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espectáculos
| Lunes 11 de agosto de 2014
Un hombre orquesta que está atento a los mínimos detalles
BarenBoim. Con la WEDO ofreció su esperado concierto gratuito y al aire libre, en el puente Alsina, para 8000 personas Viene de tapa
En realidad, para establecer el momento de inicio de ese concierto –que seguramente estará entre los hechos artísticos masivos más destacados de 2014– habrá que decir que el último viernes, antes del mediodía, ya estaban agotadas las 8000 entradas gratuitas con acceso a sillas que habían sido repartidas. Volaron en apenas tres horas. Y ayer, casi media hora antes del comienzo del concierto, las ubicaciones ya estaban ocupadas en un buen porcentaje. Quizá la mañana fresca y nublada desalentó a muchos que no tenían entradas pero igual querían acercarse al barrio de Nueva Pompeya para este concierto. Los organizadores habían previsto que la pendiente de asfalto del puente pudiera convertirse en una platea para presenciar el espectáculo de pie, pero finalmente no fue necesario utilizarla. Sin GPS y con buen sonido Quince minutos antes del comienzo, por el bulevar de Amancio Alcorta que da a la avenida Sáenz se acercaron dos motos policiales, dos móviles que parecían de custodia y un auto con vidrios polarizados en medio de la caravana. Luego de un par de minutos el mismísimo Barenboim bajó del auto para preguntarle a un policía por dónde podrían ingresar. Después de encontrar su acceso, a las 11 el director apareció en escena, saludó a los músicos de la orquesta y luego bajó por el frente del escenario. Caminó entre el público y se dirigió hacia la torre de sonido para escuchar cómo sonaba desde ahí, a través de los parlantes. Otra vez, el hombre orquesta estaba metido en todos los detalles. Pidió que un director suplente guiara a la orquesta por diferentes pasajes para chequear los niveles y la acústica del lugar. Recién después regresó al escenario para comenzar un concierto que se prolongó por una hora. A pesar de que las funciones de Barenboim y la WEDO son muchas y muy variadas, no parecen
suficientes para cubrir la gran demanda de público que quiso verlos y escucharlos. Por eso la posibilidad de un concierto gratuito y al aire libre cubrió, de algún modo, esa avidez de los que no pudieron asistir a los concierto pagos. Si bien éste fue mucho más breve que cualquier otro que ofrecieron en el Colón, estuvo bien concentrado en un programa que la orquesta está trabajando bastante en el último tiempo. Se escucharon, de Ravel, la Rapsodia española, Alborada del gracioso, Pavana para una infanta difunta y su famosísimo Bolero. Y a modo de bis,
Maratón de música El Festival Barenboim, en números
8000
personas asistieron ayer al concierto que Barenboim y la WEDO dieron en puente Alsina.
60
minutos duró la actuación de ayer, con obras de Ravel.
10
funciones en 11 días, son las que tiene programadas hasta el próximo miércoles. Incluyen conciertos con Argerich, Les Luthiers y uno gratuito, al aire libre.
pusieron un toque argentino con “El firulete”, de Mariano Mores. Antes de ese bis porteño Barenboim tomó el micrófono: “No me gusta hablar en los conciertos. Tampoco me gusta tocar en las charlas. Pero quiero que sepan dos cosas”, anunció el director. “Me fui de la Argentina a los 9 años, pero si hay algo que me dio y me quedó para siempre es que no hay problema de tener identidades múltiples. Ésa fue la primera cosa que aprendí. Se puede ser polaco, alemán, judío, sirio, libanés o turco y no por eso menos argentino”, explicó. “La segunda cosa es que me halaga que me admiren y me reconozcan. Sería falso no admitirlo. Pero más que el hecho de que me reconozcan y que se quieran sacar fotos conmigo, lo que más me emociona es el cariño que me dan. Y eso lo puedo decir también en nombre de Martha Argerich, porque con ella ayer hablamos justamente de esto.” Otros conciertos De sus actuaciones gratuitas y al aire libre también son muy recordadas las que dio en el Obelisco, con la Filarmónica de Buenos Aires, en 2006, y la que en agosto de 2010 ofreció con la West-Eastern Divan, y un programa que incluyó, de Beethoven, la Obertura Leonore III y la Sinfonía N° 5. También esa vez se dispusieron unas 8000 sillas para el público, aunque el total de asistentes había sido calculado en 50.000 personas. En los próximos tres días, al incansable director le quedan todavía tres conciertos con la WEDO. Hoy y el miércoles tiene dos en el Colón en el marco del primer y el segundo ciclos del Mozarteum Argentino. Y el martes, en la misma sala, dará la última función lírica (en versión de concierto) con fragmentos de Tristán e Isolda, de Wagner, actuación para la que también se convocó a los cantantes Peter Seiffert y Waltraud Meier, entre otros. Recién después la orquesta y el director retomarán sus compromisos en Europa. ß
Risas en la trastienda del escenario de puente Alsina
FotoS patRiCio piDal/aFV
Todo Ravel, por Barenboim y la WEDO, en una mañana sin sol
“Silencio por favor. Vamos a probar sonido”
“Oficial, ¿dónde puedo estacionar el auto?”
clásica/teatro
Les Luthiers sumó su exquisito humor festival de música y reflexión. ★★★★★ excelente. abono estelar martha argerich, daniel barenboim, les luthiers (daniel rabino vich , jorge maronna , carlos núñez cortés , marcos mundstock y carlos lópez puccio), y ensamble de músicos integrantes de la orquesta west-eastern divan. obras:
La historia del sol-
dado de Igor Stravinsky (para violín, contrabajo, clarinete, fagot, trompeta, trombón, percusión y narrador), sobre texto de Charles Ferdinand Ramuz y
El Carnaval de los animales, gran fantasía zoológica para once instrumentistas , de Camille Saint-Saëns, con traducción, adaptación, introducciones y “desarreglos” de Les Luthiers. teatro: Colón.
