espectáculos | 5
| Martes 26 de novieMbre de 2013
Las siete vidas de un artista ahora llamado Yusuf Islam recital. Cat Stevens, convertido al islamismo a fines de los 70, mostró
sus diferentes facetas musicales en su primer concierto en el país Jorge Luis Fernández PARA LA NACIoN
Existe Cat Stevens, el mito, el compositor hitero de guitarreadas de fogón, y Yusuf Islam, el hombre que, complot mediante de la prensa inglesa, quedó pegado a aquella insólita fatwa contra Salman Rushdie. Los dos son la misma persona y no son tan distintos. Años atrás, el predicador del Corán dejó a la estrella de folk-rock hibernando y hoy, cuando puede volver al anonimato de su Marylebone natal, Steven Demetre Georgiu (verdadero nombre de este británico, hijo de una noruega y un chipriota) desempolva la guitarra para concretar una adeudada visita sudamericana. Con energía renovada, reseteado, el primer y único show en Buenos Aires de este gran cantautor no se sintió como un reencuentro tardío. De inmejorable humor, Cat Stevens (más parecido a Jorge Corona que a un emisario islámico) salió a escena con su acústica, saludó en español, advirtió a la gente (en inglés) que no esperara mucho de su español y arrancó con “Moonshadow”, que el público cantó cual partícipes de un karaoke. Primera advertencia: luz amarilla y temor de fogonazo. Pero seguidamente una banda correcta, con lo justo y necesario (que contaba entre sus filas al guitarrista Alun Davies, veterano compinche de Stevens), se sumó para interpretar “Where Do the Children Play?” y el mito vibró como artista, devolviéndole su
Stevens o Islam, simple por donde se lo mire
d. spivacow/afv
emoción primitiva al track apertura de Tea for the Tillerman.
Siempre afable Stevens se levantó los pantalones entre tema y tema (“olvidé el cinturón, pero al menos así me siento más flaco”, bromeó), mencionó al menos dos veces a su esposa en la platea, como si el Luna Park fuera el Luna de Avellaneda, y brindó un puñado de canciones de su nuevo disco, Roadsinger, cuya temática es, precisamente, la de un humilde regreso a los escenarios. Mientras el nuevo material no es (y nadie esperaba otra cosa) deslumbrante, Stevens sigue siendo un intérprete formidable; conserva la voz intacta y se lo ve sintonizado con entusiasmo al siglo XXI, como lo demuestra su canción “You Can Do (Whatever)”, escrita para el film Jobs y suerte de oda al gurú de Silicon Valley. o la licencia de alterar el verso “talking on the phone” por “texting on the phone” (mensajeando por teléfono), en la inmortal “Here Comes My Baby”, un tema al que rindieron culto Yo La Tengo y el cineasta Wes Anderson. El británico rescató gemas como “Don’t Be Shy” (del film Harold & Maude), “Never” (de Back to Earth, último álbum firmado como Cat Stevens) y un extracto de la suite “Foreigner”. “Después, vino un grupo y me robó el nombre”, murmuró antes de interpretar esta última. No fue su único lamento: aclaró, por las dudas, que “The First Cut is the Deepest” no es de Rod Stewart. Y siguieron los clásicos: “oh Very Young”, “The Wind”, “Peace Train”, “Father and Son”… hasta alcanzar la cumbre con “Sad Lisa” y su circular, ominoso motivo de piano que precede a Tubular Bells, de Mike oldfield. La música popular puede ser demasiado simple y al mismo tiempo profunda, sentida e irónica. Para recordarlo está gente como Yusuf Islam, o Cat Stevens, cualquiera que sea el tiempo en que salga a tocar, cualquiera que sea su nombre.ß
Buenos tangos por buenos músicos dupla. Mainetti y Angeleri lanzaron un
gran CD y lo presentan con varios shows Mauro Apicella LA NACIoN
