Fue una actriz de fuerte temperamento

reografía: Gabily Anadón. En el Centro. Cultural de la Cooperación. En Karo vertical 2006varias discipli- nas confluyen con el fin de afianzar un discurso poético ...
838KB Größe 5 Downloads 110 vistas
Espectáculos

Página 2/Sección 4/LA NACION

2

3

Jueves 15 de febrero de 2007

Alicia Bruzzo: falleció a causa de un cáncer pulmonar

Fue una actriz de fuerte temperamento Continuación de la Pág. 1, Col.1

Howard y Dopazo

quería ser la primera en ocupar un puesto como ése”, dijo en otra oportunidad. Casi sin querer fue a parar a una clase de improvisación y comenzó la faceta más conocida de esta artista que, hasta ese momento, el único vicio público que había despuntado era su pasión por la pintura. Fue su tío Saulo (para más datos, el gran escenógrafo Saulo Benavente) el que le aconsejó estudiar en el Conservatorio Nacional. Poco después, fue el mismo tío el que le propuso juntarse con un alumno que quería hacer espectáculos para niños. El alumno en cuestión se hacía llamar Pipo Pescador. Comenzaron animando almuerzos infantiles y lo hicieron durante dos años. En aquellos tiempos, su ilusión era estudiar con Grotowski en Polonia. No pudo. Entonces tomó clases con Agustín Alezzo, el mismo que en 1972 la convocó para protagonizar junto con Alfredo Alcón y Milagro de la Vega Las brujas de Salem.

Apenas un boceto desacertado Regular

✩✩ El otro…, de Eduardo Rovner. Con Julián Howard y Fernando Dopazo. Director: Francisco Javier. Teatro del Pueblo.

Alicia Bruzzo, en una pose que revela todo su encanto y seducción

Por la puerta grande Esta señora empezó siempre a lo grande. Si en teatro lo hizo con ese montaje que llegó a hacer tres funciones los sábados, en televisión lo hizo de la mano de Narciso Ibáñez Menta en El monstruo no ha muerto (1970). Fue otro protagónico y consiguió el personaje a fuerza de empuje, caradurismo e intuición. O sea, estilo Bruzzo. El ciclo fue un éxito. Su carrera en teatro continuó, entre otros trabajos, con Los japoneses no esperan, dirigida por David Stivel (1974), y Mary Barnes, historia de una esquizofrénica, trabajo por el cual obtuvo el Molière (1982). Al año siguiente conoció a Raúl Serrano, el padre de su hija, Manuela. Después vino La venganza de don Mendo, con puesta de Julio Ordano (1983); La rosa tatuada, otro Tennessee Williams dirigido por Alezzo; Cartas de amor, junto a Rodolfo Bebán (1985); Yo amo a Shirley, trabajo que dirigió Alezzo y que le valió varios premios y hasta le permitió compartir el escenario junto a su hija (1991 y 2005); Alta en el cielo, con puesta de Ordano, y Monólogos de la vagina, en el que estrenó la obra junto a Betiana Blum y Andrea Pietra, y la hizo durante tres temporadas (2001/03). En televisión, su carrera continuó en Alta comedia, El Rafa (junto a Alberto de Mendoza), varios teleteatros con Alberto Migré, Atreverse (por el cual obtuvo su segundo Martín Fierro), Situación límite, Nosotros y los miedos, Compromiso y

En Pasajeros de una pesadilla

En la versión marplatense de Yo amo a Shirley, en 2005

Con Lydia Lamaison, en teatro

Con Ulises Dumont, en Situación límite, por ATC FOTOS DE ARCHIVO

–más recientemente– El Deseo, tira que protagonizó Natalia Oreiro. En cine debutó en 1972 con Me enamoré sin darme cuenta, una especie de Love Story con Sergio Denis. A partir de ese momento, integró el elenco de otras 17 películas (Las locas, de Enrique Carreras; La isla, de Santiago Doria; Pasajeros de una pesadilla, de Fernando Ayala, y Espérame mucho, de Juan José Jusid, entre otros).

El éxito y la adversidad Más allá de sus trabajos y de sus éxitos artísticos, Alicia Bruzzo tenía todo el aspecto de una mujer de

carácter que podía llevarse todo por delante. Quizás, esa personalidad fue forjada por la diversidad, con la cual se tuteó más de una vez. Sin ir más lejos, en 1992, mientras hacía en teatro Alta en el cielo, se intoxicó con propóleo, lo que le dejó una polineuritis. “Empecé a sentirme tan mal que quise dejar de fumar y de tomar pastillas para dormir, que me habían acompañado toda la vida. Ahí engordé como una cerda”, confesaba sin dar demasiadas vueltas al tema en un reportaje publicado en Página/12. La cosa no quedó ahí. En 2002, la

operaron de un tumor y tuvo que hacer un tratamiento de quimioterapia. “Me compré una peluca pero no creo que la use, ¡parezco de El planeta de los simios!”, decía en otro reportaje. Pero ella siguió trabajando y hasta se refugió todavía con más intensidad en sus cuadros o en sus actividades solidarias. Ese empuje la acompañó durante toda su vida. En un reportaje publicado en esta sección, así recordaba sus inicios: “Cuando empecé a trabajar me dijeron: «Tenemos un contrato para que sea protagonista pero no puede vestirse ni peinarse

así y mejor que se cambie el nombre». Yo me vestía muy hippie. Les dije: «Soy ésta. Me visto y peino así. Me llamo, me llamé y me seguiré llamando Alicia Bruzzo. Si les gusta, bien, y si no, también»”. Así fue ella. Con vestidos hippones, su gusto por andar descalza, las anécdotas de su hija que siempre estaban a mano, sus túnicas, cierta predilección por lo oriental y lo brasileño, la pasión que ponía al contar historias de sus innumerables viajes por el mundo y esa forma tan personal de ponerle el cuerpo a la adversidad viniera lo que viniera.

