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INDICE
Capítulo 1
Reacciones que se Revelan y Arruinan 2
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¿Quién te Controla? 5
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Nuestras Reacciones Pueden Dañarnos 7
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La Parcialidad 10
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Las Consecuencias de la Parcialidad 13
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Probado y Exaltado 17
CAPÍTULO 1 REACCIONES QUE SE REVELAN Y ARRUINAN La mayoría de nuestra enseñanza cristiana se ha enfocado a las buenas acciones. Continuamente nos han enseñado: "Haz esto, porque es bueno, pero no hagas aquello porque es malo". Las buenas acciones son importantes. La Biblia claramente habla de las cosas positivas y las negativas. Aunque no es un libro negativo, la palabra de Dios declara que sí, hay ciertos hechos que son malos y de éstos tenemos que refrenarnos. También, la Biblia nos da comisiones y mandatos a los cuales estamos obligados a obedecer, al igual que estamos obligados a apartarnos de lo que Dios nos ha prohibido. Todos sabemos que las malas acciones son destructivas. Ya que afectan, en manera adversa, el carácter de uno y le llevan a la derrota. Pero, ¿reconocemos que las malas reacciones pueden dañarnos de igual forma y aún más que una mala acción? Y lo que es peor, las malas reacciones se hallan aún en las personas que aparentan ser buenas y correctas. Quien se jacta de sus buenos hechos, posiblemente diría: "no digo mentiras, no engaño, no juro, no tomo licor, no cometo adulterio". Sus acciones son rectas, pero él puede ser completamente derrotado por su mala reacción a las situaciones de su vida y al comportamiento de otros. En cualquier momento, podemos enorgullecernos de las buenas acciones, pero a la vez reaccionar con celos, resentimientos, enojo, odio, miedo o egoísmo. Si algo no nos cae bien y reaccionamos en una o varias de estas maneras, nos estamos haciendo mucho daño. Otra persona al estar observando mis hechos, no puede conocerme de verdad. Mis acciones no le revelan lo que en realidad soy, porque puede ser que he planeado y llevado a cabo mis acciones para su beneficio. En cambio, nuestras reacciones que son espontáneas - sin planearlas - revelan lo que somos por dentro. Por ejemplo, un niño está jugando sólo en su corralito gozándose con sus juguetes. Al observarle, pensamos: "El es un niño feliz y contento". Sin embargo, no sabemos nada de él al observarle en estas circunstancias. Pero, traiga a otro niño y póngalo en el mismo corralito. Cuando él extienda la mano al mismo juguete, sin duda, veremos un cambio radical en el primer niño. Tal vez, una reacción de enojo expresado con un grito de resentimiento. El egoísmo se refleja y esta reacción revela lo que está en el corazón de este niño. No es tanto la acción sino la reacción no premeditada que muestra lo que somos. ¿Cuáles son nuestras reacciones cuando estamos manejando el carro? ¿Cómo actuamos al encontrarnos en medio de un embotellamiento? Algunos hablan constantemente y dan consejos a cada chofer que se encuentra en el camino. Si alguno comete un error en el tráfico, les molesta tanto que reaccionan violentamente - a veces, expresándose con palabras fuertes. Hace poco, vi a un hombre bajar el vidrio y gritarle a otro chofer. Aquí era una reacción decidida, y ésta reveló lo que estaba adentro de aquel hombre.
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Un joven va a la universidad donde es expuesto a nuevos conocimientos y educación. Entonces, al regresar a casa, se siente superior a los que no han tenido esta oportunidad. Su reacción a la educación revela la clase de persona que es él. Consideremos algunos factores básicos relacionados con nuestras reacciones - factores que nos muestran cómo entenderlas y qué debemos hacer en cuanto a ellas. Primero, necesitamos reconocer que en un mundo no cristiano, seremos tratados en maneras y acciones no cristianas. No es difícil expresar actitudes cristianas cuando todo nos va bien. Pero, cuando nos tratan en forma agresiva, es fácil actuar negativamente. Pedro dio la amonestación de que ciertas personas hablarían mal de los que creen en Cristo porque ya no los acompañarían en el mismo exceso de maldad. El apóstol Juan dice en 1 Juan 3:13, "Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece". Y nuestro Señor dijo en Juan 15:18, "Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros". ¿Qué encontraron los hombres para criticar a Jesucristo? ¿Cómo pudieron tener acciones no cristianas hacia él cuando cada pensamiento fue de amor y cada hecho bondadoso? Sin embargo, él fue criticado severamente. A veces, fue objeto de resentimiento; otras veces, odiado abiertamente. Ante tal trato, sus reacciones fueron, por supuesto, puras y santas. Y si él fue maltratado, no debe de sorprendernos a nosotros, pecadores por naturaleza, que también seamos tratados en formas no cristianas. Nunca debemos de sorprendernos con el trato que recibimos de cualquier persona. Debemos tomar nota de esto. No debe ser sorpresa que la gente nos trate en forma egoísta, ni cuando no sean amables, nos critiquen u ofendan. Pienso que muchas veces miramos a la vida al revés. Siempre estamos sorprendidos por lo que nos pasa y no estamos preparados para ello. Si creyéramos en la Biblia, sabríamos que vamos a ser tratados en forma no cristiana. También, sabríamos cuál debería ser nuestra reacción. De antemano, estaríamos preparados y fortalecidos por el Señor para que nuestras reacciones fueran buenas, positivas, maduras y espirituales. Nuestro Señor mismo fue lleno del Espíritu; luego fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo. Se fortaleció y se preparó de antemano para la tentación que en seguida vendría. Luego, cuando la tentación llegó no tambaleó. Sus reacciones fueron positivas, fuertes, maduras y espirituales. El se había preparado con anterioridad. La mayor parte del maltrato que Cristo recibió vino de los religiosos. Piénsalo. ¿No es esto lo que encontramos? Personas religiosas, aun cristianas pueden ser poco amables, sin ética, criticonas, deshonestas, pleitistas y amargadas. Debido a esto, deberíamos saber qué acciones nos esperan. Debemos preguntarnos si entendemos cuál debe ser nuestra reacción. ¿Nos hemos preparado para las acciones que vienen, para que reaccionemos tal y como Cristo quiere? Esto nos trae al segundo punto en cuanto a las reacciones. ¿Reconocemos que ellas revelan nuestro carácter verdadero? No puedo reaccionar en manera contraria a lo que de veras soy. Mi naturaleza se revela por mis reacciones. El profeta Jeremías declara: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso . . ." (Jer. 17:9). El profeta Isaías dice, "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él, el pecado de todos nosotros" (Is. 53:6). Dios dice que necesitamos ver que nuestra naturaleza básica es 2