Además de ser dos buenos músicos que cada tanto tocan tango a dúo, el bandoneonista Pablo Mainetti y el guitarrista César Angeleri son tipos a los que les gusta hablar de música. Uno es más bien lacónico en sus comentarios, y el otro se muestra expansivo, pero hacen un buen complemento, lo mismo que cuando suben al escenario o graban un disco. Hace pocos días publicaron el segundo como dupla, Un puñado de buenos tangos, que presentarán en cuatro conciertos porteños. Dicen que había llegado el momento para grabar un disco de clásicos tratando de limpiar un poco el frondoso bagaje musical que cada uno construyó en muchos años de oficio. Además, hablan de lo difícil que es utilizar el término improvisación en el tango. A modo de prólogo que figura en el arte de tapa del disco, Edgardo Cozarinsky escribió: “Hoy, el tango parece devolverles cada vez a más oyentes algo querido y perdido”. Vale la pena detenerse en esto, porque si bien es difícil querer, perder o recuperar lo que no se tuvo (cuando se habla de tango en la vida de personas de 30, 40 o 50 años que nacieron con el rock y no vivieron, por ejemplo, la época dorada de las típicas) es probable que se refiera a un ADN social en donde el tango aparece. “Coincido totalmente. El hecho de estar siempre en la búsqueda hace que uno quiera poner en la música todo lo que estudia. Pero es tramposo por el hecho de que te olvidás de
teAtro
Perro observador perro mujer hombre. ★★★ buena. texto: Sybille Berg. intérpretes: Greta Berghese, Eddy García, Leonardo Murúa. músico en escena: Pablo Viotti. asistencia de dirección: Victoria Casellas, Alejandra Mikulan. supervisión: Daniel
Veronese. dirección general: Gonzalo Facundo López. sala: El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. funciones: jueves, a las 21.30. duración: 60 minutos.
Marta Mediavilla, Lionel Arostegui, Leandro Bassano y Renzo Morelli, elencazo
fuentes fernández
Una fábula musical y poética
Buenos intérpretes, interesante propuesta
¿Q
ué pensarán las mascotas cuando ven a sus dueños pelearse a gritos y más tarde reconciliarse a besos o cuando los encuentran haciendo el amor? Un perro (Eddy García) se convierte en el testigo involuntario de la creación, el ascenso y la caída de una relación amorosa entre un hombre y una mujer (Leonardo Murúa y Greta Berghese). No es un perro cualquiera: tiene la capacidad de recordar, narrar e interpretar hechos que componen su presente y su pasado. El animal analiza a la pareja que lo rescató de la calle a partir de las enseñanzas que le dejó la lectura de Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, y en clave existencialista
mete la nariz en la humanidad con ironía y desencanto. Gonzalo Facundo López (promesa joven de la dirección teatral) trabajó para este libro sublime de la alemana Sybille Berg en una propuesta escénica atractiva casi hasta el final. Cuando hacia el desenlace el texto se oscurece (con una reflexión angustiosa sobre el amor como instinto posesivo), las actuaciones y el humor general de la puesta insisten en un tono de tragicomedia naïve que rompe una alianza casi perfecta entre aquello que la escritura pide y lo que el hecho escénico puede dar. Esto, sin embargo, no le resta mérito a un trabajo interesante de nuevos creadores que se las traen. ß Natalia Laube
el hijo del fin del mundo. Lautaro Metral y el grupo Pim-Pum-Pam regresaron con una propuesta de fuertes valores y bellas canciones En 2012, el fin del mundo no llegó, pero su fallido intento dejó como legado una historia más que interesante para la escena off local. Se trata de El hijo del fin del mundo, de Lautaro Metral, orfebre de otra gran historia contada en clave musical que hace un par de años llevó a su compañía, Pim-Pum-Pam, a obtener un reconocimiento sin precedente: Cuando callan los patos, que arrasó con los Premios Hugo 2011. El hijo... pone como eje de la acción a Duilio Vázquez, el primer niño nacido en 2012, con algunas particularidades: es mitad hombre, mitad vegetal y es enormemente optimista. En el año del fin del mundo, Duilio ve la vida como una posibilidad de crear. Recorre tierras hostiles
