i. revelación y palabra de dios 1. de la palabra humana a la palabra ...

une a todos: ¿Dónde se ha escondido tu amado para que nosotros podamos buscarle contigo? (Ct 6,1). El Hombre es realmente un ser esencialmente Visitado ...
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I. REVELACIÓN Y PALABRA DE DIOS La Biografía del hombre es, en el fondo, una biografía de la palabra. Somos seres vivientes porque respiramos y somos seres móviles porque caminamos, ejercitando nuestros músculos nos hacemos fuertes. Unicamente por la palabra, sobre todo por la que nos relaciona con el otro, el hombre se hace persona, hombre en el pleno sentido de la palabra. La palabra auténtica es misterio, porque ella nace de lo profundo del ser y el ser mismo nace en ella. Los profetas y los poetas son guardianes del ser y todos tenemos un poco de profeta y de poeta. Ellos son los que conocen bien las fronteras del ser, donde brota la vida misteriosa de la palabra: “Tú no aclaras nada, oh poeta, pero a través de ti todas las cosas se hacen comprensibles" (Paul Claudel); "Yo no invento, descubro" (Ch. Peguy). Mediante la Palabra, el hombre penetra el sentido de las cosas, les da un nombre, las humaniza, las comunica. La palabra queda referida a un oyente. La Palabra Originaria crea un oyente. En la biografía de la palabra interviene el que habla y el que escucha. A la palabra del otro el ser más profundo del hombre se estremece: Yo duermo, pero mi corazón vigila. Un susurro! es mi amado que llama...mi corazón sobresaltado al oír su voz... (Ct.5,24). El oyente de la palabra da comienzo a su gran aventura, a la búsqueda del otro que une a todos: ¿Dónde se ha escondido tu amado para que nosotros podamos buscarle contigo? (Ct 6,1). El Hombre es realmente un ser esencialmente Visitado y la casa donde hospeda es la palabra. Aquél que sabe custodiar la palabra halla el sosiego y el verdadero sentido de las cosas, los sucesos y las personas que le salen al encuentro, preparándose así para albergar al Poeta Absoluto. La biografía del hombre o de su palabra, es un incesante desarrollo hasta el momento en que el hombre se identifica con la palabra que Dios dice de él y que Dios le dice a él. Esa Palabra está a la puerta y llama, si abrimos ella entra y cena con nosotros. (Ap. 3,20)

1. DE LA PALABRA HUMANA A LA PALABRA DE DIOS A. La condescendencia divina. La Profesión de fe en la Biblia nos dice: Dios ha hablado en la Sagrada Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano. (D.V. 12) La Historia de la Salvación se nos aparece como la historia del Diálogo entre Dios y el hombre, y la historia de la Biblia es la historia de la Palabra de Dios a los hombres (Ecclesiam Suam 64 ss). Pero en ningún lugar nos encontramos con la Palabra de Dios directamente, siempre llega a nosotros por medio de determinados hombres, siempre de una forma humana y la misma narración de ese diálogo aparece redactada por hombres. Aparece así lo que va a ser una ley fundamental de la actual economía salvífica, querida así por Dios: la ley de encarnación. La revelación y la salvación que Dios nos ofrece, viene siempre a través de mediaciones adaptadas a nuestra naturaleza humana, nos llega via incarnata. Este estupor del pueblo de Israel ante el inaudito acercamiento de la Palabra de Dios (Dt 4,32-36; Sal 147) se transforma en vértigo para el Nuevo Israel que ha visto y oído, ha contemplado con sus ojos y ha tocado con sus manos a la Palabra de Vida que se ha manifestado (1Jn 1,1-4). En esto mismo se ha manifestado la admirable condescendencia de Dios, su inefable benignidad : la Palabra de Dios hecha semejante a la palabra humana, como en otro tiempo, el Verbo del Padre Eterno, habiendo tomado la debilidad de la naturaleza humana, se hizo semejante a los hombres" (DV. 13). Ya la misma forma que Dios elige para revelársenos, nos manifiesta el profundo secreto de su ser: su filantropía (Tt 3,4). Cuando Dios revela, se revela a Si mismo y nos descubre el origen de todo su plan de salvación: la eudokia tou Theou (Benevolencia, Buena Disposición) por que el mismo Ser de Dios es para sí mismo y para nosotros agape , Amor. Así es, así quiere ser conocido y así quiere ser honrado (E. Suam, 64). B. El hombre verdadero es el homo loquens No sabemos si la definición del hombre como animal que habla es más exacta que otras; pero tal vez es la más decisiva, la que comprende todo (Cfr. M. Heidegger). La Palabra es la llave que nos permite ingresar en el universo humano. Podemos hacer algo así como una fenomenología o biografía de la palabra. Hablar es: • • • • • •

Dar un nombre a las cosas, llamar a la existencia, hacerlas entrar en el universo humano. Actividad ordenadora; el Hombre se hace cargo de la criatura. Descubre su inclinación a conocer, interpretar, ordenar... Toma posesión de sí mismo, en un proceso de autocomprensión nunca acabado, siempre emprendido de nuevo porque el hombre no es decible definitivamente (misterio como el Misterio). Hace posible la comunicación con el otro, la relación. Obliga a renovar siempre la autocomprensión y la relación viva.