engañosa y egoísta. Somos gente muy egoísta. Ya que esa es nuestra inclinación natural, la reflejaremos por medio de nuestras reacciones. Cuando reaccionamos en forma poca amable y no cristiana, siempre es fácil decir: "Bueno, ya sabe que en realidad no siempre me porto así". Si no lo decimos, por lo menos lo pensamos. O, tal vez decimos: "No me juzgue por esta vez; soy mejor de lo que parezco; esto no fue una verdadera expresión de mi carácter". ¿Se ha sentido alguna vez así? Por supuesto que lo ha sentido, y yo también. Sin embargo, lo opuesto es la verdad, porque nuestras reacciones revelan lo que en realidad somos por dentro. Supongamos que ponemos una bolsa de té en una taza con agua caliente. Mientras miramos, veremos un color oscuro salir de la bolsa hasta que toda la taza esté de ese color. Sería tonto mirar ese color y decir: "Yo sé que parece color café, y todos piensan que es de color café, pero yo no lo voy a creer. Yo prefiero decir que es un color bonito como rosado aunque sé que no lo es". Y tan tonto es tomar un limón, exprimirlo, y declarar que el zumo no es ácido, sino dulce aunque sabemos que no lo es. La honestidad demanda que admitamos que el jugo es ácido. Y así, la honradez personal demanda que reconozcamos lo que en realidad somos. ¿Hemos estado alguna vez en un apuro? ¿Con el esposo? o ¿esposa? o ¿hijos? o ¿parientes? ¿Cómo reaccionamos? ¿Cómo respondemos? Como el color café de la bolsa de té, algo no cristiano aparece en nuestras reacciones. No podemos echarle la culpa a otro por nuestra manera de actuar. La verdad es, que él o ella trajeron a la luz lo que estaba dominante en nosotros en ese momento. El agua caliente no puso color a la bolsa de té. Solamente sacó el color. Exprimir el limón no hizo que el jugo saliera ácido. Esto es lo que hacen nuestras reacciones. Revelan lo que está ya adentro de nosotros. Cuando reaccionamos mal a algo o a una persona, confirmamos lo que el Señor dijo en Marcos 7:20-23, " . . . lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidas, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre". No podemos echarle la culpa a la tensión causada por un problema. No podemos echar la culpa a la dificultad por las cosas malas que decimos o hacemos. Dios dice que las situaciones no causan estas reacciones adentro de nosotros; simplemente saca a la luz lo que ya es nuestra naturaleza. Este es uno de los secretos del crecimiento espiritual. Si Dios me muestra, por mis reacciones, que soy una persona criticona, y lo admito delante de él y comienzo a trabajar en ello, entonces creceré espiritualmente. El Espíritu de Dios me ayudará a ser un creyente maduro. Sin embargo, esto requiere y demanda una grande cantidad de franqueza conmigo mismo.
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CAPÍTULO 2 ¿QUIEN TE CONTROLA? Si reaccionamos de la misma manera que otros reaccionan hacia nosotros, aquellas personas nos controlan. Pablo dice en Romanos 12:17, "No paguéis a nadie mal por mal". Declaró lo mismo en 1 Tesalonicenses 5:15, "Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos". Pedro expone la misma regla: "No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición" (1P. 3:9). Todos estos pasajes hablan de la misma cosa. Nos señalan que no debemos reaccionar en la misma forma en que la gente nos trata. Si alguien nos trata mal, Dios dice que no debemos de ser culpables de reaccionar de la misma manera hacia él. Supongamos que ando por la calle y un desconocido se acerca y sin palabra ni razón alguna me pega en la cara. Por supuesto, esto sería malo. El es culpable de una mala acción que muestra su hostilidad hacia mí. El debe pedir perdón por su mala acción. Pero, supongamos que yo le pego. Yo hago a él lo que él me hizo y, ¿qué es eso? Una reacción mala. Eso me haría tan culpable como él del mal trato. Mi reacción revelaría mi hostilidad hacia él de igual forma como su hecho demostró su odio a mí. Si de veras tal cosa sucediera, tendría que reconocer que aquel hombre me controló. Aunque el encuentro fue por solo uno o dos minutos, él me controló por lo que hizo. Me pegó y yo le pegué a él. La acción de él, determinó mi reacción, y así me controló. Cuando yo reaccioné de igual forma, estuve diciendo: "Soy igual a ti. No soy mejor que tú. Estoy derrotado al igual que tú. Tengo el mismo espíritu y carácter que te mueven a ti. Haré cualquier cosa que tú hagas". ¿Quién nos controla? ¿Cuántas personas nos controlan? Si reaccionamos de igual manera a otros como ellos se portan con nosotros, nos controlan. Alguien se enoja contra nosotros y nuevamente nos enojamos. O alguien nos critica y le devolvemos la crítica. Hemos dejado a que aquella persona nos maneje. Las acciones de otros han determinado nuestras reacciones. Cuando así es el caso, somos vencidos por todos los que nos encontramos. ¿No es esto una tragedia? Somos hijos de Dios y debemos estar exhibiendo las buenas reacciones, pero, ¡cuántas veces somos controlados por los que nos rodean! Las sesiones de negocios en la iglesia pueden ser muy interesantes. Si una persona dice algo con enojo o amargura, probablemente otra responderá en igual manera. Palabras ásperas y amargas engendran más palabras ásperas y amargas. Quien responde en esa forma está siendo controlada por la persona que habló primero con enojo. ¿Cuántas personas nos controlan en nuestras experiencias que vivimos diariamente? 1 Pedro 3 hace alusión a las relaciones familiares. Habla de la esposa con un esposo no convertido - y la manera en que ella debe reaccionar hacia él. El pasaje también habla al esposo y su reacción hacia la esposa. Le instruye cómo debe de tratarla, como a un vaso más frágil. 4
