Hilda Molina no pudo presentar su autobiografía en la feria

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CULTURA

I

La cita anual con la lectura

Sábado 24 de abril de 2010

Incidentes en el segundo día de la exposición

Hilda Molina no pudo presentar su autobiografía en la feria Militantes y estudiantes irrumpieron en la sala e insultaron a la médica disidente cubana Lo que pretendía ser una presentación más en la Feria del Libro se convirtió anoche en una batalla de agresiones verbales, entre insultos e interrupciones, que marcó la salida anticipada de la médica disidente cubana Hilda Molina, que no pudo presentar su libro Mi verdad. Militantes del Movimiento Argentino de Solidaridad con Cuba y estudiantes universitarios irrumpieron en la sala para increpar e insultar a Molina, quien intentó responderles y luego optó por abandonar el lugar. Prevista para las 20.30, desde más de media hora antes se empezó a formar una larga fila de gente en las puertas de la sala Jorge Luis Borges. Subieron, entonces, al escenario Molina y la periodista argentina Mariana Arias, con quien conversaría sobre su libro autobiográfico. Pocos minutos después de iniciada la charla, hubo voces desde el público que reclamaron poder hacer preguntas, y se les aclaró que se permitirían una vez terminado el diálogo en el escenario. Sin embargo, el acuerdo se quebró cuando Molina expresó que en Cuba no toleraban al que pensaba distinto. Empezaron, entonces, las interrupciones. La seguridad de la feria ya había intervenido para impedir que se arrojaran objetos al escenario, pero la escalada de cánticos por parte de los jóvenes no cesó, sino que, por el contrario, se fue incrementando. “¡Cuente con qué plata puso su hijo la clínica!”, le gritó un joven que dijo a LA NACION pertenecer al Centro de Estudiantes de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. Otros jóvenes dijeron integrar la agrupación estudiantil La Mella, que comparte con el Partido Obrero la presidencia de la FUBA. En medio de ésta y otras frases, la médica cubana, de 66 años, se paró sobre el escenario y pidió “un pensamiento y una oración para las madres de blanco en Cuba”. “¡Cuba sí, yanquis no!”, le respondieron colectivamente desde el público. “El mismo libreto que el gobierno

BRUNO BERTAGNA

Lojo, en su casa: “Este libro es replantearme de dónde vengo”

“La inmigración a América era una experiencia trágica” FOTOS DE HERNAN ZENTENO

Antes de retirarse de la sala, Hilda Molina respondió a los militantes que la habían increpado cubano, sólo faltan los golpes que les dan a las damas de blanco”, respondía Molina, parada sobre el escenario. Entonces, intervino Arias, quien visiblemente ofuscada, preguntó si podía seguir con la presentación. Mientras se escuchaba “Cuba, Cuba, Cuba, el pueblo te saluda”, con más fuerza, Molina tuvo que retirarse. “Quiero despedirme de mis amigos”, dijo, y provocó un fuerte aplauso antes de irse de la sala.

Discusiones continuadas Enseguida, el micrófono fue tomado por personas del público. Una mujer habló contra quienes se manifestaban. “¡Váyanse a Cuba los que quieran ir con Castro!”, gritó. La sala se iba desalojando, pero las discusiones seguían afuera. “Todo el mundo tiene cabida en los actos, pero lamentamos que se

produzcan incidentes”, dijo poco después a LA NACION Carlos Pazos, secretario de la Fundación El Libro. A su lado, Horacio García, presidente de la Fundación, afirmó: “No se puede interrumpir el discurso de otro y ejercer violencia verbal”. Molina llegó a la Argentina el año pasado, tras 15 años de gestiones en Cuba para que autorizaran su salida. En septiembre pasado, un grupo de periodistas de radios comunitarias, asesores de diputados de centroizquierda y militantes de organizaciones sociales increparon a Molina durante una exposición en la Cámara de Diputados. El diputado Julián Obiglio, que la había acompañado durante su disertación, afirmó anoche a LA NACION que “los mismos que la agredieron entonces fueron los que provocaron este descontrol en la Feria del Libro”.

