Cultura
Página 10/LA NACION
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Jueves 28 de junio de 2007
Un escritor dedicado a la denuncia del fanatismo
Premian al escritor israelí Amos Oz Ganó el Príncipe de Asturias de las Letras por su compromiso con el proceso de paz en Medio Oriente
GENTILEZA CCR
Piñeiro y Oé Gottini
El arte y sus funciones educativas Poner el propio modelo en crisis, intercambiar experiencias y enriquecer las propuestas pedagógicas de centros culturales y museos. De eso tratan las jornadas internacionales “La dimensión educativa de los museos de arte y centros culturales”, que se realizan hasta mañana en el Centro Cultural Recoleta. A la convocatoria han respondido instituciones culturales de Estados Unidos, Europa y América latina. “Queremos que se abra un espacio de intercambio y debate. Además, que el público nos visite, conecte con la obra y se vaya con algo. Esta es una gran oportunidad para conocer en qué está cada institución y mejorar nuestras propuestas”, dijo a LA NACION, Liliana Piñeiro, directora del Centro Recoleta. La propuesta está apoyada por la Fundación Banco Galicia. Entre las más de 50 ponencias discutidas en talleres se cuentan las de los museos Reina Sofía y Thyssen, de Madrid; el Instituto Valenciano de Arte Moderno; la Pinacoteca de San Pablo; el Palais de Tokyo, de París; el Museo de Arte Contemporáneo, de Monterrey, México, y el Espacio Telefónica, de Buenos Aires. Las cuatro conferencias magistrales están a cargo de María de los Angeles González, secretaria de Cultura de Rosario; Sumiko Oé Gottini, coordinadora general del Palais de Tokyo, de París; Rosa Tejada y William Crow, del Metropolitan Museum, de Nueva York, y de Daniel Castro, director del Museo del Veinte de Julio, de Bogotá, Colombia. Mañana, a las 19, una de las figuras del cierre será el gestor cultural catalán Toni Puig Picart.
MADRID.– El escritor israelí Amos Oz, uno de los intelectuales más comprometidos con el proceso de paz en Medio Oriente, fue galardonado ayer con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007, por su obra literaria dedicada a “la denuncia de todas las expresiones del fanatismo”. Considerado uno de los autores más importantes de la narrativa hebrea contemporánea, Oz, de 68 años, había sido mencionado en los últimos días como uno de los favoritos para recibir el premio, dotado de 50.000 euros y la reproducción de una escultura de Joan Miró. Los premios Príncipe de Asturias, que todos los años premian a ocho personalidades en las artes, el deporte, las humanidades y las ciencias, se entregarán en septiembre en la ciudad de Oviedo. “Amos Oz ha contribuido a hacer de la lengua hebrea un brillante instrumento para el arte literario y para la revelación certera de las realidades más acuciantes y universales de nuestro tiempo, con especial atención tanto a la defensa de la paz entre los pueblos como a la denuncia de todas las expresiones del fanatismo”, dijo el jurado. Oz se impuso al albanés Ismail Kadaré, a la canadiense Margaret Atwood, al poeta coreano Ko Un y al italiano Antonio Tabucchi en la votación final. En total, fue elegido entre 35 candidatos de 23 países. En ediciones anteriores, el premio recayó en Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Carlos Fuentes, Susan Sontag, Arthur Miller, Claudio Magris y Paul Auster, quien lo ganó en 2006.
Pacifista y docente “Es un honor y una alegría para mí, porque durante toda mi vida he sido un gran admirador de la literatura española”, dijo ayer el autor, nacido en 1939 en Jerusalén, con el nombre de Amos Klausner, apellido que abandonó por enfrentamientos con su padre. El narrador, ensayista y periodista –colaborador de LA NACION– se ha dedicado activamente a promover la paz en Medio Oriente, a través del movimiento “Paz Ahora”, que él mismo fundó en 1978. Participó en la Guerra de los Seis Días en 1967, y en la de Yom Kippur, en octubre de 1973. “Durante 40 años, ha luchado por
Una voz firme contra el odio y la violencia Sigue muy de cerca el conflicto palestino Por Héctor M. Guyot De la Redacción de LA NACION
ARCHIVO / AFP
Amos Oz, en su casa de Arad, en el sur de Israel, en febrero último
un acuerdo histórico entre Israel y Palestina, basado en la fórmula de los dos Estados nacionales, en paz y respeto mutuo”, dijo el autor, que ha combinado la escritura, en la que se mezclan constantemente las vivencias de su infancia y juventud, con su tarea docente. Oz estudió Filosofía y Literatura en la Universidad Hebrea de JerusalénActualmente, enseña literatura hebrea moderna en la Universidad Ben Gurión de Jerusalén. Gran parte de sus trabajos de ficción, que han sido traducidos a 30 lenguas, giran en torno de la casa donde creció, e incluyen, entre otras obras, Donde ahúyan los chacales (1965), Mi querido Mikhael (1968), Hasta la muerte (1971), Tocar el agua, tocar el viento (1973), La colina del mal consejo (1976) y Contra el fanatismo (2003).
