CAPÍTULO 8
Jesús se extiende a los gentiles
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n lenguaje popular, muchos dividen a la familia humana en dos grupos: los “que son como nosotros" y los "que son distintos”. Los antiguos griegos hacían lo mismo Ellos usaban la palabra bárbaro para todos los que no eran griegos. Del mismo modo, los judíos se referían a los no judíos usando el término hebreo goy. Los adventistas, a veces, hacemos lo mismo con la expresión "no adventistas". Las Biblias castellanas suelen usar “gentiles”, del latín gentilis, para expresar la forma hebrea de referirse a personas no judías. La lección 8 bosqueja algunas maneras en que Jesús reenfocó su misión, y preparó a sus seguidores con el fin de esparcir el evangelio al mundo gentil, a cada “nación, tribu, lengua y pueblo". Hizo esto en respuesta a la oposición de los dirigentes judíos, que hicieron claro que no aceptarían que la Nación en general participara de la misión de Dios al mundo Muchas parábolas de Jesús hablaban a cada nacionalidad. Esto fue especialmente cierto mientras predicaba en Galilea, que aun en los tiempos del Antiguo Testamento era conocida como “Galilea de los gentiles” (Isaías 9:1), por causa de su constitución multicultural. Ya fueran judíos o gentiles, los agricultores galileos entendían el mensaje de sus parábolas de plantación y cosecha. Esas imágenes obtenidas de la vida diaria en la casa y el mercado, hablaban con igual claridad a todas las nacionalidades. Sin embargo, otras parábolas sugerían que los líderes judíos rechazarían el rol de su nación en la segunda etapa de la misión de Dios, obligan-
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do a Dios a pasarlos por alto y a apelar directamente a los gentiles. La parábola del banquete de las bodas del rey, una de las más detalladas y extensas de los evangelios, se concentra en este punto con intensa brusquedad (Mateo 22:1-14; Lucas, 14:16-24) Jesús entretejió el mismo mensaje de advertencia en sus parábolas de los obreros en la viña (Mateo 20:l-16), y de la oveja perdida (Mateo 18:12-14). En ocasiones, Jesús declaró directamente un mensaje de “rechazo” en estas parábolas: “Vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mateo 8:11, 12).
JUDÍOS Y SAMARITANOS
Ningún estudio de la extensión misional de Jesús es completo a menos que trate con los samaritanos. La sección para el domingo se concentra en la mujer samaritana, y la del miércoles en el samaritano leproso. Los samaritanos y los judíos compartían extensa historia y herencia; probablemente, también compartían genes. Los samaritanos se creían descendientes de las tribus de Efraín y de Manases. Esto se reflejó en las palabras de la mujer samaritana a Jesús, cuando se refirió a “nuestro padre Jacob" (Juan 4:12). Los judíos tenían una explicación diferente para el origen de los samaritanos: los creían descendientes de los gentiles traídos al territorio de Israel por los conquistadores asirios antes del año 700 a. C. Algunos de estos soldados permanecieron, y más tarde se casaron con israelitas. Los samaritanos adoraban a un Dios, mencionado con regularidad como Yahvé. Su Biblia consistía en los cinco libros de Moisés, y sobrevive hasta hoy en una versión casi idéntica a la versión hebrea de los mismos libros. Del mismo modo que para los judíos, Abraham, Jacob y Moisés eran antepasados importantes para los samaritanos. Los samaritanos pretendían el apoyo del rey persa Darío para su templo, que ellos construyeron sobre el monte Gerizim, a unos setenta kilómetros (43 millas) al norte de Jerusalén. Fue destruido en el año 128 a.C., por un sumo sacerdote judío y rey al frente de un ejército judío. Como réplica, en ocasiones los samaritanos atacaron a grupos de peregrinos judíos camino a Jerusalén. Una vez, antes del naci-
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miento de Jesús, los samaritanos entraron ocultamente en el Templo de Jerusalén y esparcieron en él huesos, haciéndolo impuro para la adoración. Los samaritanos y los judíos eran males no porque fueran tan diferentes, sino porque eran parecidos y tenían mucho en común. Estaban relacionados genética, geográfica, cultural y espiritualmente. Pero, estaban divididos por siglos de competencias, odios y períodos de güeña: todos los ingredientes para hacer que Samaría fuera un campo misional difícil para judíos como Jesús y sus discípulos. Los evangelios registran dos etapas de la misión de Jesús a los samaritanos: la mujer junto al pozo y el leproso samaritano.
