La princesa que quería amar

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espectáculos

| Domingo 17 De noviembre De 2013

entrevistas | Benedict cumBerBatch y naomi Watts, protagonistas de la semana

El controvertido señor Assange

El quinto poder es una aproximación al creador de WikiLeaks desde sus orígenes

Cumberbatch: “Assange es un padre, es un hombre íntegro”

Marcelo Stiletano la nacion

cuando se conoció la noticia de que El quinto poder (The Fifth Estate) iba a inaugurar este año el Festival internacional de cine de Toronto, muchos imaginaron que la primera película de alto perfil consagrada a la controvertida figura de Julian assange, el fundador de Wikileaks, habría de convertirse en una de las grandes animadoras de la inminente temporada de premios en el hemisferio norte. Todas las condiciones estaban dadas para ese propósito: un tema de candente actualidad vigente en la agenda internacional, un personaje protagónico que despierta toda clase de reacciones en la opinión pública (con excepción de la indiferencia), un director reconocido en Hollywood y conocedor como pocos de la entretela del oscar (Bill condon, realizador de Dioses y monstruos, DreamGirls, los dos últimos films de la saga Crepúsculo y responsable artístico de varias ceremonias de la academia), un grupo de reconocidos actores encabezado por el británico Benedict cumberbatch, el alemán Daniel Brühl (niki lauda en la reciente Rush) y los estadounidenses Stanley Tucci y laura linney, una ambiciosa producción rodada en Bélgica, alemania e islandia y el respaldo de los estudios Disney. Pero nada ocurrió según lo esperado. Más allá de la atención que despiertan hoy en los medios internacionales los movimientos y actitudes de assange (refugiado desde junio de 2012 en la embajada de Ecuador en londres con estatus de asilado político) y del indiscutido valor testimonial de las revelaciones de

Wikileaks (en especial, la filtración de casi 250.000 cables confidenciales de la diplomacia estadounidense en 2010, hecho que provocó un terremoto político en casi todo el mundo), el estreno de la película en Estados Unidos fue una de las grandes decepciones de este año: apenas tres millones de dólares recaudados desde su estreno a mediados de octubre en ese país para una producción de casi 25 millones. Esa magra repercusión no reduce en lo más mínimo el atractivo potencial desplegado en esta primera aproximación a la vida y a la obra de assange (cuyo estreno Buena Vista para el próximo jueves) que explora el significado de Wikileaks desde sus orígenes hasta la actualidad, sobre la base del vínculo entre assange y el activista alemán Daniel Domscheit-Berg, autor de uno de los libros en los que se basa la película. El otro fue escrito por un editor de The Guardian, uno de los diarios que dieron a conocer los cables, aunque cuidadosamente editados. Lo que vale es el contexto cuando se produjo el estreno mundial de El quinto poder en Toronto, cumberbatch conversó con un grupo de medios internacionales (entre los cuales estaba la nacion) acerca de lo que significaba a todas luces el mayor desafío interpretativo de su ascendente carrera en el cine. En su mejor momento actoral (tiene 37 años), cumberbatch llegó a la charla de impecable traje y corbata, y con un corte de pelo muy parecido al que lució como excepcional villano en la última película de Star Trek. cortés y diplomático, habla muy rápido, con voz profunda y teatral y mucha precisión en los dichos. Dijo que reconocía como muy sólidos los

