“Lo digital es la utopía tecnocientífica de hoy”

27 dic. 2013 - como la religión, el racionalismo o el psicoa- nálisis, pero dejó como resultado la pérdida de un sentido y permitió así la aparición del cinismo ...
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16 | ADN CULTURA | Viernes 27 de diciembre de 2013

“Lo digital es la utopía tecnocientífica de hoy” Hervé Fischer. El filósofo y artista francés, radicado en Canadá, habla en esta entrevista de los grandes cambios que está sufriendo la civilización occidental y explica por qué, en su opinión, hay que ir más allá de la posmodernidad. También recuerda sus estudios con Raymond Aron y aquella dorada intelectualidad parisiense de los años sesenta, hoy extinta Pablo De Vita | para la nacion

H

ace unas semanas, Hervé Fischer, artista y filósofo francés que reside en Canadá, visitó Buenos Aires invitado por el Ministerio de Cultura porteño para debatir el papel de las ciudades en el mundo contemporáneo. En esa oportunidad, Fischer (autor entre otros libros de Ciberprometeo, El choque digital y Planeta hiper) analizó, en diálogo exclusivo con adncultura, el devenir de las grandes urbes ante la irrupción del universo digital y cómo ha cambiado nuestra forma de entender el mundo. –¿Cree que la tecnología permitirá crear ciudades más amigables? –El camino es crear ciudades inteligentes en un planeta de conexión inteligente, porque lo digital es la utopía tecnocientífica de hoy. No tenemos más utopías políticas, como en el siglo XIX. Todos esos relatos han perdido credibilidad y hoy las nuevas generaciones siguen el progreso tecnológico a través de la creencia en lo digital. Las jóvenes generaciones creen sin límites en el progreso tecnológico pero llega el momento en que deben integrarse en la sociedad de los adultos, buscan un trabajo y entonces sobreviene la frustración. Como filósofo, considero que no podemos quedarnos con la posmodernidad, que tuvo mucho interés en desmitificar relatos fundamentales, como la religión, el racionalismo o el psicoanálisis, pero dejó como resultado la pérdida de un sentido y permitió así la aparición del cinismo, del consumo, del tiempo vertical y la idea de la crisis total. La credibilidad de la utopía de la tecnociencia que tiene vigencia hoy reside en la posibilidad de conectar las comunidades en una red global pero sin caer en el pensamiento mágico de que con lo digital vamos a cambiar el mundo. ¿No cree que la fe en la tecnociencia nos hace retroceder más de un siglo? Esa experiencia se vivió en buena medida con el positivismo. –Tenemos sujeción por las lógicas, un modelo que tiene su propio racionalismo. Hoy los sociólogos piensan en el big data de recurrencias y comportamientos. Por ejemplo, cuando usted paga un pasaje de avión, la tarifa no tiene mucho que ver con la distancia sino con la información que manejan las compañías del proceso analítico del big data, que les dice que existen vuelos llenos o vacíos, y deciden cambiar el precio en función de ese análisis. El racionalismo conceptual ha sido reempla-

zado por un algoritmo que considera desde cómo hacer más dinero hasta cómo es posible que exista un asteroide que modifica su trayectoria. Entonces nuestro pensamiento ha sido reemplazado por híperlinks cuya información nos permite decidir un cambio en la ciencia o en la tarifa aérea. Es casi una lógica cero no basada en el sentido sino en una observación constante. Desde los tiempos de la Revolución Francesa le hemos dado un estatus de mito a la razón, reemplazando la capacidad de la superinteligencia divina por la inteligencia humana. Ahora se dice que reemplazaremos la inteligencia humana por la digital. El positivismo se fundó en la ciudadela de un racionalismo clásico como una creencia, reemplazando a Dios por la razón. La posmodernidad quitó la credibilidad tanto del positivismo como de la religión y ahora el big data no nos da una dirección que se continúe en la utopía de la inteligencia artificial. A mí no me satisface, porque no podemos delegar la responsabilidad en la naturaleza, en la religión, en la razón o en la computadora. Prefiero pensar en el mito del hombre como creador de su entorno, como ser responsable y libre. –¿Eso lo ha llevado a volver a pensar en Spinoza? Él no creía en el libre albedrío… –Hice mi tesis de maestría sobre Spinoza, es verdad, pero lo veo como el fundador del materialismo y nunca pensé en su creencia en Dios. Considero que para garantizar su seguridad física, él dijo: “El universo es Dios”, pero que pensaba que Dios es materia. Hay varias interpretaciones sobre Spinoza y ésa es la mía. La libertad es un fundamento para que el hombre construya su ética planetaria, ya que si hay libertad, debe haber responsabilidad. Lo universal debe atravesar las diferentes culturas porque, por ejemplo, no puede aceptarse que algunas desvaloricen el rol de la mujer. El compromiso es respetar un sistema universal de derechos humanos para que luego pueda desarrollarse, sin contradicción, la diversidad cultural sin problemas. Es la única manera de escapar del relativismo y del desencanto. –¿Cómo ve los cambios en la iglesia católica a partir de la elección del papa Francisco? –Los veo positivos porque, si bien soy ateo, considero que la religión católica no es más un integrismo, como lo fue en el tiempo del

