinda el material para determinar los fundamentos, las categorías y el método necesario para apropiarnos teóricamente de la realidad.” (Montaño, 2000: 21)

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mero análisis semántico del enunciado, logrando alcanzar una comprensión ideológica del mismo, sustentada en los planteos bajtinianos. De lo hasta aquí enunciado se desprende que vincular la entrevista en relación con la reconstrucción de la cuestión social, implica la existencia de dos planos, unidos dialécticamente: En primer lugar, abarca el discurso construido por el usuario en torno a la manifestación de la cuestión social que se objetiva en su vida cotidiana, mientras que, por otro lado, implica la manifestación propiamente dicha. A continuación avanzaremos la reflexión en torno al proceso de comprensión de los enunciados que el entrevistado desarrolla en el proceso de la entrevista, guiados, centralmente, por los aportes de la filosofía de Bajtín. La comprensión activa como momento dialógico con el entrevistado21 En la entrevista, el discurso del otro se constituye en la puerta de entrada a su vida cotidiana, y no la expresión de la misma. Metodológicamente, siguiendo a Bajtín, consideramos que el trabajador social debe avanzar comprendiendo activamente el enunciado en el cual el entrevistado manifiesta su situación. En este sentido,

el

mencionado autor considera que …toda comprensión real y total tiene un carácter de respuesta activa y no es sino una fase inicial y preparativa de la respuesta (cualquiera que sea su forma). También el hablante mismo cuenta con esta activa comprensión preñada de respuesta: no espera una comprensión pasiva, que tan sólo reproduzca su idea en la cabeza ajena, sino que quiere una contestación, consentimiento, participación, objeción, cumplimiento, etc. (Bajtín, 1997: 258)

En relación con el planteo anterior, el autor diferencia los procesos de explicación de los de comprensión, en tanto que en la primera actúa una sola conciencia y un solo sujeto y en una comprensión actúan dos conciencias y dos sujetos. De este modo, como no puede haber una actitud dialógica hacia un objeto, la explicación carece de momentos dialógicos, mientras que la comprensión es siempre dialógica (Bajtín, 1997d: 302) Desde esta perspectiva, analizando la posición que como trabajadores sociales tenemos al momento de dialogar con el usuario, a partir de la formación profesional debemos aproximarnos al discurso del otro con una actitud comprensiva, procurando

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En este punto del trabajo es importante destacar que los planteos desarrollados llevan implícitos una definición del enunciado (o de la palabra) como signo ideológico vinculado a las relaciones sociales en las cuales se produce. Por ser este el núcleo central de la propuesta de Bajtín se incluirán tanto en el cuerpo del trabajo como en notas al pie aquellas definiciones que ayuden a comprender lo escrito.

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entender al mismo en relación con las interrelaciones sociales de las cuales los enunciados son la refracción ideológica 22. En este proceso es oportuno considerar que la …comprensión del signo ideológico tiene que proceder introduciendo el objeto de estudio en totalidades siempre más amplias, a partir de la totalidad de la forma ideológica con la que directamente está vinculado, y sin perder de vista el proceso global de reproducción social (...) al que dicha forma ideológica pertenece, como forma de la comunicación social, como forma de signos (Ponzio, 1999: 106).

Esto significa que no debemos perder de vista que a partir de nuestros conocimientos teóricos, los cuales fundan nuestra intervención, tenemos la capacidad de comprender el enunciado del usuario en el marco de la totalidad en la cual se inscribe. Esta postura se caracteriza por ser esencialmente dialógica, en la medida que no se trata de la imposición de significados de uno a otro, sino en la posibilidad de construir un espacio en el que los interlocutores, a partir de su historia puedan generar interrogantes en el otro que le permitan reflexionar y problematizar constantemente sobre su situación. En esta línea, al analizar la relación dialógica entre culturas el autor plantea que una cultura se manifiesta más completa y profunda sólo a los ojos de otra cultura, en tanto ésta es capaz de plantear nuevas preguntas que ella no se había realizado, buscando respuestas y descubriendo sus nuevos aspectos, sus nuevas posibilidades de sentido (Bajtín, 1997b: 352). La importancia de incluir la noción de comprensión activa en la entrevista radica en que a partir de dicha perspectiva los profesionales actuantes no deben detenerse en el momento de ponerse en el lugar del otro, ver el problema como ellos lo ven, ya que se estarían negando como parte del proceso dialógico, por lo que su posición debe mantenerse en la visión que en tanto profesional posee. De esta manera, a partir de su perspectiva profesional entablará con el usuario un diálogo en el cual se pretenderá definir la situación 22

Bajtín siguiendo un análisis que concibe al signo como producto material de la experiencia externa de individuos organizados, concibe a la palabra como el fenómeno ideológico por excelencia: “Toda la realidad de la palabra se disuelve por completo en su función de ser signo. En la palabra no hay nada que sea indiferente a tal función y que no fuese generado por ella. La palabra es el medio más puro y genuino de la comunicación social” (Voloshinov, 1992: 37). Zavala, en el prólogo al texto de Voloshinov, plantea que la palabra, desde la perspectiva bajtiniana, debe ser concebida dentro del campo de la heteroglosia, constituyéndose “en la arena de lucha por el significado y la comprensión de los signos” (Zavala, 1992: 14), en donde se hacen evidentes las luchas sociales, ya que la misma palabra podrá tener tantas interpretaciones como intereses contradictorios se hallen en su entorno: “En la palabra se ponen en funcionamiento los innumerables hilos ideológicos que traspasan todas las zonas de la comunicación social. Por eso es lógico que la palabra sea el indicador más sensible de las transformaciones sociales, inclusive aquellas que apenas van madurando, que aún no se constituyen plenamente ni encuentran acceso todavía a los sistemas ideológicos ya formados y consolidados. La palabra es el medio en que se acumulan lentamente aquellos cambios cuantitativos que aún no logran pasar a una nueva cualidad ideológica, ni dar origen a una nueva y acabada forma ideológica. La palabra es capaz de registrar todas las fases transitorias imperceptibles y fugaces de las transformaciones sociales.” (Voloshinov, 1992: 43 y 44)

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problemática, diálogo que se convertirá, como se dijo anteriormente, en una lucha de significados, entendida como el encuentro de visiones del mundo distintas sobre la misma realidad. El otro como realidad a reconstruir a partir del discurso La noción de comprensión activa, como se dijo, implica la necesidad de pensar los enunciados del entrevistado en el marco de la totalidad en la cual se desarrolla. Es necesario, vincular los enunciados del entrevistado en totalidades más amplias, explicándolos a partir del proceso global de reproducción social. Por otro lado, considerando que la palabra siempre está orientada hacia un interlocutor, siendo ese otro actor protagónico en la definición de la postura de su interlocutor, es preciso explicitar una concepción de sujeto que se corresponda con los planteos desarrollados hasta el momento. En primer lugar, es oportuno aclarar que intentar precisar quién es ese otro, no implica pensarlo de manera aislada del contexto en el cual se desarrolla, ni considerar que sujeto y sociedad son dos planos aislados de la realidad, sino, como intentaremos demostrar en las páginas siguientes, desde nuestra perspectiva ambos planos son parte de una totalidad, no fragmentada, sino articulada. Dentro del campo disciplinar, consideramos importante citar el postulado de Iamamoto en el cual plantea que …los personajes sociales que entran en la relación profesional son considerados, simultáneamente, en cuanto seres sociales y particulares, y en cuyo modo de ser, de actuar y de ver el mundo están contenidas las determinaciones sociales derivadas de la posición que ocupan en el proceso de producción y en el juego del poder. No se niega la singularidad de los individuos, en una visión determinista de la historia, pero esa individualidad es vista como expresión y manifestación de su ser social, de su vida en sociedad. (Iamamoto, 1997: 90).

A partir de los planteos de Iamamoto se considera oportuno incluir algunos postulados de la teoría materialista, recurriendo a los escritos de Marx y Engels, para luego comenzar la inclusión de las ideas bajtinianas dentro de la misma perspectiva. La autora brasileña en el párrafo citado arriba se sustenta en la idea de totalidad, en la cual, si bien los sujetos son vistos desde la singularidad, se hace necesario establecer las mediaciones a fin de conocerlos y explicarlos en el marco de la totalidad en la cual se desarrollan. En ese sentido, siguiendo a la misma autora y a los precursores de la perspectiva materialista, ubicamos el ser de los sujetos en concordancia con la posición que tienen en la relación capital/trabajo. Entonces, podemos analizar, a partir de la

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ubicación en dicha relación, a los sujetos en correlación con la clase social a la cual pertenecen.23 Cabe mencionar que el objetivo de la presente exposición no es brindar un análisis acabado de la teoría marxista en relación con categoría clase social, sino recuperar algunos elementos que sirvan para poder aproximarnos a los sujetos entrevistados desde una postura crítica. Dentro de la ontología marxista, encontramos en Marx y Engels las primeras y fundamentales aproximaciones a dicha categoría. En tal sentido, en el Manifiesto Comunista dichos autores plantean que “La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clases,” considerando que el “carácter distintivo de nuestra época, de la época de la burguesía, es haber simplificado los antagonismos de clases. La sociedad se divide cada vez más en dos grandes campos opuestos, en dos clases enemigas: la burguesía y el proletariado. (Marx, y Engels, 1929: 13-14). Posteriormente realizan un análisis a partir del cual plantean las características históricas de la sociedad burguesa, siendo importante recuperar para nuestro trabajo la tesis del surgimiento del proletariado, tanto es el desenvolvimiento de la burguesía, el que desarrolla el proletariado, obreros que no viven sino a condición de encontrar trabajo. Podemos apreciar en los párrafos anteriores como, desde esta postura, la sociedad se encuentra formada por dos clases sociales antagónicas, la burguesía, que se define por su propiedad de los medios de producción, y el proletariado, el cual debe vender su fuerza de trabajo para garantizar su reproducción cotidiana 24. Tomar esta relación como algo natural implica en las ciencias sociales, y puntualmente en nuestra profesión, mantener un posicionamiento conservador en el análisis y en la intervención, realizando acciones tendientes a reforzar la misma en la vida cotidiana de los sujetos. Por otro lado, aceptar la problematización que los autores del marxismo proponen, ya sean sus propulsores como aquellos que en la profesión han logrado una apropiación coherente, implica pensar la profesión desde una posición crítica en constante búsqueda de ruptura con el orden conservador propio del capital. En términos generales hemos expuesto la visión de la sociedad a partir de la idea de clases sociales antagónicas, visión que encuentra en el capitalismo vigente su más clara 23

Cabe mencionar que no negamos la posibilidad de incluir en el análisis particularidades propias de la familia del entrevistado, grupo social de pertenencia, etnia o género, ya que los mismos se constituyen en mediaciones, que en la relación con el Trabajador Social se explican, en última instancia, por la ubicación de las mismas en las relaciones sociales contradictorias vigentes. 24 Las características que adquiere, según esta perspectiva, el proletariado son analizadas en Marx, 1973.

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expresión. Sin embargo, si vinculamos estos planteos con la realización de la entrevista como encuentro dialógico, en el cual los enunciados se constituyen en refracción ideológica de las relaciones sociales, es preciso profundizar la cuestión, aproximándonos a la discusión acerca de la cuestión material y espiritual en la sociedad burguesa. Este tema es tratado centralmente en el texto La ideología alemana, escrito conjuntamente por Marx y Engels, aunque Miseria de la Filosofía, escrito únicamente por el primero, también brinda elementos fundamentales al debate.25 En el primer texto mencionado, los autores analizan el tema de la conciencia en la sociedad burguesa a partir de las relaciones materiales. Para tal análisis, y oponiéndose a las visiones idealistas, parten de individuos concretos inmersos en una sociedad particular, en cuyo seno las condiciones materiales de producción y la división del trabajo existente determinan las relaciones que establecen entre sí. En este marco, los autores consideran que la producción de las ideas y representaciones de los sujetos encuentra su base en las condiciones materiales de existencia, es decir, se encuentran condicionadas por el desarrollo de las fuerzas productivas en un momento histórico determinado. De esta manera, tales ideas y representaciones “no tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento,” y, agregan “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.” (Marx, y Engels, 1968: 26). Surge ahora, a los fines del presente trabajo, pensar los párrafos anteriores en el marco de las relaciones contradictorias vigentes en la sociedad capitalista, en tanto, en el marco de la corriente marxista, se piensa a los sujetos como sujetos sociales inmersos en tales relaciones contradictorias. Los mismos autores realizan un planteo que nos sirve de punto de análisis para el objetivo mencionado: Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, o que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son 25

Para ampliar el debate acerca del tema ver: Zeitlin, 1976; Portelli, 1992; Gramsci, 1981; Althusser, 1988; van Dijk, 2000.

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otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas (Marx, y Engels, 1968: 50-51).

Esta visión lleva a pensar a la ideología como falsa conciencia existente en la clase trabajadora, en tanto la clase dominante le imprime a las relaciones sociales vigentes un conjunto de ideas que les permita continuar con su dominación. Sin embargo, si bien es cierto que la sola existencia de la clase trabajadora no garantiza que actué procurando romper con la dominación existente, en los procesos de lucha que genere a fin de mejorar sus condiciones de trabajo y de vida se aproxima a una visión del mundo opuesta a la hegemónica en ese momento histórico determinado, lo cual la lleva a tener un papel activo en la construcción de una sociedad en la cual dejen de estar subyugados por la clase burguesa. En palabras de Marx, esto se expresa de la siguiente manera: …las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población del país en trabajadores: La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para si. En la lucha (...) esta masa se une, se constituye como clase para sí. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. (Marx, 1970: 158)

Regresando a Bajtín, podemos decir que esta preocupación es retomada a partir de la categoría de ideología cotidiana, la cual constituye aquel conjunto de experiencias vivenciales y de las expresiones relacionadas directamente con éstas, caracterizándose por ser un mundo caótico del discurso interior y exterior desordenado y no asentado que da sentido a las acciones realizadas. (Voloshinov, 1992)26. A partir de las reflexiones desarrolladas anteriormente vinculadas a pensar al sujeto en relación con una clase social determinada e inmersa en un contexto social contradictorio, en donde entran en juego cuestiones materiales e ideológicas, surge un conjunto de interrogantes que se constituyen en puntos de partidas para su incorporación al análisis en los procesos de intervención en el Trabajo social, y, más específicamente, en los procesos de la entrevista: ¿cómo es posible pensar al otro en relación con la clase social a la que pertenece en cada intervención profesional?; ¿qué elementos hay que tener en cuenta para fundar la intervención tanto en la manifestación de la cuestión social en la vida 26

Si bien no se profundiza, consideramos importante mencionar la similitud de los planteos bajtinianos en este punto en comparación con la propuesta de Gramsci. Véase Portelli, 1992.

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cotidiana de ese sujeto como en la totalidad en la cual se desarrolla dicho proceso?; ¿qué acción socioeducativa debe realizar la profesión cuando la conciencia de clase para sí no se encuentra desarrollada en el sujeto entrevistado? A fin de reflexionar sobre estos interrogantes y otros que pudiesen surgir, consideramos que el pensamiento bajtiniano es de gran utilidad, ya que permite articular la visión del sujeto en relación con la clase social a la que pertenece con la producción de enunciados por parte de los mismos. Es central para este objetivo la idea bajtiniana de discurso ajeno, el cual es entendido como “discurso en el discurso, enunciado dentro de otro enunciado, pero al mismo tiempo es discurso sobre otro discurso, enunciado acerca de otro enunciado.” (1992: 155, cursivas del autor). Esta definición implica, por un lado, que todo discurso surge en una relación dialógica con otros enunciados, a los cuales refuta, acepta, completa, etc., y en cuya producción se manifiesta la relación del sujeto hablante con la del sujeto del discurso referido, mientras que, por el otro, establece una visión polilógica del discurso de un sujeto, en el cual se manifiesta la historia singular de ese sujeto en relación con los sujetos con los cuales dialoga. Sin entrar en detalles sintácticos ni morfológicos, ya que no corresponde al presente trabajo, la importancia de utilizar esta idea con el fin de conceptualizar la entrevista en los procesos de intervención profesional se encuentra en comenzar a entender que los enunciados producidos por los usuarios tienen carácter dialógico, es decir son históricos y socialmente relacionados. El autor ruso plantea que …al elegir palabra en el proceso de estructuración de un enunciado, muy pocas veces las tomamos del sistema de la lengua en su forma neutra, de diccionario. Las solemos tomar de otros enunciados, y ante todo de los enunciados afines genéricamente al nuestro, es decir, parecidos por su tema, estructura, estilo; por consiguiente, escogemos palabras según su especificación genérica (Bajtín, 1997: 277).

Esta postura se corresponde con el carácter puramente social del enunciado, ya que el mismo se produce en el marco de un contexto histórico determinado, en donde el enunciador, a partir de su relación particular con los otros sujetos y los medios de producción, retoma las palabras con un significado determinado por su posicionamiento en la heteroglosia social pues el uso de las palabras en la comunicación discursiva siempre depende de un contexto particular en donde se tensionan la palabra ajena, llena de ecos, de los enunciados de otros, y la propia palabra, porque en una situación determinada y con una intención discursiva particular la palabra está compenetrada de la expresividad del sujeto. (Bajtín, 1997: 278)

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Dicha palabra ajena que el hablante toma de su contexto más inmediato, se encuentra cargada de valoraciones acerca de dicho mundo, expresan ideológicamente una visión del mismo, por lo que al tomar palabras de otros tomamos también ideologías ajenas. Estas ideas llevan a Bajtín a pensar la construcción de la conciencia individual como un fenómeno enteramente social, pues la subjetividad de las personas se forma y se desarrolla en una constante interacción con los enunciados individuales ajenos. Para el autor, “esta experiencia puede ser caracterizada, en cierta medida, como proceso de asimilación (más o menos creativa) de palabras ajenas (y no de palabras de la lengua). Nuestro discurso, o sea todos nuestros enunciados (incluyendo obras literarias), están llenos de palabras ajenas de diferente grado de ‘alteridad’ o de asimilación, de diferente grado de concientización y de manifestación. Las palabras ajenas aportan su propia expresividad, su tono apreciativo que se asimila, se elabora, se reacentúa por nosotros.” (1997: 279), y, de esta manera, podemos considerar que “un enunciado está lleno de matices dialógicos, y sin tomarlos en cuenta es imposible comprender hasta el final el estilo del enunciado. Porque nuestro mismo pensamiento (filosófico, científico, artístico) se origina y se forma en el proceso de interacción y lucha con pensamientos ajenos, lo cual no puede dejar de reflejarse en la forma de la expresión verbal del nuestro.” (1997: 282).

Luego de la referencia realizada sobre los procesos de construcción del discurso de un sujeto a partir de un proceso permanente de asimilación creativa de discursos ajenos, podemos entender que dentro de los enunciados producidos encontramos los matices dialógicos que nos permiten comprenderlo en relación con la clase social a la cual pertenece; situación de pertenencia que atraviesa todos los enunciados que el sujeto realice. De esta manera en el momento del contacto propio de la entrevista, debemos establecer las mediaciones necesarias para aproximarnos al conocimiento del sujeto entrevistado como sujeto social. Así, durante el proceso de comprensión de los enunciados del entrevistado, es necesario identificar en diálogo con que otros enunciados surge el discurso del entrevistado (ya sean de aceptación, oposición, complementación, etc.). No perdiendo el sentido de totalidad debemos comprender que los enunciados que circulan en un momento sociohistórico determinado se explican a partir de la correlación de fuerzas vigente entre las dos clases sociales antagónicas, lo cual implica que en cada uno se crucen las distintas orientaciones ideológicas vigentes, en donde la clase dominante buscará “adjudicar al signo ideológico un carácter eterno por encima de las clases sociales, (ya que) pretende apagar y reducir al interior la lucha de valoraciones sociales que se verifica en él, trata de convertirlo en signo monoacentual” (Voloshinov, 1992: 49-50), mientras que la orientación que la clase trabajadora le adjudique a los signos podrá presentar las características de falsa conciencia o de expresión de la realidad objetiva de la situación en la cual se encuentran,

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dependiendo, como se ha intentado demostrar, de la conciencia de clase para si desarrollada por la clase en cuestión. En este sentido, considerando que la expresión ideológica de las manifestaciones de la cuestión social dependerá de la correlación de fuerzas vigentes en un momento histórico dado en el marco de la lucha de clases, en el proceso de la entrevista es preciso partir de un análisis de cómo es vivida esa situación por los sujetos, es decir, habrá que analizar la orientación ideológica de los mismos. En esta dirección, Bajtín, propone analizar las vivencias en los sujetos a partir de la existencia de dos polos, entre los “cuales la vivencia puede tomar forma y ser objeto de una toma de conciencia, tendiendo a uno u otro límite. Los llamaremos convencionalmente: vivencia-yo y vivencia-nosotros.” La primera “tiende hacia la aniquilación; en cuanto se aproxima al límite, pierde su articulación ideológica y por tanto deja de ser objeto de una toma de conciencia, acercándose a la reacción fisiológica de un animal. Al tender hacia este límite, la vivencia va perdiendo todas las potencialidades, todos los brotes de una orientación social, y por tanto se despoja de su formulación verbal...” mientras que la vivencia-nosotros es “la diferenciación ideológica, (en donde) el crecimiento de la conciencia es directamente proporcional a la firmeza y la solidez de una orientación social.” (Voloshinov, 1992: 123-124) En esta última es posible encontrar, según el autor, diferentes grados de vivencia nosotros, dependiendo del desarrollo de la conciencia de la clase de los sujetos en cuestión. 27 A partir de lo expuesto, y como síntesis final al presente apartado, podemos decir que en el marco de la entrevista, guiarnos procurando comprender activamente el discurso del otro implica conocer la ideología cotidiana que tenga el sujeto entrevistado en relación

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Si bien es extenso, el siguiente ejemplo propuesto por el autor servirá para comprender las ideas planteadas: “supongamos que una persona que esté pasando hambre toma conciencia de ella dentro de una multitud de gente que sufren hambre individualmente (un infortunado, un mendigo, etc.). La vivencia de este individuo desclasado adquirirá un matiz específico y tenderá hacia formas ideológicas determinadas cuya envergadura puede ser bastante amplia: resignación, vergüenza, envidia y otros tonos axiológicos matizarán la vivencia. Las formas ideológicas correspondientes hacia las cuales va a desarrollarse esta vivencia son la protesta individualista de un marginado o la resignación mística llena de arrepentimiento. Supongamos [continúa planteando el autor], que la persona que sufre el hambre pertenezca a una colectividad en la cual el hambre no es individual y asilada, sino que tiene carácter colectivo, pero que la misma colectividad de las personas hambrientas no esté vinculada por una relación material sólida y sufre su hambre por separado. En la mayoría de los casos el campesino se encuentra en una situación semejante. El hambre se vive por toda la comunidad, pero dentro de una desvinculación material, de la ausencia de una economía unificada cada quien la soporta en el pequeño y cerrado mundillo de su economía privada.” Finalmente, plantea que “el hambre es vivida de una manera muy distinta por un miembro de la colectividad objetivamente unida por circunstancias materiales (un regimiento de soldados; obreros de una fábrica; peones de una gran finca capitalista; finalmente, toda una clase social en el momento de madurar hasta la conciencia de ser [clase para sí]). En este caso, en la vivencia predominarán los tonos de una protesta activa y segura; aquí no existe el terreno para entonaciones resignadas y dóciles.” (1992: 124-125)

