Graduados: los riesgos del reencuentro

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SOCIEDAD

Domingo 25 de marzo de 2012

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VINCULOS s COMO EN LA EXITOSA COMEDIA DE TELEFE

Graduados: los riesgos del reencuentro Según los especialistas, el desafío está en aceptar al otro en su versión actual; historias de quienes se reunieron y de quienes desistieron OPINION

SOLEDAD VALLEJOS LA NACION Hace 27 años que no los veía. Y Cristina, una de las más coquetas del curso, temía que sus compañeros se desilusionaran al verla después de tanto tiempo. Ya no eran los mismos de antes, y la chance de sufrir un desengaño pudo más que la expectativa de revivir aquellas buenas épocas. Ella fue una de las ausentes en la clásica reunión de ex alumnos, esos encuentros que suelen iniciarse de manera virtual a través de las redes sociales y culminan con una reunión cara a cara en alguna casa o algún bar porteño. El abanico de sensaciones que suele deparar este tipo de eventos es bien amplio y, después de tantos años sin verse, “está el desafío de aceptar al otro tal cual se presenta hoy”, dice Iris Pugliese, codirectora del Centro Psicoanalítico Argentino. El amigo de la infancia pudo haberse convere, tido en un extraño, a veces sucede, “pero es una excelente oportunidad ad para redescubrir al otro en su evolución, tanto física como intelectual. Suelen ser relaciones muy entrañables y es lógico que uno ponga mucha expectativa”, señala Pugliese. A pesar de los posibles efectos no deseados, la mayoría de los consultados coincidió en que volverse a ver fue una experiencia gratificante. Hace dos años, la promoción 1990 del Colegio Ceferino Namuncurá, en Villa Urquiza, tuvo su revival. Según contaron algunos de sus integrantes, el reencuentro o fue un éxito. El desafío del que ha-o blan los especialistas fue superado y, vencido el formalismo inicial, l, entraron en confianza como en loss viejos tiempos. “Nos juntamos unos diez compaaña ñeros. Alejandra vino de España con uno de sus hijos. Marcelo, veteerinario, llegó desde Mar del Plata, y así cada uno se hizo un lugar para ra poder asistir. A muchos no los veía ía desde hace 18 años, y la verdad estuvo vo genial –cuenta Guillermo Krauss, s, biólogo y uno de los organizadores del banquete–. Revivimos anécdotas de cuando éramos dirigentes de campamentos, las diferencias que había entre los chicos y las chicas a esa edad y miles de recuerdos.” Luego, confiesa: “Cuando no te ves por tanto tiempo, tardás en entrar en confianza, y más bien tratás de mostrarte como un triunfador en la vida. Cuesta reconocer al que tenés sentado enfrente. Pero después de unas horas te vas soltando y, en nuestro caso, terminamos charlando como si nos hubiéramos visto ayer”. Otro de los que participaron de este convite fue Flavio Greco, que además confió no perderse ningún capítulo de Graduados, la ficción de Telefé con Nancy Dupláa y Daniel Hendler que promedia los 25 puntos de rating. “La búsqueda empezó por Facebook, como suele suceder en estos casos,

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y después de varios mails de ida y vuelta, finalmente, pusimos la fecha. Fueron unos cuatro meses de búsqueda, pero hubo gente que no logramos localizar. En mi caso, me fui con una sensación espectacular. De hecho, volvimos al colegio a sacarnos fotos y entramos al aula donde habíamos cursado el último año.”

paciente hace unos meses –señala Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina–. Cuando pasan más de 20 o 30 años, el choque es fuerte, se produce un desfase entre la imagen que uno conserva de esa época y la de la actualidad, y eso puede afectar el encuentro. Sobre todo cuando en esa

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reunión asistirá algún compañero con el que hubo alguna atracción o, incluso, un romance.” Sobre ese punto, Krauss reparó en que la mayoría de los hombres habían perdido bastante pelo, “diría que ése fue el cambio más evidente”. Con respecto a las mujeres, opta por la galantería. “Las chicas estaban muy

