4
|
enfoques
| Domingo 9 De febrero De 2014
Un fenómeno local Dos décadas de ejercicio del poder
Tras la recuperación democrática –y salvo las victorias electorales de Raúl Alfonsín en 1983 y Fernando de la Rúa en 1999–, el peronismo logró encarnar simultáneamente oficialismo y principal oposición, en una recreación constante de liderazgos que reclaman para sí la “esencia” del movimiento. La renuncia de Menem al ballotage de 2003 obligó a Kirchner a asumir con un bajo caudal de votos.
14 de mayo de 1989
14 de mayo de 1995
27 de abril de 2003
28 de octubre de 2007
23 de octubre de 2011
MeneM- DuhalDe
MeneM- RuCKauF
KIRChneR- SCIOlI
FeRnÁnDeZ- COBOS
FeRnÁnDeZ- BOuDOu
7.953.301 votos
7.818.036 votos
4.312.517 votos
8.204.624 votos
11.593.023 votos
FTE. JUSTICIALISTA POPULAR (FREJUPO)
47,49%
FUENTE: CáMARA ELECTORAL Y MiNiSTERiO DEL iNTERiOR
PARTIDO JUSTICIALISTA
44,9%
FRENTE PARA LA VICTORIA
22,24%
FRENTE PARA LA VICTORIA
44,92 %
FRENTE PARA LA VICTORIA
53,96%
política
Peronismo y gobierno ¿El mito del eterno retorno? Viene de tapa
Según Sergio Berensztein, director de Poliarquía Consultores y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), deberíamos ir más allá y preguntarnos no sólo si el peronismo tiene capacidad de gobernar, sino cómo se gobierna en la Argentina y, por lo tanto, cuál es la calidad de las políticas, las decisiones y las instituciones. En ese sentido, el desarrollo político, económico y social del país es muy decepcionante. “Se gobierna muy mal en la Argentina, a nivel nacional, provincial y local. Y gobiernan mal todos los partidos, no sólo el peronismo”, sostiene Berensztein, y enumera los rasgos de un mal gobierno que atraviesa transversalmente a todas las fuerzas políticas. “Hay una enorme discrecionalidad y falta de transparencia, escándalos permanentes de corrupción, clientelismo, nepotismo, manipulación de la información pública, cooptación de agencias públicas para fines político-partidarios o negocios personales. No hay planificación, implementación ni evaluación de los principales programas de política pública de acuerdo con los estándares internacionales. Más aún, no hay una carrera formal de administradores públicos, sino que el empleo público es utilizado como una forma de financiar la política creando una militancia profesional que financian los contribuyentes.” Por eso, Berensztein no se circunscribe a las experiencias traumáticas de los gobiernos no peronistas después del 83 y recuerda las crisis de gobernabilidad protagonizadas por el propio peronismo. “Rodríguez Saá y Duhalde no finalizaron sus períodos. Y varias crisis en las provincias tuvieron al peronismo como protagonista, por ejemplo, Santiago del Estero, que es el mejor ejemplo de que no es el peronismo el problema, sino una concepción anacrónica y antidemocrática del poder lo que explica el fracaso argentino”, agrega. Quizás uno de los debates que habría que dar es qué se entiende por “gobernar”, ya que en la Argentina “se asimila gobernar a mantenerse en el gobierno hasta terminar el mandato”. Esto es lo que cree la politóloga María Matilde Ollier, quien destaca que los tres presidentes peronistas elegidos han terminado sus mandatos, sorteando los problemas generados por la conflictividad social que los dos presidentes radicales no lograron manejar. “En cambio –destaca–, si gobernar es la capacidad de resolver problemas de inseguridad, inflación, calidad de la educación y de la salud pública, reducción de la pobreza, calidad gubernativa (transparencia, austeridad en el gasto público, producción de bienestar para los más humildes), entonces hay que evaluar si el peronismo los ha resuelto o al menos los ha disminuido. Un balance importante para hacer, pues con excepción de dos años, el peronismo gobierna desde 1989.” Por eso, si se trata de pensar en cómo se hace política en la Argentina, Ollier coincide con Berensztein en cuanto a cómo se gobierna y la calidad de la política. Destaca que las elites en la Argentina no han logrado consensuar en torno a una serie de ejes dentro de los cuales todos cooperen, sin importar quién gobierne, para que fuera de esos ejes se dispute o se acuerde según los temas. “En la Argentina, todavía se discute desde el posicionamiento del país en el mundo hasta el tipo
cesores un barco hundido, ingobernable”, agrega.
