El poder conciliador de las palabras

26 abr. 2009 - Si algún turista hubiera desembocado en el restaurant del hotel Sheraton en el que tuvo lugar la sesión fotográfica, posiblemente le habría ...
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ENFOQUES

Domingo 26 de abril de 2009

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El país

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Hacia una nueva cultura cívica La búsqueda de consensos y de una convivencia política que permita construir confianza aun en el disenso son ejes del trabajo que realiza la fundación RAP, que fomenta el acercamiento entre dirigentes de distintos partidos. Aquí cuentan la experiencia de un viaje a la Moncloa, en España, y las diferencias con nuestro país LORENA OLIVA LA NACION

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i algún turista hubiera desembocado en el restaurant del hotel Sheraton en el que tuvo lugar la sesión fotográfica, posiblemente le habría costado creer que ese grupo de hombres y mujeres que posaban distendidos en un clima de absoluta camaradería eran, en la mayoría de los casos, rivales políticos. Sin ir más lejos, también al ojo de cualquier argentino habituado al paisaje político nacional le habría costado asimilar la escena, compuesta por hombres y mujeres envueltos en charlas distendidas y utilizando códigos bastante parecidos a los de la confianza. Se trataba de un claro ejemplo de ese subtipo de amistad que la fundación RAP promueve desde hace varios años entre la dirigencia política local: la amistad cívica. Y en momentos en que la descalificación y el insulto marcan con frecuencia el tono de la disputa política, la sorpresa es comprensible. Fue, justamente, la Red de Acción Política la que volvió a reunir a ocho de los doce políticos que en noviembre pasado había convocado para un recorrido por diferentes instituciones políticas de España. De aquel total estaban presentes seis diputados, una dirigente partidaria y un directivo del Banco Hipotecario que, mientras esperaban el inicio de un seminario en el Sheraton, dialogaban como si fueran viejos amigos. O como si ese viaje hubiera transformado en un detalle menor la trayectoria partidaria de cada uno. Entre las razones que podrían mencionarse para explicar este fenómeno de confraternidad, varias nacieron al calor de aquellos siete días en la madre patria. Según afirman algunos de los viajantes, esas jornadas tuvieron condimentos de sobra para hermanarlos, por ejemplo, en el asombro frente al contraste que comprobaron entre ciertas instituciones españolas y sus equivalentes argentinas, o en la necesidad de capitalizar toda esa experiencia en favor de nuestra democracia. Y también en la convicción de que un sistema político basado en la búsqueda de consensos que estén por encima de las diferencias ideológicas es más posible de lo que se cree. Alan Clutterbuck es el presidente de la Red de Acción Política (RAP), la organización no gubernamental que se propone, principalmente, tres objetivos: fortalecer el vínculo entre los políticos y la sociedad civil, propiciar la amistad cívica entre políticos de diferentes partidos y proveerles apoyo para un mejor ejercicio de su actividad. Entre las diferentes actividades que organiza, también ha promovido encuentros y seminarios sobre casos como el chileno o el español, señalados como ejemplos de democracias fuertes que cuentan con regímenes de partidos bien institucionalizados. Dentro de ese marco conceptual, cree que el viaje a España de noviembre último (para el que contaron con el apoyo del embajador español Rafael Estrella y de la fundación Pablo Iglesia) fue, por sobre todas las cosas, un espacio de reflexión constructiva y colectiva. Más allá de la ideología “El hecho de que los participantes pertenecieran a seis fuerzas políticas diferentes no impidió que se generara entre ellos un buen nivel de confianza interpersonal más allá de las ideologías de cada uno. El último día que estuvimos allí organizamos una mesa redonda –a pedido de ellos– con el objeto de reflexionar sobre cómo trabajar en conjunto para facilitar espacios de diálogo. Venimos notando entre ellos la necesidad de descubrir puntos en común como bandera de largada para avanzar más allá

Margarita Stolbizer

“Discutir en un marco de convivencia y respeto” La dirigente y candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires rescata especialmente la necesidad de un espacio de diálogo común. “Tenemos que profundizar ámbitos que nos permitan disminuir el nivel de confrontación y, al mismo tiempo, discutir temas concretos aun desde posiciones distintas, pero siempre en un marco de convivencia y respeto.”

