Detrás del mito POR NATALIA BLANC De la Redacción de La Nacion
L
compañeros recuerdan que el último disco de Sumo, After Chabon, se registró con Luca muy deteriorado. El 21 de diciembre de 1987 se presentaron por última vez en un desolado festival en cancha de Los Andes. Venticuatro horas más tarde, Luca moría solo, en una habitación de una casa semiderruida en San Telmo. A su compañero, Roberto Pettinatto, le había confesado que escuchaba ruidos tétricos, que sentía que algo no estaba bien. Su intuición fue poderosa hasta el final. Más allá de mitologías urbanas, lo que permanece de Luca es su indomable espíritu. Esa vida artística que generó aunque descuidara su cuerpo, esa voluntad de robarles el fuego a los dioses de la creación aun cuando la carne quedara chamuscada, la vocación por la transformación en un contexto adverso y en una lengua extranjera. Luca Prodan perdura en la música que creó con la indispensable ayuda de sus compañeros y no en la soledad de su muerte anunciada. Su tremendo vozarrón, cargado de eco y distorsión, aún suena como un grito capaz de despertar a los vivos.
uca, el documental de Rodrigo Espina sobre la vida y obra del creador de Sumo, tiene una particularidad que lo vuelve valioso: está dirigido tanto a entendidos como a aficionados. Aunque en Buenos Aires se proyecta en un ámbito rockero con la idea de que el humo, el sonido y las luces generen un clima de recital, el film no es exclusivo para fanáticos de Prodan ni seguidores de Divididos y Las Pelotas, las bandas herederas de la mística de Sumo. A lo largo de noventa minutos, cuenta la historia del músico a través de su propia voz (registrada en grabaciones que Luca le enviaba a su familia a Europa cuando se instaló en la localidad cordobesa de Nono) y de entrevistas a sus amigos, sus viejos compañeros de andanzas, sus hermanos Andrea y Michela, y su madre, Cecilia Pollock. El testimonio de esta anciana escocesa (que empieza con el relato de cómo el 17 de mayo de 1953 rompió bolsa en un palco de un teatro romano, en plena función de Cascanueces) es fundamental para entender al personaje: a partir de las anécdotas de la infancia y la adolescencia de Luca y de la conflictiva relación que mantuvo con su padre autoritario, se delinea la personalidad del cantante que se convirtió en mito hace ya veinte años. Resulta interesante que el guión haga foco en las etapas menos conocidas de su vida y que el eje central para enlazar las imágenes y los testimonios sea el antes y el después de su llegada a la Argentina. También, que no se demore en mostrar el momento de explosión de Sumo y que se detenga, en cambio, en la descripción deliciosa que hacen de Luca algunas de sus mujeres. Con una comía ostras en una plaza de Palermo; con otra, fideos caseros con tuco en un pueblo de Córdoba. Dos escenas diferentes protagonizadas por el mismo hombre, lejos de la estrella de rock que ilustra remeras y afiches. A Espina, uno de los primeros fans de Luca, le llevó casi dos décadas hacer la película. Usó su archivo personal y el de la familia y supo cómo transformar las dificultades en logros. No obtuvo autorización para usar los discos oficiales de Sumo como banda sonora ni los testimonios de Ricardo Mollo y Diego Arnedo. Gracias a eso, el documental no resulta obvio ni previsible. No hace falta escuchar “La rubia tarada” ni “Crua chan” para conocer a Luca. Hace falta oírlo hablar de sí mismo en las cartas grabadas que dejó con la sospecha, tal vez, de que algún día sería leyenda.
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GENTILEZA BARAKACINE
AQUÍ ESTÁN, ESTOS SON. Prodan le dio a Sumo elementos que el roquero argentino desconocía
muy pesado; yo no sabía que era así. Ya no quiero más”, señaló en Cantarock, en 1987, para rematar con algo lejano parecido a la esperanza. “Quiero internarme lejos... en Formosa. Nunca conocí a nadie que haya ido allá. Amo a Formosa: nunca estuve y quiero ir.” El resto se sabe. Luca nunca llegó a Formosa. De sus cenizas creció otro mito: que en realidad no lo mató el alcohol sino una dosis de heroína recibida por correo. Lo que no se sabe es cuánto le insistían sus compañeros en Sumo para que dejara de beber, algo que él rechazaba de la peor manera, acusándolos de otras ingestas a ellos. Luca siguió el periplo de Jim Morrison, el artista que más admiró, que también murió en el extranjero, en circunstancias parecidas y entre rumores similares. La diferencia entre ambos es que Morrison se alejó de The Doors con la excusa de renovar su inspiración. Luca no: cantó hasta que las fuerzas no le dieron más. Sus
Sábado 15 de diciembre de 2007 I adn I 27