LA MUJER SAMARITANA
La tensión cultural en la historia de Jesús y la mujer samaritana se expresa en las palabras de Juan 4:9: “Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (Juan 4:9). Las notas al pie de este versículo en una de las Biblias recientes (en inglés) sugiere una traducción diferente: “[Los judíos] no usan platos que usaron samaritanos”. Una nota al pie en otra traducción reciente dice: “[Los judíos] no usan las mismas tazas". Como los judíos, los samaritanos esperaban al Mesías. Una de las principales señales bíblicas para ayudarlos a identificar al verdadero Mesías se afirmaba en Deuteronomio 18:18: que él [el Mesías] les dirá todas las cosas (la cursiva fue añadida). La mujer samaritana conocía este versículo. Es claro por su afirmación en su conversación con Jesús: “Cuando él [el Mesías] venga nos declarará todas las cosas” (Juan 4:25,1a cursiva fue añadida).Cuando volvió corriendo a la aldea después de hablar con Jesús, ella clamó: “Venid y ved a un hombre que me ha dicho todo” (versículos 25, 29; la cursiva fue añadida). Al pronunciar estas palabras ella fue transformada, de “la mujer samaritana", en “evangelista samaritana de avanzada’ para Jesús, al anunciar que el que les explicaría todo ya había llegado.
EL OFICIAL DEL EJÉRCITO ROMANO
Durante la primera parte de su ministerio, Jesús llevó a cabo una misión pasiva a los gentiles, pero se detuvo poco antes de llegar a ser una misión activa. Cuando los gentiles venían para pedir curación, Jesús no los rechazó.
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Aceptó sus pedidos de acuerdo con su fe. Debió haber requerido una gran fe, para un gentil, el acercarse a Jesús. Cuando el capitán del ejército romano en Capernaúm apeló a Jesús para que sanara a su siervo, Jesús alabó su fe aun antes de concederle la sanidad pedida (Mateo 8:5-13; Lucas 7:1-10). El Señor no entró en la casa del centurión porque, en ese momento de su ministerio, entrar en la casa de un gentil hubiera creado una barrera entre él y algunos de los judíos. Esta historia de curación tiene dos puntos sobresalientes. El primero.es la curación del siervo. Pero el segundo es lo que Jesús reveló acerca de la fe del centurión: él no había encontrado en Israel “tanta fe”. La fe del centurión era visible, práctica y duradera. Esto es claro a través de lo que la autoridades de la comunidad judía informaron acerca de él: “ÉI ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga" (Lucas 7:5). El centurión, probablemente, no asistía a la sinagoga cada sábado por causa de su condición de oficial del ejército, y las demandas de su trabajo. Tal vez no se haya convertido al judaísmo, los reglamentos del ejército posiblemente no se lo permitían. Fiero su corazón estaba abierto al Dios de Israel, y sus actos generosos lo hicieron, en opinión de los líderes, un “gentil justo”. Este hombre no estaba lejos del Reino.
UN HOMBRE AFLIGIDO POR UN DEMONIO, Y UNA MUJER FUERA DE TERRITORIO JUDÍO
Con la curación de los hombres de Gadara poseídos por el demonio (o el hombre, según Marcos y Lucas), surge un esquema en la estrategia misional de Jesús. Cuando viajaba fuera de territorio judío, Jesús se ocupaba con personas locales, quienes por testimonio personal de primera mano acerca de sus acciones sanadoras difundían el evangelio entre su propio pueblo, en forma más efectiva de lo que podían hacerlo sus discípulos judíos. Primero, tenemos el hombre afligido por el demonio en Gadara. Los primeros tres evangelios dedican un total de 51 versículos a este viaje misionero del lado oriental del Mar de Galilea. Era claramente importante para la misión de Jesús a los gentiles. Una característica notable de esta historia es el enorme rebaño de cerdos y sus cuidadores. Como los animales salvajes, los cerdos son cañoneros, adecuados para limpiar casi cual-
