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F. l. Movilidad Inka en la Vertiente Occidental.

ma ti ca, al tanto que Jorge Orellano ha iniciado un proyecto orientado a formular ...... múltiple de nichos productivos (Núñez-Moragas, 1978 in.lit.), especial-.
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BffiLIOTECA CALOGERO M· SANTORO

Lautaro Núñez - Tom Dillehay

Movilidad giratoria, armonía social y desarrollo e:n los . A:ndes Meridio:nales: Patrones de Tráfico e i:nteracción económica. ENSAYO

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Proyectó la edición: S.G.M. Diseño de Portada: Juan Osario Pérez

Registro Propiedad Intelectual Nº 94.428 I.S.B.N. 956 - 7012 -26 -1 Impreso en N orprint Universidad Católica del Norte Segunda edición Antofagasta, abril de 1995 Impreso en Chile/Printed in Chile

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/~ ~> de ganaderos-caravaneros adaptado a ambientes de altitud es, particularmente, significativo al tanto que aún su pervive en determinados enclaves andinos. Si se piensa en términos geográficos, el modelo urbano estuvo primariamente confinado a la costa norte, costa central, enclaves de la costa sur, ciertos valles y cuencas intermontanas, de los Andes Centrales y el área circum-Titikaka. Pero por otra parte el patrón ganadero-caravanero dominó el ambiente de las tierras altas del centro norte del Perú, extendiéndose hacia el S. de Bolivia, Norte de Chile y noroeste de Argentina. En suma, el patrón de caravanas en sí mismo se conectó comúnmente entre la costa y las regiones > altas de los Andes Centrales y Centro-Sur. Por esto, creemos que no se ha reconocido adecuadamente que las áreas de los Andes Centrales y Centro-Sur se caracterizaron por un desarrollo dicotómico y aún contradictorio respectivamente de territorios fijos con sociedades urbanas altamente avanzadas y productivas y de comunidades no urbanas que se integraron en valles cálidos y puna con asentamientos aldeanosagrarios fijos y con sociedades móviles de ganaderos-caravaneros, los cuales se apoyaban con prácticas especializadas de alticultura y ganadería florecientes. Cada una de estas sociedades-tipos tuvieron igualmente rasgos dinámicos característicos y propios, dentro del proceso de adaptación en los Andes Centrales y Centro-Sur. Varios aspectos descuidados de la arqueología de los ganaderoscarayaneros y su carácter «Siempre» supeditado con el entroncamiento a los procesos urbanísticos, forman parte de la tradición arqueológica de excavar complejos pensando que la recuperación de materiales y los análisis subsecuentes igualmente resolverán los conceptos elaborados en términos de desarrollos «predeterminados». Sin embargo, no se está lejos de la verdad si se acepta que los arqueólogos andinos sentían la necesidad de probar a sus contrapartes de Mesopotamia y Mesoamérica, la idea de que en los Andes Centrales también hubo riqueza y surgimiento de logros materiales particulares. Por ahora da la impresión de que los Andes Centrales se fijó como el polo sur de América nuclear. Ya que se probó hace varios años que el paisaje andino estaba dotado con la suficiente arquitectura para clasificarlo como un punto límite de la América monumental. N o obstante, toda esta presunción con la «grandeza» ha distraído la atención sobre los contenidos extremos de los desarroJlos reconocidos en las áreas «marginales» a los medios de vida urbanos. Uhle (1919), Estrada (1958), Evans y Meggers (1958), Lathrap (1958, 1970), Reichel-Dolmatoff (1961), González (1939, 1956) y muchos otros, han realmente demostrado el valor de las investigaciones en lugares «menos atractivos» de la arqueología andina. Estudios realizados en las tierras medias y altas por Antonia Benavente en el sitio Chiuchiu-200 (río Loa) y Lautaro Núñez en los sitios Tulán 54 y 85 (S. E. Salar de Atacama), han comprobado la emergencia de complejidad pastoralista, en antiguos asentamientos datados entre los 1200-900 años a.C. Los estudios de Murra ( 1962) sirvieron de efecto multiplicador para comprender el desarrollo andino con un criterio menos centralizador. En efecto, al ensamblar la información etnohistórica con los estudios sobre 21

arqueología inca e inmediatamente previa, ha permitido la correlación de documentos y grupos indígenas contemporáneos, no como un caso de uso directo de analogía etnográfica en arqueología, sino más bien como un mejoramiento de los valores sugestivos y de suspicacia para comprender mejor las operaciones del hombre, cultura y sociedad andinas. Recientemente, en una reunión de la Sociedad para Arqueólogos Americanos (Dalias, 1975), Murra ensayó la importancia durante el estado incaico de la crianza de llamas y el pastoralismo consecuente en la alta puna y altiplano peruano-boliviano, Norte de Chile y noroeste argentino. También sus aportes sobre verticalidad andina (Murra 1972) implican una movilidad particular que cuestiona indirectamente el carácter actual de la arqueología de asentamientos fijos. El concepto de verticalidad o el control máximo de una serie discontinua de zonas ecológicas o «archipiélagos>>, ha sido extremadamente útil para comprender la movilidad entre sociedades puneñas-altiplánicas (cuenca del Titikaka). De esta manera se puede captar bien, por ejemplo, cónto la etnia Lupaqa puede ocupar un tamaño extenso de territorio con un patrón económico-político necesariamente centralizado pero, capaz de mantener segmentos o colonias distantes, quienes ocupan directamente diversas zonas ecológicas. Sin duda que este modelo se nutre del rol dinámico de las poblaciones agro-ganaderas de punas y altiplano (vía agropecuaria de desarrollo), y por esto, varios investigadores han tocado el modelo «puneño» en relación al tráfico y desarrollo como la clave para enteneder el área Centro-Sur andina (exMeridional). ·La percepción dinámica de la producción altiplánica ha logrado sobrevivir en el funcionamiento actual de comunidades de pastores caracterizados por complejos sociales, religiosos y económicos muy particulares (Mishkin 1976, Flores Ochoa 1968, 1970). En diversos territorios de los Andes, grupos de agropastores aún reactivan el manejo trashumántico de ganado y ocupan espacios bajo los conceptos de verticalidad, de acuerdo a las propuestas de Murra ( 1972). Es probable que durante el sistema colonial europeo haya subsistido también este manejo multiambiental en algunos enclaves de los Andes del sur no afectados por la ocupación europea (Hidalgo 1971). Por cierto que en el período de contacto y en los tiempos tardíos propiamente pre europeos, gran parte de la movilidad de ]os Andes Centrales y Centro-Sur (relación andes-costa), se ceñía a este rnodelo. Hay antecedentes pioneros que han permitido la búsqueda de una mayor profundidad temporal para tempranos patrones de movilidad. Ya Schaedel ( 1959) advirtió con brillante intuición la importancia asignada a las «rutas tradicionales de intercambio» de productos entre la costa del Norte de Chile y los territorios de puna y altiplano inmediato (BoliviaArgentina). Tempranamente había planteado una particular movilidad de larga distancia entre grupos costeros y los polos de altura, que ahora los reconocemos a través del tráfico de caravanas (Núñez 1962, 1978), por grupos agro-ganaderos tardíos. También el reconocimiento de desplazamientos arcaicos-trashumánticos entre la sierra y la costa de Ancón (Lanning 1967) y el flujo de hombres y animales entre tierras altas y bajas planteadas por Lynch (1971), presuponen circuitos de movilidad en etapas 22

pre-agropecuarias que estimulan la definición de un tráfico creciente y cada vez más eficiente en los Andes, desde estadios tempranos. ' Los aportes recientes más estimulantes se aprecian en Browman (1970, 1973, 1974, 1975), Núñez (1965, 197 4, 1976) y otros, quienes enfatizan la relación entre comunidades agro-ganaderas, tráfico de caravanas y desarrollo andino. Browman (1977 n.d.), ha propuesto recientemente un modelo altiplánico en donde propone un rol de alternativa el modelo de verticalidad de Murra. La diferencia entre estos dos modelos según Browman ( 1977) es que verticalidad se fundamenta en el descenso y enfatiza su restablecimiento como una explicación para la estabilidad económica, mientras que el modelo altiplánico parece que enfatiza la alianza y el comercio en un mismo espacio incluyendo varios medios para adquirir y entender las alianzas. Pareciera que en parte este último modelo se acerca más al modo de vida sócio-económico de los pastores del viejo mundo. Aunque el análisis de Browman no ha sido completado, el uso de estos modelos basados en datos más etnográficos que arqueológicos, en cuyo caso se usan los conceptos de alianza, no es aplicable con claridad a sociedades anteriores al período etnohistórico. Sin embargo, el planteamiento de Browman es importante porque aporta un gran reconocimiento hacia las comunidades agro-ga:ft}.kderas (pastoralismo), y separa bien los aspectos nomádicos del sistema de adaptación altiplánico de otros sistemas socioculturales andinos. Además, reconoce que después de la movilidad comercial e_n el altiplano, se habría desarrollado el manejo vertical de recursos, el cual representa un contexto andino más consistente. Los estudios del primer autor ( 1978) sobre verticalidad, intercambio, rutas y caravanas, tanto en etapas tempranas como tardías, han demostrado la interacción entre la costa, valles y tierras altas de la puna y altiplano, en los Andes del sur. Aquí se aprecia con más detalles un examen de lo concerniente a este tipo de estrategia dinámica de adaptación y desarrollo. Estas indagaciones venían en marcha desde hace un tiempo, por lo mismo es que varios arqueólogos chilenos han aceptado que el tránsito del sedentarismo al modelo urbano no puede explicar todos los cambios socioeconómicos del particular desarrollo diferenciado de los Andes del sur. Estudios realizados por el equipo de investigación del Proyecto Moquegua, en el sur del Perú, ha documentado el funcionamiento de la complementariedad ecológica en las tierras altas y bajas. En efecto, la movilidad trashumántica temprana y la propiamente ganadera posterior, el modelo altiplánico y verticalidad, han permitido una apreciación interpretativa diferenciada y particularizada de las evidencias de tráfico andino y también han definido la variabilidad de las estructuras y funciones de la movilidad social en los ambientes de puna-altiplano y sus áreas periféricas, a través de diversos niveles de tiempo y espacio. Los patrones de movilidad en cada uno de estos modelos refleja mejor la estructuración de actividades periféricas del pasado y presente de grupos de alteños en contextos ambientales específicos y sus respectivas situaciones socio-culturales. Al aceptar cada uno de estos modelos con criterio panandino-tierras altas, podría deformar las reflexiones sobre la estructura de los remanentes arqueológicos. En efecto, se debe enfatizar que no hay

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probablemente un modelo único, el cual puede a su vez ser aplicado flexiblemente en diferentes tiempos y lugares del pasado. Lo que nosotros vemos en cada uno de estos modelos son los diferentes intereses y percepciones de cada investigador y sus experiencias con diferentes juegos en calidad y cantidad de datos registrados. Ultimamente estos modelos han servido para introducir conceptos muy útiles, los cuales pueden ahora comenzar a incorporar observaciones de variabilidad del medio de vida ganadero-caravanero en áreas no urbanizadas de las tierras altas de los Andes. Lo que se necesita ahora es un «macro» modelo más flexible, capaz de incorporar y acomodar las funciones complementarias de cada uno de los modelos previos, y lo que es más importante: que pueda examinar las interacciones complementarias de movilidad y sedentarisrno dentro del territorio con asentamientos de subsistencia de puna y altiplano y su sistema de movilidad a base del tráfico interno de caravanas con proyecciones externas hacia áreas periféricas.

111. DIMENSIONES INTEGRATIVAS GENERALES DE LA ADAPTACION DE GRUPOS GANADEROS CARAVANEROS La crianza de ganado se refiere a un sistema económico productivo basado sobre relaciones entre hombres y grandes concentraciones de carnélidos. Es este un único sistema de relaciones entre hombres y animales basado en el acompañamiento de ganado de un área a otra, dependiente del comportamiento móvil y estacional del aprovechamiento de forraje. ·Esta consideración debe entenderse como una relación flexible, en donde los hombres pueden criar, explotar, o influir en la dispersión demográfica de los animales o conducir sus movimientos más racionalmente (los altos relieves andinos con crianza de ganado están generalmente confinados a un particular tipo de ambiente). Algunas de las consecuencias del medio de vida ganadero es que los grupos humanos deben ser flexibles y móviles. N o deben invertir grandemente en bienes personales, ni en elaborar estructuras habitacionales complejas o en desgastar energías en la· preparación de suelos. Tanto las tierras particularmente segmentadas corno los valles bajos son esencialmente poco importantes, mientras que la clave del acceso a los recursos permanentes (principalmente agua y pastos) consiste en la distribución espacial compartida racionalmente, en las tierras altas. Aunque aquí pueden fijarse centros convergentes en ciertos enclaves, el patrón de asentamiento más común es de carácter temporal o semi permanente, de naturaleza dispersa, usados con fines habitacionales secundarios y de depósitos. Esta movilidad es parte de la discusión de emergencia de «pastoralismo nomádico» en los Andes. Al respecto Browman ( 1978: 188) señala que:

«Una característica del pastoralisnto de llantas y alpacas es su integración interna en donde generalntente, ntantienen la estructura de los 24

ecosistentas de caza y recolección, en los cuales se introducen ... En la situación pastoral hay dos estrategias ntayores para subsistir. El printero consiste en el increntento ntáximo del núntero de anintales conto capital crítico... el segundo es la ntantención ntás secundaria de técnicas de explotación tales conto la horticultura y el tráfico ... » Esta vía de desarrollo no excluye la rnantención de técnicas de explotación secundaria conducentes a conformar grupos más estabilizados, con roles definidos en término de autoridades políticas permanentes, siendo ésta la base socio-económica para el desarrollo de señores-pastores principales, como los documentados en la prehistoria peruana (Salzman 1969, Murra 1968). Esta economía del pastoralismo nomádico se fundamentó necesariamente en el aprovechamiento múltiple de recursos. En efecto, una mezcla flexible de cultivación, recolección pastoreo caza y tráfico, se adaptó ambientalmente en las tierras altas de los Andes Centrales y Centro-Sur, bajo un «deseo» de moverse en cualquier dirección a lo largo de este continuo, lo cual creó aparentemente una real estrategia de subsistencia y desarrollo. Dentro de la economía de puna y altiplano, las tierras arables son trabajadas en términos de producir tuberosas resistentes a las heladas y cultivos de granos (verTroll1931: 263-264; 1958: 12; Horkheimer 1973: 27; Murra 1960, 1965: 188 y, Browman 1974: 188-190) . . Los bienes adicionales necesarios regularmente se obtienen de grupos de pastores distantes o de sociedades básicamente agrícolas. Los recursos diversos son adquiridos mayormente por medio de trueque; para este efecto los hombres que generalmente se encargan del desplazamiento en las rutas de caravanas, son los responsables del tráfico. Quizás si uno de los factores claves que distingue la adaptación andina de los ganaderos-caravaneros es la complementación económica primariamente entre las funciones ganaderas y caravaneras y secundariamente entre ambas y la agricultura de altura de tuberosas y granos (por conveniencia, aplicaremos el concepto de «alticultura» para reconocer la especial relación entre cultígenos de altura y su respectiva práctica agrícola asociada). Esta complementación se estableció a través del tráfico de bienes desde una zona ecológica a otra a lo largo de senderos que desde el punto de vista ecológicos, económico y social unificaban distintas áreas segmentadas, ubicadas no sólo en las tierras altas, sino también en la costa, oasis de desiertos, valles intermedios, valles intermontanos y selvas (Flores Ochoa, 1968; Browman, 1974: 193-194). Otro aspecto que define esta vía de desarrollo es aquel que enfatiza la no consideración del pastoralismo nomádico bajo su forma clásica (del Viejo Mundo) por cuanto no se trata del cuidado irrestricto de grandes masas ganaderas en praderas abiertas. Uno de los rasgos distintivos entre lo realmente andino y el pastoralismo así llamado «clásico»», es que los rebaños de camélidos andinos pueden cuidarse por sí mismo, casi independiente de la acción humana, permitiendo una serie de funciones laterales propiamente caracterizadas en las tierras altas de los Andes. Es probable que el proceso que lleva hacia el status ganadero es muy largo y complejo; 25

respondería al acceso local de viejos patrones de caza hacia el control de 1a producción de alimentos. Así, no debe ser rechazada la idea de que los cazadores andinos fueron posiblemente los primeros en adoptar sus hábitos al c~mportamiento de los camélidos salvajes, logrando una temprana e íntima interacción, tendiente a lograr estabilidad y semi-sedentarismo a través de prácticas de caza especializada y temprana crianza en determinados locis favorables de la puna y tierras altas en general. Se puede apreciar que obviamente el pastoralismo incluye globalmente las formas de vida agro-ganaderas-caravaneras, ambas designaciones después de todo se preocupan del control de ganado y demandan relaciones socio-económicas móviles con patrones de asentamientos trashumánticos . Pero esto ciertamente no significa que el patrón andino se constituía sólo por pastores y qtie solamente existía un control exc1usivo de ]a conducta social y demográfica de los animales. En verdad, lo más probable es que hayan existido diferentes modos de pastoralismo en donde el juego de sus componentes fue diverso, con respuestas no necesariamente similares al universo extra andino. Es muy probable que la dirección del movimiento de las manadas, que el hombre elegía, se basaba en el conocimiento tradicional de las rutas migratorias de los animales. También es posible que el mayor influjo del hombre sobre la conducta de la manada se fundamentaba en su capacidad para controlar «cuando>> se desplazaban, aunque les era más imprevisible saber hacia «dónde». De uno u otro modo, dentro de las estructuras de caza, se crearon las condiciones aceleradas para alcanzar un control ganadero muy temprano como un rasgo distintivo del desarrollo del patrón andino de las tierras altas. Como consecuencia de lo anterior, es importante destacar aquí que la naturaleza jerárquica de la producción económica (ganado-caravanasalticultura y posiblemente caza), primero en la región puneña-altiplánica y luego hacia arriba y abajo de las elevaciones andinas (costa-selva) contactaron distintas combinaciones ecológicas que requerían a su vez de diversas organizaciones socio-culturales, sujetas a asimilar o rebotar los efectos integrativos del tráfico interregional. Los grupos humanos son confrontados con poblaciones de camélidos con los cuales ellos interactúan y conforman tipos de adaptaciones específicas de comunidades humanascamélidas, tales como la trama de caravanas, dentro del ecosistema andino. Por todo lo anterior, lo realmente importante que debemos conocer de la adaptación andina de altura es que este foco particular de desarrollo permite hacernos preguntas acerca del origen y desarrollo de la interacción hombres-camélidos, en contextos socio-culturales y ecológicos variables, opuestos a las soluciones estructurales y funcionales concernientes a las propuestas sobre pastoralismo en el Nuevo Mundo. Así, podremos referirnos a la continuidad y regularidad de los patrones de comportamiento desde los primeros movimientos arcaicos tempranos hasta el manejo inka del ganado y tráfico, como factor de movilidad y cambio.