S
i después de la música y sus momentos inolvidables en los dúos, conciertos y ópera; si después del reencuentro y las emociones vividas a lo largo de estos días y el espacio de reflexión propuesto para el domingo, algún condimento podía sumar todavía una perspectiva más a este “festival Barenboim–Argerich” que ya hizo historia en la vida cultural de la ciudad, ese condimento fue el humor. Presentada como la última función del Abono Estelar, la reunión de los dos eximios pianistas con Les Luthiers ofreció un programa marcado por la curiosidad y el ingenio característico del grupo en torno a la música, sobre todo durante la segunda parte del concierto, dedicada al Carnaval de los animales, cuando los geniales Luthiers pudieron desplegar sus finas habilidades humorísticas a lo largo de un guión propio. En la primera parte, un conjunto de siete instrumentos dirigidos por Barenboim (violín, contrabajo, clarinete, fagot, trompeta, trombón y percusión), junto a Rabinovich (como el soldado), Mundstock (como el diablo y otros personajes) y López Puccio (como un relator),
Barenboim demostró su sentido del humor junto a Rabinovich y Les Luthiers “ejecutaron” La historia del soldado de Stravinsky, una pieza híbrida con texto de Ramuz, cuya intención –no obstante los giros cómicos aportados por Les Luthiers a partir de los oportunos añadidos en guiño con la actualidad local– no terminó de quedar completamente clara. Durante los pasajes narrados, Barenboim cedió su habitual protagonismo, siguiendo la historia sentado en una silla a la espera de su turno como director del ensamble. Un tanto incómoda resultó la entrada de una pareja de bailarines, Jessica Gómez y Krishna Olmedo, en el número de tres danzas (tango, vals y ragtime),
invitados al escenario por el propio director que se acercó a bambalinas para ubicarlos en el proscenio y más tarde, al cabo del baile, también los acompañó a retirarse llevados de la mano ensayando él mismo un paso de baile que le mereció un divertido aplauso. Fue simpático aunque no del todo contundente el resultado entre la moraleja y las chispas de humor en las voces de Les Luthiers. En la segunda parte, en cambio, incorporados ya los dos pianos a la escena, con Martha Argerich y Daniel Barenboim en el rol de solistas, y un ensamble instrumen-
tal (flauta, clarinete, armónica de cristal, xilófono, dos violines, violonchelo y contrabajo), el ritmo y la originalidad de Les Luthiers en ese tipo de humor elegante e inteligente que caracteriza los guiones del celebrado grupo brillaron en todo su esplendor. La propuesta aquí consistió en una ejecución “comentada” del Carnaval de Saint-Saëns, según el análisis detallado en una tesis académica del legendario personaje de Johann Sebastian Mastropiero. Las observaciones “críticas y despectivas”, leídas por Mundstock y generadas supuestamente en la envidia que Saint-Saëns despertó
Santiago Filipuzzi
en Mastropiero (que acusa al compositor del Carnaval de haberle plagiado su obra cumbre, La comparsa de los bichos, aunque con la astucia de hacerlo quince años antes de la aparición de la suya), van desmenuzando uno por uno los números de la suite en un repertorio de la más ocurrente y aguda parodia musical. Así, por ejemplo, se sucedieron: el número de las Aves, sobre el cual Mastropiero explicó que mientras su Comparsa dedica exhaustivamente una pieza a cada especie, en este Carnaval, el señor Saint-Saëns amontona todas las aves en la confusa pajarera de una misma jaula;
que en el número de los Canguros, la figuración de corcheas y semicorcheas compuesta por el francés es obvio que no representa al animalito propuesto, sino más bien al ornitorrinco, y que Tortugas, que hace escuchar un can-can exasperantemente lento, mejor debería haberse titulado Perros. A su vez que, considera Mastropiero, incluir un número de Pianistas en un catálogo de animales resulta una broma de mal gusto, respondida por Barenboim tocando de espaldas y Martha, de rodillas. En el Cucú, Saint-Saëns comete un grave error, señala Mastropiero, que se cita a sí mismo como un estudioso de los cuclillos, pues los mismos, a diferencia de la representación del Carnaval, cantan en intervalos regulares de cuartos, medias y horas. Mundstock persistió con la lectura y el resto de Les Luthiers, entretanto, intervinieron con la ejecución de sus fabulosos “instrumentos informales” –entre otros: el bajo barríltono, la marimba de cocos, el bolarmonio, el nomeol-bidet y un chelo-calefón con el que Hassan Moataz (chelista del ensamble) se lució interpretando la famosa melodía del Cisne–. Las partes musicales, como no podía ser de otra forma, resultaron exquisitas en las manos de Argerich (divertida en la secuencia de explicaciones), y de Barenboim (quien además se atrevió a intervenciones verbales con un perfecto timing actoral), así como del excelente grupo de solistas de la Orquesta del Diván, entre ellos el hijo del pianista, Michael Barenboim, a cargo del primer violín. Como obra fuera de programa –“muy fuera de programa”–, Les Luthiers interpretaron El explicado, del folklorista Cantalicio Luna, una suerte de gato con explicaciones de varios términos telúricos, plenos de esos inconfundibles y tan queridos trucos de gracia que llevan el sello de Les Luthiers desde la primera hasta la última de sus notas.ß cecilia scalisi