“Si tuviera que decir de qué se trata mi obra literaria en un palabra, diría: familias. Si fuera en dos: familias infelices”, comentó ayer Oz, cuyo nombre suena desde hace tiempo como uno de los candidatos al Premio Nobel de Literatura. “El fanatismo es más viejo que el islam, que el judaísmo, que el cristianismo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político. Desgraciadamente, el fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana”, escribió Oz, que insiste con que “tarde o temprano llegará una solución civilizada” para el conflicto en su tierra natal. “Europa tardó más de 1000 años, guerras y derramimento de sangre en el camino de lo que hoy es la Unión Europea”, analizó. Agencias ANSA, AP y EFE
Cuando a los 15 años dejaba su casa paterna y cambiaba su apellido, Amos Oz anticipaba, en ese gesto de rebeldía e inconformismo, una obstinación y un espíritu de lucha que luego aplicaría a dos empeños de diferente índole, pero igual de ambiciosos: capturar un mundo –su infancia, su tierra– con el fulgor de las palabras y lograr, ya en el terreno de los hechos y poniendo el cuerpo, un principio de entendimiento entre judíos y palestinos. Oz empezó a publicar con poco más de veinte años, pero sólo a partir de la década del ochenta su nombre trascendió las fronteras de su país. Junto con David Grossman y A.B. Yehoshua, entre otros, protagonizó una suerte de boom de escritores israelíes que empezaron a ser leídos en Europa y Estados Unidos. La crítica no tardó en reconocer su fina ironía, su mirada lúcida y compasiva. Con un estilo sutil para indagar en el terreno de los sentimientos, Oz se ha declarado admirador y discípulo de Chejov.
Coraje y rebeldía Narrador y ensayista, Amos Oz nació el 4 de mayo de 1939 en Jerusalén, en una familia judía culta de emigrantes rusos y polacos. Su madre se suicidó cuando él tenía cinco años. A los 15, tras enfrentarse con su padre por discrepancias ideológicas, el escritor dejó su casa y se fue a vivir como granjero en el kibutz de Hulda, donde permaneció durante más de treinta años. Al rebelarse contra los valores burgueses que su familia encarnaba, adoptó el apellido Oz, que significa “coraje”, “determinación”, “fuerza”. Comenzó a escribir mientras pasaba los días trabajando en el campo. Y haría de la escritura su vida. Pe-
ro luego de estudiar filosofía y literatura en la Universidad Hebrea de Jerusalén no perdería contacto con el mundo académico. En una tierra castigada por la violencia, jamás le huyó al compromiso político. Fue militante del Partido Laborista, y en los 90 optó por el partido de izquierda Meretz. Ha escrito más de 400 textos periodísticos. Sus artículos sobre el conflicto palestino-israelí, que reflejan al sector más abierto de su país, se publican en los principales diarios del mundo. “Cuando quiero mandar al diablo a mi gobierno, escribo un artículo, no una historia –ha dicho el escritor, casado y con tres hijos–. Pero cuando siento la necesidad de contar una historia, la cuento, habitualmente con compasión, curiosidad y brillo, con humor, maravilla y satisfacción, con todo lo que poseo.” De sus 18 novelas, han sido traducidos al español, entre otras, El mismo mar (2002), Un descanso verdadero (1982), Una pantera en el sótano (1998) y Mi querido Mijael (1968), elegida en Alemania como una de las cien mejores novelas del siglo XX. Desde hace años es candidato al Nobel. Hoy divide sus días entre la enseñanza universitaria y la escritura en su casa del desierto de Neguev “en total soledad”. Allí se aplica a uno de sus empeños, la literatura. Pero el otro no queda relegado. Aunque tal vez no haya otro. Quizás, en su caso, haya una sola lucha. Así lo ha explicado Oz: “Un escritor trabaja con las palabras. Esto impone al escritor una responsabilidad hacia el lenguaje. Donde palabras llenas de odio sean blandidas como un hacha contra ciertos grupos de seres humanos, no tardará en aparecer un hacha verdadera. El escritor puede ser el vigía del fuego del lenguaje, o al menos el que denuncia la existencia de humo. Puede, y por lo tanto, debe”.