Sosa Escudero.“Las estadísticas son como los marcianos de los 60 ...

22 jun. 2014 - Bomba Tucumana”, Black Sabbath,. Sandra Bullock, Martín Palermo,. Jorge Luis Borges, Juan Domingo. Perón, Roberto Gómez Bolaños,.
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| Domingo 22 De junio De 2014

Un futuro posible, según Sosa Escudero El fenómeno big data, ¿está cambiando el modo de hacer análisis económico?

Mano a mano Un hábil contador de historias Cierta vez, Mirtha Legrand se subió a un avión y su vecino de asiento le dijo: “Qué suerte que está al lado”. La diva le preguntó por qué: “Porque la probabilidad de que me toque estar a su lado y de que además el avión se caiga debe ser bajísima”. Walter Sosa Escudero recuerda esta anécdota cuando le toca hablar en clase sobre probabilidad combinada. Para el econometrista, buscar historias coloridas y personajes que sirvan para enganchar a la audiencia con temas áridos es un imperativo: “Los economistas siempre tuvimos una tendencia a subestimar las capacidades de comunicar, y esto ahora se está revir-

tiendo”, explica. El fenómeno de los cursos universitarios online –con la experiencia de Coursera a la cabeza– está acentuando el fenómeno de clases que se parecen cada vez más a una charla TED, y donde hay lo que los académicos llaman “economías de superestrellas”: la audiencia está muy concentrada en aquellos profesores más carismáticos, que pueden captar la atención de los alumnos con recursos de buenos contadores de historias. Para quienes celebran este camino, es una revalorización de la “enseñanza” por encima de las horas de investigación que suelen preferir muchos académicos en sus carreras.

Miles de millones de datos se generan permanentemente por las redes sociales, las transacciones electrónicas y las búsquedas online. ¿Se viene una nueva forma de hacer análisis económico? Muy posiblemente, y de hecho el último número de la prestigiosa revista académica Journal of Economic Perspectives está dedicado a la cuestión de big data. El inmediato acceso a la información online permite construir índices de precios o de preferencias de consumidores casi en forma automática, tarea impensable una década atrás, cuando estos datos estaban disponibles sólo a través de

Sosa Escudero, con la nacion

costosas encuestas. Sin embargo, a veces los procesos decisorios requieren información difícil de observar. Por ejemplo, si tuviésemos que evaluar el impacto de una mejora en una autopista, importan las opiniones de quienes la usan (relevables a través de las cabinas de peajes) y también de quienes no, porque les parece cara o deteriorada. La rápida disponibilidad de más datos no resuelve el verdadero problema de agregar las preferencias de los usuarios actuales y potenciales. El gran desafío de la inmediata disponibilidad de más datos es que no se trate de más de lo mismo.”

EntrEvista

Sosa Escudero. “Las estadísticas son como los marcianos de los 60: están por todas partes”

fotos de PAtRICIo PIdAL/AfV

Viene de tapa

Golombek y Sosa Escudero se conocieron el año pasado durante la organización de las charlas TEDx Río de la Plata (el biólogo está en el jurado que selecciona a los oradores, y el economista fue expositor), y allí surgió la idea de avanzar con este libro que no tiene una sola ecuación, sino anécdotas e historias “pop” que hacen a los desafíos, mitos y prejuicios en el campo estadístico. Por allí desfilan personajes como Gladys “la Bomba Tucumana”, Black Sabbath, Sandra Bullock, Martín Palermo, Jorge Luis Borges, Juan Domingo Perón, Roberto Gómez Bolaños, Horangel, Paul Krugman, Edmundo Rivero, Leonardo Da Vinci, Marcelo Bielsa y el papa Francisco, entre otros. Lo terminó de pulir en el invierno de EE.UU., entre cafés y capuchinos del Expresso Royale de Urbana-Champaign, donde dio clases en enero. Durante dos horas, Sosa Escudero conversó con la nacion sobre estos temas, sobre los últimos avances en datanomics y sobre cómo hacer estadística en un país donde se rompió el termómetro oficial de información pública en temas como inflación y pobreza, con la intervención del Indec a fines de 2006. –¿Cuáles son los principales abusos en materia de estadística? –Hay muchos. Buena parte de ellos tienen que ver con el rol de la ciencia en general; esto de enfatizar “recomendado por odontólogos” o “Yo, Carlos Sacaan, lo garantizo”. Hay un uso y un abuso. El uso tiene que ver con clarificar las opiniones, limpiar allí donde hay ruido y dejar la señal clarita. La urgencia de tener mediciones de pobreza, de rating o de desempleo tiene que ver con que dejemos de opinar en forma subjetiva y podamos tomar decisiones sobre bases concretas. El abuso es intentar darles una pátina científica a cosas que no la necesitan. Esta profusión

