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espectáculos
| Lunes 29 de octubre de 2012
Fernando Bravo y el entrañable fenómeno de la alta fidelidad radial protagonistas de la radio. El conductor de Bravo. Continental ya experimentó –varias veces– que puede pasearse tranquilo por el dial de la mano de sus oyentes de siempre Alicia Petti
PARA LA NACION
Tiene 45 años de trayectoria y un nombre que le permitió recorrer los micrófonos de todas las emisoras de AM. Y está muy orgulloso de que su domicilio esté en el aire, de ser locutor , de ser un hombre de radio. Cumplió mil emisiones del ciclo Bravo. Continental, que se emite de lunes a viernes, de 13 a 17, por Radio Continental (AM 590) y lo festejó con sus fieles oyentes, que lo siguen de una emisora a otra. –El tuyo es un ciclo absolutamente consolidado. ¿Imaginaste en algún momento que ibas a presentar a tu propia hija? –No, fue un momento altamente emotivo. Ese día hubo dos o tres momentos en el que me sentí muy comprometido con mi carrera. El primero fue el de Natalia. Después de 45 años de carrera, nunca me imaginé que iba a tener la oportunidad de presentar a mi hija cantando. El otro fue cuando la presentamos a Sandra Mihanovich. Era el festejo de los mil programas y le pedí que cantara “Honrar la vida”, porque quería que el público se sume. Otro momento muy emotivo fue cuando Jairo cantó “Venceremos”, sobre todo, porque estamos en un momento en el que pareciera que el miedo rodea a la sociedad, a la gente de los medios. –Transitaste varias emisoras y la audiencia te ha seguido. –Fue una sorpresa. El cambio de emisora era como un salto al vacío. Me acuerdo que cuando vinimos a Continental le dije a Alfredo Leuco que si en un año teníamos el 60 o el 70 por ciento de la audiencia que teníamos en Del Plata, me iba a sentir satisfecho. Cuando nosotros nos vinimos a Continental se produce el derrumbe de Del Plata, pero nos fuimos antes de eso y mucha gente se sintió comprometida con nuestra mirada y nos acompañó. Entonces, ese fenómeno que yo creía que iba a tardar un año en darse, se produjo al mes y medio.
Fernando Bravo, locutor de profesión –¿Cómo definirías al programa? –Es un magazine tradicional, un ciclo que se ríe cuando puede y se pone serio cuando es necesario. En ese pendular de los climas está el secreto del programa. Yo sé que mi mano tiene mucho que ver con esos climas, porque soy el que acelera, el que intenta hacerlo divertido, el que reflexiona. Obviamente, tengo herramientas para hacerlo porque tengo un grupo coral que me acompaña muy bien. Creo que la radio, más allá de ser un ente noticioso, es un medio que genera climas en el oyente. Si al oyente no le genera un tiempo de entretenimiento, no está completa la misión del mensaje radial. La radio es una compañía, un
Foto: maxi amena
servicio que te tiene al tanto de lo que pasa, y algo te tiene que quedar, algún valor que genere un pensamiento. De eso se trata, de provocar distintos momentos, climas, pasar por distintas temperaturas. A todas estas conclusiones llegó Bravo no sólo por la acumulación de años de carrera, sino por una definición que lo para de manera distintiva frente a su profesión: “Yo no soy periodista; soy un locutor y aunque he incorporado cosas, sigo siendo locutor, uno que le da al programa un tratamiento estético, un bagaje que llevo desde hace 45 años. Algunas elementales, pero que para mí son el abecé de la comunicación: despedir al movilero,
no pegar palabras, nombrar al entrevistado al despedirlo, dejar hablar al entrevistado y no pelearse con él, no creerse el dueño de la verdad ni pararse en un pedestal, respetar a los compañeros y su lugar en el programa”, explica Bravo, y abre el juego para presentar a cada uno: Alfredo Leuco, su coéquipier; Andrea Estévez Mirson, locución; Omar Lavieri, judiciales; Román Iucht, deportes; Iván Steinhardt, cine; Marcelo Ruiz Díaz, humor; Silvina Quintans, vida cotidiana; Maximiliano Montenegro, economía; Patricia Aller, Gastón Ibáñez, Nicolás Arévalo, Carlos Bianco y Hernán Méndez, producción, y Pablo Sansone, Jorge Falcone, Diego Garnero y Martín Calvo, en operación técnica. –Sos un hombre de radio... –Creo en eso. Muchas veces veo a la radio muy cuadrada desde el punto de