INFORMACION GENERAL
Viernes 12 de agosto de 2011
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INSEGURIDAD s SINGULAR PROTESTA EN LA COSTA ATLANTICA
Denuncia los robos con un cartel en su casa Una familia de Santa Teresita fue asaltada cinco veces; también, comerciantes a la vera de la ruta 11; manifestación y reclamo a Scioli DARIO PALAVECINO ENVIADO ESPECIAL SANTA TERESITA.– Los casi 4000 pesos que habían ahorrado con cuentagotas tenían un destino más que anhelado: vacaciones de invierno en los esteros del Iberá, un lugar que encantó a los más pequeños de la familia cuando lo descubrieron por TV en un documental. Pero hubo que cambiar abruptamente de planes. La inseguridad obligó a desarmar las valijas y destinar el dinero a la construcción de un paredón y más rejas para cerrar la casa que, por quinta vez, volvía a ser blanco de los delincuentes. Julio Enrique Allegroni , Ana Marcela Migueles y sus dos hijos sienten que ya no hay tranquilidad posible para ellos. Y lo hacen saber de manera explícita: “Santa Teresita, capital de los chorros sueltos”, se lee en el gran cartel que colocaron en el portón del garaje de su casa, mensaje que completaron con este otro: “Esto no es una cárcel… tampoco una jaula. Es la casa de un trabajador preso junto a su familia gracias a la inseguridad reinante”. Allegroni cuenta que vecinos y más turistas se toman fotos delante de su cartel. “Mi compromiso ante los jefes policiales es quitarlo apenas esclarezcan los cinco robos que sufrí”, asegura a LA NACION. La semana pasada, casi 300 vecinos se concentraron y marcharon por las calles de esta localidad para reclamar medidas de seguridad. Juntaron firmas y elaboraron un documento para entregar al Ministerio de Seguridad y a la justicia provinciales, y al intendente del Partido de la Costa, Juan Pablo de Jesús. “Huele a clima preelectoral”, dijeron en la comisaría. Sin embargo, los organizadores de la marcha habían exigido a los participantes de la movilización que no llevaran estandartes que hicieran ese tipo de alusiones, cosa que se cumplió. El martes pasado, el reclamo llegó a la Capital. Vecinos de la costa bonaerense viajaron a la Casa de la Provincia de Buenos Aires con un documento dirigido al gobernador Daniel Scioli: “Solicitamos que evalúe modificar la estructura de la jefatura distrital de la fuerza”. Los robos en casas de esta zona de la costa, en su mayoría con la modalidad de “escruche” (ingreso cuando los ocupantes no están), se volvieron un dolor de cabeza tanto para los vecinos como para las autoridades. Antes, en esta época, afectaba casi exclusivamente a residencias de veraneo. Ahora roban en las de los
Ana Migueles, detrás de la reja de su casa, donde, mediante un cartel, denuncia que Santa Teresita es la “capital de los chorros sueltos”
Silvio Ovettini sospecha que los durmieron para asaltarlos
Alicia Fernández debió entregar dinero y prendas a los ladrones FOTOS DE MAURO V. RIZZI/ENVIADO ESPECIAL
residentes estables. “En junio hemos tenido una pequeña alza en el índice de delitos, y en julio hubo un leve incremento en robos a viviendas”, reconoce Roberto Ferreyra, secretario de Ordenamiento Urbano del Partido de la Costa. Los delincuentes rompen puertas, ventanas o rejas. Se llevan todo
elemento de valor liviano que encuentran a mano: bolsos, alguna cartera o teléfonos. En otros robos, ya con mayor apoyo logístico, saquean grandes pantallas de LCD, equipos de música y computadoras, como le ocurrió a Silvio Ovettini y los suyos, que tienen su comercio a la vera de la ruta 11, justo frente al acceso a la
localidad de Las Toninas, pero ya en jurisdicción del partido de General Lavalle. “Sospechamos que nos durmieron con algún gas”, cuenta a L A N ACION , basado en que los delincuentes actuaron con suma tranquilidad y se movieron por las dependencias donde Ovettini,
su esposa e hijos estaban descansando. Lo mismo habrían hecho con los perros guardianes, a los que a la mañana siguiente halló tambaleantes y con vómitos. La preocupación adicional son los robos a mano armada. Al menos dos hechos se registraron en los últimos días y tuvieron como damnificados
a dueños de comercios. “Entraron dos chicos muy jóvenes. Estaban armados. Exigieron dinero y se llevaron varias prendas”, comenta Alicia Fernández, al frente de una sucursal de la firma Kevingston, sobre la comercial calle 3. Ferreyra destaca que, en el distrito, con 90 km de costa, el sistema de seguridad incluye 180 cámaras de monitoreo de calles y 24 móviles de la Patrulla Municipal, que cumplen un recorrido de casi 300 km diarios. “Hemos logrado bajar un 40% los delitos en temporada alta, en particular los violentos”, dice a LA NACION. Y sostiene que los hechos de “escruche” también mermaron entre marzo y comienzos de junio. Sobre el robo a Ovettini, aclara que ocurrió en otra jurisdicción, a la que asegura que prestan colaboración. “No está claro el caso”, dice, sobre un hecho en que la víctima denuncia que los ladrones actuaron mientras un móvil de la Patrulla Municipal está a pocos metros de su casa. “No puede ser que no hayan visto nada”, insiste el damnificado. Esta suspicacia se repite en el último robo a Allegroni. La familia salió del domicilio y, cuando apenas habían recorrido 400 metros, sonó la alarma. “Volvimos y vimos salir al ladrón con mi cartera, y al móvil de la Patrulla Municipal justo frente a la puerta”, relata Migueles. “Ni atinaron a seguir al delincuente, que se fue en una moto que lo esperaba en la esquina”, agrega. Los Allegroni sufrieron cinco robos en apenas dos años y medio. Les han llevado desde televisores hasta cadenitas de oro de los chicos. “Vivimos atemorizados”, dicen. Acaban de completar un paredón de tres metros de alto con el que pierden el sol que entraba por el frente de la casa. A las rejas existentes agregaron una puerta con barrotes y ahora preparan más hierros para cubrir todo el frente. “Tenemos alarma, rejas, trabas… No sabemos qué más hacer”, dice el matrimonio. Los vecinos dicen que los robos no se esclarecen. A los Allegroni les robaron tarjetas de crédito con las que los delincuentes hicieron compras por 11.000 pesos. “¿Cómo no pueden rastrear desde qué computadora se hizo el pedido y dónde fue entregado?”, se preguntan. Es más: Allegroni cuenta una anécdota reciente. Un joven, que sería uno de los que lo robaron, pasó y le pateó el auto . Lo corrió y lo alcanzó para que justificara por qué hizo eso. El muchacho sólo atinó a explicar que le molestaba el cartel que denuncia a Santa Teresita como “capital de los chorros sueltos”.
