Sobre un cocinero que no puede entrar a su cocina

–¿Qué te gusta hacer cuando no estás trabajando? –Me gusta mucho ver los canales de deportes cuando llego del trabajo. A veces me retan porque veo todo.
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Viernes 9 de septiembre de 2011

AUTORRETRATO

PALABRAS

Un espacio experimental en busca de la entrevista soñada: el elegido se interroga y se fotografía

Sobre un cocinero que no puede entrar a su cocina –¿Qué te gusta hacer cuando no estás trabajando? –Me gusta mucho ver los canales de deportes cuando llego del trabajo. A veces me retan porque veo todo según la temporada: todas las copas de fútbol, los torneos de tenis, NBA en básquet..., y ahora estoy con el Mundial de rugby.

–¿De qué cuadro sos hincha? –De River Plate. Se imaginan lo que sufrí. Mi hija me filmó el día del descenso y hasta hoy me amenaza con subirlo a la Web –esa faceta mía tan apasionada pocos la conocen. En una cancha me convierto–.

–¿Qué hacés los fines de semana? –Todos los sábados que puedo voy a ver a mi hija cuando juega al hockey –en Belgrano Athletic–. Me encanta ir a almorzar en fa-

Todo en uno, el cocinero Iwao Komiyama asume los papeles de entrevistador, entrevistado, fotógrafo y fotografiado. Sin tapujos, revela su pasado como músico de rock y otros extraños detalles domésticos

milia. Con mi esposa nos gusta ir al cine, especialmente bien temprano, cuando no hay nadie. Es un placer.

libre disfruto de un buen asado o de la cocina de Medio Oriente.

al aire libre, disfruta cuando corre en el campo y le gusta el agua.

–Lo más insólito que te pase cotidianamente.

–¿Una anécdota que la gente que te sigue no sepa?

–¿Tenés algún hobby?

–Nadie se imagina que en casa como con cuchillo y tenedor y mi esposa con palitos.

–Mi primera aparición en televisión no fue cocinando, sino como tecladista de una banda de rock. Estudié de joven con Daniel Sáenz y Jorge Haro. Además, estudié Arquitectura, pero me dedico a la cocina porque es mi pasión.

–Me encanta la naturaleza, el aire libre. De joven iba mucho a pescar y acampar por puro placer. Desde hace algunos años me encanta navegar, pero si bien tengo el carnet de timonel de yate a vela y motor, todavía me considero un novato. No hay nada que se compare con sentir el viento en la cara y el silencio del río. Es mi momento de paz.

–¿La gente cree que te la pasás comiendo sushi y cocina japonesa? –Por mi trabajo, como sushi muy seguido, vivo creando platos y dando clase a mis alumnos. Los que me conocen saben que en mi tiempo

–¿Tenés mascota? –Sí. Hasta el año pasado tenía a Gretel, una ovejero alemán que vivió 16 años. Le dediqué todos mis libros. Hace unos meses mi hija me convenció y tenemos a Kuma, una cachorra de bretón –raza de caza y muy deportista–. Me rompió toda la casa. Completa. Y eso que todos los días corre seis kilómetros. Es lo más cariñoso que hay, pero lo que da de amor lo hace en desastres, al menos dicen que hasta el año y medio. Es mi compañera, viene

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–Por último, ¿en tu casa cocinás vos? –¡Nooo! Tengo prohibido el acceso a la cocina por lo obsesivo que soy. En casa me relajo y disfruto cuando Shantall, mi esposa, me malcría y cocina las cosas que me gustan.

Producción: Fernando Castro Nevares

En Puerto Madryn, en la Argentina, decenas de ballenas francas vienen a parir en las aguas calmas que rodean a Península Valdés. Es asombroso llegar cerca de tan enormes criaturas. Son los animales más grandes del mundo y seguramente están entre los más poderosos; sin embargo, todo lo que hacen es irradiar amor. Es increíble. Es lo único que puedes sentir. Ellos son pura paz, puro amor. Miran hacia ti perezosamente a través del resplandor trémulo de las aguas como si fueras alguna rara especie de insecto, y luego van hacia abajo de nuevo. Vienen con sus bebes, y estos bebes toman dos mil litros de leche por día. Entonces la pobre mamá gasta la mayor parte del tiempo amamantándolo y cuando se cansa de alimentarlo, porque lo único que el bebe quiere es comer –él estaría feliz de beber diez mil litros de leche al día–, ella se da vuelta y se coloca de espaldas para que él no pueda alcanzar sus pezones. El bebe comienza a golpear a la mamá con su aleta en un intento por hacerla voltear. Es una cosa relativamente poderosa tener a un ballenato golpeándote con su aleta, pero la mamá sólo reposa allí en perfecta paz. Ella lo deja tener su pequeña pataleta y continúa descansando, mientras él comienza a enojarse. Ella no se juzga. No piensa: “No debería cansarme tan fácilmente. No les estoy dando lo suficiente a mis niños, pobres cositas”. Los animales nunca se juzgan a sí mismos. Para ellos todo es perfecto. Cuando la madre ha descansado, le enseña al bebe cómo saltar fuera del agua. Cuando la mamá salta es magnífico. Es poesía en acción. Cuando el bebe trata de imitarla es un desastre. Hace grandes saltos de barriga y no es nada impresionante. Pero su madre no dice: “¡Ay, Dios mío. No lo estás haciendo apropiadamente! ¡Me estás avergonzando delante de otras ballenas! Yo no debo ser una buena maestra…” No. Ella sólo sigue saltando y él continúa practicando hasta que están en perfecta unidad, en perfecta sincronía.

Jennifer Lee Duprei, Isha, es una líder espiritual australiana. Aquí, un fragmento de su libro La revolución de la conciencia. Una nueva visión de vida.

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