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C. Las múltiples funciones de la palabra humana INFORMACION sobre hechos, cosas, sucesos; con cierta preferencia por la tercera persona, por el modo indicativo; es una función objetiva, que mira al mundo; propia de la historiografía, de la didáctica. EXPRESION de nuestra interioridad, nuestras emociones y sentimientos, nuestra participación en cosas o sucesos; con cierta preferencia por la primera persona; es una función subjetiva, que mira al individuo, propia de las memorias y confesiones, de la lírica. APELACION al interlocutor, provocando su respuesta en acción, influyendo sobre él, impresionándole; con cierta preferencia por la segunda persona, por el modo imperativo; es una función intersubjetiva (relacional) que mira a la sociedad, propia de la oratoria. Este esquema, tan limpio e inteligible, es en rigor una distinción de laboratorio: no porque no existan las tres funciones distintas en la realidad, sino porque su funcionamiento es gestáltico o estructural y porque el informe -en cuanto representación - domina y polariza las otras. Las tres funcionan entrelazadas, mutuamente condicionadas: lo que podemos hacer ante una unidad de lenguaje es distinguir su carácter de símbolo (informe o representación), de síntoma (expresión de la interioridad) o de señal (llamada a otro). La intención del autor-locutor, hará prevalecer o acentuar una de las funciones por encima de las demás, lo que le llevará a la elección o la creación de un determinado género literario. De estas tres funciones dialógicas derivan otras tres funciones monológicas, por las cuales el lenguaje me sirve a mí mismo para pensar, por la función informativa; por la función expresiva me desahogo o me escucho a mí mismo como sujeto; con la función impresiva me estimulo a mí mismo excitándome a la acción. A lo largo de un texto bíblico puede quedar incluido algún momento monológico, arrastrado por la corriente dialógica. Pero en el estado presente, la integridad de la obra está ordenada al lector, puesto que es palabra de Dios dirigida a los hombres. Si Dios quería revelar su persona a los hombres para el trato personal, tenía que asumir como medio de comunicación el lenguaje humano, en todas sus funciones , o dicho al revés: si Dios asumió el lenguaje humano como medio de comunicación, es porque buscaba una revelación personal; “Su palabra se asemeja enteramente al lenguaje humano, excepto en el error” (Divino Afflante). Como no es legítimo mutilar la figura de Jesucristo, tampoco es legítimo desmontar la Biblia en varios miles de proposiciones que contengan una objetiva verdad de Fe, extirpando todos los elementos emocionales, expresivos y dramáticos. La Sagrada Escritura hay que leerla como obra de lenguaje total, funcionando plenamente, en la que Dios me habla. Esta tres funciones se pueden referir a tres aspectos también básicos de la revelación divina: el aspecto objetivo, el aspecto personal y el aspecto dinámico. Desde ahora tenemos que contar en el lenguaje inspirado con estas tres dimensiones: la dimensión de objetos o datos revelados, la dimensión del Dios personal en el acto de revelarse y la energía sobrenatural actualizada en la comunicación. (Cfr. L. ALONSO SCHÖKEL, La Palabra Inspirada). Volveremos sobre esta cuestión cuando tratemos de los diversos Géneros Literarios que se originan a partir de esta multiforme potencialidad de la palabra o lenguaje humano. (Cfr. NOTKER FÜGLISTER, La Oración Sálmica, 62ss.) D. La palabra es creativa. •

directa o indirectamente es una llamada al otro y existe, por su misma naturaleza, una respuesta, la libre resonancia en el tú que se siente íntimamente interpelado. La palabra personal posee una fuerza creativa: emociona, anima, libera... resuena en el otro.



actualiza en mí mis propias potencialidades, mis posibilidades; revela y realiza el propio yo. El hombre se hace yo en el diálogo con el tú.



busca reciprocidad y tiende a crear un nosotros.



está siempre abierta al futuro, lo prevé, lo espera, lo provoca. La palabra se convierte así en la fuerza motriz de la historia, llama lo que promete, lo que todavía-no-es del futuro, lo trae al ser del presente . (Cfr. J. Moltmann, Teología de la Esperanza).

Como puede decirse de todo signo, la palabra humana evoca, invoca, convoca, y provoca. E. La palabra está hecha para el lenguaje de la amistad y el amor Aquí es donde la triple función de la palabra encuentra su más perfecta síntesis. Salva la individualidad irrepetible del yo y del tú, a través de una comunicación siempre más libre y encaminada a una simbiosis más profunda y no sólo a una transferencia de ideas, amigos y esposos se hablan, y se encuentran en el misterio de recíproca palabra, la fuente pura de su dinámica coexistencia. El que ama no teme realizar el esfuerzo constante de liberar el secreto del propio ser y ofrecerlo a la libre acogida del otro. El mismo dilema entre expresión y comunicación (cuanto más hablo menos me comunico) aunque con dificultades, tiende a resolverse. La precisión pasa a segundo plano; importa sobre todo la presencia. Cada uno comunica al otro la hospitalidad esencial, lo mejor de sí mismo; cada uno reconoce al otro y recibe de él el mismo reconocimiento sin el cual se hace imposible la existencia humana.

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Dos cosas son necesarias en este mundo: la vida y la amistad. Dios ha creado al hombre para que exista y viva; en esto consiste la vida. Pero para que el hombre no esté solo, la amistad constituye una exigencia de la misma vida (S. Agustín, Sermón 16). Ya que si no tenemos amigos, ninguna cosa de este mundo nos parecerá amable" (Carta 130,2,4). Surge un nuevo espacio: el nosotros que se va abriendo cada vez más y todo se transforma y renueva. Finalmente en la amistad y en el amor se realiza como una especie de anticipo del Absoluto como plenitud definitiva (Cfr. El diálogo íntimo de S. Agustín y su madre, en las Confesiones 9,10,23-24 : LH IV, 27 de agosto).

2. LA REVELACIÓN: PALABRA AMISTOSA DE DIOS Por lo tanto, por medio de esta Revelación, el Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos y admitirlos a la comunión con El (Dei Verbum 2). A. Concepto de Revelación en el Concilio Vaticano I y I Constitución Dei Filius C.2

Constitución Dei Verbum nn, 2.6

"La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana, partiendo de las cosas creadas...

