El folklore futurista llegó hace rato

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Buenos Aires, lunes 13 de septiembre de 2010. SECCION 4

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Espectáculos

“La radio es toda mi vida” Juan Di Natale habla de su ciclo Day Tripper y de su identificación con la Rock & Pop . PAGINA 5

Rockeros unidos del sur del mundo

El tiempo de Pomo Lorenzo

Un megafestival con grandes nombres festejará el bicentenario de la Argentina y de Chile. PAGINA 2

El legendario baterista de Spinetta y Pappo presentará esta noche su primer disco. PAGINA 2 El futuro de la pantalla

“América latina piensa una mejor TV pública” Según Lorenzo Vilches y Tomás López-Pumarejo Por Marcelo Stiletano De la Redacción de LA NACION

MARIANA BARAJ

El folklore futurista llegó hace rato En su primer disco de canciones propias, la artista propone un viaje que fusiona folklore, moda y rock con estética de pop latino

Por Gabriel Plaza De la Redacción de LA NACION Mariana Baraj viene de una gira por el norte, donde tocó en provincias en las que nunca había estado, como Catamarca y Santiago del Estero, donde pasó la prueba de fuego junto al grupo Vislumbre del Esteko, uno de los fenómenos locales de la música santiagueña. Fueron tres seContinúa en la Pág. 2, Col. 1

EMILIANO LASALVIA

Murió el cineasta Claude Chabrol

Adiós al observador de la burguesía analista feroz (y al mismo tiempo sutil, divertido, francesísimo) de la sociedad y sus lacras. Entre los personajes de Chabrol, la normalidad suele ser aparente. Fascinado por el enigma, Chabrol busca aventurarse en la interioridad de sus personajes, por muy alarmante, contradictorio o ambiguo que sea lo que encuentre en el camino, y en esa indagación, descubre, claro, datos bien significativos sobre la moral de la época en que se desenvuelven.

Por Fernando López Para LA NACION Claude Chabrol, uno de los fundadores de la nouvelle vague, que revolucionó el cine francés a fines de los años 50, murió ayer, en París, a los 80 años, según informó AP. * * * Palmas, osos, globos, leones, copas, Oscar, diplomas: muchos cineastas pueden enarbolarlos como garantía de calidad. Pero son pocos los que, como Claude Chabrol, habrán podido exhibir un “certificado de buena conducta en el set”. El lo tenía, y con firma reconocida: Orson Welles. Se lo había ganado en 1971, cuando el creador de El ciudadano intervino como actor en La década prodigiosa y comprobó el clima gozoso que Chabrol sabía imponer durante el trabajo. Y lo corroboraron cuantos colaboraron con él durante una trayectoria que abarcó 50 años y 60 films. Nunca perdió ese humor, que él sabía deslizar también (generalmente con malicia) aun en sus dramas más oscuros. “Lo primordial es generar una atmósfera de fiesta cuando se trabaja –decía–, ya que nunca se sabe si un film tendrá éxito o no, más vale pasarla bien mientras se lo hace.” Por cierto con su generosa producción, que abarca desde El bello Sergio (1957) hasta Bellamy (2009), conoció el aplauso, el éxito comercial, la reprobación y también el

Siempre el mismo film

AFP

El director era famoso por el buen humor que impuso en los rodajes de sus 60 films

fracaso. Sin embargo, en sus películas dejó casi invariablemente su marca: la de un observador crítico de la pequeña burguesía. Más de un historiador opina que será indispensable recurrir a sus films cuando se quiera recoger información sobre los hábitos, el lenguaje y la conducta social de los franceses de la segunda mitad del siglo pasado.

En la obra de Chabrol esa observación puede manifestarse en la penetrante pintura de personajes con algo de monstruos (La ruptura), colarse en los pliegues de un relato policial (El carnicero, La mujer infiel), despuntar bajo el brillo de una comedia (No va más) o ilustrar conflictos de orden social (La ceremonia, a la que definió como “el último film sobre la lucha de clases”). Era un

“Chabrol hace siempre el mismo film”, decían algunos en plan de crítica, otros con el propósito de destacar su condición de autor y su voluntad de afinar cada vez más el ojo para alcanzar la máxima precisión en el trazo, la mayor concisión en la construcción de sus historias y la más maliciosa y fina sutileza para envolverlas en una provocativa ambigüedad. En esa búsqueda tropezó con algunos desniveles (sobre todo en la década del 70, que cerró con una obra maestra: Niña de día, mujer de noche, 1978), o haberse atascado en algunas reiteraciones, pero le sobraba maestría para manejar los hilos de su representación y enredarnos en ellos lenta e insidiosamente. Admirador de Hitchcock y de Fritz Lang, en sus mejores films de madurez –Un asunto de mujeres, La

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Nacido en Valparaíso (Chile), Lorenzo Vilches es el coordinador del Observatorio Iberoamericano de TV y director de la maestría internacional de escritura para cine y TV de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde reside. Oriundo de Puerto Rico, Tomás López-Pumarejo es investigador de mercadotecnia en telenovela y profesor de Comercio Internacional y Nuevos Medios del Brooklyn College de Nueva York, ciudad en la que vive la mitad del año. El resto lo pasa en Montreal (Canadá). Ambos escribieron a lo largo de sus dilatadas trayectorias gran cantidad de libros, ensayos e investigaciones que fueron materia de consulta y formación para muchas generaciones de estudiantes de comunicación. Buenos amigos, asiduos concurrentes a los más importantes simposios y debates sobre TV en todo el mundo, llegaron esta vez a la Argentina para disertar en el Festival y Mercado de la Telenovela Internacional (FyMTI). Antes de viajar a Mar del Plata, donde se desarrolla el encuentro, compartieron una charla con LA NACION, que tuvo como punto de partida el género televisivo más fiel a sí mismo, y de la cual surgieron varias claves e indicios muy sugerentes sobre el futuro de un medio que parece estar en permanente transformación. “Lo que presento en Mar del Plata tiene que ver con la webnovela, un nuevo tipo de ficción que combina personajes ficticios y reales, nace de los blogs y del mundo wiki de la Red, y que sirve como plataforma de lanzamiento de una gran cantidad de actividades interactivas, aunque también logró recuperar la vieja tradición de la radionovela, donde el auspiciante y el narrador eran la misma persona. Aquí ocurre lo mismo”, explica López-Pumarejo.

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