4 | TURISMO
| Domingo 2 De noviembre De 2014
En góndola como un local por Venecia
la gente de Venecia, que aún usa las góndolas y otras embarcaciones de remo, se reúne”, comentó McElroy. Al final estábamos tan satisfechos que no teníamos deseos de cenar, y satisfechos también por habernos aventurado en lo más profundo de la vida de la góndola, pero Caporal nos dijo al día siguiente que otra opción era mirar una de las muchas regatas anuales entre una veintena de clubes de remo de la ciudad. Nuestra estada no coincidió con ninguna, pero Caporal, que forma parte del equipo Remiera Canottieri Cannaregio, nos dijo que las góndolas y otros barcos de remo compiten en las lagunas los domingos todo el año. “Observarlos es una buena manera de tomar contacto con la comunidad que intenta preservar el modo original de moverse por Venecia”, agregó. Es posible que se usen en regatas, pero el verdadero paseo en góndola para turistas es a paso de tortuga, y la última tarde de nuestro viaje había llegado el momento de darle el gusto a Meenakshi. Nos embarcamos los tres, un día agradable de 15ºC , en un canal próximo a la plaza San Marco. A medida que nos deslizábamos por el Grand Canal bordeado de palacios centenarios, Mahir y yo nos deleitábamos con los cálidos rayos de sol, y la alegría y el entusiasmo reflejados en la carita de Meenakshi. Al final posamos para las fotos con las amplias sonrisas de rigor. Miré alrededor y vi a los pasajeros de otras embarcaciones, felices, y en ese preciso instante me convertí en uno más de los tantos turistas de todo el mundo que vienen a Venecia deseosos de cumplir el sueño de pasear en góndola.ß
italia. Un paseo por la historia y la tradición de estas embarcaciones íconos de la ciudad de los canales; los fans hasta pueden tomar clases para aprender a remar
Shivani Vora
THE NEw YORk TIMES
VENECIA.– Eran las vacaciones de primavera y nos íbamos a Venecia. Como muchos turistas que viajan a esta parte del nordeste de Italia nos atraían las góndolas. Mi hija de 5 años, Meenakshi, fue para pasear en la popular embarcación. Yo, en cambio, deseaba explorar el mundo de los gondoleros, más allá del paseo en sí. Quizá no haya imagen más romántica que la de un gondolero, vestido con sus típicos pantalones negros y remera a rayas, entonando canciones italianas, mientras pasea a parejas de enamorados por los canales venecianos. Esta vivencia se reproduce en el Venetian Resort and Casinos de Las Vegas y Macao, y la Venecia próxima a Hangzhou, China. En Venecia hoy es posible que las góndolas se empleen para darle a los visitantes una emoción costosa (alrededor de 100 dólares, por un paseo de 45 minutos), pero se usaban hace alrededor de mil años para transportar a los ciudadanos pudientes por la laguna. Los gondoleros eran sus choferes, y antes de que las lanchas de motor, más rápidas y económicas, se convirtieran en el pilar de mediados del siglo XX, los venecianos usaban botes planos, sin quilla, para trasladarse de un lugar a otro. En la actualidad hay un poco más de 400 gondoleros oficialmente autorizados –casi todos hombres– que son propietarios de sus embarcaciones y pueden trabajar en turismo, y un puñado de otros residentes que usa las góndolas o embarcaciones similares en su vida cotidiana. El remo, pasado de moda, como medio de transporte, una parte esencial de la cultura veneciana, está desapareciendo, pero durante nuestra estada de cuatro días mi esposo, Mahir; Meenakshi y yo nos sumergimos en un mundo en el que continúa prosperando. Recuerdos náuticos Nuestra travesía comenzó en Arzanà, un museo sin fines de lucro, poco conocido, en el barrio residencial de Cannaregio, que alberga objetos náuticos raros y obsoletos. Un grupo de residentes entusiastas por las embarcaciones venecianas sin motor armó la colección en 1992, que se puede visitar sólo con cita previa, acompañado de un socio. La nuestra fue Nan McElroy, oriunda de Atlanta, que se radicó en Venecia hace una década. Esta mujer, de 59 años, trabaja como voluntaria para la organización y junto con cuatro mujeres más también fundaron Viva Voga Veneta, una organización sin fines de lucro que promueve el remo tradicional en la ciudad. “No hay mejor manera de conectarse con Venecia que no sea a través del remo, para descubrir así el modo de vida original que muy pocos mantienen”, comentó. Nos encontramos con ella en la plaza principal de Cannaregio y nos condujo por una serie de callejones angostos hasta este lugar de dos
ambientes, revestido en madera, que data del siglo XV. Vimos murales y pinturas muy notables durante nuestro viaje, pero ninguna nos impactó tanto como lo que vimos esa tarde: una góndola de 1880, los faroles (fanali) que se usaban para iluminar las embarcaciones, los seguros para mantener los remos en su lugar y diferentes tipos de asientos que datan de comienzos de siglo, como unos tapizados en seda y terciopelo. Una de las últimas felze que se conservan, una cabina de madera y cuero de casi dos metros de largo, utilizada para cobijar a los pasajeros en invierno, posaba sobre vigas de madera en un rincón. El museo en sí había sido un astillero (squero) donde se construían y reparaban las góndolas desde el año 1400 hasta 1920. Sólo cuatro de seis de estos squeros permanecen en pie (la cantidad varía según a quién se le pregunta), y pudimos ver uno más tarde, ese mismo día. Tal como ocurrió con el discreto Arzanà, aún muchos residentes de larga data no sabían dónde quedaban, por eso contratamos a Maria Sirit, una guía versada en el tema, para que nos ayudara. Subimos a bordo