2
|
espectáculos
| Jueves 22 de enero de 2015
Eastwood, el último de los directores clásicos de Hollywood
eStreno. Francotirador, polémico film
nominado a cinco Oscar, ratifica el lugar de privilegio que ocupa el cineasta entre sus pares
Viene de tapa
Eastwood, además, recibió el premio Irving. G. Thalberg en 1994, tras lo que dirigió nada menos que 18 largometrajes. Es un veterano (nacido en 1930) extraordinariamente prolífico, como Manoel de Oliveira (1908) y Woody Allen (1935). El inoxidable Eastwood siguió filmando incluso cuando ya había entregado lo que muchos consideran su testamento cinematográfico, la trilogía que comenzó con Gran Torino (2008), un legado cascarrabias, gruñón y humanista que ponía en perspectiva crítica su carrera como director y, sobre todo, muchos de sus personajes como actor (después de Gran Torino sólo volvió a actuar en Curvas de la vida, dirigida por su discípulo Robert Lorenz). Gran Torino proponía el sacrificio para terminar con el ciclo de la violencia. Su siguiente película, también ligada a la posibilidad de detener un enfrentamiento, fue Invictus, de 2009, un testamento político social con los ojos puestos en la figura de Nelson Mandela. Se basaba en El factor humano, el libro de John Carlin que con sus múltiples historias, ramificaciones y declaraciones tenía tal vez como destino natural una miniserie; hubo que podar y simplificar, pero Eastwood lo elevó al rango de cine. Gran Torino terminaba con una revancha, aunque sacrificial, contra los delincuentes; Invictus, film contrario a las revanchas políticas, narra el fin de la violencia mediante la reconciliación, mediante la seguridad de la paz para apaciguar el rencor. En las dos películas, por supuesto, el objetivo es contar historias; es decir, que las historias fascinen y nos vuelvan a llevar a la constante pregunta que surge de nuestro deseo como espectador luego de cada secuencia: ¿y después qué pasó? Para cerrar la trilogía, vendría una de las películas más incomprendidas de su carrera: Más allá de la vida (Hereafter, 2010). Un relato con la muerte como tema, pero no como centro, no como ancla: el centro, nos decía Eastwood, está de este lado, acá, en la vida. Sus películas tienen esa facilidad para contar de forma aparentemente sencilla que hizo y hace de Eastwood
el gran clásico contemporáneo desde hace décadas. Clint pudo hacer su extraordinaria trilogía no tanto por la cercanía con la muerte, sino por su propia vitalidad y sabiduría. Y la hizo con su notable capacidad de síntesis para relatar y proponer riqueza de ideas y de sentimientos desde la depuración y la inteligibilidad que nunca es condescendiente con su público (como puede experimentarse también al leer a Nick Hornby o a Adolfo Bioy Casares, o al ver algunas de las mejores películas de Steven Spielberg o de Pixar). A ello se le suma una osadía temática digna del energético y aventurero John Huston (a quien interpretó y de quien relató parte de su vida en Cazador blanco, corazón negro). Si Más allá de la vida podría pensarse como su “legado filosófico”, una película que cierra en la feria del libro, celebración de uno de los más preciados legados humanos, Gran Torino, por su parte, puede verse como su legado social e Invictus como un reflexivo y calmo testamento político. Como hombre sabio y previsor, Eastwood hizo su testamento con tiempo para seguir viviendo y filmando. El tiempo, su tiempo, le fue suficiente para poder cerrar ese ambicioso segmento de su carrera. Y después siguió contando la(s) historia(s) de su país: J. Edgar, en 2011, y Jersey Boys y Francotirador, en 2014, tres películas sobre historias reales centradas en décadas pasadas: J. Edgar Hoover, el mítico, polémico y temible primer director del FBI; la historia mafiosomusical de Frankie Valli y los Four Seasons, y la vida de un condecorado militar de las incursiones en Irak entre 1999 y 2009. El pasado Es curioso que justo antes de esa trilogía testamentaria, el director haya presentado otras tres películas sobre el pasado reciente norteamericano: en 2008 rodó El sustituto (Changeling), una de las mejores –muy probablemente la mejor– película protagonizada por Angelina Jolie sobre un caso policial de la década del 20. Las otras dos fueron su díptico de 2006 sobre la Segunda Guerra Mundial: La conquista del honor y Cartas desde