Esposa, ¿cuál es su reacción hacia su esposo? ¿El la controla? ¿El humor de él determina su humor? Si él está molesto, ¿se molesta usted señalando así que él la controla? Si él es negligente y sin cuidado para usted, ¿llega usted a ser negligente y sin cuidado para él? Si es así, entonces él la está dominando. Dios quiere capacitar a los cristianos para que siempre tengan las acciones y reacciones correctas. A pesar de lo que otros nos hagan, tenemos la fuerza en Cristo para actuar y reaccionar en manera positiva y espiritual. Una señora me dijo hace poco: "Mi esposo me controla absolutamente. Cuando sale de la casa para el trabajo por la mañana, dice la única cosa que él sabe que me molesta. Me controla por sólo esta frase. Cuando él mismo no quiere enfrentarse con alguna situación, él dice esta frase y me tiene molesta y afligida todo el día. ¿Qué debo hacer?" Le dije: "Su esposo hace mal en hablarle así, pero usted está reaccionando mal. La acción de él le hace a él sentirse culpable, y su reacción le hace a usted sentirse culpable. No puede esperar a que su esposo diga, 'Bueno, cambiaré mi acción'. Usted tiene que traer fuerzas de Cristo para que pueda cambiar su reacción aunque su esposo no cambie su manera de ser. No debe atreverse a vivir bajo el control de nadie más que Jesucristo". Esposo, ¿su esposa le controla? A veces, ¿la actitud de ella por la mañana decide cuál va a ser su actitud? ¿La mala acción de ella determina su mala reacción de usted y así decide su conducta por lo que ella ha hecho? Si es así, ella lo controla. He visto a niños controlar a sus padres. Si no fuera tan triste sería de risa. Recuerdo que en un hogar, un niño de cinco años se enojó contra uno de sus padres. Dijo una palabra enojadísima. ¿Qué hizo el padre? Exactamente lo que hizo el niño - dijo una palabra enojada. El niño controló al padre. El niño determinó por sus acciones lo que iba a hacer el padre. Pero, no todo terminó allí. El niño se enojó más y con gritos dijo una cosa más fuerte. ¿Y el padre? también, gritó algo más fuerte. Un adulto fue controlado por el niño. Al fin, el niño se puso furioso y declaró lo que él iba a hacer y lo que no iba a hacer. ¿Cuál fue la reacción del padre? También se puso furioso y dijo, "¡No. Esto es lo que se va a hacer!" Las acciones del niño determinaron la reacción del padre. ¡Qué tragedia! El padre no tenía control interior. No sabía cómo hablar en forma amable, cristiana y con autoridad. El niño no había aprendido que cuando sus padres hablaban, hablaban en serio - aun cuando lo hacían amablemente. Los cristianos tenemos que ser controlados solamente por Jesucristo. Nosotros mismos no podemos hacerlo. Pero con Dios, por medio de la fuerza de Cristo y el control del Espíritu, podemos iniciar las reacciones correctas y espirituales, a pesar de las acciones de otros. El apóstol Pablo dijo que Dios nos capacita para hacerlo. El escribió, "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:13). El Señor Jesucristo puede fortalecernos para que tengamos buenas reacciones a cualquier acción que enfrentemos hoy en día. Confíe en él, crea en él, y siga creyendo. Dios probará que él dice la verdad, y él nos hará victoriosos en cualquier situación. 5
CAPÍTULO 3 NUESTRAS REACCIONES PUEDEN DAÑARNOS Nada puede dañarnos más que nuestras reacciones. Esta es la cosa más importante de entender. La Biblia dice en Romanos 8:28: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". Quiere decir que no importa lo que suceda en nuestra vida, si de verdad creemos que Dios permite todo para nuestro bien. En ese caso, cualquier cosa que nos pasa hace una contribución a nuestra vida. En este sentido no tenemos enemigos. Una situación no es nuestro enemigo. No, todas ellas trabajan juntas para nuestro bien. Todas son nuestras amigas - si las recibimos con gratitud y si reaccionamos correctamente hacia ellas. Si nuestra reacción a lo que pasa no está bien, entonces ella nos daña. Me paré al lado de la cama de una señora que había tenido 25 operaciones. A pesar de todo lo que los médicos hacían, ella continuaba debilitándose. Le dije muy amablemente: "Usted ha tenido más que su parte de sufrimientos. No sé cómo reaccionaría si estuviera yo en su situación, pero, la verdad es que estas operaciones no le han hecho mal. Aun, si tuviera que pasar por muchas más, no le dañarían". Me miró con asombro y dijo, "¿Cómo dice que no me harían mal"? Contesté, "La cirugía en sí no le puede dañar, pero su reacción a su problema puede dañarle. Si reacciona con amargura, es esa amargura la que le perjudicaría". Respondió ella, "Sí, yo sé lo que dice. Yo sé lo que ahora me está diciendo". Nuestras reacciones tienen que ser buenas. La situación que Dios permite no puede dañarnos. Pero, nos ayudará si nuestras reacciones a ésta son maduras y espirituales y buenas. ¿Piensa que Helen Keller estaba dañada por ser ciega? ¿Estaba dañado Beethoven porque estuvo sordo? ¿Estaba dañado Tomás Edison porque sólo estudió tres meses? ¿Estuvo el patriarca del Antiguo Testamento, Job, dañado porque perdió todo cuanto tenía? ¿Fue dañado Abraham Lincoln porque se crió en la pobreza? ¿Estuvo dañado el apóstol Pablo porque tuvo un aguijón en la carne? No, por medio de ello aprendió más acerca de la gracia de Dios. El aguijón en la carne fue una bendición para su vida. ¿Fue el apóstol Juan agraviado cuando fue desterrado a la Isla de Patmos por causa de su fe? No, esto no le perjudicó. Regresó con el libro de Apocalipsis en su mano. Nadie puede herir a un hombre como él. A pesar de lo que le pasa, lo acepta y dice, "Dios está usando esto para hacerme una persona mejor, y estoy agradecido con él". Al ser sus reacciones buenas, él recibe ayuda en vez de daño. Por el contrario, si nuestras reacciones son malas - si reaccionamos con rencor - este rencor nos arruinará. Si reaccionamos con amargura, esta amargura nos manchará. Si reaccionamos con una actitud de "¡Ay de mí"! esta actitud nos derrotará. Si reaccionamos con enojo y odio, resultarán úlceras u otra enfermedad en el cuerpo.
