el mundo | 7
| Domingo 13 De julio De 2014
El “gigante” que custodia el dinero de la Iglesia
El flamante número uno de la economía de la Iglesia quiere sanear las cuentas y la deslucida imagen financiera de la Santa Sede
George Pell. “El Vaticano debe convertirse en un modelo de management”
Hijo de un boxeador y de gran porte físico, también le dicen “el ranger”
Texto y foto Elisabetta Piqué (Corresponsal en Italia)
Viene de tapa
Pell lanzó esa declaración sin pelos en la lengua, el miércoles pasado, en una atestadísima conferencia de prensa en la que presentó a la nueva dirigencia del IOR (el banco del Vaticano) y su programa de reformas. En una entrevista exclusiva con la nacion, el cardenal –de 73 años y vestido de simple clergyman, nada de colores púrpura y con un estilo directo y claro, así como sentido del humor– confirmó los cambios que ya se están operando. El cardenal Pell reveló además que Francisco le pidió que, en el marco de la reforma para dotar de transparencia, coordinación y eficiencia la gestión económica del Vaticano, no haya despidos entre los cerca de 5000 empleados del pequeño Estado. –Usted dijo que en las reuniones anteriores al cónclave que eligió a Francisco, los cardenales hablaron de una necesidad urgente de reforma de las finanzas del Vaticano. ¿El Papa sigue de cerca este proceso? –Sí, él está muy interesado en las reformas. Está totalmente comprometido en que se adopten las mejores prácticas. Lo veo cada dos semanas y puedo reunirme con él cuando lo necesito. Entiende mucho de economía por su experiencia como arzobispo de Buenos Aires, que demuestra que sabe de qué estamos hablando. –¿Qué importancia tiene Francisco en toda esta revolución que usted está haciendo en las finanzas del Vaticano? –No es una revolución, son pequeños cambios... –¿Qué importancia tiene el estilo de vida de Francisco, su austeridad, su deseo de una Iglesia
pobre para los pobres, de que los curas no usen autos de lujo, etcétera. ¿Cómo impacta todo esto en los cambios que usted está intentando llevar a cabo? –Bueno, me parece que es un tema distinto. Creo que es un tema lindo, maravilloso. Pero él es de una orden religiosa, hizo votos de pobreza. La mayoría del clero no hace votos de pobreza. No tenemos que causar escándalo, pero no tenemos que vivir como los más pobres de los pobres. Pero el hecho de que el Papa haya tomado su voto de pobreza muy seriamente es un ejemplo maravilloso. Algunos ahora han dicho que como el Papa vive de un modo muy simple no debería estar interesado en cuestiones financieras, pero no es así. Tiene el deber de asegurar que nadie nos esté robando, que el dinero no sea derrochado y que el patrimonio de la Iglesia no sea disipado o mal usado. –¿Podríamos decir que para ponerle fin a una era de escándalos en las finanzas del Vaticano, dos personas del fin del mundo, como usted y el papa Francisco, de Australia y la Argentina, tuvieron que llegar al Vaticano? –Así lo ha querido la Providencia. Y debo ser muy cuidadoso al decir esto, pero es más fácil para alguien de afuera de Italia reformar las finanzas aquí, que para alguien de adentro de Italia... –¿Usted se siente un outsider? –No. Estudié en Roma, y estuve viniendo tres, cuatro, cinco veces por año durante los últimos veinte años. Me siento en casa acá. No, no me siento un outsider. –¿Hace dos años se habría imaginado que se convertiría en el hombre que pondría en orden las finanzas del Vaticano?