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IV. MOVILIDAD GIRATORIA: DEFINICION Y

MODALIDADES Al iniciar los estudios en esta dirección, nos prestamos un principio de ingeniería mecánica: «Movimiento giratorio», como base para definir y probar el patrón de movilidad andina (transhumancia, verticalidad, complementariedad ecológica, intercambio y movilidad semi-sedentaria). Este particular principio se aplica como una analogía de definición y en ningún caso explica que las operaciones culturales del sistema ganaderocaravanero puedan ser exploradas a través de un medio mecanicista. El principio giratorio implica movimientos (o «giros») en un trayecto circular o espiral. Esto es una moción en el sentido de una rueda giratoria (por ejemplo) montada sobre un anillo de manera que su eje está libre de tocar en cualquier dirección. Según sea su disminución o aceleración, siempre mantendrá su plano original de rotación. Al transformar este principio en términos culturales podríamos decir que una unidad social de ganaderos-caravaneros se mueve en un espiral transhumántico rotando (un giro) entre dos o más puntos fijos o asentamientos-ejes (v. gr. campamentos base o semi-sedentarios a aldeas agrícolas sedentarias); es decir, entre tierras altas, entre tierras altas a la costa y viceversa, entre tierras altas a la selva y viceversa con desvíos a zo~as interiores 1narginales (ver lánúna 1), de modo que un giro contacta por lo menos dos ejes opuestos. Aquí el factor clave es que la dirección y distancia del movimiento desde estos ejes fijos depende de la compulsión o restricción del mantenimiento de animales y de los productos trasladados en caravanas a través del paisaje natural y social. La estabilidad está dada en movimientos en el sentido espiral, por cuanto los movimientos giratorios de los ganaderos-caravaneros se fijan en asentamientos ejes relativamente iguales en tamaño y potencial socio-económico (según las condiciones locales de cada eje en ambos extremos de sus puntos predeterminados o terminales), los cuales están localizados arriba y abajo de la ordenación vertical del paisaje andino. Para que el movimiento giratorio pueda mantener su medio rodante en equilibrio, éste debe ser balanceado por' los ejes fijos o asentamientos relativamente homogéneos en términos de «captura de tráfico)) . En otras palabras, los asentamientos semi-sedentarios a sedentarios dentro de las funciones del movimiento ganadero-caravanero: 1) Definen su movimiento en un vasto territorio elongado. 2) Sirven como sitios de abastecimiento o de paraderos que reciben productos de caravanas y lo redistribuyen tanto a nivel local, regional o interregional, pasando los bienes desde las caravanas hacia otras direcciones. 3) Abastecen a las caravanas para que puedan proseguir su trayecto espiral. Dadas estas condiciones, los asentamientos-ejes semi-sedentarios o sedentarios son meramente polos de estabilidad, los cuales definen sus puntos terminales y la dirección del movimiento giratorio de las caravanas. Esto implica escasa o ausencia de altas jerarquías socio-políticas entre estos asentamientos-ejes, pues de lo contrario el movimiento giratorio queda des balanceado. Sin embargo, este puede diferir en tamaño y comple-·

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ESQUEMA IDEAL DE MOVIMIENTO GIRATORIO

OCEANO PACÍFico ~ _ ..,__

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Lam. 1: Esquema ideal de Movimiento Giratorio jidad de acuerdo a la capacidad de transporte de las caravanas y de las diferentes densidades de población en cada eje. El conjunto de ecosistemas diferenciados de los Andes del sur estimularon múltiples circuitos de movimientos giratorios con fuerzas internas que generaron otros movimientos a través de la extensión gradual de rutas de caravanas que trasladaban bienes e ideologías. De esta manera cada segmento que contacta dos o más comunidades es sólo una parte de un conjunto de conexiones que integran comunidades de diversos desarrollos culturales y étnicos con más o menos complejidad aldeana. Cada agrupamiento sea cual sea su desarrollo es un eje con su propio movimiento productivo interno que entra en contacto con un sistema mayor hacia donde vierte sus excedentes y se conecta con el universo total, absorviendo técnicas, alimentos, religión, medicinas, etc., sin constituir en sí mismo centros autárquicos de plena autosuficiencia. De esta manera diversas etnias, con producciones y culturas diferentes contactaban sus excedentes y valores a través de movimientos de interacción social, cultural, económica y litúrgica. Esta movilidad rechazó el modelo de desarrollo urbano, por la intensificación de relaciones interétnicas en armonía social, incluyendo la consolidación del modelo aldeano no centralizado, a base del traslado multiambiental de bienes a base de operaciones de intercambios y colonizaciones directas, sin énfasis en comercio de mercados, propio de los establecimientos urbanos. Este modelo crea un desarrollo armónico con éxitos más eficiente que el urbanismo en términos de presión demográfica y manejo extensivo de espacio, y acceso igualitario a los bienes en movimiento.

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El modelo avanzado de interacción giratoria fue estimulado por diversos ejes pre-tiwanaku de la cuenca del rritikaka, los cuales se conectan y adquieren un notable desarrollo con Tiwanaku. Se expandió por el altiplano Centro-Sur incluyendo valles y costa periférica del Norte de Chile y noroeste argentino. Sin embargo, no accedió hacia las regiones bajas orientales, donde las agrupaciones · locales no lograron interpretar el proceso de búsqueda de armonía social y productiva como requisito para el ingreso hacia la movilidad giratoria. En efecto, las poblaciones marginales del oriente con apoyo cazador-recolector no se incorporaron al patrón aldeano y se marginaron del alto nivel de interacción social, constituyendo una faja meridional opuesta al movimiento giratorio. Hemos propuesto que el patrón giratorio permite la interacción de ejes de diversas complejidad residencial, dispersos en distintos enclaves ecológicos que implican un alto nivel de participación social sobre las aparentes limitaciones ecológicas y étnicas. La naturaleza económica de estos movimientos parece diferir en términos de operaciones de transacción de bienes y explotación de recursos diferenciados, durante el desarrollo de comunidades complejas en los Andes Centro-Sur. El esquema siguiente se ordena dentro de una secuencia temporal y desarrolla los diversos patrones de movilidad giratoria en los Andes Centro-Sur. Esta secuencia se inicia con los tempranos movimientos de cazadores-recolectores, y después es seguido por seis órdenes sucesivos de amplificación, oportunidad en que se explica cada patrón específico de movilidad y su interacción entre las actividades de las tierras altas (punaaltiplano) y la región costera. Los Andes Centrales y sus respectivos patrones de tráfico no han sido considerados in toto, por cuanto no está incluido en este ensayo la tipificación de las diversas formas de movilidad en los Andes. Sin embargo, tal como lo hemos mencionado, los datos más relevantes de los Andes Centrales en relación con las propuestas sobre movilidad giratoria se han incluido en la discusión de cada uno de los patrones particularizados en el capítulo VI. El esquema es el siguiente: A. B. C. D. E. F. G.

Movilidad arcaica inicial o exploratoria (8000- 1800 a.C.) Amplificación 1: 1novilidad transicional (1800 - 900 a.C.) Amplificación II: movilidad productiva pre-Tiwanaku (900 - 400 a.C.) Amplificación III: movilidad complementaria convergente Tiwanaku (400- 1000 d.C.) Amplificación IV: movilidad regional post-Tiwanaku ( 1000 - 1450 d.C.) Amplificación V: movilidad controlada Inka Amplificación VI: movilidad andina versus mercantilis~o

Para comprender este esquema se hace necesario identificar la diversidad ecológica-productiva en los Andes Centro-Sur, que a continuación consideraremos.

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V.

MARCO ECOLOGICO DIFERENCIADO COMO PRERREQUISITO DE MOVILIDAD EN LOS ANDES

A.

ASENTAMIENTOS, MOVILIDAD Y ECOLOGIA EN LOS ANDES CENTRALES

Antes de atender con ciertos detalles la aplicación de nuestra propuesta, tendiente a definir arqueológicamente el desarrollo de las comunidades agro-ganaderas-caravaneras en los Andes Centrales y Centro-Sur, deberemos considerar las implicancias ambientales en términos de pasado y presente. Por cuanto, se advierte la importancia de comprender las diversas clases de patrones de explotación aplicados por comunidades humanas y la necesidad de movilidad que manifiestan diversas culturas andinas. Los Andes Centrales y su continuación inmediata, están caracterizados por varias zonas fisiográficas bien definidas, fluctuantes entre los ricos recursos del mar, desiertos estériles, hasta las altas regiones forrajeras y la foresta tropical húmeda oriental. Desde el Norte del Perú se extiende hasta Chile Central un extenso territorio árido-semiárido, entre el flanco occidental de la cordillera andina y el Pacífico. El medio ecológico sobre la plataforma continental y la zona del litoral aledaño, es capaz de proveer recursos potenciales en una de las áreas con mejores posibilidades a nivel mundial. La corriente de Humboldt provee durante todo el año de abundante pesca y mariscos, incluyendo una múltiple variedad de peces, aves, mamíferos de mar, y productos transportables como alimentos secos y salados, guano, conchas, etc., útiles para el tráfico interregional andino. Seguramente que las características más relevantes del desíerto peruano, son las altas elevaciones andinas y los oasis que en forma de valles se extienden desde las altitudes superiores hacia el Pacífico, dentro de un paisaje árido circundante. En las zonas de eficiencia de desembocadura de ríos, reducidos y tempranos poblamientos sedentarios fueron capaces de llevar adelante una economía basada primariamente sobre la explotación de productos marinos y secundariamente con la adaptación de cultígenos (ver Bird 1963, Lanning 1963, 1967; Patterson 1966, 1971; Moseley 1972, 1975 y, Cohen 1976). A lo largo de la costa N or-Central y central específica del Perú, las colinas costeras soportaron un tipo especial de vegetación de lomas, como una consecuencia de la presencia continua de humedad o neblinas rasantes. Esta vegetación se presenta últimamente, sólo durante los meses del invierno costero. Aquí el efecto de la garúa, las transfor1ua en áreas de recursos forrajeros subtropicales, pero de escaso uso en términos de activación agrícola. Lanning (1963) identificó un patrón de nomadismo estacional (trashumancia entre las tierras altas y la costa central) durante tiempos precerámicos medios a tardíos (Ca. 8.000-4.000 a.C.). Es probable que durante la temporada de garúas, el forraje de las lomas costeras atraía a manadas de guanacos serranos, ciervos y hon1bres. Si bien es cierto que entre las lomas de Ancón y la costa hay recursos óptimos para fijar poblaciones, es sugestivo aceptar que el trazado de las viejas rutas guanaqueras hacia áreas de forrajes temporales, como el caso de las lomas 30

costeras, pudo estimular el traslado de cazadores desde alturas serranas a la región costeña de mayor estabilidad productiva. En los valles con zonas de desembocaduras de ríos se activó una agricultura intensiva dependiente de irrigación, aunque también se posibilitó la implantación de cultivos tempranos de escala reducida, generados en las tierras húmedas de las bocas de los ríos, sin obras de canalización convencional (ver Kosck 1949, 1965; Collier 1962; Lanning 1967; Rowe 1963; Moseley 1974). De esta manera en la región costera se combinaron eficientemente una economía de base marítima con prácticas de agricultura avanzada. Esta combinación estimuló un alto desarrollo de sociedades teocráticas centralizadas y tardíos estados seculares. Las sociedades de la costa norte y central lograron un alto desarrollo con urbanismo definido, al tanto que se habían fijado altamente a su ambiente. Esta mü~ma centralización en un medio de vida urbanizado, primeramente con una economía agraria y secundariamente con el manejo de recursos marinos, también forzó a estas sociedades costeñas al establecimiento del tráfico de larga distancia para el logro y acceso a rubros exóticos o externos. Las tierras altas de los Andes Centrales se componen de valles y cuencas intermontanas separadas por planicies elevadas y altos pasadizos montañosos. Los registros de lluvias de pendientes son cuantiosos, con aumento gradual en la medida que se adentra hacia el este, al ambiente selvático. Las tierras altas en general se han dividido en las sub-zonas Norte, Centro y Sur, cada cual con sus ambientes y rasgos topográficos diferenciados. Hacia el norte, la cuenca del río Marañón constituye el rasgo más significativo. La altitud de este paisaje es menor, comparativamente, dentro de las tierras altas circundantes, e incluye un ambiente tipo páramo, el cual está flanqueado tanto hacia los lados este como el oeste de los Andes, por una cubierta de foresta tropical a semi tropical. La precipitación es muy alta en esta sub-zona, pero la explotación de las lluvias de pendientes en términos agrarios es, sin embargo, de débil desarrollo, limitándose sensiblemente por lo escabroso de la topografía. Aquí, valles pequeños y aislados proporcionan escasos recursos de suelos, con aterrazamientos combinados con trabajos agrícolas en estrechos límites aluviales que apena·s pueden sostener poblaciones de densidad creciente. Las tierras altas centrales comprenden la cuenca del río Mantaro, la región puneña y las sierras montañosas aledañas. La puna de Junín es el cuadro topográfico dominante de esta sub-zona, con una precipitación más lilnitada. Aunque esta área permite algunos cultivos en algunas parcelas aisladas, su explotación es esencialmente ganadera. El área sur de las tierras altas está primariamente constituida por las cuencas de los ríos Paucartambo, Apurimac y Urubamba. Esta es una subzona favorecida tanto con precipitaciones considerables cómo con abundante cursos perennes. Esto permite practicar una agricultura de pendientes y suplemento de irrigación con mayores posibilidades que en cualquier otro lugar de las tierras altas, excepto posiblemente en algunos bolsones aislados del centro y hacia el norte de las tierras altas con algo de crianza de ganado. El área periférica que ciertamente afianza estas consideraciones es la

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foresta tropical de las pendientes del N. y E. de la vertiente andina, desde elevaciones cerca de los 2.800 n1ts. descendientes a los 800 mts., cerca del valle de Zaña en el norte peruano, todo 'el ambiente bajo de la cuenca del Amazonas, · y los pisos del lado este. En este espacio la horticultura y agricultura a base de la producción de semillas puede ser practicada, e inversamente la posibilidad ganadera es excluyente. Sin embargo, el acceso de caravanas pudo permitir ]a penetración del tráfico andino hacia e] margen de la vertiente oriental de foresta tropical. A pesar de esta posibilidad (v. gr. acceso a cocales) aún se requiere de nuevos y mejores datos arqueológicos y etnográficos que verifiquen o rectifiquen el nivel de adaptación y eficiencia del funcionamiento de los camélidos de carga en estos espacios orientales. Los cambios altitudinales entre estas áreas juegan un rol determinante en el desarrollo climático de grandes espacios de los Andes Centrales. En efecto, las regiones con elevaciones considerables poseen regímenes climáticos que se zonifican verticalmente. Aunque todos los elementos básicos de ambiente y clima (temperatura, humedad, presión y vientos) son modificados por el incremento de altura, sin duda que el factor temperatura es el de mayor sobrevaloración. En términos globales, las principales zonas de los Andes Centrales se reconocen usualmente como tierras cálidas, templadas y frías. . Las tierras cálidas equivalen al territorio bajo, ubicad_o al occidente de las elevaciones andinas (aproximadamente bajo los 1.000 mts.), con condiciones desérticas-cálidas. La tierra templada se ubica normalmente sobre los 900 a 1.800 mts., ·pero en algunas regiones se extiende aún hasta 2.400 mts. En las regiones más altas, hacia los 3.000 mts. se ingresa a la tierra propiamente fría. Es esta la zona sujeta a congelaciones. Aquí crecen cubiertas de pastos alpinos que se extienden aproximadamente desde los 3.500 a los 5.500 mts. en la línea de nieves. Las diferencias extremas en altitud también . han jugado un rol importante en la adaptación biológica sobre los territorios de altura. Los estudios de Paul Baker (1969) sobre andinos que habitan elevaciones entre 2.800 y 5.500 mts. permitieron descubrir que allí había ocurrido una adaptación genética bien definida. En esta área hay una alta proporción de nacimientos y una alta frecuencia de muerte. La proporción de muerte es inusualmente alta entre el sexo femenino. La población local representa también un alto flujo sanguíneo a extremos que durante la exposición fría, en el caso de los adultos, el consumo máximo de oxígeno es realmente alto . Tanto los europeos como los habitantes de las tierras bajas debieron tener dificultades adaptativas en las alturas mayores (Baker 1969; Monje 1968; Frisancho 1961). Los europeos presentan bajo porcentaje de nacimientos, alta proporción de partos deficientes, abortos, mortalidad infantil, y baja capacidad de trabajo. Sin embargo, no se advierten desajustes críticos de la adaptación de alteños en las tierras bajas. Las consideraciones generales de los diferentes estímulos para la movilidad en los ambientes configurados en uno u otro contexto costeño o serrano de los Andes Centrales ha sido discutido previamente (Dillehay 1976, n. d.a.). En las tierras altas se regis~ran diversos grados y combina-

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ciones variables de alturas acompañadas de períodos estacionales de intenso congelamiento y estaciones lluviosas. Así, se regis~ra un hectareaje cultivable reducido en la mayoría de las áreas, con mono-cultivos, que restringen el rango de diversidad de la producción agraria y su dependencia dentro del ciclo anual. En el área más inhóspita de la puna hay menos oportunidades para producir alimentos en términos diversificados. En consideración a estas condiciones era factible para los grupos de regiones altas, iniciar el establecimiento y mantenimiento de relaciones económicas seguras con áreas distantes, particularmente a lo largo de la región costera, donde habían intensas actividades económicas durante todo el año. La sociedad de la costa peruana, particularmente aquéllas del área norte y centro, practicaban una agricultura ventajosa y altamente productiva, la cual no podía activarse aproximadamente sobre los 1.000 mts. a nivel de valles. Sin duda que la combinación de estas prácticas a lo largo de todo el año, con la continua explotación de recursos marinos, dieron las bases para el desarrollo de sociedades urbanas fijas, con altos niveles de centralización. En términos de diversidad y seguridad de ritmo de producción, la sociedad costera fue probablemente más estable en relación a las situadas en las tierras altas. Sin embargo, los productos de tierras altas y de la selva, que los pobladores de las tierras bajas necesitan, deben ser logrados principalmente a través de las prácticas del tráfico de intercambio con pobladores agro-ganaderos móviles que debieron descender hacia las zona_s bajas por una razón u otra.

B.