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quier elemento orgánico que encuentren en su camino; no pueden sobrevivir con una dieta de solo hierbas. Los rebaños de cerdos silvestres fueron, y son todavía, un problema para las regiones poco habitadas del Cercano Oriente y otros países. Las personas no judías, especialmente los de bajos ingresos, criaban cerdos para comer. Los cerdas también eran usados para ofrecer sacrificios en muchas religiones del mundo antigua El hecho de que los judíos no comían cerdo ni los sacrificaban los hacía destacarse como diferentes de la mayoría de sus vecinos. Este rebaño específico de dos mil cerdos no era de cerdos salvajes, sino criados, como podemos notar cuando los evangelios se refieren a la acción de los cuidadores de sus rebaños cuando los cerdos se precipitaron al agua. Por su acción de curación, y su negociación con los demonios para que entraran en los cerdos, Jesús confrontó a la gente local con una posibilidad de distanciarse de las creencias paganas y de sus animales inmundos, y así liberarlos de la presencia de poderosos demonios. Veían a su vecino, que había sido poseído por demonios, ahora en su condición restaurada: sano, vestido, en pleno uso de sus facultades mentales. También notaron la repentina pérdida de sus cerdos. Ellos tenían que hacer una elección, y lo hicieron, pidiendo a Jesús que se fuera de su territorio. Por cuanto la pérdida de dos mil cerdos dominaba sus pensamientos, la gente no podía vislumbrar la bendición de la curación de uno de ellos mismos. Entretanto, el hombre sanado quería quedarse con Jesús, pero se le dijo, según los informes de Marcos y Lucas, que quedara con su propio pueblo y, sencillamente, contara lo que el Señor había hecho por él (Marcos 5:19,20; Lucas 8:39). La estrategia misional de Jesús estaba en operación aquí. Él “plantó” un testigo del poder del evangelio que hablaba el lenguaje y conocía la cultura de su región. Según Marcos, el hombre sanado visitó por lo menos diez pueblos (que es el significado de la palabra griega Decápolis en Marcos 5:20) con su testimonio personal acerca del cambio “antes versus después" en su vida, realizado por Dios mediante Jesús. La otra historia es la de una niña afligida por el demonio en Sidón. ¿Cómo trataría Jesús a una mujer verdaderamente gentil, que ni siquiera era samaritana? Los evangelios responden a esta pregunta con la historia Recursos Escuela Sabática ©
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de una mujer cananea en la región de Tiro y Sidón que fue a Jesús, rogándole que sanara a su hija (Mateo 15:21-28). Ella era una mujer cananea, que solicitaba curación para su hija. Cada una de estas “etiquetas” contribuye a comunicar la baja situación de la persona involucrada. La madre repitió su pedido vez tras vez, y se postró a los pies de Jesús. Después de ignorarla, finalmente el Señor respondió, diciéndole que él habla sido enviado solo a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Luego, eligió una etiqueta étnica negativa, que aplicó a ella y a su pueblo, comparándolos con perros en el piso, mientras se refería a su propio pueblo como hijos que comían a la mesa. Ella no se permitió sentirse insultada por esta etiqueta étnica. Ella la aceptó, por el momento, y la transformó en un ruego adicional señalando que en las casas lujosas en que la gente comía en mesas, era la costumbre dejar entrar perros para que limpiaran cualquier alimento caído al piso. ¿Entendió alguien, de algún modo, que la misión sanadora de Jesús a los judíos pronto comenzaría a extenderse a los gentiles? ¿O ella era, sencillamente, una madre profundamente dedicada, dispuesta a probar cualquier cosa por ayudar a su hijita? Jesús quedó impresionado por su determinación y su fe. “Oh, mujer, grande es tu fe” (versículo 28). Luego, sanó a su hija. Ella volvió a la casa, para encontrar a su hija libre del demonio; una enorme recompensa para su fe. Lo que ella no entendió fue que esto señalaba que la misión de Jesús incluiría tanto a gentiles como a judíos y a samaritanos; a mujeres así como a hombres; a niños así como a adultos. El ministerio de Jesús a los gentiles era motivado por las profecías del Antiguo Testamento que dejaban en claro que, por medio del Mesías. Dios se extendería a los gentiles. La primera de las profecías de Isaías sobre el “Siervo de Jehová” afirmaba el plan de Dios para los gentiles, mediante el ministerio de su Siervo: “He aquí mi siervo, yo le sostendré: mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones” (Isaías 42:1). “No se cansará ni desmayara, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley” (versículo 4); “Te guardaré [mi siervo] y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las na-
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ciones” (versículo 6); “También te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Isaías 49:6). Los judíos, conciudadanos de Jesús, que conocían estas profecías del “Siervo’ no podían dudar de que la salvación allí profetizada iría a los gentiles. Era solo cuestión de tiempo.
