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La sencillez en el arte es un fin, no un principio

14 ago. 2010 - historia del teatro, como El Mahabharata,. Tito Andrónico o ... munismo–, las estructuras de la historia ... que “ateísmo”, y el ateísmo es también.
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AFP

ENTREVISTA | PETER BROOK

“La sencillez en el arte es un fin, no un principio” El veterano maestro aconseja a los jóvenes que no intenten ser despojados, sino más bien barrocos, en el comienzo de sus carreras, y dice que el teatro no es el lugar idóneo para el debate y que las obras deben estar dirigidas al corazón POR BORJA HERMOSO De El País - París, 2010

T

ras casi un cuarto de hora de perorata ininterrumpida, lúcida y pausada (teatro, religión, política, filosofía, psicología...), Peter Brook pide perdón “por no saber ser más conciso”. Poco antes ha irrumpido entre las paredes oscuras del bar inglés de un hotel francés, junto a la Ópera de París, tocado con un gorro de vagabundo y un gabán interminable, con esa mirada pequeña entre distraída e inquisitorial, la mirada de un niño de 85 años. En un francés perfecto en el fondo y ultrabritánico en la forma, Brook (Londres, 1925) se ha dirigido al camarero y le ha recordado que, el día antes, había reservado mesa, “mi mesa”, y al inicial “no me consta” del camarero parisiense (camarero + parisiense = peligro), él le ha ofrecido una indignación callada. El lapsus ha quedado subsanado y el autor de creaciones escénicas que ya están en la historia del teatro, como El Mahabharata, Tito Andrónico o La tempestad ha tomado asiento, ha pedido un jugo de pomelo. Brook lleva más de 60 años de teatro. A los 22 dirigió la Royal Shakespeare Company. En 1971 fundó en París el Centro Internacional para la Investigación Teatral, y dos años después compró un viejo teatro del norte de la ciudad, Les Bouffes du

24 | adn | Sábado 14 de agosto de 2010

Nord, donde sigue preguntando al mundo y preguntándose los porqués de nuestras atribuladas existencias. De allí salió Eleven and Twelve, una desequilibrante reflexión acerca de la religión y sus excesos, el poder y sus excesos, la tolerancia y sus carencias. Una obra inspirada en el maestro sufí Tierno Bokar, interpretada por actores africanos, asiáticos, americanos y europeos. –¿Dónde sitúa usted el poder de la religión, hoy en día, en el mundo? –Como todas las cosas que acabaron convertidas en institución –el Estado, la democracia, la tiranía, el fascismo, el comunismo–, las estructuras de la historia de la humanidad pueden crear monumentos, pero nunca se acercan a lo que de verdad afecta a la vida. Si tomamos la palabra “religión”, podemos llegar a una conclusión: es la salsa que baña todo aquello que significa destrucción. –Esos “ismos” más el “ión” de “religión” parecen haber vertebrado nuestros males pasados y presentes. A través de la violencia, básicamente. –Mire el comunismo: un gran ideal humanista puesto en pie por un gran pensador, Marx, pero acabó significando destrucción. El fascismo: sinónimo de destrucción pura, sin excepción. ¿Y la religión? No es una palabra más pura que “ateísmo”, y el ateísmo es también una actitud inamovible, violenta, a menudo dictatorial. Cada religión tiene su estructura. Pero lo importante es saber si la vida humana puede resultar afectada por algo que sobrepase esos conceptos del bien y el mal, los conceptos más ridículos que existen. –¿Y... puede? –Tiene usted delante un vaso de agua. En el momento en el que lo prueba, todo en usted le va a decir “esta agua es más pura que el agua de alcantarilla, pero menos pura que la del manantial más puro de la montaña”. Dentro de usted, de forma inconsciente, surgirá un movimiento hacia la pureza y otro de reac-

SIN DISCURSOS. El teatro político puede producir efectos horribles, dice Peter Brook

ción contra la impureza. Todo esto, para llegar a lo que quiero decir: que el teatro nunca ha sido el lugar idóneo para el debate. –¿Cuál es ese lugar? –El intercambio de ideas se produce hoy en la televisión, en la radio, en los libros... La gente no va al teatro para asistir a un debate. –¿A qué va la gente al teatro? –El teatro, y también el cine, nos permite vivir las experiencias maravillosas y horribles que muy probablemente nunca encontraremos en nuestra vida real. Por eso tienen tanto éxito las películas de terror: porque desde nuestra seguridad de la butaca no corremos ningún riesgo, pero podemos saborear el miedo ante cosas que no nos van a pasar. ¿Y qué ocurre con el gran teatro griego? Que nos pone frente a la dificultad de vivir, como una experiencia personal, las cosas inevitables que amenazan a las personas, a las sociedades. Y cuando eso ocurre puede llegar la catarsis, que es un concepto que hemos empezado a olvidar y que es tremendamente positivo. ¿Sabe por qué triunfa el

teatro, por qué ha vuelto la gente al teatro? Porque el teatro no trata de nada en concreto. Trata de la vida. Es la vida. –¿También ha huido usted de cualquier propuesta de debate en el caso de Eleven and Twelve, la obra que presentó en Madrid? –Lo que pretendemos con esa obra es muy sencillo: preguntarnos qué tipo de compromiso interior requieren cosas como la intolerancia y la violencia. Hoy creemos que la tolerancia es una cosa de gentlemen que discuten tranquilamente de algo, como usted y yo ahora en el café de un hotel tranquilo y elegante; yo te escucho, tú me escuchas y todo eso. Eso no es tolerancia, sino debilidad. –Entonces, ¿dónde está la auténtica tolerancia? –No digo qué es ni dónde está, no puedo explicar eso. Pero la mostramos a través del protagonista, un hombre importante y humilde que recorre un largo camino personal hacia la integridad y la comprensión del otro y que al final de su vida siente la necesidad de conocer a otro personaje, alguien que ha sido humi-