El narco de la villa con casa en un country

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Información general

Página 24/LA NACION

La venta de drogas en la ciudad: fugas y batallas entre bandas

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Sábado 12 de mayo de 2007

Mañana / Investigan una filtración de información

El narco de la villa con casa en un country “Marcos”, el cabecilla prófugo del Bajo Flores, vivía en un lujoso country; punteros, recaudadores y el fabuloso monto del negocio

Denuncias y sospechas sobre la policía

Por Hernán Cappiello De la Redacción de LA NACION

50.000

El campo de batalla

son las personas que viven en la Villa 1- 11- 14 en el Bajo Flores según el último censo de rt 2001, pero se cree que e v ahora hay casi 70.000. ila Ch . l. M

La villa donde se desarrolla la pelea Av s . Cn e r Barrio el. ña E. sta Bo Pres. a no Rivadavia .C rin Av o

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“Marcos” salió en ómnibus, por Clorinda, en Formosa, y de Paraguay pasó a Bolivia y a Perú. Pero la organización que supuestamente lidera sigue funcionando. Tres prófugos de la banda son los lugartenientes de “Marcos”, que siguen operando en la zona y recaudando para él, a quien le hacen llegar el dinero producto del negocio. Lejos del estilo yuppie de nuevo rico, que busca lujos como otros narcos que caen por su ostentación, “Marcos” es sobrio y discreto. Solía circular por la villa en bermudas y zapatillas, y sus inversiones en autos y propiedades no eran nada extravagantes.

EMILIANO LASALVIA

El barrio parque La Celia, donde vivía “Marcos” en una casaquinta; al fugarse, dejó las llaves puestas en su Ford Ranger y la ropa en el placard

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Acéfala, pero en funciones

La Gendarmería, a cargo de investigar

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Villa 1-11-14

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Fue peón de albañil y ahora se presenta como dueño de un taller de costura que mueve 500 pesos mensuales. Pero, para la Justicia, Marco Estrada González, conocido como “Marcos”, ex integrante de Sendero Luminoso, es el líder de una organización de narcotraficantes peruanos afincados en la villa 1-11-14 del Bajo Flores, que vivió hasta su fuga, hace dos meses, en una lujosa casa de un country en Ezeiza, y que mueve más de 30.000 pesos semanales por la venta de drogas. “Marcos”, actualmente en Perú o en Bolivia con su esposa, Silvana, y sus dos hijos, pelea el control territorial de la venta de cocaína en la ciudad de Buenos Aires, en la villa situada frente a la cancha de San Lorenzo y que extiende su influencia a otras como la 31 bis, en Retiro y, eventualmente, en el Abasto, según fuentes judiciales, sumarios en trámite y funcionarios policiales. Esta guerra dejó más de 12 muertos en la zona. Y se investiga si tienen relación otros dos cadáveres que aparecieron esta semana (ver aparte). El fin de semana último 400 hombres de la Gendarmería allanaron la villa 111-14 y detuvieron a la suegra de “Marcos”, acusada de ser la administradora de la organización, encargada de la recolección del dinero producto de la venta de cocaína, que viene desde Perú. Con ella, fueron arrestadas otras 21 personas. El juez federal Jorge Ballestero las indagó y excarceló a tres. Se las acusó de tener pequeñas dosis de drogas. El resto está imputado de delitos, como asociación ilícita, encubrimiento, lavado de activos, comercialización de estupefacientes y acopio de armas. “Marcos” y su esposa, se sabía, ya no estaban en la villa al momento del allanamiento. Hasta febrero y marzo últimos, cuando salieron del país con sus documentos, vivían en una casa con pileta en el country La Celia, en el kilómetro 25 de la autopista Riccheri, en Ezeiza. Se fueron con rapidez, a tal punto que dejaron las llaves puestas a sus dos vehículos: una camioneta Ford Ranger y un VW Pointer. “La prueba de que se fueron de un día para el otro es que dejaron toda la casa equipada. Hasta la ropa en el placard y varios plasmas”, dijo un investigador.

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son las manzanas en las que está dividida con casas de material de hasta tres plantas.

