Un hombre decidido a mostrar que puede

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Página 28/LA NACION

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Domingo 9 de diciembre de 2007

LA NUEVA GESTION / PERFIL DEL QUINTO JEFE DE GOBIERNO DE LA CIUDAD

Un hombre decidido a mostrar que puede Macri pudo haber seguido los designios familiares, pero prefirió diversificarse; la política le dio luz verde; el desafío de gobernar Por Pablo Tomino

Dialoguista, trabajadora y fortalecida en la adversidad

De la Redacción de LA NACION Cuando se exige al máximo y alcanza un nivel importante de estrés, la señal que le suele enviar su cuerpo es recurrente: por las noches, Mauricio Macri tiene la pesadilla de que no aprueba la materia Hormigón I, una instancia que le costó sortear en el camino de convertirse en ingeniero civil, en la Universidad Católica Argentina. Hijo de Franco Macri, un empresario industrial que emigró de Italia después de la Segunda Guerra Mundial y desarrolló en el país un poderoso imperio económico, Mauricio se tomó varios años para intentar demostrar a su padre que su futuro estaría lejos de su ala protectora. El nuevo jefe de gobierno porteño cumplirá 49 años el 8 de febrero próximo. Hoy, quien brilló con luz propia a partir de su asunción como presidente de Boca Juniors, en 1995, encierra el deseo de que el éxito deportivo lo acompañe en la política. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el colegio Cardenal Newman. Su madre, Alicia Blanco Villegas, contó que era un chico “muy aplicado en la escuela”, que le gustaba jugar y embarrarse. Dicen que, ya de pequeño, tenía virtudes para conducir y formar grupos: era siempre el capitán de su equipo de fútbol, aunque su papel en la organización de los partidos tenía como fin no quedarse fuera de la cancha. “Porque era bastante malo con la pelota”, confesó alguna vez. A los 18 años visitó por primera vez a un psicoanalista, afectado por la separación de sus padres. Al terminar la carrera de ingeniero civil en la UCA (“realmente fue algo terrible para mí, una pesadilla”, recordó), cerró su ciclo de aprendizaje con un curso en la Universidad de Columbia, para luego sumergirse en el mundo de las finanzas. Su matrimonio con Yvonne Bordeu, en 1981, cuando tenía 22 años, fue el comienzo de una historia que duró nueve años. Con ella tuvo a sus tres hijos: Jimena (23 años), Agustina (21) y Francisco (18). “Soy un mal marido, pero un buen ex marido”, contó en una oportunidad, tras su separación. Educado, disciplinado, aunque a veces distraído y algo arrogante –así lo describen quienes le tienen poca simpatía–, se desarrolló como empresario en el Departamento de Crédito del Citibank y en varias empresas de su grupo familiar, entre ellas Sideco, Socma y Sevel. Como ejecutivo de esta última firma fue procesado por contrabando agravado, en 1993, acusado de una maniobra en que las empresas del grupo, presuntamente, estafaban al Estado argentino. Pero la Corte Suprema de Justicia lo sobreseyó. De buen humor y mal contador de chistes, tiene tres hermanos: Gianfranco, Mariano y Sandra, y una media hermana, Florencia. A Mauricio –que es Macri, claro– la vida le puso varias pruebas difíciles. La más dura le llegó el 25 de agosto de 1991, cuando fue secuestrado durante 12 días por una banda de policías. Las cifras del rescate para su liberación fueron el secreto mejor escondido, aunque siempre se dijo extraoficialmente que se habrían pagado unos 6 millones de dólares. “Fue terrible, sólo había un agujero en el techo por donde me alimentaban y estaba encadenado al piso”, dice, en pocas palabras. Experiencia que, cuenta, le curó la claustrofobia que padecía.