–¡Ni es mis sueños más salvajes! –Es evidente que usted tiene un carácter fuerte y determinado. Pero ¿no siente algún tipo de temor, visto que ahora está en una posición en la que inevitablemente toca muchísimos intereses? –Creo que la situación básica en el Vaticano llegó a limpiarse hace unos años. Creo que las acusaciones de actividades ilegales –si es que las hubo–, desde hace al menos unos años ya no son creíbles. –¿Quiere decir que la limpieza y los controles comenzaron en el pontificado de Benedicto XVI? –Sí. Seguramente bajo el papa Benedicto hubo intentos de corregir y mejorar las cosas. Seguro. –En la conferencia de prensa del miércoles pasado, usted dijo que su ambición es que el Vaticano se convierta en un modelo de gestión financiera, en vez de que en causa de escándalos. ¿Cuál es la gran ruptura con el pasado? –Ante todo, hay expertos de primer nivel involucrados, internacionales y laicos, con derecho a voto. Ésta es una novedad significativa. Otra novedad es tener no sólo un sistema de frenos y balances, sino un enfoque de autoridad múltiple: la Secretaría de Economía ya no está bajo la Secretaría de Estado, lo cual es un gran cambio. El Consejo de Economía está a cargo de la Secretaría de Economía, no de un órgano consultor, lo cual también es un cambio. Es decir, ya no va a ser como antes, que tres o cuatro personas manejaban todo... ¡Ni una persona sola! –Los italianos se sienten ahora desplazados, que ya no están en la gestión de las finanzas del Vaticano. Y uno oye algunas voces
que dicen que se están creando demasiadas comisiones y que con todas estas comisiones, al final hay confusión... ¿Qué respondería ante estas críticas? –La prueba de la torta es cuando, salida del horno, se come. Esperemos y veremos. Seguramente el objetivo es tener una mejor coordinación, transparencia y eficiencia en las finanzas vaticanas, no confusión ni control de parte de pocos. –Muchas personas aquí, en el Vaticano, se sienten muy inseguras, temen perder su puesto de trabajo. Se sabe que hay demasiados empleados en algunas secciones, más de los necesarios. ¿Pueden esperarse despidos con las reformas que se vienen? –¡No! El Santo Padre dijo muy claramente que no quiere eso, no quiere que haya gente despedida. Pero puede haber reentrenamiento, cambios de posición, cambios naturales, quizás ofreceremos paquetes de retiro anticipado, incentivos financieros para que las personas
se retiren antes. Pero va a ser hecho lentamente, con sensibilidad, con respeto a la gente. –¿Dónde y cuándo aprendió a ser tan hábil en las finanzas? –Aprendí de finanzas sobre el terreno. Estuve en la gestión de instituciones de la Iglesia durante cuarenta años con mucha gente muy experta, así que aprendí sobre el terreno. Y le cuento un pequeño detalle interesante: es una ironía que cuando yo fui estudiante senior, aquí, en Roma, fui puesto a cargo de la librería del Colegio de Propaganda Fide, que estaba en bancarrota y estaba siendo boicoteado por 30 editoriales porque no podían pagar sus deudas. Y rápidamente di vuelta la situación, simplemente dejando de comprar libros que nadie ordenaba. ¡Tenía 25 libros sobre musgo (en inglés, “mosses”) porque la persona que los había comprado pensaba que eran sobre Moisés (en inglés, “Moses”)! Es interesante e irónico que tuviera ese cargo entonces, y ahora en un escenario un poco distinto, tengo un cargo similar.ß
ROMA (De nuestra corresponsal).– Hijo de un campeón de boxeo de peso pesado, el cardenal australiano George Pell, el nuevo hombre fuerte del Vaticano, tiene una fuerte contextura y un carácter que le valieron el apodo, al parecer puesto por el propio Papa, de “ranger australiano” y “rugbier”. De línea conservadora y estilo directo, fue designado cardenal por Juan Pablo II en 2003. Estudió Teología en la Universidad Urbaniana de Roma, hizo un máster en Educación en Melbourne y un doctorado de Filosofía en la Historia de la Iglesia en la Universidad de Oxford, entre otras actividades académicas. Antes de ser designado arzobispo de Sydney por Juan Pablo II en 2001, cargo que debió dejar cuando fue nombrado por Francisco en febrero pasado como prefecto de la nueva Secretaría de Economía, Pell fue obispo de la región meridional de Melbourne y luego arzobispo de la misma ciudad. De 1988 a 1997 fue presidente de Cáritas Australia y es miembro de diversas congregaciones del Vaticano. Aunque estrenó oficina con una vista espectacular en la Torre de San Juan, en el punto más alto del Estado más pequeño del mundo, cercano al helipuerto del Vaticano, Pell no vivirá en este lugar, que fue residencia de papas y cardenales –allí vivió, hasta hace poco, el cardenal Tarsicio Bertone– y que Juan XXIII hizo reestructurar porque pensaba trasladarse allí durante el verano, aunque murió antes. “Me sentiría aislado aquí”, confesó. De hecho, vive en un hotel para peregrinos australianos que ayudó a construir en Roma y que fue bendecido por Benedicto XVI. Contó, por otra parte, que estuvo una vez en la Argentina: fue el año pasado, cuando después de la Jornada Mundial de la Juventud, en Brasil, aprovechó para hacerse una pequeña escapada hasta las cataratas del Iguazú.ß