Enfoques

2 dic. 2007 - Entonces nosotros no sabemos cómo llamarlo: ¿eso es realmente bisexualidad? Recién estamos en la etapa de tratar de entender. Aún.
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Domingo 2 de diciembre de 2007

e También la especialista en educación e investigadora Gabriela Diker adjudica a los medios de comunicación un rol nada desdeñable como uniformadores de conductas: “Los medios tienen una gran eficacia en la construcción de un modelo de adolescente que borra momentáneamente las diferencias sociales”, opinó tiempo atrás al ser consultada por LA NACION. Otra clave del mundo adolescente de aquí y de allá es el cambio en el tipo de relación: la cadena conocimiento-enamoramiento-relación sexual parece ser cosa del pasado. “Ya no se estila el noviazgo durante la escuela. Eso empieza recién en la facultad. Hoy todos [mujeres y varones] quieren pasarla bien en el momento y con el que pinte”, dice Lucas, de 17 años, alumno de 5to año de un colegio del barrio de Tolosa, en La Plata. En ciertos casos, sin embargo, pareciera que el destape está claramente promovido por los adultos cuyo negocio es el entretenimiento adolescente. En los inicios de la pubertad, a los 13 años, los chicos se relacionan entre sí con las “transas”: besos en la boca que, hace rato, dejaron de ser patrimonio exclusivo de los noviecitos. En las matinées de la mayoría de los boliches, en el horario más temprano (de 20 a 24), están de moda las llamadas “fiestas del dólar”. Son así: en la entrada, los organizadores reparten a los varones dólares de fantasía que sirven para “comprar” regalos como osos de peluche, remeras o mochilas. La idea de la fiesta es que las damas “transen” con los chicos para que éstos les cedan sus billetes, como un intercambio de favores. De modo que la niña que se va triunfante con el oso de peluche gigante (que en el boliche cuesta cerca de 50 “dólares”) es porque ha besado con gran pasión a varios compañeros. Los viajes a Bariloche de los chicos que terminan el secundario son otro ejemplo. En la última noche, las empresas organizadoras homenajean a los egresados con una fiesta de disfraces. Los trajes los proveen los coordinadores (a quienes hay que pagarles 20 pesos por el alquiler) en una oferta sugestiva: los varones pueden optar entre sotanas de monje o villanos de historieta como el Acertijo o el Guasón, entre otros, mientras que los disfraces de las mujeres sólo varían entre enfermerita sexy, policía con portaligas o conejita de Playboy.

Los varones opinan que, en muchos casos, las chicas son “más zarpadas” que ellos CORBIS

El alcohol, un estimulante para la desinhibición

Chicas avasalladoras En general, las chicas parecen llevar la delantera en este huracán. Los varones de su edad dicen que ellas son las que están “más zarpadas”. La psicóloga Diana Rizzatto, presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar, recuerda que el nuevo siglo está caracterizado por el avance de la mujer en espacios tradicionalmente ocupados por los hombres. “Hay un cambio en lo que se espera del género femenino. Antes, la virginidad era un valor; hoy se podría decir que es al revés”. Y agrega: “Los chicos muchas veces se sienten avasallados por las mujeres o atrasados en su maduración sexual.” Así, el destape convive con preconceptos más tradicionales. ¿Te pondrías de novio con una chica que te practica sexo oral en un boliche?, le preguntó LA NACION a Felipe, un estudiante de primer año de Derecho de la Universidad Católica Argentina (UCA). “Nooo, para formalizar prefiero una chica más reservada”, contestó con franqueza. Entre las quinceañeras, el tema del sexo oral es toda una cuestión. Las chicas piensan que de esa manera pueden relacionarse sexualmente sin perder la virginidad ni correr riesgos a contraer embarazos y con la percepción errónea de que no hay contagio de enfermedades por esta vía. “Para un varón siempre es más top conseguir un pete que una transa”, opina Emilio, de 18 años recién cumplidos, residente de Olivos. En el lenguaje corriente de los adolescentes, practicar

SOLEDAD AZNAREZ

La imagen de una adolescente, tal como la envió ella misma a un portal

sexo oral es “hacer un pete”. Esa denominación dio lugar a un nuevo verbo –“petear”– y a un adjetivo calificativo aplicado a la mujer que lo practica: “petera”. La expresión remite más al chupete que a una relación sexual en sí misma. En la década pasada, fue el presidente norteamericano Bill Clinton quien abrió el debate sobre si el sexo oral es o no sexo, durante su defensa por su affaire con la pasante de la Casa Blanca Monica Lewinsky. “Las chicas creen que la relación sexual es sólo la penetración. Por eso practican una felatio en cualquier lugar: un boliche, una fiesta. Lo grave es lo mal informadas que están. Desconocen que con una felatio pueden contagiarse sífilis, HPV [virus del papiloma humano] y hasta sida, si hay lesiones en la boca”, describe la ginecóloga Alejandra Giurgiovich, miembro de la Sociedad Argentina de Ginecología Infanto Juvenil. Según una encuesta que esa institución realizó en 2006, el promedio de edad

de iniciación sexual (con penetración) es de 15 años entre los varones y de 16 entre las mujeres. El alcohol es otro estimulante para la desinhibición. Una parte importante del programa nocturno de los chicos es la previa: juntarse en una casa, en una plaza o en un auto a tomar, para luego ir a la fiesta o al boliche. Un sábado de este invierno, unos cuarenta chicos de 15 y 16 años iban a bailar a Coyote (en el partido de San Miguel) en un micro dispuesto por el propio boliche, cuyo punto de partida había sido el barrio de la Recoleta. Eran compañeros de un colegio privado, católico y bilingüe de la zona de Palermo Viejo. Pasada la una de la madrugada, los adolescentes se entonaban durante el viaje con el “jugo loco”, una mezcla fuerte de vodka con jugo de naranja. Entre risas y música de reggaeton, un chico desafió a una compañera, que decidió seguirle el juego. Se fueron a los asientos