Algunos de los que viajaron a España. Parados: Clutterbuck, Pérez, Bossio, De Marchi y Bullrich. Sentadas: Montoya, Fein, Mastandrea, Sesma y Stolbizer FOTOS: MARCELO GOMEZ

de las diferencias”, destaca Clutterbuck. Curiosamente –o tal vez no–, uno de los puntos que más impactó a los visitantes no tuvo que ver con los actores políticos sino con las instituciones que sirven de marco para su actuación. “Lo que más me sorprendió fue la organización de los partidos políticos. Visitamos tanto la sede del PP como del PSOE: dos edificios de oficinas con un nivel de vitalidad impresionante y un staff profesionalizado trabajando full time. Cada una de ellas está encabezada por un director ejecutivo que, a la manera de un gerente general, puede pensar en el largo plazo”, revela Esteban Bullrich (Pro), quien asegura que la experiencia lo ha inspirado para tratar de replicarla en el seno de su propio partido, Recrear. A tono con esta afirmación, la arquitecta Alicia Mastandrea, presidenta de la Cámara de Diputados por la provincia del Chaco (UCR) no deja de pensar en el contraste entre realidades institucionales tan distantes entre sí: “Los españoles tienen una estructura democrática que atiende la formación de sus cuadros y, esencialmente, comparten el respeto institucional. Esta realidad contrasta fuertemente con la nuestra, de partidos sin democracia interna, sin fomento a la formación de cuadros, al estudio de temas que importan a la sociedad y que, en cambio, son utilizados sólo como trampolín de poder en vez de herramienta de servicio a la sociedad, de canalización de ideales”. En noviembre también fueron de la partida la diputada nacional Laura Sesma (Partido Socialista), el director de Banco Hipotecario Diego Bossio (PJ / Frente para la Victoria), el diputado nacional Omar De Marchi (Partido Demócrata – Mendoza), la diputada nacional Mónica Fein (Partido Socialista – Santa Fe), el intendente de Jesús María Marcelino Gatica (UCR), la candidata a diputada nacional y ex vicejefa del gobierno porteño Gabriela Michetti (Pro), el diputado nacional Adrián Pérez (Coalición Cívica), el intendente de Rafaela Omar Perotti (PJ), la dirigente partidaria y

El hecho de que los participantes pertenecieran a seis fuerzas políticas diferentes no impidió que se generara entre ellos un buen nivel de confianza interpersonal (Clutterbuck)

candidata a diputada nacional Margarita Stolbizer (Coalición Cívica) y la diputada nacional Marta Velarde (PJ). Por RAP viajaron tanto Clutterbuck como Paula Montoya, directora ejecutiva de la institución. Durante el tiempo en que transcurrió la visita, el grupo tuvo dos oportunidades de ver la interacción entre los poderes ejecutivo y legislativo. De ese vínculo particular, el diputado nacional por Mendoza, Omar De Marchi, rescata, entre otras cosas, la personalidad de Rodríguez Zapatero. “Tuvimos la suerte de asistir a una sesión de control en donde el presidente del gobierno asiste al congreso de los diputados para rendir cuentas. La actividad estaba prevista para las 16 y a las 16 en punto el hombre estaba sentado y empezaba a hablar. En el caso argentino, la impuntualidad de los que gobiernan se contabiliza en meses. Se supone que el jefe de Gabinete tiene que venir al Congreso a informar todos los meses, pero hace como ocho que no viene”, afirma con ironía. El legislador mendocino rescata la importancia de ámbitos de encuentro como los que favorece RAP. “La amistad que se genera en esos espacios favorece el trabajo cotidiano en el Congreso. Hoy en día, somos algo más de cien políticos RAP en todo el

