En Indonesia, Argentina juega un poco de local

12 | TURISMO. | Domingo 7 De septiembre De 2014. Pasajeros frecuentes. Por el angosto camino des- de la ciudad de Kuta hacia los magníficos arrozales.
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12 | TURISMO

| Domingo 7 De septiembre De 2014

Pasajeros frecuentes

En Indonesia, Argentina juega un poco de local Por Daniel Flores

P

or el angosto camino desde la ciudad de Kuta hacia los magníficos arrozales de Jatiluwih, en las colinas del oeste de la isla de Bali, nadie se despega de las ventanillas de la combi. A cada paso, de cada lado, un nuevo templo, un altar cubierto de ofrendas, otra escultura de una enigmática deidad. O un delicado cartel de madera, tallado por algún heredero de varias generaciones en su arte, con una extraña inscripción: Maradonna (sic). Una de las pasajeras, argentina, pregunta qué significa esa curiosa palabra en lengua bahasa. Susi, guía del tour, profunda conocedora de cada pliegue en la rica cultura isleña, responde con sabiduría balinesa: “Un jugador de fútbol de tu país”. Todos saben del fenómeno. En cualquier lugar del mundo, en el último rincón del planeta, cuando un argentino se presenta como tal, la asociación automática incluso para quien no ubica en qué continente ni hemisferio está la Argentina es ¡Messi!, tal como antes era ¡Maradona! En el Caribe, en países nórdicos, en Medio Oriente o en el sudeste asiático. Hoy, en días posmundialistas, el diálogo puede progresar incluso hacia un ¡Agüero!, un ¡Di María! o un ¡Higuaín!, con distintas pronunciaciones, pero idéntico entusiasmo y aprobación. Y si el interlocutor es mayor de 40 y le

gusta especialmente el fútbol, no es de extrañar un ¡Kempes! Lejos de ser la excepción, Indonesia es un ejemplo extremo de la Argentina como sinónimo de pelota y de sus mejores talentos como embajadores de facto, aunque el deporte nacional allá sea el bádminton. Este archipiélago compuesto por 17 mil islas y con la cuarta mayor población en el mundo, es sorprendentemente futbolero, a pesar de carecer de una liga o una selección competitivas internacionalmente. Casi no hay mercado que no ofrezca camisetas argentinas. En la isla de Bali, donde tallan car-

telitos con el apellido de Diego Armando (que el año último causó furor con una serie de clínicas en estas islas), lo primero que se ve al salir del aeropuerto de Kuta es una publicidad gigante con el rostro de Messi y un cuerpo de robot. Y en la feria de pescado fresco en el puerto de Labuan Bajo, isla de Flores, un puestero (en la foto), con la albiceleste, va mucho más allá de recitar un par de jugadores. “Cuando Argentina perdió la final del Mundial estuve enfermo una semana, en cama –dice, aún contrariado–. Acá todos queríamos que ganara Argentina.” En la villa de Ubud, también Bali, el carpintero y dueño del restaurante Warung Jangar Ulam, rodeado de campos de arroz, asegura que se levantó en la mitad de la noche para mirar cada partido del equipo de Sabella (y su mujer, cocinera, suspira resignada). Y en un vuelo de Garuda, la aerolínea indonesia, un pasajero pregunta, consternado, a su vecino argentino “¿qué pasó?”, mientras señala el siguiente titular en el Jakarta Post: Boca le pierde la paciencia a Bianchi, anunciando la partida del Virrey. Evidentemente, son días de preocupación en Yacarta, la capital indonesia, donde además de miles de simpatizantes, Boca Juniors tiene una muy popular escuela de fútbol, en modo franquicia.ß