El kirchnerismo es una caricatura del peronismo

ronismo federal quedó desdibujado: dejó sus filas Carlos Reutemann, alguien como Felipe. Solá pareció con ganas de volver al kirchne- rismo e incluso en estas horas se están pe- leando por la realización o no de elecciones internas para definir sus candidatos. ¿Qué pasó? ¿Perdieron su esencia al haber desapa-.
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ENFOQUES

Domingo 30 de enero de 2011

Entrevista

I

:::: Adolfo Rodríguez Saá

“El kirchnerismo es una caricatura del peronismo” Continuación de la Pág. 1 al titular de la CGT, Hugo Moyano: “Ahora no se lo ve como un luchador. Se lo ve como un aprovechado”, afirmó. “El Adolfo”, como lo llaman todos, incluso él mismo cuando habla de sí mismo en tercera persona, tiene 63 años, una esposa, cinco hijos, una profesión de abogado, cinco mandatos como gobernador, experiencia como diputado y senador, y una suerte de abono permanente para las controversias (como su denuncia de que fue secuestrado, en 1993, en un confuso episodio). Por eso sorprende cuando él, uno de los dos responsables de la fuerte concepción feudal que rige en San Luis desde hace 27 años, admite tácitamente la falta de independencia de los poderes, el condicionamiento de la Justicia y la influencia sobre los medios en su provincia, pero dice que todo eso “fue corregido”. O cuando sostiene que el modelo puntano nunca puso expandirse al plano nacional porque “hay discriminación”. –Tras la muerte de Néstor Kirchner, el peronismo federal quedó desdibujado: dejó sus filas Carlos Reutemann, alguien como Felipe Solá pareció con ganas de volver al kirchnerismo e incluso en estas horas se están peleando por la realización o no de elecciones internas para definir sus candidatos. ¿Qué pasó? ¿Perdieron su esencia al haber desaparecido su gran enemigo? –La visión que me está dando es la visión política que transmiten o que se interpreta desde afuera del peronismo federal. Pero el peronismo federal no se sustenta en el antikirchnerismo, sino en la reafirmación de los principios doctrinarios del justicialismo con una visión moderna. Cuando criticamos esta frase bien hecha, pero mal cumplida, de que hoy existe una justa distribución de la riqueza, estamos hablando de lo que significa la justicia social. Es muy simple: cuando Juan Domingo Perón asumió el gobierno, el PBI se distribuía en un 46% para el salario de los trabajadores y el 54 restante para el Estado, los empresarios, etc. El gran objetivo de Perón era superar el 50% y logró llevarlo al 54. Hoy se distribuye el 22%. Es la más injusta distribución de la riqueza en toda la historia. Estamos entre los países que peor distribuyen la riqueza en el mundo. Entonces hay una diferencia doctrinaria, de concepción, y la riqueza se distribuye no sólo con el salario, sino también con planes de viviendas, con la construcción de escuelas, con buenos sistemas de salud pública. –Si el Gobierno no distribuye la riqueza como Perón, ¿usted también es de los que creen que el kirchnerismo no es peronismo? –Es una caricatura y una farsa del peronismo. Tome los primeros cuatro años del gobierno kirchnerista y se va a dar cuenta de que nunca nombraron a Perón y a Evita. Cuando lo necesitaron

Muchos de los dirigentes que se dicen peronistas o que usurpan los cargos del PJ son aprovechados. Uno de ellos es Moyano. Pero no representa ningún peligro para un gobierno democrático y con legitimidad popular

electoralmente, pusieron la foto de ellos. Y cuando lo necesitan se llaman Partido Justicialista pero, en realidad, son el Frente para la Victoria. Hay que terminar con la hipocresía: si son el Frente para la Victoria, ¿qué tiene de malo? Ahora, disfrazarlo y meterlos a Perón y Evita está muy mal. Por eso nuestra razón de ser sigue existiendo. Hemos tenido un duro golpe con la separación de Reutemann, algo totalmente inesperado y absolutamente inexplicable. –¿Lo habló con él? ¿Tomó la decisión sin consultarlos a ustedes? –Estuvimos reunidos en este mismo despacho durante dos horas y después nos enteramos de que había renunciado por razones que no tienen que ver con lo que conversamos ese día. Reconozco que nos ha afectado, como también la actitud confusa del gobernador Das Neves y de Felipe Solá, cuando establecen posibilidades de acuerdo con el kirchnerismo. El peronismo federal no va a correr detrás del kirchnerismo. Somos otra cosa. Esperamos en 2011 poder ganar las elecciones o salir segundos para estar en el ballottage. Tenemos muchos modelos y uno muy abarcativo es el de San Luis, que, sin arrodillarse ante el poder nacional, con los recursos que le corresponden por coparticipación federal y por el cobro de los impuestos provinciales y con una correcta y eficiente administración, está en condiciones de atender correctamente la salud, la educación, la construcción de caminos, escuelas, hospitales, la agenda digital más importante que tiene la Argentina. Entonces se puede, pero hay que administrar eficientemente. Si San Luis resuelve un problema de unos pocos miles de viviendas, ¿por qué no llaman al gobernador de provincia y le preguntan cómo hizo para construir con los mismos fondos que tenían otros distritos? –Hay un dirigente que era cercano al peronismo federal cuyas últimas actitudes no son muy entendibles: Carlos Menem. ¿Cómo explica esos faltazos en el Senado que ter-