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¿Cómo reaccionamos ante los problemas en el hogar? Algunos tienen problemas muy serios. ¿Cómo hemos reaccionado a las dificultades? ¿A las tentaciones? Nuestras reacciones determinarán si hemos sido heridos. De igual importancia en este tema es el hecho de que somos responsables por nuestras reacciones. Nuestra tendencia es decir, "Las acciones de él eran tan malas e incorrectas que yo no soy culpable ni responsable por mis reacciones". Admitimos que los demás son culpables de sus malas acciones o hechos, pero la Biblia enseña que somos responsables también por nuestras malas reacciones. Al escribir a los de Tesalónica, Pablo dijo, "Mirad que ninguno pague a otro mal por mal" (1Ts. 5:15). En la pequeña palabra "mirad" está nuestra responsabilidad. En efecto, el Señor dice, "Toma la responsabilidad por tus reacciones. Asegúrate de no reaccionar hacia otros como ellos se portan contigo". Este es uno de nuestros más grandes problemas. No queremos llevar la responsabilidad. Sabemos que no han sido correctas nuestras reacciones y que ellas revelan lo que en verdad somos. En el corazón decimos secretamente, "No hubiera reaccionado yo así. Siento mucho todas estas cosas". Pero, no asumimos la responsabilidad. Sin embargo, es solamente cuando lo hacemos que Dios entonces, puede hacer algo por nosotros. Los psicólogos dicen que cualquier cosa que podamos visualizar, la podemos cumplir. Por ejemplo, si un hombre de negocios dice, "Quiero alcanzar tal meta", y si él puede sentarse y planearlo bien, enfocando la mente en ello - el hecho de poder hacer esto, quiere decir que es capaz de cumplirlo. También, esto es verdad en lo espiritual. Si podemos ver alguna cosa mala en nosotros mismos, somos capaces de remediarla. Sin embargo, todo depende de nuestro deseo de ver el mal y la voluntad de reconocer nuestra responsabilidad en cuanto a ello. Sin esta actitud por parte nuestra, Dios no puede obrar a favor nuestro. Si Dios nos muestra algo en cuanto a las reacciones que estamos manifestando, nunca estaremos "ciegos" en cuanto a ello. Las personas que nos rodean, tal vez nunca sabrán de nuestra necesidad, pero Dios, sí lo sabe. Nunca podemos decir en verdad, "Oh Señor, yo no lo sabía. No sentí que estuviera yo así". Vimos, y Dios sabe que vimos. Las únicas alternativas que tenemos son: escondernos y procurar olvidar lo que hemos visto, o podemos enfrentarlo con realidad y veracidad. Si asumimos la responsabilidad por nuestras reacciones y decimos: "Quiero que Dios haga algo en cuanto a mis reacciones. Quiero que él me fortalezca en esta área. No quiero seguir con esta culpa. Quiero crecer. Quiero madurar. Quiero que Dios sea glorificado a través de mis reacciones en la vida" - entonces Dios puede ayudar. Si deseamos que otras personas tomen la responsabilidad por sus acciones, tenemos que aceptar la responsabilidad por nuestras reacciones. Si no queremos tomar la responsabilidad, seguiremos siendo miserables. Viviremos en un mundo de sueños, pensando que somos lo que no somos. Solamente habrá esperanza si somos responsables por cómo reaccionamos. Ahora, se levanta la pregunta, ¿cómo asumimos esta responsabilidad? ¿Cómo arreglamos estas situaciones? En primer lugar, tenemos que confesar que reconocemos lo que Dios está queriendo mostrarnos. Tenemos que confesar que reconocemos lo que nuestras reacciones han revelado acerca de nosotros. Si hemos reaccionado en forma de crítica, inmediatamente tenemos que admitir que hemos criticado. A pesar de lo que la otra persona nos haya hecho, lo que debemos 7
hacer es confesar nuestra mala reacción. Además, tenemos que pedir al Espíritu Santo que nos muestre con claridad el asunto para ver cuál es nuestra necesidad. Por lo tanto, el punto primordial es que admitamos que hemos visto lo que nuestras reacciones han revelado acerca de nosotros mismos. En segundo lugar, tenemos que rehusar defendernos. Excusarnos es la tendencia natural de todos nosotros; pero nuestra decisión necesita ser "Yo no voy a defenderme a mi mismo, aunque otro ha sido culpable de malas acciones". Tenemos que admitir con abierta honradez (lo que no es fácil hacer) que así somos. No debemos disculparnos ni esperar a que otros confiesen sus malas acciones primero. La esposa no debe de esperar a que su cónyuge cambie sus acciones primero antes que ella cambie sus reacciones. Lo mismo es para el esposo. No esperemos a que el otro cambie su actitud antes de cambiar la nuestra. Al mostrarnos Dios lo que somos, tomemos la responsabilidad y confiemos en él para la victoria en esta área particular, a pesar de lo que hagan los demás. En tercer lugar, tenemos que confesar completamente nuestro error. Eso no quiere decir en una manera indiferente: "O Señor, Tu sabes que no soy perfecto, y que pudiera ser un poquito mejor. Así que te pido que me ayudes a actuar un poco mejor bajo estas circunstancias". ¡No! Tenemos que confesar: "Señor, he pecado en mis reacciones; fui muy criticón y odioso. Señor, lo confieso ante ti y pido tu ayuda en mis reacciones". Las maravillosas promesas de Dios son claras. "Si confesamos nuestros pecados" - y las malas reacciones son pecado - "él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Jn. 1:9). ¡Maravilloso! Si confesamos completamente, Dios nos perdona. Pablo escribió: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gá. 2:20). Este es el meollo de todo el asunto. ¡Cristo vive en mí! ¿Cómo fue su vida en la tierra? ¿Cuáles eran sus reacciones? Las situaciones no siempre eran cómodas ni ventajosas, pero ¿cómo reaccionó ante cada una de ellas? Sus reacciones pueden ser las nuestras si en realidad permitimos que él actúe en nosotros. No es asunto de decidir: "Voy a procurar ser más como Cristo; voy a procurar andar en sus pisadas". Esto va más allá porque él vive en nosotros, los que somos creyentes. Así que, nosotros mismos somos los canales por medio de los cuales él puede manifestarse. Si deseamos que sus reacciones sean las nuestras, tenemos que reconocer que no podemos por nosotros mismos. Pero el Señor quien vive en nosotros reaccionará en nosotros de la misma forma que él lo hizo cuando anduvo sobre la tierra. Este es el secreto. Por eso Pablo dijo, "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:13). El puede, él es suficiente. Confiemos que él puede hacerlo.
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CAPÍTULO 4 LA PARCIALIDAD Los capítulos 1 al 3 han tratado los principios básicos en cuanto a nuestras reacciones. Ahora, examinemos una ilustración bíblica que muestra el alcance de los resultados de éstas, sean buenas o sean malas. Esta ilustración tiene que ver con la familia de Jacob, particularmente con su hijo José. La historia de José en el libro de Génesis es fascinante y está llena de ricas e importantes lecciones conocidas por muchos de nosotros. Comienza en Génesis 37 cuando José tenía diecisiete años de edad y estaba cuidando las ovejas de sus hermanos mayores. En el versículo 3 encontramos estas palabras, "Y amaba Israel (Jacob) a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores". Aquí está la primera reacción que queremos examinar - la reacción de Jacob a José. El reconocimiento conspicuo mostró la preferencia de Jacob. El tenía doce hijos, pero solamente los dos más jóvenes - José y Benjamín - nacieron de su esposa favorita, Raquel, quien murió dando a luz a Benjamín. Jacob tenía 91 años de edad cuando José nació y su preferencia por este niño fue inmediata. Por supuesto, él era de la edad para ser el abuelo. Así que, vemos aquí a un hombre viejito, orgulloso, locamente cariñoso, afectuoso y sentimental, y sin duda, pasando mucho tiempo con José, ya que los hijos mayores eran hombres y trabajaban afuera en los campos. Probablemente José le recordaba de su propia juventud. O, se parecía mucho a su madre Raquel. Fuera lo que fuera la razón, es notable el hecho de que Jacob amaba más a José que a sus otros hijos. Aquí hay plena preferencia. El reconocimiento conspicuo que Jacob dio a José es el comienzo de una historia muy triste. El favoritismo de los padres siempre es malo y tonto. ¿Cuántos círculos familiares se han desbaratado por causa de este pecado común? ¿Cuántos individuos están dañados por toda su vida porque se criaron en un ambiente como éste? Jacob fue tonto en tener favoritos, pero fue más tonto por la manera en que lo mostraba. No procuró disimular su predilección. Hizo al niño un saco de muchos colores, en realidad un saco de manga larga que mostraba la intención del padre de traspasar los derechos de la primogenitura a José. En cuanto a los demás hermanos mayores, José los estaba desplazando. La preferencia y favoritismo de Jacob eran prueba de todo eso. El mismo Jacob fue criado en un hogar donde se veía el favoritismo. El fue el mimado de su mamá. Juntos conspiraron a engañar a su padre Isaac y al hermano mayor, Esaú. Parece que el favoritismo es el pecado que tememos mencionar. En todos mis años en la iglesia, nunca he oído un sermón sobre la preferencia o predilección. Sin embargo, piense en cuánto favoritismo hay en los negocios. El patrón prefiere al que se insinúa con él. O una persona asciende en el trabajo, pero no meramente por méritos de su trabajo. De allí que tenemos el refrán, "Lo que cuenta no es lo que uno sabe, sino a quién conoce".
