Turismo
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Domingo 9 de diciembre de 2007
[ CORDOBA ] Villa General Belgrano
Entorno de fantasía para delicias europeas La gastronomía es uno de los puntos fuertes de este pueblo de estilo alpino, que fomenta el turismo cultural y sorprende con sus fiestas y personajes
Música bávara junto al arroyo (izq.), Olaf y una vista desde el edificio más alto (arriba), cerveza artesanal y la entrada del Museo Romano FOTOS IRMA MONTIEL
Por Martín Wain Enviado especial
V
ILLA GENERAL BELGRANO.– Olaf demora, en tiempos del Oktoberfest, unas tres horas en llegar desde el predio de la fiesta hasta su local de chops artesanales. Son sólo 200 metros, pero la aglomeración de cámaras de fotos interrumpe su marcha a cada paso. El es el Vikingo, toda una institución de la semana cervecera, aunque durante el año es simplemente... Olaf. Nadie lo conoce por apellido y él prefiere su nombre de personaje. Mucho hay de cuento en esta villa, a 88 kilómetros de la capital cordobesa. El Monje Negro, por ejemplo, que encabeza con su capa misteriosa los desfiles de las fiestas de octubre, atiende un hotel con el nombre real de Susi Schlötzer. El rostro de esta joven abuela rubia es el más conocido de este pueblo enclavado en el Valle de Calamuchita, un símil aldea alpina que sorprende por su cuidado estilo centroeuropeo, donde prevalecen
los tejados, la madera y los canteros floreados, además de la gastronomía alemana y, claro, la cerveza. En la Oficina de Turismo parece empezar el juego. Dos chicas reciben al visitante, vestidas de tirolesas en fechas especiales. O sea, casi siempre. Porque si algo no falta en la villa son motivos para brindar: desde la Fiesta del Chocolate Alpino, en julio, y el Día del Huésped, en agosto, hasta la Fiesta Nacional de la Masa Vienesa, en Semana Santa, y la Festa Della Pizza e Birra, en noviembre, hay una veintena de festividades, además de conciertos y ciclos de arte durante el verano. “Son todos encuentros light”, se ríe Raúl Lamponi, otro de los personajes reales. Desde su cervecería Brunnen está planeando una gira con carpa de circo y trapecistas, para llevar su bebida artesanal por los pueblos. Es un sueño que, asegura, hará realidad algún día. Pero por ahora tiene bastante actividad con su fábrica de la calle principal, abierta al público, donde realiza cinco clases de cervezas, 100% malta. Viejo Munich es la otra fábrica artesanal, que vende unos 5 mil litros por
mes, mayormente en las mesas de su restaurante. El dueño es defensor a ultranza de la realización manual, que puede verse mientras se disfruta de las especialidades germanas. “Nuestra cerveza es extra o extra fuerte, de alta calidad. El sabor puede variar un poco de una a otra botella, justamente porque no hacemos bebida seriada. Eso, creo, le da mayor valor. ¿O acaso los pucheros salen todos iguales?”, pregunta. Mientras crece el turismo internacional, los sabores de esta bebida apuntan a los paladares locales, que prefieren menos porcentaje de lúpulo, es decir, una cerveza más refrescante y menos amarga. Porque las tradiciones también se adaptan, como ocurre con las ceremonias del espiche: mientras el orgullo, en otras partes del mundo, es abrir el barril de cerveza sin derramar una gota, aquí se bate el mismo para salpicar mientras se sirve. La oferta del pueblo combina turismo cultural y gastronómico con paseos por el valle, con La Cumbrecita como preferido y la playa del río Los Reartes como destino cotidiano en épocas de calor.
En la villa misma se encuentra la calma absoluta a dos cuadras del centro, junto al arroyo que baja paralelo a la calle principal. Este paseo de 1500 metros fue recuperado en los últimos meses gracias a las ovejas: la Municipalidad contrató un rebaño que pasta al lado del río, todos los días, para mejorar el terreno.
Identidad y misterios Cuentan que un problema de polleras derivó en el nombre de la villa, elegido por decreto, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Pero la historia de celos por la llegada de jóvenes alemanes –del acorazado Graff Spee–, que atraían a la mujeres de la región, se entremezcla aún con distintas versiones sobre una bandera argentina quemada y un turismo creciente que causaba malestar en los alrededores. Actualmente, representantes de veinte colectividades habitan esta villa, donde prevalece la cultura alemana y la imagen centroeuropea por elección de la mayoría, y como fuerte sello turístico. El restaurante Bierkeller, por ejem-
DATOS UTILES COMO LLEGAR ● Desde la Ciudad de Córdoba, el
trayecto es de 90 a 120 minutos, por la ruta provincial Nº 5. DONDE DORMIR ● Hay 4000 plazas disponibles.
Las tarifas en temporada alta, para dos personas, son: $ 90 a 260, en hotel (hay hasta 3 estrellas); 90 a 270 en posadas, y 100 a 450 en cabañas. DONDE COMER ● Viejo Munich: Avda.
San Martín 362; Los Pinos (cervecería Brennen): Avda. J. A. Roca 73; Bierkeller: Avda. Las Magnolias y ruta Nº 5; El Ciervo Rojo: Avda. J. A. Roca 210; Posta del Arroyo: Ojo de Agua 174 MAS INFORMACION ● www.vgb.gov.ar
plo, que ofrece delicias germánicas con sabores caseros, es propiedad de las hermanas Apolloni, cuya madre, italiana, claro, aprendió las recetas de mujeres de la región. “Una señora húngara le enseñó los secretos del goulasch, una alemana los del chucrut... Y en veinte años se fue especializando. Pero siempre cocinó a lo tano, o sea en proporciones familiares”, cuenta María, una de las hijas, que continúan con la tradición. Tampoco el artesano Tito Romano tiene origen alemán. Su padre, en Calabria, arreglaba pequeñas fortalezas, cuya construcción lograron imitar para albergar un museo politemático. “Abanico tecnológico de todo lo que ahora entra en un celular”, explica Tito, en gran parte responsable del estilo del pueblo. Sus carteles de madera, que hoy pueden verse en toda la villa, son también continuación de un acto de su padre, que le regalaba un letrero artesanal a cada local que se inauguraba. Una ordenanza favoreció luego su uso y hoy hasta los nombres de las calles son indicados con madera, como un detalle pintoresco más de un pueblo con marco de fantasía.