Sin movilizar la sensibilidad Regular

✩✩ Karo vertical 2006. Multimedia. Intérpretes: Laura Lazzaro, Sofía Grenada, Julieta Castro, Federico Moreno, Alejandro Alonso. Dirección musical: Fabián Kesler. Escenografía: Tony Armentano. Diseño de iluminación: Horacio Hefrón. Vestuario: Pilar Belmonte. Dirección general y coreografía: Gabily Anadón. En el Centro Cultural de la Cooperación.

En Karo vertical 2006 varias disciplinas confluyen con el fin de afianzar un discurso poético que, básicamente, movilice los sentidos del público: música, danza, luz y video. Sobre una rampa en plano inclinado en la que irán proyectándose diversas construcciones geométricas, a veces, y otras simplemente líneas o formas que disparan múltiples lecturas, cinco bailarines re-

petirán unas rutinas de movimiento. Ellos irán recreando también algunas formas sobre el espacio: lo habitarán plenamente en grupo o en soledad lo irán recorriendo, buscando ampliar o completar el juego de imágenes con las que se cubre el espacio escénico. Una intensa construcción musical que, combina ritmos y sonidos de profunda sugestividad, despierta potentes sensaciones mientras guía, acabadamente, este entrecruzamiento de manifestaciones artísticas. La experiencia, que resulta atractiva en un comienzo, va perdiendo intensidad porque la coreografía no termina

de ensamblarse, de manera ajustada, en todo ese entramado lumínico. Por momentos surge la sensación de que no está armada siguiendo los conceptos que pusieron en valor ese esquema técnico de luz y color. Como si se hubiera creado fuera de ese ámbito integral y luego trasladado a él. De esta manera, el aporte de los bailarines resulta efectivo en muy pocos momentos, sólo cuando parecen dejarse modificar plenamente por lo que el discurso tecnológico les propone. Y esto hace que el espectáculo sólo trascienda como una buena muestra técnica, con una muy efectiva puesta de iluminación, plagada de artificios que quizá sorprendan. Pero, en profundidad, la sensibilidad del espectador no termina de movilizarse.

Carlos Pacheco

La reunión de dos nombres prestigiosos, autor y director, no produce en este caso un espectáculo memorable. Más bien, todo lo contrario. Porque no existe una obra, sino tan sólo un apunte, un boceto, necesitado de un desarrollo en profundidad. Importa menos el tema, se sabe, que su tratamiento. El espectador avisado descuenta que el encuentro casual de dos desconocidos, en un lugar apartado –un parque (Historia del zoo, Edward Albee, 1958) o, como aquí, la habitación de un hotel barato–, culminará en tragedia. Pico es un viajante de comercio, obligado a pasar la noche en ese hotel. A poco llega el compañero de cuarto, portador de una gran valija, muy pesada, cuyo contenido despierta suspicacias. En contraste con la incesante charla –vacía, pueril – de Pico, el recién llegado no le contesta jamás, no abre la boca en ningún momento: va y viene, entregado a extrañas tareas. Del silencio perpetuo del otro, Pico extrae conclusiones tan tontas como improbables. ¿Defraudará al lector saber de antemano que el viajante será víctima de su propia estupidez?

Clima desaprovechado Rovner (en cuyo haber se cuentan Volvió una noche y Lejana tierra mía) desaprovecha la atmósfera de misterio y propone sólo el interminable soliloquio de Pico, carente de interés dramático y dicho, además, por Julián Howard con una monótona elocución gangosa que invita al bostezo. Ninguno de los personajes es atractivo, y la verdadera intriga está en comprender qué sentido ha tenido, para autor y director (larga y calificada ha sido la carrera de Francisco Javier), incurrir en este desacierto.

Ernesto Schoo

El Tabarís, con “S” de Sofovich Propuesta definida por sus valores tecnológicos

Anteayer, Carlos Rottemberg, el señor de los teatros, firmó un convenio con Gerardo Sofovich, el señor de las comedias livianas, para que el renovado Tabarís quede artísticamente a su cargo a lo largo de la actual temporada y parte de la próxima. En ese marco, el 13 de marzo la sala volverá a abrir sus puertas con El champán las pone mimosas, con Florencia de la V. O sea, el mismo montaje que es suceso en Carlos Paz y que reabrirá las puertas del Tabarís después de haber sido el reducto de la iglesia evangélica por varios años. Para el Petit Tabarís, la sala ubicada en el subsuelo, Sofovich ya está pensando armar alguna obra de tono similar. Y para más adelante, el desafío será presentar un espectáculo de revista. “El Tabarís siempre fue la cuna de la frivolidad y seguirá siéndolo”, apunta Rottemberg. Y como el productor está dispuesto a recuperar parte de las costumbres perdidas, hará funciones de martes a domingos.

TEATRO se suman a la cartelera l SEX SEGUN MAE WEST De René Pollesch, dirigida por Luciano Cáceres. Jueves, a las 21, en El Kafka, Lambaré 866 (4862-5439). Entrada: $ 12. l UN HOMBRE LLAMADO CASANOVA De Nicolás Pérez Costa. Viernes y sábados, a las 21, en El Cubo, Zelaya 3053 (4963-2568). Entradas desde $ 15. l BENGALA De Alfredo Megna. Sábados, a las 21, en el IFT, Boulogne Sur Mer 547 (49629420). Entrada: $ 15. l MILAGRO Por el grupo Rancho Aparte, dirigida por Gerardo Hochman. Jueves a sábados, a las 22, y domingos, a las 21, en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543.