Plugo a Dios en su Sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el Misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo Encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo, y se hacen Consortes de su Naturaleza Divina. En consecuencia por esta revelación Dios invisible habla a los hombres Como Amigos, movido por su gran Amor, y mora en ellos para invitarlos y admitirlos a la Comunión consigo. Este plan de la revelación se realiza por Gesto y Palabras intrínsecamente ligados, de forma que las obras realizadas por Dios en la Historia de la Salvación, manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras; y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y de la salvación humana, se nos manifiesta por la revelación de Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de la Revelación. Dios, creándolo todo y conservándolo Por su Verbo, da a los hombres testimonio de sí en las Cosas creadas... y queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó Además personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio. Después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incansable cuidado del género humano para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras. En su tiempo llamó a Abraham para hacer de él un gran pueblo.

... Sin embargo, Plugo a Su Sabiduría y Bondad revelar al género humano por otro camino, y este sobrenatural, a Sí mismo y los decretos eternos de su voluntad... ... a esta divina revelación se debe que las verdades que por su naturaleza no son inaccesibles a la razón humana, puedan ser conocidas por todos, en la condición presente del género humano, de modo fácil, cierto, y sin mezcla de error alguno. Sin embargo, no por ello ha de decirse que la Revelación sea Absolutamente necesaria, sino porque Dios, por su infinita Bondad, ordenó al hombre a un fin sobrenatural... Ahora bien, esta Revelación sobrenatural, según la Fe de la Iglesia Universal declarada por el Santo Concilio de Trento, se contiene en los libros escritos y en las Tradiciones no escritas, que recibidas de los Apóstoles de la boca del mismo Cristo, o por los mismos Apóstoles bajo inspiración del Espíritu Santo, transmitidas como de mano en mano, han llegado hasta nosotros.

... Mediante la divina revelación quiso Dios Manifestarse y comunicarse a sí mismo y los decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres para hacerles participar de los bienes divinos, que superan totalmente la inteligencia de la mente humana. Confiesa el Santo Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido..." (Cita al C. Vaticano I). 3

De la confrontación de los textos conciliares derivan ciertas diferencias dignas de tener en cuenta: a) Relación entre Revelación natural y sobrenatural: El C. Vaticano II comienza hablando ampliamente de la Rev. Personal e histórica (nn 2-4) y de la fe como respuesta adecuada a la Revelación sobrenatural (n 5), señalando y asegurando así lo específico de la Revelación y de la fe bíblico-cristiana. La ausencia de un contexto apologético le permite exponer una teología del misterio y de los contenidos de la Revelación sobrenatural. Al final del capítulo recupera la línea del Vaticano I sobre la revelación natural y sobre la posibilidad que el hombre tiene de conocer a Dios. b) "Plugo a Dios": Dei Verbum permite entender mejor la distinción y unidad entre Creación-Revelación Natural y Salvación-Revelación Sobrenatural y la necesidad moral de esta última en el estado actual de la condición humana. El "Plugo a Dios" de la D.F. marca el contraste entre el esfuerzo religioso del hombre y el Don que Dios otorga revelándose en Jesucristo. El "Plugo a Dios" de la D.V. abre la cuestión de la Revelación de Dios en Absoluto, poniendo el acento en la libre y gratuita iniciativa de Dios al revelar y salvar. c) Objeto de la Revelación: "...revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad.". La Revelación nos da a conocer a alguien: el Dios viviente en Cristo Jesús. Al sustituir "decretos de su voluntad" por "Misterio de su voluntad" evoca la totalidad del designio salvífico plenamente revelado y realizado en Jesucristo. Subraya así la unidad de revelación y salvación. d) Modo "...movido por su gran amor, Dios habla a los hombres como amigos..." expresa esa resonancia personal e íntima de la que está impregnada toda la revelación bíblica. Se completa toda la expresión del nº 21: "en los Libros Sagrados, el Padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos y conversa con ellos". e) Medio "Esta revelación se lleva a cabo mediante hechos y palabras intrínsecamente ligados..." Según D.F. el objeto formal de la Revelación es la enseñanza de la Verdades que superan l alcance de la razón natural. Los hechos sólo serían ocasión que permite desvelar el contenido; el mismo acontecimiento de la Venida de Cristo no ocuparía sino un papel secundario. Según la D.V., en cambio, la revelación se realiza por medio de hechos y palabras intrínsecamente ligados. Es inseparablemente Palabra y Venida de Dios, manifestación y desarrollo real del plan de Dios en la historia. B. La Biblia Testimonio del carácter dialógico-amical de la Revelación. Al presentar la Revelación como una conversación, la DV se expresa con palabras de Pablo VI (Ecclesiam Suam 64s) y de San Bernardo: ... tengo para mí que ésta ha sido la causa principal que ha determinado a Dios, que por su naturaleza es invisible, a hacerse visible en carne humana: a fin de poder tratar y conversar con los hombres de quienes se hizo semejantes. Quiso por este medio, convertir en amor provechoso y saludable los afectos carnales del hombre que no acertaba a amar sino carnalmente; elevando de esta manera y como por grados al amor espiritual y sobrenatural... (S. Bernardo, Sobre el Cantar XX, 6b). Pero las únicas citas explícitas que aparecen en el texto son: •

Ex 33,11: el Señor hablaba con Moisés cara a cara, lo mismo que un hombre hablaba con su amigo. Moisés es el personaje típico en cuya experiencia se cumple y se expresa el plan de Dios sobre Israel y sobre todo hombre.



Ba 3,38: La Sabiduría se ha derramado sobre la Tierra y ha conversado con los hombres. La Sabiduría equivale aquí a la ley dada por Dios a los hijos de Abraham, para los hijos de Adán. En el Nuevo Testamento Cristo aparece como la nueva tienda de reunión (Jn. 1,14) en la que podemos contemplar la Gloria de Dios; El es la Sabiduría encarnada y en sus enseñanzas llega a ponerse en lugar de la misma ley: ...Pero yo os digo...



