El movimiento popular - Podemos Para Todas

Sin la lucha contra .... vés de la comunicación popular, el deporte, la cultura y nues- ... titud humilde, basada en la voluntad de aprender de la lucha de nuestro ...
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¿Qué movimiento popular?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

José Coy

Federico Severino Rafael Mayoral Irene Montero

El movimiento popular como necesidad para ganar En el corazón del proyecto restaurador de las élites se encuentra una operación vital: garantizar la vuelta a la normalidad. Hace falta que pasen por normales los actuales niveles de desempleo, un salario mínimo ridículo o que haya jóvenes que tengan que marchar del país. Debe normalizarse a toda costa el vaciamiento de la hucha de las pensiones, el que la mayoría de los jubilados cobren pensiones entre 600 y 700 euros o el que la mayor parte de los asalariados reciban menos de 1000 euros al mes por realizar trabajos precarios en horarios imposibles. Las muertes por violencia machista deben también ser normales. No debe resultar escandaloso prometer en campaña no entregar la presidencia a Rajoy y luego hacerlo, o repetir mil veces “no es no” para después plegarse a los intereses de la oligarquía, destituir a un secretario general y entregar el gobierno al PP. A los poderosos de nuestro país les va la vida en que, a pesar que encabecemos las estadísticas de desigualdad y pobreza en Europa, todo esto le resulte normal a la gente corriente, y nos resignemos ante la posibilidad de hacer las cosas de otra manera. Pero esa normalidad es mentira y no se parece a España. El PP y el PSOE necesitan guardar las apariencias y hacernos creer que pueden actuar con la “normalidad política” reinante en los “buenos tiempos” del extinto bipartidismo. Por el contrario, la realidad es que la Triple Alianza tiene que gobernar en constante “estado de excepción” democrática. El gobierno y sus socios están teniendo que sacar las decisiones del Parlamento y llevarlas a sus despachos porque, efectivamente, somos útiles en las instituciones y conseguimos que allí se hable de las cosas que le importan al país. Solo ignorando las decisiones que se toman en el Congreso de los Diputados, vetando la tramitación de iniciativas en el Parlamento y a base de Reales Decretos y “pactos estrella” entre PP y PSOE puede la Triple Alianza bloquear los cambios y los consensos que conseguimos trasladar de la sociedad a la Cámara.

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Así ha ocurrido con el Salario Mínimo y con las medidas contra la pobreza energética: propuestas que entran en el Parlamento gracias al trabajo coordinado de la sociedad civil y Unid@s Podemos que PP, PSOE y Ciudadanos no se pueden negar a apoyar dentro del hemiciclo, pero que después deben secuestrar del trámite parlamentario y llevar a sus despachos para evitar su aprobación y mantener las decisiones alejadas no sólo de la gente sino ya también del Parlamento –al fin y al cabo, subir el SMI a 950 euros en cuatro años era demasiado para ellos, y había que secuestrar la decisión en un despacho de PP y PSOE para dejarlo en la módica cantidad de 707€–. El adversario trabaja para vernos cercados en las instituciones, abrumados y sin iniciativa. Nosotras demostramos que –aun con todo lo que nos queda por aprender– el trabajo coordinado de las fuerzas políticas del cambio con la sociedad civil puede tanto alterar la aritmética parlamentaria como forzar al adversario a dar la espalda al Parlamento y recluirse en sus despachos como única garantía de que los poderosos siguen manteniendo intacta su capacidad de decisión.

En el esfuerzo de las élites por normalizar la excepcional situación política y social que vive nuestro país, no resulta sorprendente que también quieran normalizar a Podemos. Quieren a toda costa convertirnos en un partido que no apunte a los responsables de la crisis, que seamos otro partido más, “moderado y razonable” para los que hasta ahora mandan y capaz de llegar a consensos con el PP, PSOE y C´S para que en nuestro país se siga haciendo lo mismo de siempre, o los mínimos cambios posibles para que todo siga igual. Sin embargo, lo que nos dice la experiencia es que si hemos llegado donde hemos llegado ha sido siendo diferentes. Si hemos conseguido gobernar en las principales ciudades del país y romper los pilares del sistema de partidos en España ha sido justamente no pareciéndonos en nada a nuestros adversarios. Quizás por eso intuimos que restringir nuestra actividad a una acción esclerotizada de políticos profesionales es el mejor balón de oxígeno que le podemos dar al régimen del 78.

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Tenemos por delante la crucial tarea de romper con la estrategia normalizadora de las élites y tenemos la certeza de que solo lo podremos hacer si continuamos alimentando la matriz de empoderamiento popular que surgió el 15 de mayo de 2011 en las plazas de nuestro país. En nuestro esfuerzo por seguir sumando, ganar al PP y construir derechos y vidas dignas, resulta estratégico que Podemos apueste por construir una fuerza popular que evite –no solo desde el Parlamento sino desde cada ámbito de la vida cotidiana– la normalización de los recortes aplicados en las reformas del periodo 2010-2016. Es imprescindible impulsar un movimiento popular que cortocircuite los intentos de maquillaje social del gobierno a través del blanqueamiento social que le brinda el PSOE.