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Y ¿qué de la parcialidad en la iglesia? Se elige a alguien para un puesto por sus conexiones familiares. Hay muchas congregaciones controladas por una asociación exclusivista familiar en las cuales se honra a la persona por sus parientes. Quizá se les reconozca por haber hecho una contribución monetaria, mientras otros de menos recursos permanecen en el anonimato. Algunas personas se elevan y se honran, no por sus cualidades espirituales, sino por tener influencia. Saben a quién saludar. Y así, toda la iglesia puede ser controlada por el favoritismo. ¡Qué tragedia! Escuche lo que Santiago escribe en su epístola: "Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?" (Stg. 2:1-4). "Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado" (v. 9). Estas son palabras muy fuertes y van al grano en cuanto a este pecado común. Por supuesto, el favoritismo hace su obra más mortífera en el hogar y en las relaciones familiares. Resulta siempre desastroso cuando el niño sospecha que los padres no son justos. El niño consentido, por lo general llega a ser presumido y perezoso, mientras el menos favorecido tiende a estar desanimado y malhumorado. En el hogar, nunca se deben hacer comparaciones entre los hijos. Sin embargo, muchos de nosotros los padres, somos culpables de comparar a un hijo con el otro, las habilidades de uno con las incapacidades del otro. Nada destruye tanto la iniciativa y promueve un sentido de inferioridad en uno como el de compararle desfavorablemente con otra persona. Aún más, la Biblia dice que no debemos compararnos a nosotros mismos con otros, porque no es sabio. Tampoco debemos hacer esto con nuestros hijos con otros ya sea dentro o fuera de la familia. ¡Cuántas veces un hijo es reconocido por sus habilidades mientras el otro está descuidado! A uno se le felicita y al otro se le critica. A un niño se le disciplina mientras al otro se le permite hacer lo que le da la gana. Recordemos que cada hijo tiene ciertas capacidades en su carácter. Cada uno sobresale en algún área. Y cada uno tiene que recibir amor sin condiciones. Los padres no deben decir que aman al niño sólo porque se portó bien. Pero, ¡cuántas veces oímos: "Te portaste mal. Ya no te quiero"! El o ella tienen que recibir un amor incondicional. Los padres no deben de amarles únicamente porque les hicieron sentirse bien. Esto es hacer a los hijos responsables de la felicidad de sus padres. La madre no debe de descuidar al niño que tiene alguna cualidad no deseable que tal vez tenga el esposo, o que la hace recordar a algún familiar a quien ella no quiere. El niño tiene que ser amado por sí mismo. Su propia personalidad, dada por Dios, tiene que desarrollarse sin sufrir acepción de personas. Ser padres es una oportunidad muy creativa, porque cada niño es diferente. Me he fijado en que cada uno de mis hijos es distinto. Sin embargo, cada uno tiene que recibir amor. Cada uno tiene un alma y una vida para ser usadas para Dios. Cada uno requiere entendimiento personal y particular. ¡Qué reto tan maravilloso para los padres en el día de hoy!
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Visité una prisión y pregunté a los reos cuántos de ellos se criaron en un hogar donde sentían que fueron "la oveja negra" de la familia. Las contestaciones incluyeron el desprecio que sintieron en casa. Algunos tenían tatuados en su cuerpo las palabras: "Nacido para perder". Lo cual significaba que durante toda su vida se habían sentido inferiores, que nadie los quería o que no valían nada, muchas veces por la negligencia, o por el favoritismo de los padres. Después de la guerra en Corea, aprendimos que 21 soldados se fueron con el enemigo. Un estudio de estos hombres y su vida anterior revela que la mayoría de ellos se habían sentido rechazados y sin cariño por parte de su padre o padrastro. 19 de los 21 se habían criado en hogares donde no sintieron el amor ni la aceptación. 16 de ellos se hicieron reclusos. 18 no tomaron parte en ninguna actividad ni deporte de la escuela. Solamente uno había sido elegido para un puesto por sus compañeros de clase. Este estudio revela mucho. Muestra que hubo una falta básica en el hogar. No les dio amor imparcial e incondicional ni el ánimo que necesitaban de sus padres. El fracaso familiar es un error fatal y se manifiesta en otras áreas de la vida. El pecado entró primero en el hogar. El pecado mostró su maldad a nivel del hogar y de la familia - Adán y Eva en el jardín del Edén. Es a este nivel donde Satanás hace su obra más dañosa. Si él puede derrotarnos aquí, nos ha derrotado en todo. Si él puede vencer a nuestros hijos en el hogar, él los vencerá en cada área de la vida. Por esto, tenemos que tener mucho cuidado con los hijos. Cuidémonos de ser culpables de reaccionar hacia uno de ellos por medio de un reconocimiento conspicuo y así ignorar a los otros. La reacción de Jacob fue mala. La parcialidad de los padres siempre es mala. Nunca debemos de olvidarlo. Hace un tiempo, hablé con una joven de otro estado. En medio de sus lágrimas, me contó que fue criada en un hogar de favoritismo y parcialidad. Dijo: "Mi hermana era más bonita que yo. Su pelo era más bonito que el mío. Ella aparecía siempre mejor en cualquier sentido y tenía muchos amigos. Todos la conocían. Las visitas que llegaban a la casa hablaban bien de ella, pero yo era rechazada y olvidada". Al fin dijo: "He hecho tantas cosas raras y malas - solamente para conseguir la atención". Agregó: "He procurado todo. He cometido muchos pecados para conseguir la atención de los jóvenes y de la demás gente". Decimos: "¡Qué tragedia!" Sí, pero, ¿de quién es la culpa? No podemos echarle toda la culpa a ella. Sus padres llevan la mayor parte por haber mostrado favoritismo y parcialidad. No enseñaron a su hija a que ella era importante y de mucho valor ante Dios, a ellos mismos y al mundo. No le enseñaron que ella misma tenía una contribución por hacer que su hermana nunca lo haría. Sí, Jacob actuó mal al mostrar parcialidad como padre. Necesitamos tener mucho cuidado para que nuestras reacciones no sean como las de él, o nuestros hijos sufrirán las consecuencias de nuestro pecado.