CUENCA DEL TITIKAKA, PUNA Y SU AMBITO DE INTERACCION EN LA VERTIENTE OCCIDENTAL

Al bosquejar un perfil entre la costa y la cuenca del Titikaka se comprueba una impresionante zonación vertical. Se trata de un escalonamiento que asciende desde el piso costero del Pacífico, sube por los valles inferiores a través de los planos inclinados, alcanzando niveles superiores hasta sus nacimientos en la línea divisoria de aguas, que suele coincidir con los Andes específicos. Al Este de la divisoria, el altiplano se extiende adquiriendo diversas categorías ecológicas que han sido resumidas por Troll, 1958 (ver lándna 2). Al ingresar en la zona del lago Titikaka la «Puna normal» establece márgenes de producción de sumo significado. Tanto los valles mesotérmicos como los suelos de la de maíz, (aproximadamente 35 kilos), por un costal más pequeño de fibra de llama; un «salón» de palos de sauce (7 a 8 cargas de palos, la carga está formada por 4 palos de 4 metros de longitud cada uno) se da por carne, generalmente un brazuelo; una soga de cuatro brazas se vende en 40 soles o se cambia por media «camana» de maíz o de higos. Muchos de los «lampeños>>, como llaman genéricamente a los pastores en los valles de Moquegua, vienen sin mercaderías y consiguen lo que necesitan ayudando en las cosechas, transportando en sus llamas las cargas de maíz desde los campos de cultivo hasta las viviendas o también tejiendo frazadas y ponchos a cambio de bienes o pago en dinero con el que luego adquieren los productos del lugar. En Ubinas indicaron que los «lampeños vienen a lo largo de todo el año, pero con mayor intensidad en junio y julio cuando se recoge la cosecha de maíz y cebada; también traen animales que carnean para la cosecha de frutas en diciembre, enero, febrero y marzo. Un anciano residente en Omate informó que hace cincuenta años los «lampeños» traían «muy buenas ollas de barro, incluso ch'uño, sogas, ponchos y bayetas para los trajes de invierno en que hace mucho frío». «También venían por las fiestas del Corpus de Omate trayendo bailarines y músicos e iban de casa en casa tocando y se hacían regalar frutas y maíz a cambio, con lo que llenaban sus costales. Cuando trabajaban en la cosecha por 30 ca manas de higo que recogían se les daba diez. Hoy en día ( 1973) se les paga de 20 a 30 soles con mesa puesta. Con la plata compran trigo, frutas y granos (maíz)». «Cuando cambian sus productos por los agrícolas como papas, maíz y cebada regresaban directamente a sus hogares. Si han obtenido bienes de intercambio como higos, naranjas, manzanas, uvas o duraznos los utilizan para obtener los bienes de consumo como papas y otros 39

tubérculos en las comunidades agrícolas de la puna baja y sólo con ellos regresan a sus hogares.» «El comercio dentro del Departamento de Puno está dirigido a la parte norte del lago Titicaca, especialmente a la península de Capachica , a las orillas del lago Arapa y a los centros poblados de Coata, Huata, Santiago de Pupuja, Pukara y lugares circunvecinos. Tan1bién llegan a los valles cuzqueños, en especial al del Vilcanota y a la parte alta del río Apurimac, en la Provincia de Paruro. El 14 de septiembre se hacen presentes en la feria anual del Señor de Huanca, a 45 kilómetros de la ciudad de Cuzco. Ahí cambian costales, ponchos, frazadas, fetos de camélidos, fibra de alpaca, bayetas y sebo por maíz, papas , cebada y trigo. En la provincia cuzqueña de Chumbivilcas obtienen caballos, preferidos por su resistencia, hermosa presencia y porque otorgan prestigio a sus dueños». «Los viajes interzonales duran varios días . Las zonas «cercanas» requieren como promedio ocho días, en cambio las lejanas con facilidad exceden del mes de caminata o de 45 días en un viaje de ida y vuelta . Entre viaje y viaje se dedican a las otras actividades del pastoreo, como la dirección del apareamiento, la trasquila, el cambio de «ahijaderos» o a cumplir con las diferentes ceremonias>>. «Ciertas rutas de viaje así como los valles a los que conducen son más usadas que otras por determinadas familias y comunidades. Esto produce una ampliación de la frecuencia de contactos personales con determinados agricultores, que incluso llegan a institucionalizarse por medio de relaciones de compadrazgo, con todas las obligaciones y deberes que surgen de este tipo de relaciones, entre las que pueden citarse la concesión de ciertas facilidades como alojamiento, reserva de los productos de primera calidad, preferencia para elegirlos primero, posibilidad de obtenerlos en años de mala cosecha o cuando escasean. El agricultor espera reciprocidad bajo las mismas circunstancias, aunque no «suba» a la puna con la misma frecuencia que el pastor llega a sus chacras. La máxima altura a la que llegan es la de las comunidades de agricultores de la puna baja, hasta donde van por semillas de papas. El intercambio es una relación entre amigos y conocidos, que va más allá de las relaciones simplemente comerciales y adquiere las características de obligaciones mutuas entre amigos que se conocen desde niños. Las transacciones se rodean de un ambiente amical , que hace muy agradable cada visita y donde queda abierta la expectativa de la próxima. Sin embargo, no hay información de que se rea1icen matrimonios entre parejas de pastores y agricultores, sobre todo que algún pastor lleve una mujer del «bajío» a la puna porque >. >, por los cambios climáticos y bióticos derivados de la zonación vertical. Poseen recursos de agua muy abundantes para la agricultura de regadío, y cultivos alternados tanto del complejo cordillerano como del semitropical y leve aumento de ganadería. El techo superior del plano inclinado actúa como línea divisoria de agua, escurriendo la red hidrográfica a oriente y occidente. ·N o es exagerado entonces plantear que los valles son verdaderas rutas que descienden desde la mesa altiplánica al Pacífico. En el interior de Arica, el ascenso gradual al altiplano cae a lo que Trollllama Puna Seca, que se prolonga hasta el lago Poopó y aún hasta el noroeste argentino. El ascenso del plano inclinado superior entre los valles de Arica al Loa, se adosa a un borde altiplánico, que justamente al interior de lquique (lsluga-Cariquima) ofrece un sector muy. 43

productivo a base de rubros agropecuarios (papa-quinua) e intensa ganadería. Se trata de una faja estrecha que cubre la zona fronteriza y que se limita por la expansión de los salares altiplánicos que rechazan cualquiera posibilidad de concentración humana. Para Troll es ésta la zona de salares que se enmarca como Puna Salada, entre la provincia de Tarapacá y Bolivia, y que se extiende al sur hasta el río Copiapó. En este ámbito sureño se destaca la Puna Atacameña que corresponde a un elevamiento marginal al altiplano. En consecuencia, la cinta de oasis del borde occidental de la Puna de Atacama se iJjaría como el centro habitacional de mayor significación una vez que la puna salada se diluye al occidente. Se puede generalizar que la porción meridional de los Valles Occidentales (salvo las cabeceras de Arica y el Sur del Perú), al descender al plano inclinado, caen en la vertiente occidental de la Puna Salada, en donde las condiciones de adaptación son extremadamente difíciles (V.gr. vigencia de salares). Sólo escasas excepciones como las cuencas productivas entre Isluga y Cariquima, dan lugar a densas poblaciones en techos aJtiplánicos occidentales. Una vez sobrepasada la Puna Salada se alcanza la faja de Puna Seca con un c~ntro agropecuario en el lago Poopó, con niveles de producción superiores a la Salada. Finalmente, se interna desde la cuenca del Titikaka la faja más importante que Troll llama Puna normal, finiquitada más o menos a la latitud del río Loa; pero, aunque muy interna a las punas anteriores. Es el área de mayor prestigio en cuanto a densidad de población se refiere. Desde esta faja hacia el este se emplaza la zona de páramo y la depresión selvática en cotas sensiblemente bajas, cuyos efectos productivos diferenciados se relacionan con el territorio del SE del altiplano y tierras bajas del noroeste argentino. La diversidad ambiental de la vertiente occidental presenta un mayor potencial agropecuario al Norte de Arica. Hacia el sur el altiplano se torna menos productivo. Pero los valles mantienen en términos generales su potencial agro-marítimo a base de una estabilidad agraria del complejo tropical-semitropical. Desde los 2000 mts. a los 3.500 se puede mantener cierto potencial ganadero, del mismo modo que se agregan algunos cultivos del complejo cordillerano. En el altiplano occidental aumenta el cultivo cordiller·a no, exclusivo en microclimas adecuados conjuntamente con bolsones ganaderos; pero, predomina la vigencia espacial de la Salada con escasas posibilidades agro-ganaderas. Más al este, se extiende la Puna Seca con mayores posibilidades agropecuarias, para finalmente situar la Puna normal con excelentes condiciones bióticas (altiplano-sur). Estos contrastes ambientales determinaron diversas clases de explotaciones y asentamientos. En el piso costeño, sin recursos fluviales, los asentamientos semiestables se sitúan en las estrechas terrazas litorales con recursos de débiles vertientes, con énfasis especializado en la explotación marítima. Existían limitaciones físicas para el aumento de población, aunque alcanzaban producciones excedentarias sin necesidad de prácticas agrícolas. Se trata de grupos de baja densidad, más bien marginales con desarrollos culturales diferenciados de los sectores costeros fértiles. En torno a estos asentamientos de vertientes las poblaciones agrarias internas. ejercieron presión colonial y tratos de intercambios. Estos hábitats interfluviales se fijaron en los locis de Pisagua, lquique a Caleta Huelén

44

(Boca del Loa) y entre Caleta Huelén a Taltal, es decir, más del 50% de la costa desértica del norte de Chile. En el extremo del país, desde Pisagua al sur del Perú, los valles conforman zonas de eficiencias de desembocaduras con enormes posibilidades agro-marítimas. La agricultura de regadío junto a la explotación marítima se transforman en una palanca dual del excedentarismo, reuniendo poblaciones densas con complejas organizaciones socio-políticas locales. En las zonas agro-marítimas los ejes del tráfico contactaron con sociedades locales bien organizadas, pero en la costa de vertientes y aún en sectores sin recursos de aguas, la colonización actuó en sí misma, sin interferir en poblaciones pre-existentes por falta de recurso's estables. En los hábitats de vertientes la producción del mar fue exclusiva (pescados y mariscos secos, conchas, materias primas, fertilizantes, etc.). En los valles bajos, el incremento de agricultura, como efectivamente ocurrió en el sur del Perú y extremo norte de Chile, alcanzó niveles óptimos a través de plantaciones de: zapallo, calabaza, maíz, porotos, camote, algodón, ají y un especial cuidado de las arboledas de algarrobo, chañar, pacay y lúcuma. Advertimos una escasa ganadería reservada más bien para el transporte. Es decir, aquí se observa mayor presión demográfica y una producción marítima y semi tropical floreciente. Pero al sur del valle de Camarones la >, «formación de rebaños de camélidos domésticos», y finalmente «el 61

1

/

CROQUIS DE MOVILIDAD ARCAICA INICIAL O EXPLORATORIA (800- 1800 A.C.) los números sel'lalan 12 casos de movilidad Multiecológica . las lineas no precisan un eje seguro de desplazamiento y sus trayectos son aproximados.

(A) Valles Transversales Norte (Desierto). (8) Puna Seca. (C) Puna Normal.

NI.

(O) Faja de páramo. (E) Bosque Tropical lluvioso.

(F) Páramo subtroplcal. (G) Puna Salada. (H) Valles Transversales Sur (Matorral Etesiano semidesértlco) .

(1) Estepa montañosa (J) Estepa desértica y arbustos xerófilos.

(K) Oasis Puna de Atacama (Troll 1958 con adiciones). ([])

Salares

g

lagos

SERENA

®

Q)

250 KMS .

62

aparecimiento de distintas razas de camélidos domesticados». (J. Wheeler Pires-Ferriera, E. Pires-Ferreira, y P. Kaulicke 1076:489). Aparentemente el proceso de domesticación está conectado al esfuerzo consciente de parte de los andinos por domesticar animales para su uso a través de medios biológicos (V.gr. controles de crianza), sin considerar el comportamiento animal como pudo ser la disciplina y entrenamiento de animales individuales. Si no estamos equivocados el modelo referido implica que el conocimiento humano de la conducta social y territorial del animal es simplemente una ventaja mayor para manipular las relaciones de reproducción en vías de cambiar las características morfológicas de los animales en función de las necesidades humanas. Quizás este enfoqll:e se ha logrado en parte por la naturaleza de los datos arqueológicos disponibles, incluyendo los métodos de acercamiento al análisis de domesticación de camélidos tendientes a dar un principal énfasis a los procesos biológicos de la domestic~ción sin destacar el rol del comportamiento social. Del modelo anterior, como también de nuestras observaciones de la interacción hombres-camélidos en el norte de Chile, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿Es posible que el proceso de domesticación podría ser más rápido y a corto plazo al efectuarse la captura, entrenamiento y domesticación de las crías jóvenes para acelerar el control cárneo y de animales de carga? Hay documentación global como también experiencias comunes y diarias de animales salvajes jóvenes que son domesticados para servir a las necesidades de transporte. Aún ~omo la búsqueda del control hacia conductas «caseras>>. Si un pequeño grupo de crías fue entrenado para vivir con el hombre y depender de él, ellos pudieron haberse criado más fácilmente sin una combinación doméstica rigurosa. En este sentido la conducta social de la domesticación o amansamiento habría precedido a la domesticación «genética» de los animales. Finalmente, en cuanto a las tierras altas en general, la caza de grandes animales andinos continuó siendo un aporte principal, junto con productos agrícolas incipientes. Ambos factores tienden a afianzar los asentamientos en énclaves más productivos y sujetos a canalizar los aportes orientales. Kotosh, un lugar semi serrano del centro-norte, en las cercanías de Huanuco, ha demostrado un conjunto de estructuras ceren1oniales y evidencia una economía basada en caza y recolección avanzada (lzumi y Sono 1963). Este yacimiento está situado aproximadamente a 1950 mts. s.n.m. en un contexto ambiental que pueda ser descrito como un bosque enmarañado tropical o subtropical. Está situado arriba del bosque tropical húmedo y bajo los fríos de los altos nevados andinos en una formación tipo Chaupiyunga (ubicado entre las tierras altas y cálidas), de carácter transicional (Vázquez de Espinoza 1962, Rostourowski 1968, 1973, 1974). Además del contexto de arquitectura religiosa y huesos de camélidos (presumiblemente llamas), Kotosh presenta componentes tecnológicos líticos de períodos anteriores vinculados con caza andina, lo cual junto a una posible ganadería temprana y sus relaciones con culturas contemporáneas de los bosques tropicales cercanos, permiten suponer un intenso movimiento interambiental de readecuación productiva, previo a la fijación de los complejos urbanísticos tempranos. Debido a que los datos para este período son tan escasos, es dificil · 63

determinar si las prácticas de ganadería se realizaban realmente en las tierras altas al norte del área del altiplano del Titikaka. Dado a que algo de tráfico in ter-regional de larga distancia está documentado en Kotosh y en la costa sur y central, es probable que las caravanas de camélidos ya cumplían un rol en término de transporte de productos. En este sentido, la ubicación de Kotosh en una zona transicional que tiene acceso tanto a carnélidos salvajes corno a domesticados y al ámbito selvático, podría indicar que el lugar era un eje convergente de asentamientos rudimentarios que (1) conectaba las tierras altas con la selva cercana para intensificar intercambios de productos, o (2) surgió en respuesta a la necesidad de coordinar las actividades de la entrada de grupos de altitudes más bajas o más altas. En cada caso, los camélidos domésticos y salvajes, incluyendo los sub-productos pudieron usarse como rubros de intercambios, o como parte básica del tráfico de caravanas incipiente. Un punto final está relacionado con la discusión sobre cuando y dónde se originaron los diversos cultígenos (Lumbreras 197 4: 36-4 7, Lanning 1967 Capítulo V, y Willey 1972: 104-107, Núñez 1974). Hay datos bien documentados que revelan que plantas específicas fueron domesticadas independientemente tanto en la selva (V.gr. manioca), en la Costa (V.gr. algodón) y en las tierras altas (V.gr. papas). Pero el problema de los comienzos geográficos de la agricultura de ítemes tales como maíz y la idea misma de «domesticar» las plantas son aún problemáticas y necesitan ser analizados más adelante a la luz de estudios ecológicos y sociales que incluyan el desplazamiento de estímulos, entre diferentes regiones a través de rutas tradicionales de movimientos de hombres y animales de carga, portadores de las innovaciones agrarias. El tráfico temprano interregional facilitó el desplazamiento de las primeras ideologías preformativas, en donde las Culturas «iniciales» inmediatamente post arcaicas ocupaban diversos espacios para-agrarios con apoyo de ganadería productiva. Kotosh al manejar los aportes orientales cumplió un rol dinámico de suma inlportancia, amplificándose después con la movilidad tierras altas -costa, dada por las gentes Chavín en etapas más tardías. Si bien es cierto que todo lo llamado «inicial» incluye eventos con tráfico bien formalizado , discutiremos aquí su situación, ya que su presencia en los Andes Centro-Sur no se ha documentado hasta ahora en iguales términos que los Andes Nucleares . Aunque hay razones para suponer que a través de la secuencia arcaica hubo un manipuleo alternado y sincrónico de diversos ambientes entre las tierras altas y el litoral, no sabemos con certeza como se gestó o perfeccionó el movimiento de gentes productores de alimentos en tiempos iniciales en los Andes Centrales. Frente a los asentamientos estables pre-Chavín de la Costa, de raíz fija con sustentación marítima, la sociedad agro-ganadera de las tierras altas inmediatamente post arcaica, respondió con desplazamientos caravánicos tempranos, ampliando su esfera de interacción hacia los focos desarrollados. Esta movilidad creó las condiciones para la distribución Costa-Sierra de los ejes Chavín, estimulando los cambios formativos de los Andes Centrales. Pero en los Andes Centro Sur fueron los traslados caravánicos desde la cuenca del Titikaka los que se responsabilizaron de los primeros cambios formativos repercutidos en las tierras bajas sobre pobla64

ciones de menor complejidad socio-cultural. No obstante, también carecemos de datos para relacionar cuál fue el contacto entre el patrón de movilidad arcaica tardía y los movimientos «iniciales» de gentes productora de alimentos. De uno u otro modo, el movimiento giratorio transcaravánico entre las tierras altas y bajas en un nivel pre -Tiwanaku demuestran que el cambio formativo se opera a raíz de la presencia de grupos de «alteños» del Altiplano, cuyos elementos «proto ganaderos>> debieron nutrirse de la experiencia de traslados multiambientales de naturaleza arcaica tardía. Dicho de otro modo, el movimiento giratorio contenido en el tráfico de grupos agro-ganaderos tempranos del Altiplano, habría tenido sus gérmenes en la movilidad arcaica tardía pre agropecuaria. El interregno entre ambos estadios de desarrollo implica ganadería y agricultura incipiente y consecuentemente caravanas rudimentarias, de todo lo cual es muy poco cuanto sabemos. El acceso de estilística selectiva Pukara en las poblaciones tempranas Alto Ramírez de Arica , asociado a gentes locales y de altura (Control antropológico-físico) sugiere que más que una corriente migratoria, el acceso es temporal de naturaleza giratoria no dominante. Sin embargo, la diferencia radica en que mientras en la costa central el desarrollo local agro-marítimo era centralizado y realn1ente acelerado o complejo, durante el período inicial, en la costa meridional al sur de Arequipa, las comunidades de tradición exclusiva1nente marítimas se formalizaron sin centralización bajo el impacto de los estímulos formativos de las tierras altas del altiplano Central y Meridional. bada esta explicación previa, en la próxima amplificación se enfatizarán los casos de n1ovilidad transicional en los en el área Centro-Sur. En alguna medida corresponde al llamado período inicial en los Andes Centrales, y pese a la escasa información, señalamos las actividades costa-interior más supuestas que comprobadas, a nivel de ambas áreas.

B.

AMPLIFICACION I: MOVILIDAD TRANSICIONAL (1.800 - 900 años a.C.)

Adaptación más eficiente en los ambientes de puna y altiplano a base de comunidades de cazadores-recolectores y agro-ganaderos en expansión creciente. Aumenta la eficiencia adaptativa a lo largo del litoral a través de grupos más concentrados. Formación inicial de comunidades agro-ganaderas en los enclaves más productivos de las tierras altas y medias, con interacción durante cualquiera temporada del año con los asentamientos costeros a través de un tráfico de caravanas incipientes. Incremento de los desplazamientos trashumánticos-ganaderos a largas distancias, acercando los espacios andinos-marítimos. Participación experimental de poblaciones agro-ganaderas en la sobreexplotación de recursos marítimos. La gran productividad del mar balancea los déficit o desajustes ocurridos en las tierras altas. Definición del tráfico entre poblaciones altas y costeñas. Orientación del tráfico hacia los enclaves costeros con aglutinamientos poblacionales crecientes de alta complejidad socio-cultural (Andes Centrales). Interferencia de poblaciones agro-gana65

deras incipientes en las zonas de eficiencia de desembocaduras de ríos de los valles del Sur del Perú y Norte de Chile, donde se habían concentrado poblaciones terminales de exclusiva tradición marítima. Penetración caravánica hacia los valles bajos junto al Pacífico (Andes del sur) procedentes de la cuenca del Titikaka, con un carácter exploratorio en vías de agriculturizar los valles bajos con apoyo local marítimo. Actividades Puna-Altiplano: a) b) e)

d)

e)

f)

g)

h)

Incremento de la afirmación de necesidades o acceso hacia la producción del litoral. Búsqueda de recursos marinos durante todo el año a lo largo de segmentos de costas secundarias y contactos con focos demográficos estabilizados en el litoral. Tendencia a disponer pequeños asentamientos con un carácter temporal en la costa y valles bajos, durante la estación lluviosa de las tierras altas o durante la temporada de invierno en las punas más meridionales. Incremento del tráfico con grupos costeros, disminuyendo el control de costas ecológicamente secundarias por zonas más ricas de las desembocaduras de ríos ocupadas por comunidades locales. Comienzo de la especialización del tráfico sistemático de larga distancia a base de ganado destinado a extensos recorridos ínter-regionales, orientados al traslado de bienes de altura. Formación rudimentaria de la caravana especializada en largas distancias. Incremento de contactos entre comunidades de puna y altiplano,- a raíz de la expansión inicial o transicional del tráfico hacia diversos enclaves marítimos, selva, punas meridionales, etc. a base de movimientos similares, en diversas direcciones, a partir de las altiplanicies andinas centrales. Reconocimiento y explotación de los recursos establecidos en los valles y áreas de las zonas estériles intermedias para establecer los pasadizos de interacción con el litoral. Manejo de agricultura «cordillerana>>, anterior a la expansión de los cultivos tropicales en las tierras bajas.