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con la situación que está atravesando, estableciendo las relaciones existentes entre las mismas y aquellas de las clases sociales fundamentales. La Intervención Socio-educativa en el Trabajo Social A partir de considerar la comprensión activa como un momento central en la realización de la entrevista, esta última no se puede reducir a la sola escucha de lo que el usuario tiene para decir. Desde una postura de la entrevista meramente instrumental, la información obtenida puede utilizarse únicamente para determinar si se asigna un recurso específico o no al entrevistado, o si se lo incluye dentro de un determinado programa específico o no. Sin embargo, la inclusión de los planteos bajtinianos en relación con los desarrollados por los distintos autores ubicados dentro de la corriente marxista, nos han permitido visualizar como el encuentro dialógico de la entrevista se constituye en un espacio complejo, en donde se produce una lucha de significados entre la ideología cotidiana del usuario y la reconstrucción analítica que el profesional realiza de la situación que le presenta el entrevistado. Guiados por la perspectiva dialógica sintetizada anteriormente, en la cual se debe producir un enriquecimiento mutuo a partir de las preguntas de uno que le permiten al otro descubrir nuevos aspectos de sí, consideramos que la intervención socio-educativa debe implicar la búsqueda de una síntesis entre la reconstrucción analítica que el profesional realiza de la situación con la ideología cotidiana del sujeto entrevistado. Desde nuestra postura y coincidiendo con algunos planteos analizados, consideramos que en el momento que se pretende analizar tiene fundamental relevancia la intervención socioeducativa profesional. En este punto, es importante recalcar que ubicar la dimensión socioeducativa en los procesos de intervención profesional es un tema que ha sido tratado por distintos autores, considerando oportuno incluir aquí aquellos que se vinculan a la perspectiva adoptada. En este sentido, analizando los procesos de intervención, Netto (1998) plantea que la misma abarca dos niveles de legitimación profesional. Por un lado, ubica la intervención material, mientras que, por el otro, menciona la dimensión educativa o socioeducativa. Por su parte, Iamamoto plantea que si bien los servicios sociales son la base material de la intervención profesional, el trabajador social conjuntamente realiza una intervención de cuño educativo, ya que “el Servicio Social, como una de las formas institucionalizadas de actuación de las relaciones entre los hombres en el cotidiano de la vida social, tiene como instrumento privilegiado de acción el lenguaje,” lo que le permite realizar “una acción global de cuño socioeducativo o

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socializadora, volcada para cambios en la manera de ser, de sentir, de ver y actuar de los individuos, que busca la adhesión de los sujetos. Incide tanto sobre las cuestiones inmediatas, como sobre la visión global del mundo de los “clientes”. (Iamamoto, 1997: 131 y 132). En la misma línea de análisis, Yazbek considera que “las acciones profesionales de los asistentes sociales presentan dos dimensiones: la prestación de servicios asistenciales y el trabajo socioeducativo, a pesar de existir una tendencia histórica a jerarquizar la acción educativa en relación al servicio concreto. En realidad, por la mediación de la prestación de servicios sociales el asistente social interfiere en las relaciones sociales que forman parte del cotidiano de su ‘clientela’. Esta interferencia se da particularmente por el ejercicio de la dimensión socioeducativa (y político/ideológica) de la profesión que puede asumir un carácter de encuadramiento disciplinador destinado a moldear al ‘cliente’ en relación a su forma de inserción institucional y en la vida social, o puede dirigirse para fortalecer los proyectos y las luchas de las clases subalternas.” (1999: 142) En Argentina, Oliva analiza las funciones del Trabajo Social en el marco de las contradicciones y polarizaciones que caracterizan a la profesión, mencionando la Asistencia, la Gestión y la Educación. En relación con esta última plantea que “las tendencias se polarizan entre una educación de control/reproducción y una tendencia a la lucha/cambio social”, caracterizando a la primera por su intención de adaptar a las personas al orden establecido, mientras que en la segunda tendencia el profesional “puede impulsar a los usuarios/pobladores a reclamar, poniendo en conocimiento sus derechos, haciéndolos participes e impulsores de procesos que tiendan a luchas reivindicativas.” (2000: 13-14) Coincidiendo en los análisis precedentes acerca del papel de la dimensión socioeducativa en la profesión, los cuales la incluyen al proceso de intervención en su totalidad, siendo mediatizada por el proyecto ético-político profesional, a continuación pretendemos identificar los elementos que definen dicha intervención, haciendo especial énfasis en la relación es posible establecer con las ideas centrales desarrolladas por Bajtín. En este punto, consideramos importante la intervención socioeducativa profesional, la cual no consiste, desde nuestra postura, en la transmisión de conocimientos que el otro debe adquirir acríticamente, sino en promover en el sujeto entrevistado una actitud crítica frente a su realidad, cuestionándola y repensando sus condiciones materiales de existencia en sí mismas y como se relacionan con la totalidad en la cual se inscriben. Sin embargo, no debemos caer en un mesianismo profesional, por lo que los límites de esta intervención

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deben estar fundados en el diagnóstico que el profesional realiza a partir de la comprensión activa que efectúa de los enunciados del entrevistado. Al comenzar a aproximarnos a las características que adquiere la intervención socioeducativa en nuestra profesión, consideramos oportuno recurrir a los planteos realizados por distintos pedagogos, algunos de los cuales ya han sido retomados en el Trabajo Social. En este sentido, en primer lugar, siguiendo al pedagogo Argumedo, definimos a “la acción educativa como un ‘recurso’ al que el trabajador social puede echar mano, si lo considera necesario, durante el desempeño de su profesión.” (2001: 155) Esta definición lleva implícita la distinción, que el autor profundiza en su trabajo, entre cualquier acción que puede provocar en el otro aprendizajes y la acción educativa propiamente dicha. La diferencia fundamental que encuentra Argumedo entre una y otra radica en que la segunda es motivada por una intencionalidad. Así que si bien todas las acciones humanas pueden generar aprendizajes en otras personas, lo que diferencia una acción educativa de otra que no lo es, es su intencionalidad de enseñar, ya que entiende “por educación a la acción intencional de un sujeto social que se propone promover en otros sujetos sociales ciertos y determinados aprendizajes que él considera necesarios para ellos.” (Argumedo, 2001: 2). Retomando esta postura, consideramos que en el marco de la entrevista en Trabajo Social, ejercer una intervención socioeducativa, desde una postura crítica, se constituye en un momento del proceso, que comienza con el desarrollado en el apartado anterior. Antes de continuar creemos pertinente una aclaración a la definición desarrollada por Argumedo. En la misma, encontramos que hace referencia a que es el educador quien se propone promover en los otros sujetos aprendizajes que él considera necesarios para ellos. Entra en cuestión, en esta definición, la pregunta de cómo determina el educador, en nuestro caso el entrevistador, que determinados aprendizajes son necesarios para el entrevistado. Desde la postura aquí adoptada, y como se intentará demostrar más adelante, consideramos que es a partir de la comprensión de la visión que el sujeto entrevistado tiene de su realidad que el entrevistador debe, a partir de su formación teórica profesional, identificar aquellos elementos que considere necesarios para promover en el entrevistado una actitud crítica sobre la visión de su realidad. Continuando con la inclusión de planteos de pedagogos, consideramos importante recurrir a los desarrollados por Paulo Freire, para quien la educación puede desarrollarse en dos polos antagónicos, de acuerdo con la elección política que realice el educador. Por un lado, encuentra la educación bancaria, que presenta la característica de no considerar al

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educando como sujeto de conocimiento, sino como alguien en quien el educador deposita los contenidos que considera necesarios. El objetivo de este tipo de educación sería el mantenimiento del status quo. Mientras que, por otro lado, analiza la educación popular, la que presenta la característica de ser dialógica, en donde se persigue que el educando alcance un pensar crítico.28 Acorde a la perspectiva desarrollada hasta el momento, consideramos oportuno profundizar el segundo tipo de educación. En términos generales, coincidimos con los planteos de la educadora popular cubana Esther Pérez en relación con sus intentos de precisar qué es la educación popular. Dicha autora, retomando críticamente las ideas de Paulo Freire, considera que la misma consiste en “el desarrollo de capacidades cada vez mayores entre grupos también cada vez mayores para desnaturalizar las relaciones sociales y la cultura del capitalismo.” (Pérez, 1999: 66). Precisando esta definición, podemos decir que Freire concibe una educación que superando la contradicción educador-educando, se instaura como Situación Gnoseológica, en la que los sujetos (educadores y educandos) dirigen su conocimiento sobre el objeto cognoscible que los mediatiza. La clave del acto educativo no está en un docente que sabe y les transmite su saber respecto del objeto de conocimiento (los contenidos) a los alumnos, sino en un docente que conduce una acción gnoseológica en la que ambos, docentes y alumnos, dirigen su acción de conocer hacia la realidad que media entre ambos (Freire, 1970). No se trata de negar al educador, sino de centralizar el acto educativo en el proceso dialógico a fin de construir un nuevo conocimiento de la realidad; nuevo conocimiento que supere el pensar ingenuo y se aproxime al pensamiento crítico, en donde los sujetos puedan conocer las características de las situaciones en las cuales están inmersos. En este punto tanto Argumedo como Freire coinciden en la necesidad de analizar el sentido común del educando, con el fin de determinar aquellos elementos que acorde con sus objetivos será necesario recuperar para continuar con el proceso dialógico, es decir, para desarrollar las estrategias necesarias a fin de que el educando pueda reflexionar sobre su realidad y sobre las percepciones que de la misma tiene. Considerando que este punto ha sido analizado al momento de reflexionar sobre las características que adquieren los sujetos inmersos en un contexto social contradictorio, aquí solo sostenemos la importancia que 28

Pensar crítico, entendido como “un pensar que percibe la realidad como un proceso, que la capta en constante devenir y no como algo estático. Una tal forma de pensar no se dicotomiza a sí misma de la acción y se empapa permanentemente de temporalidad, a cuyos riesgos no teme.” (Freire, 1970: 106).

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adquiere el proceso de reconstrucción analítica de la situación problemática que presenta el usuario, en tanto es la base para la continuidad de la intervención profesional. La intervención Socioeducativa en el proceso de la entrevista Luego de haber realizado una síntesis del proceso educativo en general desde una perspectiva problematizadora y crítica, surge la necesidad de establecer las mediaciones necesarias a fin de pensar la acción educativa dentro de los procesos de intervención en Trabajo Social, especialmente en la realización de la entrevista. Antes de continuar, es importante plantear que los planteos aquí desarrollados surgen en estrecha relación dialógica con los efectuados por los distintos autores que analizando la entrevista en el campo profesional ubican este momento como constitutivo de la misma. Sin embargo, aquí se produce una resignificación de dicha acción, resignificación guiada tanto por el proyecto profesional adoptado como por la perspectiva elegida al momento de definir el proceso educativo. Por esta razón, no coincidimos con ubicar en este momento la intervención denominada contención o acción terapéutica. Dicha oposición se justifica en que consideramos que las posiciones que plantean esta intervención dentro del Trabajo Social, traspasan los límites de la profesión, acercándose más a la acción de un profesional de la psicología. Así, tanto Hamilton, SalzbergerWittenberg, como las autoras Cáceres, Oblitas y Parra, al mencionar este momento durante el proceso de la entrevista, consideramos, sobrepasan los límites de nuestra profesión. Con esto no queremos decir, que durante el desarrollo de una entrevista al presentarse una situación que requiera que el profesional del Trabajo Social actúe conteniendo al entrevistado, dicha acción no sea desarrollada. Nuestra postura, en contraposición, sostiene que a priori la intervención terapéutica no debe contemplarse como un momento del proceso de la entrevista en Trabajo Social. Por otro lado, consideramos limitado pensar la intervención profesional en la entrevista destinada a facilitar información, en la cual se orienta a las personas, según las citadas autoras peruanas, acerca del procedimiento de un servicio, el flujograma de atención dentro de una institución, ya que se estaría pensando al profesional con un rol similar a una guía de recursos. Con esto, vale aclarar, no negamos que en la intervención se realice tal acción, sino, simplemente, pretendemos cuestionar su incorporación a la práctica profesional, como en el punto anterior, como un elemento que caracteriza dicha práctica.

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Siguiendo el eje de los planteos de las páginas anteriores, consideramos que en el proceso de la entrevista los límites y posibilidades de la intervención socioeducativa deben encontrase en la comprensión que el entrevistador realiza de la visión que el sujeto entrevistado tiene de su realidad. Con esta afirmación queremos decir que no se trata de establecer un modelo de intervención socioeducativa aplicable a todas las entrevistas, ya que se estaría negando la individualidad del sujeto entrevistado, sino de aproximarnos a los ejes que forman parte de dicho momento. En primer lugar consideramos oportuno retomar el concepto bajtiniano de comprensión activa vinculado al de valoración, en la medida en que aquel que comprende una realidad valora la misma a partir de una visión del mundo propia. En primer lugar, cuando retomamos la definición bajtiniana de comprensión activa, decíamos que la misma se caracterizaba porque el que comprende ejerce un rol activo, creativo, en la medida de que desde su posicionamiento construye interrogantes al interlocutor a fin de que éste busque nuevas posibilidades de sentido a su realidad. Este concepto, implica, que en el proceso de la entrevista, se supera la sola escucha y se llega al diálogo entre los interlocutores. Paralelamente, se encuentran dos valoraciones distintas sobre la misma realidad, produciéndose, como dijimos, una lucha de significados entre los interlocutores. En este momento, continuamente nos aproximamos a la ideología cotidiana del sujeto entrevistado, la cual se vincula con las distintas ideologías coexistentes en el contexto social del mismo. A partir de dicha aproximación, llegamos a comprender cómo el sujeto entrevistado vivencia la situación que es motivo de la entrevista, debiendo identificar, siguiendo a Bajtín, el grado de conciencia, teniendo como polos la vivencia-yo y la vivencia-nosotros. Posterior a este proceso de identificación consideramos que la práctica educativa implica dialogar procurando alcanzar un grado mayor de esa conciencia crítica en torno a la vivencia en cuestión. En este sentido, en el marco de las posibilidades de la entrevista, desde la perspectiva aquí adoptada, este momento comprende dialogar procurando “develar que aquello que las instituciones otorgan a partir de una selección y fiscalización de la miseria es un derecho negado y no una carencia” (Gamardo, 2003). Ello implica, consecuentemente, la vinculación de la situación del entrevistado con aquella vivida por la clase trabajadora, en donde se explicite la relación existente entre la situación que el entrevistado está atravesando con los derechos históricamente conquistados por la clase mencionada.

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Durante este proceso de diálogo, en la entrevista es menester recuperar aquellas visiones que el entrevistado posee sobre su realidad, que será necesario reflexionar conjuntamente entre el mismo y el profesional. Durante este momento, como se dijo anteriormente, el profesional puede incluir elementos que considere oportunos para motivar la reflexión, procurando que el sujeto entrevistado se aproxime a comprender y desnaturalizar la situación que atraviesa, dilucidando las coordenadas que la constituyen en una expresión de la cuestión social en su vida, lo que implica entender su problema en relación con las causas estructurales que lo generan. En este punto consideramos que la intervención socioeducativa debe tener la intención de que el sujeto reflexione sobre la problemática que lo afecta en ese momento, y a través del proceso dialógico, pueda aproximarse a la comprensión de las causas que generan dicho problema, lo que implica no pensarlo como algo estático, rígido y natural, sino como el producto de relaciones sociales concretas, en las cuales él juega un papel activo. De esta manera, volvemos a recalcar que la acción educativa no debe ser una exposición teórica sobre la reconstrucción analítica de la manifestación de la cuestión social que el profesional realiza, sino un proceso que ubique en el centro de la reflexión conjunta la situación problemática que atraviesa el entrevistado, procurando, por parte del entrevistador, generar las preguntas y enunciados que sobre la base del discurso del otro introduzcan elementos problematizadores que redunden, no en la incorporación de nuevos contenidos por parte del entrevistado, sino, siguiendo tanto a Gramsci como a Freire, en una aproximación continua a una visión crítica tanto de la realidad, como de las visiones de la misma construida por parte del entrevistado hasta el momento29.

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Sobre este tema, Gramsci sostiene que debido a que en cualquier actividad intelectual “está contenida una determinada concepción del mundo” es necesario pasar “al segundo momento, al momento de la crítica y de la conciencia, o sea, a la cuestión ¿es preferible ‘pensar’ sin tener conciencia crítica de ello, de un modo disgregado y ocasional, o sea, ‘participar’ de una concepción del mundo ‘impuesta’ mecánicamente por el ambiente externo, esto es, por uno de los tantos grupos sociales en los que cada cual se encuentra inserto automáticamente desde que entra en el mundo consciente (...), o es preferible elaborar uno su propia concepción del mundo consciente y críticamente, y, por tanto, escoger la propia esfera de actividad en conexión con ese esfuerzo del cerebro propio, participar activamente en la producción de la historia del mundo, ser guía de sí mismo en vez de aceptar pasivamente y supinamente la impronta puesta desde fuera a la personalidad?” (Gramsci, 1992: 364-365). En igual perspectiva, Freire plantea que “cuantas más razones seamos capaces de descubrir para explicar por qué somos como somos, en mayor medida podremos captar la razón que se oculta tras nuestra realidad y superar de este modo nuestra comprensión ingenua.” (1990: 114). En la relación educador-educando Freire ubica la concreción del proceso de concientización. Del mismo, el autor plantea que “…es más que una simple toma de conciencia. En la medida que implica superar ‘falsas conciencias’, es decir, superar una conciencia semi-intransitiva o una conciencia transitiva ingenua, implica una inserción crítica de la persona concientizada en una realidad desmitificada. Por esa razón la concientización es un proyecto irrealizable para la derecha, que por su naturaleza es incapaz de ser utópica, y que por lo tanto no podrá desarrollar una forma de acción cultural que lleve a la concientización. No puede

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Por otro lado, bajo la lógica de la reivindicación de derechos, es necesario dialogar con el entrevistado acerca de las características de la relación existente entre él con el trabajador social y con la institución. En este sentido, en oposición a prácticas institucionales en las cuales los servicios sociales son pensados desde la carencia, consideramos que la intervención socio-educativa debe procurar fortalecer el conocimiento de los mecanismos institucionales y extra-institucionales por los cuales el sujeto entrevistado puede actuar en post de que se garantice la satisfacción de sus derechos, es decir, se debe incentivar el fortalecimiento de los procesos de subdeterminación popular: Este último eje no implica el asesoramiento de los canales burocráticos a través de los cuales el usuario alcance la obtención de un determinado recurso, sino, la intervención tendiente a lograr una síntesis en el sujeto de una visión más crítica sobre su realidad con un posicionamiento más activo, en donde se tornen sujetos protagónicos en la resolución de los problemas que los afectan. De esta manera, se considera que acorde a la lectura que el profesional efectúe de la lógica institucional y del resto de las instituciones que se pueden vincular, puede dialogar con el entrevistado acerca de los límites y posibilidades de acciones de tipo reivindicativas tendientes a fortalecer en el espacio institucional la dimensión subdeterminante popular.

Consideraciones Finales Durante el desarrollo del presente trabajo se ha procurado establecer un diálogo entre distintos autores de las ciencias sociales con el fin de aproximarnos a una visión crítica de las implicancias que tiene la entrevista en el Trabajo Social. Reflexionamos, entonces, sobre una visión del sujeto entrevistado en estrecha vinculación con la clase social a la cual pertenece, inserta ésta en una sociedad dividida de manera contradictoria. En el marco de este contexto, el aporte de los distintos autores nos permitió comprender que el discurso producido por el entrevistado es una construcción socio-histórica, y que el diálogo es la relación social que nos permite acceder a la ideología cotidiana del otro, en tanto, sus enunciados tienen un carácter eminentemente ideológico. En este punto, y como palabras finales del presente trabajo, se considera pertinente mencionar cómo la categoría contradicción atraviesa transversalmente el desarrollo de haber concientización popular sin una radical denuncia de las estructuras deshumanizadoras, acompañada por la proclamación de una nueva realidad creada por el hombre...” (1975: 89).

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todo el trabajo. Con esta base, analizamos la relación entre el trabajador social y el usuario en el marco del proceso de la entrevista, en donde ambos, miembros de un mismo colectivo semiótico, son portadores de las distintas valoraciones sociales existentes en relación con la manifestación sobre la cual se desarrolla el diálogo. Entre quien pregunta y quien responde, sin importar quien ejerza cualquiera de ambos actos, se produce una lucha de significados, una constante confrontación en donde no se procura resolver un problema concreto y aislado, sino establecer una significación más crítica y problematizadora sobre las manifestaciones de la cuestión social en la vida cotidiana del sujeto entrevistado, con el fin de pensarla en relación con la totalidad en la cual se producen, y de esta manera perseguir soluciones que superen las intervenciones inmediatistas y, por ende, superficiales. Pensar dicha lucha en el marco de la institución y todo dentro de la sociedad en la cual vivimos, nos exige contemplar la existencia de distintas lógicas en las visiones y en las acciones en torno a una misma situación. En ese contexto es que pensamos que la entrevista se constituye en un instrumental técnico operativo que nos puede permitir aproximarnos a la realidad de los sujetos miembros de la clase trabajadora dialógicamente, es decir preguntando desde nuestra lógica y escuchando las repuestas producidas desde una lógica distinta, y, cuando los papeles se invierten, respondiendo desde nuestra lógica a respuestas enunciadas desde otra, pensando siempre en el objeto de la discusión, el cual se reconstruye constantemente y adquiere particularidades en cada entrevista. Finalmente, creemos conveniente mencionar que guiados por la necesidad de profundizar las reflexiones aquí desarrolladas en la continuidad del proceso de investigación, encontramos distintos temas, que por cuestiones de objetivos y límites propios de la tarea investigativa, deben ser profundizados. Centralmente, en relación con la apropiación de las ideas bajtinianas en el Trabajo Social, consideramos, por un lado, que el estudio de la noción de comprensión activa, debe ahondarse, principalmente en relación con los planteos comprensivistas surgidos en el Trabajo Social. Por otro lado, la mediación desarrollada por Bajtín con las categorías vivencia-yo y vivencia-nosotros, entre la ideología cotidiana y las ideologías de las clases fundamentales, también constituye un tema que debe profundizarse, en este caso, tanto en las ciencias sociales en general, como en el Trabajo Social en particular. Consideramos importante remarcar la necesidad de continuar la reflexión en torno a la presencia del otro en los procesos de intervención profesional, es decir, en tanto los

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enunciados son condicionados por la existencia del interlocutor, la importancia de la alteridad como proceso de construcción del sujeto, es un tema que la filosofía bajtiniana nos permite problematizar, y que aquí no hemos profundizado.