país que estamos descubriendo que tenemos más puntos en común de lo que creíamos. Y, dejándome al margen, estoy seguro de que si estuvieran en las manos de estas personas las decisiones más importantes para sacar adelante el país, el panorama sería muy prometedor porque existiría una amplia base de consenso.” La dirigente de la Coalición Cívica Margarita Stolbizer tiene una mirada coincidente con respecto a las ventajas de contar con ámbitos de discusión entre políticos RAP en un marco de convivencia y respeto. Pero, al mismo tiempo, considera que la articulación de estas buenas prácticas con el resto de los políticos todavía es un desafío pendiente. Incluso cree que hay mucho por hacer puertas adentro, en el seno de cada partido. “El cambio necesita de partidos fuertes que se asuman como tales. Y hoy es indudable que todas las fuerzas políticas locales se muestran muy dependientes de ciertas individualidades y fuertes liderazgos”, reflexionó. La necesidad de partidos más fuertes fue percibida, según afirman, por todos los que viajaron. Entre ellos está Diego Bossio, director del Banco Hipotecario y, según se dice, una voz en ascenso entre el núcleo de asesores de la Presidenta. Bossio está convencido de que ninguna estructura logrará ser lo suficientemente fuerte hasta que no reconquiste a la ciudadanía. “Una lógica televisiva parece dominar la relación entre los políticos y la gente. Por un lado, suele verse a los dirigentes preocupados por decir lo que mide bien, por una imagen. Como contraparte, el ciudadano se ha convertido en un mero espectador, con toda la significación individualista del término. Y lo que se ha perdido de vista –se lamenta Bossio– es que la política es, en esencia, una manifestación colectiva”. En esa línea se inscribe la propuesta de RAP, justamente, dirigida a derribar prejuicios y probar que los adversarios políticos no tienen por qué considerarse enemigos. © LA NACION

Esteban Bullrich

“Vehemencia sobre las ideas y no sobre las personas” Luego de varios años de participar de las actividades de RAP, el diputado nacional por Pro dice tener una visión de sus adversarios más despojada de prejuicios. “El número de políticos con ideas similares respecto de lo que queremos como país es más amplio de lo que se cree. Mi relación con Adrián Pérez (Coalición Cívica) es un claro ejemplo de ello. En España vimos mucha vehemencia en los debates. Pero siempre puesta sobre las ideas y no sobre las personas.”

Omar De Marchi

“El kirchnerismo es la última etapa de la decadencia” El diputado nacional demócrata por la provincia de Mendoza considera que es necesaria una elite más preparada para la conducción del país. “Los gobiernos argentinos de los últimos años no han estado a la altura de las circunstancias. Y creo que el kirchnerismo es la última etapa de los gobiernos de la decadencia. No son el comienzo sino el epílogo de una etapa oscura y la próxima, para la que no falta mucho, va a estar marcada por la construcción de consensos.”

| Opinión |

El poder conciliador de las palabras Luego de ocho años de peligrosa manipulación del lenguaje, con Obama muchos términos vuelven a tener un significado comprensible para todo el mundo ROGER COHEN THE NEW YORK TIMES

NUEVA YORK l lenguaje es letal. Los memos legales de la administración Bush que abrieron el camino a la tortura son un recordatorio del estrecho vínculo entre la cláusula subordinada abogaderil de un burócrata y que un hombre sea casi ahogado. Ahora todos sabemos lo que significa “interrogación con técnicas reforzadas”: un insecto en una jaula humana. No hay que decir lo que uno quiere decir cuando quiere hacer lo innombrable. Es una vieja regla. Fue perfeccionada en el siglo XX desde Moscú hasta Buenos Aires. La opacidad es el refugio del torturador sin rostro. Las constituciones de los Estados totalitarios son siempre imposibles de leer, impenetrables y muy largas. En un bosque de palabras se encuentra la posibilidad de negar cuando llega el momento de rendir cuentas por el horror. Esa hora siempre llega. Leo y releo algunas de las frases en los memos del lado oscuro. Como un laberinto,

