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ESPECTACULOS
I
Domingo 15 de abril de 2012
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GRABACIONES
MUSICA s RECITAL EN SAMSUNG
Mark Lanegan, viajero frecuente El ex Screaming Trees presentó las oscuras canciones del álbum Blues Funeral SEBASTIAN ESPOSITO
Por momentos, la voz de Lanegan viene del más allá, es la voz de una vida pasada del tipo al que hoy todos Tres visitas en tres años con- estamos mirando. Es la única explisecutivos. No es Roger Waters ni cación que le encontramos a este Madonna ni Foo Fighters. Y el hombre que aún no llegó a los 50 y, escenario no es River ni el Estadio sin embargo, se planta como si los Unico. ¿200 personas? ¿Quizás 50 hubiese vivido hace décadas. Mira más? Tal vez, y la gran mayoría con sin mirar, hace una mueca y saca antecedentes: los que no vieron a de su galera canciones-trucos de su Mark Lanegan en su debut porteño reciente álbum, Blues Funeral. Así, en 2009 –The Gutter Twins, con “The Gravedigger’s Song”, “St. Louis Greg Dulli– lo vieron en 2010, y Elegy”, “Quiver Syndrome” y “Riot muchos fueron a ambas citas. in my House” se suceden en un amAcá lo que merece ser destabiente aletargado que provoca cado no se mide por cifras el trance y del que sólo posino por sentimientos. dremos salir en contaUn culto al culto, a dos pasajes. Como el ese hombre que que despierta otra de tan influyente gema nueva, “Ode –piensen en Kurt to Sad Disco”. Cobain, en Nir“Una montaña vana y en buena de clavos quema parte de la geen sus manos”, neración gruncanta Lanegan ge– se convirtió y, mientras algunos levantan sus a edad temprana brazos derechos por en mito viviente y hoy está en el escenael repentino clima rio del Samsung Studio de ¿disco fever?, él está con un halo de Tom Waits uniendo la línea de punen construcción –o destrucción, tos que hay entre Cash, El músico para estar a tono con el señor Waits, Cave, Homme, norteamericano Grohl y él; entre la de la comparación–, con una y la ya casi costumbre de tocar una vez banda de belgas exquisitos tradición del poeta al año en Buenos y un puñado de canciones rocker atormentado Aires sobresalientes. y el humo del stoner; La noche es aún más noche el desierto alucinógeno cuando el ex Screaming Trees sale y los pecados de la noche en a escena. En la sala, las remeras una ciudad que hoy es la nuestra. negras, las de estampados de Deep Cerca del final una escena define Purple, Nirvana o Lanegan se apiñan eso que antes llamamos culto al culto. contra el escenario. Cerca no alcanza; Un veterano del periodismo de rock le hay que estar bien cerca para ver da la espalda al escenario, mira hacia al hombre que se deja caer sobre el la mesita que hay en la entrada a la micrófono, que durante una hora y espera de que coloquen allí los discos y media no se correrá ni un centíme- las remeras del merchandising oficial. tro de esa posición. A su alrededor, Lanegan aún tiene tres canciones Aldo Struyf (teclados y guitarra), para entregar pero el periodista ya Steven Janssens (guitarra), Frede- está pensando en seguir la escucha en ric Jacques (bajo) y Jean-Philippe su casa, con esos originales que comDe Gheest (batería) cumplen con prará en minutos. Lanegan sabe que lo que el solista con banda pide de este hombre y sus otros admiradores ellos: sobriedad, oscuridad y una comparten los mismos códigos. Por pizca de mugre. Así, pasarán de la eso, tras el show, ordena a todos en fila distorsión al dark-side del Mississippi y les estampa preciados autógrafos. con naturalidad. Hasta el año que viene Mark.
LA NACION
El pianista en el estadio de Nashville, donde registró su nuevo álbum
Dr. John, genial en la madurez Publicó un brillante nuevo disco, Locked Down, de la mano de Dan Auerbach Se llama Malcom John Rebennack Jr., se hizo célebre con el nombre artístico de Dr. John y, a los 71 años, acaba de reinventar su carrera con un disco impecable, provocador, distinto, que se llama Locked Down y que ya está en la Argentina. Si Dr. John es el corazón de este álbum, el cerebro es Dan Auerbach, el cantante y guitarrista de The Black Keys, esa banda de culto para selectas minorías que hoy se transformó en una banda cuya propuesta de blues rock, cada vez más inclasificable, conquista público día a día, vende cada vez más discos y suena en todas partes. Todo comenzó cuando, en 2010, Auerbach visitó a su admirado Dr. John en su casa de Nueva Orleáns y no anduvo con vueltas: “Quiero producirte el mejor disco que jamás hayas hecho en mucho tiempo”, le
dijo. Y, escuchando Locked Down, una experiencia que termina siendo adictiva, es evidente que cumplió su promesa. Antes de grabar el disco, en Nashville, ambos músicos compartieron el escenario en una histórica zapada blusera en el festival de Bonnaroo, que se realiza todos los años en la localidad de Manchester, Tennessee, y que se llama así en homenaje al disco de Dr. John Desitively Bonnaroo, de 1974. El paso siguiente fueron días enteros de reuniones en las que compusieron los temas, la decisión de Auerbach de reclutar músicos jóvenes para el proyecto y la tarea de convencer a Dr. John de que todo sería mejor si al sonido negro de Nueva Orleáns lo pasaban por un tamiz de rock psicodélico, rhythm and blues, funk y afrobeat. Es decir, el viejo truco de ennegrecer lo negro.