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CARACTERÍSTICAS DE LAS VISITAS DOMICILIARIAS Andrea A. Oliva y Silvia Pagliaro Introducción El Trabajo Social es una profesión que se configura en base a la fusión de distintas prácticas que se venían realizando desde diversas organizaciones que pretendían enfrentar las manifestaciones de la “cuestión social” desde perspectivas diferentes, con finalidades también diversas, enmarcadas en intereses opuestos. Esta característica es la —denominada por J. P. Netto— estructura sincrética del Trabajo Social que se configura desde su origen y ha atravesado su desarrollo como profesión. En ese proceso, se han ido estableciendo marcadas diferencias entre un ejercicio de la profesión que se revela en el estatuto profesional y un cúmulo de conocimientos que se expresan en el estatuto teórico30. La práctica de realizar visitas domiciliarias, considerada una actividad inherente al Trabajo Social, desde los orígenes de la profesión, ha estado asociada a diversos fines, cumpliendo funciones diferentes con finalidades en muchos casos opuestas. Por tal motivo, consideramos que es necesario referirse a visitas en plural, ya que no hay una sola forma de llevar a cabo esta práctica. En ese sentido, si bien desde el estatuto teórico se hacen referencias ha “la visita” como una técnica a ser aplicada, podemos afirmar que en el estatuto profesional existen múltiples determinaciones y diversos modos de visitas en los procesos de intervención del Trabajo Social. En este artículo nos referiremos a los modos de visitas presentes en el estatuto profesional, considerando que no es técnica. Desde una perspectiva ontológica, la imposibilidad de considerarla como técnica radica en que no existe control del objeto al cual aplicar métodos y técnicas31, sino que se cuenta con conocimientos teóricos e informativos que permiten intervenir, planteando tácticas y desarrollando estrategias. La modalidad de la visita está estrechamente vinculada a la posición ético-política, no hay posibilidad de intervención neutra. En tal sentido, no hay modelos de visitas a aplicar sino una direccionalidad que el profesional intenta imprimir en la intervención. La dirección que ejerce está basada en principios y conocimientos que son las mediaciones teórico-políticas para enfrentar las múltiples determinaciones que se encuentran en las situaciones concretas. 30

Para ampliar este tema: Netto (1997) Oliva (2007). En el texto de Montaño y Borgiani (2000) se plantea una interesante compilación de artículos que dan luz sobre este tema. 31

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Visitas y funciones de asistencia gestión y educación 32 La práctica de visitar hogares y lugares de trabajo se ha llevado a cabo en Argentina desde el s. XIX desde distintas organizaciones con finalidades tales como el suministro de recursos; el control; la profilaxis o la denuncia en defensa de la clase trabajadora. Un aspecto importante para analizar la multiplicidad de modalidades presentes en el origen de estas prácticas, se refiere a los diversos responsables de llevar a cabo las visitas: los médicos, desde los organismos abocados a la higiene pública; abogados desde poder judicial; las damas inspectoras de la Sociedad de Beneficencia; las damas vicentinas; los visitadores de inmigrantes; los visitadores de establecimientos industriales, etc. La atención de demandas y el otorgamiento de recursos que caracteriza la asistencia así como la función educativa fueron desempeñados en las visitas de damas vicentinas, médicos, voluntarios de organizaciones filantrópicas, etc. La gestión tuvo su sello de control en la búsqueda de información de las inspectoras de la sociedad de beneficencia o el realizado por los visitadores de inmigración. Es indudable que los elementos presentes en estas modalidades, si bien pueden tener signos de continuidad también se han ido modificando en los distintos contextos socio-históricos. La defensa de los intereses de la clase trabajadora ha quedado solapada por un estatuto teórico que plantea una historia de la profesión vinculada a la producción escrita de Mary Richmond, como si la profesión se originara en EEUU a partir de la publicación de su primer texto en 1917. Es importante resaltar que nuestra pionera en Argentina fue Gabriela Laperriêre de Coni, que en 1901 fue designada en el Municipio de la ciudad de Buenos Aires para realizar visitas a hogares y talleres en procura de datos sobre la situación de la clase trabajadora. Gabriela utiliza la información obtenida para denunciar las situaciones de miseria donde realizan trabajos mujeres y niños. Pero no sólo publica varios artículos en los diarios sino que conocer situaciones le permite elaborar propuestas de intervención para las organizaciones donde participaba —como la Liga de lucha contra la tuberculosis— así como trabajar en pos de la sindicalización y la legislación de protección de la clase trabajadora33. La práctica de la visita domiciliaria abre un espacio socio-ocupacional específico en el transcurso de las primeras dos décadas del s. XX. En ese proceso no siempre la 32 33

Se retoman aspectos planteados en: Oliva (2007). Unsain (1915) Oliva (2007).

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necesidad de realizar visitas derivó en puestos de trabajo. En las prácticas realizadas desde instituciones religiosas, hubo cierta continuidad en un modo de visitas de entregar recursos como asistencia del voluntariado para llevar a cabo una función educativa moralizadora. Mientras tanto, en las instituciones con financiamiento público, se produjeron rupturas, un ejemplo de ello son las resistencias y dificultades que presentaron las visitas de profilaxis que realizaban médicos y estudiantes de medicina que realizan asistencia a domicilio, gestión de información y educación. Desde las propuestas de ese sector se crean servicios sociales en las instituciones de atención de la salud y se establecen cargos de Visitadoras tituladas y rentadas. Recordemos que la formación institucionalizada del Trabajo Social en América Latina, tanto en Argentina (1924) como en Chile (1925) se inicia otorgando la titulación de “Visitadora”. Esta síntesis nos indica que las prácticas de realizar visitas son parte constitutiva de la intervención profesional vinculadas a las funciones de asistencia, gestión y educación. En una visita es posible desempeñar: -

la función de asistencia realizando la atención de la demanda iniciada en el ámbito de la institución; comunicando o entregando una prestación; escuchando las demandas de un usuario y/o de otros integrantes de su grupo conviviente; etc.

-

la función de gestión cuando se procura información sobre la vida cotidiana; se establecen nuevos vínculos; se generan redes; se convoca a actividades; se coordinan acciones organizativas; se relevan datos, etc.

-

la función de educación se puede desempeñar teniendo como objetivo la transmisión de información; la superación del conocimiento cotidiano, el intercambio de experiencias, etc.

Es decir realizar una visita puede tener múltiples connotaciones según se planteen objetivos de asistencia, gestión y educación. Desde una perspectiva histórico-crítica, estas funciones deben estar asociadas entre sí, como parte de una tarea consciente del profesional, en pos de una intervención estratégica. Asimismo las visitas tienen determinaciones institucionales entre las que se encuentra un recurso de funcionamiento primordial como lo es el medio de transporte. Ese recurso gravita sobre otro recurso como es el tiempo disponible. En circunstancias de realizar visitas en domicilios ubicados en forma dispersa, el medio de transporte modifica

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las condiciones de trabajo del profesional y una utilización diferenciada del tiempo disponible. Mientras que el profesional en su lugar de trabajo generalmente tiene una multiplicidad de tareas en paralelo: suele ser interrumpido, tiene un horario en el cual tiene que entrevistar a varias personas, le reclaman por teléfono, no hay un espacio físico privado, etc. en el encuentro con el usuario en su domicilio su atención puede estar mucho más centrada. Esto es percibido por muchos usuarios/pobladores que consideran indispensable ser visitados por el profesional. Asimismo cuando se suele reclamar que el profesional de Trabajo Social “salga de atrás del escritorio”, subyace la necesidad de mostrar las condiciones de vida en que se encuentra y que dada la complejidad tiene imposibilidad de explicar verbalmente. La observación de la fenosituación34 que se realiza en la visita indudablemente aporta a la comprensión de las situaciones, y el profesional puede colocar nuevos elementos en el diálogo a fin de realizar la re-construcción de las manifestaciones de la cuestión social. La visita implica cambiar de escenario, realizar un encuentro entre el usuario y el profesional, en un ambiente más “controlado” por el usuario, se trata de su lugar conocido. Allí, las interferencias son de otro tipo, puede estar el televisor encendido, los chicos haciendo ruido jugando/peleando, los perros labrando incesantemente, la música fuerte de un vecino, etc. Si bien, ello puede significar interrupciones, el profesional se encuentra de todos modos en una situación de observación diferente que le permite aproximarse a la dinámica de la vida cotidiana del usuario35. Llegar a ese punto de encuentro significa un momento de interacción de la vida privada con la institución pública, en el cual el profesional no debe entorpecer inútilmente la dinámica cotidiana. En ese sentido, es necesario concurrir con objetivos clarificados de la visita.

Los sujetos de la visita Una de las determinaciones que actúan sobre la direccionalidad de la modalidad de visita radica en el carácter del/los sujetos con los que se pretende dialogar/observar concurriendo a un hogar. Hacer un domicilio, como se suele expresar en el lenguaje profesional, es una táctica destinada a ir al encuentro de personas en su lugar de residencia. Pero ese encuentro 34 35

Ver capítulo de Liliana Madrid sobre la observación profesional, en este libro. Ídem.

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esta determinado por el tipo de relación enmarcada en la institución que lo origina. En resumen, la práctica de la visita domiciliaria se realiza con finalidades heterogéneas. Hemos realizado una aproximación al ejercicio profesional, rescatando elementos de las prácticas vigentes, ofreciendo aquí una categorización de acuerdo a la relación institucional en la cual se enmarca36. Visitas a usuarios o beneficiarios Se considera usuario a quien concurre a un Servicio Social o área de Trabajo Social voluntariamente en procura de una o varias prestaciones para cubrir sus necesidades. Al hablar de beneficiarios aludimos a aquellos sujetos que se inscriben en el marco de un programa específico. Es decir un usuario puede ser beneficiario de más de un programa. Por ejemplo puede ser beneficiario de un plan de empleo, de una prestación de combustible para cocinar y de medicamentos. Entendemos que el término usuario nos remite a quien tiene derecho a acceder a prestaciones de una institución mientras que el beneficiario se circunscribe a un programa. Cuando la visita se define para ir al encuentro de un usuario o beneficiario, significa que existe una demanda previa que fue expresada en el ámbito institucional, por lo cual ha quedado registrado como usuario, con datos que corresponde a un domicilio, lo que posibilita esa táctica. La visita al usuario puede ser una táctica para dar continuidad a la atención de la demanda, ampliando la información y realizando sugerencias sobre la disponibilidad de prestaciones en la institución o en otras organizaciones. El profesional por sí o por indicación de otro miembro del equipo o de un directivo, puede definir una visita cuando se ha interrumpido la concurrencia del usuario, ya sea, a una actividad grupal, a una cita ya acordada, a la búsqueda de una respuesta dentro de un período de tiempo, entre otros. En tal caso, la motivación se basa en restablecer la relación y/o definir la continuidad como usuario. La entrega de recursos en forma domiciliaria casi no es utilizada en la actualidad y en su lugar los usuarios deben trasladarse a la institución. Consideramos que es una cuestión a ser replanteada, dado que hay circunstancias en que sería mucho efectivo que se dispusieran los recursos de funcionamiento necesarios desde los organismos públicos para entregar las prestaciones en cada domicilio. En numerosas oportunidades la falta de concurrencia del usuario a la institución se produce por la misma situación que genera la 36

Agradecemos la información y las reflexiones aportadas por Cristina Roteño y Virginia Siede.

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demanda, es decir por la falta de recursos. Si se pretende dar la mejor atención respondiendo a los intereses de los trabajadores, este tipo de reformulación sobre las prácticas instaladas es de vital importancia en el trabajo diario del profesional.

Visitas a potenciales usuarios o beneficiarios Hay sujetos que encontrándose encuadrados en la población objetivo de la institución, por desconocimiento de las prestaciones institucionales, por la negación frente nuevas situaciones, por desconsideración de sus derechos, o por otros motivos, no acuden a plantear demandas a las instituciones. La visita a potenciales usuarios puede llevarse a cabo con frecuencia en los procesos de intervención cuyos actores son portadores de discapacidades, adicciones, enfermedades que están socialmente estigmatizadas, etc. En tal sentido, el profesional previamente realiza la gestión de información en otras instituciones o dependencias para obtener datos que le permitan ubicar el domicilio de posibles usuarios o beneficiarios de programas específicos. Salir al encuentro de una persona que no ha concurrido a la institución requiere iniciar el diálogo brindando la información básica que permita ubicar el marco institucional desde el cual se concurre. Ello determinará la concreción de los objetivos específicos de la visita. Un ejemplo de ello lo constituye deriva de la pérdida de visión, existiendo una resistencia de las personas a asumir su condición. Como plantea Cristina Roteño en relación a la intervención desde una organización destinada a personas ciegas, el profesional realiza la gestión de información y construcción del juicio de confianza a través de visitas domiciliarias a personas que recién han perdido la vista (Roteño, 2003:94). El profesional procura entablar un diálogo apuntado a que el sujeto entre en contacto con la institución que le puede proveer prestaciones que mejoren su vida cotidiana. También se facilita el vínculo con otras personas que han atravesado por esa situación, realizando la visita con un usuario. En instituciones que delimitan las prestaciones territorialmente, es posible que sean otros pobladores quienes informan y proveen los datos del domicilio al profesional. Son los vecinos quienes recurren en situaciones que consideran que se encuentran en el campo de actuación de la organización.

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Ello suele ocurrir con frecuencia en situaciones de pauperización de niños, adolescentes o ancianos. Las

visitas a posibles beneficiarios de programas específicos se utilizan con

frecuencia para determinar el acceso a esa prestación. En tal caso fueron los mismos sujetos que acudieron a la institución y realizaron una inscripción en la cual se registraron los datos del domicilio. La visita en estas ocasiones está signada por la cumplimentación de requisitos institucionales de selección. Quien recibe la visita generalmente desconoce específicamente cuáles serán los requerimientos, dado que, los criterios subjetivos del profesional juegan un papel preponderante. Esta modalidad es utilizada con frecuencia en planes habitacionales llave en mano, como uno de los elementos de evaluación para definir el acceso a la vivienda. Similar situación se presenta con el acceso a becas de estudios, que entre sus mecanismos de selección se encuentra la visita como forma de constatación de información. Lamentablemente los enunciados derechos a la educación y a la vivienda digna caen al vacío con la limitación impuesta en los cupos de acceso, muchas veces avalado por profesionales mediante criterios conservadores de lo observado en la visita.

Visitas a supervisados En procesos de intervención signados institucionalmente por el disciplinamiento de sujetos la visita se presenta como un mecanismo de control de la vida cotidiana. De todos modos, la realización de la observación y el reconocimiento del espacio cotidiano del sujeto que se solicita al profesional del Trabajo Social se pueden llevar a cabo de distintos modos. En los procesos de intervención que están condicionados desde el poder judicial se realizan visitas, que pueden contener la observación de reglas de conducta que determine el juez. En tal caso se trata visitas, en oportunidades con una frecuencia ya estipulada, donde el profesional realiza una supervisión que debe ser informada por escrito. Las visitas son claves en los rumbos que toma la intervención derivada de litigios o conductas calificadas como transgresoras o delictivas para la ley. El patronato de liberados en base a la orden de un juez ejerce la denominada “tutela” sobre una persona a la que se denomina tutelado dentro de esa relación institucional. El patronato realiza la supervisión ya sea citando al tutelado o realizando la visita domiciliaria. El profesional recaba

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información que puede ser transmitida de diversas formas y con distintas finalidades37. Es importante que el profesional no pierda de vista la legitimación del sujeto supervisado, apuntando a mejorar sus condiciones de vida, facilitando el acceso a prestaciones, ya sean de la propia institución o mediante la gestión en otras instituciones. En el caso de las visitas realizadas desde instituciones escolares los motivos de supervisión

más

frecuentes

están

relacionados

con

el

ausentismo.

Si

bien,

institucionalmente suele plantearse como un mecanismo de control, no necesariamente el profesional interviene con esa finalidad. La táctica que desarrolla mediante la visita dependerá de su autonomía profesional, poniendo en juego su marco referencial. Generalmente el ausentismo se presenta en situaciones de pauperización. La comprensión por parte del profesional de las determinaciones simples y complejas del ausentismo escolar deriva en intervenciones de control/disciplinamiento o de reivindicación del derecho de acceso a la educación. Desde este último posicionamiento la supervisión que realiza el profesional apunta a procurar la información necesaria para

gestionar

prestaciones. Es posible que en la visita se realice una escucha atenta, un análisis y reflexión conjunta y que la supervisión tome connotaciones relevantes de asistencia, con la finalidad de mejorar las condiciones de vida.

Visitas a sujetos del entorno vincular La realización de visitas a familiares, vecinos, amigos o parientes por elección38, puede tener muchas motivaciones y plantear objetivos diversos. Dada la impronta que en nuestra sociedad tiene la cobertura de necesidades por parte de la familia, las instituciones procuran que sea en ese entorno donde se resuelva la cobertura de necesidades de la vida cotidiana. Desde instituciones que intervienen definiendo una franja etárea de infancia y adolescencia, frecuentemente se procura establecer redes con personas del entorno vincular que puedan cubrir las necesidades. Del mismo modo, las visitas que se realizan en procesos de intervención donde están involucrados sujetos de la tercera edad que no logran cubrir sus necesidades, se procura establecer o re-establecer vínculos con el entorno. 37

Ver: Artículo de Cecilia Pérez en este texto. Incluimos en esta categoría a aquellas personas que mantienen vínculos por elección pero que no son reconocidos como familiares en términos jurídicos ni se cuenta con un concepto dentro del lenguaje corriente que dé cuenta del tipo de relación. 38

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En muchas ocasiones la visita se encuentra sesgada por la culpabilización por parte del profesional y/o por los sentimientos de culpa típicos de nuestra sociedad en las relaciones

familiares,

provocando

intervenciones

moralizadoras.

Es

importante

comprender que el actual orden social se basa en la división de clases, y que las clases subalternas no deben ser culpabilizadas por no poder cubrir las necesidades de la vida cotidiana con las reglas de mercado. El profesional que se basa en la defensa de derechos no se restringe a una intervención centrada en el entorno vincular responsabilizándolo de la cobertura de necesidades sino que con la información que obtiene en la visita puede realizar gestiones para facilitar el acceso a prestaciones. En tal sentido, la visita puede realizarse para gestionar información apuntando a direccionar las estrategias de intervención. Es frecuente que desde las instituciones escolares se procure identificar formas de apropiación de la vida cotidiana para una mejor comprensión del desempeño del niño en la escuela. Establecer vínculos con los padres de los alumnos y procurar elementos de las historias de vida, sobre las situaciones de migración, las costumbres de origen, el lenguaje, puede aportar a la legitimación de la diversidad cultural a fin de reelaborar estrategias pedagógicas. En procesos de intervención vinculados a tratamientos médicos prolongados, adicciones, salud mental, discapacidad se realizan visitas para reforzar los lazos y brindar información al entorno vincular. La comprensión de las particularidades de una discapacidad, enfermedad y/o un tratamiento requiere de un lenguaje que se modifica en función de retraducir la información médica y/o jurídica. Esta tarea puede comenzar en la institución y continuar en la visita para reforzar esa comprensión mediante la reiteración de los elementos centrales. En estas situaciones, los recursos del profesional de Trabajo Social en cuanto a su formación, conocimientos específicos y el uso del lenguaje adecuado, son centrales en la visita. Visitas territoriales a pobladores Las visitas organizadas territorialmente son una modalidad que procura abarcar a los pobladores de una zona dentro de un partido, departamento o ciudad. Podemos denominar visita territorial a la actividad que comúnmente se realiza “casa por casa”. Es decir, no se trata de ir a un domicilio específico, para dialogar/observar una situación particular, sino en base a la delimitación de una zona se recorren los hogares. Tampoco significa ingresar 85

siempre a la vivienda, frecuentemente la visita territorial se realiza en la puerta del domicilio. Asimismo se puede realizar con la presencia de varios miembros del grupo conviviente que brindan la información. Las visitas a pobladores de un territorio pueden tener la finalidad de realizar un relevamiento poblacional general, apuntar a detectar una franja etárea, relevar la cobertura de necesidades, etc. Esas visitas pueden estar estructuradas en base a un instrumento escrito donde se registra la información obtenida. De acuerdo a los objetivos del relevamiento el instrumento puede ser un cuestionario abierto, una planilla con opciones cerradas o una combinación de ambas. Las características de este instrumento influirán en el tiempo necesario para cada visita y en el tipo de diálogo que se establece. Cuando la institución o dependencia tiene preestablecido un radio de actuación, es posible que existan conocimientos previos de la zona y sus pobladores, y la visita se utilice para informar sobre las prestaciones, para convocar, incentivar la participación, para difundir actividades, etc. La visita territorial también se lleva a cabo desde instituciones que no tienen pre-establecida una zona pero en el marco de campañas de prevención de enfermedades o difusión de un programa determinado, se requiere de ese tipo de organización. La visita se puede desarrollar a fin de llevar a cabo funciones de asistencia y educación, entregando elementos, folletos, cartillas, etc.

Esta aproximación ha intentado aportar elementos sobre distintos actores que pueden ser objeto de visitas por parte del trabajador social. Consideramos que es necesario continuar profundizando en las determinaciones y mediaciones que operan, a fin de mejorar la definición de tácticas y el desarrollo de estrategias. Bibliografía A.A.V.V Trabajo Social en el servicio de justicia. Aportes desde y para la intervención, Bs. As.: Espacio Editorial, 2001. A.A.V.V Trabajo Social Hospitalario. Práctica y quehacer profesional. Bs. As.: Espacio Editorial, 1996. Ander Egg, Ezequiel Diccionario del Trabajo Social. Bs. As: Ed. Humanitas, 1988. Alayón, Norberto Antecedentes del Trabajo Social en Argentina. Cuadernos CELATS. Lima: 1978

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---------------------- Reflexiones sobre metodología en Trabajo Social. En Revista Acción Crítica N° 10. Lima: CELATS, 1981. Dell´Aglio, M. El Trabajador Social perito de oficio en Tribunales de la Capital Federal. Disertación de Maestría en Servicio Social, São Paulo: PUC-SP, 2001 Galper, Jefrry Política social e trabalho social São Paulo:Cortez, 1986 Grassi, E. La mujer y la profesión de asistente social: el control de la vida cotidiana. Buenos Aires: 1989. Heller, Agnes Sociología de la vida cotidiana. Barcelona: Ed. Península, 1977 Iamamoto, M. Servicio social y división del trabajo, São Paulo: Cortez, 1997. Mendoza, Mariela El reingreso de personas con diagnóstico de esquizofrenia: su significado en el tránsito del ingreso a la externación. Tesis de Maestría en ciencias sociales con mención en salud. Bs. As.: FLACSO/CEDES, 2004 Oliva, Andrea Trabajo Social y lucha de clases. Bs. As.: Imago Mundi, 2007 Roteño, Cristina Trabajo Social en APRONOVID. Tesis de licenciatura en Trabajo Social. Tandil: Facultad de Ciencias Humanas, UNICEN, 2003 Tobón, M. et al. La práctica del Trabajador Social - Guía de Análisis. Bs. As.: CELATSHumanitas, 1983. Unsain, Alejandro Manual de Legislación obrera argentina. Bs. As.: Compañía Sudamericana, 1915. URUS-URDA. Contribución a la discusión de Plan de Estudios de la Carrera de Trabajo Social de la Universidad Mayor San Andrés. UMSA 1986-1990. La Paz: URUSURDA, 1988.

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LOS REGISTROS ESCRITOS EN TRABAJO SOCIAL María Cecilia Pérez Introducción Este trabajo ha sido planteado pensando principalmente en los estudiantes que desarrollan su práctica pre-profesional en la Carrera de Trabajo Social de la UNICEN (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires), así como también en los trabajadores sociales en ejercicio. El tema del registro requiere ser re-pensado y re-significado, en función de ello se aspira a abrir un debate en el seno del claustro docente y de los profesionales en ejercicio, en vistas a la pre-ocupación existente en torno al tema, que impone una criteriosa reflexión. Este debate resulta auspicioso para una profesión que por su carácter “interventivo” debe necesariamente fortalecerse a la luz del análisis de sus prácticas. Los registros forman parte del instrumental operativo del trabajo social, entendiendo que este ultimo esta inscripto en la instrumentalidad de la profesión: “Hablar de instrumentalidad del servicio social remite a una determinada capacidad o propiedad que el profesional adquiere en su trayectoria socio-historia, como resultado de la confrontación entre teleología y causalidad...” (Guerra: 2006). Recuperando los aportes de Vañia Reis se entiende que: …la instrumentalidad del Trabajo Social esta dada por la forma en que la profesión se inserta en la división social y técnica del trabajo y cuya racionalidad se produce en las regularidades presentes en las acciones y representaciones de los trabajadores sociales (Vañia Reis, 2002: 3).