Bradley Cooper y Clint Eastwood, durante el rodaje del film
Iwo Jima, dos películas que se proponían la titánica tarea de contar la misma batalla (Iwo Jima) desde las perspectivas norteamericana y japonesa, respectivamente. Si con J. Edgar y Jersey Boys el director se metía con pasados más lejanos, con Francotirador Eastwood sube el desafío y mira hacia el pasado cercano: la mayoría de las acciones de la película se centran en la primera década del siglo XXI, los momentos más sobresalientes de la vida de Chris Kyle, texano que ha sido considerado el francotirador más letal de la historia militar estadounidense. La película comienza in medias res: con una acción, un dilema militar de tremenda tensión, y desde ese momento la película va al pasado de Kyle, para luego llegar y superar el punto relatado al principio. Eastwood quiere contar cómo es que Kyle llegó a estar en un techo iraquí decidiendo sobre la vida y la muerte de aquellos a quienes tiene en la mira. El cineasta sabe contar momentos definitorios y lo hace –a diferencia de la mayoría de los directores de Hollywood– con poca música, que cuando aparece cobra una dimensión inusual (en Francotirador es realmente escasa: un tema de Ennio Morricone de los 60, otro del propio Eastwood y algo de percusión para algunas escenas de guerra). Desde ese momento clave de la vida profesional del protagonista, Eastwood construirá también la historia familiar de Kyle y llegará a un final de una altísima potencia emotiva, del tipo que pueden lograr los que saben contenerse, los que no exageran el gesto. Es mejor no adelantar más de la historia de Chris Kyle porque si no saben más detalles lo mejor –como siempre– es que se los cuente el maestro Eastwood.ß
Bradley Cooper, tras la estatuilla Bradley Cooper logró un gran salto en su carrera en unos pocos años. Dejó de ser el carilindo del reparto de algunas películas románticas (y el “Face” de la versión fílmica de Brigada A) y pudo escapar pronto del riesgo de encasillamiento de las exitosísimas entregas de ¿Qué pasó ayer? Entre sus roles anteriores se destaca el protagónico de El lado luminoso de la vida, por el que obtuvo su primera nominación al Oscar. También obtuvo una nominación como actor de reparto por Escándalo americano, que –al no ser el más destacado de ese gran ensamble actoral– prueba cómo es considerado hoy en día
en Hollywood. Su nueva nominación al Oscar como mejor actor protagónico por Francotirador lo reafirma con creces. Y hay más: con el film de Eastwood Cooper suma otra nominación para su cosecha –la de mejor película– ya que es también uno de sus productores. En 2014, además, Cooper fue la voz del personaje más amado del año: Rocket Racoon de Guardianes de la galaxia. El actor fue quien compró los derechos del libro autobiográfico de Kyle, y en un principio tenía pensado que la película fuera protagonizada por Chris Pratt (su compañero en Guardianes de la galaxia), pero finalmente se quedó con el papel, para el que
subió 20 kilos (sobre todo de masa muscular) con una dieta de 8000 calorías por día y horas y horas de ejercicio. Para la hermosa Sienna Miller, su participación en Francotirador bien podría marcar el impulso que necesitaba su carrera, que no había sido del todo afortunada en cine desde Interview (2007) dirigida por Steve Buscemi. En 2012 Miller actuó en el telefilm de HBO La chica, en la que interpretaba a Tippi Hedren, por el que consiguió una nominación al Globo de Oro. Entre los varios proyectos que maneja para los próximos años figuran películas dirigidas por James Gray y Ben Affleck.ß
