Reencuentro El ambiente estaba inundado de un penetrante olor a quemado. Con cada demanda de oxígeno, todo ser vivo que andase a kilómetros de distancia, estaba obligado a recibir sumisamente el aire repleto de toxinas. Por esa misma razón, no había ningún ser vivo cerca del causante de aquel hedor. No había ningún ser vivo cerca excepto uno. Un guerrero con la piel tan oscura como la noche. A lomos de un corcel de los infiernos, se adentró como un rayo en la tierra devastada. Con cada pisada, la criatura infernal encendía efímeras lenguas de fuego que iluminaba la noche. El guerrero cabalgó durante dos horas hasta que la tierra dió paso a la ceniza. De un salto, bajó del caballo, y con una orden de la estatuilla mágica devolvió al corcel a su plano original, que se consumió en llamas a sí mismo hasta desaparecer. Fue entonces cuando inició la marcha de nuevo. El terreno antes lleno de vegetación y tierra seca, se convirtió en roca desnuda y ceniza. Pero la transición no afectó sólo al terreno. Cuando el guerrero inició la marcha hacia su destino, su instinto más primitivo tomó el control de su mente. El cazador había regresado y con una concentración absoluta, atravesó el desierto tan silencioso como la muerte. En la noche, sus ojos de color lavanda eran capaces de ver a la perfección gracias a su herencia Drow. Para él, era de día y durante otra hora caminó sin prisa, consciente de que nada interrumpiría su paso. Poco a poco comenzó a ascender por sendas rocosas y difíciles de atravesar, e incluso en algunos tramos se hizo necesario escalar la roca caliente. Cuanto más avanzaba, más tóxico se tornaba el aire, y más alta era la temperatura ambiente. Pero nada detendría al cazador. Su presa estaba cerca. Al superar un duro tramo de sesenta metros de escalada, se encontró de frente la meseta de cenizas. En su boca se dibujó una ligera sonrisa de satisfacción, aunque nadie que le estuviera viendo en aquel momento se habría percatado de ello. El cazador se incorporó, y observó calmado la tierra a la que se enfrentaba. Una densa neblina le limitaba la vista a menos de doscientos metros, el suelo era un manto de cenizas que se levantaba y suspendía en el aire, y el calor que emanaba la propia tierra era tan alto, que los pies le ardían. Pero eso no hacía más que intensificar la sensación de que estaba cerca. Muy cerca. En aquel lugar, incluso la propia tierra moría. Y así caminó, respirando con dificultad, mientras los pies le ardían y sabía que se acercaba a su presa por que cada vez el calor era más intenso. Por culpa de la niebla no podía buscarla desde lejos, así que se dejó guiar por el calor hasta encontrarla. Primero vio su luz de entre la densidad. Una luz intensa del color de las brasas candentes. Al principio no se distinguía ninguna de sus formas y más parecía que hubiese una montaña de lava que un monstruo, pero cuando el cazador se acercó y las formas se comenzaron a entrever, la montaña se movió un poco. No había lugar a dudas. Con un movimiento rápido sacó una flecha mágica de su carcaj, y tensó la cuerda de su arco Taulmaril. No apuntó por que todavía no podía ver la cabeza de la criatura, pero no esperó más. Lanzó el proyectil al bulto y cargó otra flecha y otra, y otra antes de que el primer disparo alcanzase a la criatura. Y entonces la montaña se movió, pero esta vez hacia