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CAPÍTULO 5 LAS CONSECUENCIAS DE LA PARCIALIDAD En el capítulo anterior vimos en Génesis 37 que Jacob dio a José un reconocimiento conspicuo. Era una reacción de parcialidad. Ahora, pensemos en algunas consecuencias de esa preferencia. Los otros hijos reaccionaron con hostilidad a la predilección de Jacob hacia José. Esto lo entendemos al conocer la naturaleza humana como la Biblia lo señala. Cuando algún miembro de la familia es favorecido, los demás reaccionan - por lo general, con oposición hacia el que es amado. Los hermanos de José manifestaron un rechazo cruel. "Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían y no podían hablarle pacíficamente. Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía" (Gén. 37:4). En el versículo 11 leemos que le tenían envidia; y en el 18 nos dice que conspiraron contra él para matarle. Los eventos siguieron uno a otro muy rápidamente. Jacob era parcial con su hijo José y le amaba más que a todos. Cuando sus hermanos se dieron cuenta de eso, reaccionaron con odio y hostilidad. Y luego, para agravar la situación, José les contó un sueño que Dios le había revelado. En efecto, él dijo a sus hermanos: "Tuve un sueño en el cual Dios me mostró que algún día reinaré sobre ustedes, y ustedes se inclinarán ante de mí". Tal vez José no era tan sabio en relatarles el sueño, pero sus motivos no eran malos. El no estaba buscando exaltarse a sí mismo. Pero, al contarlo, creció aun más la hostilidad de sus hermanos. Además, el hecho de que su padre le había dado un saco que significaba el cariño especial que tenía para con él. No resulta extraño que lo odiaran al verle usar esta túnica. Pero, esto no era todo. El, también, había llevado a casa noticias de que sus hermanos habían actuado mal. Por consiguiente, no es difícil ver por qué creció el resentimiento, enojo y odio hacia José. Por lo tanto, la reacción de los hermanos fue de un rechazo muy cruel. Fue una reacción natural a la parcialidad. El favorecido llega a ser odiado. La hostilidad brota de la envidia y de los celos. Eso muestra la locura y maldad de la preferencia por parte de los padres. Provocó el odio en la familia de Jacob donde debía de haber reinado el amor. Y el odio hizo a los hermanos decidir: "acabemos con él". Según la historia, leemos que Jacob mandó a José para ver en dónde cuidaban las ovejas sus hermanos. Al llegar al lugar, ellos le tomaron preso y le querían matar, pero en lugar de eso, le echaron en un pozo seco. Finalmente, le vendieron como esclavo a unos comerciantes que iban rumbo a Egipto. Sin duda pensaban algo así: "Bien, se lo merece. De todos modos, no debía él de tener el saco. Vamos a quitárselo. El es el niño que dijo que sería exaltado sobre nosotros. Le haremos ver cómo son las cosas. Vamos a sujetarlo. A este que chismeó acerca de nosotros, le vamos a tomar medidas. Meteremos un poco de sentido común y realidad en su cabeza".
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Como cualquiera de nosotros que somos culpables de hacer mal, los hermanos en su resentimiento y amargura no hallaron difícil justificar sus reacciones perversas. Posiblemente dijeron: "Tuvimos razón por lo que sentimos. Si papá no hubiera mostrado tanto favoritismo, y si este niño no hubiera sido tan tonto, nosotros no hubiéramos reaccionado así. Así que, en realidad, no fue culpa nuestra; fue culpa de ellos. Tuvimos toda la razón en hacer lo que hicimos". Pero, nunca podemos justificar el odio. Nunca podemos justificar el resentimiento. No hay manera de justificar la amargura y hostilidad. En el caso de los hermanos de José, casi terminó en un asesinato. Siempre pensamos que tenemos razón por la manera en cómo reaccionamos. Posiblemente aún, hay otras situaciones que contribuyen a nuestra dificultad. Pero, nunca podremos justificar delante de Dios una mala reacción. Si odio a alguien, esa reacción es mala - no importa cómo fue provocada. Si he llegado a tener resentimiento y amargura y si no perdono, nunca podré justificar esta actitud. Recuerdo que hace años un muy conocido siervo de Dios y yo tuvimos un desacuerdo muy amargo. Habíamos estado en desacuerdo en varias cosas y él era de carácter fuerte igual que yo. Muy francamente, él me dijo cómo se sentía y lo que pensaba de mí. Y yo muy francamente le dije cómo me sentía y lo que pensaba de él. Ambos estábamos muy amargados. Los dos estábamos resentidos. Los dos tuvimos envidia. Yo salí pensando: "Bueno, yo tengo el derecho de sentirme así. Puedo justificar mis reacciones. Después de todo, él comenzó el pleito. El es mayor de edad que yo. El expresó odio primero. Yo tengo razón - si él no hubiera hecho eso y dicho aquello, entonces, yo no hubiera reaccionado en tal forma". Finalmente, Dios me llamó la atención y me mostró todo esto. Entonces, tuve que regresar a ese hombre y decirle (y era la cosa más difícil que jamás he hecho en mi vida): "Estoy equivocado; mis reacciones no estuvieron bien". A pesar de lo que él hubiera dicho o hecho, admití que mis reacciones habían sido negativas, y no podía justificarlas. Fue hasta ese momento que me sentí libre. Hasta entonces tuve la victoria. Para mi mayor sorpresa, este hombre muy querido, volteó y me dijo: "También mis reacciones fueron malas. Yo también tengo la culpa". Llegamos a ser grandes amigos porque fuimos honestos el uno con el otro. No buscamos echarle la culpa al otro por nuestras reacciones, sino las enfrentamos y llevamos la responsabilidad por ellas. Los hermanos de José tuvieron una reacción de rechazo cruel. Tal vez hemos demostrado esta reacción. Quizá ha habido en nuestro corazón odio hacia alguien. Esto no puede ser justificado. Confesémoslo a Dios y arreglemos cuentas con la otra persona. Después, a pesar de cómo otros reaccionen hacia nosotros, decidamos que nuestras reacciones sean buenas a la vista de Dios. Toda la historia de José es una cadena de reacciones a reacciones. Pensemos en la reacción de José ante el rechazo de sus hermanos. El manifestó una resignación creativa.