Actividades costeras: a)

b)

e)

Establecimiento creciente de asentamientos permanentes a lo largo de las zonas eficientes de desembocaduras. Fuert~ división del trabajo y especialización de oficios costeños. Espacios costeros de interfluvio disponibles para explotaciones transitorias por parte de alteños. En los espacios con humedad y suelos aptos tiende a expandirse los trabajos de agricultura incipiente (valles bajos) a base del mayor traslado de semillas desde enclaves interiores, que incluían aportes de la ceja de selva, puna-altiplano y valles altos, dentro del patrón de tráfico incipiente de caravanas en los Andes Centro-Sur. Los recursos del mar siguen siendo mayoritarios en términos de

66

d)

calidad y cantidad, y apoyan los primeros acomodos de agricultura semitropical en las tierras bajas. Tráfico extensivo costa-interior dentro de un mayor espacio costero sujeto a sostener más población advenediza por los incentivos de la economía mixta inicial.

Marco de referencia y casos Excluyendo el proceso nuclear de los Andes Centrales, ya se había planteado que los grupos arcaicos meridionales se habían movilizado entre las tierras altas y el litoral. El arribo de obsidiana a Tiliviche y Boca del Loa (Ca H-42) y pieles de vicuña entre grupos Chinchorro del litoral meridional demuestra los inicios del tráfico interregional. Durante esta etapa transicional se detectan traslados sorprendentes vía altiplano. Junto a los cuatro casos del Norte chileno (ver Lam. 4) podrían considerarse dentro de estos tempranos movimientos a los grupos derivados de Inca Cueva en las tierras altas del noroeste de Argentina y aún los componentes Ansilta, más al Sur de los territorios circum-puneños. En los casos 2 y 3 (ver Lam. 4) se aprecia el ingreso de cultígenos tropicales (V.gr. calabazas, zapallos, mandioca), asociados a semillas del oriente como la mucuma elliptica, y plumas de aves tropicales. Estos n1ovimientos repercutieron en grupos marítimos de Camarones-15 y Queani7, datados a los 1110 a 1640 a.C. (Rivera, 1976). Como la población local mantenía altos excedentes marítünos, parecen preocupados por la recepción de cobre como parte de tempranas transacciones. La presencia de huesos de llama permite suponer el arribo de caravanas más organizadas que en la etapa arcaica tardía anterior. El caso 4 (ver Lam. 4) demuestra que el proceso del arribo de cultígenos continuo incorporando tiestos cerámicos burdos del altiplano sur en la quebrada de Tarapacá, a los 900 a.C. (True, 1973) Durante esta etapa la conexión entre grupos agro-ganaderos-caravaneros del altiplano es evidente y creciente, con los valles y costa meridional. El caso 1 (Lant. 4) se refiere a un registro en proceso de evaluación, que implicaría un contacto de pastores portadores de cerámica burda hacia los 1760 a.C., en una de las cuevas de la quebrada de Tulán (Núñez, 1976a) al pie de la alta Puna de Atacama, en un ambiente utilizado como paso transitorio de las prácticas móviles de pastoreo de camélidos. Recientes investigaciones realizadas por el primer autor en quebrada Tulán (Sureste del Salar de Atacama) indican que eventos pastoralistas con cerámica tan tempranas como el datado referido no se han reiterado. Nuevas dataciones en el mismo sitio (Tulán Cueva) y en las aldeas Tulán 54 y 85, afirman con varios fechados que estos eventos ocurrieron entre los 1200 a 400 años a.C. La presencia en este tiempo de cerámica intrusiva corrugada, típica en las tierras bajas del cebil, un alucinógeno del Noreste argentino, implicaría conexiones caravánicas seguras durante el período de Movilidad Transicional. En conjunto, estos casos ejemplifican el incremento de los movimien67

®

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CROQUIS DE MOVILIDAD INICIAL O TRANSICIONAL (1.800 - 900 A.C.) 1. TULAN (1 .200 a.C.) 2. CAMARONES (1.110 a.C.)

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3 . QUEANI (1 .640 a.C.) 4. TARAPACA (900- 400 a.C.)

(A) Valles Transversales Norte (Desierto). (B) Puna Seca.

(C) Puna Normal.

(O) Faja de páramo. (E) Bosque Tropical llwioso. (F) Páramo subtropical. (G) Puna Salada. (H) Valles Transversales Sur (Matorral Etesiano semidesértlco) . (1) Estepa montañosa (J) Estepa desértica y arbustos xerófilos. (K) Oasis Puna de Atacama (Troll 1958 con adiciones).

O

Salares

~lagos

® 250 KMS.

68

tos de traslados de bienes y gentes entre el altiplano y los focos más productivos de su esfera futura de interacción; acondicionando gradualmente el desarrollo inicial agrario en las tierras bajas, y el propiamente agroganadero en los espacios forrajeros circumpuneños de Atacama, a través de rutas bien establecidas que abren nuevas zonas potenciales de complementación.

C.. AMPLIFICACION II: MOVILIDAD PRODUCTIVA PRE-TIWANAKU (900 a.C. - 400 d. C.) Durante esta etapa hay un aumento sostenido de población tanto en las tierras altas como en la costa. Sin embargo, se aprecia mayor ocupación numérica y espacial en el litoral y valles aledaños. Aumenta la participación in ter-regional del tráfico a través de movimientos giratorios de bienes y gentes, con un carácter menos experimental. Se intensifica el tráfico de caravanas de corta distancia cubriendo diversos segmentos entre comunidades agroganaderas del altiplano y punas aledañas, conformando frecuentes viajes que descienden a la costa en largos desplazamientos elípticos más esporádicos. Establecimientos de asentamientos-ejes en ambas regiones en términos de alianzas, con un alto nivel de coacción étnica en el litoral y valles bajos. Tendencia a vínculos socio-políticos para asegurar el movimiento de bienes, y a su vez, reducir conflictos potenciales y desgastes de energías. El incremento de confiabilidad en los logros agrícolas de las tierras bajas y la búsqueda exitosa de excedentes agrariosmarítiinos, mantiene cada vez más activo el acercamiento de caravanas. Se define un prestigio agro-ganadero en la cuenca del Titikaka con posibilidades de expansión hacia el altiplano sur. Desarrollo de ejes autosuficientes dispersos en las tierras altas con integración teocrática rotante en los bordes del área circum-Titikaka. Crecimiento del potencial ganadero excedentario. Desplazamiento de caravanas de larga distancia, fuera del Titikaka, desde diversos ejes formativos. Tendencia gradual a orientar los movimientos internos del altiplano y puna hacia un eje centralizado: Tiwanaku, a través del desarrollo de producciones especializadas de subsistencia, artesanales e intercambio de bienes excedentarios en un ambiente ecológicamente homogéneo. Emergencia gradual de un eje centralizado litúrgicamente dominante en Tiwanaku, como consecuencia del proceso previo. Interacción altiplánica a base de múltiples ejes orientados hacia operaciones de > orientado a la redistribución de productos para las altiplanicies del centro y Sur de Perú, con probables esferas de influencias a lo largo de la costa norte y central (Menzel 1961, Rowe 1963). El desarrollo Paracas indica una alta producción artesanal textil de sumo prestigio asociada a cerámica y otros rubros culturales compatibles tecnológicamente con manufacturas especializadas procedentes de artesanos urbanos. Sin embargo, fuera de la complejidad de los cementerios (las aldeas son estructuradas con tecnología simple) no hay rasgos arquitectónicos urbanos ni templarios. Desde hace un tiempo se ha planteado que Paracas se correlaciona con los grandes centros ceremoniales del área Circuntitikaka. La ausencia de urbanismo se explicaría por la naturaleza móvil de la producción agro-marítima situada en diversos ejes del litoral. La agricultura tropical de los valles aledaños, con cosechas orientadas al traslado de alimentos a las tierras altas, por una parte, y la sobre explotación horizontal del litoral, estimuló una movilidad particular en el área de Paracas-N azca, responsable al parecer del complejo trazado de figuras terrestres «exóticas» (monos, aves, etc.) Los cementerios «integraban» a los asenta1nientos dispersos o en aldeas adaptadas a la explotación agromarítima. En tanto los templos del área circuntitikaka ejercían la atracción litúrgica necesaria e inhibían la permanencia de castas sacerdotales y templos en el litoral desértico, sensiblemente aislado de los centros 78

Formativos generados con mayor eficiE~ncia en los ambientes agropecuarios interiores. Hacia estos litorales desérticos con menos recursos de agua, los influjos Chavín y los procedentes de la cuenca del Titikaka, son básicas para comprender los primeros brotes de poblaciones con ideología Formativa, dando lugar al comienzo de todo lo llamado Paracas. La correlación entre Paracas y el área Circuntitikaka se estableció a través de circuitos de caravanas de larga distancia, especializadas en el tráfico de excedentes «bajos». Las evidencias de cientos de llamas enterradas en el área de Paracas, algunas con cargas de sal (Engel 1966), demuestra que las caravanas unían ejes entre ambos extremos marítimos y circum-lacustres, moviendo alimentos agrarios, tropicales, alimentos marinos y una voluminosa producción artesanal orientada a satisfacer las exigencias de las tierras altas. Si se acepta que toda la textilería Paracas se elaboró con cargamentos de lana trasladados desde las tierras altas, estas cargas no bajaban solas, sino conjuntamente con otros bienes económicos e ideológicos, a base de movimientos giratorios que sustentaron el desarrollo «aislado» de Paracas, como parte del sistema agropecuario de la Puna y cuenca Circunlacustre aledaña. En efecto, cuando las gentes de Paracas establecen sus fases 5 a 8, se verifican contactos con el área de Vilcanota y cuenca norte del Titikaka: Pukará 1 (Mujica m.s.). Los contactos continuaron con mayor énfasis en el auge de Pukará 11, a través de evidencias de las fases Paracas (4-10) y Nazca (1-2), alcanzando los últimos cont&ctos en Pukará 111 con la llegada de ingredientes Nazca 3. Dentro de estos movimientos se incorporaron patrones iconográficos costeros relevantes de Paracas en el ámbito altiplánico (motivo de serpiente bípeda dentada) y aún de formas cerámicas (cuerpos cucurbitáceos) que rebotaron en la cuenca del Titikaka y se difundieron en los valles y el Pacífico entre Arica y el Loa. La posterior cultura Nazca en la costa sur completa nuestro marco regional. En la última parte de la amplificación 11, el desarrollo sociocultural alcanzó la cúspide en el valle de Nazca, donde una cantidad de sitios importantes tales como Cahuachi estaban marginados del principal flujo de desarrollo tanto del modo de vida altamente urbano del norte como de los patrones ganaderos-caravaneros del sur-este y sur. De particular interés son los famosos diseños y líneas geométricas Nazca. Núñez (1976) ha demostrado en el norte de Chile que los geoglifos o grandes marcas del desierto están relacionadas con el tráfico de caravanas. Dado esto, podemos postular que las líneas nazca habrían sido elaboradas para conseguir un estímulo favorable para la sustentación teológica de una red de caravanas multi-giratorias que contactaban el sur de Perú, Bolivia y quizás ciertas áreas de Chile. La similitud de ciertas técnicas, motivos, en un ambiente similar entre el Norte de Chile y Nazca puede indicar que áreas ecológicas marginales, consideradas como desiertos absolutos podrían tener necesidades comunes para proveer un ímpetu extraideológico con el fin de asegurar su papel como participantes en los movimientos giratorios de caravanas. Es probable que las líneas pudieron haber sido utilizadas para pronosticar o planear actividades agrícolas de temporada, en coordinación con el advenimiento de múltiples caravanas. Debía existir una sincron~a entre los 79

logros de excedentes, arribo de grupos y ceremonias a las deidades del tráfico andino de larga distancia. Con referencia a los diferentes tipos de figuras, Willey ha notado que ellas probablemente no sirven como «visiones astronómicas». La presencia de fauna exótica más bien habla a favor de grupos que se desplazan por diversos ecosistemas que mantienen en los geoglifos de Nazca su apoyo litúrgico protector y funcional a la vez, si realmente contienen un conocimiento astronómico aplicado a los cambios estacionales, regadíos, etc~ Podría agregarse además que la línea recta y la marca geoinétrica han sido registradas en las quebradas áridas inter-valles entre los valles Chillón y Rimac (Rosell, comunicación personal, 1975). Dada la activa participación de grupos del altiplano y la puna en los flancos central-oeste de los Andes y también en la Costa Central, podría ser que estas líneas estuvieran asociadas con el tráfico de caravanas, desde estas tierras altas que por razones políticas o ambientales podían solamente descender por las quebradas laterales y no por los valles donde las poblaciones costeras estaban asentadas. Por ejemplo, los ovejeros actuales que traen productos de la altiplanicie a la costa desde y hacia zonas de mayor altura, siguen las rutas tradicionales de las quebradas desérticas hacia Lima por los cursos del Rimac y Chilca en el valle Junín. Una razón por la que estos grupos no siguieron por el fondo del valle es que no habían lugares adecuados para mantener rebaños y podían destruir las cosechas. Por lo que Dillehay ha visto en el valle de Chillón, los altiplánicos acampan en las quebradas laterales a unos cuantos cientos de metros o a pocos kilómetros del fondo del valle, intercambiando bienes y realizando prácticas sociales. Futuras investigaciones arqueológicas en el área podrían mostrar que algunos grupos de pastores ocupaban las áreas de lomas . Temporalmente, interactuaban cort la población local, mantenían sus residencias transitorias separadas y retornaban a sus pisos altos. Antes del clímax clásico Tiwanaku, hay una alta preocupación por la concentración de materias primas destinadas a satisfacer las necesidades parafernálicas y de status a través de manufacturas litúrgicas formalizadas en la cuenca del Titikaka. Es probable que las fases Tiwanaku, previas al clásico, ya habían ubicado los lugares ricos en minerales sujetos a transformación metalúrgica, además de área_s con recursos de piedras semipreciosas. Estos depósitos se ubicaban fuera del ámbito nuclear del Titikaka (V. gr. oasis de Atacama), de modo que las rutas tempranas de interacción fueron consolidadas antes del desarrollo clásico. También en este tiempo temprano parecen registrarse contactos entre el área de Cochabamba con el río San Francisco del noroeste de Argentina, pero aún la información actual no especifica la real naturaleza de estos movimientos. Una situación distintiva de los Andes del Sur (Majes-Titikaka al Sur), es la ausencia de urbanismo integrador de excedentes procedentes de espacios rurales dependientes. La experiencia Tiwanaku refleja un centro ceremonial dependiente de zonas internas donde el funcionamiento de las caravanas era eficiente a raíz de la diversificación ambiental. La movilidad meridional implantó el modelo aldeano fijo en valles y

80

disperso en las tierras altas, con relaciones armónicas cuyas «parteS>> en movimientos crean el «todo» suficiente para compatibilizar la estabilidad de los asentamientos en espacios de producción no continua. La aldea del Centro-Sur percibida en relación a los movimientos giratorios actúa con mayor funcionalidad que el urbanismo, y se soporta por diversos ejes sedentarios distantes de complementación. Su función social crea la posibilidad de armonizar los principios antagónicos de estabilidad y movilidad, a través de la acción paralela de una sedentarización creciente e intensificación de los movimientos giratorios de traslado de bienes. Estos ejes surgen así dentro de un nuevo concepto andino Centro-Sur diferente al rol antagónico del urbanismo de los Andes Centrales, como una forma de relacionarse con el paisaje a través de asentamientos que pueden proyectarse y «moverse» de acuerdo a la diversidad andina. Durante la emergencia de las tempranas comunidades Formativas de la cuenca del Titikaka, gran parte de los valles periféricos al altiplano no habían sido modifi-cados, de modo que se disponía de grandes extensiones eficientes (V. gr. áreas de desembocaduras de ríos). Por estas razones, las caravanas tempranas debían cruzar largas distancias entre el altiplano y la costa y otros ámbitos atractivos de valles y oasis más meridionales. Para transformar los rebaños de llamas en animales de carga se debió intensificar la especialización de la capacidad de transporte en términos superiores a la tracción humana. Paralelamente y a posteriori la expansión agraria creciente estrechó los circuitos de movilidad. Con lo cual se deduce que desd-e muy temprano se debió prodigar un especial cuidado al perfeccionamiento del ganado de transporte, por medio del cual los alteños contactaban con etnias de desarrollos diferentes. El tamaño de la caravana debió fluctuar en rangos muy amplios, desde 600 llamas observadas en uno de los oasis del Sur del Perú (Diez de San Miguel, 1967) a 40 animales destinados en recua a Moquegua (Flores Ochoa, 1970). Si se acepta que una caravana de bajo rendimiento a base de 50 llamas carga 1.500 kilos, el volumen útil es de enorme significado en una geografía de difícil acceso. El desplazamiento de hombres en los movimientos caravánicos no repercutió en el manejo de rebaños en los territorios altos, por cuanto, la familia nuclear (niños, ancianos y mujeres) pueden quedar a cargo del ganado, aunque los rebaños superen 500 cabezas de camélidos. Durante los meses de lluvias la preocupación principal se centraba en torno a las actividades ganaderas, pero en la estación seca organizaban los viajes interregionales, que hasta en la actualidad perduran por 3 a 6 meses en las punas de los Andes Centrales, a base de la participación de hombres, de modo que los niños, ancianos y mujeres continúan con el cuidado de los rebaños (Custred, 1977). Esta especialización permitió abatir los límites de adaptación temporal de las recuas en ambientes no altiplánicos meridionales (costa desértica), en donde debieron alternar dos modalidades distintas: a) Acceso a costas fértiles con mayores recursos de forrajes (V. gr. valles de Arica) hacia donde alcanzaron las tempranas caravanas de las cuencas del Titikaka. b) Acceso a costas desérticas con débiles vertientes hacia donde alcanza-

81

ron caravanas de ejes altiplánicos más meridionales. (V. gr. Wankarani). Sea como fuere hay experiencias que demuestran que las llamas de carga pueden pernoctar algún tiempo en ambientes bajos. Cuando las poblaciones del litoral Centro-Sur aún no se interferían por las caravanas altiplánicas, se habían conformado conglomerados en las tierras fértiles de las desembocaduras de ríos. Grupos de pescadores y recolectores del mar, derivados del Complejo Chinchorro, incluso habían logrado asentamientos semiestables hacia los 2800 a.C. (V. gr. Caleta Huelén-42, boca del Loa). Sin duda que la economía marítima había creado estímulos de sedentarización antes del arribo del modelo aldeano-agrario. El arribo de las primeras caravanas pre Tiwanaku acentuó 1nás aún esta estabilidad en las bocas fértiles de los valles entre el río Majes (Sur del Perú) al río Camiña (Pisagua), otorgando nuevos niveles de estabilidad agraria, a través de la fase Laucho, Faldas del Morro, Alto Ramírez y otros complejos de túmulos, pero ert la costa desértica del Sur de Pisagua, se inicia un proceso de dispersión de la concentración de grupos marítimos locales, tanto en la boca del Loa, como en otros centros con áreas de vertientes efectivas. Las caravanas en este espacio desértico no acceden hacia ciertos ejes definidos. Por el contrario, tratan de ocupar temporalmente dispersos hábitat productivos. Por esto, un sinnúmero de ejes de explotación marítima se difunden por esta costa, disolviendo el patrón concentrado, por ejes aislados sin estructuramientos habitacionales complejos. Esto explica lo que sucede después cuando las poblaciones de valles y oasis interiores manipulan la costa al Sur de Pisagua. En efecto, bajan al litoral y explotan directamente o contactan con grupos móviles que concentran sus excedentes en diversos hábitat de baja densidad, cuyo desarrollo se complementa esta vez con el arribo de caravanas (V. gr. cáñamo). La supervivencia de la sociedad tardía llamada «Changos>> (nomadismo marítimo) y sus relaciones con caravanas registradas con fuentes etnohistóricas explica la no funcionalidad del modelo aldeano en el litoral desértico. El ideal de explotar horizontalmente el mar tras la búsqueda de excedentes como contrapartida a la llegada de las caravanas, justificó la falta de integración social costera en el ámbito desértico. Pero cada caleta productiva por distante que sea, o por su baja densidad poblacional, se incluía en los giros con las tierras altas . De este modd, el efecto de las caravanas tempranas fue triple: a) b) e)

Interacción con grupos estables en los valles fértiles y costa inmediata (ejes bien fijos), entre el extremo Sur del Perú hasta el río Loa. Interacción con grupos dispersos en el litoral desértico al Sur del Loa (ejes dispersos y móviles). Explotación directa en espacios vacantes.