el cazador que continuaba su andanada de proyectiles. La criatura se acercó lo suficiente como para distinguirse y un proyectil le impactó en la cara. Era un demonio de los nueve infiernos, una criatura con la única motivación de arrasar la tierra. Un dragón de la ceniza. Su cuerpo era enorme y esbelto, sus escamas parecían talladas en ébano y tenía surcos de fuego que surgían de su interior. Desde su cabeza hasta el final de la cola, nacían cientos de púas negras y salían dos grandes alas que dibujaban estelas de oscuridad cada vez que las batía. Su cabeza estaba llena de surcos de fuego y no tenía ojos, por lo que necesitaba oler y escuchar a sus presas, y su mandíbula inferior se dividía en tres partes repletas de afilados dientes. Cuando el proyectil explotó en un lado de su cabeza, abrió la boca y rugió de tal forma que la niebla desapareció por unos instantes, todos los fuegos del lugar se apagaron y cada surco de su cuerpo brilló como las brasas alimentándose de oxígeno. El calor se intensificó hasta tal extremo, que el cazador a punto estuvo de perder el conocimiento. Pero con un movimiento más que ensayado guardó el arco y empuñó sus cimitarras. Una de ellas llamada Muerte de hielo, latía por drenar el calor en el ambiente y sobretodo de la criatura que lo provocaba. Protegiéndolo del insufrible calor, el cazador se recompuso y preparó para recibir al poderoso enemigo. El dragón inició una carrera batiendo las alas y luego saltó hacia el cazador que lo esquivó sin problemas pese a la rapidez de la criatura. Cuando pasó por al lado, el dragón lanzó un barrido de cola hacia la dirección donde había ido su oponente y apunto estuvo de acertar esta vez, pero de nuevo el cazador fue más rápido, se agachó en el momento justo y levantó las hojas justo por encima de él para abrir dos tajos en la cola del dragón que volvió a rugir con fiereza e intentó morderle con su peligrosa mandíbula. De nuevo erró y recibió una estocada de Muerte de hielo que se alimentó todo lo que pudo del fuego del dragón. La criatura se retiró para protegerse de la odiosa arma, y batiendo las alas envolvió al cazador en una nube negra. Perdió de vista al dragón y eso podía permitírselo. Corrió hacia la derecha tan rápido como pudo y salió de la pantalla de humo negro, para ver cómo le caía el dragón del cielo. Como un meteorito golpeó el suelo y estalló una onda de fuego y oscuridad que hizo temblar la meseta entera. La onda expansiva arrolló al cazador que terminó en el suelo aturdido y apenas tuvo tiempo de ponerse y esquivar el siguiente golpe de la bestia, y el siguiente. Se encontraba a la defensiva y no veía el momento de contraatacar sin ser devorado o partido por la mitad por aquellas afiladas garras. Entonces el dragón cometió un error. Lanzó un bocado para desequilibrar al cazador y luego se levantó sobre sus patas traseras cogiendo una gran bocanada de aire. La altura de la bestia era impresionante y todas sus marcas brillaron exageradamente. Pero aquello le dió un tiempo precioso al cazador, que inició la carrera hacia adelante. Cuando el dragón terminó de absorber oxígeno, escupió una llamarada roja que envolvió de fuego al cazador mientras corría. Nadie habría sobrevivido a aquello. Nadie que no empuñara Muerte de hielo. El arma zumbó en las manos del cazador y notó cómo se alimentaba de todo el fuego que le envolvía. Tan intensa era la energía que estaba absorbiendo que apunto estuvo de soltar el arma y ser consumido por las llamas. Pero continuó su carrera y salió disparado envuelto en una nube negra y roja y saltó, clavando las dos cimitarras hasta la empuñadura en el estómago de la criatura. Ésta rugió y se retorció mientras le cortaban hacia abajo todo el abdomen y sintió cómo el arma mágica le absorbía su fuerza vital desde el interior. El dragón se tumbó y retorció para desprenderse del arma, pero el cazador no perdió el tiempo. Arrancó las armas saltó hacia atrás y cuando la criatura cayó al suelo volvió a clavarlas en el costado, de nuevo esquivó un golpe y terminó de rajar el cuerpo abriendo
