La millonaria demanda que ya es parte de la cultura pop

juicio, por US$ 100 millones, que enfrenta a Shakira con Antonio de la Rúa. En el documento se hace un racconto de la historia sentimental y profesio- nal de la ...
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SÁBADO

| Sábado 1º de junio de 2013

Amor y negocios

La millonaria demanda que ya es parte de la cultura pop La prensa especializada y la industria del showbusiness siguen de cerca el juicio, por US$ 100 millones, que enfrenta a Shakira con Antonio de la Rúa Viene de tapa

En el documento se hace un racconto de la historia sentimental y profesional de la pareja, que quizá no sea la que la cantante más quiere divulgar entre sus fans. Y, además, en un país donde resuenan fuerte aquellas palabras de Franklin de que “lo único certero son la muerte y los impuestos”, se mencionan elocuentemente varios paraísos fiscales. A todas luces, al hijo del ex presidente argentino y la cantante colombiana por varios años los unió el amor y un interés conjunto en la carrera de ella. Luego (los tiempos exactos están en disputa) se acabó el amor y la relación profesional, cualquiera que ésta haya sido. Cada uno formó su propia familia. Shakira tuvo este año un hijo, Milan, con el futbolista Gerard Piqué, y Antonio, una hija, Zulú, con la modelo y DJ colombiana Daniela Ramos. Su relación al día de hoy es únicamente a través de esta pelea multimillonaria. El argumento entre las partes surge a raíz de que no había un contrato tradicional firmado que pusiese a la parte laboral de la relación entre Shakira y De la Rúa negro sobre blanco. Y, en el fondo, también pone en evidencia lo que quizá sea un doble estándar en las sociedades avanzadas: que, si bien nadie se sorprende cuando una mujer reclama dinero a un hombre argumentando que lo ayudó en su carrera desde las bambalinas, cuando es a la inversa en las reacciones populares muchas veces se lee como una de falta de caballerosidad que, mínimamente, incomoda. La demanda de De la Rúa fue presentada oficialmente el 12 de abril último en la Corte Suprema de California después de que una demanda anterior, por 250 millones de dólares ante los juzgados de Nueva York, aparentemente no prosperara. Según reportaron, una vez más, hasta medios vinculados con la prensa rosa como E! Entertainment, Shakira el 28 de marzo pidió una excepción a la demanda original de De la Rúa por incompetencia en cuanto a jurisdicción, y alegó que ésta no demostraba tener un reclamo accionable. Pero De la Rúa insiste en que durante siete años él y Shakira trabajaron codo a codo para crear una empresa global que ahora vale cientos de millones de dólares y que, como ex

socio, tiene derecho a una considerable porción a la cual no le fue posible acceder sin llegar a los juzgados. “Mebarak ha adoptado la estrategia de intentar escribir la historia –dice en la demanda–, lo cual incluye negar la existencia de una sociedad, minimizar las contribuciones de De la Rúa a la sociedad y dar una versión que no es la verdadera sobre eventos pasados […].” En los documentos, De la Rúa sostiene, por ejemplo, que fue él quien la convenció para grabar el hit “Hips Don’t Lie” a pesar de que Shakira “lo odiaba” al principio, y que la ayudó a conseguir un contrato por 300 millones de dólares con Live Nation, en 2008. Los documentos subrayan también que él inspiró a Shakira trayéndole material de la herencia musical africana de Colombia para

En la demanda, una de las pruebas es una entrevista de Shakira con la nacion, en la que la artista declaró respecto de Antonio: “Ha sido clave en el logro de mis objetivos” escribir su canción “Waka Waka”, que devino el himno del Mundial de fútbol de Sudáfrica. De la Rúa da a entender que fue el sweat-partner, literalmente el socio en la transpiración de Shakira para la consolidación de su éxito. Pero ningún papel firmado lo pone taxativamente en la categoría que él se adjudica y sobre la base de la cual se hace el reclamo monetario. “Historias así, en Hollywood, son relativamente corrientes”, dijo a la nacion Jonathan Barnett, director académico del programa de Derecho de la Industria del Espectáculo, de la Universidad de California del Sur. Recordó que amor y negocios se mezclan muy frecuentemente en estas profesiones que son parte creativa, parte económica. Y que en relaciones que se van desarrollando de manera orgánica resulta incómodo, da vergüenza o hay mil otras razones por las cuales no se pone un abogado de