de estadísticas en deporte, el rating minuto a minuto, a veces también de la felicidad. Pero la realidad es que las estadísticas hoy iluminan un sinfín de aspectos de nuestra vida cotidiana, desde el colesterol hasta el nivel de desempleo. Son como los marcianos en la década del 60: están en todas partes. –¿Y cuáles son los “engaños” más comunes que se realizan en nombre de la estadística? –El engaño por excelencia es el de las variaciones de lo que se llama “falacia de la correlación”. Cuando uno explica esto en clase todos lo entienden, pero después todos terminamos cayendo en ellas. Si miro por la ventana, veo que cuando llueve la gente anda con paraguas, y cuando no llueve, no los llevan. Usar ese argumento para decir “Prohibamos los paraguas para que deje de llover” es una barbaridad que parece obvia. Pero en la práctica caemos todo el tiempo en ella: “Fijate en Suecia cómo invierten en tecnología, ergo hay que hacer lo mismo”. Que dos cosas se muevan al mismo tiempo no implica causalidad. Hay muchas correlaciones espurias divertidas. Hay gente que dice que mirar mascotas aumenta la productividad del mercado laboral. O el asunto del inglés: “Fijate tal que sabe inglés la plata que gana”, y en realidad son dos cosas que se mueven juntas, no es obvio que estudiar inglés mejore tu ingreso. Es muy probable que una persona estudie inglés y gane más plata por un conjunto de habilidades que le son comunes (talento, inteligencia, autodisciplina). –¿Qué avances econométricos recientes mejoraron la vida de la gente? –La econometría fue crucial en los últimos avances en medidas eficaces para combatir la pobreza, tal como relata Esther Duflo en su reciente libro. Por un lado, están las estrategias generales de asistencia a países

pobres, como remesas, tratamiento de deuda, ayuda humanitaria. Pero la literatura reciente muestra que algunas acciones aparentemente pequeñas (como lavarse las manos luego de defecar, aprender a preferir y cocinar ciertos cereales) generan mejoras duraderas y a costo bajo. La “teoría” pone un signo un poco trivial (lavarse las manos es bueno), pero no puede cuantificar cuán buena es esta medida. Esta pregunta cuantitativa es crucial para la política pública. La econometría de experimentos controlados (y no) fue clave para validar estas políticas. Y ejemplos históricos hay millones. Como el descubrimiento de John Snow de que el cólera se trasmite por el agua y no por el aire, sobre la base de un “mapa” de casos de la enfermedad que se distribuía siguiendo el curso del agua y no del aire, un argumento que no es biológico ni químico, sino estadístico. La econometría permite cuantificar precisamente estos hechos, más allá de las experiencias personales y las anécdotas. –¿Cuál fue el costo principal de la intervención del IPC en el Indec? –Hay muchos. El costo económico existe, sin duda. Con la inflación pasa un poco como con los restaurantes o con los partidos de fútbol: cuando vas a comer afuera y hablás del mozo, es porque hay algo que no cierra; y lo mismo cuando vas a la cancha y hablás del referí. Con esta inflación no deberíamos estar perdiendo tanto tiempo en hablar de la forma en que se la mide. Es como si nuestro hijo tiene fiebre alta y nosotros nos podemos a discutir sobre el termómetro: lo relevante pasa a quedar en segundo plano. El rol de la estadística pública tiene que ver con que el análisis se focalice en el problema. En este sentido, la intervención del Indec tuvo un costo en consenso social muy grande. –¿Y cómo se puede empezar a solucionar este problema?

–Yo no creo que éste sea un problema estadístico. Es claramente un problema de decisión política. Es muy difícil reparar el termómetro cuando la persona tiene fiebre. Pero sí soy optimista y creo que el problema, con decisión política, se puede arreglar relativamente rápido. La Argentina tiene experiencias en restituir confianza en sistemas en forma más o menos veloz. Con el corralito destruimos la confianza en el sistema financiero, la gente decía: “¿Quién va a volver a poner un peso en el sistema financiero?”, y los pesos volvieron a los bancos. Y me parece que lo mismo debería pasar con esta discusión, sobre todo con un plan integral para atacar la inflación, que va a hacer que los incentivos políticos se pongan en línea, porque al Gobierno le va a interesar mostrar que la inflación baja. –¿Los economistas son mejores o peores que otros profesionales pronosticando? –El conductor argentino Raúl Portal solía decir que tenía un perro tan obediente (“Bobby”) que cuando le decía: “Bobby, ¿venís o no venís?”, el perro iba o no iba. Ser generalista

La econometría fue crucial en los últimos avances eficaces contra la pobreza La inflación no es un problema estadístico, sino de decisión política