de Estado. En cuanto a la ciudadanía, que es quien decide premios y castigos, la veo con gran habilidad para protestar en las calles, pero con baja capacidad de organización para hacer rendir cuenta a los gobernantes.” Derrumbes cíclicos Para algunos, el mito de que sólo el peronismo puede gobernar se mantiene vivo pese a sus contradicciones y desmentidas históricas, y tanto Carlos Menem como Néstor Kirchner, a su manera, lo reavivaron. Es la investigadora del Conicet Liliana de Riz quien lo afirma, al tiempo que explica que ésas son claves de la Argentina peronista cuya lenta agonía describió Halperin Donghi. “Esa Argentina peronista que resiste, reitera el leitmotiv de que sólo el peronismo puede gobernar porque el gobierno es la audacia y el cálculo, el salvador y las riquezas que llegan a todos y, cuando los malos gobiernos peronistas llevan al derrumbe, retornan en una nueva encarnadura. La flexibilidad del peronismo es la más clara expresión del oportunismo. No hay metas que negociar, no hay principios que no vengan bien si sirven para consolidar poder”. Según la socióloga, mientras Perón supo dar respuesta al problema de qué hacer con los trabajadores, los que reencarnaron en distintas variantes no supieron hacerlo, a la luz de los indicadores sociales que hoy exhibe la Argentina. “La sociedad peronista sigue agonizando, pero de muerte muy lenta, más pobre, más desigual, más heterogénea, más aislada del mundo. Y la pobreza y la desigualdad social son su rasgo distintivo: hay más clientes que ciudadanos”, concluye. Aunque Loris Zanatta –historiador italiano de la Universidad de Bolonia y autor de diversos libros sobre la Argentina y el peronismo– concuerda con aquellos que sostienen que el problema es más sistémico que vinculado a personas o partidos específicos y a su capacidad de gobernar, coincide con de Riz cuando afirma que el mito de que sólo el peronismo puede gobernar se mantiene. Desde su punto de vista, se relaciona con un síndrome del unanimismo muy
Las elites locales no han logrado consenso en torno a ejes dentro de los cuales todos cooperen
radicado en la cultura política argentina, que inhibe la plena aceptación del pluralismo. “El peronismo nunca se ha pensado a sí mismo como un partido, sino como la nación misma, la fuente exclusiva de la legitimidad y de la identidad. Y la mayoría de los argentinos sigue viéndolo así. Sobre la base de esa visión, se puede ser peronista de un tipo u otro, pero nunca se deja de serlo.” Para Zanatta, y a la luz de los hechos, el peronismo sigue siendo capaz de ganar elecciones, pero no muestra capacidad de gobernar con eficacia. A tal punto
que la Argentina, como la mayoría de los países del “sur del mundo”, no ha aprovechado los enormes beneficios de la globalización que tuvo durante la última década. “Creo que ha aprovechado la coyuntura para gastar y mucho menos para edificar el futuro. Pasó lo mismo con el peronismo clásico. Ahora que las cigarras han derrochado, como decía Perón, les tocará a las hormigas reequilibrar el barco que amenaza hundirse. Como en el pasado, serán hormigas peronistas; o, en el caso de hundirse el barco, el peronismo dejará a los su-
Cuestión de timing Definir qué es el peronismo es uno de los temas que ha desvelado a sociólogos y politólogos desde la década del 50, y para Alejandro Katz todavía hoy no es claro qué es el peronismo y tampoco es evidente que quienes han gobernado en su nombre hayan sabido hacerlo. “Si el pavoroso estado general del país es resultado principalmente de la acción del Gobierno, debemos concluir que tiene menos capacidad de gobernar quien más tiempo lo ha hecho. Y ésos son aquellos que se dicen peronistas”, afirma el ensayista y editor. Que “los otros” no sepan gobernar, agrega, “nos dice algo de los otros, pero no necesariamente nos dice que el peronismo sí sabe hacerlo”. Puesto a comparar el fin de ciclo menemista y el actual, con gobiernos de 10 años, Katz advierte similitudes y diferencias. “El menemismo fue muy hábil para administrar el timing de la sucesión: entregó una bomba activada que el gobierno de la Alianza recibió casi con entusiasmo. No es evidente que el kirchnerismo consiga evitar que la bomba le estalle entre las manos, aun si es obvio que hoy se trata de su principal preocupación.” Si ésa es una posible diferencia, la gran semejanza, agrega Katz, “es que ambos gobiernos hicieron vivir a buena parte de la sociedad, para utilizar la expresión de Gerchunoff y Llach, el ciclo que va de la ilusión al desencanto. Ambos gobiernos dejan, al concluir, tristeza y desolación”. Hoy, cuando pasaron treinta años de la recuperación democrática y la Argentina comienza a recorrer el camino que llevará a las elecciones presidenciales de 2015 en medio de una crisis de envergadura –otra más– que refleja el agotamiento de un modelo y combina, entre otras cuestiones, inflación, devaluación y crisis de confianza, el damero político siempre cambiante comienza a mostrar sus quiebres y realineamientos. El kirchnerismo intentará llevar el barco a buen puerto y mostrarse una vez más como la alternativa viable y deseable, al tiempo que define su sucesión. El amplio y heterogéneo universo de la oposición –que además del radicalismo, el socialismo y la centroizquierda incluye también al peronismo no kirchnerista– ya ha hecho pública su batalla preelectoral a través de los que hoy se perfilan como precandidatos: recordarle a la ciudadanía las consecuencias negativas de 10 años de menemismo y 10 años de kirchnerismo, intentar construirse como una opción seria y confiable de cara al futuro (y no un mero vehículo electoralista) y conjurar el fantasma del “desgobierno” que, en algunos casos, los persigue a sol y sombra.ß
Oficialistas y opositores, de cara a 2015
D
espués de las experiencias traumáticas de los gobiernos no peronistas desde el 83, cabe preguntarse si se vislumbra hoy alguna alternativa de oposición (solo o en un frente) confiable, sólida, creíble y eficiente, con capacidad de llegar al poder y gobernar la Argentina. Según Ollier, la pregunta encierra una exigencia mayor para las fuerzas políticas no peronistas porque supone que “el peronismo es una fuerza confiable, sólida, creíble y con capacidad de gobernar”, y en ese sentido “refleja bien cómo la sociedad plantea al resto de las fuerzas políticas una exigencia mayor que al peronismo”. De todos modos, agrega: “Creo que UNEN apunta a construirse como una fuerza de gobierno y quizá pueda lograrlo si establece reglas de funcionamiento interno que ningún vedetismo personal se anime a romper, y encuentra un liderazgo con fuerte respaldo ciudadano, capaz de coordinar a sus integrantes”.