Más extraño que la ficción
warner
CIne
Sus últimas tres películas son biopics
Francotirador es una biopic, como lo son las tres últimas películas de Eastwood. En este caso, se narra la vida del marine Chris Kyle, leyenda de las incursiones bélicas en Irak. Jersey Boys, de 2014, cuenta la vida del cantante Frankie Valli (el de éxitos como “Big Girls Don’t Cry” y “Can’t Take My Eyes Off You”), mientras que J. Edgar (2001) es, claro, la vida de J. Edgar Hoover, el primer director del FBI, puesto en el que se mantuvo durante 37 años, hasta su muerte. Invictus (2009) también puede pensarse –parcialmente– como una biografía de Nelson Mandela. Sin embargo, en toda la carrera de Eastwood, con más de treinta largometrajes, sólo otros dos títulos están basados en personas reales: su fundamental Bird (1988) sobre la vida del jazzman Charlie Parker y, hasta cierto punto, la fascinante Cazador blanco, corazón negro, que ficcionaliza la vida de John Huston (Wilson en el film, interpretado por el propio Eastwood) durante el rodaje de La reina africana, película de 1951 con Humphrey Bogart y Katharine Hepburn.
Retrato de la adicción a la guerra Francotirador (american Sniper, eStadoS UnidoS/2014). ★★★★ muy buena. dirección: Clint Eastwood. guión: Jason Hall. fotografía: Tom Stern. edición: Joel Cox y Gary Roach. diseño de producción: Charisse Cardenas y James J. Murakami. elenco: Bradley Cooper, Sienna Miller, Luke Grimes, Jake McDorman, Cory Hardrict y Kevin Lacz. distribuidora: Warner Bros. duración: 132 minutos
F
rancotirador es una película notable, sí, pero incómoda. Puede disfrutarse como un imponente film bélico (o, mejor, como una relectura moderna del western), aunque también está abierta a muy diversas lecturas. Si en los Estados Unidos, donde se convirtió en un éxito comercial de enormes e insospechadas proporciones, generó un tenso debate entre la derecha y los veteranos de guerra, por un lado, y los sectores más progresistas que la cuestionaron por, supuestamente, glorificar a un asesino y la llegaron a acusar de “propaganda nazi”, fuera de su país es muy probable que varios también la descalifiquen irritados por cuestiones extracinematográficas. Pero incluso cuando sea sometida a un impiadoso análisis ideológico, Francotirador resulta mucho más que una mera película patriótica (que lo es) para convertirse, en verdad, en una mirada desgarradora sobre la adicción a la guerra y sus consecuencias, tanto individuales como sociales. Una propuesta que se enmarca, también, en la tradición del cine clásico hollywoodense sobre la figura del héroe y en una filmografía como la de Clint Eastwood, que ha tenido desde siempre a la violencia y a la venganza dentro de un mundo que se derrumba como temas esenciales. El film está basado en la autobiografía de 2012 escrita por Chris Kyle, el más letal francotirador de los Navy SEAL (principal fuerza de operaciones especiales de la armada de los Estados Unidos) que en cuatro incursiones en Irak mató al menos a 160 enemigos (algunas fuentes aseguran que fueron muchos más). Eastwood y su guionista Jason Hall adoptan el punto de vista del protagonista (un convincente Bradley Cooper, alejado por complete del glamour que suele caracterizarlo) para na-