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se redirigen sobre sí mismas: “Usted, sin embargo, nos ha informado que prevé que estas técnicas serán usadas de algún modo escalonado, culminando con el submarino, aunque no terminando necesariamente con esta técnica”. La “técnica” tiene una “culminación” que no es necesariamente un “final”; y otra vez a empezar, cientos de veces. En alguna medida, a todos nos faltaron las palabras tras los ataques terroristas del 11 de septiembre, un tiempo de temor y desorientación. Los periodistas no estuvieron a la altura del desafío de hacer que el Ejecutivo tuviera que rendir cuentas, política y moralmente, en el camino a la guerra de Irak. Es cierto que estas fallas no fueron groseras manipulaciones de la ley al servicio de la inhumanidad, pero de todos modos fueron fallas. Y tuvieron un precio en términos humanos. Por lo que desconfío del clamor por un castigo. El Congreso falló. La prensa falló. El sistema judicial falló. Con casi 3000 muertos, los controles y equilibrios de EE.UU. se vieron deformados, desde el Capitolio hasta Wall Street. De la investigación concienzuda se pasó a la aquiescencia. Se tejie-

ron irresponsables telarañas de palabras. Esos controles y equilibrios se están recuperando ahora. No creo que a esa recuperación sirvan los juicios que pudieran seguírsele a agentes de la CIA o a quienes les dieron asesoramiento legal. Tales acciones legales, si se iniciaran, dividirían a los servicios de inteligencia y los militares de maneras paralizantes en momentos en que se siguen librando dos guerras, en Irak y Afganistán. El país se vería lacerado. Es siempre difícil encontrar el equilibrio adecuado entre castigo y reconciliación luego de un trauma nacional. Bastaría preguntarles a los bosnios o a los sudafricanos. Cuando hay guerras en curso, lo sabio es pecar por exceso de cautela. Hay trabajo por hacer. Obama tiene razón: EE.UU. debería mirar adelante, no hacia atrás. Una Comisión de la Verdad podría analizar el amplio colapso del control que abrió el camino hacia una presidencia imperial y el uso de un trato cruel e inhumano, evitando al mismo tiempo buscar chivos expiatorios, lo que permitiría a demasiados dejar de lado su propia responsabilidad más pequeña.

Por supuesto que esa es la palabra favorita de Obama: responsabilidad. Creo que eso requiere el reconocimiento de que “estoy aquí por la gracia de Dios”. Con Obama, las palabras han comenzado a tener un significado nuevamente. Han vuelto las frases declarativas. No podía quitarle la mirada a esa foto de Obama estrechando la mano del presidente Chávez, de Venezuela: liquidó tantas posturas épicas... Pero su uso del lenguaje ha sido aún más liberador que esas imágenes. Dos frases recientes del presidente en Turquía son un ejemplo: “EE.UU. se ha enriquecido por la presencia de los musulmanes estadounidenses. Muchos otros estadounidenses tienen musulmanes en sus familias o han vivido en países de mayoría musulmana. Lo sé, porque soy uno de ellos”. Fue uno de esos momentos en que uno advierte cuánto debe asustar Obama a los enemigos jihadistas de Estados Unidos. Habiendo estado sentado a la misma mesa comiendo con el islam, no le teme. Su predecesor, hablando en términos de Facebook, hizo tal campaña de “eliminar amistades” que terminó facilitando la tarea de reclutamiento a los terroristas.

Ahora la cosa se ha vuelto al revés. EE.UU. emergió de ocho años de dislexia. Ahora se ha revelado la manera tan peligrosa en que las palabras fueron manipuladas y se está reaprendiendo a hablar un lenguaje que el mundo puede entender. La narrativa estadounidense ha vuelto a ser inclusiva, como debe ser por la naturaleza misma del país. El poder de reconciliación del lenguaje es tan grande como su poder de matar. En febrero, Obama dijo: “Las democracias más fuertes florecen con el debate frecuente y vivaz, pero perduran cuando la gente de todo origen y creencia encuentra la manera de dejar de lado pequeñas diferencias al servicio de un propósito mayor”. Esa es una frase que no se necesita leer dos veces. Las diferencias hoy no son pequeñas –conciernen al dominio de la ley y la tortura–, pero el espíritu de las palabras de Obama aún provee una brújula moral para este momento de autocuestionamiento y angustia estadounidense. © LA NACION

Traducción: Gabriel Zadunaisky