En el póstumo Siguiendo al conejo, Leónidas Lamborghini afina el arte de la parodia al imaginar un encuentro entre Lewis Carroll y la mujer que inspiró el personaje de Alicia
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SIGUIENDO AL CONEJO Por Leónidas Lamborghini Paradiso 56 páginas $ 38
un año de su muerte, el gran jugador que fue Leónidas Lamborghini (19272009) continúa desplegando la partida infinita. De allí que decir que Siguiendo al conejo/Following the Rabbit es un libro póstumo es faltar a la verdad de los hechos: todos y cada uno de sus libros lo son, en el sentido que Nietzsche dio a ese término. Para el autor de El solicitante descolocado, la poesía ha sido siempre un campo de prueba donde se manifiesta la guerra de lenguajes que supone la práctica de la escritura, y es en ese sentido que Lamborghini puede considerarse el escritor argentino que más tensó la cuerda entre la cultura universal letrada y la tradición nacional, en la que cabe incluir no sólo su literatura sino también el habla corriente, la política y las diversas expresiones de la cultura popular. En ello se asienta, en buena medida, la novedad en la semejanza que ha aportado cada libro suyo; nada de ejercicio estéril o chisporroteo vanguardista. En cualquier caso, Lamborghini podría ser definido –oxímoron mediante– como un vanguardista de retaguardia. Con la parodia como procedimiento y como lo hiciera con Homero, con Discépolo, con Quevedo, o en el caso más extremo, con la expropiación de la figura del gaucho de manos de una tradición que lo había convertido en un disfrazado para las fiestas de doma o exposiciones bovinas, para restituirle el núcleo bárbaro que expresa lo trágico de la historia de nuestro país, le llega el turno en este libro al reverendo Dodgson, es decir, a Lewis
Libros reeditados Testimonio de una poeta “¿La poesía me ayuda? No. Ni escribirla ni leerla. Es esto lo que no quieres decirte desde hace años”, se lee en una de las entradas de estos Diarios editados y seleccionados por Anna Becciu que cubren de 1955 a 1971. Ingenuos, incisivos, crudamente honestos, no pocas veces agobiantes, los Diarios muestran no solamente el sufrimiento de la poeta sino su arte para pulir una superficie emocionalmente oscura hasta hacerla brillar. Diarios Por Alejandra Pizarnik Lumen, 510 páginas, $ 89
Un realista fantástico El nombre Honoré de Balzac (1799-1850) es sinónimo de realismo en estado puro; no obstante, muchas veces queda en el olvido que es también autor de obras maestras de lo sobrenatural como La piel de zapa. Este volumen reúne tres relatos (el que da título a la colección, “Adiós” y “El elixir de larga vida”) en que la locura y lo fantasmal demuestran hasta qué punto la literatura fantástica puede tocarse con la realista. El coronel Chabert y otros cuentos fantásticos Por Honoré de Balzac Gorla, 154 páginas, $ 45
Vidas dañadas
Lirismo surreal
De un puente a otro, el del primer poema y el del penúltimo, Nombres propios, de Yaki Setton (Buenos Aires, 1961), intenta conjurar de manera sostenida el poderío de la muerte. En un extremo, Paul Celan se arroja al Sena; en el otro, Ezequiel Demonty es obligado por la policía a bajar a las aguas del Riachuelo, donde muere. En medio, un siglo de violencia en el que desfilan los campos de extermino nazis, la represión sobre el pueblo argelino, las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos y el terror argentino en los años sesenta y setenta. Una escritura concentrada, cercana al registro del informe y permeable a una lírica no efusiva, donde el yo poético rinde cuenta de la tensión del propio nombre con su origen judío y traza el espacio de restitución de las vidas dañadas. Sandro Barrella
Más conocido como poeta y miembro del grupo surrealista, el francés René Crevel (1900-1935) fue además un prolífico autor de novelas. Babilonia (1927), la cuarta que publicó y que esta edición presenta por primera vez en español, representa un punto de clivaje en su literatura. Como señalan en el prólogo los traductores, los elementos autobiográficos de las primeras obras adquieren aquí un espesor deliberadamente poético. El suicidio del padre del autor se transmuta, para la niña narradora, en la huida paterna con una prima, Cynthia, y la busca de una explicación para esa ausencia en un texto en que el lirismo y el humor complotan para desenmascarar los lazos familiares. Enfermo, Crevel se suicidaría años después: la muerte es uno de los temas de esta novela marcada por la vanguardia. M. C.
NOMBRES PROPIOS. Por Yaki Setton. Bajo la Luna, 92 páginas, $ 37
Trad.: Miguel Ángel Frontán y Carlos Cámara, 158 páginas, $ 49
BABILONIA. Por René Crevel. Simurg.
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19 Viernes 19 de noviembre de 2010
La locura del tiempo
Carroll. Especie de comedia en un acto, la escena desarrolla el diálogo entre la señora Hargreaves, la Alicia del libro, ahora adulta, y su mentor. Diálogo entre criatura y demiurgo a la vez que contrapunto entre el modelo y su reescritura –subversión una vez más del original para descolocarlo e insuflarle nueva vida–, Siguiendo al conejo es la constatación de la lectura como ejercicio sin fin, puesta en práctica a través, no del espejo, sino del negativo que es la escritura. O la reescritura. Ocioso sería buscar las correspondencias entre el texto de base y este libro, irrelevante el examen de las identidades y su fidelidad. En el prólogo a otro de sus libros, Las reescrituras (1996), Luis Chitarroni se adelanta y define: “Si reescribiera Alicia en el país de las maravillas, podría hacerlo con la edición de Robin Hood, pasando por alto el original inglés y el aparato crítico de Martin Gardner. Y su reescritura sería comparable al modelo”. En el comienzo fue el conejo, parece decir Lamborghini. De hecho, en la primera página de la obra de Carroll, el paso apresurado del conejo que consulta su reloj y exclama: “¡Ay Dios mío! ¡Llegaré demasiado tarde!”, precipita a Alicia al mundo de maravillas, al seguir la carrera alocada del conejo hacia la madriguera. Para el poeta, basta esa breve escena para desplegar, en el diálogo genial entre Alicia y Carroll, el delirio, el retruécano, el absurdo, la repetición obsesiva de ese “llegaré demasiado tarde”. En el estudio del reverendo Dodgson, donde se desarrolla la escena, hay un boquete que recuerda la madriguera, que a su vez remeda la entrada a las regiones infernales, donde, imagina Lamborghini, los conejos miden el Tiempo, que está hecho de conejos y relojes que enloquecen a los conejos que les dan cuerda, y así sucesivamente. La traducción del texto a lengua inglesa –realizada por Flavia Lamborghini, una de las hijas del poeta–, no hace más que amplificar la distorsión entre original y modelo, duplicando el efecto de comicidad. Claro que, tratándose de un gran jugador, la risa proyecta su sombra sobre el tiempo, como un reloj de sol. Sandro Barrella