cisma. Es una religión que se ha hecho soft y, aunque conserva elementos integristas que también se observan en el judaísmo y el islam, es una religión que piensa mucho en la moral sin ponerlo en relación directa con el castigo de Dios. Asimismo la religión católica nos protege de las sectas, que son mucho más peligrosas porque son manipuladoras. El problema actual del islam es que hay demasiados integristas con diferencias de interpretación enormes y eso no pasa en la Iglesia Católica gracias a su centralismo. –¿Por qué se vinculó con Raymond Aron, pese a pertenecer a una generación que se deslumbró con Sartre? –Estudiaba en la École normale supérieure, donde estaban Lacan, Althusser, Foucault y Aron. Escuché sus seminarios, el único que no vino fue Derrida. Aron tuvo mucho impacto en mí, más que la idea del existencialismo, porque Jean-Paul Sartre fue cambiando hacia una postura radical abrazando el maoísmo. Por otro lado, a Aron lo vi más humano y tenía una diferencia fundamental con Sartre: era filósofo pero también sociólogo. Mi primera formación era la filosofía pero después de Mayo del 68 fui hacia la sociología. Le entregué varias ideas y él fue quien me llevó a investigar acerca de Spinoza. Aron era un hombre de derecha y después de 1968 mis ideas estaban lejanas al gaullismo de él, pero eso nunca fue un problema. Yo pensaba que Albert Camus era mucho más valioso que lo que decía Sartre sobre él, y hoy vemos que Camus ha tenido una postura mucho más humana con relación a la guerra de Argelia pero también sobre el nihilismo, y finalmente hoy pensamos más con Camus que con Sartre. En París en ese tiempo se daba una competencia entre grandes filósofos, como Lacan o Althusser. Tampoco creía en Lévi-Strauss o Greimas, con su estructuralismo en lingüística. Trabajaba mucho con Derrida pero, si bien no tenía demasiado interés en sus ideas, hoy lo entiendo mucho más que en el pasado, pese a su estilo escolástico. No tenía muchos modelos para pensar, a excepción de Foucault, pese a la experiencia que tuve con él. –Es inevitable pedirle que se explaye sobre el asunto… –Michel Foucault fue mi profesor en la mesa de examen para ingresar en la École normale supérieure… dos veces. La primera vez debía elegir un pequeño papel con una pregunta y

ésta era: “¿Qué es un hombre normal?”, una pregunta típica de Foucault, que fue difícil de responder para mí y no tuve una buena nota. Al año siguiente me presenté otra vez y elegí otro papelito: “¿Qué es un hombre grande?”, decía esta vez. Yo estaba más preparado y pude ingresar. Pero Aron me parecía de una inteligencia aguda, pese a no tener una gran obra escrita. Recuerdo que una vez me dijo que lo único que iba a sobrevivir de su pensamiento era la idea de la “disuasión” pero, claro, eso no es mucho. Una época muy rica… yo estaba en ese mundo de debates que ya no existe más. –Formalmente todos esos nombres integran los planes de estudio de cualquier universidad pero se desconoce qué sucede con la filosofía hoy. ¿Dónde está la filosofía contemporánea? –Es una buena pregunta pero terrible porque parece que no está en ningún lado. Cuando me fui de todo ese mundo académico parisino a Quebec, descubrí que la labor intelectual en América del Norte no vale mucho porque su voz no es escuchada como parte hacedora del futuro. Vale menos que la opinión de un ingeniero. Eso me sirvió para aprender el valor de la modestia y a no hacer juegos de palabras. Pese al sufrimiento de escribir libros que no se leen mucho y la falta de debates intelectuales, aprendí a descubrir otros valores. No tenía ninguna razón para irme de la Sorbonne pero me interesaba cambiar de escenario sociológico e introducirme en otra esfera, con parámetros diferentes a los de la escena social francesa. Eso sirve para abrir la conciencia. –¿Cuándo se refiere a América del Norte también incluye a los Estados Unidos? –Es peor en los Estados Unidos, donde los intelectuales, salvo dos o tres, son periodistas que se dedican a hacer gigantescos dossiers académicos que no construyen una visión que se articule. No son filósofos pero debí aceptarlos, leerlos y me dieron muchísimo material para analizar. –Cuando se acabe el reinado del papel, ¿cómo va a ser la preservación del patrimonio? –El papel es un soporte menos volátil que el digital. La idea de digitalizarlo todo y olvidarse de los libros de papel es equivocada. Cada año tenemos dos veces más información que en el anterior. Pero llega el momento de deci-