El registro en Trabajo Social alude a las diversas modalidades a través de las cuales se documenta y comunica la actividad profesional. Puede efectuarse a través del lenguaje escrito o por medio de recursos gráficos, imágenes, medios visuales auditivos o audiovisuales, en este caso nos abocaremos al tipo de registro escrito, de uso convencional, generalizado en la práctica profesional y pre-profesional e intrínsecamente vinculado a la particularidad en Trabajo Social. En el proceso de la formación de los estudiantes, se prevén desde algunas instancias de la carrera, ciertos contenidos básicos respecto de los registros escritos, sin embargo este ha tenido un papel secundario en el proceso de enseñanza-aprendizaje como proceso de entrenamiento sistemático. En muchas ocasiones cabe advertir que su aprendizaje ha estado ligado a una perspectiva teórico positivista, y por lo tanto entendiéndose como

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elementos previamente construidos, desprovistos de mediaciones y pensándose en el plano de la inmediatez. Tal es así que esto se trasluce luego en el ejercicio profesional, donde por un lado se tiende a no registrar la intervención, o en su contrario a registrarla en modelos de informes preestablecidos por la institución, desconociendo en ambos casos su importancia y cayendo en recurrentes registros burocráticos cuyas finalidades lejos están de contribuir tanto a la sistematización de la intervención como a los actores sociales involucrados. Aproximación a los fundamentos ontológicos de los registros escritos Dada la vinculación de la génesis del Trabajo Social con una necesidad social típicamente capitalista: intervenir en los conflictos oriundos de los antagonismos de los intereses de clases, sitúa y encuadra al trabajador social como profesional asalariado que tiene que vender su fuerza de trabajo, y con ella, un conjunto de procedimientos, de naturaleza instrumental (Netto, 1989 y Guerra, 1995). Siendo esta su lógica de constitución, sus objetos de intervención se vinculan a

una determinada realidad histórico-social y su

substrato material es la realidad social y la cotidianidad de determinados segmentos de la población. Partiendo de este entendimiento, la formación del trabajador social debe estar referenciada al modo de ser, de constitución, del movimiento, de la transformación de la realidad social39. No obstante, explica Guerra existe una disputa ideológica entre las diversa formas de conocer e interpretar la realidad y la hegemonía han sido aquellas corrientes que no extrapolan las evidencias, la forma, la empiria, el dato inmediato, las expresiones de los hechos, fenómenos y prácticas, que no tienen en cuenta las mediaciones, que no asumen la negatividad y que equiparan fenómenos sociales y naturales, y sobre todo que operan con procedimientos abstractos. Este modo de conocer no encuentra respaldo en el modo de ser, de constitución y del movimiento del ser social, sino que se fundamenta en modelos, reglas, formulas y técnicas predeterminadas. La problematización central que históricamente viene constituyendo los desafíos de nuestra profesión, dada su inserción en el orden burgués maduro, refiere a la incidencia del paradigma de la racionalidad formalabstracta, que en cuanto modelo hegemónico peculiar de este orden social, viene ejerciendo predominancia en las formas de ser y pensar del Servicio Social, en las concepciones y prácticas de la profesión, y 39

Se entiende que la realidad social esta constituida en un campo de fuerzas contradictorias que contempla un conjunto de determinaciones objetivas y que solo puede ser aprehendida a partir de las formas más complejas puesta en el modo de aparecer de los hechos , fenómenos, procesos y prácticas sociales, entendidas como formas necesarias de determinados contenidos (Guerra: 1997).

89

consecuentemente, han sido históricamente una mediación en la formación profesional (Guerra, 1997: 3).

La enseñanza dada en la formación acerca de la cuestión instrumental de la profesión y específicamente aquella vinculada a los registros escritos como herramientas que forman parte de los procesos de intervención, suele estar mas ligada a una lógica de racionalidad formal-abstracta que a los fundamentos de la ontología del ser social. Es decir se recuperan los procesos, fenómenos, sucesos a partir de modelos de registro que no contribuyen a superar descripciones aparentes de los hechos. Con esto no se pretende decir que el instrumento de registro determina la lógica de conocer la realidad, pero si, tiende a direccionarla hacia algunos aspectos. Esto se ve reforzado cuando los modelos de informes institucionales y/o socio-ambientales no cuentan ni siquiera con una instancia que contemple el posicionamiento profesional. La expresión más típica se encuentra en los informes socio-ambientales que culminan siendo un mero inventario hogareño40. De todos modos cabe señalar, que aun con estos modelos de informes establecidos, hay profesionales que recrean instancias de dialogo, de reflexión y de crítica de la realidad. Lo que ocurre es que en muchas ocasiones estos procesos de conocimiento se disipan justamente cuando no es posible recuperarlos en forma escrita y ser insumo de nuestra mirada y posicionamiento profesional. Asimismo se tiende a caer en la lógica de la racionalidad formal-abstracta cuando se desvincula la recuperación escrita, el registro, del proceso de conocimiento e intervención. En muchas ocasiones es el mismo profesional que resta importancia al registro y en este sentido solo tiende a sintetizar en forma rápida algunas acciones e información que recaba del proceso, perdiendo así elementos centrales de su intervención que contribuirían a poder analizar el proceso real y que esa re-construcción intelectual sea un recurso para que otro profesional pueda continuar la intervención. La racionalidad formal abstracta trata a los fenómenos y a los procesos sociales como cosas, exteriores, superiores y anteriores a los hombres e independientes de la voluntad de los sujetos. Abstrae los hechos de sus contenidos concretos y al mismo tiempo de las condiciones y de las relaciones que los engendran. De esta forma los registros como instrumentos y fuente de conocimiento que expresan las prácticas de conocimiento de la realidad y de los procesos de intervención,

40

Ver Marcón, O (1997).

90

contribuyen a la elaboración de un conocimiento situacional41 de los hechos, fenómenos, situaciones, para intervenir crítica y efectivamente en los procesos. En este sentido este conocimiento situacional deber ser producto de una aprehensión de la procesualidad, positividad/negatividad, totalidad de los fenómenos, superador de lo fenoménico y lo aparente. La forma de conocimiento, de concepción y explicación de los procesos sociales, repercute en la intervención profesional, ya que los registros escritos se constituyen en una de las bases materiales sobre las cuales el profesional se expresa y se posiciona, y al mismo tiempo, ellos mismos, atribuyen contornos, prescripciones y ordenamientos a la intervención profesional. Hacer la critica a la racionalidad formal abstracta solo es posible si partimos de una racionalidad que sea al mismo tiempo, critica y dialéctica y que busque los fundamentos ontológicos del ser social, ya que ser y pensamiento son instancias diferenciadas de la realidad, con determinado grado de autonomía, pero que mantiene entre si una indisoluble unidad (Guerra, 1997: 4).

Se entiende entonces que la racionalidad que recupera el protagonismo de los sujetos, que busca aprehender los aspectos ontológicos de los hechos, fenómenos y procesos sociales en su lógica constitutiva, que tiene la capacidad de alcanzar los contenidos más concretos, los vínculos, mediaciones y las determinaciones más predominantes de los fenómenos, en tiempos y espacios históricamente situados y que completa el ciclo realizando “el camino de vuelta”, y al hacerlo alcanza el concreto en un proceso de síntesis , se entiende que ésta es la racionalidad critico-dialéctica. Como nos señala entonces Guerra (1997: 5) la discusión sobre la formación del trabajador social no puede prescindir de un análisis crítico de la instrumentalidad del Trabajo Social y de las racionalidades que en ella subyace. En este sentido, se visualiza que las fuerzas productivas, las luchas de clases, la maduración de las contradicciones sociales de diversos órdenes, ponen y reponen desafíos, requerimientos, objetos y formas de operar del servicio social. Los registros escritos inscriptos en el arsenal operativo de la profesión no escapan a la lógica de la racionalidad formal-abstracta y en ese sentido recurrentemente suelen estar determinados por modelos pre-establecidos por la institución y/o alejados de recuperar elementos de la ontología social tanto para el conocimiento como para la intervención.

41

Ver Mallardi M: “Conocimiento Situacional y Practica del Trabajador Social” en este mismo texto.

91

Por lo tanto los registros escritos, tan vinculados al “hacer” de la profesión deben estar ligados a la determinación de finalidades en un sentido amplio, como referencias para la acción, permitiendo esto apartarse de pautas de intervención preestablecidas. Desde esta concepción ontológica del instrumental operativo, el mismo: …no puede se comprendido como elemento previamente construido, que conserva su formato original, entrando cada día en el proceso con la misma forma, pues el se crea, construye y reconstruye en el devenir de la práctica en desarrollo, a partir del complejo de relaciones que se establecen entre el profesional/usuario/institución en contextos sociopolíticos determinados (Vañia Reis, 2002: 5).

En este sentido el instrumental operativo no tiene racionalidad en sí mismo; la dirección política, el interés y las condiciones de realización de la práctica son los elementos que les imprimirán sentido, contenido y validez. Se puede señalar entonces que, por un lado, el carácter ontológico de los registros refiere a las particularidades, especificidades, estructuras, campos de producción, ámbitos de elaboración, actores involucrados que van delineando tanto sus posibilidades de producción y acceso, como su estructura y forma; y al mismo tiempo denuncia, interpela y direcciona un proceso de conocimiento e intervención que refuerza la racionalidad formal abstracta o por el contrario busca otros caminos de conocimiento e interpretación de la realidad a partir de la racionalidad critico-dialéctica.

El registro escrito como instrumento de aproximación y objetivación de la realidad: Su sentido en el aprendizaje El registro escrito es pensado como instrumento y fuente de conocimiento que expresa las prácticas de conocimiento de la realidad y de los procesos de intervención. Asimismo, considerado como herramienta de la formación y/o en el ejercicio profesional, se constituye en fuente de información, en organizador y ordenador de la misma, otorgando elementos para reelaborar tanto en la intervención como en la producción de conocimiento. La escritura debe superar el relato oral y tomando una cita de Marucco, M y Golzman, G.: …sucesivas reescrituras deberían permitir poder separarse de lo hecho, mirarlo “un poco desde afuera” para reconstruir el camino recorrido y así tener una visión global de él, describir diferentes etapas en el transcurso de la experiencia, encontrar posibles explicaciones acerca de lo realizado, señalar nuevas perspectivas que se abren, contextualizar la experiencia en marcos mas amplios... (Apud. Sarrot de Budini, 1996: 6).

92

Al mismo tiempo que contribuye a tomar un grado importante de distanciamiento con el mundo de los hechos y como traducción del “hacer” permite avanzar como primer paso a la objetivación de la realidad. Se entiende que todas las expresiones de registros escritos (cuadernos de campo, legajos, anotaciones, folletos, modelos de informes42, etc.) forman parte del instrumental técnico-operativo de la profesión, siendo este parte constitutiva de la intervención; en cuanto tal es indispensable para el desenvolvimiento de la acción. En oposición a la concepción de procedimientos realizados mecánicamente y sin reflexión, se considera que el instrumental es fruto de una práctica crítica y reflexiva. Esta posición supone que tiene en cuenta la especificidad de una realidad y situación particular, siendo el instrumental parte del accionar cotidiano de los profesionales. Concebirlo de esta forma permite fortalecer las propuestas de trabajo en distintos campos de actuación profesional y asimismo puede ser recreado en el desarrollo de los procesos de intervención entendido fundamentalmente como praxis. El registro escrito entonces, como instrumental operativo, se construye y reconstruye en el proceso de la práctica, a partir de las complejas relaciones que se establecen entre los actores sociales que constituyen el espacio profesional o preprofesional, y se los considera como instrumentos que contribuyen al conocimiento sucesivo y aproximativo de la realidad. A través del registro se recupera entonces la memoria del accionar profesional; se enumeran, describen, categorizan, relacionan e interpretan datos que posibilitan la reconstrucción del entramado de los hechos en los cuales se interviene. Se testimonia la historicidad del proceso, con posibilidad de efectuar cortes para el análisis comparativo y evaluativo de la práctica. Se puede decir entonces, que el registro escrito: 

Constituye un medio de comunicación



Proporciona insumos para futuras investigaciones



Facilita la planificación y organización permanente de acciones



Posibilita la evaluación



Conforma la materia prima de la sistematización

42

Si bien pueden tener cierta relevancia algunos según estén ligados a procesos de formación o a procesos de intervención.

93



Denuncia la intervención profesional (intencionalidad y perspectiva teórica)

Recuperando su importancia, se considera que la formación es la instancia propicia donde deberían darse las primeras experiencias en cuanto a la producción de registros escritos. El ámbito académico permite establecer modalidades en la enseñanza y entrenamiento en la producción escrita, en el marco de un Plan de Estudio y de una sistematicidad de contenidos y expectativas en el aprendizaje según el nivel de la formación que se vaya transitando. Permite desarrollar un entrenamiento sistemático articulado a los procesos de intervención que los estudiantes van transitando durante su formación, ejercicio que muchas veces se ve dificultado (en tiempo y forma) en el ejercicio profesional. La modalidad de Práctica Integrada en terreno, prevista para la formación43, exige considerar la perspectiva de totalidad, historicidad y contradicción para conocer e intervenir en los diversos procesos sociales concretos, con mayor o menor nivel de complejidad,

lo

que

implica

comprender

tales

fenómenos

en

sus

múltiples

determinaciones, en sus conexiones con otros fenómenos y en su relación de mutua determinación con fenómenos de mayor nivel de universalidad, en su procesualidad y movimiento como producto histórico. Es posible y necesario entonces, que desde el proceso enseñanza-aprendizaje y especialmente desde el Taller Internivel, se contribuya a generar en los estudiantes la búsqueda del movimiento de la realidad, la historicidad, las contradicciones; proceso de conocimiento que se considera puede fortalecerse y profundizarse con la práctica y ensayo de la elaboración de registros escritos. En este sentido: la práctica de documentar, hacer anotaciones, profundizar análisis en forma escrita, establecer articulaciones entre fenómenos, no constituye sólo registros anecdóticos y/o descriptivos, sino que brindan orientaciones y direccionalidad en la definición de estrategias de intervención, que enriquecen y pasan a formar parte del proceso de aprendizaje de los estudiantes. Dentro de esta línea de pensamiento la enseñanza y el entrenamiento en la elaboración de registros escritos vinculados a los procesos de intervención, puede pensarse como forma de recuperar información para transformarla luego en herramienta de análisis y fuente de conocimiento capaz de explicar los fenómenos sociales de la realidad a la que

43

Específicamente en la carrera de Trabajo Social de la FCH-UNICEN.

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se enfrenta el estudiante y asimismo factor determinante para establecer el contenido del “sobre que actuar” para transformar esa realidad. En este sentido Margarita Rozas sostiene que …el desafío actual de la formación de Trabajo Social debe proyectarse en dos sentidos: uno referido a una formación básica de calidad que permita transformar la información en una herramienta de análisis y fuente de conocimiento de los hechos sociales que hoy se expresan de manera compleja y otro referido a una formación profesionalizada capaz de transformar dicha información en la explicación de la cuestión social… (Rozas, 2001: 23).

Esto permite entonces que el estudiante pase de ser un espectador registrante en su cuaderno de campo, a reconocerse como actor relevante en la construcción de su propio quehacer. Permite además, que se vea interpelado al momento de interpretar los hechos y esbozar una opinión personal que más tarde se convertirá en opinión profesional en los, por ejemplo, informes sociales institucionales. Coincidiendo con Sarrot de Budini se entiende que: …los registros son los progenitores de los informes, pues constituyen una materia prima importante para generarlos. Los informes que incluyen datos objetivos de registros rigurosamente realizados, se validan a si mismos, pues fundamentan desde que plataforma fáctica se infieren las apreciaciones, conclusiones, prescripciones (Ibíd., p. 6).

Lo que nos permite la práctica de registrar en forma escrita, como práctica metodológica de conocimiento de la realidad, es el movimiento de lo abstracto a lo concreto, buscando las múltiples determinaciones, articulaciones y mediaciones entre los fenómenos. Claro que con esto no se esta planteando que la sistematización y análisis situacional

de la práctica inmediata que vayan a hacer los estudiantes sea “teoría”,

perdiendo así la perspectiva de totalidad. Al respecto C. Montaño (2000) plantea: …cada uno, conocimiento teórico y situacional, tiene funciones y espacios propios de producción, y responden a necesidades diferentes. En el ámbito interventivo, la producción de conocimiento teórico (científico) casi no es posible ni necesaria, en esta actividad es fundamental la apropiación de la teoría, como recurso explicativo de los procesos sociales, y la elaboración de conocimiento situacional (del diagnostico y de las técnicas de intervención)… (Montaño: 2000, p: 19).

El registro, lo escrito, nos ayuda a ir explicitando de manera cada vez mas clara los supuestos que están dando “vuelta sobre nuestras cabezas”.

95

Cuando releemos lo escrito, podemos “hacer conciente” los enunciados teóricos que nos estuvieron guiando, aun sin saberlo, nuestra mirada. La teoría actúa como filtro de aquello que vemos y oímos pero recién podemos ver esta mediación cuando contrastamos lo registrado con la teoría. Es por esta relación “ida y vuelta” entre el registro y la teoría que nos plantemos al registro, no solo como el primer paso de la objetivación sino también como un nivel de análisis (Rosato A., 1997: 20).

Teniendo en cuenta la práctica barrial/comunitaria y práctica institucional, en ambas instancias se espera que el estudiante entrene habilidades de observación, indagación, descripción, análisis y reflexión, que irá “refinando” durante el proceso de formación en su transito por los distintos niveles. Estas habilidades contemplan un momento inicial, que luego se deberán ir focalizando hacia propósitos y aspectos mas acotados. Los registros escritos permiten ir haciendo esas sucesivas aproximaciones a la realidad y contribuirán a definir los distintos objetos de intervención, desvendando la esencia de los fenómenos que permitirá ir definiendo y recreando las estrategias de intervención en la realidad. Ahora bien, como plantea Sarrot de Budín (1996: 5), “si las observaciones no se van acotando, se permanece ingenuo, entrampado en el acontecer, sin objetivar ni reflexionar sobre los procesos que van teniendo lugar en el ámbito institucional o comunitario...” Un punto importante

para ir transformando las observaciones, indagaciones y

descripciones, es poner cuidado e ir modificando las formas de registrarlas. Asimismo los diferentes tipos de registrar los sucesos y procesos, contribuyen como base para la planificación de las intervenciones, la elaboración de informes sociales y desarrollar ejercicios de análisis sobre la realidad en la que actúa: …el alumno es portador de una total amplitud de mira “indiscriminada, sólo la primera vez, luego es el docente el que debe guiar en la modificación de la forma de observar, indagar y describir, y consecuentemente en la forma de registrar, en los sucesivos contactos con el ámbito de la práctica (Ibíd., p. 5).

En este sentido la recuperación escrita de los sucesos de la práctica, de las intervenciones, de las indagaciones y observaciones forma parte de la reconstrucción de la realidad por vía del pensamiento, proceso que se debe darse en forma diferenciada en los distintos niveles de la formación.44

44

Ver Oliva, Gardey y Pérez ( 2000)

96

Retomando los registros mayormente utilizados en el ámbito de la formación y teniendo en cuenta la inserción gradual en la práctica en terreno de los alumnos y la apropiación diferencial tanto de las herramientas teóricas como metodológicas, se propone una modalidad de entrenamiento de las formas básicas de registro escritos por nivel e internivel. En los distintos momentos de la formación los alumnos van “refinando” y complejizando los análisis y reflexiones respecto de los fenómenos sociales a los que se enfrentan y también así podrán ir registrando diferenciadamente en forma escrita la información y el proceso de la intervención. Sin caer en una propuesta “etapista” de aprehensión de la realidad, se propone una modalidad de entrenamiento en registros escritos de acuerdo al nivel de formación45. Entendiendo que si bien no existe “una forma” de registro, sí es posible establecer ciertos criterios para su producción que contribuyan a dar cuenta de la compleja realidad en la que se interviene. La propuesta contempla el registro tanto de las actividades planificadas como de lo no planificado, refiriéndome a estas últimas como a todo aquello que sin una planificación acontece en los procesos de intervención y que se considera importante. En general el registro escrito documenta las instancias de investigación y/o intervención, tales como observaciones, entrevistas, gestiones, visitas domiciliarias, reuniones grupales, asambleas comunitarias, en el cual se da cuenta de los hechos acontecidos, consignando según los instrumentos de registro dónde, cuándo, y cómo sucedieron y qué actores sociales intervinieron, etc.



Cuaderno de Campo

Son los registros en cuaderno individual por cada estudiante en el que se documentan tanto actividades planificadas como no planificadas. Es un recurso escrito que se recomienda ser utilizado durante el primer y segundo nivel de la formación. Teniendo en cuenta que los alumnos de primer nivel se encuentran en un momento de indagación de la realidad, su acercamiento al Centro de Prácticas no siempre esta dado a partir de una actividad planificada y especifica. Lo mas recurrente en este primer periodo de contacto con la realidad barrial es que “observen” esa realidad. El cuaderno de campo, es un archivo documental que puede ser de mucha contribución en este momento de inserción. En el se vuelcan registros ocasionales (no 45

Se toma como referencia Instructivo para la Elaboración de registros e informes. UBA, 1995.

97

planificados) que dan cuenta de observaciones de acontecimientos, hechos puntuales, discursos, y otras descripciones (ambientales, personales) obtenidas durante el ejercicio de trabajo de campo. Contribuye a: 

documentar en forma rápida la información



documentar la experiencia que se acumula en la etapa de inserción



entrenar al alumno en la observación y registro sistemático, mejorando su capacidad de observación y comprensión del medio en el que actúa.

Recomendaciones para su elaboración:





fecha



lugar



informante (en caso en que corresponda)



situación (ubicación situacional de la observación producida)



descripción de los sucesos observados



comentarios

Informe de Actividad

Es un registro individual en donde se documentan las actividades planificadas y llevadas adelante con una especificidad particular de documentación de los sucesos. Es un recurso escrito que se dirige a estudiantes de segundo, tercero y cuarto nivel. Es el registro descriptivo y analítico de las acciones planificadas por el estudiante, que reconstruye objetivamente los acontecimientos. Implica un desarrollo cronológico de los episodios, una recuperación el discurso y actuaciones no verbales de los actores, las intervenciones profesionales, y el contexto ambiental, temporal y cultural de los procesos producidos durante la situación documentada. Contribuye a: 

reorientar acciones



analizar el desarrollo de los procesos



enriquecer evaluaciones y contribuir a un proceso de sistematización de la práctica

Recomendaciones para su implementación: 

Imponer un carácter “totalizador”

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recoger las expresiones tal como se dijeron y los hechos tal como sucedieron



realizar contextualización y cronología apuntando a reelaborar el registro de la observación considerando el contexto de la situación (lugar, participantes, roles), la secuencia cronológica, contextualización de los enunciados verbales; diferenciando roles preestablecidos, y las descripciones no verbales.

