La extraña y doméstica vida de un artista llamado Beck

20 abr. 2014 - MADRID (El País).– Beck reconoce que no es muy bueno dando entre- vistas. “Estoy incómodo y me quedo en blanco”, dice a modo de ...
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| Domingo 20 De abril De 2014

Beck en un reciente festival en Nueva York

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La extraña y doméstica vida de un artista llamado Beck confesiones. El músico, que dice no ser

un buen entrevistado, habla sobre su carrera MADRID (El País).– Beck reconoce que no es muy bueno dando entrevistas. “Estoy incómodo y me quedo en blanco”, dice a modo de disculpa. No solo eso, también contesta a medias, y hasta se contradice. Por ejemplo, al comienzo de la charla asegura que llevaba seis años sin editar un disco simplemente por cómo se dieron las cosas. “La verdad es que paré durante un tiempo, como siempre se hace después de sacar un disco. Más tarde empecé a producir para otros y resultó ser un trabajo tan largo como hacer uno propio. Hace dos años fui a Nashville a grabar un disco de country que al final decidí no publicar. El tiempo vuela.” Un puñado de preguntas después, su discurso muta. “Hace seis años pensaba que algo estaba a punto de pasar, que era el momento de ese salto que se da cada diez años en el rock. No tenía muy claro para dónde tirar. Así que decidí parar un tiempo para ver cómo discurrían los acontecimientos. Que sucediese algo que

diese claves. Pero no pasó nada”. Da la impresión de que, por primera vez, Beck Hansen va por detrás de su tiempo en vez de por delante. Morning Phase, su nuevo disco, recuerda cosas que hizo antes. Melódico y tierno, está entre la cruda desnudez de Sea Changes (2004) y la versión de “Everybody’s Got to Learn Sometime” de The Korgis que grabó para la banda de sonido de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. “Toda mi vida he tenido pánico a repetirme, pero ya no me pasa. Un día pensé: ¿y qué si me repito? ¿Qué artista conocés que lleve 20 años de carrera y no haya repetido la misma fórmula alguna vez?” Han pasado dos décadas desde que Beck debutó. Tuvo un comienzo fulgurante en 1993 con “Loser”, canción que fusionaba espíritu alternativo y desparpajo juvenil con guitarras de blues acústico y samplers. Y además rapeaba. El tema, dice su autor, fue el fruto de una serie de accidentes. “Yo vivía en Nueva York, y

me gustaba, pero la dueña de la casa que alquilaba me estafó, como me quedé sin dinero tuve que volver a Los Ángeles. Había grabado el demo de «Loser» antes de irme, en casa de un colega; ni me acordaba. Era un chiste”, recuerda. El tema se convirtió en un enorme éxito. “Recuerdo esa época como un momento en el que nos sentíamos muy incómodos. Nos tomábamos las cosas demasiado en serio. Por ejemplo, Kurt Cobain era muy dulce y amable, pero veíamos problemas en todas partes. O nos apreciaban demasiado, o demasiado poco. Estábamos empeñados en que no nos entendían. Cosas de veinteañeros, quizá. Me llevó años darme cuenta de que era un privilegiado.” Durante su primera época, se especializó en discos exitosos en los que cambiaba de uno a otro: Odelay, Mutations, Midnite Vultures... A partir de Sea Changes, sus trabajos parecen volverse menos relevantes. Güero, The Information y Modern Guilt fueron recibidos con mayor tibieza. “Ni tienes 20 años siempre ni eres la última sensación toda tu vida. No pasa nada”, dice. Después llegó el silencio. Relativo. Entre otras actividades publicó Song Reader, una caja con 20 partituras de canciones, ilustradas cada una por un artista diferente. No las grabó. Estaban a disposición de quien quisiera interpretarlas. Parecía una reivindicación de lo físico. Una forma de recordar que un álbum solía ser algo más que una serie de archivos digitales. “Esas interpretaciones son graciosas, porque no fue así. Es un proyecto al que llevaba dando vueltas desde los noventa, que se publicara en 2012 fue casual.” Todo indica que tuvo relación con una misteriosa lesión en la columna de hace seis años que le impedía tocar. Un accidente del que no quiere hablar –zanja el tema con, “estoy bien”–, pero que lo tuvo prácticamente inutilizado y lo obligó a una larga recuperación. Mucho de ese tiempo lo pasó en su casa de Los Ángeles, con su mujer y sus dos hijos. “Soy un padre de familia de 43 años, con los problemas de un padre de familia de 43 años. Mi vida doméstica no es muy excitante”, dice. Ahora, confiesa, ya está trabajando en un nuevo álbum. “Nunca dejo de hacer cosas, cuándo se publican es otro tema. Pero cada canción tiene su momento. Algunas se esfuman, otras sobreviven.” ß Iñigo López Palacios