El signo de la época
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BUENOS AIRES. EL PODER DE LA ANTICIPACIÓN Por Margarita Gutman Infinito 762 páginas $ 250
La investigadora Margarita Gutman presenta en un libro profusamente ilustrado los modos, a veces delirantes, en que se pensaba la planificación de la ciudad de Buenos Aires
14 Viernes 5 de agosto de 2011
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Futurismo urbano POR JULIO ORIONE Para La Nacion
principios del siglo XX, Buenos Aires crecía de una manera completamente distinta a la del pensamiento sobre su futuro. El poder de la tecnología que se desarrollaba a pasos agigantados para la época (la electricidad, el teléfono, la radiofonía) daban pie para que el imaginario popular pensara en avances que, como dice el diario Crítica en 1927, serían equivalentes a los pergeñados por Julio Verne. Una ilustración del libro de Margarita Gutman revela una Buenos Aires futura con todos los ingredientes, a veces ingenuos, de una historieta de Flash Gordon de la década de 1940. Otras imágenes, anteriores, esta vez de 1910, muestran cómo el dibujante Arturo Eusevi imagina una Buenos Aires plena de autopistas elevadas y veredas aéreas para facilitar el paso de los peatones. En este caso, la paradoja es que la arquitectura de las ilustraciones se corresponde con la imagen urbana de la época en que fueron realizados los dibujos. En todos estos casos de anticipación, los dibujos no logran desprenderse del diseño característico de la época en la que fueron realizados. La ciudad del futuro crecía en altura. Pero las alturas propuestas en las imágenes que muestra el libro de Gutman siempre están conectadas también en planos elevados. En algunos casos hacen pensar en cortes transversales de hormigueros donde la circulación de vehículos transcurriría por series de túneles o autovías aéreas y también en subterráneos. En otras publicaciones populares se imaginan transportes rápidos entre rascacielos, formados por vehículos colgantes de sistemas de cables telefónicos. En un chiste gráfico de la revista Fray Mocho de 1919, dos vecinas conversan; una de ellas le dice a la otra “Hemos tenido que mudarnos al piso bajo. Arriba ya no se puede vivir por el ruido del tránsito”. Y se ve una multitud de aviones que circulan por los alrededores de los pisos altos del edificio. Las revistas La Vida Moderna y La Ilustración son dos de las fuentes que exhiben la ciudad del futuro, con trenes elevados, veredas de terraza en terraza como muestra Caras y Caretas o la imaginación de un barco para ochocientos mil pasajeros, una especie de ciudad gigantesca con toda clase de servicios internos. No quedaban descartadas de estas proyecciones diversas alternativas humorísticas como el viaje de bodas en aeroplano, en el que fue el matrimonio se pelea y la mujer lanza al marido al espacio con su respectivo paracaídas. U otro dibujo en que el viajero de un avión colectivo es conminado por el guarda a bajarse inmediatamente porque no tiene boleto. Y, en otro dibujo de Fray Mocho, los modelos para volar individualmente con extraños y estrafalarios aparatos. Intelectuales y artistas concebían en los años posteriores al centenario una Buenos Aires plena de innovaciones; era una idea de progreso típica de la época que llevaría a crecimientos similares a los de otras grandes ciudades del mundo, con las que Buenos Aires se comparaba en ese período. Gutman habla de “progreso, positivismo y cientificismo” como bases para el futuro por parte de algunos pensadores como José Ingenieros. El “inevitable destino de grandeza” de la Argentina era un condicionante para las visiones de la prensa, así como de numerosos escritores que veían a Buenos Aires como una de las grandes urbes del futuro. Nueva York era la ciudad modelo del futuro en esa época y en las revistas ilustradas de Buenos Aires aparecía como el modelo de la urbanización moderna, plena de innovaciones tecnológicas y arquitectónicas “colosales”. Esta admiración por los logros materiales era contemporánea con las críticas a Estados Unidos por sus políticas imperialistas hacia países de América latina, reflejadas también en las revistas. Las publicaciones populares destacaban los grandes edificios que se construían en Nueva York (“La ciudad del porvenir”, como la llama la revista PBT en 1911) y en algunas ocasiones hacían comparaciones con los que se levantaban en Buenos Aires. En el libro se reproduce una imagen de Nueva York publicada en la revista Fray Mocho en 1912, donde se aprecia la velocidad de crecimiento de los edificios. Entre las fantasías delirantes de los ilustradores de las revistas populares está el aprovechamiento de los cables del teléfono para que el público pudiera circular a grandes alturas, evadiendo el tránsito callejero. Por supuesto que cada peatón iría provisto de un giróscopo que lo mantendría sin riesgo de caer al vacío, tal como aparecen en las revistas Caras y Caretas y La Vida Moderna, ambas de 1910. Otro sistema era una especie de transportador denominado “flip-flap” que funcionaría co-
La ciudad futura: solución al problema de la congestión de tránsito publicada en un número de Caras y Caretas de 1913.