con su casa vagabunda a cuestas, su perro, su gato y su gallina, buscando su lugar en el mundo. Luego se cruzará en sus vidas un forastero: nada menos que un actor. Fieles a la estética que los caracteriza, donde lo absurdo y lo fantástico se potencian, los Pim-Pum-Pam eligieron seguir por el camino marcado por Cuando callan los patos y armar un mundo de fábula para contar esta historia. Su estreno fue en 2012 en el Centro Cultural Rojas. Subsidiados por la institución, lograron levantar una gran producción, aunque por pocos meses. Este año reestrenaron en El Vitral, y empezaron a sentir el peso de la falta del dinero que se necesita para poner en marcha un musical de esas dimensiones de manera in-
dependiente. “Este año ha sido un aprendizaje muy grande. Nos llevó a reflexionar sobre las cosas que influyen en el quehacer del teatro. Pasar de una institución a trabajar de manera independiente, cómo adaptar la dirección y la dramaturgia de una obra, la influencia que ejercen las salas, los productores y los subsidios teatrales, cómo de repente la puesta que vos tenés en mente se te reduce porque el teatro no tiene sonido, por ejemplo, y vos ese dinero lo querías invertir en un dispositivo escenográfico. Tenés que renunciar a muchas cosas”, relata Lautaro Metral, y mientras habla continúa discutiendo para sí mismo el dilema que plantea la autogestión: “No puede ser que factores externos afecten a nuestros
lo anterior –dice Angeleri–. Y en este disco, con Pablo tocamos de una manera que trae mucha información. No tenemos 70 años. Yo tengo 50, toco desde hace treinta y siento que puedo plasmar la información de un toque antiguo que tiene, también, pinceladas actuales.” Según Angeleri, el dúo cuenta con esas características de combinar formas nuevas y antiguas, a las que se suma una instancia de improvisación, aunque todavía no encuentra el término para que no se piense que está relacionada con el jazz. “Para mí –interviene Mainetti–, no hay que entender esto como improvisación, sino como composición o creación a tiempo real. La construcción de este discurso se arma segundo a segundo. Es una nueva lectura de los viejos tangos.” El disco tiene cierta roña tanguera y sencillez que luego le deja paso a la sofisticación, pero con mucha sutileza. Ésa es, a grandes rasgos, la dinámica que atraviesa los once tracks. El material de trabajo fueron clásicos inoxidables como “Gallo ciego”, “Malena”, “Volver” y “El choclo”, entre otros. “Son tangos que no tienen puertas por la manera como uno entra y sale de ellos. Por esto mismo cualquier auditorio puede ser partícipe. Además, no son tangos que tienen que ver con el disfrute técnico, sino con la memoria afectiva”, agrega Mainetti. ß
Mainetti-Angeleri Presentación del CD Un puñado de buenos tangos. Mañana , en Café Vinilo; el 6 y 7 de diciembre en el hall del Teatro San Martín y el 14 en Almagro Tango Club.
productos. Quisiera que ni lo personal ni lo de afuera influyeran”. A partir de estas reflexiones surgió la idea de reponer la obra de manera que no existan limitaciones externas. “Decidimos hacer un acústico. Como un unplugged de una comedia musical”, explica. Bajo esta premisa, llegaron a El Ópalo, una sala ideal para crear ese clima intimista. “Después de una temporada en que nos fue bien, queríamos darle un cierre a la obra en un marco más tranquilo, porque todas las exigencias técnicas recaían sobre nosotros, pero tenemos que preocuparnos de nuestro trabajo, que es componer, dirigir, actuar. Es una experiencia planteada desde el lado del disfrute”, agrega. “Apuntamos a rescatar el clima íntimo de los primeros encuentros. Tienen un toque mágico de cierta inminencia de una obra que va a suceder, pero que todavía no se sabe muy bien de qué se trata. Despojado de escenografía, vestuario, en un entorno íntimo, con el público cerca, se busca que pasen al frente el texto, las canciones y la interpretación por sobre lo escenográfico y el vestuario.” Sin ningún cambio en el elenco, la obra que obtuvo siete nominaciones a los premios Hugo –entre ellas, mejor dirección y mejor musical off– es representada por Lionel Arostegui, Leandro Bassano, Renzo Morelli y Marta Mediavilla, ganadora del premio Hugo a la mejor actriz off.ß María Silvina Ajmat
El hijo del fin del mundo De Lautaro Metral. Sábados, a las 21. El Ópalo, Junín 380.