Construir y fortalecer movimiento popular es una necesidad para transformar la mayoría social en mayoría política, es una necesidad para ganar. Nuestros adversarios tendrán siempre el poder del dinero –para pagar millonarias campañas electorales o mantener abiertas sus puertas giratorias–; nosotros y nosotras tenemos la fuerza de una sociedad organizada capaz de enfrentar la voluntad de los poderosos. La gente organizada es nuestro único poder y nuestro mayor tesoro. Para que los sectores populares y las clases medias podamos ganar la batalla a los de arriba, solo cabe adoptar una estrategia integral, de despliegue en cada uno de los espacios donde se desarrolla la vida cotidiana de la gente de nuestro país, de profundización y ampliación de nuestras alianzas políticas y sociales, de coordinación del trabajo institucional, de gobierno –en los ayuntamientos del cambio- y de oposición, con el trabajo de construcción de comunidad y de derechos, aquí y ahora.

Tenemos la memoria larga y sabemos que las cosas no cambian si la gente no empuja desde abajo, si no está organizada y movilizada. Sabemos que si en este país nuestras abuelas avanzaron en la conquista de sus derechos fue porque se movilizaron y se organizaron.

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Si se consiguieron aquellos derechos laborales y democráticos que hoy nos roban fue porque los trabajadores y trabajadoras se juntaron y marcharon. Quienes piensan que movilizarse es cosa vieja, que no sirve, parecen haber olvidado que, sin el esfuerzo de una sociedad civil valiente, organizada y movilizada no se habría escrito ni un solo capítulo del libro de las conquistas democráticas. Los derechos nunca han sido regalo de nadie, tampoco de los políticos que se reivindican progresistas: los derechos han sido siempre conquistas de la gente organizada. En el momento en que redactamos estas líneas cientos de miles de mujeres desbordaban Washington con pancartas en las que se lee “Nosotros el pueblo somos más fuertes que el miedo”. Nadie sabe mejor que las mujeres americanas lo necesario que será en los años venideros contar con una sociedad civil organizada capaz de hacer frente a la amenaza de aquellos que quieren hacer retroceder nuestros derechos y usan para ello las instituciones que deberían ser de todos.

Pero tenemos la memoria corta también. Sin la lucha contra los desahucios, las mareas en defensa de la sanidad y la educación pública o las movilizaciones feministas no habría a día de hoy una fuerza política en el Parlamento en condiciones de plantear una alternativa de gobierno al PP y marcar la agenda del país. Sin un estallido social como el 15M, que abrió un nuevo tiempo en el que la política ya no es lo que hacen los señores con corbata que acuden al parlamento, sino lo que hace la gente cada día defendiendo sus derechos, ¿cómo habrían podido las fuerzas del cambio, sin un solo euro de los bancos, entrar con 71 diputados y diputadas en el Parlamento o gobernar en las principales ciudades del país? Y a la vez, ¿cómo podríamos haber marcado la agenda política del país hablando de pobreza energética, si no es porque la sociedad civil tiene ahora una herramienta útil en el Congreso de los Diputados? Sabemos ser una fuerza política útil desde nuestros escaños, pero también levantándonos de ellos. Somos útiles sacando iniciativas para subir el salario mínimo a 850 euros, pero también poniendo al servicio de los trabajadores de Coca Cola figuras con recorrido mediático para que su lucha continúe y se cumplan las sentencias judiciales.

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Una sociedad que se organiza y moviliza es siempre una sociedad más democrática y por eso debemos apostar por un movimiento popular que siga sumando y haciendo parte de la construcción de un pueblo sin miedo, capaz de traer el cambio en primera persona y con sus propias manos.

¿Qué movimiento popular? Tenemos por delante el reto de transitar de estructuras y prácticas políticas creadas exclusivamente para la fase de movilización electoral a espacios de participación directa descentralizados y anti-burocráticos. Acabada la fase electoral, es imprescindible que generemos iniciativas que sean capaces de desplegarse en los territorios a través de la acción colectiva. Desde el más escrupuloso respeto a la autonomía de las actividades, de los movimientos y organizaciones de la sociedad civil, Podemos deber ser siempre una herramienta útil al servicio de la mayoría social promoviendo iniciativas que aporten al fortalecimiento del movimiento popular, haciendo parte, sumando desde el compromiso y la acción colectiva.

Hace falta fortalecer el movimiento popular para el rescate de la democracia, enraizado en el territorio, a pie de calle, en cada barrio y en cada pueblo, generando espacios de participación y acción colectiva que respondan a las necesidades de la gente y de los territorios. Hay que apostar siempre por un cambio que se construye en primera persona del plural. Entendiendo que el proceso de empoderamiento de los sectores populares y las clases medias será obra de la gente que impulsa y trae el cambio con sus propias manos en los centros de trabajo, en las escuelas, en las universidades, en el exterior, en la cola del paro, en una huelga, en el bar de tu pueblo o en las cocinas de nuestras casas. “Donde existe una necesidad nace un derecho” y allí donde se vulneren derechos debemos promover la multiplicación de militantes para exigir su cumplimiento. Formar parte del movimiento popular es la mejor manera que tenemos de seguir construyendo con la gente el poder de abajo frente a las élites.