“El Cartonero” de Boca También apodado “el Cartonero”, como lo bautizó Diego Maradona por su política económica austera cuando fue presidente de Boca, Macri asumió en esa institución en el verano de 1995. Su arribo fue crucial para modernizar el club, ordenar las finanzas y ubicarlo entre los primeros en el orden internacional. En esa época también se reencontró con el amor: se casó con la modelo Isabel Menditeguy, con la que convivió diez años. Su llegada a la dirigencia deportiva fue observada con miradas suspicaces,

Gabriela Michetti, la segunda vicejefa

Mauricio Macri, un hombre que desde chico mostró su interés en conducir grupos FOTOS DE ARCHIVO

Una dupla ganadora: con Bianchi, en Boca

En el colegio primario Cardenal Newman prejuiciosas. “Siempre fui subestimado en todo lo que hacía, porque era joven para manejar una empresa o porque era dirigente para conducir un club”, confiesa. Al final de un largo camino en el que mantuvo entredichos con figuras como Carlos Bianchi y Maradona, cosechó 16 títulos. Es el presidente más ganador de la historia de Boca. Nacido en Tandil, provincia de Buenos Aires, hace muy poco que se animó a mostrarse en público con unos anteojos pequeños para leer. Juega al fútbol y al tenis cada fin de semana y conduce muy poco su automóvil. “Soy distraído al frente del volante”, dice. Por ello, tiene chofer. En 2003 dio el salto a la política como candidato a jefe de gobierno porteño, pero Aníbal Ibarra le ganó en la segunda vuelta electoral. Fanático de Queen, repite siempre que hubiera querido ser un artista famoso como Freddie Mercury o un goleador como Martín Palermo. Pero el canto no es una virtud en él y hacer goles, mucho menos. Su hora de gobernar la ciudad le llegaría cuatro años más tarde: en junio pasado, al ganar con el 60,9% de los votos el sillón de gobernante que deja Jorge Telerman. Su padre nunca vio con agrado su alejamiento del imperio empresarial familiar. Hoy, a este hombre que cuentan haberle oído decir que alguna vez se miró en el espejo del italiano Silvio Berlusconi y que aspira a ser presidente de la Nación, le llegó la hora de la verdad. Desde hoy será él quien decida el rumbo de los porteños.

Junto a su padre, Franco

En 1991, tras haber estado secuestrado

Con Isabel Menditeguy

Con su novia, Malala Groba

Goloso de los chocolates y con novia en casas separadas Gustos, hábitos y negaciones del nuevo mandatario porteño Pese a que le gusta descansar, el día de Mauricio Macri comienza siempre bien temprano. A las 7, salta de la cama para cumplir su rutina diaria: realiza 30 minutos de actividad en una bicicleta fija en un gimnasio de Barrio Parque, donde lee tres diarios: La Nación, Clarín y el deportivo Olé. “Es el momento que me hago para mover las piernas y distenderme un poco. Después, estiro los músculos y hago un poco de pesas, pero muy liviano... Y me vuelo a casa”, dice. Antes del tradicional desayuno con una taza de leche con muy poco café, toma una pastilla de Omega 3 para combatir la artrosis. Esta medicación lo salvó de tener que seguir con una rutina que había empezado a odiar, aunque le había dado buenos resultados: ingerir en ayunas dos vasos de agua y una cucharada sopera de aceite de hígado de bacalao. En su morada de Barrio Parque, hoy vive solo; una chica que se encarga de limpieza concurre de lunes a viernes para hacer los quehaceres domésticos. Si bien está de novio con María Laura Groba (“Malala”), eligió “por

ahora”, según aclara Macri, vivir en casas separadas. A las 9, llega a su oficina de la calle Alsina 1325 (sede de Pro) y que, desde mañana, trocará por el despacho de jefe de gobierno porteño, en el primer piso del Palacio Municipal, es decir, la oficina que hoy deja Jorge Telerman. Macri asegura que no lo reformará. “Está muy bien ese despacho. Si invertimos allí, sería como tirar la plata a la basura, gastar de gusto.” De hecho, fue reformado por Telerman hace poco más de un año, cuando asumió en reemplazo del destituido Aníbal Ibarra. Con una puntualidad asombrosa, cada mediodía almuerza, por lo general, en su oficina. “Cuando estoy bajo tensión, no como nada, se me cierra el estómago, contrariamente a lo que le pasa a la mayoría de las personas, que comen de más”, asegura. Prefiere las ensaladas de hojas verdes con atún, y bebe agua mineral o jugo de naranja. Su jornada laboral, con reuniones escalonadas y una agenda siempre cargada, termina entre las 18 y las 20. En su tiempo libre suele ir al cine y al teatro. Durante los fines de semana se