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El carácter verdadero de la persona se revela por sus reacciones cuando ha sido malentendido, maltratado u odiado. Si reaccionamos de la misma manera que otros lo han hecho - con crítica y hostilidad, entonces, no somos nada mejor que ellos. Pero, sí, somos culpables igual como ellos. Necesitamos confesar nuestra reacción pecaminosa a Dios igual que ellos necesitan hacerlo. Nuestras reacciones pueden dañarnos al igual como las reacciones de los otros pueden derrotar sus vidas. Si reaccionamos con desánimo o malhumor, y si cedemos a los sentimientos de inferioridad y rechazo, estamos dando lugar a la derrota. Cualquier manifestación negativa es ruinosa. Si respondemos a la crítica en esta forma, nunca tendremos éxito, porque siempre habrá criticones. Siempre habrá oposición. Resulta que muchas veces, los que no han hecho algo en la vida, son los primeros en señalar a otros. Por consiguiente, la prueba verdadera está en cómo reaccionamos cuando hay dificultad. Cuando otros nos rechazan y nos condenan al ostracismo, nuestra actitud revela lo que está de veras en nuestro corazón. La Biblia relata en cuanto a José: "Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero, y estaba en la casa de su amo el egipcio. Y vio su amo que Jehová estaba con él y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano" (Gn. 39:2-3). José fue vendido por sus hermanos y llevado a Egipto, pero no se dejó llevar por la amargura. No "tiró la toalla", ni dijo: "¿Por qué? Dios ya me dejó. Dios ha muerto". No. Aquí vemos la resignación creativa. La Biblia dice que Dios estaba con él. La actitud de José hacia su Dios estaba bien, a pesar de lo que la gente le había hecho. El no fue controlado por las críticas. Muchas veces, el Señor nos prepara para llevar una responsabilidad al permitirnos pasar por la oposición y aun a veces por el rechazo. Si no podemos aguantar la preparación para el trabajo, ¿cómo, entonces, soportaremos el trabajo mismo? Si no podemos navegar en barquito de remos en una laguna pequeña, ¿cómo navegaremos en las aguas abiertas y turbulentas del mar? ¿Que hubiera pasado si Moisés se hubiera ido a su casa cada vez que experimentó la oposición? ¿Qué hubiera pasado si Daniel hubiera dado la espalda cada vez que hubo hostilidad? ¿Qué, si Pablo se hubiera rechazado a sí mismo cada vez que la gente lo rechazó? Tenemos que decidir a tomar la situación adversa como de la mano de Dios. Tenemos que creer que Dios nos puede ayudar en ella. Esta es aceptación creativa. José no se quejó: "Por qué a mí, Dios? Aquí estoy, esclavo en Egipto, engañado por mis propios hermanos. ¿Por qué es que me has dejado así? Todos están en mi contra. No tengo valor alguno. Tengo que resignarme a mi suerte, pero he aprendido a que nunca debo de confiar en nadie. Aun los mejores amigos pueden engañarme. ¡Si tan solo pudiera escapar de aquí y regresar a mi casa!" Sin embargo, él nunca se expresó así. Nunca chilló, ni murmuró. Su actitud fue victoriosa y positiva: "Aquí estoy. Jamás imaginé que estaría en tal apuro. Pero, aquí estoy y parece que voy a estar por mucho tiempo. No lo escogí yo. Dios lo permitió. El tiene algo planeado para mí. Esperaré para ver qué es. Por el tiempo que sea que permanezca en Egipto, ésta será una
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experiencia que ayudará a mi entrenamiento y será un escalón más en mi vida. Haré lo mejor que pueda y confiaré en Dios para los resultados". ¡Qué hombre! A un hombre así no se le puede dañar. Todo le sirve para bien. Todos le ayudan. Y lo que es más, Dios lo bendice y lo prospera. Algunas personas siempre quieren regresar a casa. Siempre quieren escapar de una nueva situación que presenta problemas y dificultades que no entienden. Quieren volver a su terreno conocido. En la actualidad, no quieren cambios. No quieren experimentar la madurez que cada oportunidad provee. Les falta esta aceptación creativa. Esa cualidad la tuvo José. Esta tiene que ser nuestra reacción en cada dificultad.
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CAPÍTULO 6 PROBADO Y EXALTADO Dios prosperó a José debido a su aceptación creativa. También, Dios bendijo y prosperó a toda la casa de Potifar. La relación de José con su Dios y con su dificultad fue correcta. Por lo tanto, el Señor prosperó al egipcio y a todos sus intereses. José fue el medio de las bendiciones en esa situación. Lo mismo es verdad hoy en día. Los esposos hallan que su hogar entero puede ser bendecido si tienen buena relación con Dios, la actitud correcta en su situación, y la reacción correcta a sus dificultades. Ellos pueden ser instrumentos de bendición a su hogar y familia. Esto no significa que no habrá problemas en el futuro si uno sirve fielmente al Señor y le honra con sus reacciones. La experiencia de José es prueba de ello. Una tentación muy grande le vino en medio de su servicio y prosperidad espiritual. Según Génesis 39:6, él era "de hermoso semblante y bella presencia". No solamente era un hombre de buen parecer, sino también tenía una personalidad atractiva. Además, tenía muchos talentos y habilidades. Todo esto cautivó a la esposa de Potifar, quien decidió seducirlo. No es problema seducir a uno que está viviendo en un nivel moral bajo. Pero aquí tenemos un hombre honrado e íntegro. Aquí está un hombre que había sido bendecido por Dios en manera singular. Probablemente, ella procuró vencer sus escrúpulos al sugerirle: "Sin duda puedes gozarte un poquito. No seas tan inflexible en tus normas. Nadie lo sabrá. Las aguas hurtadas son dulces, José, y el pan comido en oculto es sabroso". Fíjese bien en la reacción firme del joven José. ¡Qué contraste tan tremendo con el día de hoy en el que hay tanta libertad sexual! Vivimos en un tiempo de la moralidad floja, de la nueva moralidad. Su reacción fue firme y determinante. La Biblia dice en Génesis 39:8: "El no quiso". Tan clara, tan sencilla, tan fuerte y tan definida es esta declaración. Veamos ahora varias lecciones importantes en cuanto a la tentación y cómo enfrentarla. Número uno: la tentación viene a todos - a cualquier persona que hay en el mundo. Aquí estaba José, un líder en la casa de Potifar y responsable de todas las posesiones, y también estaba la esposa de Potifar, una persona prominente. La tentación llega a todos sea prominente o de nivel bajo. Todo aquel que respira es tentado. Si tenemos una mente para pensar, habrá tentación por medio de esta mente. Si tenemos cuerpo, habrá tentación por medio de este cuerpo. Toda persona que está viva, es y será tentada en esta vida. Ella es nuestra compañera; por lo cual, no debemos sorprendernos cuando la estamos experimentando. Toda persona es tentada, sea cualquiera su situación, su lugar en la vida o su relación con Dios. Ella llega a todos. Esto hay que reconocer. Lección número dos: la tentación llega durante un tiempo de prosperidad espiritual y muchas veces sigue después de una gran victoria. José había estado sirviendo a Dios y estaba muy ocupado y contento. La Biblia dice que la mano de Dios estaba sobre él y sobre toda la casa por