RAQUEL SAN MARTIN

El buscador UN ADIVINO LITERARIO

Los oráculos del Bicentenario Vestido como Aladino, con una bola de cristal y un gran libro cubierto con tela dorada, un “adivino” tiene su lugar en el stand del Bicentenario, de la Presidencia de la Nación. Una larga hilera espera al hombre que “lee las manos” y predice el futuro parafraseando al escritor argentino al que ese día se brinde homenaje. Muchos se retiran extrañados. “Es un actor que propone lo que llamamos «efemérides oraculares», pero muchos se lo toman en serio”, dijo una empleada del stand.

Agenda 15.00

Cuentos para adultos En un espectáculo de narración oral para adultos, se escuchará “Pueblito mi pueblito”, con Silvia Ferragine, en la sala María Esther de Miguel. 17.00

La cocina de la ficción “La cocina en la literatura y la literatura en la cocina” será el tema de un panel con Benigno Campos, Carlos Di Cesare, Silvia Plager y Miroslav Scheuba, con la coordinación de Fernando Vidal Buzzi, en la sala María Esther de Miguel. 19.00 - SALA VICTORIA OCAMPO

Odiseas del espíritu

Guillermo Kuitca y Alicia de Arteaga dialogaron ante el público en la sala Julio Cortázar

Guillermo Kuitca unió libros y arte para recorrer su trayectoria Invitado por LA NACION, el artista recordó algunas páginas que lo formaron

Habrá una entrevista pública al filósofo y ensayista alemán Rüdiger Safranski, autor de biografías sobre grandes personajes de la cultura alemana. El diálogo, en el que se presentará el libro Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán (Tusquets), será conducido por Pablo Gianera. 19.30

Un libro de Stamateas Bernardo Stamateas presentará su libro Pasiones tóxicas (Planeta), en la sala Jorge Luis Borges. 21.30

Pettinato habla de Sumo LAURA CASANOVAS LA NACION Los libros y el arte ayer encontraron su mejor conjunción en la figura del consagrado artista argentino Guillermo Kuitca quien, una vez más, compartió con el público sus reflexiones y su sensibilidad. “Los libros en general y los de arte en particular fueron parte de mi formación. Los artistas argentinos nos acostumbramos a ser influidos por los libros de arte”, contó Kuitca durante una charla organizada por LA NACION que mantuvo en la feria con Alicia de Arteaga, editora de Arte del diario, durante la segunda jornada de la exposición. Durante el ameno diálogo con Kuitca, surgió el recuerdo de La pinacoteca de los genios, esa colección de libros de arte que Kuitca contó que sus padres compraban cuando él era pequeño y cuyas páginas miraba “sin saber mucho quiénes eran Tiziano o Rubens”. Arteaga también recordó que en el inicio de la carrera de Kuitca hubo un libro de arte sobre su obra. “Mi salida al mundo artístico internacio-

En Arbol de familia, María Rosa Lojo ilumina la experiencia del exilio al contar su propia historia

nal fue con un libro”, dijo el artista. Era 1989 cuando se publicó, en una época en que, como recordó Arteaga, no era habitual que los artistas tuvieran sus publicaciones. “¿En qué momento de tu vida te diste cuenta de que ibas a ser artista?”, le preguntó Arteaga. “Cuando me di cuenta ya era artista hacía como 20 años”, respondió sonriente Kuitca, quien reflexionó que seguramente algo más inconsciente ya había decidido por él hacía tiempo.