“Una parte importante del programa nocturno de los chicos es la previa: juntarse en una casa, en una plaza o en un auto a tomar, para luego ir a la fiesta o al boliche” traseros y ella le practicó sexo oral a la vista de todos: un acto íntimo convertido en público y exhibido como osadía –en el caso de ella– y como triunfo –en el caso de él–. Balardini enmarca esta conducta en un fenómeno más amplio: “Desde los años noventa a esta parte, hubo un cambio en la relación entre lo público y lo privado. Antes, el pudor tenía que ver con el espacio de la intimidad. Hoy, esas barreras se corrieron completamente. Ese es el sentido, por ejemplo, de Gran Hermano”. La historia llegó a oídos de Carolina, la madre de una de las chicas que viajaba en el colectivo que iba al boliche. “Intento hablar todo con mi hija, pero veo que los otros padres no hacen lo mismo, están en Babia. Para muchos es más cómodo estar en la suya y no enterarse de qué hacen sus hijos”, opina. “Hace poco hubo una reunión de padres porque un compañero terminó en el hospital con un coma alcohólico y me indignó la negación de los

adultos sobre estas cuestiones que todos sabemos que pasan”. Para Rizzatto, experta en terapia familiar, la mayoría de los padres están “desorientados”. Se explaya: “Esta es una generación de padres que tiene miedo a sus hijos, como antes habían tenido miedo a sus padres. Los chicos avanzan con su vehemencia y los adultos tienen dificultades para decir que no”. Pese a que crecen en un mundo hiperestimulado, los chicos de hoy, como antaño, no se animan a hablar de sexo con sus padres. “Si querés saber algo de sexo, le preguntás a una amiga. A la última persona que le contás algo es a tu mamá. ¡No da!”, dice Mariana, 16 años, rubia, vestida de marca, nacida y criada en Barrio Norte.

Llamar la atención De octubre a diciembre, la agenda de Mariana está marcada por decenas de fiestas de egresados. Cuenta que, en esos festejos, la última moda es besar a personas del mismo sexo. “El otro día fui a una fiesta y los egresados se pusieron en círculo, los varones se daban piquitos y dos amigas apretaban y se reían; estaban todos re en pedo”, cuenta, entre risas. “Yo conozco a esas chicas y sé que les gustan los varones, sólo lo hacían para llamar la atención”. Pappolla detalla que este tema despertó un debate entre los especialistas de la Sociedad Argentina de Pediatría: “Las chicas vienen al consultorio y me cuentan que besaron a una amiga en el boliche, pero dicen que lo hacen para llamar la atención de los chicos.

Lo relatan con suma liviandad. Entonces nosotros no sabemos cómo llamarlo: ¿eso es realmente bisexualidad? Recién estamos en la etapa de tratar de entender. Aún no tenemos conclusiones”. El sociólogo e investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Marcelo Urresti aclara que nuestros adolescentes no son del todo originales. Más bien, responden a una tendencia global: “En Alemania u Holanda, estas prácticas son absolutamente normales entre los adolescentes. Hay una tendencia general a una baja del inicio en la práctica sexual y una caída de las barreras inhibitorias”. Italia está envuelta ahora en un debate nacional a raíz de una investigación publicada por el Corriere della Sera sobre el fenómeno conocido como “baby prostitución”. Entre otros casos, revela la extendida práctica de chicos de entre 12 y 14 años que ofrecen servicios sexuales para pagar sus cuentas de teléfono celular o deudas de juego. La alarma fue tal que hasta se pronunció el ministro del Interior, Giuliano Amato. “Esto no es sociología, es política: si no hacemos algo para controlar la situación y dar confianza al país seremos condenados por Dios y por los hombres”, afirmó. En América latina, el tema resonó con fuerza en Chile, paradójicamente uno de los países más conservadores de la región. En octubre pasado, un grupo de adolescentes de 14 años, compañeros de un colegio católico de Santiago, filmaron a una chica mientras le realizaba sexo oral a un compañero en una plaza. Luego, subieron las imágenes al portal de Internet YouTube, y bastaron unos pocos días para que el video se hiciera famoso. A raíz del escándalo, la chica fue apartada del colegio, aunque los dos varones que participaron en la escena pudieron continuar con las clases. La ministra de Educación chilena, Yasna Provoste, criticó la medida adoptada por el colegio. Como respuesta, las autoridades de la institución aclararon que la niña no había sido expulsada, sino separada del aula para su propia protección. En la Argentina, las aulas de los colegios están conmocionadas por los celulares, que los chicos llevan abiertamente o a escondidas. Sacan fotos, se graban, y su presencia se delata cuando suena el ringtone de alguno de ellos. El más común: “A ella le gusta la gasolina; dame más gasolina…” © LA NACION