(“El dólar puede bajar o no”) es una forma trivial de acercarse al futuro de la que a veces abusamos los economistas. De todas formas, yendo específicamente a la pregunta, creo que estamos comparando peras con sándwiches de milanesa. Si agarramos a todos los cerebros del mundo, economistas, meteorólogos, físicos, sociólogos, a predecir penales, nos va a ir igual a todos. La baja capacidad predictiva sobre temas económicos no tiene que ver con los economistas, sino con la naturaleza misma, supercompleja, de la economía. Además, en las conductas de los agentes entran cuestiones de estrategia que están armadas para no ser predichas. Tan difícil es predecir a dónde va a ir un penal para un arquero como saber el precio de una acción mañana o cuánto va a ser el PBI el año que viene. No hay ninguna evidencia de que la economía sea un juntadero de gente inoperante. John Von Neumann, una de las mentes más descollantes de la física en el siglo XX, empieza su libro de teoría de los juegos reconociendo la complejidad de los fenómenos económicos, que es más difícil de formalizar que la física, en una frase que todos los economistas deberíamos tatuarnos en la piel. –Los trabajos que se presentan para la reunión de la Asociación de Economía Política son un buen termómetro para saber dónde ponen el foco hoy los economistas. ¿Cuáles son los temas preferidos? –Hay mucha más diversidad temática. Hace 20 años, los trabajos tenían que ver con los problemas grandes de la economía argentina: inflación, privatizaciones. Era todo bastante monotemático. En los últimos años hay mucha más diversidad en tópicos y en metodológica, que se preocupan por la estructura del mercado de salud, por si es relevante aumentar el tamaño de las clases en las escuelas. Hay más multidisciplinariedad

y también más imperialismo: hay malos economistas metidos en cuestiones políticas y educativas. Cuesta un poco más ver a los economistas jóvenes trabajando en problemas grandes. Eso se da en todo el mundo, y es una deficiencia. –¿Los economistas están mejorando su forma de comunicar? –Hace cinco o diez años te hubiera dicho que si querías ir a un Congreso Nacional de las Presentaciones Malas fueras a uno de economía. Hasta había una especie de jactancia: “Estamos en otra instancia del conocimiento; nuestros argumentos son tan sólidos y contundentes que no necesitamos parafernalia de presentaciones”. En los últimos tiempos la cosa cambió para bien, mejoró mucho la calidad de las presentaciones, porque muchos economistas de renombre se dieron cuenta de que hay una discusión muy vibrante de ideas que vive por fuera de la comunidad científica. Toda una línea que pasa por los blogs, las charlas. Es una discusión muy rica, y aparecieron best sellers que tratan temas relevantes, como el libro de Thomas Piketty (El capitalismo del siglo XXI), o Por qué los países fracasan, de Acemoglu y Robinson, que combinan análisis histórico con buena econometría, para un público muy amplio. –¿La teoría económica principal está en crisis? –No creo. O sea, para ser claros: siempre estuvo en crisis. A la teoría mainstream se le sigue escapando la tortuga, pero por las cuestiones de imprevisibilidad y complejidad de las que hablábamos antes. No es que en algún momento podíamos explicar un montón de fenómenos y ahora no. Siempre fue una teoría conjetural. El libro de Acemoglu y Robinson tiene un título parecido al de Adam Smith de hace más de 200 años, La riqueza de las naciones, y eso quiere decir que no conocemos aún la respuesta a la pregunta base de la economía: qué es lo que hace que algunos países crezcan más rápido que otros. –En estos días están saliendo notas sobre esfuerzos estatales para incluir a la prostitución y a la venta ilegal de drogas dentro del PBI, en países europeos. ¿Qué opinás? –El problema de medir la economía negra es enorme, muy complejo. No se mide sistemáticamente no porque no sea relevante, sino por su complejidad. Medir la economía formal es difícil, pero al menos existen registros contables, en el mundo ilegal, no. Obviamente que sería interesante tenerlo, pero no sé si vale la pena el esfuerzo. –¿Qué te parecen los pronósticos para el Mundial? –Me aburren e irritan un poco, porque todos dicen que va a ganar Brasil. Me hace acordar al chiste del tipo al que se le pierden las llaves y las busca debajo de un farol. Pasa un amigo y le pregunta, y el tipo le dice que las perdió a dos cuadras, pero que las busca ahí porque hay luz. Los pronósticos que dicen que va a ganar Brasil son aquellos que se arman sobre la base de cosas que se pueden ver y medir: que ganó cinco mundiales, que es local y que tiene alta valoración en sus jugadores. Pero la riqueza del fútbol y de todos los deportes pasa por aquellas cosas que no se pueden medir. El día de la final, cuando salgan los dos equipos a la cancha, se acaban las estadísticas, no hay pronóstico posible. Es la tercera vez que Goldman Sachs dice que gana Brasil en los últimos cuatro mundiales; en algún momento se les va a dar. –¿Cuál es la probabilidad de que esta entrevista sea leída? –Con toda precisión: 90%.ß