LA LOCURA AGAZAPADA

LA LOCURA AGAZAPADA. Cuando tenga la suficiente fuerza y el necesario equilibrio saldré al balcón a tomar el sol. No quiero pasarme el día en la jaula de.
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LA LOCURA AGAZAPADA Cuando tenga la suficiente fuerza y el necesario equilibrio saldré al balcón a tomar el sol. No quiero pasarme el día en la jaula de oro, no es bueno tanto alpiste, no es bueno tanto pájaro enjaulado. La calle está gris y el frío es un cuchillo que te azuza el miedo. Te lo piensas, pero te das vidilla con la fuerza que hay que ponerle, deseando volver al confort de la manta y el café caliente. Yo pretendo ser como mi padre, concienzudamente además, mi padre no mastica letra de alfabeto pero traga del vértigo de la telebasura, se indigna con ella, se relaja cuando escucha el griterío del populacho, se relaja escuchándolo tras una pantalla, sin que ese griterío pueda hacerle algún daño, se siente bien sintiéndose indemne entre tanta violencia verbal. Yo en mi casa camino a solas con dios, porque dios sabe que debo caminar solo entre la libertad que reconozco como mía, porque dios sabe que cuando te visito hay otro Capplannetta distinto en tu hogar, ese que tú también reconoces como tuyo, ese que te da la tranquilidad de las zapatillas de felpa, ese que te da el bienestar que no da ningún político serio. En casa he dejado el confort esperándome en el felpudo, contento y tranquilo lo veré regresar a mí ciego de sinsabores, se pondrá a mis pies, me velará el calor, me reconocerá como mi perro también me reconocerá, aunque no tengo calefacción, tengo un termo para la ducha, unas mantas y un poco de gas, tengo mis discos y mi tabaco, tengo una puerta abierta hacia el olvido. Yo siempre había deseado ser como un ogro sin entrañas y con garras de pedernal, como una alimaña sin parentesco y sin sentido, pero yo estoy muy lejos de esa personalidad, ya que soy blando como la espuma de almohada, en eso he salido a mi padre, mi padre es gloria de peluche y purpurina, es todo el amor que puede dar un niño, aunque tiene la rabia de los negados ante la verdad, quisiera ser como él, ser como mi padre, hombre sencillo y próximo, pero no puedo serlo, quizá tal vez roce su parecido, he sido niño travieso rompiendo papeleras de plástico, he sido una rata sucia y un perro fiel, he sido puta de tanto sí que he dado, de tanto asentir con la cabeza, he ido de tanto no ir y me he quedado, ya no voy por que ya me vengo, hace tiempo que he venido, hace tiempo que ya he vuelto.

De pequeño (mi padre) me gritaba mientras me enseñaba a dividir, me gritaba desatado y sin ninguna compasión, le daba miedo verme vulnerable, le horrorizaba verme entre el frío de la inocencia frágil, le gustaba dar puñaditos de sal, le gustaba hacerme ver que otro mundo había en este otro, yo no quiero dividir ni repartir sal, yo, quiero ser rico y gozar de vida fácil, como se explayan aquellos de la economía descontrolada, quisiera padecer como aquellos que navegan en el sueño, como aquellos que se apellidan cinco o seis veces y de distinta manera, yo sufro como se sufre en la economía de las polladas peruanas, y de las velitas de par en par para los realistas, de par en par y para nosotros, de par en par como los calcetines. Y aún así, siempre he querido ser como él (como mi padre). Me gustaría verle por el día de cristal maravilloso, y por la noche de metal sagrado. Por algo será que lo admire como lo admiro, si, por algo será. No quiero pertenecer a ningún club, a ninguna colectividad, me aterrorizan las personas con las mismas motivaciones. Los veo como una secta maliciosa de la que si difieres un poco te conviertes automáticamente en su enemigo, en su enemigo eterno. Huyo de los bienes comunes, de las razones compartidas. Por eso no voy a las reuniones de propietarios en mi edificio, tampoco quiero contacto con los vecinos. Por eso quiero soñar solamente con los que traen luz, y esos solamente son mis padres. Yo ahora vivo exiliado en mi propia casa, me traen los víveres y el tabaco, ¿para qué enfrentarme a la plebe? Nunca podré ser como mi padre, pero quizá parpadeara como él en la serena mirada que él tiene, quizá yo lo imagine y lo piense abstraído, sin ninguna culpa, porque es así como solamente quiero verlo. Cuando sea como mi padre, en primer lugar (por que a mi padre todo el mundo lo quiere) saldré a sentir la libertad de los párpados cerrados, pienso, quizá me equivoque, que a mí solo me quieren los automóviles, las madrugadas quietas y los deseos indeseables y prohibidos, doy puñetazos en una barra de mantequilla, doy puñetazos a las tartas de cumpleaños, soy rudo con mi propio nombre, me gusta sentirme vencedor en las lágrimas de San Lorenzo, me gusta compartir con los amigos reales, me gustan las discusiones de caramelo, me encantan los besos de una mujer desnuda. No me quieren los sueños a posteriori, no me quieren las peleas en el

barro, pero yo los quiero a todos, yo los quiero, aunque me pese haber entregado mi inocencia después. Me suelo reír con aquellos cuando juegan al pay-pay, me suelo agazapar en la locura de la niebla, me suelo creer todo lo que me hable de ti, de tus ganas de viajar a los Estados Unidos, de tu pasaporte libre de toda negación. Suelo disfrutar mucho sobretodo con aquellos que se creen los embustes que se dicen seriamente, porque me gustan los hombres que son niños, me gustan los viejos adolescentes, odio a aquellos que son viejos en la Navidad y en la primavera, pero los comprendo, porque yo a veces he sido eso, me suelo enfadar sobretodo con aquellos que están complacidos con pertenecer a una sociedad de ridículos hombres corrientes. Yo soy menos corriente que ellos, yo suelo ser un insignificante narrador de cosas corrientes, pero gozo viéndolos dándome su compasión, gozo viéndolos dándome el perdón de su parte, del cual, yo renuncio siniestramente, con la dignidad de los biennacidos. Huyo del ardor de lo caustico, me gusta a veces ser irreverente, como un viejo verde que toca traseros desde su silla de ruedas, como una anciana hablándole de sexo a la juventud. La sociedad hace planes y te manda para el asilo, quizá sea que soy un medio mediocre, si, soy un medio mediocre con aspiraciones de ser un hombre completo, un hombre como tú, pero piedad tengo de esa manada de muertos en vida, desechados de la sociedad triunfal, gusanos arrastrándose en la rutina de los espacios vacíos, apartados por que no sintonizan con sus maravillosas aspiraciones triviales, ni con sus competiciones por aparentar, ni con el porvenir, ni con la nocturnidad, ni con el margen resentido de los marginados. A veces las conversaciones más triviales, las más protocolarias, las más educadas y amables, me resultan repulsivas, porque yo solamente soy yo cuando la cago, cuando soy torpe e inseguro, y hablar de lo cotidiano me resulta también aburrido, porque lo cotidiano pesa en algún lugar de mi cuerpo, en algún lugar de lo cotidiano me encuentro incómodo y repudiado. La gente está repleta de prejuicios y todos estos actos de cotidianidad disfrazada de normalidad son pura hipocresía. Por que ridículo es agacharse para dar la espalda a lo de siempre. CAPPLANNETTA