Memorias de un libertino genial

10 jul. 2010 - De Emanuele a Lorenzo. La pequeña ciudad de Ceneda (hoy. Vittorio Veneto) era una población de muy pocos habitantes cuando en ella na-.
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PERSONAJES | LORENZO DA PONTE

Memorias de un libertino genial Un film de Carlos Saura y la puesta de Don Giovanni en el Colón y en el Argentino de La Plata actualizan la figura del libretista de Mozart, cuya vida estuvo marcada por la aventura, la gloria, el riesgo y una sensualidad sin límites POR HUGO BECCACECE Para La Nacion - Buenos Aires, 2010

10 | adn | Sábado 10 de julio de 2010

S

ólo un libertino acosado por las deudas, ávido de gloria, perseguido por amantes despechadas, por enemigos profesionales, por maridos celosos y, sobre todo, por una sensualidad que no le daba respiro, podía escribir el libreto perfecto que Lorenzo Da Ponte, su autor, le entregó a Wolfgang Amadeus Mozart para que compusiera Don Giovanni. La figura de Da Ponte cobró una actualidad inusitada en los últimos meses, a propósito del film Io, Don Giovanni, dirigido por Carlos Saura, que ya se ofreció en los festivales de cine de Toronto, Roma, Oslo y Málaga. Por una vez,

la historia no se centra en Mozart sino en la existencia aventurera de Da Ponte. La película reconstruye el proceso de creación de la ópera mozartiana y se basa en las Memorias del libretista. Además, hace dos meses, Don Giovanni se representó en el Teatro Argentino de La Plata y la próxima semana se repondrá en una nueva versión en el Colón de Buenos Aires. De Emanuele a Lorenzo La pequeña ciudad de Ceneda (hoy Vittorio Veneto) era una población de muy pocos habitantes cuando en ella nació Emanuele Conegliano, el 10 de mar-

zo de 1749. Era hijo de Jeremías, un zapatero judío. Tuvo otros dos hermanos: Baruch y Ananías. Apenas Emanuele cumplió los cinco años, la madre murió y el chico quedó, en parte, librado a sí mismo. El padre se ocupaba irregularmente de la educación de los hijos; con todo, Jeremías le puso un maestro al mayor de ellos; en realidad, el tutor era un campesino que sabía leer, escribir y pocas cosas más. Emanuele tenía, desde muy chico, una asombrosa facilidad de palabra y mucho ingenio; sin embargo, no progresaba a pesar de las lecciones. Jeremías sospechó que algo raro ocurría. Espió las clases que reci-