Miércoles 19.03.14 EL DIARIO MONTAÑES
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EL HOMBRE MÁS RICO DE CHINA QUIERE COMPRAR EL PRIMER RASCACIELOS DE ESPAÑA P62
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El superpadre José María Postigo será felicitado hoy por su mujer, Rosa Pich, y por sus quince hijos. Tres más fallecieron por una dolencia cardiaca, la misma que afecta también a otros cinco vástagos de la familia más numerosa de España Chema Postigo, en un viaje en tren a Port Aventura junto a cuatro de sus hijos. :: INÉS BAUCELLS
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V EL SUPERPADRE
La familia Postigo-Pich, en Port Aventura. Rosa Pich da la mano a Lolita y José María sostiene en brazos a Rafa; de izquierda a derecha aparecen Tomás, Pablo, Pepa y Pepe, Álvaro, Ani, Gabi, Rosita, Cuqui, Juanpi, Perico y Carmi (fallecida hace año y medio). Faltan dos, Tere y Magui, que por edad estarían entre Cuqui y Juanpi. :: INÉS BAUCELLS
Este consultor de 54 años prefiere hablar de amor que de dinero. En su gran familia se hereda la ropa y los libros, no hay paga, y los días de fiesta se come arroz con tomate y huevo
:: JULIÁN MÉNDEZ
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a sido el cooperador necesario en los 20 embarazos de su mujer, uno de ellos gemelar. Si restamos tres abortos espontáneos, en 25 años de matrimonio José María Postigo (1960) ha sido padre de 18 hijos, de los que viven 15, un récord absoluto en la España del siglo XXI. Podríamos hablar del superpadre, del coloso de la fertilidad nacional en este día de San José, fecha muy señalada entre los progenitores de estas tierras donde, en tiempos de la dictadura, se exhibía a las familias numerosas como atracciones de feria a las que se entregaba un diploma acreditativo. Hoy, en su casa de algo menos de 200 metros cuadrados del barrio barcelonés de Sarrià, Chema Postigo recibirá un montón de tarjetitas, de pequeñas manualidades, de esos detallitos que los chavales
preparan en el colegio y de las que, de forma muy discreta, se va deshaciendo con los años: de otro modo ya rebosarían los armarios. Los Postigo-Pich viven con las apreturas inherentes a las actividades y a las maniobras lógicas de semejante regimiento casero. Desde hace unos pocos años, tres de los mayores vuelan ya fuera del hogar (el primogénito, Juan Pablo, ha pasado los últimos dos años en Corea del Sur aprendiendo el idioma para tratar de hacerse un hueco entre las pujantes multinacionales locales) y, desafortunadamante, María del Carmen, Carmineta, murió hace año y medio, con 22 cumplidos. Ella es uno de los 3 vástagos de esta familia, con los pequeños Javier y Montserrat, que han fallecido a consecuencia de una cardiopatía congénita que también afecta a 5 de los 15 hijos vivos de Chema Postigo. «Nos aconsejaron que no tuviéramos más hijos... Pero noso-
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V UNA FAMILIA SINGULAR La bendita abstinencia «Los últimos embarazos los tuvimos que ir distanciando pues la edad no perdona», apunta José María Postigo. «Pero siempre con la única medida que es la abstinencia. La abstinencia no es otra cosa que amarse de otra manera. Renunciar a tener relaciones no es un imposible, aunque cuesta. Cuando se ama, todo se puede llevar bien, con alegría», dice.
Agradecidos a la ciencia «La enfermedad nos hace valorar más la vida. Agradecemos a los médicos, a los investigadores y a la sociedad toda su ayuda para tratar de sacar a nuestros hijos adelante. Por eso donamos a la ciencia los corazones de nuestros tres hijos fallecidos y el cuerpo de la mayor».
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euros de agua, luz y gas pagaron el pasado mes en el hogar de los PostigoPich, donde se consumen 200 litros de leche y mil galletas al mes. Todo está contado. Hacen una compra mensual por internet de 600 euros, mandan las ofertas y las marcas blancas. Los días de fiesta toman arroz con tomate y huevo. El padre de Chema Postigo tuvo 14 hijos. El padre de su esposa, 16.
«Los hijos se hacen fuertes sabiendo que se puede prescindir de muchas cosas» tros creemos en la vida. A un hijo enfermo lo quieres más. La enfermedad ha sido un gran tesoro que nos ha hecho valorar más la vida, el trabajo de los médicos y la investigación. Es una oportunidad que les damos para que se luzcan. Todos hemos participado en un estudio del hospital Sainte-Justine, de Montreal, donde trabajan para secuenciar el genoma del corazón. Y Carmineta nos dio tanto que decidimos donar todos sus órganos. Entregamos su cuerpo a la ciencia, menos la cabeza... la embalsamaron tan bien que nadie se dio cuenta en el velatorio. ¿Triste? Yo los traigo a este mundo para encaminarlos al cielo. Somos una familia feliz. ¿Sabe usted lo que es tener tres hijos en el cielo?», dice. No es difícil adivinar que los dos miembros del matrimonio son supernumerarios del Opus Dei. Ambos provienen también de familias supernumerosas. «Ella es de Barce-
lona y yo de Cantimpalos, con ese, en Soria. Coincidimos en Valencia en una comida de antiguos alumnos. Nos tocó en la misma mesa. Fue un rollo. Rosa no hacía más que hablar y presumir de que tenía 16 hermanos. ‘¡Pues yo tengo 14!’, le tuve que decir. Fuimos coincidiendo y quedando. Tras año y medio, nos casamos: fue el 16 de julio de 1989. Este año celebramos las bodas de plata».