Estas modalidades tenían algo en común: el acceso del litoral como clave de atracción en los circuitos de caravanas, y un mayor nivel de especialización productiva costeña con excedentes de complementación orientado hacia los requerimientos interiores. A continuación se resumen algunos casos de interacción pre Tiwanaku entre el altiplano y la vertiente occidental: 82

l.

2.

Altiplano-Costa Sur del Perú: La cerámica roja pulida de Islay y San Benito del extremo Sur del Perú (200-600 d.C.) demostraría el arribo de grupos del altiplano antes de la irradiación Tiwanaku Expansivo. Parakas-Pukara: Presencia de componentes cerámicos Parakas en contextos Pukara (cuenca del Titikaka) durante las Fases 11-111 (Mujica, MS).

3.

Alto Ramírez-Pukara: Incorporación de estilo Pukara puro en textiles de la Fase Alto Ramírez (valle Azapa, Arica), recuperados en contextos funerarios de túmulos, datado a los 490 años d.C. (Rivera, 1976).

4.

Tarapacá-Paracas: Arribo del diseño Paracas-cavernas (sierpe bípeda dentada) desde la cuenca del Titikaka, eventualmente de algún estadio pre Tiwanaku clásico. Se incorpora a un contexto agrario inicial en Tarapacá 40-A, datado a los 360 y 290 años d.C., con evidencias de remanentes marítimos y altiplánicos, fijados en una quebrada cercana al Pacífico (L. Núñez, m.s.).

5.

Turi-Cuenca del Titikaka: Llegada de cerámica negra, ploma, roja pulida, policroma Vaquerías, grabada, y tubos de phusañas y/o fragmentos tubulares de pipas, similares a los registrados en la cuenca del Titikaka (Ponce, 1970). Hay moldes de temprana metalurgia. No _hay control radiocarbónico, pero se sugiere que corresponde al arribo de un grupo agro-ganadero temprano, responsable de un campamento con elementos de molienda, dedicado al control de las vegas de Turi, en el ámbito ganadero del río Loa Superior (L. Núñez, m.s.).

6.

Laucho-Cuenca del Titikaka: Presencia en la costa de Arica de cerámica experimental que imita formas cucurbitáceas del patrón Parakas y de otras formas similares del Titikaka. Incorporación de quinua, camote, mandioca y paliares, trasladados por interacción oriente-altiplano-costa. Arribo de técnicas para la elaboración metalúrgica de oro y cobre, en un contexto globalmente fechado a los 530 a.C. (Rivera, 1976).

7.

Cáñamo-Wankarani: Arribo de cerámica monocroma burda de superficie alisada y semipulida en un campamento del litoral desértico de Cáñamo (Sur de !quique), datado a los 860 a.C. Su relación tipológica y cronológica se vincula con la etapa temprana de los grupos Wankarani del altiplano-sur (L. Núñez-Moragas MS. in. Lit.).

8.

Tarapacá-Wankarani: Se ha registrado un conjunto cerámico burdo y monocromo en la quebrada de Tarapacá, con componentes que recuerdan forn1as Sora-Sora y Wankarani, ocurrentes en el altiplano Sur. De acuerdo a la fecha del orden de los 920 a.C. (True, 1973) es permitido establecer un movimiento posible entre este oasis tarapaqueño y el altiplano inmediato, aunque su finalidad migratoria y/o giratoria aún es imprecisa.

9.

Caleta Huelén-10 - Parakas-Cuenca del Titikaka: Ingreso de 83

10.

tecnología metalúrgica de cobre y cerámica de formas cucurbitáceas en la desembocadura del río Loa, procedentes desde el altiplano, a través de contactos Parakas, datado a los 50 años a.C. (L. Núñez, 1971). Caleta Huelén-20 - Cuenca del Titikaka: Presencia de lana, quinua e instrumentos para alucinógenos en la boca del Loa, registrados en túmulos funerarios, no datados (L. Núñez, 1971), pero comparativamente sincrónicos a otros túmulos tempranos sometidos a control radiocarbónico: conexiones con motivos Pukara.

11.

Caserones-Altiplano: De acuerdo a una datación de la aldea Caserones, del orden de los 340 a.C. (True, 1973). Se sugiere el establecimiento de un temprano foco aldeano (Núñez, 1976a) en la quebrada baja de Tarapacá; generado por el desplazamiento de un grupo altiplánico, estableciendo un conglomerado expansivo como una «isla cultural» en las tierras bajas. Los con1ponentes cerámicos de la Temprana aldea de Caserones representan preferentemente pucos negros, plomos y rojos pulidos (con alta tecnología) procedentes de los oasis de Atacama, o de algún centro formativo del altiplano, responsable de la distribución multi-ecológica de esta población (Wankarani Intermedio?). De uno u otro modo, desde los 340 a.C. a los 400 d.C. la aldea se especializa en cosechas de algarrobo y maíz, al tanto que articula excedentes marítimos. Caserones no tiene réplicas hasta ahora en las tierras bajas, presentándose como una «gran isla)> en donde se redistribuyen los efectos Formativos del altiplano y Puna de Atacama, con caravanas que la unían a su universo interior. Caserones representa un desarrollo aldeano muy complejo, con vías de marcada centralización de actividades (agricultura y control marítimo). Se mantienen relaciones productivas en la Costa, cuenca forestal y valle bajo (Tarapacá), integrando gentes con estabilidad eficiente, al tanto que destinan grupos a otros enclaves aledaños. El poblamiento inicial de Caserones hacia los 340 años a.C. demuestra que las actividades tienden a centralizarse a base de un conglon1.erado habitacional expansivo, pero esta intención se diluye posteriormente. El intenso movimiento de caravanas en épocas más tardías descentralizó este foco, ampliándose la esfera de interacción hacia múltiples ejes de costa y valles bajos.

12.

Guatacondo-altiplano: Acceso de un modelo aldeano temprano altiplánico, datados a los 60 d. C. en la quebrada baja de Guatacondo, cerca de Pampa del Tamarugal. Reúne a componentes agrarios y culturales trasladados a este único foco aislado, donde se redistribuyen movimientos de interacción con los recursos forestales y costeños cercanos (Meigham, 1970). Enseguida se enumeran algunos casos de interacción entre los oasis de la Puna de Atacama - Costa - Altiplano - noroeste y noreste argentino:

13.

Oasis de Atacama-Wankarani: Hasta ahora la proliferación de la cerámica de San Pedro N e gro pulido parece caracterizar un proceso 84

intracultural de los oasis de Atacama. Este componente se ha datado hacia los 300 años d. C., y parece derivarse de los ejes Formativos del altiplano sur en donde el rol de Wankarani Intermedio (Ponce, 1970) podría ser significativo, o de ancestros locales más antiguos como los pueblos protoformativos de quebrada Tulán (Tu 54 y 85). 14.

Toconao-Bosques Occidentales: Llama la atención el arribo de grupos posiblemente trasandinos hacia el oasis de Toconao, al pie occidental de la Puna. Por los años 580 a.C. se dispuso aquí una tradición de tiestos modelados a modo de grandes y anchos cilindros, con diseños antropoformos agregados al pastillaje (Le Paige, 1972-3). Recuerda formas San Francisco u otras comprometidas con los bosques occidentales del noreste argentino. De hecho, fuera de este foco, su distribución no es frecuente en el resto de los oasis, constituyendo un «desarrollo insular» temprano. Su carácter de contacto giratorio y/ o colonial, como en los casos precedentes puede debatirse, pero estos componentes cerámicos no representan el patrón común de estilos y formas locales, advirtiéndose como «intrusiones» que podrían explicarse a la luz de un patrón de ocupación multiétnico restringido entre ciertos oasis del Pie de la Puna, por causales de tráfico interregional (acceso a producciones diversificadas).

15.

Tafi-Túmulos 1 Sur Bolivia-Wankarani: La etapa temprana de la aldea de Tafi (fase Mollar) presenta analogía con Turi y aún es incierto si los contactos se dan con W ankarani, u otras comunidades Formativas de la cuenca del Titikaka. Tal como se ha propuesto, lo cierto es que resume contactos con el altiplano en términos generales (González, 1963). .

16.

Tafi-Candelaria-San Pedro de Atacama: Heredia (MS.) ha detectado contactos tempranos entre estas comunidades a través del traslado multiecológico de cerámica Candelaria (cerámica roja grabada Molleyaco y formas orniantropomorfas), contactando ceja de selva, puna y oasis de Atacama.

17.

Bosques Occidentales-San Pedro de Atacama: Hay contactos de cerámica ungiculada y digitada (González, 1963) en San Pedro de Atacama y Loa Superior (Turi), con pasos por las Ouevas (Cigliano et al1972) datados a los 255 años d.C. Además, hay un grupo de cerámica corrugada (tipo imbricado) que debería comprometerse también con grupos orientales a los valles del noroeste de Argentina. De acuerdo a las fechas tempranas de El Toro (Raffino, 1973a) parecen difundirse antes del clímax Tiwanaku, desde espacios «no andinos» (Foresta tropical y/o Bosques Occidentales). Es muy difícil comprender bajo qué mecanismo de tráfico se incorporan estos tiestos intrusivamente a las cercanías de Humahuaca, El Toro, Salta, en la frontera Puneña (Fernández MS.) y por cierto en los oasis de Atacama. Si aceptamos que tempranamente hay movimientos de interacción entre los asentamientos circumpuneños con los ejes orientales del río San Francisco, se podría sugerir que estas tempranas poblaciones altas 85

orientaban sus caravanas hacia ambientes con producciones exóticas orientales de desarrollo floreciente. Quizás, si los logros de alucinógenos, (cebil) u otros vegetales asociados al uso de pipas tempranas, registrados a ambos lados de la Puna, podrían justificar este temprano acceso a un ecosistema tan diferenciado del resto de las tierras circundantes a la Puna. 18.

San Francisco-Oasis de Atacama: Las caravanas tempranas de larga distancia interactuaron entre los oasis occidentales de la Puna chilena, con territorios de las llamadas «Selvas Occidentales» del noroeste de Argentina. La presencia de cerámica imbricada, digitada y unguicular, además de los tiestos grabados de San Francisco (620 a.C.), en los oasis de Atacama (Dougherty, 1976) hablan a favor de tempranos circuitos con ejes distantes, emplazados en ecologías diversas. La presencia de tiestos grabados San Francisco en los oasis de Atacama sugiere movimientos al oriente con traslados de «riqueza» circumpuneña: piedras semipreciosas, obsidiana, sal, cobre, subproductos de ganado y redistribución de excedentes marítimos asociados a bienes de status (V. gr. Conchas del Pacífico).

19.

Ciénaga-San Pedro de Atacama: Contacto Ciénaga en los oasis de San Pedro de Atacama, a través de Laguna Blanca, hacia los 650 años d.C. (Munizaga 1963).

20.

Vaquerías-Oasis de Atacama: Llegada de grupos con cerámica tricolor Vaquerías (Heredia et al197 4), procedente del valle de Lerma (Salta), vía Las Cuevas (Cigliano et al 1972), a los oasis de Atacama, entre los 255 años d. C. Vaquerías establece giros entre San Francisco, Candelaria, Condorhuasi, Tebenquiche y oasis de Atacama, contactando oasis de punas, valles serranos y culturas del este argentino.

Condorhuasi-Oasis de San Pedro de Atacama: Traslado de cerámica tricolor temprana datada hacia los 300 años d.C., desde los asentamientos Condorhuasi del noroeste argentino, vía Laguna Blanca, hacia los oasis de Atacama, como aporte intrusivo (González, 1963). Se sugiere una relación entre Condorhuasi polícromo con rasgos Tiwanaku Clásico (V. gr. colmillos entrecruzados). Su desarrollo polícromo temprano parece demostrar el desarrollo de comunidades locales receptoras de un tráfico Formativo con la cuenca del Titikaka. 22. Molle-Oasis de Atacama: Con tacto de cerámica Molle proceden te de valles más meridionales a los oasis de Atacama, ocurrido por los 300 a 400 años d.C. (González, 1963), tal vez con el valle alto de Copiapó. 23. Alamito-Chiripa y/o Cuenca del Titikaka: Núñez Rigueiro (1970) plantea relaciones con Chiripa en el momento inicial de Alamito. Esta vinculación se compromete con la emergencia de los componentes Condorhuasi en la Fase 1 de Alamito, como reflejos de contactos con la cuenca del Titikaka. En la Fase 11 los giros se contactan con los valles serranos aledaños hacia los 350 años d.C.

21.

86

Vaquerías-Tucumán: Desplazam;iento de la cerámica tricolor temprana Vaquerías entre los valles subandinos del NW argentino: Lerma, Santa María, Calchaquíes, Tucumán, entre los 255 años d.C. (J. Pérez, comunicación personal). 25.

26.

Oasis de Atacama-Altiplano Sur: El desarrollo de cerámica pulida con grabaciones en los oasis de San Pedro de Atacama parece relacionarse con comunidades del altiplano sur. Se presupone una datación temprana algo posterior o sincrónica a las derivaciones de W ankarani (Ponce, 1970). San Pedro Negro Pulido-Oasis y valles del noroeste de Argentina: El flujo altiplánico con deformación tabular oblicua (Munizaga, 1969), habría impulsado el desarrollo de la cerámica negra pulida en los oasis de Atacama. Esta a su vez habría alcanzado ambientes del noroeste de Argentina evitando los asentamientos en la Puna (duplicidad de recursos). Hay movimientos hacia Tebenquiche como nexo entre los oasis de Puna y valles serranos (Krapovicka, 1968). Se suman los contactos con Cerro El Dique al pie de la Puna (Fase El Toro). Se integra el oasis de la Poma (valle de la Paya), Laguna Blanca, y otros asentamientos que clarifican la existencia de giros tempranos entre los oasis y la vertiente Sur-Este de la puna.

27. Oasis de Atacama-Calahoyo: La expansión de la cerámica negra pulida hacia otros ámbitos fuera de los oasis occidentales de la Puna ocurre entre las etapas Clásica y Expansiva de Tiwanaku. Un enclave negro pulido se ha ubicado en Calahoyo, un sitio ubicado en la frontera boliviana-argentina (Fernández, MS.), como demostración de giros entre los oasis y el extremo Sur del altiplano alrededor de los 300 años d.C. 28.

Las Cuevas-Wankarani-Cuenca del Titikaka: Cigliano (et al, 1972) demuestra la presencia de cerámica negra-gris en las Cuevas (pie de Puna), datada a los 535 años a.C., procedente del altiplano. Los autores, sugieren desplazamientos desde Wankarani.

29.

San Pedro Negro Pulido-Valles/Costa: Distribución de tiestos negros pulidos en el río Loa (V. gr. Calama, Turi), boca del Loa (Núñez, 1971) y costa desértica Loa-Taltal. Posibles derivaciones se darían en Pichalo (Bird, 1943) y Arica (Focacci et al, Comunicación Personal), como reflejo de los asentamientos aldeanos tipo Caserones, que redistribuyen en las tierras bajas los componentes tempranos negro pulido, a través de movimientos orientados al control de valles y litoral circundante.

De lo anterior llama la atención la intensa movilidad temprana en los valles del noroeste de Argentina. Los primeros locis aldeanos de naturaleza pre-Tiwanaku clásico: Tafi, Campo Colorado, Saujil, Condorhuasi, Al amito, Ciénaga, y otros, se presentan como ejes aislados que inician la explotación estable de estos ambientes marginales al altiplánico, dando lugar a desarrollos culturales más o menos autónomos a partir de estímulos en parte 87

CROQUIS DE MOVILIDAD PRODUCTIVA PRETIWANAKU CLASICO (900 a.C.- 300 d.C.) los números señalan 29 casos de movilidad muftíecológica . las lineas precisan los ejes de desplazamientos, pero no los trayectos especlficos. (A) Valles Transversales Norte (Desierto).

(8) Puna Seca. (C) Puna Normal. (D) Faja de páramo. (E) Bosque Tropical lluvioso.

(F) Páramo subtropical. (G) Puna Salada. (H) Valles Transversales Sur (Matorral Etesiano semidesértico).

(1) Estepa montal'losa (J) Estepa desértica y arbustos xerófilos. (K) Oasis Puna de Atacarna (Troll1958 con adiciones).

G:)

Salares

O

lagos

250 KMS .

88

altiplánicos (V. gr. Tafi). Incluso esta impronta estaría presente en la forma dual de la organización aldeana (Alamito). Los contactos interaldeanos incluyeron el manejo de caravanas para mantener giros internos entre los diversos asentamientos que aparecen como «islas» en un vasto territorio aún en pleno proceso de inicio efectivo de ganadería y agricultura de excedentes. La consolidación de estos ejes se fundamentó en un patrón giratorio a base de circuitos de intercambios y colonizaciones diferentes al patrón de archipiélagos. En efecto, cada crecimiento aldeano una vez tocado su límite demográfico daba lugar a la búsqueda de nuevos espacios productivos (N úñez Rigueiro, 197 4), autogenerando nuevas aldeas que se integraban internamente con giros de relativa corta distancia, a través de contactos de intercambio por tempranas especializaciones productivas. El intercambio interno entre estos ejes aceleró la consolidación del temprano desarrollo agropecuario pre-existente al auge de Aguada. Los contactos giratorios permitieron el traspaso de técnicas alfareras, reemplazos de estilos, difusión de patrones funerarios y arquitectónicos. Un mozaico de asentamientos-ejes homogéneos ocuparon aldeas en enclaves distintos, con culturas globalmente heterogéneas, pero comparten ciertos estilos, ideologías y producciones similares. Se autoabastecen hasta exceder a través del tráfico de caravanas incipientes, plasmando antes de la llegada del flujo Tiwanaku (vía oasis de Atacama?), una red de movilidad que dio cohesión a estas «islas aldeanas». N o obstante, no establecieron un rol hegemónico por la naturaleza de su estadio transicional, entre un auto consumo y los primeros brotes de traslados de excedentes (intercambio en giros de relativo corto espacio). El nuevo rol hegemónico lo otorga Aguada, tal vez impulsado preferentemente por la ideología Tiwanaku, en torno a la imposición del modelo de tráfico convergente o más centralizado.

D. AMPLIFICACION III: MOVILIDAD COMPLEMENTARIA CONVERGENTE TIWANAKU (400 d.C. - 1.000 d.C.) Durante esta etapa se amplía la cooperación económica entre los focos urbanos del Perú y las comunidades agro-ganaderas, a través del movimiento de caravanas desde las con1unidades de puna y altiplano. Establecimiento de alianzas entre los patrones urbanísticos centralizados y la sociedad móvil de las tierras altas. Ausencia de relaciones de subordinación entre las sociedades urbanas y no urbanas basadas en un desarrollo dinámico (caravanas). Los asentamientos urbanos de los andes nucleares del Perú no fueron ejes específicos a lo largo de las rutas de caravanas, sino que actuaron más bien como participantes marginales, en oposición a la mayor participación registrada entre las tierras altas ·y bajas de los territorios sureños. Durante el máximo desarrollo del crecimiento urbano, particularizado en Wari, los asentamientos-ejes y las caravanas se expanden en tamaño y momentos de flujo y reflujo, en orden a acomodar la gran demanda existente de parte de los mercados urbanos centralizados, estabilizándose e incrementándose el movimiento de bienes de larga distancia.

89

Hacia los andes del Centro-Sur, la ausencia de ferias centralizadas y el déficit de concentración urbanística, presupone una interacción entre Tiwanaku y las áreas periféricas con particulares caracteres. Enfatiza sus movimientos giratorios a través de territorios «no altiplánicos» por medio de la implantación de operaciones de intercambio (transacciones menores y ferias) en etnias de desarrollo complejo (V. gr. oasis de Atacama), complementado de colonias que explotan directamente el espacio productivo a través de una modalidad similar al patrón vertical de explotación de recursos. Las caravanas durante el estadio clásico controlan espacios o enclaves distintos y distantes pero básicamente más agrarios semitropicales y tropicales que marítimos. La expansión posterior enfatiza el sistema colonial a base de producción directa. Este modelo a]ternativo permite el establecimiento de un mozaico de asentamientos altiplánicos Tiwanacoides, ocupantes de diversos enclaves de la vertiente occidental, algunos en plena con vivencia con etnias locales.