unas heridas enormes. Chorros de sangre y humo oscuro emanaba de la criatura que se encontraba derrotada por el arma de hielo. Dispuesto a dar el golpe de gracia, el cazador se dirigió rápidamente al cuello evitando un último y desesperado zarpazo de la criatura, y le perforó el cuello con las cimitarras. Luego las retorció, y sintió cómo la béstia perdía la vida lentamente. Muerte de hielo disfrutó el momento y saboreó hasta la última pizca de energía que robó. La sangre caliente recorría toda la hoja y ensuciaba las manos del cazador. Y así permaneció durante tres largos minutos, presionando la herida y dejando que la criatura terminara de convulsionar hasta su muerte. Cuando se quedó totalmente inmóvil, su cuerpo comenzó a consumirse y convertirse en cenizas hasta que no quedó nada más que polvo y sangre. Inmediatamente, la niebla que envolvía el lugar se comenzó a disipar hasta desaparecer y los fuegos se apagaron. Lo había conseguido. El cazador respiró tranquilo y envainó las cimitarras. Acto seguido se acercó a la montaña de ceniza que había dejado el cadáver del dragón, y la removió. No tardó en encontrar lo que buscaba. Una rosa negra nacida de la muerte de la bestia. Muy bien, lo has conseguido. Le sorprendió una voz divina tan encantadora como temible. El cazador sintió cómo una suave mano acariciaba su rostro manchado de sangre y ceniza, y se dió la vuelta para ver a la mujer que le hablaba. Era un poco más pequeña que él y no vestía ninguna prenda de ropa. Su cuerpo de piel oscura Drow, era tan perfecto como poderoso y de él, emanaba un aura de poder infinito. Lo has hecho tan rápido… A penas me ha dado tiempo de divertirme. Le dijo Loth, la diosa del caos entre risas. Hice lo que me dijiste. Dijo el cazador. Tengo la rosa. Sí, sin duda lo has hecho... Dijo la Diosa mientras agarraba de la mandíbula inferior al cazador con una fuerza sobrenatural. y ahora querrás que yo cumpla mi palabra. Lo alzó hasta que dejó de tocar con los pies en el suelo y luego le arrebató la rosa de la mano. Entonces dejó al cazador y lanzó la rosa al viento, que se deshizo al vuelo y sus pétalos se convirtieron en un portal hacia otro plano. ¿Qué es eso? Preguntó el cazador. Un portal. Respondió con una hermosa sonrisa. No es lo que acordamos. Se quejó el cazador. La rosa negra es capaz de abrir un portal a todas partes. Pero solo puede ser cruzado una vez. Explicó la Diosa a su elegido. Te llevará donde tú desees. Y con esto cumplo mi palabra. Al terminar de hablar, se acercó al cazador y le bloqueó el cuerpo dejándole indefenso. Entonces le besó en la boca durante varios segundos, hasta que desapareció en un portal, regresando así a su plano de nuevo.
Cuando el cazador recobró de nuevo la capacidad de moverse, se acercó hasta pararse enfrente del portal. Lo observó durante unos instantes y pensó en su esposa muerta hacía ya mucho tiempo. Sin perder más tiempo, atravesó el portal con el corazón latiendo tan fuerte que pensaba que se le saldría por la boca. Ni siquiera la muerte podría haberle provocado tal nerviosismo. Esperó unos segundos y cruzó el portal. Se sumió en la oscuridad con la imágen fija en su cabeza de su esposa y así avanzó, poco a poco con los ojos cerrados. Fue entonces cuando sintió que algo había cambiado, el aire era puro y estaba acompañado de una infinidad de aromas agradables. El cazador abrió los ojos y se encontró en medio de un bosque lleno de vida y paz. Y entonces fue cuando la vió. En cuclillas con los pies metidos en la orilla de un estanque de espaldas a él. Se acercó a ella lentamente disfrutando de la imágen. Una imagen perseguida durante décadas y que por fín había alcanzado. La mujer escuchó los pasos del desconocido y se dió la vuelta sobresaltada ya que nadie la había visitado jamás. Imposible… Susurraron sus labios. ¿Drizzt? Cristian Giménez Guerrero _________________________________________________________________________ __ Este relato está basado en el mundo de “Forgotten Realms” y su protagonista es el elfo oscuro Drizzt Do’Urden. Todo lo mencionado existe en su mundo, tanto personajes como armas, exceptuando el Dragón y la rosa, que ha sido inventado para adaptarlo al relato de “Sant Jordi”.