4 | ADN CULTURA | Viernes 1º de agosto de 2014
El arte de incentivar la curiosidad Cómo iniciar a los chicos en la cultura. Ayudar a que los niños descubran los tesoros de la literatura, el cine, la filosofía, el teatro, la música y la ciencia puede ser una aventura apasionante para padres y maestros. En estas páginas, itinerarios y estrategias que permiten orientarse en un mundo de posibilidades múltiples Natalia Blanc
la nacion
| ilustraciones María Elina
E
n 2004, Daniel Barenboim fundó en Berlín un jardín de infantes musical. Diez años después, el ochenta por ciento de los alumnos que iniciaron su formación cultural en esa institución sigue vinculado con la música. Para el director de la West-Eastern Divan Orchestra, el camino ideal para que los niños aprendan a apreciar obras musicales es “lograr una revolución en la educación”. En una entrevista reciente publicada en La NacioN, Barenboim declaró: “No es normal que los chicos aprendan en la escuela literatura, biología, matemática y nada de música. La idea no es que se vuelvan ejecutantes, sino que conozcan algo de la música. Esto sería un gran progreso para la humanidad. La música no es apenas algo que da goce, se aprende también mucho de ella. La música entra al cuerpo por el oído [...]. Después, nos olvidamos por completo de educar el oído. Y el oído sirve para la memoria y da un contenido emocional, lo que mejora la calidad de vida. Así que no es una cosa de lujo ni elitista”. La teoría de Barenboim podría aplicarse a la iniciación cultural en disciplinas como arte, literatura, teatro, cine, filosofía, ciencia. Guiar a los chicos en ese camino y acompañarlos en las diferentes etapas y experiencias es tarea de los padres o de los adultos a cargo de la educación. En ese punto, la cuestión crucial es cómo hacerlo, por dónde empezar, con qué obras o autores. Se abre, entonces, un universo de posibilidades. Por pedido de adncultura, una serie de prestigiosos artistas como la pianista Lyl Tiempo, la autora e ilustradora de libros infantiles Isol, el director de teatro y fundador del grupo La Galera Encantada, Héctor Presa, y docentes de talleres de diversos géneros artísticos ofrecen pistas y testimonios personales sobre esta compleja cuestión. “Cuando yo era niña, iba a una escuela del Estado donde teníamos una materia que se llamaba Música. Cada profesor le imprimía una tendencia diferente, pero en general se trataba de aprender las canciones patrias y el Himno; o sea que la clase se transformaba en un coro. En el colegio secundario, en el Liceo 1 de la avenida Santa Fe, también tuve Música como materia y allí consistía en aprender solfeando algunas canciones, a lo que se sumaba algo sobre la vida y obra de los grandes compositores –cuenta Lyl Tiempo–.
“Toda estimulación bien orientada propiciará el desarrollo de un niño musical, un ser infinitamente enriquecido para la vida en todos sus aspectos” (Lyl Tiempo)
Dediqué la mayor parte de mi vida a tratar de descubrir cómo introducir la música en el mundo infantil para enriquecer en todos los planos posibles a esos pequeños seres tan ávidamente receptivos; pude comprobar que la mejor manera es a través de la educación del oído y el desarrollo de la sensibilidad en las primeras etapas, para ir incorporando poco a poco los diferentes aspectos intelectuales, de acuerdo con la edad y las capacidades de los niños.” La pianista argentina, madre de los músicos Sergio Tiempo y Karin Lechner, es autora de El libro de Lyl, extraordinario manual para enseñar piano a los más pequeños. La obra es, según escribió Martha Argerich, “una gran inspiración para los niños y para los maestros”. Al igual que Barenboim, Tiempo considera que los chicos deberían escuchar música “desde antes de nacer”. “Empaparlos en la buena música es mi premisa. Creo que si la mamá escucha o toca música durante su embarazo, estará nutriendo el oído y la sensibilidad de su hijo, a la vez que los suyos propios [...]. Si el niño escucha música desde que es pequeñito, hay buenas chances, estoy segura, de que se sienta inclinado a cantar y luego a tocar algún instrumento, siempre que en su entorno se le facilite la posibilidad. Toda estimulación bien orientada propiciará el desarrollo de un niño musical, un ser infinitamente enriquecido para la vida en todos sus aspectos.” Tiempo se refiere a piezas de compositores clásicos (“La recomiendo con la certeza de que es una música que ayudará a una integración de gran riqueza”) y cuando se le pide ejemplos puntuales menciona los conciertos para piano y orquesta y las sinfonías de Mozart “para que los niños se sientan felices a la hora de almorzar o de comer”. “Cuando ponen los bebés a dormir, me gusta imaginarlos, por ejemplo, escuchando la Séptima sinfonía de Beethoven o los Conciertos brandeburgueses de Bach. Algunos bebés disfrutarían mucho de los Preludios para piano de Debussy y probablemente algunas mamás preferirían la cuerda del chelo o del violín. No debería faltar el Concierto para clarinete de Mozart, que es una belleza particular y que los niños adoran.” Claro que, además de música clásica, también se puede estimular el oído de los chicos con otros géneros. En el espectáculo Un paseo
por el mundo, dirigido por Héctor Presa, la Camerata Bariloche propone al público infantil un acercamiento a ritmos de diversos países y épocas. La trama es sencilla: una familia sueña con unas vacaciones especiales. Pero no se ponen de acuerdo con el destino porque padre, madre e hijos prefieren visitar lugares distintos. A partir de esa situación comienza un recorrido musical de lo más variado, con fragmentos de: Las cuatro estaciones, de Vivaldi, el Concierto brandeburgués n° 3, de Bach; Carmen, de Bizet, La Traviata, de Verdi; “Libertango”, de Astor Piazzolla, y “Yesterday”, de los Beatles. Estrenado este año, Un paseo... tiene puntos en común con La vuelta al mundo en un violín, concierto didáctico para grandes y chicos dirigido por Sergio Feferovich. Una orquesta de cuerdas interpreta piezas de compositores de Inglaterra, Hungría, Austria, Francia, Grecia, Estados Unidos, China, Brasil y la Argentina. La función comienza con una presentación de los instrumentos y los músicos, quienes invitan al público a participar del show. Heredero de Hugo Midón, en cuanto a la calidad de las obras que escribe y dirige hace treinta y cinco años, Presa ofrece en su teatro de Palermo adaptaciones de clásicos de Shakespeare y Chéjov y de historias infantiles tradicionales como las de Caperucita Roja, Pinocho y Cenicienta. Alicia Rock, por ejemplo, es una versión de Alicia en el país de las maravillas, con música de Litto Nebbia. Y en obras como Locas canciones para mirar, María Elena y El último tranvía rinde homenaje a María Elena Walsh. Presa recordó una anécdota que protagonizó con Piazzolla en los años ochenta, cuando fue convocado como director teatral para participar de los festejos por los 400 años de la ciudad de Buenos Aires. Con la idea de montar un espectáculo infantil, Piedra libre para mi ciudad, con temas de Piazzolla, se reunió con el compositor para contarle el proyecto. Lo primero que Piazzolla le aclaró fue que sus piezas no eran para chicos. “Después de ver un ensayo me dijo: ‘Si alguien me hubiera pedido que compusiera música para niños, yo hubiera simplificado las armonías. Pero ahora me doy cuenta de que no es necesario hacer música más simple para que los chicos puedan apreciarla’. Ese concepto marcó los principios de La Galera Encantada”. Continúa en la página 6