1 escuela 1 centro de alfabetización LA NACION

Según dijeron a LA NACION tres fuentes judiciales, dos de fuerzas de seguridad y conforme a las constancias de tres sumarios judiciales, la organización está compuesta por los “soldados”, jóvenes de menor rango armados que siembran terror entre los pasillos laberínticos de la villa y venden al menudeo en las esquinas entre la manzana 18 y 21. Cada seis horas un recaudador se encarga de retirar el producto de la venta, que va directo a los “administradores”. Sólo a la suegra de “Marcos” se le secuestraron 39.000 pesos y 8000 dólares. El circuito se completa con el envío del dinero al exterior y el lavado en la compra de propiedades. Para sacar la plata, la banda se vale de ciudadanos peruanos que con su DNI hacen el giro

por alguna empresa y cobran 50 dólares por prestar su identidad. La droga ingresa en el país por medio de correos, “mulas”, que viajan por decenas con la carga de cocaína en sus estómagos, en cápsulas que evacuan al llegar. Tres agencias de remises que funcionan en la villa son investigadas como transportistas de la banda. Se cree que usan los autos para traer a las “mulas” desde Ezeiza, mover la droga y a los compradores. No todas las “mulas” llegan a desprenderse de su carga. Hay casos en que la cocaína rompe su envoltorio y provoca la muerte del mensajero. Para rescatar ese cargamento, de unos 5000 o 6000 dólares, los cadáveres son eviscerados. En 2006, segun un estudio que realizó la Morgue

GENTILEZA GENDARMERIA

Los gendarmes, el domingo pasado, en los pasillos de la villa 1-11-14

Judicial, cuatro cadáveres con estas características fueron hallados en la villa 1-11-4 y otras dos personas murieron en dos hospitales porteños. Un relevamiento hecho por el laboratorio químico de la Policía Federal reveló cómo es el mapa de la cocaína secuestrada en diversas villas según su calidad. La de la 1-11-14 es la mejor, pues está destinada a salir hacia Europa y Estados Unidos. Según un testimonio que obra en la causa principal contra la banda, “Marcos” se dedica a sacar droga del país a través del puerto. Los depósitos de la droga, según las tareas de inteligencia realizadas en la villa por la Gendarmería Nacional y la Policía Federal, están en lugares que cambian continuamente como

la geografía del lugar. Pueden estar tanto entre los pasillos como en hoteles cercanos del Bajo Flores. Tal es la mutación que antes de realizar los 17 allanamientos del fin de semana último, la Gendarmería sobrevoló la zona, porque los objetivos habían cambiado; se habían construido hasta tres pisos. Donde había un patio, ahora se levanta una casita de dos plantas. La organización se ramifica en el Gran Buenos Aires, en Lomas de Zamora, donde otros parientes manejan el narcotráfico y uno de sus clientes es un pequeño dealer de Villa Devoto, que huyó al llegar la policía. Con la colaboración de: Gabriel Di Nicola

La investigación de la guerra por el narcotráfico entre bandas de ciudadanos peruanos que se disputan la villa 111-14 del Bajo Flores y la 31 bis de Retiro está centralizada en un gran expediente judicial de 20 cuerpos que tramita el juzgado federal de Jorge Ballestero y se alimenta, además, de las cinco causas satélite, donde se averigua sobre los homicidios que dejó esta batalla. En esa investigación, la Policía Federal, que comenzó la pesquisa, fue separada del caso en por lo menos tres causas. Esto ocurrió luego de que dos fiscales que integraron la Unidad de Apoyo Fiscal para la Investigación de Delitos Complejos en materia de Drogas y Crimen Organizado (Ufidro) denunciaran la “actitud complaciente, desidia y omisión” de la policía que actuaba en la zona del Bajo Flores ante la reiteración de estos tiroteos y del tráfico de drogas. Los que firmaron la denuncia son los fiscales Mónica Cuñarro y Carlos Rívolo, quienes después renunciaron a la Ufidro, actualmente al mando del fiscal federal Alberto Gentili. Apuntaban a las comisarías 34a., 36a. y 38a. Los fiscales elaboraron dos informes, que se convirtieron en denuncias donde interrelacionaron los casos que se presentaban aislados por las comisarías; realizaron un mapa de la calidad de la droga secuestrada, un estudio sobre cadáveres con signos de sobredosis y un trabajo que revelaba que en 6 meses 140 personas habían ingresado con heridas de bala en el hospital Piñeyro y no habían sido vinculadas por las investigaciones policiales. “El problema del abuso del narcotráfico y el abuso de drogas no se soluciona sólo con jueces y fiscales que actúan, sino con un compromiso de todos que construya una política sanitaria que se ocupe de la adicción y una mayor inteligencia criminal para los casos más complejos”, dijo Cuñarro a LA NACION. Ballestero, que hacía 9 meses que trabajaba el caso, iniciado por una investigación de Página/12, lo delegó en el fiscal Miguel Osorio, quien luego le devolvió la causa al juez. Las averiguaciones derivaron en los procedimientos de hace una semana que realizó la Gendarmería Nacional. No obstante, en el juzgado de Ballestero dijeron que no hay indicios en su causa de connivencia policial.