vista estético. ¿Por qué? Porque el 80 o el 90por ciento de los conductores son periodistas. No tengo nada contra ellos, pero la realidad es que el locutor ha quedado desplazado. –Comenzaste en un momento diferente del país. –Creo que en Rivadavia me recibí de locutor y conductor porque estaban Larrea y Carrizo. Además, en esa época, Rivadavia todavía tenía la estela que había dejado el Fontana Show. Era una radio urgente, nerviosa, dinámica, sorpresiva; tenía una potencia y penetración sin igual. Y todo estaba apoyado por una gran tarea informativa. Fue ahí donde rendí los últimos exámenes. Y después, he pasado prácticamente por todo el dial: Mitre, Continental, Del Plata, Splendid, y de todos lados, me fui dejando la puerta abierta para poder volver en algún momento. –¿Cómo ves el futuro radial? –Se atraviesan tiempos particulares, de enormes estructuras montadas para difundir la acción gubernamental. Es muy curioso, pero ninguno de los medios mueven la aguja. Las radios líderes son las que tienen un ojo crítico acentuado. Por algo será.ß
El chelista Antonio Meneses, lejos de la rutina
maxi amena
clásicA
Un cierre de lujo para el Mozarteum fil a r mónic a de mina s g e r a i s . ★★★★★ e x c e l e n t e . director :
Fabio Mechetti. solista:
Antonio Meneses (chelo).
obras :
Antonio Gómez: Protofonía de la ópera El guaraní; Dvorak: Concierto
para chelo y orquesta Op. 104 ; tchaikovsky: Sinfonía Nº 4. organiza: Mozarteum. sala: Teatro Colón.
S
i para quienes escucharon el viernes a la Filarmónica de Minas Gerais en el Colón, la aparición de esta orquesta en uno de los estados de Brasil es un hecho excepcional, para los brasileños se trata simplemente de un suceso normal y una consecuencia tan lógica que no admite la menor posibilidad de asombro. Minas Gerais, con sus 21 millones de habitantes, ha producido gran parte de los más trascendentes intereses y atractivos culturales que puede exhibir Brasil. Además de que no se puede entender el Barroco latinoamericano sin conocer Ouro Preto y la fascinante obra escultórica del Aleijadinho (declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1980), hay un estado de inquietud y curiosidad, particularmente evidentes en su capital Belo Horizonte, con un notable efecto potencial que actúa sobre todas las posibilidades de la gente para generar hechos artísticos. Una orquesta sinfónica era algo que faltaba y por eso, su nacimiento en 2008, fue asumido, simplemente, como una reverberación de esa movilidad social. La Filarmónica de Minas Gerais, convocada por el Mozarteum Argentino para concluir su temporada del año, tiene un brillo que impresiona especialmente, sobre
todo porque no es meramente decorativo ni exteriormente lustroso. Es un brillo difícil de definir y pertenece al orden de la comunicación sensorial. En su sonido se percibe algo chispeante, pero terso; fulgurante, pero nunca agresivo. Ni siquiera en los fragmentos que corren el peligro de hacerse estruendosos, como ciertos pasajes de la obertura de El guaraní, del brasileño Antonio Carlos Gómez, o el movimiento final de la Cuarta sinfonía, de Tchaikovsky. Estas cualidades son sin dudas atribuibles a su director, el paulista Fabio Mechetti, quien mostró su convicción y estabilidad estilística en todo momento, pero particularmente, en el Concierto para violonchelo y orquesta, de Dvorák, logró un tratamiento ambiental y una penetración en el carácter de la obra de empinada calidad musical. Y esto fue muy notable, porque la labor reservada por el compositor checo para la orquesta no es simplemente un acompañamiento. Como director, se lo recordará en Buenos Aires por su cabal sentido de las proporciones y por la dignidad de sus enfoques. Por su parte, el chelista de Recife, Antonio Meneses, cuya labor internacional es bien conocida y valorizada por todos los que están informados sobre la actualidad musical, ofreció una versión memorable de ese difícil y tan hermoso concierto, no sólo por su impecable ejecución, sino por el alto vuelo interpretativo y la hondura de su enfoque, absolutamente opuesto a la rutina. Para el Mozarteum fue la espléndida despedida de su 60a temporada, que estuvo poblada de acontecimientos musicales, todos muy dignos de recordar.ß Jorge Aráoz Badí