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CIENCIA / SALUD
I
Lunes 16 de noviembre de 2009
DISTINCION L’OREAL-UNESCO POR LA MUJER EN LA CIENCIA s SE ENTREGA ESTA NOCHE
Premian investigaciones en dengue La laureada es Andrea Gamarnik, del Instituto Leloir, cuyo laboratorio se convirtió en centro de referencia regional NORA BÄR
BODAS DE ORO. Aniceto Enrique Moles y Marta Angélica Maffei de Moles festejarán sus 50 años de matrimonio con una misa de acción de gracias, a celebrarse el miércoles 18 de noviembre, a las 20, en la basílica de San Nicolás de Bari e invitan a sus familiares y amigos a acompañarlos
GIANNINO UBOLDI, q.e.p.d., falleció el 21-11-2004. Mónika P. de Uboldi invita a la misa que se celebrará en su querida memoria el sábado 21-112009, a las 19, en la iglesia Del Pilar, Recoleta
María Valeria y Martín Stratico anuncian el nacimiento de CHIARA y AGOSTINA, el 11-11-2009, en la Clínica y Maternidad Suizo Argentina
LA NACION De la escuela secundaria recuerda que era “buena alumna [fue abanderada], pero revoltosa”. Gracias al esfuerzo de sus padres y de su tío, pudo hacer el curso de ingreso en Farmacia y Bioquímica, y gracias a una beca del Colegio de Farmacéuticos de Lanús fue la única integrante de la familia que estudió una carrera universitaria. Completó su doctorado en bioquímica en la UBA y viajó a la Universidad de California, en San Francisco. Hoy, ocho años después de haber vuelto al país para hacerse cargo del laboratorio de virología molecular del Instituto Leloir (puesto que obtuvo por concurso internacional), Andrea Gamarnik recibirá el premio más prestigioso que, en 76 países, se les confiere a las mujeres que hacen ciencia, el Premio L’Oréal-Unesco, que aquí tiene respaldo del Conicet. También recibirán becas María Fabiana Drincovich y Jorgelina Ottado. Gamarnik, cuyo laboratorio se convirtió en estos años en un centro de referencia en el estudio del dengue, es distinguida precisamente por sus investigaciones en la replicación de este virus que infecta anualmente a 50 millones de personas en el mundo. “Yo había estudiado para «perito mercantil» –recuerda, en una de las salas del instituto ubicado en parque Centenario–, pero en el último año de la carrera me tomaron un test de orientación vocacional y el psicólogo, que era muy «macanudo», insistió en que optara por otra carrera.” Y aunque era una deportista apasionada, eligió la bioquímica: “Mi mamá, Mirta Grillo, era actriz y recitaba los versos de Héctor Negro –cuenta–. Era una apasionada de todo lo que hacía. Y creo que yo heredé eso de ella, porque tengo pasión por lo que hago. Me encanta el deporte, me encanta pintar, me fascina la investigación...”. Gamarnik confiesa que San Francisco “es una ciudad hermosa”, que allí hizo “muchísimos amigos”, y que “aprendió mucho” sobre cómo trabajar con virus. Pero que le faltaba “algo”: “el sentido de lo que hacía”. “Cuando volví, salía de Ezeiza y se estaba yendo De la Rúa –recuerda–. Muchos me dijeron: «¿Lo pensaste bien?» Y sí, lo había pensado años, porque quería volver, aunque al prin-
cipio los sueldos ni siquiera alcanzaban para llegar a fin de mes. Me preguntaban si tenía marido o padre que me pudiera mantener. Cuando les contestaba que pensaba vivir de mi trabajo, me recomendaban que me quedara en el exterior.” Aunque tuvo que esperar un par de años, tras trabajar en una empresa biotecnológica que le permitió ahorrar para volver a instalarse en la Argentina, se presentó al concurso en el Instituto Leloir. “Pensé mucho qué quería hacer –confiesa–. Vi que el virus del dengue era un problema muy serio y no había muchos trabajando en el tema.” Y enseguida, agrega: “No me arrepiento. Tengo un grupo precioso, de gente solidaria, inteligente, que viene de universidades nacionales de todo el país... Y eso me motiva, formar recursos humanos acá, no en los EE.UU. Trabajar en un tema que tiene contenido social”. Desde su regreso, Gamarnik y su equipo desentrañan cómo se reproduce el virus del dengue. En su primera publicación