“Estás igual...” Frases como ésta suelen soltarse para dar la bienvenida a un nuevo compañero. También está el: “¡Qué cambiado estás, casi no te reconozco!”.Según los psicólogos, el paso del tiempo y los cambios físicos suelen ser uno de los temores, sobre todo entre las mujeres. “Es un tema recurrente en el consultorio: «Tengo reunión con la gente del secundario y no sé qué hacer», me confiaba una

Facebook, el mejor aliado en la búsqueda Ni el celular ni el boca a boca. Ni siquiera la cadena de mails es tan eficaz como las redes sociales. Con Facebook a la cabeza, el contacto virtual es el primer paso para concretar la reunión de ex alumnos. El objetivo es dar con la mayor cantidad de compañeros para reunirlos a todos en un encuentro cara a cara. En promedio, la búsqueda demorar entre uno y tres meses, aunque a veces puede ser más. Luego del reencuentro, los intercambios continúan a través de la Red, con fotos actuales y de épocas escolares. La intención de repetir el convite suele ser una fija, pero la mayoría de las veces sólo queda en promesas.

bien, mucho mejor que nosotros.” Una de ellas era Pilar Grunauer Manterola, que coincidió en que los cambios de sus viejos compañeros eran, apenas, superficiales. “Encontré la misma esencia que había en cada uno cuando estábamos en la secundaria. Fue genial, pero prometimos una nueva reunión y aún no lo logramos”, reclama. La próxima, dicen los ex alumnos de Ceferino Namuncurá, ya no será exclusiva para los egresados de la promoción 1990. “El primer encuentro fue para romper el hielo, el que viene cada uno se comprometió a ir con su familia”, explicó Greco. También, dicen, prometieron no revelar demasiadas cosas del pasado. “En la adolescencia a veces uno hace cosas que mejor no recordar”, dice, sonriendo, uno de los ex alumnos.

Juntarnos varios años más tarde con quienes hemos compartido un ciclo esencial de la vida, el abandono de la infancia, las turbulencias y sueños adolescentes, el inevitable anuncio de la adultez temprana, conlleva dos tensos interrogantes: ¿con quiénes me encontraré?; ¿cómo me encontrarán? Y también la ilusión de retrotraer el tiempo, de borrar años y cicatrices (sobre todo del alma), de volver a un paraíso perdido, que acaso nunca existió, pero que, imaginado como real, permite contar(nos) nuestra propia historia con un toque legendario. A veces estos reencuentros permiten cerrar formas que quedaron abiertas. Traen respuestas a preguntas que nos acompañaron durante largo tiempo, y con esas respuestas (que pueden llegar a doler, divertir o sorprender) se limpian zonas oscuras del recuerdo, se despiden molestos prejuicios, se airean, recomponen o refundan vínculos. Otras veces espera la decepción. El que soy hoy ha llegado a este punto por caminos que están muy alejados de los que mis compañeros transitaron. Y, sin embargo, al tenerlos ante mí se despliega un misterio frente al que sólo puedo rendirme. El de la evolución de cada uno de nosotros, de los que allá y entonces creímos que seríamos para siempre iguales a los que éramos. Pero luego empezamos a ser los que somos hoy y entramos en una atmósfera rara, con algo de onírico. Somos y no somos. Lo idéntico a entonces y lo absolutamente nuevo y diferente inician una danza intensa y silenciosa. Con algunos bailamos mejor que con otros. Y es posible que hoy seamos emocional e intelectualmente más afines a alguien con quien entonces nos descompasábamos. El gran desafío es aceptarnos en nuestras versiones actuales, no pedirnos los unos a los otros el imposible de retroceder ni de congelar el tiempo. Mientras tanto, el reencuentro nos permite agradecernos mutuamente haber sido parte, testigo, memoria cada uno en la vida del otro. Es bueno tener una vida para contar y seres queridos que la confirmen. Pero es un inútil ejercicio de melancolía pretender encallar en esa etapa. Lo mejor que nos puede pasar es descubrir que hay alguien con quien podemos caminar juntos.

El autor es escritor especialista en vínculos.