Actividades altiplano-puna: a)

Prestigio teológico y econónlico del movimiento de caravanas de larga distancia desde la cuenca del Titikaka hacia las áreas periféricas.

b)

Movimientos de excedentes altiplánicos hacia las áreas aledañas, complementados de nuevas tecnologías y prestigio iconográfico.

e)

Apetencia de bienes estéticos, parafernálicos, materias primas y bienes tropicales y marítimos por parte de las comunidades- de la cuenca del Titikaka: auge de Tiwanaku a través de la centralización de los giros interregionales.

Actividades costeras: a)

b)

e) d)

Formación de etnias costeñas Centro-Sur, a base de una economía floreciente agro-marítima, basadas en la interacción de tradiciones locales marítimas y agrarias provenientes desde las tierras altas y borde oriental. Convivencia de poblaciones altas y bajas unidas por los anhelos de complementación. Acceso a espacios agrarios disponibles y exceden tes locales marítimos. Incremento de bienes locales en vías de traslados hacia las tierras altas. Ocupación de espacios incultos por poblaciones altiplánicas aisladas, dependientes de cabeceras interiores.

Marco de referencias y casos. D.l. Interacción Tiwanaku-Andes Centrales: Aceptamos que nuestra preocupación mayor en este ensayo es in ten-

90

tar una aproximación al tipo de interacción que ocurrió entre Tiwanaku y W ari, y lo que estos dos modelos representaban con respecto a la relación urbana/nómade-pastoril. Para el análisis del surgimiento del foco de desarrollo se debe recordar que Ti wanaku surgió de la convergencia geográfica de múltiples giros de caravanas y que su asentamiento principal representaba un nexo de vinculación económica e ideológica con diferentes regiones agro-ganaderas participantes. Tiwanaku sirvió a estas regiones y sus respectivos giros y no al revés. Si aprobamos que en la región del lago Titikaka ya existían rutas de tráfico interregional (caravanas) hacia y desde diferentes áreas a lo largo de la costa y selva, ciertos valles y cuencas altiplánicas hacia el norte (V. gr. región de Ayacucho), entonces los otros giros que convergían desde el sur deBo livia, nor-oeste de Argentina y norte de Chile, habrían proporcionado un mayor dinamismo económico, ofreciendo productos más diversos, mayor volumen, y mecanismos de tráfico más regulares de larga distancia. Todo lo cual habría sido planificado eficientemente por las autoridades Tiwanaku, tanto hacia los territorios del norte y sur, incluyendo ambas vertientes. W ari por otro lado surgió de las aldeas y pueblos agrícolas preexistentes tales como Nawimpu, Pampa Ragay (Lumbreras 1974, 133-138), en la región de Ayacucho. W ari se formó por la convergencia de varias áreas desarrolladas con alta productividad agrícola, cada una de las cuales tenía sus propias conexiones económicas externas y también probablemente vinculaciones sociopolíticas y religiosas. ·Ahora si nos detenemos a considerar nuestra definición de los principios giratorios se apreciará que el movimiento de caravanas a lo largo de los trayectos de las rutas dependían de asentamientos-ejes, de homogeneidad relativa y de senderos segmentados. En consecuencia, el crecimiento de Tiwanaku como un eje primario de todos los giros convergentes hubiera puesto el sistema nómade pastoril fuera de operación, de no contar con un asentamiento relativamente igual en status y que funcionara en forma opuesta a Tiwanaku. Pensamos que tal establecimiento fue Wari, el cual surgió no sólo por las condiciones locales y regionales sino también como una a1nplia «esfera de interacción» entre el esfuerzo inicial del proceso de urbanización y la creciente sincronización armónica del proceso giratorio nómade-pastoril. En cierta n1anera, entonces, la dicotomía andina convergía hacia la definición de diferentes características de los dos procesos. Wari yTiwanaku se oponían y se complen1entaban a su vez. Wari centralizó su actividad política, económica y social en diferentes regiones, en un ambiente primariamente secular y urbano mientras que Tiwanaku fue meramente un canal con asentamiento fijo que transportaba bienes y servicios que provenían de un giro u otro. Tiwanaku tenía un ambiente religioso espectacular que estimuló la integración con plena armonía social, a diferentes grupos no urbanos meridionales. Esto no significa decir que esta dicotomía fue Pan Andina. · Fue solamente la principal que operaba entre los Andes Centrales y Centro-Sur. Un breve repaso de las localidades geográfica W ari y Tiwanaku, con respecto a sus regiones de apoyo o regiones que ellos apoyaban respectiva91

mente, nos proporcionan informaciones posteriores a esta dicotomía. Wari está situado a lo largo del borde sur-este de las regiones urbanizadas (Lumbreras 1974; 71-162. 150), mientras que Tiwanaku se emplazó en la esquina nor-este de las regiones giratorias convergentes. A pesar de que las áreas intermedias en las localidades actuales entre Abancay a Sicuani, abajo en el sur peruano, son arqueológicamente poco conocidas; es probable que una mayor mezcla de ambos procesos haya ocurrido en el área como extensiones digitadas recíprocas . La yuxtaposición en los andes de estos dos procesos no significó que sus componentes hayan dominado todo el desarrollo ínter-regional, regional y local en sus respectivas áreas. Ahora se ha aceptado que la cultura W ari no ejerció una influencia total en todas las regiones del Perú. Por ejen1plo, Moseley (1975b) ha refutado la opinión de que la urbanización en la costa norte fue introducida por Wari (Schaedel, 1955). También, una leve influencia W ari se aprecia en el valle del Chillón medio y superior (Dillehay, 1976, Capítulo 111), pero tuvo un gran impacto en el valle Ancón-Chancay, la región baja del valle Chillón y Pachacan1ac (Strong y/o Corbett, 1943). Quizás este patrón diferencial en varias regiones podría ser explicado en parte por la penetración Wari en diferentes áreas a través de conquistas militares reconocidas por medio de registros de esqueletos humanos , iconográfico y fortalezas en colinas, etc. Aún no se sabe si este conflicto fue entre diferentes grupos agro-ganaderos o si fue el resultado de grupos excesivamente sedentarios que intentaron ejercer control a través de la centralización de la dirección del movimiento del intercambio de productos . En cuanto a aquellos territorios bajo la influencia W ari, quizás sean más especulativas las causas del conflicto. ¿Fueron los asentamientos satélites de Wari y las distantes regiones de apoyo conquistadas? (Lumbreras, 1960; Menzel 1958 y 1964). Esto ocurrió durante los conflictos en torno a la expansión cultivable y la consecuente expulsión de agricultores marginales o semisedentarios, de las tierras abrigadas y útiles para la producción de granos o simplemente fueron conflictos esporádicos entre los señores «urbanizados» y la sociedad ganadera. Tampoco debe perderse de vista que varias tensiones pudieron establecerse entre diferentes grupos urbanos con tendencia a «sugerir» sus propias formas de cómo la economía y la política debían ser organizadas y sobreimpuestas. Las relaciones entre Tiwanaku y Wari difieren sensiblemente de los eventos meridionales en términos de esfera de interacción. Los datos recientes demuestran que Tiwanaku apareció antes que Wari y que los señores Wari tenían un fuerte contacto económico y posiblemente socioreligioso con la costa centro-sur y altiplano sur del Perú.- Después de recibir diferentes influencias de Tiwanaku, la cultura Wari se originó de grupos locales tales como Chonchopata, Chakipampa en la región de Ayacucho y Pacheco en el valle alto de Nazca. Tiwanaku alcanzó las comunidades Lima en la costa central , Cajamarca, Callejón de Huaylas en el altiplano del norte y posiblemente en el valle de Moche en la costa norte. Aparentemente esta «influencia» Tiwanaku se filtró a través de lugares portadores de la fase Wari 11 antes de los 600-700 años d.C. El impacto de la influencia Wari en estas regiones 92

ha sido bien resumido por Lumbreras (1974): «Los efectos de la conquista W ari 111 corresponden a una situación de naturaleza despótica, en la que los conquistadores imponen su dominio a la fuerza, lapidando, con la conquista cualquier sistema de vida diferente al de ellos. El control fue fuertemente centralizado, pese a ciertas naturales diferencias regionales en algunas manifestaciones de la cultura. Al final de Wari 11, sin embargo, ciertos centros regionales administrativos y ceremoniales lograron una suficiente importancia para ejercer un poder significativo. La expansión Wari y su dominación política tuvo un fuerte impacto en la cultura Andina (al menos la parte que está al norte y oeste de Wari), la cual está reflejada no sólo en la nueva ideología, especialmente en el surgimiento de una religión proselitista, una organización política centralizada y despótica y un afán de conquista basado en la dominación por clases poderosas y ricas en la ciudad». (Lumbreras 197 4: 165). Un área que alcanzó un tráfico intenso con Tiwanaku y Wari fue la costa centro-sur, en donde interesantemente la dominación Wari cambió drásticamente el patrón de asentamiento hacia estructuras urbanizadas, excepto en Pacheco (ver Menzel 1968: 75). Tal vez lo más destacable es que ninguna evidencia o influjo Wari may~r se advierte en dirección hacia la región del lago Titikaka, particularmente hacia Tiwanaku como también en las regiones costeras del extremo sur y el altiplano cercano, alcanzando su ausencia al altiplano N. de Bolivia y Chile. N o podernos decir que la distancia geográfica fue tan particularmente grande, ya que la cultura Wari llegó tan al norte como es el caso del valle Lambayeque en el norte del Perú. Sin embargo, fue inmensa la distancia socio-económica, cultural y ecológica a través de la cual la cultura W ari conformó un imperio urbano centralizado y despótico, con lo cual se separó sobre una zona móvil y dispersa del universo ganadero-caravanero. Las investigaciones realizadas en el acentamiento fortificado Cerro Baúl, en el extremo sur del Perú con evidencia W ari, señalan que su dominio coercitivo alcanzó levemente a poblaciones vallesteras locales, interdigitando con densas ocupaciones Tiwanaku derivadas de las tierras altas limítrofes. Sin un sistema sedentario, ni autoridades centralizadas los grupos nómade-pastoriles (caravanas) no fueron rigurosamente dominados. Por otro lado, la infraestructura urbana del imperio Wari debió necesitar de caravanas «no-Wari» para recolectar y distribuir bienes de prestigio interregional. Los datos de Browman (1975) indican que algunos grupos de pastores que no llegaron a incorporarse a la vida sedentaria de agricultura primaria, podrían haber buscado áreas que hubiesen proporcionado diversos recursos «móviles>> y pudieron conectar con áreas marginales de regiones agrícolas de mayor estabilidad.

D.2. Interacción Tiwanaku-Vertiente Occidental: La sociedad costeña y de valles bajos de la vertiente occidental

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(extremo sur peruano y norte chileno) ofrecían una tradición marítima terminal con excedentes costeros, pero los valles no habían sido totalmente modificados. El comienzo de los trabajos agrarios se activó con la llegada de grupos pre Tiwanaku desde la cuenca del Titikaka. Al no existir en la costa una sociedad con un status socio-político similar al logrado por las comunidades Formativas pre-Tiwanaku del altiplano, el modelo de circulación por intercambio especia.l izado y ferias no podía cumplir el mismo rol ejercido en la cuenca del Titikaka. La intensificación del tráfico de caravanas permitió la incorporación de nuevos espacios marginales del altiplano en términos de complementación de recursos, apoyando al clímax del proceso agropecuario en la cuenca del Titikaka, a través de la emergencia de Tiwanaku. La alta complejidad Tiwanaku se sustentó en la activación agropecuaria de más de 60 asentamientos (Ponce, 1971) que funcionaban como ejes dispersos en el altiplano formando un ámbito rural extenso con enclaves poco diferenciados. La circulación de excedentes en este espacio se establece a través de un patrón altiplánico con intercambios en ferias móviles y en el propio centro ceremonial, hacia donde se ha instaurado el eje mayor, donde se alcanzaron territorialmente los ejes de diferentes zonas lejanas. La movilidad se presenta más bien como ejes de una rueda, con caravanas que unen segmentos de regular distancia. Sin embargo, la expansión Tiwanaku hacia enclaves no-altiplánicos de los valles de la vertiente occidental y aquellos dispuestos en la región circumpuneña, estimularon el trayecto de largas rutas en parte ya abiertas, que requerían de la activación de ejes intermedios. A diferencias de los largos trayectos directos preTiwanaku, durante la expansión Tiwanaku se han colocado nuevos ejes intermedios, de modo que las distancias tienden a acortarse. El proceso de circulación de bienes de las tierras altas logró establecer su eje mayor en Tiwanaku (Clásico), como centro de convergencia de los establecimientos-ejes a base de la especialización de aldeas y caseríos rurales en determinados rubros alimenticios, artesanales y de materias primas, que se canalizaban a través del tráfico de caravanas bajo la hegemonía Tiwanaku y otros centros secundarios de redistribución. Tal mozaico de relaciones abarcó inicialmente el propio ambiente altiplánico con movimientos giratorios a base de un eje central y múltiples rurales, que en un ambiente homogéneo se especializan en talleres textiles, metalúrgicos, alfareros, preservación de alimentos, traslados de bienes orientales, elaboración de objetos de culto, etc. Tal conjunto de productos variados entraba en circulación recíproca a través de operaciones de intercambio y ferias móviles que se reactivan periódicamente de acuerdo a las áreas convergentes del trazado de rutas, controlado:::; por la autoridad teo-política centralizada en Tiwanaku. Para sustentar un sistema giroscópico a base de un eje mayor, se incrementó el manejo del prestigio teocrático vigoroso a base de un inteligente sistema de comunicación ideológico, que imprimió un alto nivel de armonía en las operaciones de interacción étnica. La imagen litúrgica Tiwanaku Clásico es difundida con eficiencia desde los talleres artesanales de Tiwanaku, a base de materias primas foráneas, en donde se transformaban las imágenes litúrgicas en modelos manuales que propor94

cionaban status religioso y social, a raíz de la incorporación hacia una cosmovisión Pan Andina. De allí la importancia de su distribución a través de los movimientos dentro del altiplano y fuera de él. Los alteños utilizaron diversas fibras de camélidos para elaborar cuantiosas piezas tejidas, útiles para reactivar las operaciones de intercambios a través de los movimientos caravánicos. Objetos tales como los aqsu,jubonas, chukos, lliclla, qompi, ch'usi inkuñas, costales, sogas, etc., se confeccionaron en gran parte de las punas centrales de los andes, y en el altiplano central y meridional, proporcionando una particular demanda por parte de las poblaciones periféricas costeñas de valles y oasis. Estas manifestaciones artesanales de carácter Pan Andino, se registran en asentamientos bajos cercanos del Pacífico como Pisagua, Pica, Tarapacá, etc., donde la presencia Tiwanaku se establece a través precisamente de textiles con iconografía y tecnología muy avanzada, cuyos modelos pudieron trasladarse entre los bienes elaborados en las cabeceras de la cultura Tiwanaku. Cuando Tiwanaku envía y recibe caravanas propias y foráneas desde fuera del ámbito altiplánico (vertiente occidental y valles circumpuneños), dejan de operar exclusivamente los giros de intercambio y feria. Durante su desarrollo Clásico abarca el área de W ari. Sin embargo, aquí no podía aplicar la relación eje mayor-aldeas rurales dependientes. El modelo urbano del área Wari surge posiblemente como un ideal de centralización vigorosa en oposición al amplio patrón rural del altiplano. En efecto, la economía Wari es básicamente agropecuaria con especial cuidado en el desarrollo de obras de regadío utilizadas en trabajos agrarios del valle alto. Tal nivel de economía concentrado implica el auge urbanístico en competencia territorial con etnias aglutinadas y aledañas de alto poder agropecuario que acceden sus excedentes hacia mercados urbanizados y estables. Para implantar este modelo, los primeros traslados Tiwanaku ejercen en Wari presión política y militar con una consecuente urbanización centralizada en los enclaves más productivos del valle del Vilcanota, detern1inando una hegemonía W ari-Tiwanaku con la asimilación de gentes locales de naturaleza no-altiplánica. Los ejes Wari-Tiwanaku son inicialmente directos (traslado de prestigio iconográfico), activando operaciones de mercados centralizados, que después derivarán a desarrollo sociopolíticos independientes. . Durante el desarrollo inicial Tiwanaku Clásico_(300 d. C. aproximadamente) todo el poder político del área circum-Titikaka se había centralizado en el ámbito ceremonial homónimo. Diversos asentamientos clásicos situados en el borde oriental y meridional del lago reunían residencias señoriales: Tiwanaku, Wankarani, Lucurmata, Ojje, Paqchiri, Pokotia (Ponce, 1972). Desde estos ejes se controlaba un buen número de asentamientos y caseríos rurales, dentro y fuera del altipla~o. Para comprender el rol de Tiwanaku es necesario estudiar mejor el alto nivel de equilibrio logrado a través de su organización estatal centralizada y sus conexiones armónicas con la sociedad ganadera rural que en sí misma era portadora de la riqueza dispersa en diversas «áreas insulares» del altiplano. Este equilibrio entre dos formas diferentes de percibir el 95

manejo del espacio, una suerte de urbanismo versus aldeanismo, permitió la erección de Tiwanaku con un patrón particular que refleja un intento por armonizar dos vías aparentemente antagónicas, justo en el límite entre los andes nucleares y el Centro-Sur. Las conexiones del tráfico entre los andes Centro-Sur, básicamente entre los asentamientos de las tierras altas y valles del Norte de Chile y noroeste de Argentina, tenían como pasadizo de interacción el espacio altiplánico donde las rutas habían anudado un área de «encuentro» a través del movimiento giratorio. En este espacio de mayor riqueza del altiplano coincidió con la necesidad de múltiples ejesasentamientos dispersos para contactar con otras etnias y producciones diferenciadas. Tiwanaku, como un centro de arribos temporales multidireccionales, redistribuía bienes precedentes desde diversos ambientes, todo lo cual exigía de una planificación racional. De esta manera, el concepto de «expansión» en todo lo llamado Tiwanaku, debería reestudiarse a la luz del efecto de un rol cordinador y conector de movimientos giratorios procedentes de etnias suficientemente desarrolladas (V. gr. Cultura de San Pedro de Atacama), que eran atraídas por la riqueza de la cuenca del Titikaka y del ímpetu religioso del centro ceremonial cuyo prestigio había rebasado su ámbito altiplánico. Frente a estas sociedades complejas las operaciones de intercambios (ferias) fueron relevantes, no sólo en términos ínter-señoriales o de jefaturas, sino que fundamentalmente entre campesinos (proliferación de equipos de insuflación de alucinógenos). Pero, era necesario además establecer «ejes-coloniales» en espacios poco desarrollados, o en territorios donde los arreglos de alianzas permitían la convivencia de grupos altiplánicos con comunidades locales adscritas al movimiento giratorio. De este modo, las relaciones de ocupación vertical (ejes-colonias) se imponían dentro del ideal de afianzar las conexiones de giros interregionales, incorporando más efectivamente a los territorios aledaños al tráfico entre las comunidades ganaderas del altiplano con las etnias periféricas. Tiwanaku con su eje en la cuenca del Titikaka percibió el desarrollo de la sociedad marginal al Sur de Arequipa hasta el río Loa de un modo diverso, como de otro modo percibió el desarrollo de la sociedad de los oasis de Atacama. En efecto, Tiwanaku Clásico se expandió también hacia los valles del extremo Sur del Perú y Norte de Chile, proporcionando estilos puros (Loreto Viejo), en determinados enclaves semi tropicales (valles junto al Pacífico), a través de giros de larga distancia que unían la cabecera de la cuenca del Titikaka con «islas» distantes. Se sabe con certeza que los primeros rasgos Tiwanaku se contactan con asentamientos terminales en la fase Alto Ramírez que ya antes habían interactuado con Pukara (Focacci , Comunicación Personal). Hacia los 300 años d. C. los componentes Ti wanaku disponen sus ejes de interacción en el valle de Azapa, cerca de Arica sobre estructuras sociales agro-marítimas, que a juzgar por las tempranas fechas con actividades agrarias y ceramistas en Tarapacá (920 a.C.), Caserones (340 a.C.), Cáñamo (860 a.C.), Laucho (530 a.C.) , Alto Ramírez (490 a .C.) , etc., ya llevaba algo más de 1200 años de experiencia en el man~jo agromarítimo antes del contacto Tiwanaku (Núñez , 1976). Sin embargo , estos grupos no habían logrado una estructura social y política compleja. 96