Jn. 15,14-15: Vosotros sois mis amigos...Ya no os llamo siervos...a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que aprendí de mi Padre os lo he dado a conocer.... En Jesucristo, el rostro invisible de Dios se ha hecho visible (Jn 14,8s). En el evangelio de Juan, creer ir directo hacia Jesús (Cfr. 1,38s); comienza así un largo diálogo que culmina en la última cena. A esa altura ya

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no hay secretos para los discípulos-amigos de Jesús y el Espíritu Santo se lo hará comprender todo. •

Se pueden citar además Is 41,8 donde Dios llama a Abraham amigo suyo, a quien no puede ocultar los planes de su corazón (Gn 18,17). En Abraham todos lo hombres son invitados a entablar con Dios una relación de amistad (por eso los cristianos son espiritualmente semitas, según la expresión de Pío XI).

C. El estilo de la Dei Verbum Recupera el carácter interpersonal, existencial, dinámico y comunicativo de la Revelación de la Palabra de Dios. En ella, el enseñar no lo es todo; al revelarse Dios habla el lenguaje de la amistad y del amor: •

Dios llama, convoca, interpela (ekklesía = los kletoi = “llamados juntos, convocados”).



Dios narra, interpreta al hombre, juzga, amenaza, promete, consuela, ensaña, pone al descubierto el misterio del hombre, le da su autocomprensión. El hombre se conoce escuchando la Palabra de Dios. (Cfr. G.S. 22).



Dios se expresa, habla de sí mismo, para invitar al hombre a la Comunión no a la distancia, sino desde dentro; se hace presente. Por eso es YHWH el Dios que está presente siempre en la historia de su Pueblo, “el Dios-con-nosotros”, el Emmanuel, El Yehoshúah, “El Dios-que-salva”.

Haciendo suyas las palabras de 1Jn, Dei Verbum 1 dice: les anunciamos la vida eterna, que estaba junto al Padre y se manifestó a nosotros; os anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros y nuestra comunión sea con el padre y con su Hijo Jesucristo. Nos muestra así distintos aspectos fundamentales de la Revelación: • Objeto: La Vida Eterna, la Luz, la Palabra, La Vida, Es decir el mismo Dios que se les abre a los hombres y se les comunica como Verdad y Vida. • Modo: Se manifestó a nosotros en Jesucristo. Se revela mediante su presencia activa en medio nuestro, mediante todo su ser, su persona. • Medio: la transmisión o traditio. Se trata del Testimonio sucesivo por el que primero se es evangelizado y después se evangeliza. Así la Iglesia, antes de comunicar, ha recibido (D.V. 8). • Meta: o finalidad, la koinonía con el Padre y con su hijo, que pasa por la comunión con "nosotros", pasa a través de su Sacramento que es la Iglesia. El anuncio de la Palabra edifica a la Iglesia, Comunidad de los hijos de Dios y la convierte en su Sacramento de Comunión. D. Revelación y Alianza. La revelación es ese diálogo entre Dios y los hombres orientado a producir la comunión de Vida entre ellos: la alianza, por lo tanto, las distintas y sucesivas etapas de la alianza pautarán el ritmo de dicho diálogo. La primera pregunta de Dios al hombre: Dónde estás? pone de manifiesto que el proyecto divino se refiere a un hombre interpelado; es señal del amor divino que quiere necesitar del hombre para llevar a cabo su obra: Ustedes son mis siervos (Lv. 25,42) Yo soy el Rey de ustedes (Ez. 20,33) Ustedes son mis testigos (Is. 43, 10; 44,8)

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Tú nuestro señor (Sal 8,2-10) Dios es nuestro Rey (Is 33,22) Tu nuestro creador (Is. 45,7).

Pero a medida que la Alianza va cobrando profundidad y va tomando el símbolo del amor conyugal se hace armónico y paralelo al diálogo: Yo los amo (Jr 31,2; Mt 1,2)  Mi amado es para mí  Te haré mi esposa para siempre 

Amen a Dios, amantes de Dios (Sal 31,24) y yo para El (Ct 2,16). y Tú me llamarás esposo mío (Os. 2,18s).

Este amor conyugal es el que hace dinámica la alianza. La relación participación de vida evoluciona y se interioriza a medida que el amor se hace más estable. Aparece así como una patética tragedia, por todas las vicisitudes que el amor conyugal conlleva. Y nos comunica de este modo la Revelación, una participación en el mismo destino común divino-humano (nos hacemos consortes de la naturaleza divina).

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E. Consecuencias • La Biblia no es reducible a la mera función informativa. Dios no sólo me informa, sino que también se expresa y me impresiona, exclama ruega, grita, conmueve. Quien al leer Os 11, 1-9 o Rm 7,14 ss. no experimentara esta conmoción, es que en realidad no ha sabido leer estos pasajes. • Primacía de la Escucha. El que se me revela es de verdad una Persona y se dirige a un oyente. La espiritualidad bíblica se centra en esta actitud de escucha: Shemá Israel... (Dt 6,4). Salomón que pide al Señor un corazón bien dispuesto para escuchar (1Re 3, 9-12). • Lectura sapiencial : el fin de la lectura no es simplemente una ciencia sino un conocimiento sabroso y vital que pone en juego todas las facultades humanas y desemboca en una fe obediente, como la actitud que liga en más estrecho parentesco con el Señor (Mt 12,46-50). • El magisterio está al servicio de la palabra de Dios (D.V. 10). Si la Revelación se redujera a la simple función informativa, el Magisterio sería superior a la Biblia por ser mucho más claro y preciso. Pero es que este no reproduce íntegramente la Palabra de Dios insondable por ser Misterio. La Iglesia tiende constantemente a la Plenitud, guiada hacia esa Verdad Plena por el espíritu; pero es siempre Discípula de la Palabra. Todo el Magisterio tiene un papel subordinado. La única norma non normata es la Palabra de Dios. La enseñanza magisterial es interpretación auténtica y oficial de la Revelación, pero no es fundamento de la misma; siempre remite algo que es anterior a él y que al mismo tiempo lo supera.