UN SAMARITANO LEPROSO
Uno de los diez leprosos que clamaban a Jesús mientras caminaba en la frontera entre Samaría y Galilea, era samaritano (Lucas 17:11-19); los otros nueve eran judíos. La frontera entre Samaría y Galilea no estaba demarcada claramente, excepto en los caminos principales, donde se cobraba los derechos aduaneros. En lo que puede ser una especie de “tierra de nadie” entre las regiones, había una aldea, parte de la cual había sido puesta aparte como una colonia para leprosos. Al pasar Jesús, algunos de los leprosos de ese triste lugar lo reconocieron y comenzaron a gritar, pidiendo su atención y misericordia. Los envió a ver a los sacerdotes, quienes tenían la responsabilidad de declarar limpios a los leprosos (ver Levítico 14). ¿Se presentó el leproso samaritano al sacerdote judío? ¿O al sacerdote samaritano? ¿Se ocuparía un sacerdote judío de un samaritano? ¿Sabría siquiera el sacerdote si el leproso que estaba delante de sí era samaritano? Estas preguntas no son respondidas. Un propósito importante de esta historia es declarar que la misión de Jesús estaba por dar el primer paso más allá del pueblo judío. Es uno en una colección de informes del evangelio que nombra a samaritanos. Esto nos ayuda a seguir la expansión étnica de la misión de Jesús. ¿Estaba este leproso samaritano siendo preparado como otro misionero a su propio pueblo, siguiendo el esquema de la mujer junto al pozo? Pronto quedaría clara Cuando el apóstol Felipe comenzó su misión en Samaría, notó que los samaritanas habían sido preparadas de antemano para su predicación acerca de Jesús como Mesías (Hechos 8:4-8).
UNOS GRIEGOS PIDEN VER A JESÚS
Hitos principales marcan el ministerio terrenal de Jesús. El Evangelio de San Juan llama la atención a ellos por el uso de la expresión de Jesús “mi ho-
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ra”. En las bodas de Caná (Juan 2:4), declaró: “No ha venido mi hora”. Más tarde, cuando enseñaba en el atrio del Templo, hicieron dos intentos de arrestarlo (Juan 7:30; 8:20). Ambos fallaron porque “no había llegado su hora”. Pero, su hora llegó cerca del fin de su ministerio. Jesús lo declaró cuando un grupo de peregrinos griegos llegó a Jerusalén para la Pascua y se acercó a Felipe con un pedido: “Señor, quisiéramos ver a Jesús” (Juan 12:21). Cuando Jesús supo de su pedido, declaró: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado” (versículo 23). ¿Qué produjo este cambio? ¿De qué modo el pedido de un grupo de peregrinos de origen griego en Jerusalén reveló a Jesús que la hora crucial, un punto de inflexión en su misión, había llegado? Isaías 66 contiene una profecía que revelaba un paso importante en la misión de Jesús, que su hora había llegado. Aquí están las palabras clave: “Y pondré entre ellos señal, y enviaré de los escapados de ellos a las naciones, a Tarsis, a Fut y Lud [...] a Tubal y a Javán, a las costas lejanas que no oyeron de mí, ni vieron mi gloria” (Isaías 66:19). Estos peregrinos griegos estarían entre aquellos testigos de muchas naciones que serían enviados de vuelta a casa para “proclamar” la gloria del Señor entre las naciones, así como lo había profetizado Isaías.
CONCLUSIÓN
Jesús vivió, en ciertos aspectos, bajo las creencias y las costumbres étnicas estrictas de sus conciudadanos judíos. Pero en otros, demostró la percepción de que el evangelio a los gentiles era la siguiente etapa, de máxima importancia, en la misión de Dios. Él trató de preparar a su pueblo, y especialmente a sus líderes, a fin de que siguieran la conducción de Dios y ayudaran a alcanzar el evangelio a los gentiles. Pero ellos se rehusaron. Jesús siguió trabajando, cumpliendo el pedido de los selectos gentiles que se acercaron a él. Finalmente, mediante parábolas y enseñanzas, Jesús comenzó a señalar el lugar que los gentiles tendrían en la salvación divina. Siguió esta línea con la participación de los gentiles, sanándolos y dejándolos en sus comunidades como testigos presenciales de su poder, mientras trabajaban para esta nueva etapa de la misión mundial.
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