FOTOS DE EMILIANO LASALVIA

minan favoreciendo al kirchnerismo? Para muchos, sólo es entendible si hubiera alguna garantía de protección judicial. –Es inexplicable. Ni aun así lo entiendo. –¿No le pidió explicaciones? –Las pocas veces que viene al Senado nos saludamos amablemente. Yo respeto a todos los seres humanos y también al ex presidente Menem. Pero ha adoptado una actitud absolutamente equivocada. Un hombre que fue presidente durante 10 años tiene la obligación de dar el buen ejemplo. Y lo de él es un mal ejemplo. –Usted dijo públicamente que Fernando de la Rúa tenía razón cuando comentó que Duhalde había querido dar un golpe en 2001. Si esto es así, ¿cómo puede usted compartir el mismo espacio del peronismo federal con alguien al que considera golpista? –Porque hay que mirar al futuro. Un ciudadano tiene que pensar en el país, en el futuro, en el bien común, y no en sus propios dolores. He tenido enormes padecimientos en mi vida, pero las obligaciones están por encima de los gustos personales. Y tal vez a Duhalde también le haya costado hablar conmigo. –Todo peronista considera sagrada a la CGT. ¿Cómo ve el creciente poder de Moyano a partir de todos los privilegios que le otorga el kirchnerismo? ¿Puede ser una amenaza para el futuro gobierno? –El poder que ha creado Moyano no tiene nada que ver con la formación ni con la tarea que deberían tener los dirigentes sindicales. En una época, se lo veía como un duro dirigente porque luchó contra la “ley Banelco”, contra los sobornos en el Senado. Tenía una imagen de duro, pero de luchador. Ahora no se lo ve como un luchador. Se lo ve como un aprovechado. Cuando Perón volvió al país habló de los aprovechados. Hoy, muchos de los dirigentes que se dicen peronistas o que usurpan los cargos del PJ son aprovechados. Uno de ellos es Moyano. Pero no representa ningún peligro para un gobierno democrático y con legitimidad popular. De todas formas, hay que modificar en forma urgente las normas para que las organizaciones sindicales se adecuen a los tiempos que vivimos. Los sindicatos deberían luchar también por los que trabajan en negro, por los excluidos. Tiene que haber un cambio profundo para que haya democracia sindical. –Si el de San Luis, según usted, es un modelo exitoso, ¿por qué a nivel nacional no trasciende? ¿Por qué la gente no les ha dado el voto? ¿Por qué el modelo puntano no se puede proyectar a nivel nacional? –Cuando fui candidato a presidente saqué tres millones de votos. No me alcanzó, pero no son pocos. Por entonces, toda la campaña electoral fue programada en contra de mí porque el objetivo era que [Carlos] Menem fuera el primero, o el segundo, porque en la segunda vuelta le ganaban a él. Es que la clase dirigente ve el peligro de un cambio de estilo que no es el de ellos. Por eso digo que hay un contubernio entre el kirchnerismo y la oposición, por el que incluso se llama oposición a la UCR, a Elisa Carrió o a Pino Solanas, pero nunca al peronismo federal. –Quizá influye la imagen que los Rodríguez Saá tienen entre los ciudadanos porteños o los bonaerenses. Usted alguna vez se quejó de la mirada muy centralista de estos grandes centros urbanos, que son incapaces de mirar a su alrededor hacia el interior del país. –Es parte de la discriminación... –¿Cree que ha sufrido discriminación? –Sí, se sufre. Los hombres del interior tenemos tez morena, no somos rubios y de ojos azules. Hay una sobrevaloración de eso y un desprecio al otro. Pero estamos en el siglo XXI y tenemos que superar las discriminaciones. Incluso la cultura

MANO A MANO Mi primera entrevista con Adolfo Rodríguez Saá fue tan tensa que con mis colegas María O’Donnell y Martín Rodríguez Yebra estuvimos a punto de levantarnos e irnos. Fue a comienzos de 2003, cuando el actual senador era el candidato que lideraba las encuestas para las elecciones del 27 de abril y, quizá justamente por ello, su carácter endiablado estaba en su esplendor. Siete años después, Rodríguez Saá parece otro. No sólo porque ya no encabeza las encuestas ni es candidato presidencial, sino, sobre todo, porque está tranquilo, sin esa ebullición que lo dejaba al filo de los desbordes. Quizá haber llegado a semejantes alturas del poder, aunque sea sólo por una semana, lo haya sosegado. O quizá haya sido la forma en que dejó ese poder, empujado por los mismos que lo habían puesto allí. Se nota que es más pragmático que su hermano y que se siente discriminado por el “poder porteño-bonaerense”. Se puso contento cuando le dije que lo notaba más sereno. Aunque no tanto cuando hablamos del “feudo” puntano. Pero contestó sin alterarse, aunque sin responder el mayor misterio después del Triángulo de las Bermudas: qué harán los Rodríguez Saá si efectivamente dejan el poder en San Luis.