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su causa. En medio de esta prosperidad en la cual gozaba de la rica bendición de Dios, llegó la tentación tan fuerte. Este principio encontramos ilustrado en toda la Biblia. Elías tuvo una gran victoria en el Monte Carmelo. Había permanecido firme contra toda la oposición del rey y de los profetas falsos de Baal. Inmediatamente después de esta notable victoria, él dio lugar a la desesperación y desánimo. Huyó al desierto ante la amenaza de una mujer. Después de un gran triunfo en la montaña, hubo una gran tentación en el valle. Lo mismo pasó con David al haber matado al gigante Goliat. Todos cantaban las alabanzas de David, por lo que el rey Saúl se puso celoso. El deseaba matar a David. Nuevamente, después de una victoria con la ayuda de Dios, llegó una grande prueba para David. Daniel fue exaltado al puesto de gobernador de Babilonia. Dios le honró y le bendijo en muchas maneras, aun hasta que tuvo la confianza del rey. Luego, en medio de esta prosperidad y éxito, fue acusado falsamente y arrojado al foso de los leones. Al venir el triunfo, vino la tentación. En el caso de nuestro Señor Jesucristo - ¿cuándo fue tentado? Inmediatamente después de que fue lleno del Espíritu quien le ungió para su ministerio. En ese momento, él fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo. La tentación más grande siguió a la victoria más grande. Pablo y Silas vieron a Dios obrar de una manera tremenda en su ministerio. Pero en medio de su éxito espiritual fueron azotados y llevados a la cárcel y dejados en el cepo. La prosperidad espiritual fue seguida de serios problemas. Tome nota de esto: los tiempos más peligrosos en nuestras vidas pueden ser después de haber experimentado una maravillosa victoria espiritual. Lección número tres: Debemos recordar que muchas veces la tentación viene de una fuente inesperada. El diablo ocupa a cualquier persona en cualquier situación. José se ocupaba en sus responsabilidades, y la persona en quien él hubiera podido confiar era la que procuró seducirlo. Número cuatro: Recordemos que la tentación es continua. Se repite. Es persistente. La Biblia dice que la esposa de Potifar le tentó un día y él la rechazó. Luego, ella se le acercó al día siguiente, hasta estarle incitando diariamente. Día tras día ella le rogaba. No se daba por vencida. Pero, diariamente, él estuvo firme en su negación. La victoria sobre la tentación un día no significa que no vendrá el próximo día. Cada día que vivimos vamos a enfrentar tentaciones de una índole u otra, muchas veces la misma. Ella es nuestra compañera por toda la vida. Pero, cada día Jesucristo puede capacitarnos para reaccionar correctamente, darnos fuerzas y valor para poder rechazarla. Considere la reacción de José. En primer lugar su respuesta fue sencilla y firme. El dijo: "No, yo no puedo hacer esto". No disputó con ella. No discutió el asunto. No hubo preguntas ni tardanza. El no dijo: "Bueno, vamos a platicar el asunto y te convenceré que no es aconsejable hacerlo en este tiempo". Con convicción y valor la negó y dijo: "Esto no es bueno". Su reacción fue clara y fuerte al lado de la justicia. En segundo lugar, este pasaje en Génesis nos enseña que José tuvo un temor hacía el pecado, no a la tentación. Tantos de nosotros, los cristianos, tenemos un horror fatal a la prueba. Muchas veces pensamos, si no fuera yo probado tantas veces, la vida sería mucho más fácil. Debemos 17
temer solamente al pecado. La prueba es una bendición maravillosa. Si no fuera por las muchas pruebas, nuestra alma llegaría a ser muy débil y sin fuerza. Así, debemos resistir a las tentaciones y temer solamente al pecado. José no buscó la tentación ni hizo provisión por ella. Pero, en el trabajo cuando ella llegó, él estaba listo para enfrentarla. El la consideró como un escalón a la victoria. Consideró a cada tentación una oportunidad más para derrotar al diablo. Napoleón dijo: "El que teme ser conquistado, puede estar seguro de ser derrotado". Así, José tuvo miedo del pecado pero no de la prueba. En tercer lugar, José supo que el pecado es contra Dios. Por eso dijo a la mujer: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?" (Gn. 39:9). Hubiera pecado contra su propio cuerpo. Cada hecho de inmoralidad es contra nuestro propio cuerpo, según la Biblia. También, hubiera pecado contra la mujer, contra su esposo y toda la familia. Pero, él reconoció que primeramente pecaría contra Dios. Sin comprometerse más, dijo: "No puedo hacer esto y pecar contra Dios". En cuarto lugar, se mantuvo firme para salir victorioso a toda costa. Aquí estaba un joven quien había decidido: "No me importa lo que me pase. Esta mujer puede mentir en contra de mí; quizás me acuse. Tal vez pierda mi trabajo y prestigio y me envíen a prisión". Todas estas cosas, sí, le pasaron. Pero él había determinado en su corazón: "Voy a mantener mi integridad. No pondré en riesgo mi relación con Dios. Mi reacción será clara, fuerte y sin demora al lado de lo que es justo y recto". Considere ahora la reacción de José hacia sus hermanos errantes después de que llegó a ser gobernador de Egipto. Sus hermanos tenían que ir allí a comprar maíz debido a la gran hambre que había en toda la tierra. Se pararon delante de José sin reconocerlo. ¿Cuál fue su reacción hacia ellos? ¿Cómo respondió después de todo lo que le habían hecho? Su reacción fue de piedad. El bien hubiera pensado: "Ahora, sí, puedo vengarme. Mis hermanos están exactamente donde yo los quería ver. Es tiempo de que paguen sus pecados. Les demostraré que los sueños que tuve de ser exaltado sobre ellos son una realidad. Este es el cumplimiento. Les enseñaré que lo que hicieron fue malo y que no pueden seguir así. Ahora, voy a vengarme". No. Ni por un ligero momento pensó él así. Por el contrario les dijo: "porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa" (Gén. 45: 5, 8). José les aseguró que los quería tener cerca y les animó para que vinieran a vivir en Egipto. ¡Perdón! Esto era su represalia piadosa: perdón y amor. José les dijo que su odio y maltrato había sido usado por Dios para su bien. Sus problemas fueron oportunidades. Sus perseguidores eran, sin saberlo, sus amigos. Todo lo que le aconteció, Dios lo ocupó para levantarle y fortalecerle. El no fue dañado porque del mal el Señor trajo el bien. En todo estaba Dios, y por eso él los perdonó y quería amarlos y ayudarlos.
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José no tomó a nadie por enemigo. El los hizo sus amigos, porque tuvo las reacciones correctas. ¿Así reaccionamos nosotros? José era un creyente genuino y maduro. Siglos antes que fuera escrito el versículo: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Ro. 8:28), José ya había experimentado esta verdad. El creyó lo que Jesús nuestro Señor dijo más tarde, que debíamos de amar a nuestros enemigos. No decimos que no tenemos enemigos, pero nosotros no somos enemigos de ellos. Los tenemos que amar. Esta es la reacción correcta. Es una posibilidad gloriosa, según dejemos que el Señor nos controle. Aprendamos a perdonar y amar cuando nos hagan mal; y a recibamos todo como oportunidad para madurar, y Dios nos prosperará en gran manera.
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¿Quién Controla tu Vida?
por
J. Allan Petersen
© Copyright 1994 por Editorial CREO Para el uso gratuito de esta información, por favor lea la declaración de Derechos Reservados en el sitio web de www.recursosBiblicos.org. Publicado originalmente en inglés bajo el título WHO RUNS YOUR LIFE Casa publicadora: The Good News Broadcasting Association, Inc. Box 82808, Lincoln, Nebraska 68501 Publicado originalmente en 1967 Traducido por LaVeta de Sparks Redactado por Remedios de Guevara
Editorial
CREO 410 Virginia San Jacinto, CA 92583