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Estamos convencidos de que ser transversales es aprender cada vez más de la gente corriente de nuestro país, porque esa gente es la que sabe lo que es el paro o la precariedad, la que sabe lo que significa el copago sanitario o que sus hijos tengan que irse al extranjero. Ser transversales es construir junto a nuestro pueblo, junto a nuestros vecinos, porque la democracia y los derechos solo se construyen si es entre todos y todas. Ser transversales es entender que ganar a los de arriba es una tarea que sólo pueden hacer los de abajo organizados; que solos, por inteligentes que seamos, no podemos: solo con amigas y codo a codo lograremos ganar La participación activa de Podemos en la construcción del movimiento popular amplio democratiza por abajo y genera los anticuerpos necesarios frente al peligro de convertirnos en una organización política burocratizada o dirigida exclusivamente por cargos públicos y liberados del partido.

En estos años de crisis económica y saqueo de las clases medias y populares, las redes familiares han sostenido a buena parte de nuestra gente, evitando un desastre social sin precedentes. Abuelas y abuelos, madres y padres, vecinas y vecinos nos han ofrecido un valioso ejemplo de fraternidad. Por eso creemos que el eje de la fraternidad popular es lugar privilegiado desde el que abordar la esencial tarea de construir pueblo. En ese proceso de creación de la identidad popular, en tanto que comunidad siempre en construcción, la fraternidad es el hilo que nos permite construir un campo popular compuesto por una gran variedad de aspiraciones, problemas, deseos y sectores sociales diversos.

La fraternidad popular es el eje que permite hacer de los dolores de los más desfavorecidos, de los más golpeados por la crisis, los intereses y los derechos de todo un pueblo. Fraternidad popular como aspiración colectiva de un país justo que no deja a nadie atrás. Fraternidad popular como una pluralidad de vecinos y vecinas o jubilados y jubiladas con anhelos y problemáticas plurales, pero que comparten una misma posición subalterna frente a una minoría privilegiada, de la que tienen la firme voluntad de deshacerse.

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Solo si situamos en el corazón de la construcción de una nueva voluntad popular la cuestión social, el secuestro de la democracia y el empeoramiento acelerado de las condiciones de vida podremos arrebatar a las elites la posibilidad de encarnar el interés general. En su despliegue territorial, la imaginación del movimiento popular debe ser ilimitada. Desde la movilización y la denuncia hasta la dinamización cultural, la conversación entre vecinos y vecinas o el ejercicio efectivo de la solidaridad, el movimiento tiene el reto de reconstruir un nuevo espacio de relaciones sociales fraternales frente a la “ley del más fuerte” que impone el modelo neoliberal. De manera autónoma y descentralizada hay que apostar por el crecimiento de una nueva identidad popular que deberemos ir construyendo pacientemente a través de la comunicación popular, el deporte, la cultura y nuestra participación en la sociedad civil organizada.

Para la construcción de un movimiento popular capaz de disputar el poder a las élites debemos ser capaces de entender la importancia del respeto por la autonomía y la independencia de los movimientos sociales. Tenemos que tener una actitud humilde, basada en la voluntad de aprender de la lucha de nuestro pueblo por la vida, siendo capaces de asumir que en la nueva fase que abordamos toca participar de prácticas colectivas, toca ser parte del impulso de procesos en los que se aporta mucho más haciendo que diciendo.

El proceso de empoderamiento del que somos y hacemos parte disputa la normalización del dolor individual, identificándolo como un problema colectivo, que tiene responsables políticos a los que se les puede torcer el brazo bajo la filosofía de que “en común, sí se puede”. Esta es la lógica sobre la que se construye la esperanza.

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Necesitamos profundizar en un movimiento popular democrático, que hace democracia desde lo concreto, todos los días, que articula la disputa del poder de los sectores populares frente a la élite como la disputa por decidir sus propias vidas frente al poder del dinero. El movimiento popular tiene como reto y tarea poder transformar las necesidades de los sectores populares en derechos. Necesitamos profundizar en un movimiento popular democrático, que hace democracia desde lo concreto, todos los días, que articula la disputa del poder por parte de las clases medias y los sectores populares frente a la élite, como la disputa por decidir sus propias vidas frente al poder del dinero. El movimiento popular tiene como reto y tarea poder transformar las necesidades de las mayorías sociales en derechos. Para conseguirlo, resulta esencial poner en marcha un proceso de empoderamiento y protagonismo popular que ponga en conexión las luchas colectivas locales con las brechas institucionales abiertas en los últimos procesos electorales. Un proceso plural, diverso, descentralizado, que pretende desarrollar las potencialidades creadoras del pueblo y su capacidad para construir una nueva institucionalidad basada en el cumplimiento efectivo de los Derechos Humanos, y en la firme determinación de construir vidas que merezcan la pena ser vividas.

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