rrar cómo opera en combate un experto como él, pero también su incapacidad para volver e integrarse al mundo real y conectarse con sus seres queridos (Sienna Miller interpreta a su esposa y madre de sus hijos). Es cierto que Eastwood elude todo análisis contextual (no hay referencias a la política exterior estadounidense) y que los enemigos son todos crueles y desalmados (incluidos mujeres y niños que esconden granadas bajo su ropa), pero está claro que el director es fiel a la mirada básica (incluso en sus diálogos elementales) de un “enfermo” por la acción como Kyle, apodado “Leyenda” por sus compañeros. En algo más de dos horas, Eastwood repasa con una claridad narrativa mayúscula y una bienvenida economía de recursos desde la niñez del protagonista (ya era un brillante tirador) hasta la relación con su rígido y religioso padre y con su hermano menor, la construcción de su familia, el durísimo entrenamiento militar y sus misiones en el frente (hay un par de secuencias bélicas memorables) que incluye varios enfrentamientos con Mustafa, un también certero francotirador surgido del equipo olímpico sirio, que se convierte en su némesis, en el antagonista perfecto. Como Vivir al límite; The Hurt Locker, de Kathryn Bigelow, Francotirador es una película sobre los profesionales de la guerra, sobre un hombre que se especializa en el arte de matar. Es, quedó dicho, un film abierto a múltiples interpretaciones y con inevitable destino de polémica. Y, también, otro notable aporte de un Eastwood que, a los 84 años, demuestra que sigue siendo uno de los directores más importantes del cine norteamericano de las últimas cuatro décadas. ß Diego Batlle
CIne
El humor estandarizado de Los pingüinos LoS pingüinoS de madagaScar (pengUinS oF madagaScar, eStadoS UnidoS, 2014). ★★★ buena. dirección: Eric Darnell, Simon J. Smith. guión: Michael Colton, John Aboud, Brandon Sawyer, Alan Schoolcraft, Brent Simons. edición: Nick Kenway. música: Lorne Balfe. voces (en la versión original): Tom McGrath, Chris Miller, Christopher Knights, Conrad
Vernon, John Malkovich, Benedict Cumberbatch, Ken Jeong. distribuidora: Fox. duración: 92 minutos. calificación: Apta para todo público.
É
sta es una película spin-off, es decir, una que ofrece personajes secundarios de otra película que ahora tienen su propio producto como protagonistas. En este caso, está clarísimo desde el mismo título: se trata de Los pingüinos de Madagascar. No son los pingüinos de Happy Feet, ni los pingüinos de Reyes de las olas. Son los cuatro pingüinos con planes
delirantes de superacción de las tres Madagascar: Skipper, Kowalski, Cabo (Private, en inglés) y Rico. Dos Happy Feet, una Reyes de las olas (con Jeff Bridges en la voz un de un dude pingüino animado), tres Madagascar, una de Los pingüinos de Madagascar; todas recomendables. Quizá los pingüinos traigan suerte al cine de animación; aunque no en la Argentina,
por lo menos considerando Los Pintín al rescate. Los pingüinos de Madagascar presenta a un supervillano que quiere secuestrar a todos los pingüinos de los zoológicos del mundo y además agrega a otro equipo de animales diversos, que compiten por el lugar del heroísmo con las aves australes. Toda la acción y las interacciones se sostienen en una premisa principal: hacer muchos chistes, sobre todo, verbales y veloces (aunque hay también de los visuales y eficaces, como el del paso peatonal o todas las intervenciones de esos snacks sabor queso). La película, incluso cuando muestra acción, juega siempre al humor. Y se permite felizmente demoler todo riesgo
de solemnidad y hasta salpicar de chistes y golpes humorísticos las “enseñanzas” sobre la valentía y la solidaridad. Ese vuelo humorístico, sin embargo, no se ve acompañado por la osadía visual y musical –y hasta argumental– que proponía la tercera Madagascar, la mejor del lote, que llegaba a extraordinarios momentos de libertad animada, fondos plenos oníricos y fuegos artificiales (literales y metafóricos) para aprovechar el 3D. La animación de este film tiene los límites del profesionalismo y la contención de lo estandarizado, aún a alto nivel. Así, los chistes brillan un poco menos de lo que podrían haber brillado.ß Javier Porta Fouz
Los residentes del zoológico de Nueva York, en peligro
Fox