argumentos que assange le planteó en una carta en la cual le pidió al actor que renunciara a interpretarlo en la pantalla. “Ese pedido era el punto esencial de la larga carta que me envió. Pero mis contraargumentos para oponerme a ese pedido eran igualmente sólidos. Me hubiese gustado conocerlo porque estar frente a una persona de carne y hueso siempre es más productivo que trabajar con fotografías o textos, pero respeto su posición. creo que hay mucho en esta película para celebrar porque aquí se plantea cuán importante resulta Wikileaks como idea y sobre todo cuál es la integridad de esa misma idea”, puntualizó. “Yo no soy actor –agregó–, ni activista político, ni abogado, ni fundador de un blog. Soy el primero en reconocer mi condición de amateur en todas aquellas cuestiones ajenas a la profesión que elegí. como me pagan por eso, creo que ya estoy calificado para ser actor profesional [risas], Pero más allá de eso, como persona común y corriente me sentí impactado y fascinado por las revelaciones de Wikileaks. lo que hizo es darle masividad a un tema muy complejo y al mismo tiempo devolverle un lugar protagónico al periodismo de investigación.” cuando se le pidió una definición sobre assange, cumberbatch señaló que tuvo la agudeza de hacer algo trascendente que marcó su personalidad y, al mismo tiempo, lo humanizó. “Hay valores universales en su conducta, que la película trata de exponer y poner en discusión. assange es un padre, es un hombre íntegro, con mucho sentido del humor y que trabajó para hacer realidad una idea. Es posible que por lo que hizo haya conseguido que a mucha gente le caiga simpático y también que alrededor de él se promuevan discusiones acerca de si lo que hizo está bien o está mal. no es posible entender a assange fuera del contexto del que proviene.” cuando cumberbatch se encontró por primera vez frente al espejo con su propia imagen convertida en assange, marcada ante todo por una larga y prolija cabellera blanca, se dijo a sí mismo “¡Jesucristo, esto funciona!” contó que en ese momento estaba escuchando en su iPod una entrevista grabada por assange e intentaba perfeccionar su aproximación a la voz del personaje. “Él y yo tenemos rostros muy diferentes, pero como siempre hay mucho para hacer en el trabajo de interpretar un papel sin llegar a imitarlo o personificarlo tal cual, sentí que podía dejar al margen esas diferencias. Julian tiene una cara más redonda, la mía es más angulada. El tiene ojos oscuros, los míos son más livianos. Él tiene el pelo más claro, el mío es más negro. como ven, entre él y yo hay mucho en común...”ß

La princesa que quería amar Centrada en el romance secreto que mantuvo con un doctor de origen pakistaní, Diana busca revelar a la mujer detrás de la aristócrata Hernán Iglesias Illa PaRa la nacion

nUEVa YoRK.– Hace veinte años, Diego Maradona era el hombre más famoso del mundo y lady Di, princesa de Gales, la mujer más famosa. Separada de su marido carlos, ninguneada por la familia real, vivió los últimos años de su vida a la vista de todo el mundo, a través de las lentes de los paparazis, oscilando entre la depresión, el trabajo humanitario y una serie de romances accidentados. ¿cómo contar una historia de la que aparentemente ya se sabe todo? Diana, la película británica dirigida por el alemán oliver Hirschbiegel (La caída), que se estrenará el próximo jueves en la argentina, eligió poner el foco en un aspecto poco conocido: la relación de lady Di con Hasnat Khan, un cirujano de origen pakistaní, secreta en aquel momento y revelada después de su muerte. Para la difícil tarea de interpretar a una mujer tan famosa, de quien el público conoce bien los gestos y la manera de hablar, los productores eligieron a naomi Watts, que nació en inglaterra, pero lleva 30 años viviendo en australia y Estados Unidos. Watts, conocida por sus papeles en Mulholland Drive y 21 gramos, entre muchas otras películas, conversó con la nacion el mismo día en el que los actuales príncipes de Gales, William, hijo de Diana, y su esposa, Kate, mostraron por primera vez en público a su hijo George. En un hotel del Soho, rodeada de pantallas donde se mostraba a una versión real y más saludable de la familia ficcional y fracturada que había interpretado, Watts habló en voz baja, corrigiéndose e interrumpiéndose, como si, igual que a lady Di, le costara encontrar las palabras correctas. –¿Qué la llevó a hacer un biopic, un género que parece en retirada? –Es que no lo sentí como un biopic típico, porque la película toma un período de tiempo específico, los últimos dos años de su vida, y se concentra en esta historia de amor de la que nadie sabía mucho. –El punto de partida de la película es la famosa entrevista con la BBC, a fines de 1995, donde da su versión de la disputa con la familia real. ¿Qué tan importante fue? –Muy importante. Esa entrevista con [el periodista Martin] Bashir fue una bisagra en su vida. la criticaron mucho por hablar mal de la familia real, pero también tuvo resultados positivos. le permitió decir que quería ser libre, tener vida propia, ser lo más normal posible dentro de su situación. Y ella tenía derecho a eso. –Imagino que la habrá visto varias veces. –como diez mil veces. la tenía en la iPad, en el iPhone, en el i... En todos mis is. [Risas.] Si salía a correr, la escuchaba. Si me daba un baño, la ponía. Había cosas que quería conseguir con este papel que iban más allá de la voz, por eso me gustaba oír la entrevista sin ver la imagen o ver la entrevista sin oír la voz, para experimentarla de manera diferente, porque las dos cosas son igual de importantes. además, el tono de su voz y su manera de