Es importante trabajar en la objetividad del documento, no significando esto que se aparten las descripciones, adjetivaciones e interpretaciones; en todo caso se recomienda enunciarse en un apartado diferente. Puede contener contribución testimonial, consignando en forma textual discursos de opinión, interés o reflexión. Recomendaciones para su elaboración: 

tipo de situación documentada



fecha y Lugar



participantes (discriminando funciones y actores)



objetivos de la actividad



recursos utilizados



instrumentos y tácticas utilizadas



desarrollo de la Actividad (reunión, entrevista, visita domiciliaria, etc.)



observación y análisis



plan de acción mediato o inmediato (según se considere necesario)

Respecto a la sistematización y documentación, como otro eje en la organización del taller, se consideran todos aquellos instrumentos de registros escritos que hacen a la recuperación de las intervenciones y que se convierten en recursos46 para la organización y funcionamiento del taller. Los instrumentos que pueden contribuir en este aspecto son:

● Crónicas: consiste en un registro que se documenta en forma rotativa, principalmente por los estudiantes de segundo y tercer nivel y que recupera los temas trabajados en cada espacio de encuentro del taller, las conclusiones arribadas, la organización de las actividades, etc. La crónica se lee a comienzo de cada 46

Según Oliva (2003) los recursos escritos son “fuentes informativas”, que en este caso producen los alumnos y que pasan a formar parte de los elementos con que trabajan tanto ellos mismos como otros estudiantes de la Carrera.

99

encuentro de taller y funciona como disparador y organizador de la tarea. Se considera oportuno que el registro se realice directamente en cuaderno (sin tipear) como forma de entrenamiento en tiempo real. Asimismo se sugiere que el estudiante recupere hacia el final de la misma algún tipo de articulación con conceptos-categorías que este trabajando en otras instancias de su formación.



Planificación Cuatrimestral: es un documento escrito que se realiza en grupo internivel por ejes o proyectos de intervención donde se recupera una planificación general de actividades, objetivos generales y específicos, cronograma de actividades y recursos.



Auto evaluación individual: es un registro individual que apunta a ser trabajado por los estudiantes de segundo, tercer y cuarto nivel para autoevaluar el propio desempeño y aprendizaje. Se recomienda implementarlo al finalizar el año a partir de los siguientes aspectos: 

asistencia a Taller



tiempo y dedicación destinado al Centro de Prácticas (responsabilidad, concurrencia al barrio, participación en diferentes actividades y proyectos)





competencias, habilidades y saberes para la intervención



producción Escrita



aspectos que se reconocen como aprendizajes



aspectos que se reconocen como dificultades



espacio abierto para agregar lo que se considere pertinente

Evaluación Anual: es un documento realizado en grupo internivel por Eje de Intervención/Proyecto y que se construye en base a tres consignas que recuperan las intervenciones desarrolladas durante el año, conceptualizando actividades, identificando logros de acuerdo a objetivos y recuperando líneas de intervención a seguir. Ejes que guían la Evaluación: 

actividades realizadas (identificando funciones de asistencia-gestión-

educación) 

servicios brindados a la comunidad

100

 ●

Logros y Dificultades de acuerdo a objetivos

Archivo Documental: es un registro escrito y visual que se realiza durante el año por proyecto o eje de intervención. En el se incorporan proyectos, planificaciones grupales, informes de evaluación, informes de gestiones en instituciones, recortes periodísticos, cuestionarios, encuestas, fotografías, materiales de difusión, mapas, informes de reuniones con pobladores, informes de reuniones con referentes institucionales, etc.

● Producción Taller Nivel: Son las producciones anuales presentados y trabajadas desde la instancia del Taller Nivel, que constituyen registros escritos de evaluación para el Taller Internivel. Retomando la categorización sobre los recursos de la intervención profesional que realiza la Dra. Andrea Oliva (2003), podríamos decir, desde esta óptica, que estos registros como recursos escritos, se convierten en recursos del profesional, traspasando el nivel de la formación hacia el campo laboral, cobrando una significación diferente, ya no como un simple legajo, informe o anotación, (solo para la institución o para el docente en el ámbito de la formación) sino como insumo imprescindible en el quehacer profesional. El registro escrito como recurso en la intervención profesional Considerando que para desentrañar el desarrollo de estrategias en la intervención profesional, es necesario comenzar haciendo un análisis de los recursos; se parte de entender a los mismos como condiciones objetivas que están determinando la práctica profesional. En este sentido A. Oliva señala: …el desarrollo de estrategias de intervención no esta determinado únicamente por el posicionamiento del trabajador social, ni por la dirección política de la institución, ni por los usuarios, sino por una compleja y dinámica relación que esta determinada por diversos recursos, mediados por una articulación que se condensa en el arsenal operativo en un momento histórico determinado (Oliva, 2002: 8). Tal como lo plantea Oliva, los trabajos escritos proporcionan recursos al trabajo intelectual a través de dos clases cualitativamente diferentes, por una parte tenemos los recursos teóricos; y por otra, una serie de fuentes informativas como artículos, ponencias, censos, registros y material documental entre otros. Ahora bien, para entender los registros escritos como recursos en la intervención, hay que considerar su función en el proceso de intervención como insumo imprescindible 101

en el quehacer profesional y direccionador de nuestras acciones, como así también considerarlo en la trama de relaciones que se dan entorno a su producción y acceso. En los registros escritos propios del Trabajador Social, es decir aquellos que produce en su quehacer profesional, median las condiciones de producción, mientras que en los registros escritos a los que acude el Trabajador Social (producciones de otros actores profesionales, recursos escritos de las propias instituciones empleadoras u otras) median las condiciones de acceso y disponibilidad. Si se reconoce entonces que los registros escritos que produce el Trabajador Social se constituyen en recursos de la propia intervención, entonces cabe analizar en que condiciones de producción se realizan, por ejemplo con que

insumos indispensables

cuenta para llevarlos adelante, el tiempo que requieren en sus más diversas modalidades, los requerimientos institucionales respecto a ellos, etc. Es decir, la producción de registros escritos no esta determinada únicamente por la voluntad del trabajador social, sino que hay diversos condicionantes en la posibilidad concreta de su materialización. Con esto quiere señalarse que las producciones de los registros escritos en los procesos de intervención son parte de una serie de “mediaciones47”. De esta forma los determinantes del instrumental operativo, durante el proceso de intervención, están caracterizados por ser de índole política, social e institucional y son ellos los factores que determinan las mediaciones y que atraviesan a los registros escritos en los diferentes campos de actuación. Muchas veces la propia práctica cotidiana obstaculiza la fijación, evocación y posterior procesamiento de los datos receptados. Los tiempos institucionales que median el ejercicio profesional, las tareas requeridas, los recursos disponibles y las demandas muchas veces retrasan, encuadran, dificultan o en muchos casos anulan las posibilidades de llevar adelante un ejercicio de registro. Ahora bien, el Trabajador Social no solo produce registros escritos sino que también se vale para su intervención de otros registros ya elaborados, los cuales pueden estar o no a su alcance. En este sentido Oliva plantea las condiciones de asequibilidad e inasequibilidad de los recursos, en relación a su condición de ser conseguidos o no en la intervención profesional: 47

“…la categoría de mediación no significa una practica de solución de conflictos, una intermediación entre partes en litigio con relación a la familia, a la escuela, a la comunidad, etc. como ha sido utilizada por muchos autores (…), sino una categoría ontológica, mejor dicho, un modo de ser de la realidad social, ya que lo real es constitutivo y constituyente de mediaciones (Guerra 2007).

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…los recursos son asequibles cuando están disponibles o se pueden obtener para la intervención, siempre teniendo en cuenta ciertas condiciones, y en un momento determinado. Decimos que los recursos son inasequibles, cuando aun teniendo existencia real, no están disponibles o en condición de ser conseguidos, ya sea por las determinaciones generales dentro de un orden social, ya sea por las determinaciones particulares de la práctica profesional. La noción de recursos inasequibles nos sirve para definir, en términos de intervención, aquello de lo que no podemos disponer para un fin especifico y en un momento determinado. (Oliva, A. 2002: 38)

No todos los registros escritos que puede necesitar un profesional en la intervención están siempre disponibles. Respecto a algunos su circulación puede ser muy restringida, otros exigen ciertas condiciones de acceso respecto a su uso, hay registros escritos a los que sólo se puede acceder en un determinado marco institucional (legajos judiciales, escolares, etc.). También y además del material editado e impreso en papel, otra vía de acceso es la virtual, donde se encuentra una variada gama de registros escritos. Aun así cabe señalar en algunos casos su acceso se encuentra restringido por un costo monetario y además porque si bien el acceso a internet se ha extendido en los últimos años, aun no esta al alcance de la mayoría de los trabajadores sociales insertos en las instituciones. Los registros escritos mayormente producidos por los trabajadores sociales son distintas fuentes informativas que se presentan bajo ciertas modalidades: informes socioambientales, informes de seguimiento de caso, legajos, proyectos, cartillas, folletos, formularios para el relevamiento de datos, informes de visitas domiciliarias, cuadernos de comunicaciones, actas de reuniones, anotaciones, registros de reuniones, etc. De todos modos cabe señalar un aspecto importante y es que no siempre media la producción del profesional en lo que respecta al diseño del instrumento de relevamiento, tal es el caso, de los informes socio-ambientales, encuestas y registro de intervenciones entre otros. Muchas instituciones demandan y hasta adelantan formularios de informes que denominan como “ambientales” o “socioeconómicos”. Desde aquí puede intuirse que el informe entonces, puede articularse, y así funcionar con facilidad a la dinámica institucional y al esfuerzo por alcanzar sus objetivos y burocratizarse al punto de constituirse en recurso solo para la institución. …el informe es un instrumento de gran relevancia dentro del Trabajo Social ya que en el mismo quedan reflejadas las evaluaciones que hacemos, los lineamientos que establecemos para cada situación particular y que denotan nuestra ideología de trabajo. Sin embargo en ocasiones es visualizado como mero tramite administrativo o como formalidad dentro de un encuadre institucional… (Facciuto, s/f).

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Respecto al informe es necesario establecer algunas particularidades como forma de registro escrito. Es decir, cuando el registro se constituye en informe, toma una connotación particular, cobrando una significación diferente, ya que se convierte en recurso escrito destinado a otro actor social (Juez, Directivo, Coordinador de un Área, Funcionario Público, entre otros.) constituyéndose como producción dentro de un encuadre institucional que tendrá implicancias concretas sobre los usuarios de esa institución. El informe en forma recurrente esta vinculado a un objeto de intervención y su producción estará entonces estrechamente ligado al problema de la construcción de la trama conceptual que es el “objeto de intervención”. Los informes recorren instancias de decisión y en este sentido se debe tomar los recaudos necesarios para expresar las evaluaciones que se realizan con la mayor objetividad posible, no desconociendo que esta evaluación tiene una direccionalidad, un posicionamiento, una base ideológica y seguramente determinará una acción sobre las personas involucradas. Es necesario revelar la dimensión política del fenómeno de informar, al menos el que toma en nuestra profesión, superar el informe “inventario” y comenzar a revertir aquellos informes instituidos que impulsan una idea, una representación social de lo que un trabajador social deber ser. De la misma manera pueden analizarse todas las expresiones de registros escritos que aunque no se constituyan en informes suponen decisiones y en muchos casos “arbitrariedades” del propio profesional. Los legajos, los registros de reuniones, las anotaciones también presumen interpretaciones, explicaciones y recortes de la realidad, en este sentido cuando el profesional registra, resalta, destaca, opaca u oscurece ciertos elementos de la realidad en la que interviene. La emisión de juicios e interpretaciones atraviesa la producción de registros y estos en sus múltiples modalidades expresan tanto una visión objetiva como subjetiva … todo enunciado es valorativo. El informe social es fruto de la interpretación de la realidad que lleva a cabo el profesional ya que en esa lectura están presentes concepciones de todo tipo, de sociedad, de sujeto, de Estado, atravesada por la historia particular de cada profesional. Es decir los informes sociales son producto de las construcciones subjetivas en un momento históricamente determinado... (Gallego, D. 2008: 78).

Del informe, del “diagnostico” situacional, del “inventario” y posterior apreciación de los hechos explicitados que el trabajador social elabore, puede depender la adjudicación

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o continuidad de una prestación a un usuario, la restitución o el cercenamiento de un derecho, la prosecución de un proyecto, es decir que su confección y elevación puede tener trascendencia relevante para la población objeto de atención. En este aspecto es donde el Informe deja de ser un mero documento escrito pasando a constituirse en instrumento fundamental de la vida de la persona o grupo asistido o beneficiario. Las decisiones que se tomen o surjan a partir de la interpretación de él por parte de terceros afectarán la cotidianidad de las mismas o inclusive pueden cambiar sus historias. Esta situación en ocasiones no es considerada importante por el Trabajador Social, el cual imbuido en el quehacer, le resta importancia a la elaboración del informe para depositar todo su profesionalismo en el trabajo que realiza en el campo con otros. Recuperando entonces el carácter ontológico de los registros escritos no se puede decir que exista “un informe” en trabajo social, de esta forma estaríamos anulando las distintas expresiones y modalidades que pueden tomar en los distintos procesos de intervención y nuevamente caeríamos en la idea de que el mismo esta previamente construido para ser “aplicado” a cualquier situación. Desde la concepción a la que se adhiere podríamos decir, por el contrario, que existe una diversidad de informes de acuerdo a sus finalidades concretas y según el campo de actuación. Asimismo y considerando que son únicos e irrepetibles, es probable que se puedan establecer características comunes que se definen a partir de y en relación a los objetivos que se proponen48. A continuación se describen algunos aspectos centrales de los registros escritos de uso corriente en la intervención: Folletos: constituyen una fuente informativa destinada básicamente a los usuarios de la institución aunque también puede ser de utilidad hacia otros actores sociales. Son precisos y concisos en su información, pueden incorporar imágenes y son de entrega al usuario. Pueden informar acerca de las prestaciones institucionales y en su producción no siempre interviene el Trabajador Social. También pueden ser fuentes informativas realizadas por el profesional para reforzar cierta información que se considere importante. Generalmente va acompañado de una transmisión en forma oral y a veces puede estar acompañada de la entrega de una prestación. Legajos: son registros escritos cuya producción es sistemática en función de un “caso” en el que se intervenga. En el se registran en forma cronológica todas las acciones llevadas adelante (entrevistas, visitas domiciliarias, gestiones, etc.). Los legajos tienen la 48

Ver categorización que propone Gallego, Daniela (2008).

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particularidad de ser inasequibles para el usuario, es decir son registros escritos de los que disponen solo algunos actores sociales (generalmente otros profesionales con los que se trabaja) y a los que se accede dentro del encuadre institucional. No están al alcance de los usuarios aunque la mayor información que contienen los involucra directamente. Anotaciones: son registros ocasionales o periódicos de las acciones diarias, que generalmente se registran en cuadernos personales. Son asequibles solo para quien los registra ya que institucionalmente no se accede a ellos. De todos modos suelen contribuir a la producción de legajos, informes o evaluaciones escritas. Modelos de informe: son distintos tipos de planillas que debe completar el profesional con diversos fines. En su mayoría son elevados a otros actores y en función de ellos se dispondrá alguna decisión. Por ejemplo: otorgamiento de una prestación, medidas de internación, otorgamiento de subsidio, citación, etc. Registros de reuniones: son crónicas realizadas en el marco de reuniones que se mantiene dentro de la institución o por fuera de ella con profesionales o usuarios. En el primer caso generalmente se establece entre los participantes quien será el registrante y posteriormente a su elaboración suele socializarse entre los participantes. Asimismo suelen volcarse en legajos si refieren a procesos de intervención con un “caso”.

De lo desarrollado hasta aquí, que no es mas que un intento de colocar el tema del Registro en discusión, se desprende que los Registros Escritos ocupan un lugar destacado tanto en la formación como en el ejercicio profesional permitiendo una reflexión permanente sobre la acción y una ruptura con procesos de burocratización. Acordando con Cristina Melano debe ser una herramienta estratégica de intervención y entenderse que el registro no es simplemente un instrumento de la investigación y la acción: depende de para qué y cómo lo utilicemos. Particularmente el informe como registro escrito recurrente en el ejercicio profesional, es una fase substancial de la intervención y producirlo no es cumplir con una parte burocrática o accesoria de la tarea profesional. En este sentido el informe debe integrar dinámicamente las dimensiones teórico-epistemológica, teórico-metodológica, operativa-instrumental y ético-política. Se entiende que la profesión como un todo inmerso en la dinámica de los procesos sociales, necesita acompañar el movimiento, las alteraciones, las modificaciones que se operan en la sociedad. La razón dialéctica y la perspectiva ontológica pueden contribuir en este camino ya que desde ellas

la realidad se comprende antes, simultáneamente y

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posteriormente a las determinaciones del método, siendo este último producto de la relación sujeto-objeto, y no su causa, su punto de partida. En este sentido comprender que los registros escritos utilizados en el ámbito de la formación tanto como aquellos ligados directamente a la intervención, no se corresponden a modelos únicos y preestablecidos, sino que son productos de la dinámica de la realidad y de un proceso de praxis social. Recuperar su particularidad reside justamente en su singularidad, en su carácter irreplicable y único, como un instrumento propio de un espacio y tiempo determinado. La razón dialéctica permite la reconstrucción intelectual del proceso real que se vuelca por escrito superando la inmediatez del conocimiento en dos niveles: 

un conocimiento que va mas allá de la apariencia inmediata, que se pregunta sobre “el para que”, que se preocupa en las implicancias acerca de los medios escogidos como así también las implicancias acerca de la elección de los medios y sus finalidades; y



un conocimiento que va mas allá de su utilización inmediata, que no se restringe solo a lo meramente instrumental; por el contrario, que partiendo de lo empírico y mediatizado por la razón dialéctica busca reproducir en el nivel del pensamiento la lógica de constitución de los fenómenos y los procesos reales de la manera mas aproximada posible. Esta “otra” racionalidad puede superar la dimensión eminentemente instrumental

de los Registros Escritos, respondiendo de manera crítica consciente a las demandas que le son puestas, alcanzando la competencia técnica y política necesaria para el avance de la profesión en sus diversas dimensiones. Por ser capaz de iluminar las finalidades profesionales, permite la elección de procedimientos tácticos y ético-políticos, dentro de las estrategias de intervención profesional más adecuadas al alcance de sus finalidades. Se vuelve necesario así, que desde la formación se entrene fuertemente en la producción de registros escritos, que se recreen instancias de reflexión y análisis superadores de las sucesivas aproximaciones que los estudiantes van transitando en el conocimiento dinámico de la realidad y se tome conciencia de los grados de implicancia de los mismos. Resulta imperioso entonces que en los procesos de intervención profesional se encuentren respuestas metodológicas y se diseñen instrumentos acordes a los marcos teóricos desde los cuales abordamos nuestros objetos de intervención. Lejos de establecer “recetas” para la práctica de registrar, se cree pertinente que

el trabajador social encuentre en sus campos de intervención los

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instrumentos de documentación más apropiados para los objetivos que se propone y que resulten operativos en su práctica. Para finalizar y parafraseando a C. Melano (1992) interesa que el registro no burocratice ni inhiba la acción, por el contrario, que dé cuenta de las problemáticas abordadas, defina las categorías de análisis utilizadas y los procesos implementados desde una perspectiva teórica-ideológica: ni teórica desideologizada, ni ideologizada y carente de teorización.

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LOS “INFORMES SOCIALES” EN LOS PROCESOS DE INTERVENCIÓN DEL TRABAJO SOCIAL

Daniela Gallego Introducción Las reflexiones contenidas en este artículo fueron extraídas de la tesis de grado, “Los ‘informes Sociales’ en los procesos de intervención del Trabajo Social”49. Cabe destacar que un primer momento de éste trabajo de investigación consistió en analizar producciones teóricas relativas al tema postulado desde diferentes enfoques, a partir de lo cual permitió, simultáneamente, su problematización en los distintos espacios de intervención. En esta instancia se pretende hacer una síntesis recuperando las ideas centrales y, por lo tanto, las conclusiones a las que se arribó en dicho trabajo de investigación. El estudio en torno a los informes sociales en los procesos de intervención profesional se basó en diversos aportes de una de las corrientes de discusión marxista del Brasil, en donde se inscriben: J. Paulo Netto, Marilda Iamamoto, Vania Reís, y Yolanda Guerra. La intención en éste trabajo de investigación no ha sido elaborar modelos o propuestas predefinidas sobre cómo hacer un informe social. El objetivo general propuesto en el mismo fue identificar elementos que caracterizan a los informes sociales en el proceso de intervención profesional, fundamentados bajo una perspectiva ontológica, con el fin de aproximarse al tema desde una visión crítica. Con esta misma lógica la metodología utilizada no fue definida apriorísticamente, sino que se analizó críticamente las producciones teóricas existentes y se articuló a dicho análisis, desde una perspectiva de totalidad, las reflexiones en torno a la estructura y dinámica actual de los informes sociales en los procesos de intervención profesional. Por un lado, las fuentes primarias utilizadas en el trabajo de investigación correspondieron a los testimonios de profesionales de Trabajo Social recabados en distintos campos de actuación de la ciudad de Tandil; e informes sociales recopilados a partir de los vínculos establecidos con las Trabajadoras Sociales entrevistadas. La información fue recabada desde el mes de junio hasta agosto de 2007. En la elección de los entrevistados, se buscó la heterogeneidad en: áreas de trabajo, lapsos de experiencia y formación profesional, inserción en espacios institucionales públicos estatales y no estatales. Las áreas que se 49

Presentada en la licenciatura de Trabajo Social de la FCH-UNICEN, 2008.

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tomaron fueron: educación (Escuelas EPB, ESB y jardín de infantes), niñez y adolescencia (centros de días y pequeños hogares), salud (centros de salud), asistencia (centros comunitarios, y centros de asistencia dependientes de la Iglesia Católica), Discapacidad (centros de días de carácter no estatal), y ONG que trabaja con emprendedores. Cabe aclarar que se realizaron 19 entrevistas en total en los distintos espacios de intervención mencionados. Instrumentalidad del Trabajo Social e Instrumental Operativo En principio, para introducirnos al tema y reflexionar en torno a los informes sociales en los procesos de intervención del Trabajo Social, fue necesario recuperar una categoría que Yolanda Guerra define como “la instrumentalidad del trabajo social”, relacionada a otra categoría que la misma autora concibe como “instrumental operativo”. Este análisis permitió entender como se constituye históricamente la profesión permitiendo identificar aquello que determina la elaboración de los informes sociales en las prácticas actuales de las/los Trabajadoras/es Sociales. En este sentido Yolanda Guerra plantea que dado el contexto de reproducción del “orden burgués”, y por la modalidad socio-histórica que se presenta en el abordaje de la cuestión social, el Estado necesitará un “conjunto de prácticas”, diversas profesiones e instituciones, para alcanzar los fines económicos y políticos de distintas coyunturas socio-históricas. La intervención del profesional se materializa en las instituciones de carácter público y privado, a partir de las cuales las políticas sociales se implementan, y se concretizan a través de planes o programas impulsados por el Estado. Las políticas sociales en la actual coyuntura, según Yolanda Guerra, se caracterizan por ser “focalizadas, sectorizadas, fragmentadas, atomizadas, formalistas, abstraídas de contenidos (políticoeconómico) concretos.” (Guerra, 2000: 18-19). Afirmando que precisamente su carácter fragmentado y abstracto de contenidos expresan su limite a partir del cual no rompen con la lógica capitalista, sino que, según la misma autora, “se tornan formas racionalizadoras e instrumentales de la resolución inmediata de los problemas sociales” (Guerra, 2000: 19). De modo que se puede afirmar que el Estado utiliza las políticas sociales como instrumento para el servicio del capital. Al conocer lo que particulariza a la profesión permite resignificar a los informes sociales, a partir de entender la instrumentalidad del Trabajo Social desde su carácter

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socio-histórico. Por lo tanto Yolanda Guerra plantea que la instrumentalidad se debe aprender como: ...un conjunto de condiciones que el profesional crea y recrea en el ejercicio profesional y que se diversifica en función de un conjunto de variables tales como: espacio socio-ocupacional, el nivel de calificación de sus profesionales, el proyecto profesional y societario hegemónico, y la correlación fuerzas sociales, entre otras (Guerra, 2000, 20).