3. LA REVELACIÓN EN Y A TRAVES DE LA HISTORIA El Dios bíblico es un Dios que se revela actuando, haciéndose presente. El hombre se empeña en ser protagonista de su historia, para dirigirla y darle sentido. Dios no sustituye ni desplaza al hombre en su esfuerzo por buscar y dar sentido a su existencia. No lo exime de este deber, sino que asume esa misma responsabilidad, dentro de una aventura común: la Alianza. Infunde valor y confianza a esa empresa exitosa ya desde el principio, porque en realidad dicha historia ya tiene un sentido a partir de esta actuación divina. El "todavía-no" pertenece ciertamente al futuro, pero a un futuro real, fundado en la promesa indefectible de Dios y en su actuación eficaz en colaboración con el hombre (Cfr. CELAM; Doc. de Puebla n. 276). Tanto el secularismo como el temporalismo, el maniqueísmo o el jansenismo son errores que desfiguran la relación entre Dios y el hombre y el esfuerzo que realizan en alianza (synergia) para dar sentido e impulsar la historia. Tanto en el Judaísmo como en el Cristianismo está claro que la Revelación y la Salvación sólo han cobrado significado en la historia y a través de la historia. De ahí que la historia sea una dimensión clave de la actual economía Salvífica. A. Historia y Revelación Esta economía de la Revelación (Salvación) se lleva a cabo mediante Hechos y Palabras intrínsecamente ligados... La verdad profunda de Dios y de la Salvación del hombre resplandece para nosotros en esta revelación en Cristo, mediador y plenitud de toda Revelación (DV 2). He aquí una particularidad del discurso bíblico: es esencialmente histórico. La dabar, la palabra de Dios viviente, es una palabra que realiza aquello que significa. Devela el designio, compromete, juzga, salva... La historia de Dios con su pueblo es una historia que habla. Así para explicar el nombre de YHWH no se remite a la naturaleza de Dios, oculta en el Misterio, sino a la acción liberadora de Egipto (Ex 20,2): allí se manifestó Dios a su pueblo como YHWH, es decir Aquél que esta ahí, siempre presente-con-Moisés y con-su-Pueblo. Esta misma teología la encontramos en los profetas que aparecen como los heraldos del encuentro histórico de Dios con su pueblo Israel: "...y vosotros sabréis que yo soy YHWH... que juzga y salva" (Is 49,26; 60,16; Ez 6,10; 7,4.9.27; 13,9.14-21.23; 25,7.17, etc.). Para el Nuevo Testamento el centro de la Revelación es uno solo; no una verdad abstracta como en la gnosis, sino una persona Hhstórica: Jesús de Nazaret. Inmerso en la historia de los hombres, él es la definitiva Revelación de Dios, su Palabra última y definitiva. Así, el Apocalipsis da a conocer "las cosas que deben suceder pronto", es el anuncio de la historia decisiva de la humanidad y del mundo, cumplida ya en Jesucristo.