Watts: “Tendemos a admirar el costado rebelde de la gente” mover la cara son completamente distintas de las mías. cuando hablo, yo muevo el lado derecho de mi cara y ella movía el lado izquierdo. acostumbrarme a eso fue difícil. Durante semanas fui de un lado a otro con un escarbadientes en la boca para no mover mi costado derecho. –¿Siguió de cerca su vida? –nací en inglaterra y viví ahí hasta los 14 años. Vi su casamiento por televisión y, aunque era demasiado joven para leer los diarios, las noticias sobre ella estaban en todas partes. En australia me distancié un poco. Ella seguía siendo popular, pero no estaba en la tapa de los diarios todos los días. Pero me acuerdo de ver la entrevista con Bashir y definitivamente me acuerdo del momento en el que murió. Fue un shock terrible, me afectó mucho. –¿Es cierto que le costó aceptar este papel? –los elementos de este trabajo que más miedo me daban también eran los que más me intrigaban. Y también el hecho absurdo, casi ridículo, de hacerme cargo de la mujer más famosa de nuestra época. Era un problema y un desafío. –¿Cuán difícil fue reencontrarse con su lado británico? ¿O todavía estaba ahí? –Todavía estaba ahí. Pero creo que fue positivo haber pasado tantos años fuera de inglaterra, porque creó una distancia con el personaje. Quizá por eso los productores pensaron en mí, no lo sé. Pero lo inglés fue volviendo al llegar a londres. Tuvimos la suerte de que liev [Schreiber, su marido] estaba filmando otra película en londres en esa época y pude llegar seis o siete semanas antes de empezar la filmación. Estar rodeada de ingleses fue muy útil, me ayudó a sacarme de encima el acento australiano y de a poco a meterme en clima: vivíamos enfrente del palacio de Kensington. –¿La sorprendió algo de ella?

–Su sentido del humor punzante, sin miedo de contar un chiste políticamente incorrecto, según me contó gente que la conoció. Eso sorprendía mucho: “¡Mirá el chiste que contó la princesa!” Tenía que ver con su costado rebelde, y creo que todos tendemos a admirar el costado rebelde de la gente. –¿Qué sedujo a Diana de Khan? –creo que se sintió fascinada por su mente. Era un hombre muy inteligente. Tenían en común el interés de curar a la gente. Y era un tipo con mucha integridad, no le interesaban la prensa o los medios. Se esforzaban mucho para mantener su relación privada, no sólo por ella sino también por él. –¿En qué momento supo que el director sería Hirschbiegel? –Un gran director puede mejorar el material con el que cuenta, y un director mediocre puede destruirlo. Y para mí, La caída, su película sobre Hitler, es una obra maestra, por eso confié en él. Trabajamos compartiendo información, en alguna medida inventando un personaje, porque algunas escenas ocurrieron sin testigos. Pero al mismo tiempo era un personaje que conocíamos. Tuvimos desacuerdos acá y allá, como en cualquier proyecto, por eso tuvimos que colaborar para que las ideas de todos funcionaran. –¿Tiene alguna “gran teoría” sobre la vida de Diana? ¿Cómo la explica? –Diana había tenido una infancia muy triste, empezando con el divorcio de sus padres y estar tanto tiempo separada de su madre. Todo eso la convirtió en una mujer frágil, pero ella peleó para ser feliz, quiso encontrar una manera de mejorar, y eso es muy interesante. Pero nunca logró sentirse cómoda en lo que hacía. incluso cuando hacía algo bien, se la criticaba o se la analizaba hasta el mínimo detalle. Era un círculo vicioso: nada le salía bien.ß