Los espacios de valles no eran intensamente explotados (baja densidad dispuesta en las cercanías de las desembocaduras de ríos y áreas de humedad en torno a vertientes) y aún es posible que no manejaban técnicas de regadíos adecuados (ocupación de áreas húmedas permanentes). Comunidades tempranas de esta naturaleza dedicadas a trabajos incipientes de agricultura se habían establecido en Arica (Alto Ramírez), Camarones (Conanoxa-Túmulos), Tarapacá (área Caserones), Desembocadura del Loa (túmulos), Salvador (afluente del Loa) y otros (Núñez, 1976). Al respecto ver estudios de Iván Muñoz y Calogero Santoro sobre emergencia de complejidad en etapas arcaicas tardías y formativo antiguo, datados en la costa y valle bajo de Azapa, antes de los 1000 años a.C. Para activar espacios vecinos con intención más agraria que marítima (dispÓnían de excedentes bien manejados localmente), se establecen diversos enclaves Tiwanaku que aportan cultivos más eficientes (V. gr. Tarapacá 40-B), con énfasis en la elaboración de harinas de maíz y algarrobo, asociados con otros cultivos semi tropicales, que junto a la producción del mar eran redistribuidos hacia las tierras altas. Otros giros clásicos (Loreto Viejo) indican la diseminación del status teológico Tiwanaku, y nuevas técnicas destinadas a dar mayor estabilidad productiva a los asentamientos «insulares». Este manejo de recursos implicaba un énfasis productivo noaltiplánico, de modo que las condiciones eran más favorables para la explotación directa de los recursos locales. El modelo altiplánico de circulación de bienes intercambiados o de transacción de feria vigente en la cuenca del Titikaka, no tenía aplicación efectiva de acuerdo a la estructura social pre-existente a Tiwanakuclásico en los valles bajos. DuranteTiwanaku Expansivo se continúa con la disposición de nuevos ejes: valles de Arica, Ancachi (oasis del Loa), Pisagua, etc., también a base de enclaves aislados y sincrónicos con comunidades locales más marítimas que agrarias. Componentes Tiwanaku, resultantes de esta movilidad se concentraron en los oasis de los valles del extremo Sur del Perú (V. gr. Loreto Viejo). En el valle de Ilo, se conformaron densos cementerios de colonias intrusivas. En el valle de Moquegua (Chenchén) y Tacna (Para) persisten estas evidencias, las cuales en total, como los casos de los valles del extremo norte de Chile, no demuestran planteamientos constructivos complejos. El modelo de ocupación vertical no implicaba el uso de asentamientos extremadamente preparados. Los constantes giros con las cabeceras altiplánicas acondicionaban más bien la mayor distribución de asentamientos livianos, en diversos enclaves productivos no centralizados localmente. Pero esta vez se aplica un patrón dual de control. Los estudios realizados en la región de Moquehua, en el extremo sur del Perú (Proyecto Contisuyo) han demostrado una intensa colonización Tiwanaku en los Valles Occidentales (tramos intermedios) con asentamientos permanentes y centr'üs ceremoniales, ampliando considerablemente la escala del acceso a los recursos occidentales. a) b)

Control directo de enclaves aislados (V. gr. Oasis de Ancachi: río Loa inferior). Convivencia de colonias altiplánicas Tiwanaku Expansivo con pobla97

ciones locales integradas en valles u oasis aislados (Fase San Miguel y Pica).

En el primer caso predominan los rasgos Tiwanaku. Pero en el segundo caso implica la llegada de gentes altiplánicas con deformación tabular oblicua, textiles con iconografía Tiwanaku y una cerámica serrana común en los valles altos de Arica (Charcollo), todo esto sectorizado en un cementerio del Desarrollo Regional Pica (con componentes San Miguel). Si aceptamos que tanto las fechas de este contexto «Tiwanaku-Serrano» asociado al piqueño es sincrónico, se puede argumentar que ambos grupos interactuaban con giros que canalizan los excedentes del oasis a base de explotación directa, conjuntamente con el traslado de excedentes locales explotados por la densa población local, los cuales recibían cargas altiplánicas (V. gr. ganado en pie, coca, charqui, papas, guacamayos, huayruros, etc.). En suma, tardíamente Tiwanaku alterna el patrón colonizador con intercambios locales, hasta la disolución del eje mayor del Titikaka, hacia los 1000 años d.C. aproximadamente. De este modo, las poblaciones del Desarrollo Regional, se especializaron en producir bienes atractivos para las tierras altas, al tanto que perciben la producción y el status altiplánico (liturgia y poder político) como partes de su propio universo (armonía social), sustentado por los movimientos giratorios. Sin embargo, hacia el final de la expansión Tiwanaku como eje mayor, la situación cambió radicalmente en las tierras bajas del extremo Sur del Perú y Norte de Chile. La mezcla de las tradiciones marítimas tardías (i1o agrarias) con componentes altiplánicos pre-Tiwanaku y Tiwanaku, conformaron la matriz de una población local que fundamentó el Desarrollo Regional (1000-:-1450 d.C.). Esta población generada entre los valles bajos y el Pacífico implantó un patrón económico agro-marítimo eficiente abarcando valles con sobreproducción semitropical y los propiamente marítimos. El desarrollo regional de la Fase San Miguel (1000 años d.C.) se expande por las tierras bajas cubriendo gran parte de los suelos fértiles entre el sur de Arequipa y el río Loa, con variaciones locales derivados de la diversidad de giros altiplánicos de ia etapa anterior. Sobre esta población inicial del Desarrollo Regional actúan los últimos remanentes Tiwanaku expansivo.

D. 3. Interacción Tiwanaku-Oasis de Atacarna-Valles del N.W. argentino: Durante el auge Clásico de Tiwanaku, diversos oasis de Atacama habían logrado asentamientos aldeanos estables a raíz del temprano manejo de agricultura semi-tropical de regadío en los oasis bajos, al ti cultura en los oasis altos, y excelente manejo de ganadería trashumante entre la alta Puna y los oasis,.cabeceras. Durante la fase Quitor se popularizó la cerámica San Pedro Negra pulida, entre los 200 a 300 años d .C. Este desarrollo fue independiente de Tiwanaku, como culminación de un viejo proceso regional de desarrollo gradual agropecuario. Este proceso intrapuneño de data temprana (Fase Tilocálar) creó una estructura socioeconómica compleja, diferente al nivel de desarrollo agrario alcanzado

98

por las poblaciones pre-Tiwanaku en la vertiente occidental (valles bajos). El primer autor ha propuesto la fase más temprana con alta complejidad: cerámica, metalurgia, crianza de llamas y horticultura de maíz, se denomina Tilocálar y caracteriza a los primeros eventos agropastoralistas en áreas de quebradas y borde del Salar de Atacama (1200 a.C. a 400 años a.C.). Nuevas dataciones en Tulán Cueva han invalidado aquélla de 1760 a.C. por otra sincrónica a la fase Tilocálar. Paralelamente una densa población portadora de cerámica negra pulida, de naturaleza pre-Tiwanaku, aunque logra una sincronía con la etapa clásica, inició un proceso de regionalización cultural en los oasis, definiendo la llamada Cultura de San Pedro. De uno u otro modo, en el momento Clásico, llegan gentes con un tipo de deformación craneana vinculada con Tiwanaku (J. Munizaga, Comunicación Personal), lo cual sugiere un nivel de incorporación étnica en enclaves explotados directamente con cierto nivel de dependencia con el altiplano central y meridional. Múltiples aldeas pequeñas con Negra Pulida se dispusieron en los diversos oasis de Atacama, creando un desarrollo agropecuario efectivo, no centralizado, que acumula excedentes atractivos para los ejes de la cuenca del Titikaka y otros del altiplano sur, y noroeste y noreste de Argentina: maíz, algarrobo, chañar, cobre, piedras semipreciosas, maderas, sal, alimentos secos, pieles, cucurbitas, phaseolus, ají, ob~idiana, etc. A diferencia del altiplano, esta producción es diversificada, aportando bienes semitropicales, cordilleranos y de Puna, incluyendo los traslados conectados de productos del mar, como consecuencia del tráfico de caravanas hacia la costa desértica de Atacama. Este tráfico interregional explica la presencia de escasa cerámica Clásica entre una masa de cerámica Negra Pulida generalizada localmente. La misma gente que se deforma el cráneo con gruesos turbantes (tabular oblicua) ingresa a los oasis durante el desarrollo de la cerámica Negra Pulida. Son grupos que convivieron con la población local, portando un óptimo manejo agroganadero, dentro de un contexto de alteños adaptados a alturas más bajas, con un rol similar a los llamados «enturbantados» esta vez comprometidos con los valles bajos y el Pacífico Tarapaqueño. Su carácter colonial es debatido pero sus rasgos Tiwanaku están inmersos en un voluminoso contexto cultural local. Cuando las poblaciones establecidas en aldeas aisladas al pie de la puna, se desarrollaban activamente, complementarias del tráfico de caravanas, surgen dos tendencias artesanales opuestas ·estilísticamente. En efecto, se difundió una tradición cerámica monocroma asociada a textilería policroma transportable. El movimiento de liturgia Tiwanaku se concentró en el traslado de tejidos y tallados miniaturas en oposición al desarrollo cerámico no transportable que tiende a no reflejar estilos proselitistas. La clave para establecer estos ejes distantes se fundamenta en la adecuada estrategia litúrgica de Tiwanaku Clásico tendiente a ar1nonizar y conducir la superestructura de los asentamientos de economías complementarias, a pesar de las enormes distancias y del déficit de presión militar en los Andes Centro-Sur. En efecto, el modo más correcto de asimilar esta población de produc-

99

ción atractiva, consistió en la incorporación de las caravanas de retorno, de voluminosas cargas de madera, piedras semipreciosas, etc. que se transformaron en los talleres artesanales del centro Tiwanaku, en obras litúrgicas refinadas que extendían la imagen iconográfica Clásica hacia estos enclaves meridionales. Sin duda que la percepción de Tiwanaku, desde los ejes de Atacama, correspondía a un centro religioso-político de enorme poder hegemónico, cuyas deidades, a raíz del tráfico de caravanas, lograron incorporarse al patrimonio ideológico de los ejes marginales. Los giros incluyen el retorno de alucinógenos, tabletas, tubos, recipientes, estuches y pilones o morteritos para preparar su maceración, etc. Los alucinógenos procedentes de las tierras bajas orientales fueron incorporados a los movimientos giratorios del altiplano, complementado de equipos de insuflación (W as sen, 1972). Estos hábitos religiosos lograron adaptarse mejor en los territorios altos, con bordes contactados con los ambientes orientales de foresta tropical, en donde los valles y oasis circumpuneños participaban más directamente. Esto explica su cuasi-ausencia en los valles de la vertiente occidental del desierto peruano-chileno. Al respecto ver los estudios sobre la importancia de los alucinógenos y tráfico regional durante este período, realizados por Constantino Torres y Agustín Llagostera para la subárea circumpuneña. Tiwanaku redistribuye en los oasis de Atacama bienes de consumo y tecnológicos asociados a ingentes cargas de elementos de status parafernálicos y teológicos, otorgando un alto nivel de armonía social y concientización iconográfica. En estas pequeñas artesanías de real virtuosismo aparece la estilística religiosa en miniaturas, donde se evocan las deidades más relevantes de la litoescultura altiplánica. Reproducciones de la puerta del sol, alternan con «chachapuma» dispuestos de hachas y cabezas trofeos y no faltan diminutos mangos de espátulas y tabletas que repiten el «Sacrificador» y otros monolitos Tiwanaku. Por esta vía, se concentró en los oasis de Atacama un stock de imágenes Tiwanaku, nunca antes observado en los Andes del sur, a nivel de gran parte de la población productora de excedentes locales. En suma, las caravanas incluyen los «prototipos)) de artesanía religiosa asociada a la práctica de insuflación de alucinógenos que probablemente aportan una ideología común entre Tiwanaku Clásico y las poblaciones locales, estableciendo una armonía superestructura} adecuada para fijar los ejes de compleinentación de recursos, sin aplicar tácticas coercitivas militares o políticas per se. Los ejes de los oasis de Atacama funcionaron como puntos «de rebote» que estimularon un efecto multiplicador del patrimonio Tiwanaku en el territorio fértil del noroeste de Argentina, hacia donde había convergido su principal esfera de interacción. El desarrollo creciente de estos oasis era estimulado por las caravanas de larga distancia desde el núcleo floreciente del Titikaka, fomentándose una rápida acumulación de riqueza, desnivelando su desarrollo con las áreas limítrofes. Esta situación habría provocado ciertas tensiones periféricas aún no bien conocidas, creando un contingente local «para-militar» evidenciado a través de la popularización de armas defensivas. (V. gr. rompe-cabezas). Efectivamente, durante el clímax de la cultura de San Pedro (Negro Pulido) hay una

100

especial dedicación a la elaboración de rompe-cabezas. La técnica metalúrgica logró perfeccionarlos convenientemente. Por otra parte las ceremonias con cabezas-trofeos señalarían fricciones con grupos de desarrollos desiguales. Esta situación no se advierte en los valles tarapaqueños, ni en el extremo sur del Perú, por cuanto el altiplano funcionó como «muro de protección>> de la penetración de grupos de desarrollos diferenciados. Los oasis de Atacama, a través del noroeste de Argentina, están más expuestos a las presiones de «Proto-lules», «Proto-uros» meridionales, etc., que sugieren niveles regulares de conflictos, suficientes para alterar el movimiento giratorio. En esta etapa temprana de los oasis de la Puna, la movilidad se establece en plena armonía social, hacia las áreas de desarrollos crecientes distribuyéndose la cerámica negra pulida de San Pedro en una amplia extensión por el tráfico de larga distancia. Los registros de esta naturaleza en el extremo sur de Bolivia, Quebrada del Toro (al pie de la Puna), o en los oasis de la Puna como Tebenquiche y aún en la costa del Loa a Tal tal, señala que las caravanas habían alcanzado un alto nivel de conexión interregionales. La disolución definitiva de los ejes Tiwanaku-oasis de Atacama ilnplica varias situaciones relevantes en términos del desarrollo de los giros in terregionales: a)

Se conservan giros con más énfasis hacia el altiplano-sur, de relativa .corta distancia.

b)

Se activan giros similares hacia los señoríos aledaños del noroeste de Argentina.

e)

Se diluye el patrón cultural de las aldeas pequeñas dispersas, por una tendencia a centralizar el poder político en un señorío de mayor prestigio (V. gr. Fase con San Pedro Rojo violá~eo) que culmina su integración en los pukarás tardíos.

d)

Los señoríos tardíos de Atacama enmarcan sus territorios de interacción entre sí y con el noroeste de Argentina, estableciendo giros recíprocos de menor alcance, sin una dependencia hacia la cuenca del Titikaka. Ahora las relaciones de intercambio y colonización se establecen en la región circumpuneña.

e)

El desarrollo cultural y teológico se debilita por la falta de estímulos generados desde los viejos focos Formativos del altiplano circumTitikaka. Esto se acentúa en una etapa de disputas territoriales interseñoriales, limitando el desplazamiento de giros de larga distancia.

Hay razones para pensar que Tiwanaku pudo ingresar directamente al noroeste de Argentina, vía Tupiza (cerca de la frontera argentina), disponiendo metalurgia de oro (V. gr. Keros de oro en Jujuy), culto felínico, cráneos-trofeos, etc. Hasta ahora no se observan enclaves similares a los oasis de Atacama. Esto permite suponer que desde estos oasis se encontró 101

y redistribuyó indirectamente los patrones estilísticos de mayor potencialidad, por medio del tráfico oblicuo transpuneño. Los estudios más recientes de cementerio con poblaciones Tiwanaku y locales entre los ayllos de San Pedro de Atacama, a cargo de Agustín Llagostera, Constantino Torres, María Antonieta Costa y Amy Oakland efectivamente han probado por los 800 a 900 d.C., un patrón de ocupación multiétnica en estos oasis. Del mismo modo como Wari no accede a controlar el espacio de Puna, en el sentido de que no centraliza estructuras socioeconómicas de alta movilidad, la penetración Tiwanaku de larga distancia no controla los espacios altiplánicos extremadamente marginales. Su interés está centrado en los valles y oasis periféricos. Definitivamente no ocupa la alta puna de Atacama. La falta de rasgos Tiwanakuy Aguada en la puna, estarían explicados por la ausencia de incentivos de una agricultura tropical semitropical. Si se agrega la falta de Alfarcito polícromo, podría completarse la idea de que las colonias Tiwanaku y otras del período medio excluyen la región de la puna por estar fuera del marco agrícola que desean consolidar, y acceden su descenso a los valles cercanos al Pacífico, u a otros valles fértiles al pie de la puna. El estímulo de los giros entre la cuenca del Titikaka (Tiwanaku Clásico) y los oasis de San Pedro y aún en otros enclaves del NW argentino no definidos, permitió ·que las comunidades Aguadas lograran desarrollar una ideología muy proselitista a base de iconografía andina (V. gr. felinos). Esto estimuló una alta integración social y política sobre las comunidades dispersas y aisladas pre-existentes. Con Aguada se establecen giros in ter. nos a base de colonizaciones en la subárea valliserrana, desde el sur del valle Calchaquie hasta el límite más sureño de la subárea, alcanzando espacios hasta la cercanía de San Juan. La clave del desarrollo creciente de Aguada se basa en las relaciones giratorias amplias, entre múltiples ejes o aldeas reducidas, pero unificadas por su cohesión litúrgica y política. El tráfico Aguada contactó con el arribo de tecnología e ideología del tráfico de larga distancia del área circum-Titikaka (Tiwanaku), permitiendo un manipuleo de amplios espacios agrarios hacia territorios parcialmente incultos. Se desplazaron hasta territorios muy meridionales del área de San Juan, en donde parece que implantan nuevas tecnologías de regadío. Al parecer, con Aguada ter:rt:lina el auge de la caravana de larga distancia. Después se ven disminuidas sensiblemente las correlaciones con la cuenca del Titikaka y altiplano sur. Los señoríos incipientes post-Aguada estrechan los espacios de movimientos de interacción, con giros internos de menor eficiencia. Se advierte también un proceso de valoración y limitación territorial en cada Señorío del Desarrollo Regional, con un consecuente desmejoramiento de los logros culturales. El déficit de iconografía por la disolución del proselitismo de Aguada, conllevó a coberturas cultura] es más simplificadas, dándose más apertura a presiones socio-culturales orientales, con rutas de interacción que esta vez armonizaban el arribo de los patrones andino/puneños y orientales. Este acceso dual de dos tradiciones productivas y culturales diferentes constituyen las bases de la n1ovilidad tardía del noroeste de Argentina. Aquí se combinaron estos diversos

102

ingredientes culturales, los que llegaron a diferenciar un sistema cultural de otro, de acuerdo a la mayor o menor asimilación de ambos patrones de interacción. Es esta la gran diferencia en términos de desarrollo, con los valles del desierto peruano-chileno, hacia donde el patrón oriental era «filtrado)) por las poblaciones de las tierras altas. Enseguida se sintetiza los principales movimientos de interacción entre Tiwanaku, Vertiente Occidental, Oasis de Atacama y Valles del noroeste de Argentina (Ver lámina adjunta):

O.

Tiwanaku-Wari: Extensión del patrón Clásico Tiwanaku hacia el Valle de Vilcanota (Lumbreras, 1969).

l.

Tiwanaku Clásico-Loreto Viejo: Ocupación clásica en un valle tropical del extremo sur del Perú (Lumbreras, 1969).

2.