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Esto no significa que la historia sea reveladora autónomamente, automáticamente, clara y simplemente; en tal caso la Revelación se reduciría a saber interpretar la historia. La historia no es sic et simpliciter revelación. (¡La cruz de Cristo es escándalo y necedad!). Si ha sido posible encontrarle sentido, ha sido porque el suceso ha ido precedido y seguido de una palabra que explica y da sentido, una palabrapromesa. No la historia por sí misma, sino la historia acompañada de esa Palabra pronunciada con plena autoridad, y que no puede reducirse a una mera interpretación de los hechos. B. Múltiple Relación entre la Revelación y la Historia. a) La Revelación puede situarse en el tiempo y en el espacio: La historia como marco o escenario de la Revelación. De las 242 veces que la expresión Palabra de Dios aparece en la Biblia, 214 se refieren a la comunicación hecha por Dios a un hombre histórico, en un determinado tiempo y espacio. La historia y no el mito, constituye el escenario de la revelación bíblica. Jesús de Nazaret, un hombre concreto es la Palabra Definitiva de Dios: Esto es un escándalo para la mentalidad griega. Hay demasiada historia en la Biblia para poder hallar en ella una metafísica; demasiadas cosas contingentes, mientras que la verdad es necesaria e inmutable. Este pensamiento es contrario a la manifestación de la Verdad en y a través de la historia, sea una realidad particular, existente y concreta. Y sin embargo este es el camino e la encarnación... La escritura es precisamente una metafísica y una teología bajo el ropaje de una narración histórica. (Trestmontand) b) La Revelación tiene como objeto no verdades abstractas sino hechos concretos: la historia como contenido de la Revelación. la misma palabra humana es creativa. Así también Dios actúa mediante su Palabra (Gn 1), habla y crea, incluso los acontecimientos de la Historia de la Salvación. Ninguna de las Debarim que el Señor dirigió a su pueblo dejó de cumplirse, ninguna cayó en el vacío (Js 21,45; 23,14; Is 55,11). Estos acontecimientos históricos, realizados por la Palabra de Dios son al mismo tiempo contenidos de fe. El credo de Israel (Dt 26, 5-9) lo mismo que el credo apostólico (Hch 10,34-43) es un credo histórico. La buena Nueva anunciada por Pablo (Hch 13,16-31) es una narración sintetizada de toda la historia de la Salvación. Pero la profesión de Fe del judío y del cristiano no se limita a afirmar la historicidad de los hechos; proclama además su significado revelador y salvífico. Su acogida mediante la fe cambia la comprensión de Dios, del hombre y de la historia. Sólo se está capacitado para captar el sentido de la historia, si se está abierto a entender, a escuchar la interpelación exigente de dicha historia" (Bultmann) c) La Revelación engendra credibilidad a través de algunos acontecimientos. La historia como prueba: "Jesús de Nazaret, hombre acreditado por Dios ante vosotros por medio de milagros, prodigios y signos, que Dios obró por medio de sus obras..." (Hch 2,22). He aquí el valor apologético del milagro (Ex 7,812,36; Mc 2,1-12), que debe ser integrado en la totalidad de la teología del milagro. No interesa a la Biblia lo prodigioso en cuanto prodigioso, que obliga al hombre a dar su asentimiento, pero lo deja abandonado en la misma impotencia en que se encontraba (Jesús rechaza esto: Mt 4,5-7; Lc 4,9s) La especificidad del milagro está en ser prodigios salvificos; presentan siempre un determinado carácter: expresan una salvación, curación, un alcanzar un estado de plenitud de vida. Hacen referencia a aquellas maravillas que impresionan más profundamente al hombre en su dimensión de ser histórico, como es la búsqueda de sentido y salvación. Los milagros no son una demostración arbitraria de la omnipotencia divina; sino que armonizan con el contexto de la historia sagrada, de la promesa salvífica; ponen de manifiesto que el Señorío de Dios sigue teniendo un poder escatológico de curación y salvación. No es sólo un prodigio, sino también una señal de la presencia del Reino, demostración fáctica de una palabra-promesa, una palabra que se hace. C. La historia es Reveladora. Las gestas son en sí mismas reveladoras (si bien no por sí mimas); son portadoras de sentido y de salvación. Dios habla, revela y comunica salvación a través de dichas gestas. No es la interpretación la que les da sentido (eiségesis) sino que ellas mismas son portadoras de un sentido que la fe descubre, la revelación-palabra lo pone de manifiesto (D.V. 2). Grandes son las obras del Señor dignas de estudio (darash) para los que las aman (Sal 111,1). Se trata del mismo verbo que indica la investigación, la indagación de la Palabra de Dios: Las Obras del Señor deben ser escrutadas y estudiadas como Palabras de Dios que son. La obras de Dios deben ser recordadas constantemente con el fin de desentrañar y transmitir su significado a las generaciones venideras. El recuerdo de ellas induce a la alabanza, engendra el gozo de la Salvación. Las Gestas Dei deben ser enseñadas, transmitidas; he aquí la lex narrandi que obliga al Pueblo a contar la historia de su pasado, porque ella revela y compromete su presente y su futuro. (Sal 78,3). Olvidar

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las obras de Dios es pecado y fuente de pecados (Sal 1 o 6,7.13.21); es como olvidar la Ley u olvidar al mismo Dios. Para Jesús, los milagros forman parte de las obras que el cumple: "las obras de aquel que me ha enviado"; son signos, expresión que deja entrever la Realidad oculta de su persona y de su Padre. Son entonces garantía de autenticidad de su misión y epifanía de la presencia gloriosa (doxa) del Padre en el Hijo. Primicias de una lucha victoriosa, prefiguración del cumplimiento escatológico. Son significantes para los hombres sólo cuando transparentan para ellos ese "ver" típico de Juan. D. Hechos y Palabras Intrínsecamente ligados Las obras de Dios y de Jesucristo nos han llegado a través de una tradición (traditio qua), por medio de una palabra que las ha interpretado y las ha dado a conocer. Las acciones humanas son ambiguas, susceptibles de múltiples interpretaciones y sentidos; el obrar humano queda profunda y positivamente ambiguo, por razón de su misma densidad y unidad. Es la insondable y siempre novedosa expresión de la persona, que es misterio. La ambigüedad se resuelve por el contexto. Un hecho aislado, inserto en una serie de sucesos semejantes recibe un significado (se descubre su denominador común) y toda la coordenada "tiempo" queda revestida de ese mismo sentido. O se resuelve por el Final, por el cumplimiento. Cuando se ha llegado al final del camino, se puede ver la dirección y el sentido que ha llevado (su intención), iluminando así todo el pasado. (Cfr. Charpentier, Para Leer el Antiguo Testamento, Introducción). Sin embargo, el medio ordinario para resolver la ambigüedad de las acciones humanas es la palabra que la interpreta. La vida y la historia humana tiene sus intérpretes y sus carismáticos: Algunos hombres poseen por naturaleza ese olfato del sentido de las cosas, esos privilegiados "pastores del ser" de los que habla Heidegger; los poetas, los artistas, grandes narradores y gobernantes. Otros pueden aprender la pedagogía de ver la interioridad, amando y estudiando tales hechos: el historiador y el sociólogo. Todos los hombres deberían ser un poco como los unos y como los otros. La Revelación bíblica ha tomado esta dimensión humana que es un aspecto de la Encarnación. Así la profecía es esencialmente una interpretación de las gestas de la historia desde el punto de vista de Dios. Por eso la Biblia Hebrea llama Profetas Anteriores a la Gran Historia Deutoronomista. La interpretación se da mediante una a)

palabra que precede al hecho y manifiesta la intención y el sentido  predicción: 2R 19,5-37; llamada y misión: Gn 12,1ss; Ex 3,7-12; mandato: Os 3,1-5;

b)

palabra que sigue al hecho y lo interpreta en su verdadero significado: -Proclamación: Dt. 26,3.5-10; Ex. 12,1-14;  explicación: Jn 13,12-20; meditación: Jr 32; sobre todo narración: en última instancia toda la Biblia.

