El Profeta Oseas I. El Profeta y su Época A. La época: de Jeroboam II y sus sucesores, caracterizada por la decadencia, las revoluciones, el debilitamiento del poder, las amenazas de Teglat Falasar III (747727 a.C.) y finalmente la desaparición del reino de Israel del mapa político de su tiempo (723-722 a.C.). Cfr. 2Re 14,23-17,41 y H. CAZELLES, Historia Política de Israel. Parte IV, Cap. I y II). El ministerio de Oseas se habría extendido entre el 752 y el 723 a.C., poco antes de la destrucción de la ciudad de Samaría. B. El hombre: proviene del Norte, a juzgar por la constante mención de localidades efraimitas y benjaminitas, su referencia a tradiciones típicamente septentrionales, tales como las que se refieren a la salida de Egipto, a la travesía por el desierto, a Jacob y a Moisés y la ausencia de los temas meridionales (David, Jerusalem, etc.). No se narra una vocación profética, sino que el Señor toma directamente la iniciativa y la palabra. H.W.WOLFF (La Patria Espiritual de Oseas) lo hace perteneciente a aquellos ambientes levíticos cuyas tradiciones se remontan a Moisés, de los cuales brotará posteriormente el Deuteronomio, y que constituyen un movimiento de oposición al sacerdocio oficial y a la política real. C. Vida Matrimonial: Os 1 es un relato biográfico que cómo se casa con una prostituta y tiene de ella tres hijos ilegítimos con nombres simbólicos. Os 3 es una pieza autobiográfica que refiere cómo toma por esposa una adúltera y la tiene recluida por un tiempo. Sin embargo, el libro no se detiene en pormenores, sino que comienza con un acto profético que quiere revelar a los israelitas la situación en que se encuentran delante del Señor. II. El Libro A. Características literarias: de estilo apasionado, lenguaje rico pero difícil, pasa de un extremo al otro y sin advertirnos da la palabra a sus adversarios. Habla un dialecto del Norte y le gusta jugar con consonantes y sonidos, aliteraciones y asonancias (9,3 .10,1.8,9.9,16.11,3). La imágenes y comparaciones las toma de la vida familiar, de la fauna y de la flora. Los géneros literarios más frecuentes en el libro son la querella (rîb): 2,14-15;4,1.12,3, la amenaza: 5,8-9; 13,9-11, el reproche: 4,12-14; 5,7-11, la condena: 1,7-10-16-19-9,16 y la promesa: 2,16-17.18-19-21-22. B. Redacción: llegó a Judá con los refugiados del Norte y recibió en Jerusalem su forma final. Allí se le hicieron los añadidos judaítas: 2,1-3; 4,15.12,1-14,10 y se le dio la división actual: 1-3 + 4-14 y la nota positiva con que termina.
III. El Mensaje A. De la requisitoria a la renovación (Os 1-3): excelente resumen del mensaje, que contiene ya los temas de la requisitoria, la condena y la promesa de renovación de las relaciones entre el Señor y su pueblo. • Oseas, profeta del amor traicionado (Os 2): el pueblo no confía en su Dios, busca el auxilio diario junto a otros dioses, divide su corazón traicionando la cláusula principal de la Alianza (Ex 20,3) y refleja así el ambiente religioso cananeo (Cfr.
introducciones de Amos-Osée. La Sainte Bible (la Biblia de Jerusalem en fascículos) n.23, pp. 63ss. • Oseas, profeta del amor inalterable: el castigo no apunta a la destrucción, sino que tiene un valor pedagógico positivo (2,8-15), como un tiempo de Cuaresma para que vuelvan a su Dios (3,25), un proyecto de reconciliación (2,16-25) que completa la larga reeducación inaugurada en el desierto(2,16.9,10.13,5). Nos narra una historia de amor en la que YHWH aparece como un marido totalmente comprometido en su relación con una mujer que lo engaña y que no escatima esfuerzos para reconquistarla. Es un Dios de amor cuya ternura se manifiesta hasta en las medidas punitivas que toma contra Israel. B. El amor, un diálogo fundado en el mutuo conocimiento (Os 4-14): El amor del que habla Oseas supone un diálogo, se refiere a una tradición, exige un conocimiento y una ley. El profeta no se alimenta de sueños; mantiene los ojos abiertos sobre su mundo y su tiempo, de manera que su mensaje presenta una dimensión política que no se puede desconocer. • La crítica a los reyes de Israel: el profeta rechaza una dinastía que se ha impuesto por la sangre (1,4-5), condena la guerra fratricida entre Judá e Israel (5,8-14) y deplora la actitud de los soberanos de Samaría frente a Asiria y Egipto (7,11-12; 8,89; 12,2) y probablemente cuestiona a la casa cismática en cuanto tal : la monarquía ha fracasado y la salvación de la nación requerirá su abolición. • La condena de las costumbres: reprocha a los sacerdotes haber descuidado su misión al no haber comunicado la enseñanza, la instrucción, la Tôráh (4,1-3.7-14), al punto que todo Israel ha caído en el desorden: no hay más que engaños, asesinatos, hurtos, adulterio (cf. Ex 20; Deut 5). Este conocer a Dios implica al mismo tiempo una idea clara y una relación íntima con Él, se opone al olvidar a Dios (2,15s; 4,6; 8,14; 13,46) y es “la primera forma de teología” (H.W. WOLFF) • La referencia a las tradiciones: muchas veces remite a la experiencia del Éxodo, y al preámbulo (histórico) del Decálogo (12,10; 13,4, cf. 2,17; 11,1). Recuerda la alianza que une a Yhah con Israel (1,9; 6,7; 8,1). Evoca a Moisés (12,14-15); lo contrapone a Jacob (12,3-5.13), revelando que la crisis se remonta a los mismos orígenes del pueblo, “la lleva en su sangre”. • El anuncio del juicio: se manifestará en catástrofes naturales (2,11-14; 4,3; 5,7) o desastres militares (1,5; 7,16; 8,3; 10,14-15). Si “han sembrado vientos, cosecharán tempestades (8,7; cf. Jb 4,7; Pr 22,8). Un pueblo corrupto e ingrato (9,10; 10,1-5; 13,1-3.4-8) se encamina hacia la muerte (9,12-13). Yhwh no tendrá piedad de los rebeldes (13,14-14,1). • En Dios, la última palabra la tiene el amor: Israel no se enfrenta con el “Destino”, sino con un Dios vivo, que está Él mismo desgarrado de dolor por la actitud de su pueblo, por la liviandad de su arrepentimiento (6,4). Pero no es un hombre, para dejarse dominar por su cólera, y no se resigna a tratar a Israel como hizo con las ciudades impías. Oseas revela la lucha interna que experimenta el mismo Yhwh y esa suerte de “conversión”, que Él se impone a sí mismo (11,9): Israel le debe su existencia a la “santidad” de su Dios. Si Israel tiene futuro es sólo porque su Dios es verdaderamente Dios, no una creatura (14,5-8). La historia de Israel concluirá como empezó: con un encuentro amoroso y fecundo con Dios, su esposo eterno (14,9; cf. 2,23-25). El amor fue la primera palabra de Dios para su pueblo y tendrá también la última palabra.