Tiwanaku Clásico-Cultura de San Pedro de Atacama: Contextos textiles, cerámicos, metalúrgicos, pirograbados, grabados y tallados en madera con componentes Clásicos. Se integran durante la fase San Pedro II (Negra Pulida), entre los 300 d.C. Continúan los ingredientes Expansivos, a través de componentes cerámicos, textiles y equipos de alucinógenos derivados (Le Paige, 1964; Núñez, 1976a).

3.

Tiwanaku-Cabuza: Arribo de un grupo colonizador en Cabuza con . componentes del estilo Clásico Loreto Viejo, datado a los 380 d.C. (Rivera, 1976), en el valle de Azapa (Arica).

4.

Tiwanaku-Ilo/Moquegua (Chenchén): Ocupación de grupos con componentes Clásicos y Derivados en dos valles bajos del Sur del Perú (Lumbreras, 1974). Incluye el arribo Expansivo en Para (Tacna), definido por Uhle (1919) y evidencias aldeanas-templarías (Proyecto Contisuyo).

5.

Tiwanaku-Sobraya: Agrupación con indicadores cerámicos derivados del Desarrollo Clásico en el valle de Azapa (Dauelsberg, 1961).

6.

Tiwanaku-Pisagua: Incorporación de textiles Tiwanaku Expansivo y Clásicos en poblaciones marítimas del litoral de Pisagua (Uhle, 1919).

7.

Tiwanaku-Tarapacá 40-B: Asentamiento con cerámica burda café alisada y digitada (proliferación de agricultura avanzada), productos altiplánicos trasladados y textil de derivación Clásica. Se determina un tiempo inmediatamente posterior a los 360 d. C., durante el cual un grupo altiplánico (Fase B ), habría reactivado las ocupaciones de Caserones, en el valle bajo de Tarapacá. (L. Núñez, 1976a).

8.

Tiwanaku-Pica: Incorporación de deformación craneana, cerámica Charcollo y textiles Expansivos en un oasis piemontano al occidente del altiplano, dentro de un contexto de Desarrollo Regional (Complejo Pica). Este evento ocurrió hacia los 1.000 d. C. (L. Núñez, 1976a), como parte del arribo de un grupo altiplánico que convive con una densa población con componentes locales. 103

A

CROQUIS DE MOVILIDAD COMPLEMENTARIA CONVERGENTE TIWANAKU 400-1000 d.C. o) TOPATER (CALAMA).

b) ANCACHI (LOA INTERIOR). e) LORETO VIEJO (AZAPA). d) CABUZA (AZAPA). e) VALLE MOOUEGUA,CHENCHEN BOCA MOQUE GUA ,TACNA, lOCUCO, CALIENTES (CAPLINA). f) QUEBRADA DEL CEMENTERIO, YACANGO, CERRO MEJIA, CERRO BLANCO !REGION OE MQ QUE GUA).

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g) LDRETO VIEJO (VAU.E DE ILO).

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h) CHIRIBAYA ( VALLE 'DE ILO).

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N

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NEGRA PULIDA Y NEGRA CASI PULIDA). INCLUYE CONTACTOS CON NW. ARGENTINO.

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o

Kms

104

250

9.

Tiwanaku-Ancachi: Instalación de un grupo con componentes Expansivos en el oasis de Ancachi, situado en el curso inferior del río Loa (Latcham, 1938) constituyendo una «isla» agraria cercana al Pacífico.

10.

Tiwanaku-Cáñamo: Arribo de un grupo con textil Tiwanaku y equipo de alucinógenos en el litoral desértico de Cáñamo, al sur de !quique, datado a los 760 d.C. (L. Núñez- C. Moragas, 1978, in. lit.).

11.

Tiwanaku-Chiuchiu: Infiltración de un tiesto Tiwanaku Expansivo (pico-vertedero]) en un contexto voluminoso del Desarrollo Regional Tardío de Chiuchiu (Ryden, 1944). Parece similar a la situación del caso piqueño.

12.

Tiwanaku Expansivo-Cultura de San Pedro deAtacama: Ingreso de un paño textil inserto en la población local «San Pedro Negro Casi Pulido>>, que constituye una fase posterior al Negro Pulido Clásico. Demuestra las últimas conexiones del altiplano central con los oasis de Atacama, cercano a los 1.000 d. C., en contacto con densas poblaciones locales. Esta evidencia se complementa del arribo de tiestos polícromos Tiwanaku, en contexto Expansivos (Le Paige, Comunicación Personal).

13.

Tiwanaku-San Pedro-Isla: Desplazamiento de cerámica tricolor Isla, procedente desde la quebrada de Humahuaca, y su incorporación -en contextos locales de los oasis de Atacama, durante el desarrollo de los componentes Negro Pulido Clásico (Tarragó, m.s.). Durante esta época existieron conexiones entre la quebrada de Humahuaca y los oasis de Atacama.

14.

Tiwanaku-Tupiza W.-Alfarcito: La expansión Tiwanaku más meridional a través del altiplano alcanza la localidad deTupiza W., cerca de la frontera argentina (Ponce, 1971). Se supone que desde aquí pudieron traspasar caravanas con componentes directos hacia el noroeste de Argentina. La cerámica tricolor Alfar cito se establece a los pies de la Puna (Jujuy ), con un patrón altiplánico que recuerda formas y estilos de cerámicas derivadas de Tiwanaku dentro del territorio sur peruano (V. gr. Churajón). La asociación entre Isla y Alfarcito (Pérez, 1973), ratifican su relación sincrónica con Tiwanaku y admite la difusión de estilos tricolores que sobreviven en los ambientes no altiplánicos hasta etapas post-Ti wanaku. Su ingreso al NW argentino no ocurre vía oasis de Atacama, comprometiéndose más bien con los valles meridionales del altiplano sur.

15.

Tiwanaku-San Pedro-Playa Blanca: Los ingredientes Tiwanaku Clásico y San Pedro Negro Pulido Clásico se hibridizan con poblaciones costeras del desierto de Atacama (Playa Blanca), en donde se reflejan patrones funerarios con cerámica tubular y un posible textil polícromo con motivo Tiwanaku. Se trataría de una vin·c ulación entre los oasis de Atacama y el litoral desértico (V. Bustos, Comunicación Personal), orientado al manipuleo de excedentes exclusivamente 105

marítimos. 16.

Tiwanaku-San Pedro-Taltal: Desplazamiento de grupos de los oasis de Atacama hacia el litoral desértico de Taltal, conformando cementerios con componentes Negro Pulido Clásico, dominantes a modo de ínsulas de explotación en un medio exclusivamente marítimo (Capdeville, 1923).

17.

Tiwanaku-San Pedro-Aguada: Del mismo modo como se estableció un movimiento múltiple dé grupos con cerámica negra pulida clásica hacia diversos enclaves del NW argentino, a su vez alcanzaron hasta estos oasis las caravanas de grupos Aguada en donde asimilaron rasgos Tiwanaku. Aguada asimiló de Tiwanaku la tecnología del bronce, culto al cráneo-trofeo, felinos, sacrificadores, etc., sin duplicar estilos cerámicos e iconográficos directamente, sino más bien modificándolos bajo su propio patrón cultural. Aguada no accede hacia las tierras altas del noroeste, opuestamente se extiende hacia los valles cada vez más meridionales con asiento más efectivo en el valle de Hualfin, logrando ocupar oasis intermedios como Laguna Blanca, para contactar con los ejes de los oasis de Atacama (González, 1963).

E. AMPLIFICACION IV: MOVILIDAD REGIONAL POST-TIWANAKU (1.000 d.C.-1.450 d.C.) Es imposible detallar los registros arqueológicos de este período ya que hay una multiplicidad de sitios en casi todas las regiones costeras y altas, pero en su mayoría proporcionan evidencias variables de rasgos entrecruzados como consecuencia del Tráfico Interregional. Es muy probable que una vez que se establecieron las organizaciones sociales Wari-Tiwanaku, ocurrieron distintos tipos y niveles de patrones del modo de vida ganadero-caravanero con diversos vínculos de complementación con los centros urbanos. Suponemos que por ese entonces había ocurrido un proceso de interdigitación de diferentes grupos de pastores-caravaneros y urbanos en los Andes Centrales. También sospechamos que estos dos sistemas se habían engranado funcional y estructuralmente en una eficiente economía de operación compleja. También es probable que en los Andes Centrales algunos grupos costeros, situados entre los principales valles de la Costa Norte y C·e ntral, actuaban recíprocamente con algunos serranos, enviando y manteniendo caravanas regulares a larga distancia hacia las altas planicies. Este tráfico se opondría al movimiento giratorio de los Andes Centro-Sur en el sentido de que el principal control de los asentamientos urbanos y sus comunidades satélites actuó como un eje centralizado que unía zonas alejadas de los focos de comercio e intercambio, expandiendo el círculo de influencia económica y potencialmente sociopolítica, desde los ejes urbanos fijos (polos de atracción). En este caso las caravanas habrían sido organizadas y controladas por comunidades urbanas y habrían utilizado los asentamientos centralizados como estaciones terminales. En otras palabras, las caravanas relativas a lo urbano representarían 106

un movimiento más espontáneo operado por la naturaleza centralizada de una economía de nivel urbano que regula el flujo de bienes externos de acuerdo a sus necesidades internas. Cuando ocurre la declinación del urbanismo W ari en los valles altos al pie de la puna peruana, paralelamente en la vertiente occidental entre el sur del Perú, norte de Chile y noroeste de Argentina, se define fuertemente un Desarrollo Regional floreciente que tiende en conjunto a coartar la dirección convergente de los movimientos hacia el eje mayor Tiwanaku. El eje Tiwanaku se descentraliza por la desarticulación del tráfico de larga distancia. La emergencia de múltiples Señoríos con alta autonomía dispuestos en los territorios periféricos antes mencionados permitió una red de conexiones entre sí, con patrones de tráfico de menor distancia. Paralelamente, la descentralización del dominio Tiwanaku y su consecuente reemplazo por diversos reinados independientes, permitió la conservación de los ideales de complementación a través de contactos caravánicos. Los reinos del altiplano central convienen sus movimientos hacia el área vallecosta del sur del Perú y norte de Chile. Al tanto que los del Altiplano-Sur interactuaron con los Señoríos de Atacama y valles del noroeste de Argentina. A su vez entre los Señoríos circumpuneños de Atacama se enfatizó un particular tráfico de relativa corta distancia. El modelo alternativo de intercambios (ferias móviles) y colonización directa, continuó a través de aldeas-ejes meridionales. Definitivamente, no hay un retorno hacia la búsqueda de un eje mayor y único convergente. La intensificación del tráfico tardío de caravanas permitió la proliferación de aldeas y ferias rotantes, frustrando los intentos urbanísticos.

• E.l. Reinos y asentamientos altiplánicos: su ámbito de interacción en la Vertiente Occidental. La disolución de la hegemonía política-litúrgica Tiwanaku, acondicionó el desarrollo de los llamados «Reinos Lacustres» (Murra, 1968; Lumbreras, 197 4), tendientes a descentralizar el movimiento giratorio, transformando a los ejes secundarios en centros agropecuarios, los cuales a su vez organizaron sus propios ámbitos de interacción. Se ha aceptado que la estructura de estos reinos, documentados en el siglo XVI, reflejan una vía de desarrollo puesta en práctica a lo menos durante los dos últimos siglos tardíos de la prehistoria andina, constituyendo verdaderos reinos postTiwanaku (Lumbreras, 1974), con una matriz cultural, técnica, política y lingüística homogéneas. Desde la región de Sicuani (sur de Cuzco) hasta el río Loa y regiones transpuneñas de Atacama, se dispusieron múltiples ejes de movilidad a base de caravanas de regular y larga distancia que incorporaban múltiples ejes complementarios que se habían consolidado a través de aldeas estables en valles y asentamientos rurales dispersos en las tierras altas agroganaderas. Diversas aldeas-cabeceras de reinos en el ámbito de la Cuenca del Ti tikaka funcionaban como ejes estimulantes del movimiento giratorio de excedentes de complementación; planificando el envío de gentes y bienes hacia ambientes distantes, a través del patrón de ocupación 107



vertical (Murra, 1972) orientado preferentemente hacia la vertiente occidental. Al tanto, afianzaban su hegemonía política sobre múltiples asentamientos-ejes en el propio altiplano, con circulación de bienes especializados, procedentes de diversos espacios tanto altiplánicos como orientales, por vía de operaciones temporales de intercambio (ferias). El área más productiva del altiplano (Cuenca del Titikaka) consolidó el desarrollo de los reinos Collas, Lupaqas, Canas, Can chis al sur del Cuzco; Collaguas al occidente de Puno, Pacaxes al sur del Titikaka, Omasuyos al NE del lago, Ubinas en las tierras altas de Arequipa, Collaguayas al oriente del altiplano, Charcas al sur del ámbito Pacaxes. En el altiplano meridional, los Señoríos o reinos menores de Carangas, Quillagas, Lípez y Chichas, también aymará hablantes, dispusieron ejes más ganaderos que agropecuarios, sustentando fuentes excedentarias de riqueza, a pesar de ocupar un espacio sensiblemente menos productivo. Se ha sugerido que estos reinos ya estaban coactuando hacia los 1.000 años d. C., enviando bienes de subsistencia (V. gr. charqui, quinua, chuño), de materias primas (V. gr. lanas), status (V. gr. plumas tropicales) de prácticas ceremoniales-mágicas (V. gr. alucinógenos), estimulantes (V. gr. coca), culturales (V. gr. cerámica y simbología litúrgica), etc., hacia la vertiente occidental en donde se establecían los ejes aldeanos fijos en los valles y oasis bajos. Desde aquí se distribuía a su vez el movimiento giratorio hacia múltiples ejes secundarios en los diversos espacios aledaños, incluyendo la costa. Esta infiltración socio-cultural parece responsabilizarse de la emergencia de poblaciones con complejos culturales portadores de mezcla de componentes, a consecuencia del tráfico interregional y rnultiétnico, que conforman los llamados Desarrollos Regionales en los valles de la vertiente occidental, territorios fértiles transpuneños y NW argentino. Con este sistema de traspasos de excedentes de consumos, ideológicos , farrnacopeos, tecnológico, etc. se contactaban temporalmente a múltiples ejes rurales en el altiplano, incorporándose al movimiento giratorio de caravanas, sea cual fuera su tamaño demográfico. U na amplia e impresionante distribución de asentamientos-ejes en el altiplano ocupó gran parte del espacio útil de las tierras altas, con óptimos niveles de reserva energética, sólo comparable con el potencial marítimo. La sunia de estos ejes creó un modelo de desarrollo creciente, favoreciendo la instauración de una red de linajes «reales» en torno al Titikaka. Estas minorías señoriales a diferencia de la experiencia Tiawanaku, no retornan al modelo semicentralizado. Por el contrario, el patrón giratorio impuesto permitió el desarrolló rural disperso. Mientras más ejes dispersos y en enclaves distintos y distantes, mayor capacidad de desarrollo a nivel del macro sistema, sin centralización obligada. La aplicación eficiente, en estos reinos, del patrón dual de organización social (Murra, 1973), debe comprenderse corno un factor de apoyo hacia el manejo de recursos distantes y de amplia cobertura política y laboral, adecuada sobre territorios que exigen una distribución racional de gentes, bajo autoridades múltiples . Aunque hay un déficit de información sobre las evidencias arqueológicas que especifiquen la naturaleza de las interacciones entre estas etnias 108

y la vertiente occidental, las escasas indagaciones realizadas confirman el carácter «colonial» de la expansión giratoria tardía de las tierras altas, aunque se debe suponer que no es esto la única vía posible de conexiones interregionales. En Tacna (Trimborn et al. 197 5) se han registrado evidencias concretas de la presencia de «colonias aymarás» procedentes del Altiplano, desde los 1.000 años d.C ., vinculados a controles de valles tropicales. Por otra parte, en el sur del Perú también se ha avanzado en casos de colonias altiplánicas orientadas a la explotación de mar. Los estudios de Trimborn ( 1968) ubicaron en la localidad de Atiquipa, al norte de Chalas, en la costa del extremo sur del Perú, un hábitat formado por aterrazamientos utilizados para la agricultura de lomas. En sitios estratégicamente altos, se ha encontrado un buen número de estructuras con techos resueltos con la misma tecnología tipo Urus. Se trataría de un asentamiento procedente del altiplano, que habría instalado una factoría costera para preparar pescados secos y transportarlos junto a otros productos marítimos al interior. Trimborn cree que el sitio Atiquipa actuó como una estación obligada entre la costa y las tierras altas dentro de un contexto de «COnlercio vertical» y un «intercambio horizontal» especialmente con los grupos Nazcas. Aunque estas estructuras podrían ser tumbas, habitaciones o depósitos, no cabe la menor duda que corresponde a un patrón netamente altiplánico, donde más que comercio hay que ver una explotación directa del litoral. -Aún no hay una clara correlación entre estas evidencias y los Reinos y Señoríos altiplánicos definidos, queda fuera de duda que entre ejes costeros y altiplánicos circulaban movinlientos giratorios de interacción entre «archipiélagos» y «CabeceraS>>, antes del desarrollo Lupaqa, y aún algo antes de la expansión inka. Estos mismos modos de integrar nuevos espacios productivos directamente, parecen repetirse con un mayor nivel de infiltración social en los valles más altos del sur peruano. Se ha supuesto bien que el estilo tricolor Allita Amaya (Tchopik, 1946) se focalizó en el ámbito Lupaqa, al tanto que el estilo Kollau se identificó con el territorio Colla (Lumbreras, 1974). Se ha sugerido que los componentes Allita Amaya habrían motivado el surgimiento de los estilos Churajón y Chiribaya, a través de asentamientos coloniales en valles intern1edios y bajos de la vertiente occidental. Por otra parte, Kollau habría ocupado enclaves en valles y oasis bajos entre el sur del Perú y río Loa, por medio del estilo negro sobre rojo, que con algunas variables, se le reconoce como Chilpe en el Norte de Chile. También se acepta que las comunidades Mollo del Altiplano (Ponce, 1957), establecidas en la actual provincia de Muñecas, accedieron su ingreso al área de Churajón en el valle de Arequipa, distribuyendo componentes regionalizados en el estilo Chiribaya. Grupos Chiribaya parecer ser definitivamente colonias altiplánicas sincrónicas a comunidades estables de valles del sur del Perú, y muy especialmente del espacio fértil entre Moquegua y Arica, con un modo de ocupación en ínsulas muy similar al patrón colonial Lupaqa. Los asentamientos Churajón comprometidos con el sistema colonial altiplánico se orientaron a los trabajos agrarios, al margen del urbanismo 109

coexistente en las regiones algo más septentrionales. Sus excedentes agrarios suplementaron a la vía económica propiamente altiplánica. Sus asentamientos-ejes se radicaron en aldeas-conglomerados y ocuparon obras de andenerías reactivadas por agrupamientos al parecer multiétnicos desde cabeceras distantes. Así, el tráfico giratorio se intensificó entre los valles y costa de la región de Arequipa, con los Reinos limítrofes. Es probablemente que este importante pasadizo de interacción con el altiplano se dispuso después de una etapa crítica conflictiva, a raíz de la imposición inicial del modelo colonial. Hay tradiciones que tienden a confirmar la existencia de disputas territoriales en el ámbito Churajón, con vencedores altiplánicos (Lumbreras, 197 4). La presencia de poblaciones locales precedentes al arribo colonial habrían acondicionado mezclas étnicas y culturales, explicándose así el carácter híbrido de los componentes ChurajónChiribaya, posteriores a la etapa conflictiva.

E.2. Señ.oríos y asentamientos de la Vertiente Occidental y Circumpuneñ.os: Relaciones de interacción. Desde el río Majes (Sur del Perú) hasta el río Loa (Norte de Chile) se establecieron durante el período de Desarrollo Regional (1.000- 1.450 d. C.) diversos sistemas sociopolíticos en los ámbitos agro-marítimos de los valles bajos e intermedios (V. gr. Churajón, Arica, Pica, etc.); reciben caravanas desde ejes establecidos en los valles altos y altiplánicos. Es el tiempo de la formación de Señoríos locales unidos por intereses semiconfederad