«Como no tengas 17...» Y, aunque la anécdota no sea muy de recibo en estos días de corrección política, Chema relata en tono de broma cuál ha sido el motivo último que le ha llevado a convertirse en superpadre. El año anterior a su boda, cuenta, su hermano Miguel le pidió que hiciera de padrino en la suya. «Tras casarse, le dije que el abuelo había tenido 13 hijos y que nuestro padre había tenido 14. ‘Miguel, como no tengas
15... marica’. Al año siguiente, en mi boda, él me replicó que mi suegro había tenido 16 hijos y que como yo no tuviera 17, maricón...». Ha tenido 18. Sus edades oscilan entre los 4 y los 20 años. Estudian en los colegios Fomento Canigó y Viaró, centros concertados y de educación diferenciada. Su hogar barcelonés se asemeja a uno de esos portaaviones que aparecen en los documentales, con sus brigadas, sus horarios pautados y su estricta división del trabajo. En las habitaciones las literas se distribuyen en cuatro alturas. Hay orden para las duchas y, cada semana, uno de los chavales es el encargado de levantarse una hora antes para ir a buscar las barras de pan del desayuno. «La panadería está a doce minutos de casa. Es la más barata del barrio y nos ahorramos 20 céntimos en cada barra, así que eche cuentas... Además, de esta forma los niños aprenden responsabili-
dad. Si no se levantan, no desayuna nadie». En esa primera comida hay leche, pan de barra y un poco de mermelada. «Pero nada de Cola Cao», apunta. El sistema de organización está basado en que cada pequeño sea acompañado, supervisado y atendido por uno de los mayores. «Así aprenden responsabilidad. ¿Nuestro presupuesto? No es una pregunta que nos guste. Tener una familia numerosa no se puede reducir a una mera cuestión de dinero. Tiene que ver con la generosidad, con renunciar a muchas cosas. Nosotros no podemos ahorrar, pero gracias a Dios no pasamos apuros, aunque no podamos tampoco darnos ningún lujo. Para educar a los hijos en la austeridad no importa lo que tengas sino hacerles vivir con lo justo, sin marcas, sean de comida o de ropa. Es una guerra total a los caprichos, aunque estos sean unas simples
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galletas María. Ellos aprenden a vivir en la sobriedad y en la templanza. Se hacen fuertes sabiendo que se puede prescindir de muchas cosas». Chema y su esposa hacen una compra mensual por internet (siempre de marcas blancas u ofertas) de 500 euros o, como máximo, 600. Cada quince días compran fruta y verdura.
Patatas fritas y ganchitos Imaginarán que en una casa así todo es a lo grande. ¿Leche? Cerca de 200 litros al mes. Galletas: 1.000 unidades mensuales. Contadas. Así que el menú (los niños comen en el colegio) es mucha pasta, mucho arroz, mucha sopa de sobre y mucho congelado. Los días de fiesta, arroz con tomate y huevo. De aperitivo, solo en los días especiales, patatas fritas de bolsa y ganchitos, que «les encantan», alguna aceituna, pistachos... Uno de los trucos heredados de la familia del suegro (precursor de los Cursos para Familias de Todo el Mundo) es la mesa circular en la que hay una rueda giratoria, el mejor sistema para servirse rápido. «También es el momento de mayor convivencia, vemos las caras de los niños, su conversación... Si quieren hablar con nosotros, vienen luego a nuestra habitación», explica. Antes de cada cena siempre rezan el Rosario: «La asistencia es libre. Cada misterio lo dirige un chaval. Hasta los más pequeños participan mientras pintan o leen». Ninguno tiene paga. Renunciar al presente no significa claudicar ante el futuro. Al contrario. Un ejemplo. En un tiempo, siete de los hijos estudiaban chino. «Nos salía más a cuenta que la profesora viniera a casa que mandarlos a la academia». Con los libros escolares, como con la ropa, funciona el reciclaje. «Si no pueden heredar los libros, se los piden a otros alumnos que pasan de curso. Con la ropa de vestir, tres cuartos de lo mismo, compramos en rebajas. Y todos igual. Ya nos ha pasado que se nos perdió uno de los pequeños y vino un señor a avisarnos de que en el otro extremo de la playa había uno de nuestro equipo», ríe «el padre más padre de España», como dice que le motejaron en una ocasión. El silencio solo llega al hogar de los Postigo-Pich con el toque de queda. «Solo vemos la televisión algún ratito durante el fin de semana. Y cuando hay algún partido del Español. A menudo invitamos a los compañeros de nuestros hijos y a sus padres a cenar, a que vean cómo vivimos, las literas... Les gusta mucho. Mis hijos son sociables y se adaptan a todo», subraya. Chema dirigía un negocio inmobiliario que no sobrevivió a la crisis y ahora se desempeña como consultor de industrias cárnicas. Su esposa trabaja media jornada en una empresa familiar dedicada a la organización de eventos. «Nuestros hijos notan el amor, los detalles de cariño. Se alegran cuando salimos solos. Como en todas las casas hay discusiones y enfados. Pero aquí aprenden pronto la importancia de pedir perdón. El perdón –sostiene– es la lección más grande del amor».