lograron visualizar su conformación circular. Luego definieron que esa conformación es esencial para que el virus se multiplique en la célula. Y más tarde describieron cómo se amplifica su material genético, por un mecanismo distinto del que utilizan otros virus. En los años siguientes se determinó que hay otros microorganismos, como el que causa la fiebre amarilla, que utilizan el mismo modus operandi. Sus estudios sobre los mecanismos de atenuación viral son la base del diseño racional de vacunas y ya resultaron en tecnologías que transfirieron a los Estados Unidos. A pesar de sus logros, Gamarnik considera que sigue siendo necesario estimular a las mujeres: “Tal vez un premio exclusivamente para nosotras llame la atención –dice–, porque para los hombres no hay discriminación. Pero, aunque son sutiles, las diferencias todavía existen. Hay profesores que les aconsejan a las chicas no estudiar física, por ejemplo, «porque es difícil». Acabo de volver de un congreso en Madrid. Habían invitado a 22 expertos en replicación viral, de los cuales sólo tres éramos mujeres. Y no porque las presentaciones de los hombres fueran brillantes... Las mujeres podemos hacer ciencia, y del mejor nivel”.
CARINA COSENTINO
Andrea Gamarnik en su casa, donde cultiva otros intereses además de la investigación, como la pintura
Avance clave contra el virus Hace sólo unos días, el equipo de la doctora Andrea Gamarnik reveló un proceso clave en el ciclo vital del virus del dengue y abrió la puerta a una posible estrategia contra la diseminación de la enfermedad viral más importante de la región transmitida por mosquitos. Para diseminarse por las células, el virus necesita crearse una “armadura” externa llamada “cápside”. Está compuesta por piezas que encierran y protegen el ARN (ácido ribonucleico), que contiene sus instrucciones genéticas. Iluminando con “etiquetas” fluorescentes la proteína de cápside, los científicos observaron cómo el virus infecta las células de mosquito y las humanas y descubrieron que para asegurar su diseminación secuestra una gotitas de grasa que existen dentro de las células y las utiliza para fabricar partículas virales. En las células infectadas, la proteína de cápside se aglutina alrededor de unas organelas que los científicos
conocen como “gotitas lipídicas” (lipid droplets, en inglés), que normalmente regulan el mecanismo de lípidos de la célula. “Si uno mira una foto de una célula infectada, ve anillitos que son precisamente estas gotitas lipídicas rodeadas de la proteína de cápside”, explica Gamarnik. Los científicos entonces estudiaron qué parte de la proteína de cápside se necesita para cumplir con este proceso, modificaron genéticamente el virus y obtuvieron virus que producían proteínas de cápside que no iban a las gotas lipídicas, con lo que se inhibía su replicación. Después, avanzaron otro casillero. “Como existen drogas experimentales que fueron desarrolladas para el control de la obesidad o para el cáncer que inhiben la formación de gotas lipídicas, se nos ocurrió que a lo mejor las podíamos utilizar para controlar la replicación del virus del dengue –cuenta–. Y lo que vimos fue
que cuando cultivábamos las células con una de ellas prácticamente no tenían gotas lipídicas y no había replicación viral.” Es decir que estos descubrimientos no sólo permitieron develar un mecanismo fundamental para la replicación del virus del cual no se sabía prácticamente nada hasta ahora, sino también postular una nueva estrategia para inhibir su replicación. “Abrimos una puerta al estudio de la interacción entre la célula y el virus –dice Gamarnik–; es decir, cómo hace el virus para boicotear los procesos celulares en su propio beneficio.” Aunque tenemos respuestas antivirales innatas que se gatillan apenas ingresa el virus en la célula, éste evoluciona muy rápidamente gracias a que posee mecanismos para contrarrestar la reacción celular. “El virus del dengue tiene una proteína que se encarga de impedir que la célula se defienda”, dice Gamarnik.