“Si sacaron prefectos de Puerto Madero, imagino lo que debe ser la frontera” Burzaco, jefe de la Policía Metropolitana, criticó el plan de Garré; más vecinos sufrieron robos PABLO TOMINO LA NACION Mientras ayer más dueños de comercios y restaurantes de Puerto Madero relataron a LA NACION que fueron víctimas de robos y se quejaron por la reducción del número de prefectos destinados a la vigilancia del barrio, el jefe de la Policía Metropolitana, Eugenio Burzaco, dijo que esta situación confirma que la decisión de la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, de enviarlos junto con gendarmes a patrullar la zona sur de la ciudad fue “improvisada”. “Si bien es prematuro para hacer un análisis, porque transcurrió poco más de un mes [desde el desplazamiento de fuerzas donde antes operaba solamente la Policía Federal], la situación que reclaman los vecinos de Puerto Madero ratifica la teoría de la sábana corta: el gobierno nacional dispuso el traslado de agentes de Prefectura a la zona sur, pero evidentemente
descuidaron otros lugares. Si esto pasa en Puerto Madero, imagino lo que debe ser la frontera del país”, a cargo de Gendarmería, dijo Burzaco a LA NACION. Consultado el funcionario sobre si la Policía Metropolitana tiene previsto extender su radio de acción a Puerto Madero, donde en las últimas elecciones Mauricio Macri se impuso con el 70,4 por ciento de los votos, aseguró: “No es la prioridad hoy. El próximo objetivo de la Metropolitana es cubrir la comuna 8 (Villa Lugano, Villa Soldati y Villa Riachuelo)”. LA NACION intentó dialogar con funcionarios allegados a Garré, pero no respondieron los mensajes. Ayer, la preocupación por la creciente inseguridad en Puerto Madero se extendía entre comerciantes y vecinos. En la zona sur del barrio es donde se producen más robos y donde los vecinos también confirman la ausencia de un 50 por ciento de los prefectos que antes estaban destinados al barrio.
Algunos comerciantes que tienen locales sobre Juana Manso al 1600 protestaron por el aumento de la inseguridad durante el último mes. “Las clientas se quejan”, afirmó el peluquero Jorge Sánchez. “Nos cuentan que la gente que sale a correr ve personas que tantean los autos. Antes había tres prefectos por cuadra y ahora hay uno cada tres cuadras. Muchas mujeres prefieren no salir de noche. Pero bueno, la inseguridad está en todo el país”, dijo Sánchez, quien atiende un local el Juana Manso 1650. Marcos y Jorge, mozos del café Lola Mora, explicaron que desde el mes pasado ya no está el prefecto que custodiaba la cuadra “las 24 horas”. “Hace 15 días nos robaron las mesas que dejamos afuera”, agregó Facundo, otro empleado, mientras terminaba de llenar unas planillas sobre la caja registradora. “Nos robaron la bicicleta de reparto. Por suerte, los vi, los corrí y se la pude sacar. Es gente de la villa
Rodrigo Bueno”, consideró uno de los empleados del café situado en la esquina de Aimé Painé y Rosario Vera Peñaloza. “Desde que Garré mandó a los prefectos al sur de la ciudad, nos robaron cuatro mesas. Sabemos que eran cartoneros de Moreno, porque unos vecinos los corrieron y los agarraron”, dijo, indignado, Carlos López, dueño del café Mama. “Puse seguro contra robo y alarma. Comparado con la cantidad de prefectos que había antes, hoy prácticamente es inexistente”, dijo el comerciante, que desde hace días se encarga de encadenar por las noches todas las mesas y sillas que están en la vereda. En cambio, en la zona norte del barrio la situación se muestra distinta: los encargados de los restaurantes Happening, Cabaña Las Lilas y El Potrillo, los tres sobre la avenida Moreau de Justo, aseguraron que no afrontaron hechos de inseguridad.
SOLEDAD AZNAREZ
Una bicicleta de delivery del café Lola Mora, encadenada