Libertad y resistencia POR VICTORIA NOORTHOORN
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Viernes 1 de octubre de 2010
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La retrospectiva Marta Minujín 1959-1989 se propone revelar la complejidad y la escala que caracterizaron su producción desde los tempranos años 60 y, por lo menos, durante los siguientes 30 años de su incansable actividad. La exposición se concentra en la Marta Minujín que no conocemos, dadas las escasísimas exposiciones analíticas de esta gran artista en nuestro país. Me refiero a las facetas relativas a una producción que además de libertad, vorágine, exceso y egocentrismo, se caracteriza también por su método, precisión, rigor, resistencia, generosidad y un fundamental espíritu crítico. Marta Minujín es una autogestora de proyectos artísticos como no ha visto la Argentina. Asimismo, la exposición intenta enfocar la pertinencia contemporánea de la obra de Minujín a escala mundial, es decir, del modo en que su obra ha dialogado a cada paso con los artistas de punta en cada momento. La exposición cubre los diversos períodos del trabajo de Minujín, desde su proyecto de quema de obras en París en 1963 a la explosión pop y las investigaciones relativas a la ocupación del espacio mediante la participación activa del espectador como El Partenón de Libros en 1983, cuando se repartieron 30.000 libros censurados durante la última dictadura militar. Nos ha interesado situar a Minujín en un contexto nacional e internacional y puntualizar el modo en que su obra ha resistido y resiste las limitaciones propias de las categorías artísticas establecidas por la historia del arte. Y éste es, justamente, uno de los puntos cruciales que resultan de esta investigación: aún si Minujín es quizá la artista más mediática de la Argentina, nuestras instituciones han apoyado escasamente la comprensión de su obra ante el gran público (quizá temerosas ante tanto riesgo). Aplaudo y agradezco al Malba por este inmenso desafío y espero que este gesto de inclusión del riesgo dentro de las instituciones locales y nacionales se perpetúe sin pausa. Curadora de la exposición
El Obelisco de pan dulce, Buenos Aires, 1979
una vuelta de rosca brutal. Ahora estoy contenta por la elección de Victoria (Noorthoorn), a quien elegí yo. Habíamos estado en Nueva York con Beginning with a Bang! y me invitó a la Bienal del Mercosur; ella se apasionó con mi trabajo hasta el punto de discutir mentalmente con las teorías de Restany y de Romero Brest. Tiene su propia mirada y es de otra generación: 39 años. –¿Volverías a vivir igual que como viviste? –Sí, disfruto con la acción de hacer la obra, lograr imposibles, plantearme utopías, como hacer una torre de pan lactal para la Bienal de Irlanda, inspirada en la torre de Joyce y con la marca del pan del que habla en Dublineses. Una vez que la cosa sale, ya no me interesa más, soy como Fitzcarraldo con su obsesión por el teatro de Manaos, mientras más imposible el desafío, mejor . –¿Te considerás genial? ¿Pensás que el personaje Marta tapó la obra? –Creo que soy bastante genial, pero no lo pienso. Me siento una gran trabajadora, que vive, existe y piensa para el arte. No me interesó nunca el mercado (ahora tal vez un poco) y viví hasta los años ochenta de becas. Gané 18 becas, primero la de Francia, después la Guggenheim, la Rockefeller... No pensaba en vender las obras y era pobrísima. Cuando me fui a París, la plata me alcanzaba para una habitación sin baño; me bañaba en los baños turcos y casi no comía. –El Di Tella te cambió la vida. –Fue un reconocimiento. Caminaba por Florida y la gente me miraba, siempre me miraba como si fuera un bicho raro. Ser artista entonces lo era. El establishment no entendía, y menos por ser mujer. Ana Gallardo me dice: “Gracias por existir, porque nos abriste el camino y facilitaste muchas cosas”. Hoy el lugar del artista es mucho más fácil, tiene algo de enfant gâté, de estrella –¿Cómo fueron tus primeras obras? –Cuadros, pinturas surrealistas, abstractas, y luego obras matéricas muy a lo Tàpies, hasta salir del plano, primero con los cartones y luego con el colchón, que era el colchón de mi cama y derivó en La chambre d’amour, la galería blanda. De mi primera época rompí todo, era lo que pensábamos con Greco. Creo que el comienzo es la época polimatérica, después laca a la piroxilina, pequeños relieves que
Colchones, París, 1962
luego ocupan más espacio. En el año 62 incorporé el colchón y creo que ésa fue mi primera obra propia, sin influencia –no copiar a nadie, no mirar nada–, que luego serían estructuras colgantes. Con La chambre d’amour, me catalogaron de otra forma y el Di Tella fue un lanzamiento, pero ya tenía mucha obra antes... –¿Es la primera vez que verás tantos proyectos tuyos? –Sí, habrá de todo, fotos, películas, reconstrucciones. El montaje será del equipo Malba: Gustavo Vázquez Ocampo y Victoria Giraudo. Mucho material se conservó en los archivos del Pompidou y del MoMA, estará la reconstrucción (1985) de Revuélquese y viva de la Colección Blaquier, instalaciones de La Menesunda, una película de Leopoldo Mahler trasladada a digital, y una pareja (ya contratada) que estará todo el tiempo en una cama real y después llega el Batacazo y cómo se destruyó... En la sala de abajo las acciones latinoamericanas, La academia del fracaso y obras de participación masiva: El Partenón en pantalla gigante, esculturas en
Venus de Milo cayendo, 19862006. Escultura en bronce platinado, colección Marta Minujín
Con Alberto Greco
la terraza, en el pasillo, un cuadro grande que exhibí en arteBA y las fotos con Andy Warhol, que compró Costantini en Pinta tres años atrás. Es clave la zona hippie con toda mi ropa hippie... –¿Ése fue tu mejor momento? –Es lo que más adoro de mi vida, mi hora de hippie que todavía dura. Mujer de Acuario en la era de Acuario, cumplirá 68 años el 30 de enero, en plena muestra. –¿Qué sentís en este momento? –Estoy contentísima. El mejor lugar donde podía exponer es el Malba, lo más moderno que hay en la Argentina. El reconocimiento llega tarde, no del público pero sí del coleccionismo. No he vendido como Christo (N. de la R. artista famoso por envolver los puentes de París); si viviera en Nueva York, sería millonaria. No pude vender un dibujo del Partenón en cien pesos, pero ahora se vende afuera; compran museos, colecciones europeas. –¿Tu imagen es tu mejor obra ? –Mi imagen escandalosa y mediática ta-