Siguiendo este razonamiento Vania Reis a partir del análisis que realiza Yolanda Guerra sobre instrumentalidad, establece que este concepto responde aquello que le otorga “legalidad frente a otras totalidades parciales y define las particularidades y especificidades de la profesión”. En este marco ...la instrumentalidad se entiende como categoría constitutiva del ser social, que incorpora el modo de existencia y conciencia de los hombres en la sociedad capitalista y que, por esto, posee una racionalidad. La instrumentalidad del Trabajo Social, esta dada por la forma en que la profesión se inserta en la división social y técnica del trabajo y cuya racionalidad se produce en las regularidades presentes en las acciones y representaciones de los trabajadores sociales (Moura Reis, 2002: 3).

Según Yolanda Guerra la instrumentalidad del Trabajo Social, concebida como capacidad/ propiedades históricamente construida y reconstruida por la profesión, se puede pensar en tres niveles: el primero tiene que ver con “la función del proyecto reformista burgués”, a partir del cual la instrumentalidad de la profesión se somete como instrumento de control para un fin concreto que responde a la manutención de la reproducción de la fuerza de trabajo, contribuyendo de esta forma a “la reproducción de la racionalidad del sistema capitalista.” (Guerra, 2000: 24). El segundo nivel se refiere a la peculiaridad que adquiere el instrumental operativo frente a las demandas de los usuarios, caracterizándose por manipular instrumentos con el fin de intervenir en acciones inmediatas. Según la autora estos dos niveles responde a una razón instrumental manipuladora y subjetivista, que responde a los dos padrones de racionalidad burguesa: eficacia y eficiencia. Y por último el tercer nivel que señala la autora es entender la instrumentalidad como “mediación que permite el pasaje del análisis microscópico, genérico y de carácter universalista a las singularidades de la intervención profesional, en contextos, coyunturas y espacios históricamente determinados.” (Guerra, 2000: 23). La relación entre instrumentalidad y el instrumental operativo por ejemplo puede estar dada por la lógica de reproducción de la racionalidad formal abstracta en la implementación de los distintos instrumentos. En este caso puede ser que el informe se lo

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piense con la finalidad de control en las prácticas cotidianas de los profesionales, y a su vez que ese informe social individualice/personalice las manifestaciones de la cuestión social, y por lo tanto la respuesta del profesional este circunscripta en la inmediatez de las demandas, desvinculada totalmente de intereses colectivos. Aquí afirmamos que en este trabajo de investigación el instrumental operativo se entiende a partir de estar inscripto en el tercer nivel señalado, ya que a partir del mismo se trata develar lo que define Yolanda Guerra como “dimensión crítico emancipadora” en la creación y recreación de los instrumentos, en este caso los informes sociales en las prácticas del profesional. En este sentido se entiende al instrumental operativo como parte de la intervención del profesional que, en cuanto tal, es indispensable para el desenvolvimiento de la acción. En oposición a la concepción de procedimientos realizados mecánicamente y sin reflexión, se considera que el instrumental es fruto de una práctica crítica y reflexiva. Esta posición supone que tiene en cuenta la especificidad de una realidad y situación particular, siendo el instrumental parte del accionar cotidiano de los profesionales, concebirlo de esta forma permite fortalecer las propuestas de trabajo en distintos campos de actuación profesional. Por lo tanto se sostiene desde esta perspectiva que el instrumental operativo surge de las experiencias colectivas e individuales del profesional, y así mismo puede ser re-creado en el desarrollo de los procesos de intervención entendido fundamentalmente como praxis. Por lo tanto desde esta concepción de Instrumental Operativo Vânia Reis postula lo siguiente: …no puede ser comprendido como elemento previamente construido, que conserva su formato original, entrando cada día en el proceso con la misma forma, pues él se crea, construye y reconstruye en el devenir de la práctica en desarrollo, a partir del complejo de relaciones que se establecen entre el profesional/usuario/institución en contextos sociopolíticos determinados (Moura Reis, 2002: 5).

Así como plantea la misma autora el instrumental operativo “no tiene racionalidad en sí mismo. La dirección política, el interés, y las condiciones de realización de la práctica son los elementos que les imprimirán sentido, contenido y validez. Son históricos y se refieren a la concreción de la acción.” (Moura Reis, 2002: 5) Cabe advertir que históricamente ha existido un amplio debate en torno al instrumental operativo, adoptándose diversas concepciones respecto al tema en la profesión, en donde se le ha atribuido una imagen errónea de neutralidad, lo cual implica 113

verlo como algo aislado y desvinculado del contexto social, político y económico en un momento histórico determinado. Con lo cual ello implicaba negarle la instrumentalidad, es decir, “negarle su dimensión de creación al trabajo y al hombre en cuanto ser social” (Campagnoli, 1993: 292). Por lo tanto se concibe a la instrumentalidad en la profesión como aquellas condiciones que el/la trabajador/a social crea y recrea en la actuación profesional. Por lo tanto se entiende a los informes sociales formando parte de la instrumentalidad y del instrumental operativo, entendiéndolos a partir de la conceptualización que llevan a cabo dos autoras como Martinelli y Koumrouyan, las cuales conciben al instrumental operativo como: “categoría relacional, instancia de pasaje que va de la concepción de la acción a su operacionalización” como también “el conjunto articulado de instrumentos técnicos que permiten la operacionalización de la acción profesional.” (Martinelli, M. L. y Koumrouyan, E., 2001: 137). Complementando la lógica aquí adoptada de instrumentalidad y de instrumental operativo, entendiendo desde este marco determinado a los informes sociales, se reflexiona a partir del análisis que realiza Manuel Mallardi sobre “La entrevista en los procesos de intervención profesional”, a través de las tres dimensiones de análisis que el autor identifica en las producciones teóricas generadas por George Lukács estableciendo que para el análisis de categorías constitutivas de la realidad es necesario entender al proceso de la entrevista desde su singularidad, generalidad y particularidad50. Por lo tanto ante la concepción de instrumental operativo y la mirada que se tiene sobre la profesión de Trabajo Social se sostiene que las construcciones de los informes sociales en los procesos de intervención profesional son parte de una serie de mediaciones, acordando con la afirmación que realiza Reis sobre el instrumental operativo en la intervención, por lo cual: “permite al sujeto la articulación entre la intención y la efectiva realización de la práctica” (Moura Reis, V. 2002: 5). De esta forma los determinantes del instrumental operativo, durante el proceso de intervención, están caracterizados por ser de índole político, social e institucional, complejizándose y relacionándose en la correlación de fuerzas existentes de un Estado burgués que legitima el actual modelo de capitalismo monopolista. Estos factores determinan las mediaciones que establecen los profesionales del Trabajo Social. En este sentido se han identificado múltiples determinantes a partir de lo 50

Ver en este libro la concepción que establece en su artículo Manuel Mallardi.

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cual en este trabajo de investigación se hace mención a dos de ellos. Por un lado un primer determinante amplio y complejo como lo es la dimensión socio-institucional, profundizando sustancialmente en las condiciones y relaciones de trabajo en vinculación a las funciones o atribuciones de los profesionales. Y por otro lado, pero siendo parte de la dimensión socio-institucional, se identifica un segundo determinante como lo es el conjunto de recursos necesarios para la elaboración de informes sociales, ya que, a demás de las políticas sociales y los determinantes institucionales, los “recursos asequibles e inasequibles”, actúan en una relación dinámica condicionando la intervención del profesional. Determinantes identificados en la elaboración de los informes sociales En el presente apartado se reflexiona sobre las características que desde una perspectiva crítica constituyen elementos ha tener en cuenta para pensar a los informes sociales en los diferentes espacios de actuación profesional. Por lo tanto coincidiendo con Manuel Mallardi se reconoce que es necesario …pensar relacionadamente el instrumental profesional con el proceso de intervención en el cual se desarrolla, ya que las características que el mismo adquiera dependerán de la concepción que guié dicho proceso como de la correlación de fuerzas vigentes en el contexto en el cual se produce (Mallardi, M. 2004: 37)

En este sentido se considera que los informes sociales tienen que entenderse a partir de advertir lo que define este autor como “dimensión socio-institucional”.51 A partir de esta concepción es sumamente importante empezar a entender las instituciones como espacios contradictorios, donde confluyen intereses contrapuestos a partir de lo cual la intervención se polariza en posiciones antagónicas capital/trabajo. Por lo tanto en la perspectiva aquí adoptada se entiende a la intervención profesional en vinculación con las relaciones sociales vigentes, y a las instituciones como espacios de intereses contradictorios, ya que los profesionales son contratados por representantes del capital, que no implica necesariamente que se tenga que caer en una postura determinista o unilateral, ya que los profesionales según su opción política pueden intervenir reforzando intereses de la burguesía como intereses de las clases trabajadoras.

51

Ver en este libro artículo de Manuel Mallardi referido a la Entrevista en la intervención profesional.

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Los informes sociales como producto de mediaciones Los informes sociales son producto de las mediaciones establecidas por los profesionales en los espacios institucionales, estas mediaciones están determinadas por múltiples factores, ello es lo que hace complejo su análisis, con lo cual se identificaron una serie de determinantes que fueron subrayados por los profesionales. En este sentido, a partir del análisis de los testimonios, se estableció que las condiciones y relaciones laborales forman parte de las mediaciones, que a su vez se caracterizan por atravesar de forma transversal la dimensión socio-institucional. En esta línea de pensamiento se entiende por mediaciones al del concepto que propone Yolanda Guerra para reflexionar al respecto: … la categoría mediación no significa una práctica de solución de conflictos, una intermediación entre partes en litigio con relación a la familia, a la escuela, a la comunidad, etc. (…), como ha sido utilizada por muchos autores, por ejemplo Tommaso (1997) y Suares (1996), sino una categoría ontológica, mejor dicho, un modo de ser de la realidad social, ya que lo real es constitutivo y constituyente de mediaciones. Estas se localizan en el ámbito de lo particular. Dice Lukács (1978) que lo particular es campo entero de mediaciones. Las mediaciones hacen parte de lo real, entretejen la realidad. Son los elementos particulares que hacen que los procesos, las prácticas sociales y profesionales sean ellos mismos. Las mediaciones son sistemas, campos o dimensiones, aspectos, totalidades parciales de la realidad que se articulan entre sí y con los otros. Al percibirlas en su articulación podemos captar la naturaleza, el sentido, la dirección, la apariencia, y la esencia de los procesos sociales históricamente constituidos (Guerra, Y. 2000: 2).

En este sentido los profesionales se encuentran mediando entre el campo de las instituciones /organizaciones, definido por J. Paulo Netto como “campo de tensión”, y las demandas de los usuarios, entendido por el mismo autor como “campo de presión”. En estos “campos de tensión y presión” el profesional de Trabajo Social es mediador, no implicando que forzosamente tenga que ejercer una función unilateral. Es decir J. Paulo Netto plantea que hay funciones en que no se establecen las mediaciones suficientes por el profesional para negociar, a través del diálogo, políticas sociales efectivas, como lo puede ser aquel trabajador/a social que se ubica como vector ejecutivo de la organización y/o institución, definido por el mismo autor como profesional “domesticado”. Este último ejercita sus atribuciones, desempeña su rol, y ejecuta las actividades que le están asignadas por la institución. Tampoco, según J. Paulo Netto, las mediaciones establecidas son suficientes cuando, aquellos profesionales, que se ubican en el otro polo, pierden su trabajo porque de forma “heroica” se oponen a la institución, ubicándose en el campo de presión,

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y se arriesgan a todo por la lucha de los intereses de la clase trabajadora. En el marco de la manutención del trabajo en las actuales condiciones neoliberales no es un problema menor que pueda descartarse simplemente, ya que, como se ha planteado anteriormente se reafirma que los profesionales de trabajo social no son liberales, sino que son asalariados, están dentro de la masa de trabajadores en donde hay despidos, represiones y expulsiones. En fin, en las funciones mencionadas las mediaciones, que establece el profesional no son suficientes, y con relación a los informes sociales se identificaron aspectos vinculados a la primer función, “profesional domesticado”, por lo cual se reconoce un completo conocimiento de las normas institucionales, y de procedimientos propios de las instituciones. A partir del análisis de testimonios se localizaron argumentos por parte de profesionales que definen a los informes sociales como una elaboración escueta y simple de situaciones personales de los usuarios, con frases ya armadas para cualquier ocasión en que se tenga que presentar los mismos. Es oportuno citar a una Trabajadora Social que define a los informes sociales en sus prácticas cotidianas a partir de categorizarlos como “simples” y “complejos”, ella define a los informes simples de la siguiente forma: “En los informes simples, que son para gestionar recursos, siempre ponemos las mismas frases: familia bajo riesgo, NBI, escasos ingresos económicos, que tienen un plan jefes y que no pueden comprar tal cosa como por ejemplo las pastillas, los anteojos, esas cosas...” (Trabajadora Social A).

Aquí se establece la mediación a partir de entender a los informes sociales simplificándolos, es decir transcribiéndose frases armadas y repetidas, ya que como instrumento encuentra utilidad a partir de que, en principio, el usuario pueda obtener una prestación el recurso lo más rápido posible. De esta forma el profesional le otorga esta finalidad con relación a la función que cumple en dicho espacio institucional. En este caso los informes sociales son pensados como un trámite administrativo más, visualizándose como un procedimiento institucional necesario, dando cuenta de la situación particular por la cual está atravesando el usuario en cuestión, individualizando las manifestaciones de la cuestión social y abordándolas de forma superficial. Por otro lado, se reconocieron aspectos opuestos, a los que se acabó de mencionar, que tienen que ver con la función “heroica” de la que habla J. Paulo Netto dentro del campo de intervención. Así algunas profesionales plantean que con el afán de saltar las barreras que encuadran el tipo de intervención que debería realizar dentro de la institución, se encuentran con límites establecidos por las autoridades. En los informes sociales, estas limitaciones, se traducen en la no-obtención de un aval institucional sobre el plan de acción 117

propuesto por los profesionales, donde las autoridades decidirán corregir, anular o, en el peor de los casos, destruir dichos instrumentos. Al respecto una profesional de Trabajo Social, que actualmente se encuentra con esta disyuntiva, plantea lo siguiente: “Hay requerimientos en el Jardín para intervenir en los problemas sociales, imagínate que todo pasa por la directora... El año pasado era confrontar y confrontar para poder ir más allá de los límites que ella te establecía, y acá para trabajar conjuntamente con otras instituciones, para abordar alguna problemática, tenés que hacer el informe social. El tema es que ese informe no puede salir de acá si no está firmado por la directora. Y me ha pasado que he presentado informes que te dicen lo que tenés que poner y lo que no, y lo que justamente no podes poner es cuando querés ir más allá de “la inasistencia al jardín”. Es empezar a involucrarte con la familia... Y no lo podés hacer porque ella no quiere involucrarse con “ese tipo de problemas”. Y es ahí cuando te limita desde el informe porque comenzás a cuestionar todo, y te empiezan a tirar indirectas para que te vayas...” (Trabajadora Social B).

Desde ésta postura se considera que el profesional actúa mediando a través de los informes sociales, ya que al confrontar se sitúa en un campo de lucha en donde trata de trabajar en pos de los intereses del campo de los demandantes, dichas mediaciones son insuficientes, ya que el trabajador social entra en un circulo vicioso del cual no puede salir. Por lo tanto se afirma que las mediaciones necesarias para generar procesos de transformación social, desde una perspectiva crítica, se establecen en el interjuego de intereses, y se apuesta a que los informes sean producto de ellas. Lo que permite sostener esta afirmación es que, a raíz de algunos testimonios, se advierten profesionales que plantean sus procesos de intervención a partir de la práctica o ejercicio del diálogo, identificándose la intencionalidad de revertir la situación que impone la falta de recursos, y la ausencia de políticas sociales efectivas. El profesional se encuentra mediando, trascendiendo su especificidad en el campo corporativo construido históricamente, tratando de legitimar su trabajo en un sistema en el que parece que las relaciones ya están dadas, y planteando constantemente estrategias que permitan trascender los límites establecidos institucionalmente. Al respecto una Trabajadora Social analiza sus estrategias de intervención a partir del diálogo con distintos actores: “Los informes sociales surgen de las construcciones que se generan con distintas instituciones, porque al relacionarte ya estás estableciendo estrategias para plasmarlas en los informes. En este sentido tenés que ser cauteloso con lo que ponés en el informe, porque con él estás negociando con las instituciones. Hay cuestiones en que tenés que establecer un ida y vuelta previamente para trabajar sobre casos comunes e ir acordando concepciones. El informe es para mí ese instrumento que permite entrever algunas cosas y otras no, y eso dependerá de

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las instituciones con las que uno trabaja, y en las que voy a consensuar algunas cuestiones.”(Trabajadora Social C).

A partir del análisis de testimonios se identifican elementos que tienen que ver con diversas posiciones político-ideológicas conjugadas con elementos ligados a lo teóricoconceptual. Así cuando los profesionales hacen mención a los informes sociales se remiten a posiciones y conceptos con relación a: procesos de intervención y a los tiempos que necesitan los mismos, a los conceptos utilizados en los informes, al plan de acción propuesto por los profesionales para guiar los procesos de intervención, a los aspectos sobre los cuales hacer hincapié en problemáticas específicas, etc. En este sentido una profesional reflexiona sobre la capacidad estratégica que debería tener todo profesional para la realización de informes: “Es complejo hacer informes porque por ejemplo desde el tribunal hay una lectura o concepción del proceso tan lineal de cómo el chico tiene que avanzar así o asá, derechito, y la vida no es así. Realmente es difícil hacer informes, porque tenés que pensar si con esto o lo otro perjudicas al chico, a mí me lleva mucho tiempo porque tenés que pensarlo realmente, porque es la vida de alguien, y tampoco la vida es lineal. Y si vos decís que algo salió mal, tenés que ver y pensar las palabras para plasmarlo en el informe.”(Trabajadora Social D).

Por lo tanto en ese campo de lucha, definido por J. Paulo Netto, se encuentra las finalidades de los informes sociales que de acuerdo al grado de autonomía, siempre relativa al contexto y a la capacidad estratégica de los profesionales, generan mediaciones en los espacios institucionales. En este sentido se afirma que los informes sociales están atravesados por las mediaciones, y van entretejiendo lo que se presenta como particular en los diferentes campos de actuación. Estas mediaciones se identifican en las estrategias que se plantean los profesionales al momento de crear los informes, tácticas con relación a la finalidad y/o Intencionalidad del mismo, y compartiendo con Yolanda Guerra el profesional va obteniendo “una determinada capacidad o propiedad que el profesional adquiere en su trayectoria socio-histórica.” (2000: 6). Advertir la dimensión socio-institucional en el análisis de los informes sociales procura entenderlos desde categorías universales, singulares y particulares, ya que los mismos son productos de mediaciones de intereses de clases sociales opuestas. En el siguiente apartado se reflexionará sobre los recursos en los espacios de actuación, este

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considerado parte de la dimensión socio-institucional e indispensable para la instrumentalización de los informes sociales. Referencia al análisis de los Recursos como determinantes en los IS Es necesario advertir que en los espacios institucionales se establecen límites, con lo cual, en el interjuego político-económico, los recursos tienen un rol importante en la elaboración de informes sociales, ya que se los identificó como determinantes en las prácticas del profesional. Se afirma que los recursos para la elaboración de los instrumentos son necesarios en el lugar de trabajo como lo pueden ser tanto el tiempo que tiene que emplear el profesional para elaborar los informes, el espacio y contexto para su redacción, con qué recursos materiales cuenta para su presentación, los vínculos que se tienen que generar para confeccionar los informes, etc. Así se logró concluir que lo que determina las prácticas profesionales es la “relación dinámica” que se establece entre el instrumental operativo, la capacidad estratégica para la gestión de recursos, como también, en el caso de hacerse cargo de la escasez de recursos, el status social al cual pertenecen los profesionales, de la posición que adopte o la voluntad política de la institución, y entre otros factores. De esta forma dar cuenta que existen determinantes propios de la dimensión socio-institucional permite enriquecer el análisis sobre el tema, ya que, la creación del instrumento no se reduce sólo a cómo hacer los informes sociales, cómo presentarlo y en qué momento, sino identificar factores de contexto que lleven a caracterizarlos de una determinada forma. Es necesario tener en cuenta la dimensión socio-institucional –dentro de ella los recursos asequibles e inasequibles como también las mediaciones establecidas por los profesionales en determinados contextos institucionales- para el análisis de los instrumentos. Sintéticamente hasta el momento se ha planteado que la intervención profesional está atravesada por un conjunto de mediaciones, a partir de las cuales se puede captar la dinámica de las prácticas profesionales, como la lógica que constituye el proceso de intervención en un momento histórico determinado. En este sentido el hecho de concebir a la institución como “un campo de mediaciones” (Guerra, Y. 2000: 10) permite al profesional de trabajo social, percibir que las situaciones que se le presentan como singulares se explican a través de su totalidad, y en esa dinámica se identifican determinantes que particularizan esas situaciones. Así la creación de informes sociales se compone en “lo particular” siendo instrumentos a partir de lo cual el profesional es

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mediador, y se constituye en un proceso relativo a lo universal y a lo singular de la vida cotidiana. En este sentido se ha reflexionado sobre los informes sociales como parte del instrumental operativo, analizando los diferentes determinantes histórico-sociales e institucionales que operan en las prácticas profesionales, y que condicionan las mediaciones que establecen los Trabajadoras/es Sociales en los distintos campos de actuación. Es imposible analizar los informes sociales sin las mediaciones establecidas por los profesionales porque lo atraviesan constantemente, con ello se sostiene que no se lo puede pensar de forma aislada, tanto desde la dimensión socio-institucional como de los recursos que permiten su operacionalización. Pensarlo de ésta forma permite no identificarlo con “recetas” preestablecidas para su formulación, sino desde su caracterización en los espacios de actuación. Destacando que la particularidad de los informes sociales como instrumentos son las finalidades que define el profesional de Trabajo Social en los procesos de intervención, de acuerdo a las relaciones y condiciones en la división social del trabajo, y al proyecto de sociedad en el que se enmarca. Finalidades de los informes sociales Hasta el momento se ha insistido en comprender y/o definir la particularidad de los informes sociales ya que, como se viene afirmando, no se entiende desde modelos apriorísticos ni se ha centrado en su inmediatez, sino que se reconoce su carácter ontológico, implicando en el abordaje advertir las particularidades de la práctica profesional, y las mediaciones que establece el/la trabajador/a social a través de los informes, a partir de su capacidad de aprehensión en su trayectoria histórica como profesional y, según Vania Reis, circunscripta “...en el campo de lo mediato, de la reflexión comprometida con su develar y no con su resolución práctica” (Moura Reis, V. 2002: 1). En éste sentido entender al instrumental operativo, y a los informes sociales como instrumentos, permite introducirnos en la discusión y reflexión en torno a los planteos que hace Montaño junto a otros autores sobre el apriorismo metodológico, término entendido a partir de un debate en torno a los métodos de conocimiento a priori definido por el autor como “el debate epistemológico ex ante: como el empirismo, el positivismo, tipos ideales de Weber”, en discurrencia con los métodos a posteriori entendidos como “debate ontológico ex post: con clara presencia de la corriente marxiana, de inspiración hegeliana”. El autor desde una perspectiva ontológica “sustentado por la razón crítico-

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dialéctica” sostiene que desde esta lógica la realidad se comprende antes, simultáneamente y posteriormente a las determinaciones del método, siendo este último producto de la “relación sujeto-objeto, y no su causa o su punto de partida”. Según el autor en la profesión de Trabajo Social aún existe la presencia de “pautas preelaboradas, validas para cualquier objeto concreto”, de esta forma entendiéndose como si existiera un único método para su utilización por todos los profesionales, desde los cuales se recorta la realidad “en objetos o esferas independientes, o incluso definiendo perspectivas específicas sustrayéndole a la realidad el carácter de totalidad” (Montaño, 2000: 23). Por lo tanto es desde una explicación ontológica que se piensa a los informes sociales, como instrumentos no deben entenderse desde modelos únicos sino como producto de la dinámica de la realidad y de un proceso de praxis social. Justamente la particularidad de los informes sociales es que se caracterizan por ser instrumentos que no se replican, sino que son singulares o exclusivos, propios de un espacio y tiempo determinado, y de la capacidad del profesional para su instrumentalización. A partir de lo analizado sobre las finalidades de los informes sociales se sostiene que los informes son distintos entre sí, son irrepetibles, ya que se crean con objetivos específicos en función a intereses y expectativas distintas sobre el mismo. Por lo tanto en el para qué de los informes sociales el profesional define mediaciones que llevan a preguntarse: ¿qué esperan las instituciones que reciben los informes?; ¿qué espera de los usuarios?; ¿qué espera el trabajador social del proceso?; ¿qué esperan del profesional la institución que lo ha contratado?, etc. En esta misma lógica los informes sociales se crean y recrean de acuerdo a los determinantes que influyen en las mediaciones que establecen los profesionales, y por lo tanto nunca un informe social es igual a otro, ya que su finalidad es lo que los particulariza. Se identificaron distintos fines y/u objetivos que se establecen en los informes sociales a partir de las prácticas de los profesionales de Trabajo Social52. Los informes tienen distintos fines en las relaciones que establecen los profesionales, ello como producto de las mediaciones que generan los mismos en el campo de intervención. Se profundizó sobre informes que reúnen ciertas características de acuerdo a sus

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Cabe aclarar que dichas reflexiones se realizaron a partir de analizar informes sociales, complementados respectivamente con algunos testimonios.