entrada, “que, como letrado, es lo que claramente recomendaría”, subrayó. ¿Qué va a pasar? Barnett apuesta a que se llegará a un arreglo privado y que la jugosa demanda nunca tendrá una igualmente jugosa respuesta pública. Por un lado, porque en Estados Unidos casi todas las demandas civiles llegan a arreglos extrajudiciales. Por el otro, porque es inconveniente ventilar los trapos sucios en una industria tan basada en la imagen. Pero ¿sin un contrato, tiene De la Rúa alguna chance en su reclamo de llegar a juicio, o para alcanzar un arreglo favorable? “La falta de un acuerdo formal obviamente es importante –reconoce Barnett–, pero no necesariamente impide a la Corte llegar a la conclusión de que un contrato general pueda haber existido, según pruebe el testimonio oral, o así se concluya sobre la base de la acción de las partes a lo largo de un tiempo determinado”. Según Barnett, entonces, “la clave del caso” sería cómo es interpretada la evidencia que presenta De la Rúa, “una mezcla de comunicaciones escritas y supuestos acuerdos verbales”. Por ejemplo, dentro de la demanda, una de las pruebas es una entrevista de Shakira con la nacion, en la que la artista, respecto de Antonio, declaró a la periodista Mercedes Funes: “Ha sido clave en el logro de mis objetivos: es mi socio en mi carrera y, para mí, eso es más importante que estar casada con él”. Pero Shakira no parece dispuesta a dar el brazo a torcer. Los medios norteamericanos afirmaron que, en documentos legales previos, la artista claramente sostuvo que cuando conoció a De la Rúa, en 2000, ella “ya era una artista reconocida con una carrera internacional establecida”. Y que De la Rúa simplemente fue “uno de los numerosos” asesores que luego tuvo. “Aunque no tenía ni experiencia ni conocimiento de la industria discográfica –dice el texto dado a conocer por los medios–, decidió involucrarlo en temas relacionados con su negocio porque después de que el padre de De la Rúa se viera obligado a renunciar a la presidencia de la Argentina, por razones de seguridad el demandante se exilió de la Argentina y estaba desempleado.” En la presente demanda, los abogados de De la Rúa contestan a esto

Shakira y Antonito, en tiempos mejores

directamente al sostener: “Mebarak sabía que De la Rúa era la única persona que tenía todas las destrezas y los talentos necesarios para manejar el negocio, además de su confianza absoluta. En 2004 le pidió que asumiera el liderazgo del negocio detrás de la «marca Shakira». Su propuesta era que De la Rúa usaría su agudeza para los negocios, así como su talento para el márketing, la conformación de equipos de trabajo y las habilidades empresariales para manejar el lado comercial de su carrera mientras ella se dedicaba a la parte creativa. De la Rúa aceptó la propuesta”. Pero no todo en el análisis legal del caso es cuestión de lo que dice una u otra parte. Abogados consultados destacaron que el caso sería mucho más fácil si todos los negocios y transacciones mencionados en la demanda estuvieran basados en Estados Unidos, donde el principio general

archivo

en el caso de silent partnerships (literalmente, sociedades silenciosas) es el de la distribución de ganancias por mitades. Lo que complica todo es que los ex novios armaron varias empresas bajo otras jurisdicciones (Luxemburgo, Caimán, varios paraísos fiscales), y la ley, cuando no hay un contrato tradicional en cada uno de esos países, puede ser distinta. Tampoco queda claro dónde fue que armaron la estructura que los vincularía laboralmente. ¿Fue en California? ¿En Buenos Aires? ¿En Colombia? También está el tema de un contrato prenupcial que el padre de Shakira hizo firmar a De la Rúa en dos oportunidades. Algunos lo podrían interpretar como una señal de que, en el entorno de Shakira, no querían que un novio se quedara con la mitad de lo que ella ganara. Pero en la demanda, el propio De la Rúa lo trae a colación para subrayar que sólo

hacía referencia a bienes personales, pero no “a los bienes de la sociedad o a la relación profesional entre De la Rúa y Mebarak”. Pero a los que les preocupa que se acabe la fiesta a todo trapo que cada verano organizaban Antonio y Shakira y que, desde la ruptura de la pareja, continúa haciendo Antonio en su chacra de José Ignacio, pueden permanecer tranquilos: lo que es inmobiliario es lo único que, aparentemente, queda fuera de toda discusión. Según la demanda, cuando ambas partes se encontraron en Biarritz tras romper su relación amorosa dividieron las casas y De la Rúa se quedó con las de Punta del Este, Nueva York y Bahamas, que habían comprado juntos, mientras que Shakira se quedó con la de Miami, que tenía desde antes de conocerlo, y un terreno en Bahamas. Para todo lo demás, la telenovela continuará.ß