de un taxi acuático en el muelle de nuestro hotel en el Grand Canal, el principal de la ciudad, e hicimos un recorrido de 15 minutos hasta el barrio de Dorsoduro. Al aproximarnos al squero, un enorme galpón de madera con un pequeño jardín construido a lo larde del delgado canal, vimos a cinco hombres levantando lo que luego supimos que era una góndola nueva y botándola por primera vez. Los obreros no se opusieron a que viéramos la media docena de góndolas que estaban allí en reparación. Algunas necesitaban renovar los almohadones mientras que otras tenían los remos rotos o grietas en la madera. Mientras los hombres trabajaban, compartían detalles sobre la fabricación y el mantenimiento de las embarcaciones. Construir, por ejemplo, góndolas de 10 metros de eslora lleva tres meses y nueve tipos de madera diferente. Y la góndola que vimos, que acababan de botar, cuesta unos 35.000 euros, el precio base. A esto hay que sumarle el mantenimiento anual, que ronda los 5000 euros. Dado el gasto asombroso quise entender por qué alguien elegiría la profesión de gondolero. Y resultó ser que el atractivo es la tradición, no el dinero. Sirit nos presentó a Roberto Veanelo, de 53 años, un gondolero que dijo haber seguido los pasos de su padre y de su abuelo, y que esperaba que su hijo Oscar, de 15 años, hiciera lo mismo. “No hay otra cosa que sepa hacer que no sea esto”, confesó. Y tal como nos explicó, el trabajo no sólo requiere tener una voz decente. Los primeros pasos consisten en aprobar una prueba de navegación por los canales, seguida de un examen oral sobre la historia de Venecia. Después son tres meses de estudio para aprender más
(Traducción de Andrea Arko)
ITALIA
Torcello Burano Murano
Venecia 2 km
Hay poco más de 400 gondoleros, un oficio que pasa de generación en generación sobre arte e historia, y también para pulir distintos idiomas. A los gondoleros, nos decía, se les exige que hablen tres idiomas. La última parte es un examen escrito y remar con seis personas en una góndola por los canales. “Podría parecer fácil pararse en un bote y remar, pero en realidad exige mucho esfuerzo físico”, explicó. Cuestión de equilibrio Al día siguiente descubrimos que no exageraba cuando intentó llevarnos. Había contratado una clase de 90 minutos para los dos a través de Row Venice, una organización que enseña a los visitantes el método de la vieja escuela de desplazarse en el agua. Jane Caporal, una inglesa de 52 años que se casó con un veneciano, inauguró la empresa en 2008 luego de haber sido atraída a la centenaria forma de vida única de Venecia. “Para mantener el remo vivo hay que difundirlo, y así fue cómo surgió Row”, dijo. McElroy también trabaja con Caporal en Row, y resultó ser nuestra instructora. En lugar de usar una
góndola clásica, el grupo enseña en una batela, una extraña embarcación de madera con cola que es apenas más estable, pero requiere el mismo tipo de remo vertical que una góndola. Nos encontramos una tarde soleada en un canal de Cannaregio y subimos a la batela, ansiosos por aprender. Pero antes de desamarrar, McElroy nos hizo practicar lo que parecían movimientos bastante sencillos: de pie, derechos, sosteniendo el remo de madera, impulsarlo hacia proa mientras se adelanta una pierna y se empuja el remo atrás hacia el pecho. Repetir. El desafío comenzó una vez que estábamos en el agua. La corriente parecía suave, pero remábamos en contra e implicaba mucha fuerza y resistencia mantener el movimiento. A pesar de mi rutina física de correr y entrenar, a los pocos minutos me quedé sin aliento y perdí el control del remo por lo menos cinco o seis veces. Mahir tomó el control, pero no duró mucho más que yo antes de pasárselo a McElroy para tomar un descanso.
corbis
Los movimientos resultaban bastante más sencillos cuantos más hacíamos, pero no nos lamentamos cuando terminamos porque había llegado el momento de vivir verdaderamente como los venecianos. Eran casi las 7 de la tarde e íbamos a ir a recorrer bares en el barco. Nuestra clase terminó en Fondamenta Misericordia, un canal flanqueado por al menos media docena de lugares asequibles que sirven unos aperitivos deliciosos llamados cicchetti. En el pequeño y moderno Vino-Vero, por ejemplo, pudimos elegir rodajas gruesas de crostini con anchoas y tomate siciliano o con rúcula, por 1 o 2 euros cada uno, mientras que la docena de vinos y proseccos, por copa, no superaban los 3 euros. Pedimos un surtido de comida y bebidas para disfrutar en la batela, con la puesta del sol y media docena de botes llenos de venecianos también bebiendo, como telón de fondo. “No quiere decir que no veas lanchas de motor yendo de un bar a otro para degustar los cicchetti, pero este es el momento en el que
◗ DatoS útileS Qué ver ◗ Row Venice ofrece clases de remo de 90 minutos a 40 euros por persona. El grupo también ofrece un paseo por grupos de bares de cicchetti. La excursión de dos horas y media parte de los 220 euros por góndola, con capacidad para cuatro personas, e incluye paradas en dos bares para ordenar aperitivos y bebidas. ◗ Arzanà. Para visitar este museo de objetos náuticos raros envíe un email a
[email protected], con un mes de antelación.
Dónde alojarse ◗ Ca’Sagredo. Este hotel de 42 habitaciones en un palazzo del siglo XV; conserva muchos detalles originales. A orillas del Grand Canal, en Cannaregio, está a pasos de los principales atractivos turísticos al igual que de las actividades relacionadas con la góndola como el museo Arzanà y las clases de remo de Row Venice. Desde 250 euros (ca-sagredo-venice.hoteque.com).