En un mundo propio Entre los variados temas que recorrieron anoche la sala Cortázar, estuvo el del cambio del perfil el artista latinoamericano de hoy. En el mundo del arte, dijo Kuitca, “Argentina y Buenos Aires ya no son la periferia, sino un lugar más”. A pesar de ser una persona joven, hace tiempo que Kuitca es un artista consagrado en el nivel internacional. Pero, recordó Arteaga, vive y trabaja en Buenos Aires, aunque se lo ve poco en sociedad. “No es que no voy a eventos sociales porque estoy más allá de eso, pero es probable que mi mundo suceda en

un área reducida que tiene que ver con mi trabajo, y porque me cuesta desdoblarme”. Arteaga señaló, asimismo, que cuando se analiza la obra de Kuitca, “llama la atención el cuidado en el trabajo”. Recordó, por ejemplo, que en la Bienal de Venecia de 2007 todo el armado del lugar era un conjunto que dialogaba con la obra del artista argentino. “Me parece que se trata de estar atento, en foco. Atención, focalización son nuevos modos de llamar a la inspiración”, afirmó. También Arteaga señaló, en relación con los libros, que la carrera de Kuitca, al analizar su trayectoria, es narrativa, en el sentido de que “cada serie tiene un comienzo y un final, como toda historia”. El artista estuvo totalmente de acuerdo: “Es verdad que al hacer una obra en serie de alguna forma está narrada”, coincidió. Ayer, la Feria del Libro comenzó a recibir público desde temprano. Y mientras en algunos stands se mostraron cautos sobre la cantidad de gente y de ventas en esta segunda jornada, en otros se entusiasmaron con un día “muy bueno”.

Roberto Pettinato presenta su libro Sumo por Pettinato (Random House Mondadori), en la sala Jorge Luis Borges. Antes, desde las 20.30, el autor firmará ejemplares en el stand de la editorial.

LA NACION Todas las vidas esconden héroes, milagros y tragedias, pero algunas también representan las experiencias de todo un pueblo y hasta de buena parte de un país. Eso sucede en Arbol de familia (Sudamericana), la novela de María Rosa Lojo en la que la autora entrelaza las historias familiares en sus dos ramas –la paterna, gallega; la materna, castellana– con sus periplos de exilio y desarraigo, y sus protagonistas, que, tocados por la ficción, se transforman en personajes entrañables. El libro se presentará hoy, a las 17, en la sala Adolfo Bioy Casares de la Feria. En diálogo con LA NACION, Lojo –autora de Finisterre, Historias ocultas de la Recoleta y Cuerpos resplandecientes, entre otros–, que nació en Argentina, recordó las huellas de la inmigración en sí misma. “Siempre en casa hubo una tensión entre el acá y el allá. Los hijos tuvimos siempre el mandato de volver a un lugar donde nunca habíamos estado”, cuenta, y describe quizás una de las experiencias que hermanan a más argentinos. –¿Cómo apareció la idea de escribir sobre su familia? –Yo escuché historias de familia desde muy chica, narradas por mi madre, por mi abuela, por mi papá. Además compartía el dormitorio con mi abuela, de manera que por la noche siempre había historias interesantes que yo le pedía que contara una y otra vez. Cuando uno es muy joven, no se aprecia demasiado ese bagaje, es algo natural, que siempre va a estar ahí. Se lo empieza a valorar cuando las personas que contaban esas historias han desaparecido, cuando ya no se les puede preguntar nada más. Pero el libro tiene una visión cercana y distanciada al mismo tiempo. –¿Por qué? –Cercana porque hay una narradora, un álter ego de la escritora empírica que une las historias, pero no es una narradora que se exhiba a sí misma. Es lejana en el sentido de que trata de ver a los personajes de su propia familia, desde ya transfigurados por la literatura, separados en lo posible del vínculo que tienen con ella como familiares Es reconocerse como miembro de una familia, de un tejido en el cual uno está fatalmente involucrado y comprometido, pero también tratar de ver a esos personajes, que desembocaron en lo que uno es, más allá de los juicios interesados. –¿Qué tanto hay de memoria y qué tanto de ficción en el libro? –Es muy difícil medirlo. Hay personajes inventados, o historias que no pertenecen a mi familia, que se transfunden con la historia familiar. Pero son pocos. La gran mayoría tiene que ver con historias que me