Además, destaca los ejemplos de gobierno de otras coaliciones no peronistas, como la que gobierna Santa Fe, “una de las provincias argentinas más importantes después de Buenos Aires, y que ha demostrado tener esas cualidades que plantea la pregunta”. A diferencia de Ollier, para Liliana De Riz es difícil perfilar un liderazgo alternativo en el campo de la oposición, no sólo por las experiencias fallidas de la Alianza o la hiperinflación de Alfonsín, sino porque no han aún configurado a quien pueda convencer a la sociedad de un rumbo claro hacia un futuro mejor para sus hijos. “No es fácil ser oposición en el campo no peronista cuando el peronismo oficial monopoliza la propaganda política y maneja la ley a su antojo y la oposición peronista opaca la visibilidad de cualquier alternativa porque, además, tiene importantes territorios bajo su control: gobernadores e intendentes, y nada menos que la provincia de Buenos
Aires con el 40% del electorado.” Y aclara que todavía falta para 2015. “Decir Scioli o Massa parece apresurado a la velocidad con que cambia la política argentina, sometida a los vendavales de la arbitrariedad de un gobierno sin rumbo.” Las posibilidades del no peronismo en las próximas elecciones presidenciales dependen no sólo de cómo termine la experiencia kirchnerista, sino de la habilidad del peronismo para reinventarse a tiempo. Así lo cree Sergio Berensztein cuando aclara que si este gobierno profundiza la crisis y el peronismo no logra tomar distancia, las chances del no peronismo aumentarían “ya sean en su versión socialdemócrata (UNEN a nivel nacional), o social cristiana/liberal moderada (Pro más aliados). Massa podría buscar una suerte de síntesis, capitalizando un potencial desencanto mayor del peronismo hasta ahora cercano al Gobierno, pero abriéndose a aglutinar una coalición amplia, integrada por
políticos con vocación de gestión”. En el caso de Scioli, explica el director de Poliarquía, “necesita que la transición no sufra grandes altibajos y que la opinión pública no quiera mayoritariamente castigar con su voto a quienes expresen la continuidad del actual gobierno. Para eso, al Gobierno no le tiene que ir demasiado mal”. Uno de los factores fundamentales para tener en cuenta de cara a las elecciones presidenciales de 2015 es el hecho de que el peronismo vaya unido detrás de un solo candidato, o separado, como lo ha hecho otras veces. Según Ollier, “para hablar de sucesión hay que mirar también a la oposición: si el peronismo llega dividido a la elección presidencial y la oposición va con un candidato potente, es más probable que el sucesor sea un opositor. Si por el contrario el peronismo llega unido, sus chances de continuar en el gobierno aumentan”. Aunque la experiencia de UNEN
en la ciudad de Buenos Aires ha sido interesante, a Katz no le resulta claro que pueda convertirse en una opción nacional en 2015 y no vislumbra tampoco otras alternativas de oposición (solos o en frentes). Según el editor, la versión del peronismo que tendría posibilidades de suceder al kirchnerismo probablemente sea más racional, menos facciosa y capaz de convocar a una parte de la población en torno de una nueva ilusión. “Pero no hay ninguna buena razón para suponer que esa versión no terminará conduciendo, una vez más, al desencanto”, enfatiza. Aunque admite no tener el pulso de la política diaria en la Argentina, Loris Zanatta coincide con Katz y afirma: “Lo más probable es que se afirme un peronismo más pragmático, menos ideologizado, algo menos encerrado en un nacionalismo fuera del tiempo y de la lógica y un poco más abierto al mundo. No sé si esto corresponde al perfil de un Massa o de otros”.ß