Lo que se cocinó en septiembre de 2011, en esos días de ensayos y grabaciones en el estudio Easy Eye Sound, demostró que ese viejo truco fue la fórmula para poner a nuevo la carrera de Dr. John. Que no languidecía, es cierto, pero estaba lejos del esplendor de hace 40 años. De por sí, su anterior CD, City That Care Forgot, de 2008, con eje en las consecuencias que produjo el huracán Katrina en su ciudad natal, fue un olvidable pastiche al que no salvaban ni las presencias de Eric Clapton y Willie Nelson. Por eso Auerbach llegó justo para rescatarlo de las garras de la monotonía y demostrar que Dr. John es un artista al que le sobra talento y al que sólo hacía falta despabilar de cierto sopor creativo. En Locked Down, su voz suena salida de los más lúgubres tugurios de Nueva
Orleáns, con una fuerza inusitada, vigorosa, y por momentos, como en “Big Shot”, parece que el que arrastrara esa melodía chispeante fuera Tom Waits. Es cierto que Auerbach le ha dado una impronta tan personal al disco que en muchos temas suena como si Dr. John fuera un invitado de The Black Keys, pero es parte del encantamiento que provoca este gran álbum. Tanto en la rítmicamente contagiosa “Revolution”, primer corte del disco, o en el fascinante soul jazz de “Getaway”, así como en los otros ocho temas, la fusión de estas dos generaciones transforma la dolorosa abulia musical de estos tiempos grises en una multicolor travesía a las profundidades del sonido más negro que jamás hayamos escuchado.
Ricardo Carpena
MUSICA s EN VELEZ
Arjona, como en su casa
En el “íntimo” escenario, ambientado como una vivienda RODRIGO NESPOLO
El guatemalteco encantó a sus seguidores con un extenso show JULIETA NASSAU LA NACION Desde las 21, las clásicas olas en las tribunas fueron acompañadas por tormentas de gritos que irradiaban una histeria contenida por tres años. Había llegado la hora del show. Los alaridos dentro del estadio se replicaban afuera, por aquellas mujeres que corrían temerosas de no llegar a tiempo a la cita. No debían preocuparse. El las haría esperar. Cincuenta minutos después de lo previsto, se apagaron las luces. La banda salió al escenario, que se presentó como un loft de dos pisos y comenzó a sonar “Vida”, mientras una pantalla gigante sorprendió con una secuencia de imágenes que iban desde el Chavo del Ocho, Barack Obama y Los Simpson hasta un pesimista y sarcástico noticiero. La biblioteca del loft se abrió. Apareció Ricardo Arjona. Las 37.000 personas, en su mayoría mujeres, que agotaron las entradas para el primero de los cuatro recitales en Buenos Aires, lo recibieron con euforia. El guatemalteco se vistió acorde a la escenografía; estaba como en su casa: pantalones holgados, remera, chaleco y sacón oscuros, y zapatillas blancas. Pero a las fanáticas poco les im-
portaban cómo estaba vestido. Las veintidós canciones que quedaban por delante no alcanzarían para saciar su necesidad de Arjona. Desde los cinco recitales en Boca, tres años atrás, estaban esperando volver a verlo. Sus nuevos discos Poquita ropa e Independiente coparon los primeros cuatro temas del show. Recién después, el guatemalteco comenzó con clásicos “Desnuda” y “Acompañame a estar solo” que fue cantada a dos voces: la de Arjona y la heterogénea, desafinada e incondicional de sus fanáticas. En su nuevo disco, Arjona quiso hacer gala de su flamante independencia musical con canciones salidas del libreto. Por eso, se río de los eternos enamorados con su primer sencillo, “El amor” (“Hay mucha gente pendiente de encontrar al amor de su vida, tanto, que le llama amor de la vida al primero que pasa por ahí”, comentó, en un monólogo casi de stand up). También le dedicó una canción a su madre, “Mi novia se está poniendo vieja”, ante un estadio que por primera vez hizo silencio. El escenario de repente se convirtió en un bar. Cuatro amigos alrededor de la barra intentaban mantenerse fiel al guión (tomar, reír), pero la felicidad se hacía evidente. Eran fanáticos de Arjona que ganaron un
concurso para estar allí mientras él cantaba “Historia de taxi”. Luego, el cantante detuvo su mirada en la bandera más grande del lugar, en una tribuna alta, y le propuso a ese sector que enviara a una representante al escenario. “Tiene que tener 40 años o más”, dijo, y el estadio se revolucionó. Después de cantar “Pingüinos en la cama”, se sentó a su lado la “señora de las cuatro décadas” con la bandera y la remera estampadas con la cara de Arjona. El le dio la mano y le dedicó la canción. Ella no salía de su asombro. El público tampoco, pero de envidia. Las mujeres se aunaron en un reclamo por justicia y por la posibilidad de acercarse a él. El supo cómo lidiar con el enojo fugaz de sus seguidoras, y el show continuó en un ambiente circense, en donde Arjona volvió a burlarse del amor y de la terapia de pareja, con “Reconciliación”. En la satírica canción, incluso incorporó una línea porteña: “Y yo como un boludo con un globo de I love you en forma de corazón”, cantaba, mientras sostenía un globo de helio con esa inscripción. Para los bises eligió “Minutos” y“Mujeres”; la fórmula no falló. Las mujeres deliraron y lo despidieron saltando y cantando la canción dedicada a ellas.