escenas urbanas Norberto Dorantes

Café frente a la Plaza Dorrego, en San Telmo

pequeños grandes temas Miguel Espeche

El insalvable obstáculo de la mala fe

U

no de los mayores problemas vinculares que podemos tener en la vida es el que surge cuando nos enfrentamos a la mala fe. Todos los manuales acerca de los buenos vínculos, de las ventajas del diálogo, del valor de la tolerancia y la importancia de la incorporación

de la perspectiva del otro caen a pedazos cuando en nuestro camino se cruza la maledicencia, la mala voluntad, la deshonestidad… Todo un combo que hace a una actitud denominada, desde siempre, mala fe. No es fácil descifrar la mala fe. De hecho, y a modo de ejemplo, vemos que muchas parejas perdu-

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ran en climas de violencia porque no percibieron la mala fe del otro, que manipula ilusiones, lealtades, anhelos redentores, para continuar en control de la situación y, en ocasiones, perdurar en la violencia o en aquello que las bisabuelas llamaban los vicios. Ejemplos: “Te juro querida, es la última vez que vuelvo borracho y te pego, no soy yo, es ese impulso que me sale”, dice aquel que, una vez aplacado el momento álgido, volverá a golpear, a mentir, a abusar… Quizás el gran tema sea, en realidad, aprender a descifrar la mala fe, distinguiéndola de la buena fe, que es mucho más fecunda y amable, más allá de que no exime de yerros y despropósitos. Puede que hayan discusiones y hasta peleas entre personas y grupos que obran de buena fe, pero siempre tendrán una tónica que abre la posibilidad

a la concordia y, eventualmente, a algún tipo de acuerdo. Lamentablemente, muchas veces, por el contrario a lo ejemplificado antes, se adjudica mala fe a quien no la tiene. Es muy habitual ese tipo de desencuentro ético, que torna cualquier discusión en una guerra llena de miedo, rabia y angustia. Mientras la gente de buena fe hace al mundo, la de mala fe lo parasita. Las mejores palabras pueden ser usadas desde la mala fe y eso las arruina a la hora de llevar a la acción las cosas. Por otra parte, los errores de quienes obran o dicen desde la buena fe, siempre son redimibles de alguna manera. La buena fe habla de honestidad, de real intención de hacer eso que se dice, e indica voluntad de hacer bien algo, independientemente de los yerros o de los aciertos que se tengan al respecto. Por

eso suele llamarse de buena gente a quienes obran de esa manera. A la hora de discutir con alguien, la sugerencia es, primero, distinguir si consideramos que está obrando de buena o mala fe. El sinceramiento al respecto marca de manera rotunda el destino de la discusión, porque si no creemos en la buena fe del otro, ¿qué sentido tiene cualquier argumentación? Siendo que al árbol se lo reconoce por sus frutos, una manera de descifrar la mala fe del otro es estar atentos a lo que ocurre en el lenguaje de los hechos que se desprenden de su conducta. En general, el que obra de mala fe tiene un propósito paralelo inconfesable, el que, tarde o temprano, se verá en los hechos. En los vínculos, sean de familia, vecinales, políticos, intelectuales…, lo que vale es la intención. Si la in-

tención es honesta, se habla, se dice, se discute, se construye con el otro y se escucha, lo que tarde o temprano generará algo bueno. Si no lo es, si no hay buena fe, la conducta ante esa actitud deberá ser de preservación, apuntando a ganar claridad frente al engaño, evitando la hipnosis de las palabras, para leer el lenguaje de las conductas y, frente a ellas, actuar en consecuencia. Así como no conviene adjudicar mala fe a todo aquel que obre o diga en desacuerdo con nosotros, tampoco sirve negar que la mala fe existe y es una dura realidad de nuestra vida. No hay recetas a este respecto, sólo sirve abrir bien los ojos para ver la realidad sin mentiras, a la vez que generando vínculos entrañables, sostenidos en lo genuino antes que en lo ilusorio.ß El autor es psicólogo y psicoterapeuta