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finalidades como informes de actuación, de gestión de recursos, y de derivación, procurando profundizar sobre su particularidad en los procesos de intervención53. Informes de Derivación En primer lugar es importante definir lo que se entiende por derivación para identificar cuales son las mediaciones que se establecen en los procesos de intervención. Este concepto se presenta de forma recurrente en el discurso de los profesionales, y se lo entiende o define desde diferentes perspectivas de acuerdo a los intereses presentes en los espacios de actuación. Un grupo de profesionales define la derivación como una acción cuya finalidad es la de “dar a conocer” a otra institución y/o profesionales una situación problemática determinada, la cual excede su abordaje en cuanto a complejidad, competencias, recursos, etc. En este sentido la derivación es entendida como un fin en sí mismo y no como proceso de intervención, en éste caso pretendiendo generar vínculos institucionales, sino comunicar sobre dicha situación a través de los informes sociales, y a partir del cual se constata a través del mismo que se informó o comunicó respectivamente. En este caso la acción de derivar en los procesos de intervención pareciera que responde a un tipo de perspectiva funcional, cuya finalidad es la de generar un documento escrito, bajo la modalidad de informe social, que funciona como el traslado de un “caso” que hace una/un trabajador/a social a otros profesionales. Pero también se reconocieron concepciones más amplias que permiten pensar desde otro lugar a los informes, definiéndose como medios para generar estrategias conjuntas ante una problemática específica, en este caso cobra relevancia el vínculo establecido entre las instituciones y/o profesionales que intervienen desde diferentes esferas como salud, educación, alimentación, etc. Aquí se advierte que los informes tienen el propósito de generar redes institucionales, y consecuentemente realizar acciones en conjunto para intervenir sobre las secuelas de la cuestión social. Retomando la última concepción de derivación, expresada aquí, la misma está circunscripta a la construcción de redes institucionales, se plantea un trabajo en conjunto que implica reunir estrategias para el abordaje de problemas comunes. Desde esta perspectiva una profesional postula que la derivación tiene el fin de generar una propuesta 53

Cabe aclarar que se seleccionaron estos tres tipos de informes porque fue el material al que se accedió para realizar un análisis más exhaustivo.

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de trabajo colectiva, que implique el compromiso de los actores que intervienen sobre una misma problemática. Desde esta lógica algunos profesionales buscan asumir una responsabilidad compartida en la intervención, permitiendoles no deshacerse de situaciones que los desbordan en sus espacios de actuación. En este apartado se han descripto algunos aspectos propios de los informes de derivación, como también se han señalado rasgos compartidas con informes que tienen otras finalidades. En tal sentido se puede establecer que los mismos están situados sobre la base de las construcciones de las relaciones e intereses que se establecen entre distintos actores. Los informes de derivación, desde una “concepción pasiva”, son una clara expresión, documentada por escrito, “del pasarse la pelota” de una institución a otra y “lavarse las manos”, pero también se ha recuperado testimonios que lo definen desde una concepción propositiva, que implique un compromiso colectivo desde una lógica alternativa. Por lo tanto como producto de dicho análisis, cabe preguntarse a partir de los informes de derivación u otros qué intereses se refuerzan con los instrumentos; y se reconoce la necesidad de comenzar a pensar desde una perspectiva ontológica la dimensión operativa de la intervención profesional. Informes de Actuación y/o Evaluación Los informes sociales que en esta instancia definimos como de actuación, son concebidos por los trabajadores sociales como aquellos documentos que registran la intervención profesional. Los casos que se han encontrado son requeridos por supervisiones institucionales, los informes tienen el fin de sintetizar el proceso de trabajo en dichas instituciones. A su vez existen informes que se elaboran a partir de la solicitud de algún tipo de organismo estatal de carácter provincial o nacional que implica una instancia de seguimiento y/o supervisión con respecto a la implementación de algún programa impulsado a través de los mismos. Este tipo de informes sociales tiene un rasgo preponderante al ser concebido, por los profesionales de trabajo social, como un “instrumento de control”, ya que, quien lo solicita, tiene el objetivo de inspeccionar las acciones que desempeñan los mismos en los espacios institucionales. A su vez se reconoce otro sentido atribuido por el profesional a partir del cual se busca, a través de este documento escrito, cierto reconocimiento de su labor en el lugar de trabajo. Las supervisiones institucionales pretenden saber qué se hizo, en tal sentido el profesional establece mediaciones con el fin de legitimar sus acciones en

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los procesos de intervención. En estos informes se postula un conjunto de acciones y logros obtenidos, a través de las estrategias establecidas en cada espacio de trabajo. Al igual que otros informes se presentan de acuerdo a las relaciones construidas con quien lo solicita, ya que no es lo mismo un organismo estatal que aquel que supervisa diariamente las actividades que se realizan, tanto por el tipo de relación que se puede construir, como también por los determinantes que entran en juego en ese caso. Cuando lo requieren supervisores institucionales prevalecen determinantes en las relaciones laborales. El profesional, ante una instancia de evaluación de sus prácticas, establece mediaciones a partir de definir qué plantear y qué no plantear en ese informe social, o de qué forma le conviene hacerlo, qué conceptos utilizar, etc. Y lo que lo particulariza es que no se detiene en la explicación de una situación específica, sino que recuperan procesos de trabajo construidos, caracterizándose por poseer una mayor complejidad, requiriendo la elección de fundamentos sólidos conceptualmente para legitimar su práctica profesional. A su vez se advierte, a través de los testimonios, que estos informes, en determinadas circunstancias son polémicos, ya que se ha planteado que este instrumento termina siendo, según la voluntad política, una instancia decisiva para el despido o la renovación del contrato de trabajo. En este sentido se pueden entrever las relaciones y condiciones laborales que se construyen en las mismas, y que incide en la autonomía que tiene el/la trabajador/a social en el ejercicio profesional. Esto último se puede analizar con mayor profundidad a partir de relacionarse con las condiciones y con las relaciones de trabajo, ello estando asociadas a la “autonomía relativa” que tienen respectivamente en los espacios de intervención. Estos son informes que se establecen de acuerdo a las relaciones establecidas con su empleador, se construye su formato y se define su contenido estando determinados por las relaciones y condiciones laborales. En general los profesionales lo postulan como un informe de gran exposición, debido al tipo de evaluación que se realiza sobre su actuación en los espacios institucionales.

Informes de Gestión de recursos Según el análisis de los informes recabados y lo manifestado por los profesionales, se identificó, como característica común en los espacios de intervención, la creación de

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instrumentos cuyo objetivo es la gestión de recursos de todo tipo: materiales, económicos, servicios públicos, consulta a profesionales de otras disciplinas, etc. Al respecto una Trabajadora social define la finalidad de un informe de gestión en su espacio de actuación profesional a partir de la demanda cotidiana que realizan los usuarios en el mismo: “(...) Es un informe donde hago alguna gestión apuntando a la necesidad de asistir (...), por ejemplo muchas veces este informe tiene que ver con que se garantice un alquiler a una familia durante un tiempo determinado, se fundamenta el por qué, y apunto específicamente a lo económico, a la situación familiar, al número de personas que conviven en la casa, pero cada uno de los informes es diferente”(Trabajadora Social E).

Dichos informes, en general, tienen la intención de solicitar recursos ante la demanda diaria en los espacios de intervención. Se analiza que estos informes están vinculados a la asignación de prestaciones, a partir de lo cual se informa sobre las situaciones concretas que no puede brindarse cobertura por falta o insuficiencia de los mismos. Los profesionales manifiestan que existe una gran dificultad para establecer criterios de evaluación en la asignación de recursos, ya que actualmente las políticas sociales están pensadas bajo una lógica de fragmentación de necesidades, y focalización de la población haciendo que los usuarios terminen compitiendo entre sí por las prestaciones que poseen las instituciones. En estos términos afirman que es complejo establecer criterios de evaluación, ya que se desvanecen en la diversidad de las demandas presentadas por la población usuaria, caracterizada por estar por de bajo de lo que actualmente se considera índice de indigencia y línea de pobreza. En este sentido se recuperó un informe que se realizó con la intención de obtener más recursos de los que dispone el profesional para la cobertura de las demandas diarias. Incluso se adjunta al informe un listado de usuarios que demandan la prestación, y al cual no pueden acceder por insuficiencia de los mismos. Por tal motivo se consideró pertinente recortar un fragmento de este informe elaborado por una profesional de Trabajo Social: “Me dirijo a usted a efecto de poner en su conocimiento acerca de la demanda de vales de gas, a la cual no sé esta dando respuesta por no contar con más vales. Cabe aclarar que este registro se tomó durante dos días de atención (lunes 23/07 y martes 24/07) y fueron 28 familias quienes habiéndola solicitado no recibieron esta asistencia. Teniendo en cuenta las bajas temperaturas que se registran en la ciudad, se solicita se contemple ampliar, ya en este mes, el cupo para el centro comunitario de la zona (…) con 30 vales más por mes. Se adjunta el listado de solicitantes de sólo dos días de atención.” (Trabajadora Social E).

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Es preciso reconocer que este fragmento citado cobra un formato de carta, diferente a lo que se conoce como estructura de informes, pero se consideró interesante citar este caso, ya que antes y después de esta solicitud, dicho profesional elevó recurrentemente un informe completo con un diagnóstico de las necesidades barriales, y la descripción en detalle de lo que no se alcanzaba a cubrir con los recursos que le asignaban mensualmente en su lugar de trabajo. Cabe advertir que en general la mayor parte de los informes que tienen dicha finalidad suelen hacerse de forma aislada, y discontinua. En el informe citado el profesional tiene la intencionalidad de generar lo contrario, presentándose todos los meses hasta lograr su objetivo, y se caracteriza por hacer una demanda colectiva ante la insuficiencia de prestaciones. En este trabajo de investigación se reconoció la necesidad de organizarse como colectivo profesional para realizar en conjunto de instrumentos que cobren este sentido: la reivindicación de derechos sociales actualmente negados por el Estado. Según testimonios, dichos informes, son una instancia válida para que las autoridades correspondientes se hagan cargo del reclamo, en este caso funcionando como mecanismo de presión para la cobertura de algunas necesidades. En este sentido los profesionales manifiestan que el pedido de recursos verbalmente se desvanece cuando no hay intención de generar cambios en la realidad en la que se interviene, ya que queda en el olvido de quien avala dicha disposición Por otro lado a partir de testimonios se identifica que los informes están asociados a escribir en cualquier papel la demanda del usuario, y lo que necesita para su posterior derivación. Por ejemplo en el caso de los centros de salud se utilizan “recetarios médicos” en el cual de forma escrita y sintéticamente plantean la situación de los usuarios que demandan determinados recursos. Esta constancia generalmente es entregada al usuario, siendo derivado a otro profesional para que garantice el recurso solicitado en la primera instancia. En estos papeles aparecen frases como: “padece NBI”, “está por debajo de la línea de pobreza e indigencia”, “hablar con x persona que lo ayudara”, etc. (Trabajadora Social A)

Desde nuestra perspectiva no se consideran como informes este mecanismo adoptado en la gestión de recursos. Por lo tanto, no se comparte con la concepción adoptada por profesionales que los definen como una constancia para que el usuario pueda acceder al recurso que demanda, o en otras palabras como un “carnet para pobres”.

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En tal sentido, se considera desde la lógica aquí expresada que las mediaciones que se establecen a través de los instrumentos, tienen que ser síntesis de la situaciones singulares, que se manifiestan en estos espacios concretos, con su totalidad, porque se termina parcializando la cuestión social ocultando las contradicciones, que J. Paulo Netto plantea, entre capital/trabajo propia del capitalismo monopolista. Párrafos Finales Por último, en el transcurso de este artículo se afirma que las finalidades que adquieren los informes es lo que los caracteriza, lo que les otorga su particularidad y los hace únicos. Los profesionales establecen mediaciones bajo el marco de posiciones teóricas y políticoideológicas, de esta forma definen el sentido que tienen los instrumentos en un momento histórico determinado. Para dicho análisis se recuperaron las propuestas de las producciones teóricas recolectadas sobre el tema, las cuales intentan definir “al informe” a partir del instrumental operativo, es decir a partir de los saberes y capacidades aprehendidas por los profesionales en sus prácticas cotidianas, y en este sentido terminan generando aportes vinculados a cómo el profesional tiene que operar en la instrumentalización de los informes. Por otro lado a partir de la identificación de determinantes que influyen en las mediaciones que establecen los profesionales a través de los informes, permitió definirlos como instrumentos que cobran significado a través de su finalidad en los procesos de intervención, y en el sentido que se tiene que analizar y problematizar a los instrumentos en la formación profesional. Por último se advierte, según testimonios y análisis de informes, que existen posiciones diversas dentro del colectivo profesional. Se identifican, en términos de Montaño, “valores y principios tradicionales, amparados sobre una base conservadora” (2004: 13) manifestándose en la naturalización de la pobreza y las relaciones de clases, apareciendo como abstracciones en los problemas cotidianos del ejercicio profesional. En este sentido, en la creación de los informes sociales, operan concepciones ligadas a concebir a “la sociedad (...) desgarrada de contradicciones, conflictos de intereses, lucha de clases, en cuanto los sujetos sociales son vistos como portadores de valores individuales innatos, retirados de la Historia Social y remitidos a una historia individual, son desclasados y poseedores de una libertad formal” (Montaño, C. 2004: 12). Por otro lado se observan posiciones críticas respecto a la postura anterior, pero se termina entrampado en intentos frustrados de generar una práctica transformadora de la realidad.

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En este trabajo de investigación no se identificó en las prácticas profesionales líneas de pensamientos que permitan romper con los patrones del desarrollo capitalista, en la construcción de una hegemonía del mundo del trabajo sobre el capital. Por lo tanto se propone pensar a los informes desde una perspectiva ontológica –“que en la perspectiva marxiana, viene de Lukács, y que se aboca al “modo de ser” del ser” (Montaño, C. 2004: 14)-. ¿Cómo se puede pensar a los informes desde de una perspectiva de intervención de ruptura? Se considera que es necesario tener en claro la lógica de dominación presente en la sociedad burguesa, de lo cual el informe es manifestación histórica de la misma, no negarlo en cuanto elemento fundamental en la operacionalización de las prácticas profesionales, pudiendo entenderlo desde su carácter ontológico. Los informes sociales no tienen la naturaleza de controlar, ese ha sido el sentido históricamente atribuido, es decir ha sido y sigue siendo expresión del rasgo de dominación y opresión en que se piensan las relaciones sociales capitalistas. Con la intención de culminar este apartado es preciso advertir algunos planteos de Sandra Campagnoli, quien plantea que no se genera ruptura sin resistencia y sin una lucha de clases en pos de la organización de un proyecto político que se opone al burgués. Según la misma autora ello implica que el profesional de Trabajo Social debe tomar dos caminos simultáneos, uno de ellos es contribuir con una lucha que no es responsabilidad individual o de una profesión específica, sino que es colectiva. Por otro lado, y es lo que fundamentalmente se quiere postular como aporte específico al tema de investigación, debe colocarse al servicio de aquellos que resistiendo a la dominación del capital, buscan la instauración de un nuevo tipo de sociedad. Es decir los informes deben entenderse desde su carácter ontológico, es decir de los procesos de mediación generados en un campo de fuerzas contradictorias, reforzando los intereses de la clase dominada. Ello exige al profesional la competencia que permita mediar entre la singularidad y la universalidad, es decir definir la particularidad de los informes en la intervención sobre las refracciones de la cuestión social. Si no el profesional terminará percibiendo y aplicando el informe como un fin en sí mismo, el cual terminará careciendo de sustento en las prácticas y contribuyendo a reproducir la desigualdad impuesta por el sistema capitalista

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LA ASISTENCIA EN LOS PROCESOS DE INTERVENCIÓN DEL TRABAJO SOCIAL Andrea A. Oliva y María Virginia Gardey Introducción El Trabajo Social se inserta históricamente en la división social del trabajo como una profesión con actividades especializadas. En tal sentido, los trabajadores sociales intervienen desempeñando funciones de asistencia, gestión y educación54, variando según los regímenes políticos, las coyunturas institucionales, las etapas que atraviesa la clase trabajadora, la disponibilidad de recursos, las condiciones del trabajo profesional, entre otras. Las políticas asistenciales determinan la práctica de los trabajadores sociales, de acuerdo al espacio donde de desarrolla la intervención profesional. Existiendo una multiplicidad de instituciones donde se desempeñan los profesionales del Trabajo Social, en este artículo nos aproximamos a la asistencia profesional a usuarios de los servicios sociales que funcionan con financiamiento público. Los procesos de intervención contienen modos de llevar a cabo la asistencia profesional que se revela en la atención de las demandas y el otorgamiento de prestaciones. Al referirnos a la atención de la demanda, hacemos alusión a aquella actividad del profesional de Trabajo Social en vinculación directa con los usuarios de los servicios sociales. Es decir, no se trata de demandas realizadas por un miembro de la institución hacia el trabajador social, ni a aquellas derivadas de intervenciones judiciales. Trataremos aquí la asistencia que solicitan los usuarios en forma voluntaria. Al referirnos a un usuario aludimos a un sujeto que tiene el derecho de acceder a bienes y servicios con financiamiento público, para cubrir necesidades; utilizamos la denominación de usuarios considerando que quienes se presentan con esa condición en los servicios sociales pertenecen a las clases subalternas. Ese derecho se presenta en concreto en las instituciones bajo la modalidad de prestaciones, que dependen históricamente de aquello que ha sido conquistado, respondiendo a la dinámica de la lucha de clases. En tanto no se produzca un cambio cualitativo en las transformaciones societales que conquisten la emancipación humana, las

54

Véase URUS-URDA (1986) y Oliva (2007).

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clases subalternas —y por lo tanto los usuarios— avanzan y retroceden en la cobertura de sus necesidades. La función de asistencia ha sido relegada en la producción teórica estando ausente en el estatuto teórico55 y en la formación profesional —principalmente a partir del proceso de reconceptualización en la década de 1960. Sin embargo, la asistencia esta presente en el estatuto profesional siendo constitutivo del trabajo cotidiano en la mayoría de los espacios ocupacionales del Trabajo Social. Hemos recabado información del ejercicio profesional del Trabajo Social, a fin de vincular la formación con las funciones que desempeñan los trabajadores sociales.

Información básica para la asistencia La asistencia que realiza el profesional del Trabajo Social —al igual que en toda profesión— requiere en primer lugar de formación teórica y actualización permanente. Erróneamente se suele asimilar la asistencia con acciones de ayuda de carácter caritativo o filantrópico, que nada tienen que ver con la intervención profesional, más que desde una cuestión discursiva conservadora. Al referirnos a la asistencia profesional, estamos aludiendo a una actividad realizada por personal competente, acreditado por su formación en una Licenciatura en Trabajo Social o Servicio Social56. Los procesos de intervención profesional no se dan en una secuencia temporal, tal como se ha pretendido desde conceptualizaciones formal-abstractas57. Sino que, ontológicamente responden a la dinámica del objeto de intervención, por lo tanto, involucran a distintos actores y recursos en el marco de los avances y retrocesos de la lucha de clases. La función de asistencia que cumple un profesional del Trabajo Social se inserta en una institución y, en esa inserción, existen determinaciones y mediaciones. El conocimiento de los componentes de esa trama han sido un objetivo de las investigaciones realizadas a fines de la década de 1970 e inicios de 1980 por el equipo del

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Según Netto es necesario diferenciar lo establecido en la producción teórica que denomina estatuto teórico, con lo que se establece en la intervención, denominado estatuto profesional (Netto, 1997) 56 En la actualidad también encontramos en los puestos de trabajo a numerosos estudiantes o graduados de institutos terciarios. Consideramos que esas situaciones debieran superarse en los próximos tiempos. 57 Ver artículo de Cecilia Pérez en este mismo texto

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Centro de Estudios Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS)58 como el conocimiento del problema objeto de intervención. A partir de reconocer la existencia de necesidades sociales como base de la definición del problema objeto de intervención, el texto ordena la información mediante una guía de análisis en torno a los denominados agentes sociales: Institución, Usuario y Trabajador Social (Tobón et al., 1983). También esa preocupación es planteada, aunque desde otro ángulo, en el texto compilado por Cristina De Robertis en base al trabajo realizado en Francia59. De allí nos centraremos en la modalidad de aproximación al denominado análisis situacional que plantea Françoise Lesimple (1986). Ambos son recursos escritos que intentan guiar la reflexión sobre los componentes del proceso de intervención concreto. El profesional debe tener presente que en todo proceso de intervención debe considerar las estructuras sociales y los distintos momentos del contexto socio-político y económico global dado que atraviesan cualquier situación particular. El análisis de la genosituación y fenosituación60 son indispensables en todo procesos de intervención. En cuanto a la aproximación a los procesos de intervención particulares del Trabajo Social, ofrecemos aquí una selección de elementos que aportan los textos sumando a producciones propias, a fin de facilitar el ordenamiento de la información que requiere todo profesional.