Una de las formas elementales para conocer e interpretar sucesos es la narración: implica la selección de datos significativos, el arte de relacionar y unir pequeños sucesos, destacar momentos y personajes, seleccionar protagonistas y antagonistas, tomar actitud de interés, de apasionamiento o de distancia. La narración no sólo interpreta, expone y representa; hace además que los hechos resulten vivos y presentes; crea una contemporaneidad ideal y presenta los hechos para una reflexión ulterior. Pueden proponerse más de una palabra narrativa de un mismo suceso (Cfr. las 4 tradiciones del Pentateuco y los 4 Evangelios). Es posible un múltiple y siempre complejo acercamiento a los sucesos de la Historia de la Salvación, cuyo significado resulta inagotable para nosotros. Un Quinto Evangelio, una quinta versión de la Historia de la Salvación está continuamente esperando autor; pues la Historia de la Salvación pretende ser interpretada, representada y revivida por cada uno de los creyentes. Su punto de referencia será la Sagrada Escritura, garantía, oficial, y auténtica interpretación de la historia de la Salvación. (Rahner). Hay una estrecha Dependencia y un Servicio recíproco entre suceso y palabra dentro de la estructura sacramental de la Revelación. Es lo que afirma claramente DV 2. El suceso de solidez y consistencia a la palabra y el sentido de los hechos alcanza su madurez y claridad en la Palabra. Así la Liberación de la esclavitud de Egipto manifiesta a YHWH salvador y confirma las promesas hechas por Dios a Israel; pero, sin la palabra de Moisés, el suceso no habría tenido un significado tan rico que le constituya en fundamento de la Religión de Israel. Así también la Resurrección de Jesucristo, ya en sí misma, expresa el soberano dominio de Cristo sobre la vida y la muerte; pero queda confirmada por su interpretación como el testimonio de su misión de hijo: no es sólo un milagro, sino la entronización de Jesucristo como Señor y Cristo.

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Esta interacción entre palabra y hecho no implica sólo un sentido funcional; historia y kerygma poseen una intrínseca imbricación y una interacción dialéctica, una unidad ontológica, no meramente funcional; porque los dos juntos expresan una misma e idéntica Palabra de Dios, que por una parte realiza los designios de Dios sobre la historia y por otra se traduce en palabra humana. La dabar YHWH significa y realiza; así “el decir de Dios es hacer” (Sto. Tomás) y el hacer de Dios es decir. El dabar hebreo no es el logos clásico griego: Cfr. Gn 15,1; 18,14; 20,8; 22,1; Lc 1,37.65; 2,15.17.19.51. No dice tanto lo que las cosas son sino más bien porqué y para qué son y lo que serán. Y como palabra designa, hace signo, anuncia, destina, compromete: Gn 17,5; Jn 1,42; Mt 16,18s; Is 65,15; 56,5; 62,2; 1,26 (+); Ap 3,17; 19,12 (+). El estrecho vínculo ontológico entre palabra y suceso, alcanza su cumbre en la plenitud de los tiempos de la Revelación y de la Salvación, cuando la palabra de Dios se hizo carne y puso su carpa entre nosotros: Jesucristo es al mismo tiempo don y revelación del Don. Esta distinta concepción de la palabra es en el fondo la que hace del judío y del cristiano un sujeto responsable más que un sujeto pensante. La palabra bíblico-cristiana prefiere la obediencia a la mera reflexión. El griego reflexiona sobre una teoría; el judeo-cristiano obedece a la verdad que acontece y le viene propuesta e interpretada para que él la realice de nuevo; tiene como cometido realizar la verdad, obrar la verdad (Jn 32); Veritatem facientes in caritate (Ef 4,15). La intrínseca ligazón entre palabra y suceso nos conduce a la unión entre Revelación y Salvación. Así el prólogo de la DV habla del preconium salutis.: relaciona la manifestación y el don: Deus dando revelat el revelando dat (S. Bernardo, Sermón Sobre el Cantar VIII, 5). El Verbum Dei es también Verbum Salutis (Hch 13,26) y Verbum veritatis, evangelium salutis vestrae (Ef 1,13) y el Evangelio es Virtus Dei in salutem omni credenti (Rm. 1,16) Dios obra y obrando se revela al hombre con el fin de unirlo a Si y comunicarle su misma vida, es decir con el fin de salvarlo. E. Carácter Cristocéntrico y Trinitario de la Revelación. La DV lleva a cabo una especie de concentración cristológica al describir la Revelación: Jesucristo es al mismo tiempo mediador y plenitud de toda revelación es medio y objeto, camino elegido por Dios para comunicar la Verdad y la Vida (Jn. 14,6), mensajero y contenido del mensaje. Es el Revelador a quien y la Verdad Personal en quien se debe creer. El es el mismo Misterio de la voluntad del Padre (Ef 1,9) que al Padre plugo revelar al tiempo que se revelaba a sí mismo (D.V. 2) En él la revelación llega a su cumplimiento y perfección: Revelationem complendo perficit. Además en la D.V. esta concentración cristológica está integrada en una dimensión Trinitaria. El movimiento de la Revelación arranca de Dios Padre, nos encuentra por medio de su Hijo Jesucristo y nos otorga el acceso a la comunión con Dios en el Espíritu Santo (A Patre, per Filium, in Spiritu Sancto, ad Patrem). Jesucristo Plenitud de la Revelación revela el rostro del Padre (Jn 14,9; DV 4). El rostro de Dios es el Logos por medio del cual Dios se da a conocer y se deja ver (S. Clemente Alejandrino). Jesús cumple la revelación mediante el envío del Espíritu Santo, evangelizador que dará testimonio, nos introducirá en la Verdad plena, desplegará el Misterio de Cristo en la conciencia de los creyentes (Jn. 14,16;16,25). F. ¿Progreso de la Revelación o Revelación Definitiva? Si la Revelación se realiza en la historia, tenemos que admitir una Historia de la revelación y un progreso en la misma. DV señala las etapas de este progreso hasta la llegada de Cristo, que completa y lleva a su cumbre la obra de la salvación (nn.3-4); habla además de la condescendencia de Dios que de este modo se adapta a los hombres (n.13) y dice que los libros del Antiguo Testamento, aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, ponen sin embargo de manifiesto la sabia pedagogía divina (n.15). La Palabra de Dios se presenta y manifiesta su fuerza en sumo grado en los escritos del Nuevo Testamento (n.18). Por tanto se da un verdadero desarrollo en la Revelación Bíblica, aun incluso dentro del mismo Nuevo Testamento. Las grandes verdades van cobrando una mayor claridad y profundidad. La Historia de la Revelación es una economía, un designio de Dios que se va cumpliendo, una teleología, que camina hacia un punto culminante y definitivo: Jesucristo. La economía cristiana, en cuanto que es alianza nueva y definitiva, no pasará jamás; y no cabe esperar otra revelación pública antes de la manifestación gloriosa de Jesucristo (n.4). Afirma la definitividad en cuanto revelación pública y salvación objetiva. En él se han cumplido las promesas relativas a Aquél que debía venir (Mt 11,3s) Nadie puede poner otro fundamento diverso del que ya ha sido puesto (1Co 3,11). a) Debemos distinguir entre Revelación y Tradición, origen y consecuencia. Dando el carácter absolutamente único e irrepetible de la Revelación realizada en Jesucristo y su obra, ya no cabe esperar más que una Tradición (en la que viene involucrado el origen) y un desarrollo que conduce a la comprensión de la plenitud Original (Ef 3,18; DV 8,20). DV utilizó la expresión "revelación pública", para no excluir revelaciones privadas.

