El memorable final de una era

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CRÍTICA DE LIBROS

NARRATIVA EXTRANJERA

El memorable final de una era E

l 15 de julio de 1927 una multitud enardecida prendió fuego al Palacio de Justicia de Viena tras conocer que tres miembros de una organización de extrema derecha, que el día anterior habían asesinado a un niño en un enfrentamiento con socialdemócratas, habían sido liberados. En la revuelta murieron ochenta y nueve manifestantes y cinco policías y más de mil personas resultaron heridas, pero el saldo más notable de los disturbios de ese día fue la confirmación de que acababa una época y comenzaba otra cuya característica más saliente iba a ser la radicalización de las opiniones políticas, en una espiral de violencia que desembocaría en la anexión de Austria al Reich alemán de Adolf Hitler en 1938. La literatura carece de importancia frente a la muerte de un niño, pero la muerte de un niño no necesariamente carece de importancia para la literatura. Alrededor de esa muerte absurda, y de los hechos trágicos que desencadenó, el escritor austríaco Heimito von Doderer edificó una obra que es la mejor descripción y, al mismo tiempo, el broche definitivo para toda una época. A la altura de los más grandes libros de la modernidad, Los demonios. Según la crónica del jefe de sección Geyrenhoff (1956) narra las peripecias de casi cien personajes cuyas vidas confluyen en aquel incendio. Esta crónica extraordinaria, traducida por primera vez al español, permite descubrir a uno de los autores más relevantes y más injustamente desconocidos de la literatura centroeuropea. Franz Carl Heimito Ritter von Doderer nació en Hadersdorf-Weidlingau, en las afueras de Viena, en 1896. Fue el menor de los cinco hijos de una de las familias más ricas del Imperio Austrohúngaro; su estrambótico nombre fue producto de un viaje a España durante el cual la madre se enamoró del nombre “Jaime”, cuya grafía germanizó. Von Doderer tuvo sus primeras experiencias homosexuales con un tutor contratado por su familia con la finalidad de mejorar sus resultados escolares, más bien mediocres, al mismo tiempo que se inició

10 | adn | Sábado 7 de agosto de 2010

La publicación de Los demonios, del austríaco Heimito von Doderer, uno de los clásicos más secretos de la literatura centroeuropea del siglo pasado, permite conocer en español una novela absoluta que, con su compleja trama coral y su centenar de personajes de todos los estratos sociales, pinta el momento en que una sociedad comienza a desintegrarse

POR PATRICIO PRON Para La Nacion

con mujeres en prostíbulos y comenzara a cultivar unas tendencias sadomasoquistas que aparecerían una y otra vez en su obra con diferentes disfraces. Su carrera militar fue breve y no muy honorable: en abril de 1915 se incorporó como voluntario a un regimiento de caballería en el que solían revistar jóvenes aristócratas, pero, tras recibir la instrucción militar, fue destinado a la Galicia Oriental y después a la Bucovina como oficial de infantería; apenas medio año después fue capturado por el ejército bolchevique e internado en un campo de prisioneros en Siberia. Von Doderer sólo pudo regresar a Austria dos años después de terminada la guerra, en 1920, cuando la situación económica de su familia se había resentido gravemente. Volvió de Siberia con la decisión de convertirse en escritor y con algunos primeros textos bajo el brazo, que serían recopilados póstumamente en Die sibirische Klarheit (“La claridad siberiana”). Von Doderer comenzó a publicar sus primeros artículos y novelas por entregas en la prensa local a la vez que estudiaba psicología e historia. Se especializó en la Baja Edad Media y en la historia de la ciudad de Viena, dos temas centrales en Los demonios. En 1923 publicó un volumen de poemas y, al año siguiente, una novela; ninguno de los dos interesó mucho al público, pero, en 1929, el escritor comenzó la redacción de una obra que tituló provisoriamente “Señoras gordas” y que, tras veinticinco años de trabajo, acabaría convirtiéndose en Los demonios. En 1933, mientras trabajaba en el libro, von Doderer se afilió al Partido Nacionalsocialista, una decisión influida principalmente por el hecho de que una hermana y varios amigos suyos lo habían hecho previamente, y en agosto de 1936 se radicó en Dachau, cuyo campo de concentración parece haberle pasado desapercibido. Allí, renovó su carnet partidario y solicitó el ingreso en la Cámara de Escritores del Reich, pero, a la vez, comenzó a distanciarse del nacionalsocialismo, en un proceso de gradual

desencanto que culminó con su conversión al catolicismo en 1940; pese a ello, el escritor nunca abandonó oficialmente el partido, y sólo hacia 1945, después de la derrota alemana en la guerra, admitió públicamente su “error”. En 1938 había publicado su novela Un asesinato que todos cometemos (que hace más de una década dio a conocer en español Muchnik) y en 1940 había sido llamado a filas como oficial de reserva y destinado a la fuerza aérea. Tras el final de la guerra y su retorno a Viena, en mayo de 1946, Von Doderer se esforzó por no ser implicado en los crímenes del nazismo, lo que consiguió definitivamente en 1947: su adhesión al nacionalsocialismo parece ahora más el gesto desesperado de un oportunista que el producto de un apoyo real a ideas políticas o estéticas. En 1948 tenía acabada su primera gran obra, Las escaleras de Strudlhof o Melzer y las profundidades de los años (también traducida), pero ningún editor interesado: a sus cincuenta y dos años de edad, Von Doderer seguía siendo un desconocido, situación que cambió lentamente con la publicación, en 1951, de esa ficción y las que siguieron: además de Los demonios, Die Merowinger oder die totale Familie (“Los merovingios o la familia total”, 1962) y Die Wasserfälle von Slunj (“Las cataratas de Slunj”) al año siguiente. Tras tres matrimonios heterodoxos, una larga relación clandestina con Dorothea Zeemann, trece años menor que él, y dos guerras mundiales a sus espaldas, murió el 23 de diciembre de 1966 en Viena. El extraordinario virtuosismo técnico de Von Doderer y su gran poder de observación –muchas de sus obras están basadas en sus diarios, los deslumbrantes Tangenten (1964)– lo sitúan en la línea del también austríaco Robert Musil, con el que ha sido comparado en ocasiones. Los demonios se ocupa de toda una época y construye un mundo narrativo complejo. La novela se centra en las conversaciones, las borracheras, las fiestas, las peleas y las excursiones de un grupo de jóvenes que coinciden en el barrio vienés de Döbling –donde