Contexto global: régimen político vigente en el país y las políticas económicas a nivel nacional, provincial y local.

Información general sobre la Institución empleadora: antecedentes históricos; política general de la institución; legislación y reglamentaciones; organigrama; medios e instrumentos de comunicación interna; mecanismos en la toma de decisiones; espacios de participación; áreas de intervención; delimitaciones territoriales y/o poblacionales; planesprogramas y proyectos que implementa; formas de financiamiento

Inserción del Trabajo Social: dependencia del profesional o del equipo de trabajo social; profesionales, administrativos, auxiliares y personal que integran el equipo o con quienes 58

El CELATS en ese momento dependía de la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social (ALAETS). 59 Publicado originalmente en francés en 1981. Cabe aclarar que Cristina De Robertis es de nacionalidad Uruguaya y se exilia en Francia durante la dictadura. 60 Ver Artículo de Mallardi en este mismo texto

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se realizan actividades; nivel de remuneraciones salariales, viáticos, presentismos, honorarios; condiciones laborales; existencia de organizaciones de protección laboral y profesional; mecanismos de participación

Prestaciones, recursos de funcionamiento y visuales: prestaciones de la institución; prestaciones de otras instituciones; recursos de funcionamiento de uso común; espacios físicos disponibles para actividades específicas; equipamientos y mobiliario; medios de transporte; materiales audiovisuales.

Recursos de Tiempo y Vínculos: carga horaria laboral; disponibilidad y formas de distribución/organización del tiempo; vínculos establecidos y canales de comunicación permanente; vínculos por actividades específicas.

Recursos escritos: acceso a producción teórica; materiales informativos; leyes, reglamentaciones, disposiciones; datos poblacionales generales y particulares del sector de intervención; acceso a legajos, fichas, informes, expedientes.

Recursos del profesional: en este punto el propio profesional es quien realiza una autoevaluación de su nivel de formación, especialización, actualización;

experiencia

laboral general y específica en el área; conocimientos adquiridos sobre el sector poblacional y/o territorial; facilidades/dificultades visuales, auditivas, de expresión, lenguaje, movilidad.

Mecanismos institucionales: modos de definir el objeto de intervención; formas de registro y análisis de la información; planificación de actividades; mecanismos de gestión de recursos; formas de asignación de responsabilidades; modos de evaluación cuantitativa y cualitativa; mecanismos de incorporación de usuarios/beneficiarios; espacios de participación.

Sector poblacional/usuarios: condiciones generales de empleo/desempleo; características del territorio y/o sector poblacional; calidad de las viviendas; índices de hacinamiento; existencia de redes públicas de luz, agua potable, cloacas; medios de transporte y vías de acceso; servicios de telefonía, internet, televisión por aire, cable, satelital; equipamiento

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urbano y saneamiento ambiental; acceso a instituciones educativas, de atención de la salud, actividades de recreación, esparcimiento, deportivas, culturales.

Relación entre demandas y prestaciones institucionales La demanda debe ser ubicada en el contexto socio-histórico en el cual se realiza, siempre teniendo presente la dimensión subdeterminante popular61. En tal sentido, si bien el profesional suele asistir a un usuario, con modalidades de atención individual o grupal, preestablecidas por la institución, esa demanda siempre responde a necesidades sociales y se enmarca en un contexto de demandas colectivas: “…la comprensión y aprehensión de las legítimas demandas sociales se expresan en la particularización de los múltiples sistemas de mediaciones presentes” (Pontes, 2003: 218). En el mismo sentido, es necesario considerar las determinaciones de la dimensión socio-institucional. Estela Grassi que ha analizado las políticas de asistencia social en los `90 ha categorizado tres modalidades: la asistencia clásica, en tanto, estrategia de ascenso del proyecto neoliberal con la máxima exposición del poder de las clases dominantes; la modalidad gerencial que realiza la reforma del estado, el plan de convertibilidad, se basa en la lógica formal de la eficiencia, y mantiene la pretensión de racionalidad sistémica en el sentido común del campo político en desmedro del comportamiento particularista de los políticos. Por último, se refiere a la modalidad de ayuda social peronista caracterizada en la década del noventa por el Plan Vida y los mecanismos de intervención mediante las trabajadoras vecinales, más conocidas como “manzaneras” (Grassi, 2003: 234-260). En ese marco se debe analizar la relación entre demandas y prestaciones, siendo éstas determinaciones de la función de asistencia. Es preciso considerar que para quienes se presentan en los servicios sociales subyace su derecho de acceso al uso o consumo de bienes y/o servicios. El establecimiento de prestaciones deviene de la necesidad de un funcionamiento institucional fragmentario que intenta demarcar el tipo de respuestas y los sectores de población que pueden ser usuarios. Existe una dinámica en la relación entre las demandas presentadas y la disponibilidad de recursos para otorgar como prestaciones. En momentos de mayor intensidad de las luchas sociales se logra el acceso a prestaciones que

61

Ver artículo de Manuel Mallardi en el presente texto que categoriza las dimensiones subdeterminante popular, socio-institucional y ética-política profesional.

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en otros períodos de reflujo se presentan inasequibles. Un ejemplo de ello son las conquistas de los movimientos sociales organizados en torno al acceso a la vivienda que han convertido tierras inasequibles —en términos de mercado y de propiedad privada— en asentamientos de viviendas reconocidas legalmente y la definición de prestaciones en materiales de construcción destinados específicamente a esos pobladores. En defensa de los intereses de las clases subalternas se puede plantear, desde el espacio profesional concreto, una intervención que colabore con las conquistas y participe en la mayor cobertura de necesidades con financiamiento público. El profesional puede recibir demandas que se expresan en forma colectiva. Es decir, no necesariamente la asistencia significa una entrevista individual, sino que es posible que en las reuniones grupales, en espacios de capacitación, en actividades con comisiones vecinales u organizaciones populares se formulen al profesional diversas demandas. Asimismo, se pueden plantear demandas de un conjunto de personas que se han organizado y apuntan a cubrir sus necesidades particulares. La demanda individual, en el lenguaje utilizado en el ejercicio profesional se suele denominar demanda espontánea, haciendo alusión a las personas que se presentan en la institución voluntariamente procurando recursos. Esos usuarios o posibles usuarios pueden expresar sus necesidades de comer, curarse, dormir, abrigarse, calefaccionarse, trasladarse, etc., para las que requieren recursos que se encuentran inasequibles por medio de los mecanismos de mercado. Implícitamente al presentar la demanda, los usuarios consideran que la sociedad tiene los recursos para cubrir las necesidades pero que no logran acceder en forma individual. En la atención de esa demanda es importante tener presente la característica de heterogeneidad ontológica de la vida cotidiana. Como plantea Agnes Heller, todas las personas necesitan comer, dormir o alimentarse pero esas actividades no se realizan en la misma cantidad, ni en las mismas circunstancias ni del mismo modo, sino que sólo son idénticas en un plano muy abstracto (Heller, 1977:19). Frente a esas características, las instituciones definen recursos idénticos o muy similares para encuadrar las respuestas a la diversidad de demandas. Esos recursos recurrentemente están predefinidos institucionalmente para ser otorgados a los usuarios que cumplan con ciertos requisitos: …las prestaciones de las instituciones estatales se crean para dar respuestas homogéneas a la heterogeneidad de la vida cotidiana. Los bienes y servicios que se ofrecen se preestablecen en forma abstracta contraponiéndose a la heterogeneidad de los usuarios concretos (Oliva, 2007:177).

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De modo que las prestaciones son una manera de cobertura desde un criterio de homogeneización y fragmentación de las necesidades. Por ejemplo, se establecen recursos por franja etárea sin contemplar los grupos convivientes, como sucede con prestaciones que estipulan la entrega mensual/semanal de una cantidad de leche específica, destinada a niños que cumplen el requisito de ser menores de cierta edad. En este caso se puede apreciar, por una parte, que se fragmenta la necesidad alimentaria del grupo conviviente, dado que sólo se otorga a quienes cumplen con el requisito de la edad, sin contemplar las necesidades del resto; por otra, que supone que todos los niños de una franja etárea consumen la misma cantidad en el mismo período. Para el desempeño profesional de la asistencia es indispensable caracterizar la particularidad de las prestaciones y de qué manera están determinando los procesos intervención. En tal sentido, es necesario diferenciar según la política vigente qué recursos son asequibles y bajo qué formas se presentan. Un aspecto que no se debe dejar de considerar sobre la demanda, se relaciona a la información que adquirieron los usuarios sobre las prestaciones. La disponibilidad de prestaciones es tan variable que requiere una actividad permanente de búsqueda de información. Frecuentemente se modifican fechas de entrega, formularios, requisitos, se crean o trasladan áreas, etc. que repercuten directamente en los mecanismos de acceso a las prestaciones. Para los usuarios es una información que no está fácilmente accesible, dado que, generalmente, no existen mecanismos de difusión institucionalizados que lo mantengan permanentemente en conocimiento de las modificaciones que se producen. Cuando el usuario no dispone de esa información es posible que la atención de la demanda abarque varios aspectos de la vida cotidiana antes de decidirse una prestación específica. Todo esto genera una actividad de los profesionales del trabajo social de gestión de información y retransmisión a los usuarios. Esa información es una determinación clave en la modalidad que adquiera la demanda, ya que el conocimiento específico de la prestación a la que se quiere acceder simplifica la demanda direccionada por parte del usuario. La demanda también depende de la comprensión que los usuarios tienen sobre su propia vida cotidiana, donde su historia de vida y el acceso a bienes y servicios será fundamental en esa comprensión. Haber experimentado el uso de luz eléctrica, la calefacción con gas de red, un lavarropas automático o los servicios de una obra social, indudablemente generan una dinámica en la vida cotidiana que repercute en la comprensión general de las necesidades. Por el contrario, quienes nunca contaron con esos

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avances de la sociedad que facilitan la cobertura de necesidades de la vida cotidiana estarán más limitados para identificarlos como necesidad. En ese sentido, en la atención de la demanda el profesional tiene que realizar la reconstrucción de las manifestaciones de la cuestión social62, apuntando a realizar una devolución que les permita a los usuarios superar los límites que le impone su vida cotidiana en la comprensión global de sus necesidades y demandas.

Formas de otorgar prestaciones Los profesionales del Trabajo Social insertos en los servicios sociales realizan su función de asistencia atendiendo demandas y otorgando prestaciones. La actividad de otorgar prestaciones esta determinada por procedimientos institucionales, funciones asignadas al personal, características de las prestaciones, disponibilidad de recursos, entre otras. El profesional puede otorgar prestaciones tales como alimentos, calzados, vestimenta, medicamentos, colchones, frazadas, camas, materiales de construcción, conexión de luz eléctrica, transporte, etc. Asimismo puede posibilitar el acceso a servicios de tipo culturales, de recreación o esparcimiento no mercantilizado. Según las prestaciones sean bienes materiales, dinero, servicios o bonificaciones, varían las posibilidades de concreción del acceso. La forma de otorgar se puede realizar con la entrega directa por parte del profesional o mediante distintos mecanismos de comunicación escrita o verbal. La entrega directa se realiza cuando el profesional es quien toma parte en el encuentro entre los recursos materiales y los usuarios. Esos recursos en ocasiones se encuentran en la oficina del profesional, en un mobiliario de almacenamiento o en un espacio utilizado para ese fin en forma esporádica. Esta modalidad es plausible de ser realizada en instituciones o dependencias que delimitan su intervención en forma territorial, realizando la entrega periódica de prestaciones. Por ejemplo, las escuelas suelen, eventualmente, depositar en un espacio los útiles, calzados, delantales y vestimenta, que pueden ser entregados directamente por el profesional. Existe divergencia de opiniones acerca de la entrega directa de recursos por parte del profesional de trabajo social. Hay quienes plantean que esa tarea no corresponde realizarla, mientras otros colegas no la consideran incompatible. Dentro de este último

62

Ver el artículo de Manuel Mallardi en este texto.

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sector hay profesionales que remarcan la importancia de ese momento para afirmar la compresión del derecho del usuario de acceso a la prestación. En la entrega directa, se puede presentar la posibilidad de elección de ciertos recursos —por ejemplo calzado y vestimenta— por parte de los usuarios. En tal caso, depende del posicionamiento del profesional posibilitar o no esa elección. Se ponen de manifiesto las posturas que coartan esa elección con argumentos profundamente conservadores. Quienes optan por facilitar esa elección tienen presente la heterogeneidad de la vida cotidiana y, por lo tanto, la diversidad de preferencias para cubrir necesidades. Los recursos materiales también se pueden entregar en forma indirecta con mecanismos de comunicación verbal o escrita por parte del profesional que valida el otorgamiento, pero con la actuación de otras personas que concretan el acceso. Cuando se trata de dinero, la provisión de servicios, bonificaciones, subsidios, reducción de aranceles/tasas, acceso a capacitaciones, servicios recreativos, etc. entre el otorgamiento y el acceso concreto es posible que el usuario deba realizar otras gestiones. El profesional interviene indirectamente en el acceso a la prestación mediante diversas modalidades de otorgamiento. Realizaremos aquí referencia a los mecanismos generalmente más utilizados de acuerdo a la información recabada. Las planillas se utilizan frecuentemente para registrar en el otorgamiento de subsidios. Se procede a consignar los datos del usuario y se lleva a cabo una serie de pasos administrativos según lo establece en la institución para efectivizar el cobro. La entrega de vales que se realiza como medio de acreditar al usuario el acceso a ciertos bienes o servicios. Los vales suponen la entrega al usuario de un pequeño documento que es el pasaporte para acceder a la prestación avalada por una firma autorizada. Se pueden utilizar para otorgar el acceso a alimentos, gas envasado, transporte, vestimenta, materiales de construcción, etc. Los vales pueden ser de tipo nominal o pueden ser utilizados directamente de acceso al portador sin especificar identidad. Para el primer tipo es parte de la tarea del profesional completar los datos del usuario que correspondan. En el segundo caso, incluimos a los denominados bonos de transporte urbano cuando son utilizados por el portador. De acuerdo a la política de la institución esos vales pueden ser específicos o genéricos y pueden estar predeterminados en cantidades a ser utilizados dentro de un período. Los vales específicos se utilizan para autorizar un sólo tipo de prestación, la cual está impresa y puede constar de una numeración correlativa

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como mecanismo de control institucional de la adjudicación. Los vales genéricos tienen un mismo formato impreso que se utiliza para otorgar distintas prestaciones. En este tipo de vale el profesional consigna la prestación y si correspondiere los datos del usuario. A diferencia de entregar vales a los usuarios mediante un documento que acredita el otorgamiento, encontramos otras modalidades utilizadas por los profesionales del Trabajo Social. Se puede realizar la confección de un listado de beneficiarios donde constan los nombres y datos de los usuarios que acceden a determinada prestación. Esos listados pueden estar en manos de los profesionales y comunicarse verbalmente el acceso a la prestación a cada usuario o pueden exhibirse públicamente en carteleras de la institución. La renovación de los listados se realiza en forma periódica, estando determinada por el período en que son asignados los recursos y sus finalidades. Es posible que institucionalmente se adopte una modalidad de listado rígido que no permita contemplar la dinámica de las situaciones particulares que se pueden modificar en cortos períodos. En esos casos, cuando el usuario no retira la prestación asignada para ese período puede ser dado de “baja” del listado y no acceder en el próximo período. Los usuarios con ingresos inestables modifican su situación permanentemente, y dado que generalmente su última opción es recurrir a las prestaciones institucionales, cuando el ingreso le permite cubrir sus necesidades mínimas no se presentan como usuarios. Muchos usuarios, en conocimiento de las necesidades de la población y de las restricciones en la cantidad de prestaciones, intentan solidarizarse con quienes están en peores condiciones y no retiran la prestación que ya tienen adjudicada. Luego, cuando no han logrado esos ingresos mínimos, recurren al servicio social, pero se encuentran con que no figuran en el listado de beneficiarios habiendo perdido su derecho de acceso. La actividad de otorgar recursos a los usuarios de los servicios sociales puede realizarse de distintos modos. El profesional utiliza las prestaciones tanto las que dispone en la institución como las que haya gestionado en otros organismos. La modalidad que adquiera esta actividad de asistencia puede generar reacciones que faciliten la maduración de la conciencia (URUS-URDA, 1986:82). Es decir, las prestaciones que se otorgan modifican condiciones materiales de existencia, y en tal sentido, se producen reacciones sobre la vida cotidiana de los usuarios, cuyo análisis puede estar direccionado desde la función educativa en sentido emancipatorio. Así, el otorgamiento de las prestaciones entendidas como parte de reivindicaciones conquistadas, debe estar acompañada de un tipo

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de vínculo de horizontalidad, de un lenguaje accesible y de una búsqueda de mecanismos que posibiliten la elección de las prestaciones por parte de los usuarios.

Atención a usuarios La intervención profesional se inscribe en una relación de trabajo asalariado —aunque pueda denominarse de otro modo— donde la institución debe proveer los instrumentos y determina el tiempo de la jornada laboral. Las instituciones definen una política y/o una práctica de asistencia que abarca tanto aspectos objetivos como subjetivos. Según Aldaíza Sposati no siempre se lleva a cabo una política de asistencia social sino que frecuentemente encontramos prácticas instaladas como modos de intervención. La repetición de prácticas no necesariamente las convierte en una política, en tal sentido, es preciso diferenciar entre la política establecida y las prácticas usuales en un determinado servicio social63. Dependiendo de la política y/o práctica institucional es posible que se estipule un horario para la atención individual y/o grupal de los usuarios o que se realice en cualquier momento de la jornada laboral del profesional. Al disponerse una franja horaria, es indispensable contar con un espacio físico para la atención con la modalidad de entrevista o reunión, así como un espacio destinado a los usuarios que aguardan ser atendidos. Las instituciones pueden contar con personal para asignar los turnos, aunque se suele acudir a la práctica de atención por orden de llegada. La insuficiencia de esos espacios y/o personal repercute directamente en la intervención, en tal sentido, esos recursos de funcionamiento no deben dejar de ser reclamados por el colectivo profesional para desempeñar sus funciones. En los servicios sociales de las instituciones estatales que trabajan en la atención de las llamadas situaciones de vulnerabilidad o necesidades básicas insatisfechas, la asistencia implica una comprensión de determinaciones simples y complejas que hacen a las situaciones de pobreza, más que a la comprensión de los rasgos psicológicos de quienes demandan: El desarrollo del proceso de “ayuda” psicosocial individualizada en el Servicio Social parte del punto de vista de que la cuestión social —reducida a sus manifestaciones en la esfera individual— se constituye un problema moral. Esta noción justifica una intervención desde 63

Notas de clase 23/4/01de la asignatura Asistencia social: tendencias y debates. Posgrado en Servicio Social de la PUC/SP, Brasil.

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la asistencia social individualizada de cuño moralizador direccionada hacia la reforma moral y la reintegración social (Abreu, 2002: 85).

Reducir el análisis de la vida cotidiana a manifestaciones individuales implica ignorar la trama de determinaciones y se centra en una culpabilización de los sujetos que solicitan asistencia al Trabajo Social. La capacidad de escuchar, se enfrenta a testimonios que contienen una gama de problemas que se entrecruzan, que se ramifican en una diversidad cuestiones y actores, siendo relatos confusos y en apariencia sin un claro hilo conductor. Dicho de otro modo, esa capacidad se revela en las posibilidades del pensamiento para reconstruir las múltiples determinaciones que están en lo concreto. Los usuarios valoran cuando el profesional mantiene la atención y el modo en que realiza una devolución sobre su situación. En tal sentido, la asistencia no está referida solamente a prestaciones, sino a los recursos del profesional, es decir a su capacidad de atención, conocimiento, lenguaje, reflexión. Es notoria la frecuencia con que los usuarios agradecen el “ser escuchados”, al exponer sus situaciones agobiantes en la vida cotidiana. Lamentablemente esa necesidad de los usuarios de exponer su situación es utilizada como mecanismo de búsqueda de información sobre la vida cotidiana para descubrir si “merece” una prestación. Hay prácticas instaladas en las que subyace que los usuarios deben demostrar el esfuerzo propio, pautas de higiene, conductas de sumisión, para acceder a las prestaciones. Estos elementos que caracterizan el conservadurismo se suelen evidenciar en la intervención profesional centrada en la definición de méritos para acceder a las prestaciones. Consideramos que brindar una mejor atención a los usuarios, la finalidad es ampliar el acceso a las prestaciones. Para ello, es necesario que el profesional no sólo tenga un conocimiento de las características y variedad existente en su espacio ocupacional sino que es indispensable que con frecuencia realice gestiones en otras dependencias o instituciones. La ampliar el espectro de las prestaciones repercute directamente en las posibilidades de la asistencia del profesional de Trabajo Social. Desde un punto de vista económico las prestaciones pueden otorgarse en forma de dinero y bienes; pueden reducir o exceptuar el pago de servicios, aranceles, tasas, impuestos así como pueden posibilitar el acceso a actividades y servicios no

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mercantilizados. Ese conjunto de recursos, varía de acuerdo a la institución y dentro de ella, a las refracciones de la cuestión social64 que se aborden. La asistencia puede contener la explicación de los mecanismos institucionales para acceder a prestaciones, entregar formularios o requisitos a cumplimentar. Esa actividad puede realizarse en el mismo momento en que el usuario formula una demanda. Pero suele ocurrir que se requieren gestiones, ya sea, para obtener una información específica, realizar diversos trámites y cumplimentar requisitos. En tal caso, los usuarios deben volver con el objetivo de obtener una respuesta o de acuerdo a los recursos de funcionamiento se puede resolver mediante una comunicación telefónica. El carácter pasivo del usuario es uno de los principales obstáculos de la asistencia, dado que no se trata de meros procedimientos de otorgar recursos, sino que implica análisis de determinaciones, reflexión conjunta, realización de propuestas. El profesional del Trabajo Social suele intervenir mediante preguntas y comentarios orientando el diálogo de acuerdo a su posicionamiento ético-político y la disponibilidad de recursos. La relación con los usuarios toma connotaciones particulares cuando previamente a recibir al usuario se llevó a cabo una coordinación o articulación entre instituciones y/o profesionales. El conocimiento previo de una situación particular puede facilitar la intervención, siempre que el profesional no incurra en una estigmatización a priori. La relación entre el profesional y los usuarios se constituye en una mediación importante para definir el carácter que adquiere la asistencia. Cuando existen prácticas instaladas institucionalmente en las que los usuarios solamente son receptores de servicios, el profesional debe realizar mayores esfuerzos para superar el asistencialismo. Diferenciar asistencia de asistencialismo, es una tarea que desde hace tiempo algunos autores se han propuesto, tal como planteaba Alayón “...es la orientación ideológico-política de la práctica asistencial, lo que determina si es asistencialista o no (Alayón, 1992:53) Es de hacer notar que trabajadores sociales que se autoproclaman críticos, han subestimados la asistencia, centrando la intervención profesional en un plano educativo. En tal caso, se provoca la desconsideración de las condiciones materiales de existencia suponiendo que acceder a mayores niveles de consciencia es modificar cuestiones subjetivas. Consideramos que una perspectiva crítica del Trabajo Social, significa apuntar a transformaciones societales sin dejar de considerar las necesidades inmediatas de los usuarios que se presentan con demandas en los servicios sociales (Galper, 1986). 64

Ver Netto (1997)

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