Varias nacionalidades para una misma mafia La masacre en una procesión religiosa No siempre fue como ahora. A comienzos de los 90 el negocio de la droga en la villa estaba en manos de argentinos. Los desplazaron a los tiros una banda de paraguayos, a la que otra, comandada por los hermanos Chamorro Revollar, también los corrió con la fuerza de la pólvora. Todo fue así hasta que en 1996 llegaron a la Argentina, desde Perú, “Marcos” y su familia. En 1999, ya asociado con “Ruti”, ex senderista identificado como Alionzo Rutilo Maramos Mariños, y su hermano “Meteoro”, llamado en verdad Esidio Teobaldo Ramos Mariños, mataron a Julio Chamorro Revollar, y a dos de su banda en una canchita de fútbol. Sin competencia, se metieron a la fuerza entre los pasillos. Con la fuerza de sus armas y amenazas les sacaron las casillas a los humildes vecinos y montaron el negocio. Como en las mafias. En ese entonces traían droga por tierra que ingresaba por Tartagal y Orán, en Salta. Una vez que se hicieron un capital cambiaron su relación con los vecinos. La amenaza trocó en solidaridad y los integrantes de la banda se convirtieron en Robin Hood. Ayudaban a sus vecinos, les conseguían los medicamentos, el trabajo que les costaba obtener y hasta llegaron a pagar pasajes para que se reencontraran en Lima con su familiares. Mediaban en los conflictos vecinales y en los problemas de violencia doméstica. La mujer golpeada no denunciaba a su marido ante la policía, sino ante la banda, que se encargaba de hacer cesar el maltrato. “La ausencia del Estado permite estas cosas. La norma que se reconoce en la que impera en el esquema del delito y la autoridad pasa por los jefes narcos”, dijo a LA NACION un investigador del caso.

El crimen de la canchita terminó con un juicio, pero “Marcos”, Ruti y “Meteoro” no fueron acusados de homicidio, pues los testigos, llevados a declarar por sus actuales mujeres, se desdijeron a último momento. Marcos fue, en cambio, condenado en 2002 a tres años de prisión por asociación ilícita destinado a la comercialización de drogas. Ruti fue sentenciado a tres años y tres meses de cárcel. Marcos y Meteoro dejaron la prisión en 2002 y rápidamente se quedaron con el negocio de Ruti, que estaba aún tras las rejas.

De socio a enemigo Cuando el ex socio recuperó la libertad se transformó en su enemigo. Se hizo fuerte en la villa 31 de Retiro y desde allí supuestamente comandó su organización y le declaró la guerra a “Marcos”. Hasta que el 29 de octubre de 2005, cuando toda la comunidad peruana adoraba en una procesión al Cristo de los Milagros, un grupo armado entró en una van blanca a la villa y disparó con Uzis contra los fieles. Mató a cinco personas y a un bebe. A una mujer le dispararon 12 veces en las piernas mientras estaba de rodillas. No obstante, junto con otros dos testigos con reserva de identidad, la mujer se convirtió en la principal declarante ante el juez Domingo Altieri. La guerra siguió con un atentado contra Ruti, del que se salvó y con el crimen de otro jefe narco. Hasta que aquél fue detenido en 2006 y alojado en una cárcel donde está ahora. Un mes después, tras dos noches de tiroteo entre los peruanos, su hermano, Meteoro, fue asesinado el 6 de abril del año pasado, en las manzanas 7 y 8 de la villa 31 bis, detrás de la Facultad de Derecho, en el territorio que creía dominar y que hoy está infiltrado por los hombres de “Marcos”.