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b) Distinguir entre revelación definitiva hecha a los hombres en su condición terrena y temporal y la manifestación gloriosa del Señor al final de los tiempos. c) El Carácter definitivo de la revelación cristiana no sólo no excluye, sino que exige un desarrollo de la Comprensión y actuación (DV Cap.II). El misterio de Cristo es fecundo y no deja de iluminar las situaciones siempre cambiantes de la historia del hombre: semper novum, quod semper innovat mentes; nec unquam vetus, quod in perpetuum non marcescit (S. BERNARDO). La tradición no es simplemente custodia de un depósito del pasado ni contemplación intemporal de la verdad revelada; sino una confrontación constante de la verdad con los acontecimientos y culturas; es comprensión del hombre, su naturaleza, su historia, su destino, en medio de las situaciones más diversas, a la luz de la indefectible historia de la salvación revelada por Dios. G. Consecuencia Teológicas y Pastorales. a) Una Teología más histórica. Pretender una teología concreta e histórica, centrada en la historia de la salvación no significa querer abandonar el aspecto doctrinal y científico de la reflexión teológica; significa llevar a cabo también en la teología una síntesis entre acontecimiento y palabra, entre historia y reflexión, entre vida y pensamiento. b) Una Fe obediente en la Vida. Creer no significa admitir una o más doctrinas, sino también y sobre todo, vivir un Amén, un sí que compromete todo el hombre, la obediencia de la Fe por la que el hombre se entrega por entero y libremente a Dios, haciéndole el obsequio de la inteligencia y la voluntad y dando su asentimiento voluntario a Su Revelación (D.V. 5). Dado que Dios actúa en la historia y se revela a través de ella, la Fe, que es su respuesta adecuada, halla su lugar privilegiado en la vida y en la historia. c) Experiencia de Fe para Comprender la Palabra. No puede darse una auténtica Lectio Divina de la Escritura donde no existe experiencia de Fe: no puede haber teólogos no creyentes. Uno de los factores del desarrollo y aumento de la comprensión de tradición apostólica en al Iglesia: ex intima spiritualium rerum quam experiuntur intelligentia (DV 8; ES 32). Si uno esta dispuesto a hacer su voluntad conocerá que esta doctrina viene de Dios, o si yo hablo por mí mismo (Jn 7,16). La Iglesia es la comunidad de aquellos que escuchan la Palabra de Dios para ponerla en práctica y la ponen en práctica para comprenderla mejor... d) Existencia e Historia Reveladora. Dios sigue hablando en medio de la existencia de cada uno y a través de los grandes acontecimientos contemporáneos, con tal que sepamos leer la vida y la historia con los mismos criterios que nos brinda la Sagrada Escritura, la historia de la Salvación proféticamente interpretada por la Biblia. La Historia de Israel y la de Jesucristo es el paradigma, una especie de grandiosa tipología de nuestra propia existencia. (Cfr. el S. 66 y el Magnificat). A la luz de la experiencia histórica y de la palabra que le acompaña, el hombre se halla en situación de comprender el sentido de un acontecimiento personal. Su propia vida se vuelve reveladora para si y para los demás si la lee en la clave de la Palabra de Dios de la Biblia. e) Los signos de los tiempos. Lc. 12,54-56; vale también para la Iglesia de hoy y de siempre; Es un deber permanente de la Iglesia escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio (G.S. 4)... Discernir los acontecimientos, deseos y aspiraciones en los cuales participa junto con los hombres de nuestro tiempo y tratar de ver los verdaderos signos de la presencia o del designio de Dios... (G.S. 11). La historia entera hasta su cumplimiento escatológico ha asumido el valor de una epifanía divina y los signos de los tiempos son sus privilegiados puntos culminantes. Es fundamental poseer el criterio de lectura que nos proporciona la Sagrada Escritura para discernir si están en la línea de la Historia de la Salvación y su inseparable verificación eclesial. Pues toda lectura, o juicio debe someterse a dicha verificación: deberá confrontar su lectura, su interpretación con la de nuestros hermanos en la Fe y sobre todo con aquellos que tienen en la Iglesia el cometido y el carisma de guiar dicha lectura: los Obispos.

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