“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” Hebreos 4:12 En Proverbios 10:12 dice “El odio despierta rencillas pero el amor cubrirá todas las faltas”. Durante muchos años, en muchas ocasiones, escuché sobre este versículo de la Biblia en mensajes y predicaciones o directamente lo leí de la Biblia. Pero no fue hasta que mi corazón estuvo tan lleno de rencor, amargura, desengaño, ira, frustración, y aun furor, que estas palabras hicieron mella en mi vida y comenzaron una diferencia. No fue a partir de que toqué literalmente fondo, que el versículo de Hebreos se hizo realidad y la palabra de Dios “penetró y cortó como un bisturí corta un tumor que afecta malignamente el cuerpo, y luego vivificó y actuó eficazmente en mi ser” Durante mucho tiempo “sufrí” lo que consideré acciones injustas de parte de terceros hacia mi persona; “sufrí” heridas y ofensas que no creía merecer; “sufrí” un trato desleal de aquellos seres a quienes amaba, y de quienes esperaba lealtad y amistad y a quienes consideraba que estaba entregando lo “mejor” de mí misma. Y durante todo ese tiempo, la primera parte del versículo de Proverbios 10 era una compañía fiel y constante en mi vida. Las rencillas eran algo de todos los días. Si bien no siempre se manifestaban con una verdadera discusión o pelea, era la actitud que yo emanaba….mi mala actitud, mi expresión de malestar o de enojo, mi falta de una sonrisa, o simplemente mi expresión de tristeza. Y algunas veces también se expresaban en provocar una rencilla de palabras. Eran la forma que yo tenía de expresar el gran dolor que sentía, que era muy real y me hacía sufrir internamente. Mientras tanto, el odio se acrecentaba en mi corazón al punto de dominarlo todo, de enceguecer mi visión de la vida, de no permitirme disfrutar de casi nada, ya que todo era mirado con la lupa que ese sentimiento proveía. ¿Por qué sentía yo tanto odio y provocaba tantas rencillas? En esos momentos, no consideraba que tuviera odio, sólo creía que tenía sentimientos justos a causa de lo que me pasaba. Que era lógico que sintiera así. Al fin llegó el momento en que la segunda parte del versículo de Proverbios apareció ante mis ojos….y se hizo patente para mí…. “el amor cubrirá todas las faltas”. Muchos otros pasajes de la palabra de Dios comenzaron a acudir a mi mente o a ser predicados en mi presencia. Pasajes que hablaban del perdón, del amor de Dios y de la forma en que debemos aplicar ese amor de Dios en el prójimo, en cómo Dios nos da oportunidades a pesar de nuestras fallas constantes y continuas hacia él, en cómo el único que es perfecto es nuestro Dios….Ni mi prójimo ni yo somos perfectos, por lo tanto como yo fallo, los demás también lo hacen….como ellos me dañan, yo también daño……
Yo sentía odio y provocaba rencillas porque no consideraba versículos tales como Filipenses 2:3 “Nada hagáis por contienda o por vanagloria, antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” Consideraba que lo que sentía o me hacían, (que eran heridas reales, sí; eran cosas que me dañaban seriamente, eso no lo niego), era más importante que lo que Dios demandaba de mí, (lo cual es incondicional, debo obedecerlo, no importa las circunstancias) por lo tanto, mi conducta era guiada por esos sentimientos y no por la palabra de Dios. Esa conducta al mismo tiempo reflejaba que veía a mi persona como superior a los demás y no viceversa, como leemos en Filipenses. Y no fue hasta que permití a Dios empezar a obrar en ese corazón lleno de malos sentimientos, que comencé a ver las cosas desde otro punto de vista más cercano a la voluntad de Dios. Romanos 12:9 dice “El amor sea sin fingimiento, aborreced lo malo, seguid lo bueno”. No hay nada bueno en el odio y las rencillas. 1 Corintios 13 es un catálogo de lo que se logra con amor y de lo que éste hace en nosotros cuando le permitimos llenarnos. Gálatas 5:22 “el fruto del Espíritu es amor, gozo…..”; cosas que sólo se consiguen en la cercanía de Dios y por la obra del Espíritu Santo Efesios 4:32 “antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo Jesús”. Colosenses 3:13 “soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, hacedlo también vosotros”. Cristo dio su vida por mí. Él verdaderamente sufrió daño por mi causa sin merecerlo. Considerar el amor de Dios hacia mi persona, aplicarlo en los demás, perdonar a quienes me ofendieron e hirieron, así como Dios me perdonó por herirle a él con mi pecado, fueron los primeros pasos para comenzar a restaurar mi alma de todo el peso de esos sentimientos que la hundieron en un abismo muy profundo. Hoy puedo decir como Pablo: “no que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” Filipenses 3:12 Las acciones de aquellos que me herían o me defraudaban no cambiaron demasiado, aunque algunas con el tiempo fueron más leves. Lo que sí cambió es mi actitud hacia esas cosas. El aceptar que no importa lo que los demás hagan. Soy yo quien tiene responsabilidades ante Dios; soy yo quien debe perdonar, dejando a Dios obrar en mi vida; soy yo quien debe amar, (la Biblia no enseña a amar a quienes nos aman, sino a nuestros enemigos); soy yo quien debe aplicar en su vida todos los principios de la palabra de Dios. Mateo 5:39 dice: “…. al que te hiera en una mejilla vuélvele también la otra” y Mateo 5:44 “…amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os persiguen” ¡Y cuán ciertos vinieron a ser estos pasajes de la Escritura! Juan 8:36 “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” y Romanos 6:12-14 “No reine pues el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias, ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como
vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Si amamos a los demás como Dios los ama (si somos canales que llevan el amor de Dios) y si perdonamos las ofensas que nos hacen como Dios nos perdona, nos liberamos de cargas muy pesadas, que humanamente nadie puede llevar sin sufrir las consecuencias. Elevemos con nuestro corazón, en oración la frase del Padre nuestro: “Padre perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores….” y hagámosla realidad en nuestras vidas, ¡y tendremos liberación del pecado y gozo en el espíritu!
Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.