fueron narradas o con vidas que conocí personalmente. Este libro tiene una trama a la vez personal e individual y colectiva, porque uno a través de una familia ve un pueblo. En el caso de Galicia, en los destinos de mis propios familiares se reflejan los de todo un pueblo, acorralado por el atraso, la pobreza, la marginación. No porque no tuvieran tierras, que las tenían, sino porque esas tierras no daban para vivir a familias numerosas, con un trabajo muy esclavo y muy duro. –Aparece fuerte el papel de las mujeres en estas historias. –Sí, tienen mucho protagonismo las mujeres, que quedaban pegadas a esa vida muy exigente dentro y fuera de la casa. Trabajaban en el campo como varones y se quedaban solas, porque los hombres se iban al mar y, a veces, ni volvían, o se iban y se casaban del otro lado. La experiencia personal recogida de conversar con mujeres gallegas es que nostalgia siempre había, pero también mucha liberación, porque realmente se vivía mejor en la ciudad, había otras comodidades, muchas menos angustias que en una vida en un medio rural en la que la salida casi forzosa para muchos varones era irse, y las mujeres quedaban arreglándose como podían. –Habla de un “corredor abierto” entre España y América. ¿Estaba esa idea de la posibilidad de la vuelta? –Siempre. Yo la viví en mi casa, del lado paterno y materno. Cada uno tenía su corredor, con comunicaciones mucho más difíciles que ahora. Siempre en casa hubo una tensión permanente entre el acá y el allá, me quedo y me voy. Los hijos tuvimos siempre el mandato de volver a un lugar donde nunca habíamos estado, a un país que era el nuestro, pero en el que no habíamos nacido y que era, en cierto modo, una realidad más potente, más real que el suelo que pisábamos. Hasta muy entrada la adolescencia tuve siempre la tensión de que estaba aquí, pero de paso, de que en la Argentina estábamos mientras tanto. –¿Qué impacto cree que tiene como argentinos esta experiencia de ser hijos del exilio? –La inmigración era una experiencia trágica. Muchos emigrantes no volvían, a veces por razones políticas, otras veces por razones económicas, o por las dos juntas. No era fácil volver. El que emigraba tenía que volver triunfante o no volver. Y sólo un porcentaje podía exhibir un regreso triunfante. Las dificultades de la integración las han tenido una o dos generaciones por lo menos. Este libro es volver a los orígenes, replantearme de dónde vengo, quiénes fueron los míos, cómo seguir. Creo que es una experiencia que puedo compartir con muchísimos argentinos.

DISTINCION PARA EL POETA MEXICANO EN ESPAÑA

Pacheco recibió el Cervantes MADRID.– El escritor mexicano José Emilio Pacheco, para quien “la memoria inventa lo que evoca y la imaginación ilumina la densa cotidianidad”, recibió ayer el Premio Cervantes de manos del rey Juan Carlos y destacó su descubrimiento de esa otra “realidad llamada ficción” al leer Don Quijote de la Mancha, obra cuya gloria puede dar respuestas “en medio de la catástrofe”. Pacheco recibió la máxima distinción de las letras hispanas en Alcalá de Henares, a 30 kilómetros de Ma-

drid, donde confesó que se hundió en una “irrealidad quijotesca” cuando supo que era el ganador del premio, de 125.000 euros. “Casi todos los escritores somos miembros de una orden mendicante”, dijo el autor, y aseguró que le hubiera gustado que el premio Cervantes hubiera sido para Cervantes. “¡Cómo hubiera aliviado sus últimos años el recibirlo!” “En medio de la catástrofe, al centro del horror que nos cerca por todas partes, siguen en pie, y

hoy como nunca son capaces de darnos respuestas, el misterio y la gloria del Quijote”, dijo el escritor, de 70 años. Pacheco es considerado uno de los representantes de la llamada generación del 50. Entre su obra lírica, se destacan títulos como Alta traición, El reposo del fuego y No me preguntes cómo pasa el tiempo. En narrativa, publicó Morirás lejos y Las batallas en el desierto.

Agencias ANSA, AP y EFE