mo un ascensor para trasladar a los peatones, publicados en las mismas revistas. Más allá de las fantasías futurísticas de las revistas ilustradas, Gutman se dedica a recorrer los planes urbanísticos que pensaban la ciudad desde los problemas reales que se podían imaginar para una urbe en crecimiento. Hubo proyectos de ampliación de la Plaza de Mayo, la creación de diagonales que algunos dudaban si serían o no un mejoramiento para las condiciones del tránsito, el ensanchamiento de algunas avenidas, un proyecto de rodear el Congreso Nacional de una avenida de circunvalación y otras innovaciones que invocaban el futuro de grandeza para la ciudad. Destaca que algunos de los planes propuestos por profesionales y gobernantes de la época dieron forma a la ciudad de acuerdo con proyecciones de aumento de población y extensión geográfica. La idea de las diagonales y de avenidas de circunvalación tenía fuerte presencia en algunos de esos proyectos como una manera de hacer más fluida la circulación y, al mismo tiempo, establecer un marco urbano que pudiera ser ampliado siguiendo los mismos patrones. Uno de los planos reproducidos en el libro muestra una avenida Norte-Sur propuesta por el ingeniero Emilio
La corriente futurista fundada en Italia por Filippo Marinetti es uno de los temas tratados por Gutman en su libro, puesto que tuvo amplias repercusiones en la Argentina. Dice la autora: “Tenía el provocativo propósito de borrar el pasado”. Para Marinetti y sus adláteres, el futurismo luchaba por la modernización de una Italia a la que consideraban atrasada. Si bien el futurismo empezó como un movimiento literario, pronto se constituyó en una corriente de las artes plásticas, con representantes destacados. Pero ya desde 1910 “Marinetti había proclamado la necesidad de refundar el paisaje de las ciudades”. Surgió así la figura de Antonio Sant’Elia, con su Manifiesto de la Arquitectura Futurista. “Sant’Elia imaginó una ciudad futurista –dice Gutman– como un sistema de zonas industriales, barrios de vivienda, generadores de energía y un complejo sistema de transporte interconectando mecánicamente a toda la ciudad”. Algunos de sus proyectos, reproducidos en el libro, revelan una imaginación poderosa, acorde con las que impulsaron las construcciones de grandes obras de arquitectura e ingeniería en el siglo XX.
Mitre en 1908, que años más tarde, con otra traza, sería la Avenida 9 de Julio. Gutman trabaja el libro con numerosas comparaciones de las obras y proyectos que se hacían en Europa y Estados Unidos, lo cual da una riqueza inusual a lo que sería una mera descripción de propuestas solamente locales. En esos años se levantaron grandes edificios públicos, y quedaron en los papeles otros, como un proyecto de monumento para el centenario de la Independencia, que diseñó Arturo Eusevi y reproduce Caras y Caretas en 1905. Años más tarde, el diario Crítica presenta una imagen de lo que sería Buenos Aires en 2177, una visión fantástica en la cual describe hechos y situaciones que ya se hicieron realidad (como viajes a grandes velocidades por vía aérea) pero con imágenes que no lograban arrancarse de los vehículos aéreos conocidos en 1927. La obra cuenta con una amplísima bibliografía, con cuadros que muestran las búsquedas de ilustraciones en las diferentes revistas tanto profesionales como populares, una serie de comentarios sobre la bibliografía y más de un centenar de ilustraciones en color y en blanco y negro. Impreso en papel ilustración, es una obra para atesorar.
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