El senador Rodríguez Saá, con LA NACION

progresista, fundamentalmente de la ciudad de Buenos Aires, tolera que haya fábricas con esclavos bolivianos y paraguayos, tolera que se hable mal de los ciudadanos paraguayos y bolivianos. Yo leo el preámbulo de la Constitución y finaliza así: “Para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Ese es el sueño de nuestros antepasados. ¿Por qué la Argentina no retoma el mundo de los sueños? ¿Por qué sólo el mundo de la descalificación, de la corrupción, del miserable dinero que corrompe? ¿No podemos volver a soñar una Argentina distinta? –Más allá de los sueños, también es cierto que en la imagen de los Rodríguez Saá siempre pesó la asociación con el feudo, sus cinco mandatos como gobernador, un poder central siempre vinculado con una misma familia. Hay muchas cosas que ustedes critican de los Kirchner y que también se les achacan, como la falta de independencia de los poderes, el condicionamiento de la Justicia, la influencia sobre los medios… –Para hacerla fácil: todos estos temas, a partir de cada una de esas críticas, fueron corregidos. Vamos a suponer, en la peor hipótesis para mí, que fueran ciertas las críticas. Fueron todas co-

rregidas. En San Luis hay plena y absoluta independencia de poderes. Hemos pasado por crisis, pero se ha corregido. El problema es que los gobiernos nacionales tienen un problema y no lo corrigen. Hay un problema de la inflación, por ejemplo, y lo niegan. El gobierno de San Luis ha tenido una etapa extraordinaria de crecimiento, de desarrollo cultural, de respeto a la diversidad, de inclusión social. Obviamente se pueden criticar cosas pero, aun con la peor de las críticas, es el único que sale siempre mejor calificado por organismos internacionales, consultoras y organizaciones no gubernamentales. –Su hermano aseguró que ni él ni usted iban a postularse nuevamente para la gobernación puntana. ¿Es cierto? ¿Usted no quiere ser nuevamente gobernador? –No voy a ser candidato a gobernador. –¿Y a quién preparan como “delfín”? –No estamos preparando a nadie. Pero hay muchos. San Luis ha construido una clase dirigente importante. –¿Y usted qué quiere ser? Porque su mandato es hasta diciembre próximo. –Probablemente aspire a ser nuevamente senador nacional. Me siento cómodo en el Senado y mi misión en este momento, la tarea que me impongo, es la de contribuir con mi experiencia, con mi gran conocimiento de la cosa pública. Soy tal vez uno de los mayores expertos que tiene la Argentina, y he tenido la suerte de que mi tarea ha sido considerada exitosa, entonces tengo que contribuir y puedo ser un factor que contribuya al diálogo, a la búsqueda de consensos. –A raíz de las clásicas acusaciones de nepotismo que reciben usted y su hermano, hay una frase suya muy sugestiva. “Para gobernar 40 años una provincia hay que hacerlo con la familia y con los amigos”. ¿Es tan así? –No es una frase mía. Me la atribuyen, pero no es mía. Voy a hacer una aclaración: en San Luis, por ser una provincia chica, una familia tradicional como la nuestra tiene una enorme cantidad de parientes. Pero nosotros no tuvimos durante 30 años ningún pariente en el Poder Judicial, en la Cámara de Diputados, ni como legislador nacional. Tenemos una hermana que fue candidata a concejal suplente en la ciudad de San Luis y que terminó siendo elegida. –Pero en julio último, su hermano designó a su propio hijo en un alto cargo de la gobernación… Es decir, su sobrino, ¿no? –El hijo de él… (hace una pausa) Tiene razón. Lo han nombrado secretario general de la gobernación. Pero mire el gobierno nacional: la hermana de Kirchner es ministra… –Quizá el eje sea esta tendencia de los Rodríguez Saá a la perpetuidad en el poder. –Pero en el medio también gobernó la arquitecta Alicia Lemme… Yo sé que el ciudadano común puede pensar que yo manejaba todos los piolines. Pero no manejaba ningún piolín porque no tuve ningún interés en manejarlo. Ella gobernó y lo hizo correctamente en la enorme dificultad de gobernar en 2002, después de cinco años de gobierno de El Adolfo. Y después de que el Adolfo fue presidente, con la crisis entre el gobierno provincial y el nacional. Le voy a decir algo que me pasa con Alberto: mucha gente me viene a hablar a mí de la tarea oficial como si fuera un experto, pero no me meto en nada en el gobierno. –Parece que lo tienen bien repartido: cuando uno gobierna, el otro no se mete. -Yo no me meto en nada. Somos dos personas absolutamente diferentes. La personalidad de Alberto es totalmente diferente de la mía. –Usted no pinta, por lo pronto… –(Se ríe.) Yo no pinto. Soy un pragmático. © LA NACION

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