guarda un lugar para jugar al tenis o al fútbol, sus deportes preferidos. Asegura que su novia, “Malala”, le enseña a cocinar, algo que él hace con muy poca frecuencia. “Por ahora preparo sólo ensaladas, pero le doy un toque especial, a la italiana”, dice. Posiblemente no convide si ante él tiene un chocolate o una porción de brownie. Son su debilidad. Además, ataca con gusto las milanesas con papas fritas; la sopa fría de remolachas y las ensaladas con atún. Cuando se advierte con unos kilos de más, bebe un preparado de savia vegetal con jugo de limón para “desintoxicar el organismo”, dice. Hombre adinerado y poderoso, tiene la particularidad de no utilizar billetera: en el bolsillo lleva la cédula de identidad, el carnet de la obra social y algunos billetes. Tampoco tiene encima el teléfono celular. “Por lo general, lo dejo en el auto porque siempre estoy acompañado; ando muy poco solo. Si necesito teléfono, le pido a alguien”. Es dueño de una llamativa popularidad: en la calle, la gente lo alienta y lo saluda; tiene muy buena aceptación, y no sólo política, entre las mujeres.

Incansable en el trabajo, diplomática, buena comunicadora. Todas estas características, sumadas a una excelente relación personal, influyeron en Mauricio Macri para elegir a Gabriela Michetti como su compañera de fórmula para conducir el gobierno porteño. Y la apuesta fue buena. Es más, muchos señalan que, de no ser por su presencia en el binomio electoral, Macri tal vez no hubiera ganado las elecciones por el margen con que lo hizo. Esta mujer, licenciada en Relaciones Internacionales, egresada de la Universidad del Salvador, que nació en Laprida, en mayo de 1965, cobró reconocimiento durante el proceso de juicio político que terminó con la destitución del jefe de gobierno Aníbal Ibarra. Encabezó la comisión legislativa que investigó su responsabilidad política en la tragedia de Cromagnon y, en ese momento, comenzó su exposición mediática. Michetti presidirá la Legislatura y tendrá un papel fundamental en la comunicación macrista. Si bien desde 1989 fue ocupando varios cargos en los gobiernos nacional y bonaerense, siempre lo había hecho en carácter de cuadro técnico. El primer dirigente político al que se acercó y al que admiró fue Carlos Auyero, de la democracia cristiana. Su actividad política junto con Macri comenzó hace más de seis años, de la mano de Marcos Peña, designado secretario general de gobierno, cuando comenzó el proceso de formación de Compromiso por el Cambio. En 2003, cuando Macri perdió las elecciones a manos de Ibarra, ella fue elegida legisladora porteña. Cuando asumió, fue nombrada presidenta de uno de los bloques macristas, en aquel momento bautizado peyorativamente “Festilindo”, por la juventud y poca experiencia con la que contaban sus miembros. Católica practicante, en su juventud integró equipos de la Iglesia con los que realizaba trabajos en las villas y también se unió a la juventud del Rotary. La relación que mantiene con la Iglesia sigue siendo muy fluida.

Tragedia En 1994, un accidente automovilístico la postró en una silla de ruedas, pero la tragedia no le impidió desarrollarse personal y profesionalmente. Tiene un hijo de 14 años, Lautaro, cuyo padre es el periodista Eduardo Cura. “Yo estaba dura, en una camilla de madera, y sabía que tenía una lesión grave, porque no sentía nada de la mitad del cuerpo para abajo. Los estudios confirmaron que había quedado parapléjica como consecuencia de una lesión medular en la cintura. Pero, desde el primer minuto, enfrenté la situación con ese ánimo, porque tengo una filosofía de vida que consiste en no quedarme en lo doloroso, en lo conflictivo”, contó a la prensa. Es más, cuando su padre, médico en Laprida, la vio tras el accidente, ella le dijo: “No te preocupes, yo voy a ser feliz igual en una silla de ruedas.” Esa independencia de carácter le generó algunos enfrentamientos con su madre en su época de adolescente: “Creo que tenía miedo de lo que pudiera hacer”, contó en un reportaje. Michetti tiene dos hermanos: Silvina, que vive en Francia, y Gabriel, quien aún está en Laprida. Michetti es la segunda vicejefa porteña. Cecilia Felgueras había acompañado en ese cargo a Ibarra, en 1999.